Joseph Shimamura tiene el potencial para convertirse en una nueva leyenda automovilística. Por desgracia, su inagotable fama no es sólo por sus envidiables victorias, sino por los publicitados affaires de su esposa, la diva del cine: Francoise Arnoul.

Disclaimer: Absolutamente nada relacionado con Cyborg 009 me pertenece. Esto es un fanfic sin fines de lucro cuyo único propósito es el de hacer pasar un buen rato.


EL SUEÑO DE SHIMAMURA

Capítulo 1: El Entusiasmo Incansable

Mucho tiempo antes de tener la edad para desear su propia licencia de conductor y siendo todavía un niño muy pequeño viviendo de la caridad de la Iglesia, Joe comenzaba a soñar con convertirse en un exitoso piloto de la prestigiosa Fórmula 1.

Criado por un honesto y cariñoso sacerdote desde que había sido un bebé, Joe sabía poco de su pasado y le era un hecho que no podía molestarlo.

Sabía que su madre había sido una mujer devota, que de niña siempre acudía a las misas de la Iglesia donde ahora él vivía. Lo que haría que Joe amara tanto ese edificio, imaginándose que si las paredes pudieran hablar, le contarían hermosas historias de una niña muy especial. Anécdotas como las que el sacerdote a veces le contaba.

Por esa razón, Joe no podía sentirse atormentado por desconocer la mayor parte de su origen. Desde muy pequeño; cuando cumplió los cinco años de edad, el sacerdote le había confesado las causas y motivos de porque se hacía cargo de él.

A veces cuando el niño se quedaba sin compañía en el pórtico de la Iglesia, después de despedirse de sus tres amigos favoritos del catecismo; que se marchaban de la mano de sus padres, Joe trataba de revivir la escena cuando su madre murió. Procuraba hacerlo siempre en ese mismo lugar, pues bien sabía, fue justo ahí donde su madre fue descubierta, teniéndolo a él en los brazos.

Fácilmente la historia de su origen, la que el sacerdote le había dicho una vez confiado de que podría comprenderla, tomaba forma en su cabeza y podía ver a su madre despidiéndose de él con tiernas palabras de cariño y depositándole todo su amor en un solo beso. También podía imaginársela, muy asustada de morir pero más tranquila por haber tenido el valor suficiente de haber confiado a su hijo, con la única persona en el mundo que podía fiarse habría de amarlo y protegerlo.

Cuando el recuerdo terminaba, Joe siempre sentía ganas de llorar. Le había sido concedido un don insuperable de razonamiento que no era acorde a su edad, por lo que se tragaba las lágrimas y como un buen hijo, nunca juzgaría en detrimento de su madre, la enorme soledad y el miedo insuperable que debió haber sufrido. Por eso, jamás la culpó de convertirlo en un niño abandonado.

Sobretodo por que estaba orgulloso de que su madre, había elegido muy bien al hombre del inmenso corazón que cuidaba de él. Lo que provocaba que Joe sintiera, que también tenía una familia como los demás niños. Sólo que en su caso, su padre era un sacerdote y su madre descansaba en el cielo rodeada de ángeles.

Por lo que Joe se sentía doblemente feliz, de ser el único niño del pueblo con semejante familia. Aún cuando tuviera que oír las habladurías de la gente, que lo señalaban como el hijo bastardo de un extranjero; estas no le importaban, aunque algunas veces la saña con la que lo decían consiguiera lastimarlo.

A pesar de eso, los brazos y las palabras dulces del sacerdote, siempre estuvieron para consolarlo y defenderlo. Así que Joe sin nada que lo impidiera, podía permitirse ser inmensamente feliz y que su infancia transcurriera lo más normal posible.

Cada vez se volvía más travieso y soñador. Tan lejos había llegado su imaginación que con cualquiera de sus ocurrencias, Joe alegraba la rutinaria vida del sacerdote. Sobretodo en las tantas ocasiones cuando éste último, habría de encontrarlo jugando dentro de una caja de cartón.

Tanto era el aprecio del sacerdote para su protegido, que no necesitaba preguntarle a que estaba jugando. A leguas podía deducir que para Joe; lo que se había convertido en una poderosa máquina de carreras, nunca se había tratado de la misma caja que había servido para resguardar el juego de ollas que una beneficencia había otorgado como donativo a la Iglesia.

"Cuando sea grande seré el mejor piloto del mundo" decía Joe con la ternura de cualquier niño de seis años de edad.

Y sin salirse de su caja, miraba fijamente los ojos enternecidos del sacerdote.

"No lo dudo pequeño Joe. Noto que tienes todo el talento que se necesita" respondía el sacerdote con una amplia sonrisa mientras revolvía con una de sus cansadas manos la espesa cabellera del soñador.

Recordaba que ese juego tan recurrido por Joe, había comenzado aquel día cuando decidieron dar un paseo por las calles de la ciudad de Tokio.

Habían estado paseando durante horas, comiendo dulces que compraban durante el camino, que ya cansados y con ganas de volver a la Iglesia; en el trayecto a la estación de autobuses, por curiosidad se internaron en una muchedumbre que estaba de pie, con la mirada absorta frente a los monitores del gran aparador de un prestigioso almacén de electrónicos.

La programación que los televisores transmitían era un resumen completo del Campeonato Mundial de Fórmula 1 en 1986. Y aunque el sacerdote no entendía nada sobre automovilismo y deducía que un niño menos que eso, no quiso apartarse del sitio por descubrir la cara fascinada del Joe; que a causa de las extraordinarias proezas que veía realizaban los expertos pilotos automovilísticos, estaba muy emocionado.

Un año pasó y la caja, cada vez le quedaba más chica a Joe.

En un rojizo atardecer a mitad del atrio en las afueras de la Iglesia, el sacerdote a varios metros distinguió a un Joe fuera de su caja, completamente sucio, pintando el cartón de color rojo y amarillo.

"¡Pequeño Joe, veo que estas decorado tu auto de carreras!" decía el sacerdote con entusiasmo desde lo lejos.

"¡Si!" gritaba Joe satisfecho con pintura roja cubriéndole la mejilla izquierda y con sus preciosos ojos rubíes destellando inacabable alegría, bajo unas artificiales cejas amarillas" Quería que se pareciera al Cyborg Soldier 004"

"¿Cyborg Soldier 004?" preguntaba el sacerdote muy impresionado de los conocimientos de Joe.

Caminando con mucha lentitud, el sacerdote se arrodillo cerca de Joe hasta que lo tuvo de frente. Pero él, como era su costumbre otra vez se encontraba dentro de la caja, sólo que en esta ocasión, sorprendido de que el sacerdote se hubiera de olvidado algo tan importante. Por lo que Joe interrumpió su ardua labor de dibujar velocímetros en el supuesto tablero, para responderle al sacerdote cuando llego hasta él.

"¡Siii! El auto ganador del Mundial de Formula 1 que vimos el año pasado ¿En verdad ya lo olvido¡Es el mejor auto de carreras del mundo! Le gana a todos" respondía Joe con desmedido entusiasmo.

Poniéndose ágilmente de pie para que sus ojos se cruzaran con los del sacerdote. Se notaba que las carreras de autos, comenzarían a convertirse no únicamente en una poderosa afición para él, sino en el principio de un sueño.

"Y algún día yo seré el mejor piloto del mundo, tendré un auto de esos y voy a llevarlo a usted conmigo a donde sea que yo vaya… Por que usted siempre será un padre para mí… Estaremos siempre de vacaciones como cuando fuimos a Tokio y comeremos todavía más dulces, se lo prometo" menciona Joe sonrojado, ligeramente avergonzado y de ojos temblorosos con una amplia e inocente sonrisa.

Pero el tiempo transcurrió y Joe había pasado su adolescencia pidiendo una oportunidad en todas las escuderías existentes de Japón, que desgraciadamente se valían del argumento de que no estaban contratando ni siquiera pilotos probadores y mucho menos, a ningún piloto seudo profesional que corriera sus costosísimos autos

Sin embargo, Joe creía que podía ser lo que en sus sueños pretendía y siguió buscando una oportunidad por muy remota que fuera. Inclusive, tenía la esperanza que por una sola ocasión por muy descabellada que fuera la idea, le fuera brindada la posibilidad de probar que tenía aptitudes. No obstante, fue rechazado una y otra vez sin que le hubiesen hecho una sola prueba de manejo.

Por lo que Joe comenzó a perder la fe y la idea de cumplir su sueño se hacía pedazos.

En su último intento, luego de haber recibido las incesantes burlas de los ejecutivos de la escudería Golden Fénix, Joe finalmente regreso a la Iglesia con el corazón roto.

Se quedo solo, sentado en silencio sobre una banca de madera en medio de la gran bóveda, sintiendo como su sueño se consumían. Notaba que sus lágrimas estaban apunto de rodar por sus mejillas, a causa de que todavía le dolía la más grande y reciente humillación recibida. Por lo que haciendo acopio de coraje, Joe cerró sus puños con fuerza para evitarse la pena de llorar. Al mismo tiempo, se lamentaba de haber soñado tan alto. Creía que estaba solo; por eso quedo sorprendido cuando el sacerdote, sin que se diera cuenta tomo asiento a su lado. A pesar de sentir la mirada triste de aquel hombre mirarle, no tuvo el valor de sostenerle la mirada como cuando de niño, le decía que se convertiría en el mejor piloto del mundo. Estaba tan avergonzado de su estado que consideraba lastimero, que sólo pudo sentir como el sacerdote lo atraía a él con un tierno abrazo.

Con lo que al fin, el chico pudo soltar su llanto, sobre el hombro de quien consideraba su único consuelo.

"Quizás esta tampoco era tu oportunidad, pequeño Joe " decía el sacerdote esforzándose para no oírse con la voz entrecortada.

Porque le dolía hasta lo más hondo la desesperación de su consentido.

"Estoy seguro que tu verdadera oportunidad esta esperándote, sólo tienes que ser paciente por que algún día te cruzaras frente a ella, no pierdas el entusiasmo hijo"

"Cómo… usted diga padre" respondía Joe sollozando.

Se sentía obligado de no dejar que ese sueño tan hermoso muriera. Por lo que creería ciegamente en las palabras de su padre y sería paciente. Pues tanto confiaba en sus palabras; de que algún día llegaría a cumplir su sueño, que mientras pudiera oírlas repetirse, en la cabeza de Joe no había cabida para la duda.

Los años pasaron y Joe se convirtió en un hombre. Para su desgracia el cariñoso sacerdote murió, dejándole destrozado, con un inmenso vació e impotencia, de que jamás podría cumplir su promesa de llevarlo consigo para que juntos conocieran todo el mundo.

El mismo funesto día cuando se efectuó el entierro del sacerdote, por la tarde Joe tomó su vieja caja de carreras y le prendió fuego a la orilla de la playa. Después recogió sus pocas pertenencias y procurando llevarse los más gratos recuerdos, abandono la Iglesia que hasta esos días continuaba siendo su hogar.

Se vio forzado a volverse independiente.

La necesidad de pagar sus cuentas, lo obligo a conseguirse un empleo para sostenerse de la manera más digan posible. En menos de un año, se convirtió en mesero de un bar deplorable, paseador de perros en el parque, repartidor de pizzas a domicilio, acomodador de autos en un lujoso restaurante y por últimos en taxista.

……………………..

Joe llevaba conduciendo un taxi durante el último año y medio, para la empresa de transporte privado: El Delfín.

Para su sorpresa, este último empleo conseguía reconfortarlo de una forma única y devolverle un poco de la paz que había perdido cuando se quedo completamente huérfano. Por eso acostumbraba dejar su mente volar muy lejos, imaginándose que conducía la más poderosa de las máquinas en el importante circuito de Nürburgring en Bélgica. Lamentablemente, el tiempo que hacía cambiar de luz roja a la verde en el semáforo, no le era suficiente para soñar.

"¿Qué demonios te pasa¡¿Estas ciego¿No ve que el semáforo ya cambio!" gritaba encolerizado, el pasajero que estaba sentado sobre el asiento trasero del taxi que Joe conducía.

"¡Oh¡Disculpe!" respondía Joe volteando a ver al pasajero con una cándida sonrisa, aún cuando aquel quería descuartizarlo con la mirada" Es un instante lo llevo"

Pero más le hubiese servido al irritado pasajero quedarse callado. Pues Joe, se servía siempre de la prisa de sus clientes como el pretexto ideal para pisar el acelerador del sedán amarillo a todo lo que daba, lo que dejaba a más de uno sufriendo un intento de paro cardíaco.

Por eso la ruta del Aeropuerto, se había convertido en la predilecta de Joe, ya que por excelencia, se trataba de un destino por el que todos estaban apresurados en llegar.

Así fue como en el camino se cruzo con la oportunidad.

Un caluroso día de marzo mientras buscaba pasaje, al cruzar una de las intersecciones aledañas a la escudería Aoi Tsubasa, su atención se vio llamada por un sujeto de color que de pie sobre la banqueta, agitaba con desesperación su brazo derecho y comenzaba a gritarle.

"¡TAXIII!" decía un hombre bien vestido a todo pulmón.

Aunque estaba vestido con traje gris notoriamente elegante aún sin corbata, con el cabello rapado pero de color claro y que cargaba un portafolio negro, Joe también distinguió que tenía una cara de querer morirse sino abordaba un taxi cuanto antes.

Por lo que decidió estacionarse junto a la acera para ganarse a un cliente, que fácilmente a cualquier taxista, podía parecerle un desquiciado potencial.

"¡Al Aeropuerto y de prisa!" ordeno el sujeto de tez morena cerrando de mala gana la puerta del auto.

Lo que ocasionó un estruendo, no obstante Joe se hizo el desentendido.

"Buen día" dice el chico sonriéndole a su nuevo pasajero.

"¿Qué tiene de bueno el día?" pregunta el viajero con tono molesto, acomodándose sobre el amplio asiento de atrás "¿Acaso me ves sonriendo?"

Estaba tan enojado, que el desinteresado saludo del chico habría de encresparlo más. Al mismo tiempo, extraía rápidamente de su portafolio; un palm plateado, sobre el que manejaría hábilmente la pluma óptica.

"Uhmm… No, pero debería. En la vida nunca falta un motivo para sonreír" responde Joe con tranquilidad, tecleando en la computadora del taxi su destino antes señalado.

No es que desconociera cual ruta tomar, sino que sentía que de vez en cuando debía seguir el reglamento al pie de la letra. Ante todo, por que estaba amenazado de ser despedido si acumulaba otra multa.

De pronto, por seguir las instrucciones del obligado manual de procedimientos, se vio internado en el terrible tráfico.

"Veo que no es de por aquí" comenta Joe amablemente desde su asiento, mirando de reojo a su pasajero.

De alguna forma su cara se le hacía conocida, pero el incesante ruido de las bocinas de los demás vehículos, no le permitía recordar donde pudo haber visto un rostro similar al de su pasajero.

Viajero que no estaba de humor para nada.

"Mejor limitase en conducir, no me interesa mantener una de esas charlas: taxista y pasajero" dice el sujeto del traje gris con acento mordaz, pero disimulando una mirada desilusionada, cuando sus ojos se enfocaron en una la larga lista de direcciones que tenía anotadas en su palm.

El tono tajante de esa advertencia, no impresionaba a Joe. Estaba tan acostumbrado a las groserías de sus pasajeros, que podía sobrellevarlas con aparente tranquilidad. Por lo que la posibilidad de enojarse contra un desconocido, era muy remota. En un día que consideraba como cualquier otro, Joe estaba más interesado en considerar su buena fortuna, pues que el vehículo estaba equipado con aire acondicionado, convencido que el ocupante de atrás estaría de peor humor si sufriera del calor del medio día, lo que hubiera agravado seriamente la situación de ambos.

Pero el tráfico era tan lento que sólo avanzaban un metro por minuto.

"Cómo quiera, pero va a aburrirse" dice Joe con la mirada fija en el espejo retrovisor para poder contemplar con mayor libertad la expresión facial de su cliente.

Que curiosamente, le corresponde el gesto torciendo los labios con cara de muy pocos amigos.

"Ya le dije que no me interesa platicar contigo" menciona de nuevo, el malhumorado pasajero.

"En ese caso, espero que sea realmente paciente porque podemos demorarnos horas" dice Joe de manera calmosa quitándole la atención al espejo retrovisor para quedársele viendo a la calle.

"¿Qué!" clama el viajero mirando horripilado para todas partes, cerciorándose de que era verdad, lo que el taxista le había mencionado como si tuviera alevosía y ventaja.

"Por lo que veo, usted no sabía que estamos internados en un embotellamiento" menciona Joe suavemente sin voltear hacia atrás, con las manos descansando en el volante.

"¿Y no puede sacarme de aquí! Necesito llegar cuanto antes al Aeropuerto, no quiero perder mi vuelo" sugirió el pasajero muy alterado.

Guardando de golpe dentro de su portafolio negro, el aparato electrónico que tan distraído lo había tenido.

Oírle hablar así, hace que Joe voltee hacia atrás y contemple minuciosamente a su pasajero a través del cristal que los separaba.

"A menos que este dispuesto a pagar la fianza, que de seguro obtendría por irrumpir en el tráfico, dudo que llegue al Aeropuerto a tiempo" comenta Joe con una amplia y desvergonzada sonrisa.

"¿Por qué no una multa¿Eres un rebelde, verdad?" pregunta el pasajero seriamente indignado.

Comenzando a mirar fijamente y con desconfianza, la cabellera revuelta de Joe, que para él, sospechosamente le estaba cubriendo un ojo a ese chico, que todavía estaba mirándolo con actitud desafiante.

"He conseguido tantas infracciones en dos años, que ya sólo amerito fianzas un poco costosas... De hecho el último año, me dieron un candelario en el Ministerio Público. Pero usted dirá" responde Joe con voz jovial, que pasaba de mirar de reojo a su pasajero a posar su hermosa mirada carmesí sobre el centenar de coches que tenía adelante.

Incitando a su pasajero para que se atreviera a darle luz verde.

"¡Olvídalo! Creo que no estoy tan desesperado. No quiero verme envuelto en problemas por darte gusto" responde el viajero de ojos negros, negándose al juego de Joe.

Una hora transcurrió sin avanzar no más de tres cuadras.

El pasajero sólo hacía por friccionarse los dientes y mirar como desquiciado su reloj cada dos minutos. Para Joe, la espera era un gaje del oficio por lo que sabía sobrellevarla. Así que dando un amplio suspiro y usando su acostumbrada cordialidad, entablo de nuevo una conversación con el desconocido.

Aunque sin girarse esta vez para ver con quien hablaba.

"¿Por qué no se pone a leer? Sin tener que mirarlo, noto que esta al borde de un ataque de nervios" comenta Joe, interesado por que su pasajero no perdiera más, la poca cordura que le conocía.

"Si tuviera un libro o una revista cerca, tenga por seguro que estaría leyéndolo" responde el pasajero con un tono de voz resentido, contemplando directamente la espalda de Joe.

Pensando que el conductor del taxi ignoraría nuevamente su opinión y continuará fastidiándolo con su charla inútil, como lo había venido haciendo todo ese rato.

Pero como si tuviera capacidad para leer los pensamientos, Joe no le responde nada.

Se quedo callado, con la cabeza apoyada en la ventana y con eso hizo sentir un prolongado e incomodo silencio, logrando que el desconocido recobrara la compostura y se enderezara en su asiento.

Joe había conseguido provocar un ligero remordimiento de conciencia, al pasajero que de repente, se sintió avergonzado del mal trato que le daba al chico. Porque después de todo, aceptaba que el conductor del taxi no tenía porque pagar los trastes rotos.

Cambiando drásticamente su actitud; que bien sabía no era la suya, para comportarse como acostumbraba, de una manera amable; el pasajero se disculpo.

"Disculpe el mal rato" dice el pasajero pareciendo apenado.

Despertando toda la curiosidad de Joe. Por lo que se iniciaría otra conversación, una vez que el chico reconociera que la disculpa era sincera. Con lo que el pasajero, asentía con gusto que su disculpa había sido bien aceptada.

"Siempre traigo unas cuantas revistas en el taxi, pero le aviso que no son actuales" comenta Joe con la misma cordialidad que había usado durante todo el desastroso trayecto.

Cerciorándose que el tráfico no fuera a avanzar, Joe abría con cuidado la enorme guantera del taxi.

"No es ningún problema. Necesito tranquilizarme cuanto antes, que no me importa si hablan de taxidermia" menciona el pasajero esforzándose para no extraviar de nuevo la cordura.

Haciendo sin querer, reír a Joe

"¿Por qué creerá que yo podría estar interesado en disecar animales? Tengo que cortarme el cabello, me confunden con un loco"- piensa Joe extrayendo todas las revistas de la guantera.

Rápidamente, el pasajero comenzó a bajar el vidrio de la ventanilla que se ubicaba atrás del asiento del conductor, para poder recibir las revistas que estaban prestándole.

"Sólo que tenga cuidado, son mi única fortuna" dice Joe con un poco de vergüenza.

Llevándose una mano atrás de la cabeza y extendiendo sus revistas por afuera del taxi, en donde el pasajero podría sujetarlas.

Su tesoro constaba de varias revistas viejas pero muy bien cuidadas, en las portadas con grandes letras todas tenían escrito: "FORMULA ONE" The Japan Magazine

El pasajero se dedico a dar una breve leída a todas las revistas. Al mismo tiempo Joe saludaba a unos niños de preescolar que estaban pasando enfrente del cofre del taxi. Como iban acompañados de sus maestras, estaban todos tomados de la mano formando una larga fila.

"Entonces eres un aficionado a las carreras de auto" aseguro el viajero bastante confiado, tomando por asalto a Joe.

"Desde que era un niño" responde Joe después que se recupero del sobresalto.

Al recuperarse, volviéndose un poco escéptico, agrego.

"¿Cómo se dio cuenta?" pregunta Joe mirando discretamente a su pasajero.

Por lo que se sorprendió, que el ocupante del asiento trasero tuviera una gruesa sonrisa de satisfacción.

"Porque tus sietes revistas son de hace quince años. Deberías comprarte unas nuevas" responde el pasajero amigablemente comenzando aparecer una persona menos huraña.

"Compré la suscripción de esta revista hace más de un año y tengo la última edición en mi departamento, pero nunca dejaría estas guardadas ahí son demasiado importantes…" comenta Joe con mucha confianza "De hecho deberían ser doce, pero en ese entonces los repartidores de periódico no ganaban tanto el dinero "

Confeso Joe, dejando escapar una risa circunstancial.

"¿Eras de esos niños que soñaban con convertirse en pilotos de carreras cuando fueran grandes?" preguntó el pasajero con cuidado tono pretencioso, logrando intimidar a Joe.

"Si, de los más ingenuos" responde Joe como si le hubiese molestado la pregunta.

Pero luego comenzó a mostrar más confianza.

"Incluso tenía una caja con la que siempre me imaginaba, ganando todos los premios del mundo" comenta Joe con una nostálgica sonrisa.

Por dejar abierto un camino a su memoria, acordarse de su caja, le provoco pensar en las palabras que con tanto amor lo convencía el sacerdote, sobre nunca perder el entusiasmo.

"¿Y que sucedió¿Por qué no luchaste para conseguirlo?" pregunta el viajero muy intrigado por saber la respuesta.

"Lo hice hasta el borde de la humillación. Al final, me convencí que nadie necesita de un piloto inexperto ni siquiera de un piloto probador con buenas intenciones" responde Joe pareciendo cabizbajo.

Estaba repitiendo la categorización que le daban cuando solicitaba una oportunidad en las escuderías. Sin embargo lo que en verdad estaba comenzando a contrariarlo, fue confesar su frustración ante un completo desconocido.

Repentinamente, Joe se percato de que habían transcurrido más de dos años, desde la última vez que había pisado el suelo de la Iglesia.

Ahora, Joe ya no volteaba hacia atrás para contemplar el tipo de reacción que tendría su pasajero, por lo que acababa de decirle. Temía pensar que éste, pudiera malinterpretar su pesimismo que él consideraba normal pero igualmente indebido, así que comenzó a sentirse incomodo.

"¿Qué tuvo de especial esta edición de 1986?" pregunta el cliente cambiando drásticamente el tema.

No tenía más que una hora estarlo tratando y había comenzado con el pie izquierdo. Sin embargo, el pasajero comenzaba a sentir empatía por el chico debido a su gentileza, pero sobretodo porque nunca había sido bueno sobrellevando las emociones tristes de otros.

Para Joe, la pregunta de su cliente requería una respuesta muy simple. Pero lo suficientemente importante, que basto para persuadirlo de voltearse y sostenerle la mirada a su pasajero, olvidándose por completo de su propia vergüenza y fracasos.

"Fue el año en que Albert Heinrinch bajo su condición de debutante, de forma ininterrumpida gano trece de los diecisiete campeonatos del mundo a bordo del Cyborg Soldier 004 … ¡Ese si era un piloto excepcional! Porque aún en la actualidad, no cualquiera gana de forma consecutiva tantas competencias" responde Joe sin tomar aliento y luego de un rápido respiro, agrego "Aparte, el 004 fue la mejor máquina durante catorce años, lo que permitió que Heinrich se convirtiera en el único hombre en la historia en reunir siete títulos de campeón del mundo"

Sin embargo, su entusiasta manera de hablar se tornaría apesadumbrada y en un instante, retorno a su postura anterior; ofreciéndole nuevamente la espalda a su pasajero.

"Por eso aún me explico que Heinrich se haya retirado voluntariamente a principios de este año, siendo todavía joven y que su carrera se mantenía en apogeo. No quiero sonar molesto, recuerdo que de milagro salió vivo de su último accidente, pero él siempre repetía que nada lo separaría de su amor por las pistas. Que volvería tan pronto se recuperara. Pero al cabo de tres meses, en perfecto estado de salud anuncio públicamente su retiro sin ninguna explicación ¿Cómo pudo desilusionar a tantos seguidores?" menciona Joe más bien como protesta.

Enterarse de esa opinión, donde un fanático del automovilismo se quejaba abiertamente de la actitud "egoísta" de Heinrich en cierta medida agrado al pasajero.

"Tienes razón, pero no interpretes su retiro como una tragedia para el automovilismo, cuando en verdad más bien se trata del cierre de un ciclo. Su retiro, permite la oportunidad de que nuevos pilotos figuren, en un medio que ya era bastante inaccesible cuando él comenzó" comenta el cliente con un increíble tono filosófico, recordando que esos fueron días muy difíciles también para él y no sólo el conductor del taxi.

"¿Así como Virgilio Ferriol?" pregunta Joe recobrando el ánimo "Desde 1998 que ha logrado excelentes estadísticas y gano varios títulos cuando fue el escudero de Heinrich… Aunque no entiendo porque, en la Cyborg Soldiers siempre lo han recalcado como piloto titular más nunca lo nombraron líder de la escudería, cuando ya han transcurrido tres meses desde la ausencia definitiva de Heinrinch y eso mucho tiempo "

Oír al taxista indicando que estuvo esperando el nombramiento de un nuevo líder en la escudería Cyborg Soldiers, provoca que una risotada salga de la garganta del pasajero, confundiendo a Joe.

Que de pronto comienza a creer que no charlaba con una persona normal.

"No invoquemos al tonto, no valdría la pena" dice el sujeto elegantemente vestido con cierto asomo de coraje "Ferriol nunca en su vida llegara a ser el líder de la escudería Cyborg Soldier; que fue la escudería que lo vio crecer, aunque llegara de rodillas con el dueño. Porque el Sr. Gilmore no da segundas oportunidades a quienes lo defraudan"

"¿De que me esta hablando?" pregunta Joe con notaria incredulidad.

Nuevamente, el chico cree que esta hablando con un hombre muy extraño.

"Que hace dos semanas Virgilio Ferriol renunció al orgullo de seguir siendo un Cyborg Soldier por una cuantiosa suma de dinero que le ofreció la escudería Golden Fénix… Todavía no olvido que ni siquiera había transcurrido una semana desde el retiro de Heinrich, cuando Ferriol ya prestaba oídos a las propuestas que le hacían todos los ejecutivos de las demás escuderías. Que durante años siempre le ofrecieron el doble de dinero de lo que el Sr. Gilmore se comprometía con pagarle por que no se fuera. Estos fueron quinces días de un terrible estira y afloja" responde el pasajero con voz molesta y cruzándose de brazos.

Joe se quedo en silencio, lo que le habían dicho no le era fácil de asimilar.

"¿Por qué que no abandonar la escudería Cyborg Soldier con mayor tiempo de anticipación¿Qué ganaba con esperar a que sólo faltaran veinte días para el Gran Premio de Estados Unidos? Todavía no puedo creer lo que ha dicho ¿Cómo alguien podría cometer semejante estupidez?" menciona Joe más que confundido, enojado.

"Para hacer daño ¿Por qué otra cosa? Siempre sostenía que su talento debía de merecer al mejor postor" responde el pasajero satirizando la frase.

De pronto, la expresión Joe se mostró desconfiada.

"Por cierto. No recuerdo haber leído en ninguna publicación una noticia relacionada con esta baja en el equipo Cyborg Soldiers ¿No estará engañándome?" dice Joe con una ceja arqueada y mirando fijamente al viajero.

"Tómalo como una exclusiva. Información confidencial de fanático a fanático. Lo lamentable es que en Cyborg Soldiers ha quedado desprovista del primer piloto titular con el que contaba clasificar en el Campeonato de Pilotos de este año. Ahora tendrán que esperar que Jet Link sea capaz de soportar la presión, porque Albert no volverá para disputarse el Mundial de Fórmula 1 de este año" menciona el pasajero muy conmovido por la situación que atravesaba la escudería Cyborg Soldiers.

"El Mundial de Fórmula 1 del 2001"- piensa Joe fugazmente comprendiendo que habían transcurrido quince años desde que comenzó a soñar.

Pero Joe, pudo intercambiar la tristeza que le provocaba recodar eso, por una gran simpatía.

"No veo de que tenga que preocuparse. Porque en la Cyborg Soldier cuentan con extraordinarios pilotos de prueba. Tal vez se servirán del siberiano Broirchov o el catalán Hernández para cubrir la ausencia de Ferriol. Cualquiera de ellos podría hacer una actuación aceptable" comenta Joe con suma tranquilidad.

"Si te digo que ahora son primer piloto titular y piloto escudero respectivamente de la escudería Aoi Tsubasa ¿Qué me dirías?" pregunta el viajero con expresión sofocada.

"¿Todas las escuderías de Japón se unieron para perjudicar a la Cyborg Soldiers?" pregunta Joe más asustado que intrigado.

"Bienvenido seas al imperialismo y la libre competencia" responde el pasajero alzando los hombros" En este mundo todos desean ganar y se desaceran de quien les estorbe"

Joe dio un largo suspiro.

"En ese caso. Le contestaría que basta de tragedias por un día. Aún estoy asimilando el retiro voluntario de Heinrich para que también resulte que la escudería Cyborg Soldiers no correrá este año" responde Joe tratando de no sentir rencor hacía el italiano, el ruso y el catalán.

Por que sólo eso le falta, que todo su universo se destruyera.

"Fantástico, por fin logre que otro se sintiera peor que yo" dice el pasajero con cara de que había recobrado la paz.

Al mismo, tiempo Joe lo miraba con resentimiento por haber perjudicado su tranquilidad. Pero el pasajero, fingió demencia y continúo hablando del tema.

"Ahora lo único que espero, es un verdadero milagro. Si se puede, que caiga del cielo un piloto que salve a la escudería Cyborg de su inminente final" menciona el pasajero ilusionado esperando que de las nubes una cegadora luz blanca iluminara a algún peatón de la calle "Pero lo que más deseo, es que sea un hombre muy talentoso e integro, que pueda con el trabajo, pues hace falta una nueva leyenda en el automovilismo"

Incluso, ya encaminado por la emoción de platicar con un chico más joven que él y también fanático de las carreras, se acercó hasta el cristal.

"De hecho, ya me harte de leer en las editoriales norteamericanas la basura de que Jet Link tiene todo el potencial para ser el próximo Arsenal Caminante de la escudería Cyborg, si Virgilio Ferriol hiciera faltara" dice el viajero con una sonrisa sinvergüenza

"¿Quién será este hombre?"- piensa Joe rápidamente "Platica de todo esto, como si lo viviera de cerca"

Pero aún con la duda rondando en su cabeza, Joe estaba haciéndose feliz por dialogar con un aparente experto sobre lo que tanto le gusta, así que no podía evitar divertirse.

"Usted tiene mucha razón. Al estadounidense le hace falta corazón para correr los autos" comenta Joe con asomada madurez y una sonrisa "Estoy seguro, que su deseo se cumplirá"

De este modo, se mantuvieron conversando durante otra hora y Joe, cada vez se sorprendía más por lo bien enterado que su cliente estaba de todos aquellos escudriñados detalles de la escudería Cyborg, pormenores que siempre había creído eran sólo del conocimiento de unos cuantos privilegiados.

"¡Vaya! No acostumbro a platicar de esto con nadie fuera del trabajo, incluso mi esposa esta harta de oírme. Sabes, tienes un buen gusto para los piloto y los autos, se nota que eres de la vieja escuela" menciona el pasajero con optimismo "Por cierto esta foto se salió de una de tus revistas"

Y en eso, el viajero le muestra a Joe el recorte de una revista de espectáculos en donde se podía ver la imagen de una mujer verdaderamente hermosa, posando en actitud muy glamorosa con un largo y ajustado vestido de color rosa e incrustaciones de cristal.

Una enamorada mirada y avergonzada sonrisa, se posaría en la expresión de Joe mientras veía la foto siendo exhibida a través del cristal que lo apartaba del pasajero.

"¿Le comente que también leo otro tipo de revistas?" menciona Joe tratando de disimular su sonrojo.

Ya que para él, la rubia que se exhibía en el recorte de papel, se trataba de la criatura más bella y delicada del planeta.

"No te avergüences, no eres el único al que le gusta la actriz Francoise Arnould. A más de la mitad de los chicos de tu edad en todo el mundo, también les atrae" dice el pasajero haciendo de tripas corazón para no soltarse a reír.

De pronto, la atención del viajero se limito a su reloj de pulso.

"¡DIABLOS¡Ya son casi las tres de la tarde!" grita el pasajero con malestar por tan desagradable sorpresa.

"¿A que hora sale su vuelo?" pregunta un Joe desorientado que volvía abruptamente a la realidad.

Que era estar parados en medio del tráfico de la ciudad de Tokio a mitad de camino del Aeropuerto.

"A las cuatro de la tarde" responde el viajero sin el animado tono que hacía unos instantes había mostrado.

Guardando con cuidado ante los ojos de Joe, la fotografía de Francoise Arnould dentro de la revista en donde la hallo.

"¿Cuál es el destino de su vuelo?" pregunta Joe observando con detenimiento como sobre la calle se hacía un espacio a su derecha.

Por lo que pudo ver claramente la banqueta descubierta de la esquina de la cuadra de junto.

"Los Ángeles en Estados Unidos" responde el pasajero sonando bastante defraudado pues imaginaba que perdería su vuelo.

"Entonces, debió haber estado en la Terminal desde hace dos horas" comenta Joe abriéndose paso hacia la esquina.

"Si, por que se trata de un vuelo internacional" responde el cliente, oyéndose desganado y mirando el suelo del taxi.

Por estar concentrado viéndose los pies, el pasajero no puede percatarse de las intenciones de Joe hasta que éste se subió a la banqueta, con el fin de pasar por encima de la solitaria esquina, doblando hacia una lateral de la Avenida. No habría habido problema mayor que un sorprendido cliente pero Joe, había comenzado a circular en sentido contrario al tráfico acelerando de pronto el vehículo.

"¿Qué estás loco¡Vas a matarnos!" grita el sujeto del asiento trasero asegurándose de inmediato el cinturón de seguridad.

"Tranquilícese, no me tomará mucho tiempo recorrer toda la calle" responde Joe concentrándose lo más que podía en esquivar con destreza a los atónitos conductores.

El pasajero se quedo pálido de la impresión. Hacía unos minutos que había tenido una excelente conversación con un chico que ya le parecía de buen tipo y ahora sentía que estaba en las garras de un cafre del volante.

"¿Su estadía en Japón fue de placer o de negocios?" pregunta Joe tratando de aminorar la tensión que su peligrosa maniobra estaba provocado en el pasajero.

"De… de negocios" responde el cliente de tez morena, sacando un pañuelo de su traje gris para cercarse el sudor.

"¿Pudo hacer aquello a lo que vino?" pregunta Joe de lo más calmado, cambiando diestramente de posición la palanca de velocidades del auto.

"No logre naaaaadaaa… ¡CUIDADO!" grita el viajero señalando con su dedo el frente del taxi.

Pero Joe estaba prevenido y dando un grave volantazo, evita arrollar a un transeúnte que caminaba sobre la calle leyendo un enorme libro.

El zarandeo del taxi, hace que el ocupante de atrás saltará sobre su asiento y sujetándose rápidamente del manubrio de las puertas traseras, comenzó a mandarle una rencorosa mirada al conductor del taxi.

"¿Me decía?" pregunta Joe fingiendo demencia de lo que acababa de suceder.

Joe todavía tenía muchos deseos de continuar conversando, pero también la obligación de aparentar total calma porque acababa de notar a través del espejo retrovisor, que una patrulla sigilosamente comenzaba a seguirlos.

"¿Cómo demonios te atreves acelerar en una miniatura como esta¡Qué encima de todo no es automática¡Podrías confundirte al meter las velocidades y causar un accidente mayor!" grita el pasajero muy asustado, pues no le gustaba ver toda su vida ante sus ojos, como si fuera un cortometraje.

A pesar de la histeria que se oía de la parte trasera del vehículo, como contestación no se oyó más que una ligera risa de parte de Joe. La verdad, es que era lo único que sabía manejar por eso se había vuelto todo un experto.

"No me estoy sintiendo bien" menciona el pasajero tragando saliva y contemplando frustrado los espectaculares de la calle desde su ventanilla "Y lo peor es que si tu no me matas, estaré casi muerto después que llegue hasta California y mi jefe descubra que no puede cumplir con mi trabajo"

"En ese caso no pierda el entusiasmo. Puede que lo necesite para conseguir un nuevo empleo" comenta Joe con un enorme optimismo.

Sólo se oyó una risa sarcástica del pasajero, que no quedo muy contento con el consejo de Joe.

Atravesar a toda velocidad la enorme calle duro cinco minutos, lo que para el viajero fue como una atormentada eternidad. En cambio, Joe se veía de lo más tranquilo e incluso se notaba cuanto estaba disfrutándolo, olvidándose de que la policía estaba tras sus huellas. Tenía una expresión de alegría enmarcándole el rostro y sus ojos, resplandecían por la adrenalina que le provocaba la emoción de correr.

Sin disminuir su paso tomo distintas calles aledañas e hizo una infinidad de maniobras peligrosas hasta que al cabo de un rato, pudieron hallarse a las afueras de la ciudad y ahí excediendo por mucho el límite de velocidad, Joe entro sobre la carretera número veinticinco para dirigirse cuanto antes al Aeropuerto.

"Si tenemos suerte, en media hora usted estará abordando su vuelo" dice Joe de un modo muy modesto y controlando astutamente el taxi a ciento cuarenta kilómetros por hora.

"Tú estas ¡Loco!" menciona el pasajero con seriedad antes de echarse unas carcajadas por que a lo lejos podía distinguir la torre de control del Aeropuerto Internacional de Tokio.

"Pero nunca he dejado a un cliente insatisfecho" dice Joe rebasando hábilmente la fila de coches que se entrometían entre ellos y su destino.

El pasajero no podría estar más satisfecho.

Comenzó alistarse, recogiendo su portafolio del suelo. Para no demorarse, pues estaba dispuesto a salir corriendo del taxi cuando este se detuviera frente a la entrada del Aeropuerto Internacional, extrajo del interior de su equipaje de mano su boleto de avión, su pase de abordaje y el pasaporte, guardándolos en el bolsillo interior de su saco y de paso, sacó de ahí su billetera donde aparto un buen cantidad de yenes para pagar su traslado.

Estaba tan contento de estar a quinientos metros de abandonar el taxi y subirse al avión, que su alegría sólo se disipo cuando escucho el sonar de la escandalosa sirena de policía, patrulla que hasta ese momento se entero que los venía siguiendo. Sin siquiera haber apartado la vista de su billetera, el viajero con una enorme gota de sudor en la frente, extrajo el doble de dinero que estaba dispuesto darle de propina a Joe.

"Nunca me habían dejado llegar tan lejos sin encender la sirena" dice Joe con una ligera sonrisa nerviosa mientras invadía el carril de descenso de pasajeros del Aeropuerto.

"Toma, con esto queda pagado el traslado, tu propina y "la fianza" " menciona el viajero con acento avergonzado, deslizando varios billetes entre la rendija del pequeño muro de cristal.

Hasta que se hubieron detenido, Joe tomo su pago.

"¡Gracias y que tenga un buen viaje!" dice Joe con gesto satisfecho, agitando la palma de su mano para despedirse.

Existía algo en el chico que le había agradado. Piensa que habría sido su buena disposición o la típica despreocupación de un hombre tan joven, pero más allá de eso, por su experiencia reconocía que el chico podría haber sido un piloto excelente y no el conductor de un taxi si le hubiesen brindado la oportunidad.

Así que, sintiéndose agradado por el trato que recibió durante todo el trayecto, el pasajero asintió con la cabeza la sensata despedida de Joe, saliendo cuanto antes a la banqueta. Donde vio como un par de hombres muy bien vestidos abandonaban la patrulla y comenzaban a andar con semblante serio rumbo al que había sido su taxi.

Disfrazando su inquietud por lo que pudiera sucederle al chico, de pie se asomo por la ventanilla delantera del taxi.

"¿Seguro que estarás bien?" pregunta el viajero sacando una tarjeta de presentación de un bolsillo de su saco gris.

"¡Si!" responde Joe sin darles mayor importancia a los oficiales que estaban apunto de abordarlo.

"De cualquier manera toma" menciona el sujeto de tez morena extendiendo su elegante tarjeta hasta las manos de Joe para despedirse "Si necesitas ayuda llámame, mi nombre es Pyunma"

"Mucho gusto, el mío es Joseph Shimamura" dice Joe estrechando con fuerza la pequeña tarjeta por que tenía la mano temblorosa y casi se le caía.

Ahora lo recordaba bien.

La cara de ese sujeto le había sido tan familiar durante todo el camino por una razón y la tarjeta habría de sacarlo de la duda.

Así que sintiendo una inmensa alegría mientras ve, a quien había sido su pasajero durante casi tres horas perderse entre la multitud, Joe se da la confianza para examinar muy de cerca la tarjeta que le habían obsequiado.

Y cuanto más la revisaba recíprocamente se convencía de su autenticidad.

No cabía duda, su pasajero había sido el auténtico Pyunma, ayudante personal del poderoso Isaac Gilmore dueño de la escudería Cyborg Soldiers y a la vez, representante del famoso piloto de carreras Virgilio Ferriol.

Pero sobretodo y si su memoria no le fallaba, también antiguo apoderado legal de Albert Heinrich.

Estaba tan honrado de haber conducido para un verdadero conocedor, que Joe se quedo con la boca abierta y sin palabras. De lo conmovido que se sentía, que olvido por completo la presencia de dos hombres en su ventanilla, que lo miraban uno con desconfianza y el otro con confidencia.

"¡JOE¿Cuántas veces tendré que repetirte que dejes de correr en la vía publica?" dice malhumorado un hombre delgado y alto, golpeando levemente la ventanilla.

"¿Qué? Eh… ¡Hola Shinichi y Masaru!" saluda Joe aún aturdido guardándose con rapidez la tarjeta junto con el dinero en un bolsillo de la camisa y bajando con rapidez el cristal.

"¡Fue increíble ver como esquivabas todos esos autos¿Cómo haces siempre para no perder el control a tanta velocidad?" menciona el otro sujeto, un individuo de talle obeso y corta estatura que miraba emocionado a Joe

Sonrojado Joe se sonrió.

"Es puro talento" responde Joe con una gran sonrisa tratando de no sonar presumido.

"De cualquier forma estás detenido y Masaru no pongas esos ojos vidriosos, sabemos que es lo correcto" dice Shinichi cruzándose de brazos y haciendo una mueca de chico rudo.

A pesar de comportarse como un hombre hostil, Shinichi en el fondo, admiraba a Joe desde asistían juntos a las clases de catecismo, no por su valor para acelerar los autos como un demente y no morir en el intento, sino por el empeño de Joe para salir adelante.

Pero su deber era detenerlo y consignarlo ante el Juez de distrito y no pensaba que en esa ocasión pudiera ser distinto.

"Como digas, pero voy a lamentarlo" menciona Joe alterado, abriéndose el cuello de la camisa mientras una escalofriante gota de sudor se desliza por su oreja.

Porque bien recordaba la clara advertencia del Juez, la última vez que se vieron por una infracción similar:

"¡JOE! Te lo advierto por tu propio bien... ¡No quiero verte de nuevo porque hayas causado disturbios manejando como un maniático ó atente a las consecuencias! "

Continuará…

Próximo Capítulo:

La Indolente Vanidad


Me hace feliz subir esta historia. Desde hace una semana se me ocurrió hacerla.

Y aunque nunca me gusto la trama de Meteoro como a mi me hubiese gustado, creo que Joe no encajaría mejor en ninguna otra profesión que no fuese piloto automovilístico.

Basta con ver que puede mantener el modo acelerado sin chocar con algún pedazo de grava.

Mi inspiración fue por haber leído tanto sobre la vida de un reconocido piloto alemán, que en serio, mi sincera admiración a Schumi (Pentacampeón del mundo y para mi, el mejor piloto automovilístico de la historia) toda una personalidad en el automovilismo de la Formula 1. Más que nada, en lo que leo de él y la famosa escudería donde corre, es en lo que me apoyo, por que tampoco se mucho de este deporte.

Pero estoy leyendo mucho y creo que puedo lograrlo.

Espero se haya notado la sencillez de Joe, cuando a sus pasajeros se dirigía de usted.

Nunca había escrito tanto de Pyunma, no se si le de al ancho lo que escribí de él.

Así que por favor háganme saber sus críticas y sugerencias.

Hasta Pronto!