Blue Shadow

Epílogo.

Camus se desperezó en la cama, estirando sus músculos desnudos debajo de las sábanas.

-Hmn... -pronunció entre dientes, notando el paladar seco- Uf.

Estrelló una mano contra la frente con demasiada fuerza, quejándose por lo poco apropiadas que eran sus acciones.
Se dio la vuelta, enrollándose con el edredón y pateando todo lo que encontraba a su paso para liberarse. Al final quedó bocabajo, sin nada que tapase su piel. Su respiración se normalizó, pero el fuego en su pecho no se apagaba. Y el dolor de cabeza le estaba matando.

Se incorporó de repente, frunciendo el ceño despeinado. Juraría que se había traído consigo todo el ruido de la discoteca en la que estuvo anoche, pero la mañana parecía perfecta más allá de sus ventanas.
Volvió a fruncir las cejas. ¿Por qué brillaba tanto la luz del sol?

Se restregó la cara mientras recordaba, gimiendo frustrado.

"Anoche bebí demasiado."

Se frotó los brazos al sentir el aire matutino demasiado fresco. Él no solía dormir desnudo y le pareció demasiado extraño el desorden del suelo, lleno de prendas.
Suspirando se acercó al borde de la cama, pensando que ya que estaba despierto comería algo para ver si así la resaca lo dejaba un poquito en paz.

Mientras recogía la ropa y la dejaba más o menos doblaba encima de una silla empezó a pensar, intentando llenar los huecos de la noche que dejaban a su memoria hecha un colador, buscando pistas en las cosas fuera de lugar de su cuarto.
Las contraventanas estaban abiertas, las cortinas descorridas... la ropa no estaba recogida y dormía desnudo.

Camus dejó la última prenda encima de las otras y parpadeó.

-Ah... -se llevó una mano a los labios al recuperar retazos de la noche.

Separó su mano de la barbilla y la miró. Sabía qué había hecho con esos dedos hacía pocas horas. Sus mejillas se sonrojaron repentinamente.
Se vistió a toda prisa, rogando que esa persona especial con la que compartió la madrugada siguiera dentro de su templo.

No tardó ni dos minutos en enfundarse unos pantalones y ponerse una camiseta que se le caía de un hombro de lo rasgado que tenía el cuello.
Vio su reflejo en el espejo mientras un tic en su nariz hacía ver lo poco que le gustaba aquella camiseta vieja. Pero había sido un regalo de Milo y no la pensaba tirar, así se cayera a pedazos.

Salió corriendo descalzo de su habitación, notando como le palpitaban las sienes. Buscó en las habitaciones cercanas, incluidos baños. Pasó de largo por delante de la cocina cuando notó un olor que hizo reaccionar a su estómago.
Alguien había preparado café y algo más que no reconocía en ese momento. Paró en secó y se giró, casi chocando contra Milo, que llevaba un plato entre las manos.

El contenido casi se cayó al suelo, pero Camus estabilizó a ambos agarrando con fuerza los brazos de Milo.

-¡Milo! -exclamó, sonriéndole abiertamente.

El rubio se dio un momento para apartar el plato y dejarlo encima de una cómoda cercana, justo a tiempo antes de ser abrazado efusivamente por Camus.
Milo respondió al abrazo despacio, con algo de duda en sus acciones.

-Buenos días... -susurró contra el oído del pelirrojo.

Camus lo apartó tan pronto como lo había acercado, sin soltar aún sus brazos.

-Escucha Milo... -tenía las mejillas sonrosadas y la mirada brillante, además de una media sonrisa que no se le iba- Anoche... anoche pasó algo increíble.

Milo le respondió con una sonrisa que se podría haber considerado tímida en él. Levantó una mano para rascarse una mejilla y empezó a decir algo, pero el francés le cortó.

-Verás, Milo -Camus lamió sus labios y enserió el rostro para declararse-. Estoy enamorado.

El rubio se sonrojó y parpadeó. Abrió mucho los ojos, le temblaban los labios. Camus lo soltó para reírse con una solitaria carcajada y llevarse una mano a la frente, bufando mientras echaba hacia atrás su flequillo corto.

-Ni yo me lo creo... -susurró antes de dejar que el torrente de sus pensamientos se desbordara, dejando salir palabras y más palabras mientras miraba hacia un lado, ilusionado- Pero no sé quien es. Por mucho que lo intento no logro recordarla. Maldito alcohol...

Estrelló los nudillos de una mano contra la palma de la otra, produciendo un ruido sordo que alarmó a Milo pero no le hizo reaccionar.

-¡Tengo a mi Cenicienta, pero no me dejó ni un zapato! -reclamó Camus clavando sus ojos en los de Milo, volviendo a agarrarle de los brazos y buscando su mirada perdida- ¿No sabrás algo? Milo, me tienes que ayudar.

El rubio parpadeó, volviendo a la realidad de repente. Levantó la cabeza y apartó una de las manos de Camus con un golpe de su antebrazo.

-¿Milo? -preguntó extrañado el francés al haber recibido el manotazo, fijándose en el estado de su amigo en aquel momento- ¿Estás bien, pasa algo?
-Yo... -empezó, pero terminó por negar con la cabeza- No, no es nada. No sé nada.

Milo agarró el plato con tortitas y se lo ofreció a Camus, chocándolo contra su pecho.

-Come algo, te sentará bien.

El griego se apartó de Camus una vez hubo cogido el plato, caminando rápido y con los hombros crispados, hacia la salida.
Camus miró el plato y luego a su compañero. Volvió a mirar a Milo al fondo del pasillo y lo siguió, con un nudo en la garganta.

-¿Dónde vas? -le preguntó siguiéndole de cerca.
-A Piscis, como siempre.

Milo abrió la puerta y salió por ella sin volverse en ningún momento hacia atrás. Camus se apoyó en el quicio, desprendió un trozo de una tortita y la masticó despacio, observando como el otro se alejaba, como todas las mañanas después de una noche de fiesta.

-FIN-

N/A: Bueno... Esta historia la tenía pensada desde hacía años y en mi guión original acababa así y ya. Pero una amiga insistió en que la siguiera. Después de pensarlo decidí dejarla así y continuar la historia en otro fic. Lo tengo empezado, pero escribo muy lento =n= así que cuando adelante algo lo subiré.
Gracias por haberme leído :3 Este es el primer fic que empecé de SS yaoi.