Capítulo 1.
Kanashii yume no sekai de
ai suru hito mo naku
En un mundo de sueños tristes
Sin haber sido amado por nadie
Había sido un día radiante, tanto como la sonrisa de Milo, aunque prometía ser una noche mucho mejor. A Afrodita se le había ocurrido la gran idea de llevar a cabo una pequeña salida nocturna, con un grupo reducido de juerguistas.
Desde que Athena, después de la batalla librada en contra de Hades, resucitara a Seiya y a todos los caballeros dorados (incluido Aioros), esas "escapaditas" eran bastante frecuentes. Aunque no todos los dorados lo veían como una distracción merecida. Por ejemplo, Shaka de Virgo no se había dignado a asistir a ninguna, en cambio, Milo de Escorpio y Aioria de Leo eran los promotores de las mismas… Aunque eso, creo, a nadie le sonará extraño…
Milo paseaba nervioso por su habitación. Ya se sabía las baldosas del suelo de memoria, de tanto mirarlas. Eran poco más de las diez y Camus estaría al llegar.
Camus… el frío caballero de Acuario... Bueno, desde que volviera a la vida, no era tan frío. Al menos, así era para los observadores ojos del escorpión, que conocía a su amigo perfectamente.
Amigos… las malas lenguas aseguraban que, entre los dos apuestos hombres, había algo más que una fuerte amistad. Y, para que engañarnos, sí lo había. Al menos sí por parte de Milo.
Milo… el engañoso Milo. Tenía fama de conquistador, y bien merecida. Siempre que salían, al escorpión le sobraban, tanto mujeres como hombres que fueran detrás de él. Alguna que otra vez, se divertía desplegando todo su encanto sobre una persona que otro no hubiera conseguido seducir. Le encantaba seducir, pero sólo eso, nunca iba más allá de la palabra, simplemente, no era su estilo. Ja! Quien lo hubiera pensado… Milo, el seductor, el más galán de todos los caballeros de oro, con 21 años… y virgen.
Tan siquiera lo habían besado, pero no era por falta de oportunidades, si no por falta de sentimientos. Ahí donde lo ven, Milo es un romántico. Está lleno de sentimientos, de emociones, de sueños… de amor por Camus… y desgraciadamente para él, al témpano de hielo no parecía interesarle en lo más mínimo, más allá, claro está, de la gran amistad que le procesaba.
Unos leves toques en la puerta de su vivienda (la parte privada del templo que custodiaba), sacaron a Milo de sus pensamientos. Al grito de "Ya voy!! Un segundo!" se miró por última vez en el espejo y se dijo a si mismo que esa noche le confesaría sus sentimientos al francés… em… bueno… sí, siempre se lo decía… y a última hora acababa echándose atrás.
Pero ahora las cosas eran diferentes. No podía explicarlo, pero había algo... los sentimientos de Milo le pedían a gritos que los delatase, que dejara de ocultarlos como si fueran proscritos o alguna clase de criminal. Y sabía que no aguantaría mucho aquellos gritos dentro de su pecho, tenía que acallarlos y lo haría ya!!
Salió volando de su habitación, paró ante la puerta, respiró hondo, dibujo la más brillante sonrisa que podía mostrar su rostro y abrió.
- Hola Camus, pasa.
- Hola Milo… ¿Aún no estás listo? – cualquiera hubiera pensado que detrás de aquellas palabras no había emoción alguna, pero para desgracia del caballero de Escorpio, él sí detectó el reproche que conllevaban.
- Sí, solo es coger el abrigo.
- Entonces te espero aquí fuera.
- Está bien, ahora salgo.
Como una exhalación, Milo volvió a su habitación y se puso el abrigo. No hizo esperar a Camus. Pronto estaban bajando las escaleras que conducían a la primera casa. Iban hablando, como siempre, de una cosa y de otra, de nada en general, aunque el que llevaba la voz cantante en la conversación era Milo... vale, vale, sí, tenéis razón, era casi un monólogo…
- … y resultó ser un chico ¿te lo crees?? Aioria seduciendo a un jovencito, ja, ja, ja… claro, que verdaderamente parecía una chica, al menos eso me dijo Irene y… – Milo corrió unos pasos delante de Camus y empezó a caminar hacia atrás, mirando a su amigo, mostrando esa sonrisa dulce que solo le enseñaba a él – la verdad es que no sé si al final se lo llevo a la cama o no, no sé si preguntárselo… ¿Qué? – El chico paró justo delante de Camus, sin dejarlo avanzar - ¿Se lo pregunto o no?
- Si tanta curiosidad tienes… – Camus empezaba a sentirse nervioso, desde que volvió a la vida, cada vez que tenía a Milo tan cerca, con esa sonrisa tan tierna, se sentía incómodo. Milo volvió a "caminar" al lado de Camus (por que si a ir dando saltitos de piedra en piedra se le dice caminar… entonces Milo estaba caminando).
- Está bien, le preguntaré.
- …
- ¿Pasa algo Camus? – Milo dejó de saltar y empezó a andar normalmente otra vez.
- …
- ¿Camus??
- … – El pelirrojo seguía sin contestarle.
- Camus, dime algo… – unas pequeñas lágrimas fingidas se escapaban de los ojos de Milo, él sabía que era una de las pocas formas de sacar de sus trances a su amigo.
- ¿Tanto te interesa?
- ¿Uuh?¿El qué? – las cejas partidas de Camus se fruncieron un poco.
- Si Aioria se llevó a ese muchacho a la cama.
- Bueno, no es que me interese, es curiosidad felina, miau!! – Milo se puso a imitar a un gatito, restregando su cabeza en el hombro de Acuario y ronroneando.
- ¡Estate quieto Milo!! – las mejillas del joven empezaban a sonrosarse.
- pr prrr prrrrr nop, no quiero prr prrr prrrrr
- ¡Milo!!¡Para!!! – ahora parecían dos fresas maduras, a punto para comer.
- JA JA JA JA JA… está bien, ya paro, solo quería que te animaras!! No me gusta verte con esa cara tan larga.
- Algún día, Milo, algún día… – él lo miraba con expresión inocente.
- ¿Si, Camus?
- ¡¡ALGÚN DÍA TE MATARÉ!!!! – Milo empezó a correr escaleras abajo, después de haber esquivado el zarpazo de su amigo que lo perseguía medio riendo.