CREO EN TI.

Por Rizzeta Tonks.

I.- Luz de Luna.

Otra vez ese horrible dolor de cabeza. Cada vez más constante, más intenso. Abrió los ojos, todo estaba en penumbra y en silencio. En un silencio roto por la suave respiración de sus compañeros. Se levantó. Estaba bañado en sudor. A causa de las pesadillas, del martilleo en su cabeza, del ardor de la cicatriz. "Maldita sea" pensó.

Miró a Ron que dormía profunda y despreocupadamente. Sonrió con amargura, de verdad que lo envidiaba ¡cuánto daría por dormir con esa tranquilidad sin pesadillas! No había forma. El dolor comenzó a menguar, pero sabía que no desaparecería del todo. Aún no. Se levantó y caminó hacia la ventana. Afuera hacía una noche hermosa. Despejada. Sólo se oía el rumor del viento. Tomó su capa invisible y salió.

Los pensamientos se entrelazaban entre sí en un auténtico caos. Una y otra vez los recuerdos regresaban agolpándose en su mente. El Ministerio de Magia, la profecía...Sirius ¿Cuántos meses habían pasado ya? ¿cinco? ¿seis? No quería saberlo. Sólo sabía que día a día su padrino se iba alejando más y más, convirtiéndose en un recuerdo sin retorno.

Una figura se recortó en la penumbra del pasillo, caminaba despacio, con cautela, como evitando que la vieran. Seguramente un alumno trasnochador. Harry suspiró. De alguna forma era bueno saber que no era el único que no podía dormir. Sin saber porqué, siguió a la figura que ahora salía del castillo y se dirigía a los linderos del bosque. Aún con la luz de la luna dándole de lleno, Harry no podía adivinar quien era esa sombra que se perfilaba enfrente de él. Una larga capa con capucha la cubría de pies a cabeza.

La figura se detuvo. Y alguien, o más bien algo, salió a su encuentro.

-Hola Fang- Un susurro dulce llegó a los oídos de Harry. Con sólo oír esa voz, supo de quién se trataba: Luna Lovegood, quién ahora se bajaba la capucha y, sentándose en el pasto, comenzaba a acariciar a Fang.

-¿Me extrañaste? Oh, supongo que sí, hace mucho que no venía a platicar contigo, pero es que tenía tantas cosas en qué pensar, además, tú sabes que es riesgoso, si me pillara Filch...- Harry observaba a Luna rascarle las orejas a Fang, y verlo con esos ojos distraídos, que le daban a uno la impresión de mirar más allá de la superficie. –Pero no importa, hoy la noche es especialmente bella ¿no te parece?- Harry procuró no hacer ruido y lentamente se sentó muy cerca. Por un momento pareció que Luna se daría cuenta, pues sus manos se detuvieron en Fang y se quedó quieta, escuchando, luego prosiguió con calma, mientras Fang olfateaba el aire. -¿Qué pasa Fang? ¡Vamos, deja de olfatear así! Mejor mira las estrellas- Luna levantó la cabeza de Fang invitándolo a mirar. –Míralas Fang ¿no son hermosas?- Suspiró. -¿Sabes? Cuando en ciertos días me alcanzan los recuerdos, salgo a caminar por las noches como ahora, y miro el cielo repleto de estrellas, y creo Fang, creo firmemente- en su voz se notaba que así era –qué mamá está en alguna parte, observándome, entonces sé que algún día volveré a verla- su voz, aunque en susurro, denotaba fuerza, luego, en tono de confidencia, dijo –Te voy a contar algo Fang, es un secreto- Fang se tumbó a sus pies jadeando, mientras Luna parecía atenta y se ponía una mano en el oído izquierdo. -¿Oyes el viento Fang? ¿Lo oyes? Pero no me refiero al sonido común que escuchan todos, me refiero a lo que murmura. El viento nos dice algo, nos trae la voz de aquellos a quién queremos –Harry aguzó el oído, el viento en los árboles realmente parecía querer decirle algo. –A mi me trae la voz de mamá- continuó Luna –y me dice Luna, Luna...estoy aquí contigo, y me dice que nunca estaré sola, me lo promete, y de una u otra forma sé que es cierto...ahora mismo, creo que no estoy sola.

Y levantó la vista, desviándola de Fang hacia la dirección donde se encontraba Harry. Él sintió un vuelco en el corazón ¿de verdad Luna sabía que él estaba ahí? ¿cómo podía saberlo? Era tan extraña. Harry no sabía que pensar de ella. Durante el curso pasado había sido testigo de su raro comportamiento, pero aún así había agradecido que creyera en él cuando nadie lo hacía, y que de alguna forma hubiera sido un consuelo cuando nadie más lo había sido, cuando al final del curso (recordaba muy bien) se la topó en los pasillos colgando un anuncio para que le devolvieran sus cosas y le contó todo aquello. Sin saberlo, Luna le había quitado un peso de encima.

-Es hora de irse- susurró Luna y se levantó. –Anda Fang, es hora de que regreses con el profesor Hagrid, anda, ve- Y Fang, como si entendiera, salió corriendo rumbo a la cabaña, mientras Luna, muy suavemente, decía –Que bueno que me escuches...nadie cree lo que digo, nadie cree en mí- pero extrañamente su voz no parecía triste, sino serena y tranquila. Dio la media vuelta y se dirigió al castillo, pasando muy cerca de Harry. A la luz de la luna, Harry pudo ver sus facciones, su cara pálida, sus ojos grises, que le daban ese aire de despiste, como si siempre pensara en algo....o en alguien, tal vez su madre. Esa idea se le ocurrió por primera vez a Harry, y después lo condujo a otra ¿Él también tendría la misma expresión cuando pensaba en sus padres o en Sirius? No se quedó mucho tiempo reflexionándolo, ya Luna se había alejado y él trató de seguirla ¿pero para qué? ¿acaso pensaba decirle algo? Cuando llegó al castillo, Luna había desaparecido, seguramente ya estaría rumbo a su sala común. Harry se dirigió a la suya, y mientras subía las escaleras que llevaban a su habitación, supo exactamente lo que tenía que decirle a Luna.

Corría presuroso dirigiéndose a herbología, seguramente ya todos sus compañeros estarían en clase. Si se había demorado era porque Snape no lo había dejado salir de las mazmorras hasta que limpiara perfectamente el pupitre que había ensuciado sin querer, al derramar la pócima (por estar pensando en la noche anterior),que con tantos esfuerzos había hecho.

Se detuvo al escuchar una voz al otro lado del pasillo. Con el corazón palpitándole furiosamente se acercó. Luna se hallaba hablando con una chica, mientras varias personas la miraban con burla, algunos sonreían disimuladamente.

-Te digo que es cierto- decía Luna con decisión, mientras algunos cabellos le caían en la cara y sus ojos reflejaban un ligero brillo de furia. –Te digo que el viento puede decirnos cosas.

Todos rompieron a reír y alguien murmuró con ironía "si claro, eso es tan cierto como que los nargles existen". Harry se acercó haciendo a un lado a varios chicos que lo miraron sorprendidos. Los murmullos cesaron y Luna, dándose cuenta, volteó a verlo. Harry suspiró hondo y parándose enfrente de ella dijo:

-Yo si te creo...y-yo...creo en ti.

Y la sonrisa que Luna le brindó le hizo comprender que era cierto, y que la guerra a la que tanto temía, podría ser más llevadera, si ella le sonreía siempre así, de esa manera...

Nota: Todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling