Hola!
Hace un monton de tiempo que no actualizo esta historia y queria explicaros el porque antes de que leais el capitulo. Esto es una explicacion del porque de la tardanza y sois libres de leerlo o de pasar directamente a lo que os importa, el capitulo en si.
Mas o menos desde la publicacion del sexto libro mi interes por el fandom ha ido disminuyendo, sobre todo si no se trata de fics slash (relaciones chico/chico); asi que se me hace muy cuesta arriba escribir sobre este fandom y que me guste lo que termino escribiendo. Eso no significa que la vaya a abandonar, ni mucho menos, se lo que disgusta que te dejen una historia a medias, yo lo odio cuando lo hacen otras autoras, y es por eso que aunque tarde, pienso terminarla, solo os pido un poco de paciencia, no quedan muchos capitulos pero no quiero escribirlos de cualquier manera solo por terminar la historia. No creo que fuera justo.
Ahora tras esta explicacion, aqui esta el capitulo. Espero que lo disfruteis
Bellatrix no puede evitar sonreír con prepotencia cuando sale del despacho del Lord. Pocos son lo que entran y pueden salir por su propio pie mostrando la actitud arrogante de la que la mujer esta haciendo alarde. Con la mirada fija al frente sin molestarse en los mortifagos que rondan los pasillos de la mansión. Nada hay en ellos que merezca ni un segundo de su atención.
Cuando llega a los dormitorios que el Lord les ha cedido para que ella y Rodolphus vivan, su sonrisa se borra de la cara para ser cedida por una de hastío al ver a su esposo, sentado tras su escritorio, leyendo el pergamino que ha leído una y otra vez desde que lo recibió. La desespera no saber que es lo que el otro la oculta tan celosamente. No son celos, hace años que aprendió que la fidelidad no tiene cabida en el mundo. Lo que la molesta es sentirse ignorada y no saber quien es la persona que la ha relegado a un segundo plano en la mente de Rodolphus.
Con paso decidido se acerca al escritorio. El hombre la mira y guarda la carta, metiéndola en uno de los bolsillos internos de su túnica. Ella alza la ceja desafiante y sin rastro del buen humor que la había acompañado desde que dejo el despacho del Lord Oscuro.
- ¿Otra vez esa dichosa carta?
- No me hagas responder obviedades querida.
- ¿De quien es?- le pregunta, con un tono de voz que exige una respuesta
- Ya hemos tenido esta conversación muchas veces- le responde él poniéndose en pie. – Voy a las mazmorras. Hay un par de aurores a los que nuestro señor desea sacar información
- Eso me recuerda que yo también tengo un trabajo que hacer- añade mientras en su cara aparece una sonrisa de lado
- ¿En serio?- abrazándola por la cintura acercando sus cuerpos
- El Lord no esta nada contento con la pequeña Lily- le explica con malicia- Quiere que me encargue de que comprenda que tiene que darse prisa.
- Estoy seguro de que serás muy capaz de ello.
- Por supuesto- dice antes de besarle con pasión.
- Debo irme- le explica Rodolphus al separarse de ella.
Cuando el hombre salió del despacho, gruño de frustración. Que su esposa fuese a encargarse de Lily no era una buena noticia. No podía importarle menos lo que pasara a esa mujer, es cierto que durante la adolescencia habían tenido algo parecido a una relación de cortesía, nada más allá de los típicos saludos y alguna que otra conversación banal referente a los estudios. Lo que verdad le preocupaba era que, la seguridad de esa mujer era la única forma de tener noticias de su hija. Si algo le pasaba a Lily, Severus cortaría su flujo de información y, realmente, necesitaba a ese maldito espía si quería conocer a su hija.
La impaciencia del Lord hacia que tuviese que adelantar sus planes. Tendría que conseguir ese maldito pergamino, la varita y la magia. De la fuga ya se encargaría Severus, puede que quisiera recuperar a su hija; pero no estaba tan loco como para traicionar al que-no-debe-ser-nombrado. Al menos no de una forma tan clara como dejando huir a una de los prisioneros mas valiosos de la mansión.
Esa misma noche se escabullo del lecho que compartía con su esposa. Le hecho un hechizo para que no se despertase y le saco la cadena que siempre llevaba, y en la que estaba la llave que le daría paso a la biblioteca personal del Lord. Se puso su túnica negra y su mascara, para que los mortifagos que hacían las rondas no reparasen en su presencia y salió de la habitación. Recorrió los pasillos de la mansión cruzándose con algunos de los vigilantes, no miro a ninguno a los ojos y ellos no le miraron a él. Bajo al segundo piso y pocos minutos después se dio de lleno con la puerta de la biblioteca. Saco la llave de la cadena y la introdujo en la cerradura, la giro mientras repetía la contraseña, que había oído decir a su esposa en ocasiones anteriores, y casi al instante oyó el sonido del pestillo al abrirse. Miro a su alrededor para ver si había alguien en los alrededores; pero no era así, estaba solo. Abrió la puerta y con sigilo se introdujo en la enorme sala. Siendo demasiado arriesgado conjurar una luz, espero entre las sombras al lado de la puerta a que su vista se acostumbrase a la oscuridad que envolvía la sala. Cuando lo hizo vio la enorme mesa en el centro de la habitación, la misma sobre la que estaban los pergaminos cada vez que había llevado allí a la prisionera. Ando hacia ella y los vio, pulcramente doblados en una esquina de la misma. Solo tendría que alcanzar la mano y los tendría. Estaba a punto de cogerlos cuando una alarma en su cabeza le hizo detenerse. Eso era demasiado fácil. Pasó la varita por encima de ellos y vio el hechizo que les protegía. Lo conocía muy bien, era la especialidad de su hermano, una copia que al tocarla se desvanecía convirtiendo en acido todo lo que tenia contacto con ella. Eso le planteaba un problema ¿Dónde estarían los auténticos? Si bien es cierto, que la búsqueda de los mismos era algo que ya se esperaba eso no lo hacia menos frustrante.
Saco un viejo pergamino en el que había una reproducción de los planos de la mansión y lo extendió en el suelo. Después saco una poción de uno de los bolsillos del pantalón y la agito hasta que la poción incolora se volvió de un color morado oscuro. Lo destapo y lo vertió por todo el pergamino, empapándolo de la sustancia. Cogió su varita, apunto al pergamino y recito el hechizo. Casi al instante un buen número de lucecitas doradas se elevaron del mismo y flotaron ante él sin dejar de moverse.
- El pergamino de Salazar Slytherin.
Las bolas de luz empezaron a volar en círculos frente a él antes de volar alrededor de la habitación, subiendo, bajando, metiéndose entre los libros, de un lado, del otro… Rodolphus no alejo la vista de ellas y hasta que vio como se detenían frente a la enorme chimenea que adornaba la habitación. Fue hacia allí y movió su varita. Se decepciono al ver que está no mostraba nada. Sabia que estaba allí lo que buscaba, el hechizo que había echo se lo decía y ese conjuro nunca daba resultados erróneos. Miro la superficie de mármol blanco intentado buscar alguna señal de que lo buscaba realmente estaba allí. Recorrió con los ojos cada detalle de la misma, cada marca, cada esquina… todo parecía normal. El tiempo pasaba y estaba empezando a desesperarse, tenía que encontrar algo, lo que fuera y tenía que hacerlo ya.
Entonces fue cuando lo vio. En la base, en uno de los laterales había una pequeña fisura que casi no se veía, de echo si el no hubiese estado buscando algo como eso lo mas probable es que le hubiese pasado desapercibida. Se agacho y comenzó a palpar el trozo de piedra buscando alguna manera de moverlo. Cuando por fin lo consiguió vio que estaba tapando una caja de piedra negra, la cual saco y abrió. Allí en el interior del armazón de madera estaba lo que había ido a buscar, los pergaminos. No los cogió, sino que paso su varita sobre ellos para hacer una copia, la cual redujo y la metió en una pequeña bolsa de terciopelo negro que llevaba colgando de la muñeca y que ocultaba con la túnica.
Estaba hecho, había cumplido su parte, el resto era asunto de Severus. Salió de la sala dejándolo todo tal cual lo había encontrado y volvió a su dormitorio. Le volvió a colgar la cadena a su esposa, la cual dormía tranquila a su lado, sin sospechar la traición que había sufrido. Guardo su túnica y la mascara en el armario. Después se tumbo en la cama y apretó con fuerza la cadena plateada que colgaba de su cuello.
A kilómetros de allí, Severus Snape se despertó de golpe al notar como la cadena que llevaba en su cuello quemaba. La toco y noto como ardía. Eso solo podía significar una cosa, algo había pasado y el plan había tenido que adelantarse. Rodolphus ya tenía los pergaminos con él, así que la próxima vez que fuera a la mansión del Lord tendría que conseguir la magia de la pelirroja y sacarla de allí.
El pocionista volvió a dejarse caer en la cama y se froto los ojos con cansancio. Después se puso en pie y fue a su despacho. Allí entre un libro de "Historia de Rebeliones Mágicas" y "Viajes por la selva amazónica: Las vivencias de Gilderoy Lockhart" estaba el mapa que le llevaría hasta la magia de su amiga. Había elegido ese escondite, tan simple y tópico, porque a nadie se le ocurriría que sus mayores secretos los escondería al lado del libro de un farsante tan grande como Lockhart.
Coloco el mapa sobre la mesa del escritorio y volvió a estudiarlo con cuidado. Cada pasadizo que tendría que recorrer, cada cuadro a esquivar, las mejores horas para ello… cientos de anotaciones echas por Rodolphus Lestrange para que su plan tuviera éxito.
Las primeras luces de la mañana le encontraron en su despacho. Toda la noche forjando y deshaciendo planes para recuperar la magia. Sopesando los pros y los contras de cada uno de ellos. El principal problema era que dependía totalmente del señor Oscuro, hasta que este no le llamase no podría aparecer en el castillo y poner en marcha su plan. Así que, sabiendo que tendría que tener paciencia decidió dormir algo de lo que no había dormido en toda la noche, antes de que tuviera que ir a la reunión de La Orden.
Otros de los miembros de La Orden, hacían sus propios planes. En la mansión Potter, James y Sirius hablaban en emocionados susurros ante las divertidas miradas de Wanda y Remus.
- Sera genial- dijo Sirius emocionado por la idea- La fiesta de cumpleaños más grande de la historia
- Pensé que esa había sido la de Draco del mes pasado- comento Wanda
- Eso es porque lo había sido- dijo James- Pero los merodeadores nos superamos en cada ocasión.
- Exactamente, amor- dijo Sirius antes de darle un rápido beso a su novia.
- Por cierto Moony, ¿Traerás a tu amiguita?- dijo James como si tal cosa logrando un sonrojo a su amigo
- ¿Amiguita?- dijo Sirius mientras arqueaba las cejas- Moony ¿Quién es ella? Y lo mas importante ¿por que yo no sabia nada de ella?
- Quizás si no os pasaseis todo el día en la habitación con un hechizo silenciador lo sabrías- dijo James, consiguiendo que ahora la chica también se sonrojase.
- ¿Envidia?
- Más quisieras.
- Si, si… ya se que soy irresistible Prongs; pero recuerda que voy a ser un hombre casado.- dijo el de ojos grises- Pero no cambiéis de tema. Moony, ¿Quién es ella?
- Es Johana.
- ¿Tu ayudante?- dijo el animago después de unos momentos en silencio
- Si- contesto el de gafas por él- ¿Vendrá?
Remus iba a contestarle cuando la puerta del comedor se abrió y por ella entraron tres adolescentes riendo. El castaño no pudo sonreír al pensar que con ellos allí no habría motivo para responder a la incomoda preguntar que le habían echo los dos animagos
- Hola chicos- les saludo
- Hola Rems
- ¿Vais a salir?- les pregunto James
- No lo teníamos pensado la verdad- respondió Draco sentadose enfrente de su tío- Harry quiere quedarse en casa y mi querida primita y yo habíamos pensado en ir al Callejón Diagón.
- ¿No quieres ir Harry?
- ¿La verdad, papá? No me apetece pasarme horas mirando tiendas hasta que decidan que regalo de cumpleaños será mejor. Reconozco que será divertido ver como intentan ocultar lo que piensan comprarme; pero creo que voy a pasar de ir.
- No íbamos a comprar tu regalo- dijo la chica- Yo lo compre hace semanas. Solo hemos pensado que deberías comprar algo de ropa para estrenar en tu fiesta
- Más motivo aun para quedarme, como no habrá fiesta no tengo que comprar nada
- ¿Cómo que no habrá fiesta?- grito Sirius- ¡No puedes no tener fiesta, es tu cumpleaños!
Harry no dijo nada, solo se encogió de hombros y se metió un panecillo en la boca.
- ¡Prongs dile algo! ¡No puede no querer una fiesta! ¡Castígale!
- Sirius tranquilízate. Harry esta en su derecho de no querer hacer una fiesta- dijo James tranquilizando a su amigo.
- gracias papá. Sabia que lo entenderías- dijo cogiendo otro bollo y saliendo del comedor
- ¿Quien eres tú y que has hecho con mi mejor amigo?- dijo Sirius zarandeándole por los hombros
- Paddy, él tiene derecho de no querer fiesta y nosotros tenemos el derecho de hacérsela.- le dijo con esa sonrisa que ponían cuando estaban planeando algo
- Entiendo- respondió Sirius con la misma sonrisa.
- ¿Eso significa fiesta sorpresa?- pregunto Casandra
- Exacto mi joven aprendiz. Eso es exactamente lo que quiere decir.
- Siento cortar vuestros desvaríos; pero la reunión de La Orden empezara dentro de poco.
Los miembros de La Orden se levantan de sus asientos al finalizar la reunión. Las noticias no son demasiado esperanzadoras, los gigantes les han negado su apoyo y los vampiros lo están considerando, no les apoyan ; pero al menos no les han rechazado. Los miembros se dirigen a la sala de apariciones para marcharse, ya sea al trabajo, a casa o a realizar la misión que se les haya encomendado para ese día.
- Hey Frank, Alice- les llama James andando hacia ellos seguido de Sirius y Remus- Vamos a celebrar una fiesta por el cumpleaños de Harry y…
- Remus- dice Albus interrumpiendo a James- Quédate un momento
- Claro. Luego nos vemos chicos- responde el joven antes de dirigir sus pasos hacia el anciano- Ocurre algo
-Veras Remus, Severus – dice señalando al moreno que todavía permanece en su asiento- Nos ha dado una valiosa información para el rescate que Lily
- ¿Qué información? Pensé que no ibas a molestarte
- Lily es mi amiga, eso que te quede claro. Nunca dije que no fuera a hacer todo lo posible para ayudarla- dijo Snape cruzando los brazos sobre la mesa- Lo que no iba a soportar era que tu "amiguito" me dijera como y cuando hacerlo
- Caballeros, tranquilícense- dijo Albus intentando evitar un posible conflicto entre ambos hombres- Como iba diciendo Severus ha llegado a un punto muerto en el plan de rescate de la señorita Evans
- No estoy en ningún punto muerto- mascullo el pocionista- Solo es que no puedo terminarlo sin ayuda
- ¿De que se trata?
- Veras Lupin. Rodolphus y yo hicimos un trato a cambio de cierto intercambio de correspondencia, él iba a poner a mi disposición cierta información vital para Voldemort y que no podía conseguir por mis propios medios. Ayer me dio la señal de que ya lo tenía en su poder, con lo cual para liberar a Lily solo faltan dos cosas. Su magia y su varita.
- ¿Su magia?- pregunto Remus sin estar seguro de haber oído correctamente- No pueden extraerte la magia
- No se la han extraído, Lupin. Han aislado su flujo. No puede acceder a ella.
- ¿Y como pensáis volver a darle acceso a ella?
- Con un pequeño ritual y una bola de cuarzo
- ¿Y la varita? Porque supongo que estará muy vigilada
- Recuperar la varita será el menor sencillo de nuestros problemas.
- Veo que lo tenéis todo planeado, así que… ¿para que me queríais?- pregunta Remus mirando a los hombres ante él
- El ritual que va a realizar Severus requiere de ingredientes nada sencillos de conseguir. Uno de ellos es sangre de licántropo- le explica Dumbledore- Necesitamos tu sangre Remus.
Harry cogió la escoba y salió a fuera para volar aprovechando que se había quedado solo. Cuando ascendió montado en su Saeta de Fuego que su madre le había comprado las pasadas Navidades, sintió la brisa en su cara y cerró los ojos para poder disfrutar de la sensación. Comenzó a volar de un lado a otro, ascendiendo, descendiendo, dando vueltas… en un intento de alejar de su mente esos pensamientos que, desde hacia días, amenazaban con volverle loco. Cassie y la forma en la que tendía a pensar en ella, esos sueños en los que una voz le hablaba desde la niebla que le rodeaba diciéndole una y otra vez que se acercaba el momento, su madre y el hecho de que nadie le contara nada sobre su rescate o la fiesta de cumpleaños que no quería pero que, por lo que conocía a Sirius y por las historias que había oído sobre su padre, sabía que tendría.
De repente se le comenzó a nublar la vista por lo que intento llegar al suelo lo más pronto posible, pero no fue lo suficientemente rápido. A unos diez metros del suelo sintió como todo se le cerraban los ojos. Cuando los volvió a abrir sus ojos esmeralda había adquirido una tonalidad violácea y en su cara aparecía una sonrisa de arrogancia y suficiencia. Con pasos elegantes recogió la escoba y entro en la mansión rumbo a la gran biblioteca de los Potter.
Allí, dormido sobre un sofá con un libro abierto sobre su pecho, fue donde le encontraron Draco y Cassie al volver del Callejón Diagon. La joven sonrió con travesura consiguiendo que su primo negara la cabeza con resignación, ella alzo las cejas y se lanzo sobre el cuerpo del durmiente que se levanto sobresaltado por el golpe y la falta de aire en sus pulmones. Harry miro desconcertado a su alrededor y frunció el ceño al reconocer el decorado de la biblioteca. Lo último que recordaba era haber estado volando antes de que su vista se nublara. No era capaz de recordar el momento en el que entro en la casa o el motivo por el que estaba en la biblioteca.
—¿Estás bien? —le pregunto Draco al ver su confusión
—Sí… sí, no pasa nada
—¿Seguro? No tienes buena cara —Dijo Cassie mirándole fijamente y arrancándole con ello un sonrojo al joven
—A lo mejor es porque contigo encima no puedo respirar —respondió irónico tirándola al suelo
—¡Oye! Me has hecho daño
—No haberte tirado encima
—¿Que leías? —le pregunto Draco
—¿Cómo? —pregunto sin saber a lo que el rubio se refería
— El libro que tenías sobre el pecho ¿que de qué es?
Harry miro al suelo y vio al lado del sofá el libro al que Malfoy debía de referirse.
—Rituales arcanos —respondió al ver el titulo
—Y ¿Para qué lees ese libro?
—Curiosidad —dijo sin encontrar nada mejor que responder ya que él se hacia la misma pregunta—, ¿Habéis comprado mucho?
—He tenido que sacarle de la tienda de ropa porque llevamos allí tres horas y ¡No se ha comprado ni la mitad de lo que se ha probado! —Le dijo Cassie sentándose a su lado en el sofá— Es una pesadilla ir con él de compras, peor que yo. No dejes que lo vuelva a hacer
—Muy graciosa —dijo el aludido con sarcasmo— Te pasaste media hora antes de decidirte por un sabor en la heladería
—Entonces no habréis comprado mucho
—Al contrario. Draco se ha comprado diez camisas y ocho pantalones, tres pares de zapatos y cuatro túnicas
—Y ella dos vestidos, tres pantalones, una túnica, dos biquinis y cinco pares de zapatos con bolso a juego
—Vaya —dice Harry asombrado por lo productivo que fue el día de compras— Me alegro de no haber ido
—Ha sido divertido —Comento Malfoy—, hasta vimos a Remus y a mi padrino cuando nos íbamos.
―No tenemos el mismo concepto de lo que es divertido.
Por fin, después de días de trabajo, Severus había conseguido terminar la poción y, aunque le costara admitirlo, Remus había tenido mucho que ver en ello. Estaba embotellándola cuando sintió un dolor abrasador en su antebrazo. La marca dolía y, aunque en cualquier otro momento Severus lo hubiera odiado con cada fibra de su ser, ahora se alegraba de contar con ella, por fin serviría de algo portarla. Llevaba días esperando y, a la vez temiendo que llegara ese día; si hubiera ocurrido un par de días antes hubiera sido desastroso, porque la poción no estaba terminada, pero afortunadamente no había sido así y la llamada había ocurrido en el mejor momento posible. Su señor le reclamaba y eso significaría que podía empezar a contar las horas que quedaban para poder liberar a su amiga. Cogió la poción y aseguro su sellado antes de guardarla en uno de los bolsillos de su túnica negra de mortifago y desaparecerse.
Lo primero que vio fue la mansión del Lord, alzándose imponente al otro lado de la gran verja de metal frente a la que estaban. Camino hacia ella y las gruesas puertas se abrieron dándole paso a los terrenos. En el momento en el que atravesó el umbral y puso un pio en los terrenos sintió la vibración de las barreras mágicas a su alrededor reconociendo su marca y, con ello, el derecho a estar allí. Subió la escalinata de madera y las puertas de roble se abrieron y entro sin molestarse en divisar a los elfos domésticos del lugar. El plan se había puesto en marcha y solo bastaba con esperar el mejor momento para acabar con esa situación.
De camino a la sala de audiencias donde le esperaba el Lord, se encontró con Rodolphus caminando en su misma dirección, este inclino levemente la cabeza en su dirección, no tanto como un saludo sino como una afirmación de que había cumplido con su parte del trato. Severus respondió su gesto con discreción y siguieron su camino. No habían recorrido más que un par de metros cuando la fuerte y segura voz de Lestrange rompió el silencio del pasillo.
―Por cierto, he pensado en los ingredientes que te faltaban. A lo mejor se los han llevado las ratas.
―Lo comprobare ―respondió el pocionista descifrando lo que el otro le quería decir y deteniéndose frente a las puertas cerradas de la sala de audiencias.
Toco un par de veces la puerta antes de que esta se abriera. Allí, con la mano en el picaporte estaba Peter Pettigrew, con ese aspecto asustadizo que ya tenía en sus tiempos escolares, pero más acentuado a causa de los años pasados en Azkaban. El pocionista no se molesto demasiado en él y pasó con seguridad hasta colocarse frente al asiento del Lord, donde se arrodillo en señal de respeto mientras aguardaba a que el otro le diera permiso para levantarse.
―Severus. Harás una poción de doblegación de voluntades.
―Por supuesto mi Lord ―dijo sin levantar la cabeza―. En cuanto esté lista la traeré de inmediato.
―No me has entendido. Te quedarás aquí hasta que este hecha. No quiero esperar.
―Necesitare la sangre de Lily para que sea más efectiva.
―Crucio ―dijo el Lord apuntándole con la varita.
Severus sintió la fuerza de la maldición y tuvo que morderse la lengua para no soltar ningún quejido de dolor. No fue sometido al hechizo mas que unos cuantos segundos, pero aun así le parecieron horas.
―No he dicho que sea para ella ―comento Voldemort sonriendo con arrogancia―, no deberías suponer tanto Severus.
―Lo lamento mi señor.
―Esa poción es para un viejo conocido que está deseoso de recuperar lo que es suyo ¿no es cierto Lucius? ―añadió el hombre girándose para mirar a una figura situada en un lateral de la habitación― ¿Verdad que quieres que te devuelvan a tu heredero?
―Así es mi señor, estoy ansioso por ver a Draco de nuevo.
Severus miro de reojo al hombre que, según el Lord, era Lucius Malfoy. Estaba mucho mejor que la última vez que le había visto, varios años antes, tras su escape de la prisión mágica. Su presencia volvía a ser tan imponente como antaño; si bien es cierto que aun tenia la mirada algo oscurecida por el efecto de los dementores, eso no le quitaba presencia ni le daba el aire de locura que rodeaba a otros expresos como Bellatrix.
―Pettigrew te acompañara al laboratorio.
Severus se volvió a bajar la vista para despedirse antes de ponerse en pie y abandonar la sala siendo seguido por el antiguo merodeador, el cual tuvo que correr para poder alcanzarle.
En uno de los pasillos cercanos al laboratorio de pociones, Snape se detuvo obligando al otro a imitarle. El pocionista miro a su alrededor para comprobar que no había nadie por los alrededores, cuando estuvo seguro de que nadie rondaba por allí, cogió a Peter con fuerza del brazo y fijo su mirada en la del otro para poder introducirse en su mente. Cientos de imágenes invadieron su mente, no les dio demasiada importancia, ninguna de ellas era la que estaba buscando. Estaba a punto de lanzarle un obliviate cuando lo vio. El recuerdo del Lord dándole la varita de Lily. Le lanzo el hechizo de olvido a pesar de los esfuerzos del antiguo gryffindor por escapar de su agarre y que se detuvieron bruscamente cuando el imperius impacto contra él.
Lily apoyo la frente contra el cristal y suspiro con cansancio mientras su vista se perdía en el horizonte. Al principio no había sido consciente del paso de los días, por lo que no había sabido a ciencia cierta cuanto tiempo había pasado; aunque eso no era algo que le preocupara en exceso ya que su mente estaba enfocada en buscar una forma de salir de allí y volver a su vida normal. Con el paso de las semanas había aceptado que escapar era algo que no podría hacer por sí misma. Fue entonces, cuando el deseo por conocer la fecha, por saber cuánto tiempo había pasado separada de su hijo, se volvió una necesidad cuyo desconocimiento la había desesperado. Entonces Peter lleno de remordimientos por su comportamiento hacia Lily, la chica que siempre se había preocupado por él, se lo había dicho. Desde entonces llevaba la cuenta de cada día que pasaba y sabía que hoy era el cumpleaños de Harry. Su pequeño cumplía dieciséis años y ella no podía estar con él. Al menos, se decía, no estaría sólo, James lo estaría cuidando, o al menos eso esperaba. Harry y ella habían hecho muchos planes para pasar ese día, pero al final ninguno podría llevarse a cabo.
El ruido de la puerta abriéndose atrajo su atención y se giro para mirar hacia ella. Sus cejas se alzaron con sorpresa al ver entrar a Severus empujando a Peter delante de él y desmayarle con un efectivo hechizo.
―¿Sev? ¿Qué haces?
―No hay tiempo para preguntas Lily ―dijo acercándose a ella―. En estos momentos el Lord debe saber que alguien le ha traicionado y estará furioso buscándole.
―¿De qué hablas?
El moreno no contesto. Empezó a buscar entre los pliegues de su túnica la poción que había envasado horas antes y que tanto esfuerzo le había costado crear. Cuando la tuvo entre sus manos se la tendió a Lily, que la cogió con curiosidad y la rodaba entre sus manos.
―No juegues con ella o se romperá.
Ella asintió y la cogió con firmeza. Iba a preguntarle que se suponía que debía hacer con ella cuando la puerta se abrió y los dos giraron la cabeza hacia ella con brusquedad. Instintivamente la varita de Severus se había alzado hacia la figura que había entrado en la habitación, mientras que Lily había llevado las manos a su espalda para ocultar el frasco de poción.
Al ver a Rodolphus, Severus bajo la varita ante la incrédula mirada de Lily.
―¿Lo tienes?
El mortifago no respondió. Se acerco a ellos y le tendió un pequeño saco que llevaba oculto en el interior de la manga. El pocionista lo cogió y se lo tendió a Lily, pero Rodolphus le agarro del brazo y negó con la cabeza.
―El Lord sabe que has sido tú y ha pedido tu cabeza. No te puedes quedar.
El semblante de Severus no se inmuto con la noticia de la posibilidad de su muerte inminente. Por dentro los sentimientos se enfrentaban, miedo, alivio por poder dejar de ser un espía, euforia, terror… sin embargo, nada de eso se reflejaba en su cara.
―Venga, no queda casi tiempo ―murmuro Rodolphus.
―Tienes razón, debemos darnos prisa ―añadió el moreno antes de girarse hacia Lily―. Tomate la poción.
Ella asintió y se la tomo de un trago. Tras eso Snape le dio la esfera que contenía su magia y que había conseguido gracias a Peter. Cuando la esfera se poso en sus manos pudo sentirlo. Las fluctuaciones de magia, que intentaba escapar de su encierro y volver al lugar del que no debería haber salido. La pelirroja se dejaba embargar por la sensación sin ser consciente del momento en el que Severus recita el hechizo. Sus sentidos están centrados en la esfera maciza que empieza a brillar y a perder consistencia hasta que la luz finalmente se apaga y entre sus manos solo queda un puñado de arena blanca.
―Ha funcionado ―dice en un susurró mientras deja que la arena se escurra entre sus dedos―. Sev, ha funcionado puedo sentir mi magia.
―Estupendo. Ahora hay que encontrar la forma de llegar hasta la zona de desapariciones.
Ella le mira aun sonriente por lo bien que se siente al volver a sentir la magia en su interior. Se da la vuelta y corre hacia uno de los laterales de la habitación, colocándose al lado de un gran ropero blanco que comenzó a empujar.
―¿Qué haces? ―le pregunto Rodolphus
―No os quedéis ahí mirando y ayudadme a mover esto.
―Creo que preferirás esto a nuestra ayuda.
Severus saco una varita de su bolsillo y la expuso ante la mujer que la reconoció al instante como la suya, laque Voldemort le había quitado. Fue hasta los dos hombros y prácticamente se la quito de las manos antes d volver al ropero.
―¿Cuándo pensabas devolvérmela? Wingardium Leviosa.
El mueble levito y Lily lo separo un par de metros de la pared, lo suficiente como para poder colarse y arrodillarse de cara a la pared. Los dos magos se miraron de reojo incapaces de entender que era lo que la mujer hacia en un momento tan crítico como ese, en el que en cualquier momento una horda de mortifagos podría entrar por la puerta y atraparles. Todo cobro sentido cuando de la boca de la pelirroja salieron unos siseos y un trozo de pared se deslizo formando un hueco por el que una persona podría pasar de rodillas.
―Lo utilizaba cuando vivía aquí y Tom no me dejaba reunirme con mis amigos o con James ―les explico desde su posición―. No podía utilizarlo antes porque el parsel es una parte de mi magia.
―¿Hasta dónde lleva? ―pregunto Severus andando hacia ella.
―Un bosque que, si no han cambiado el límite de las barreras, está fuera de la zona de antiaparicion.
―¿Hay alguna forma de bloquearlo para que no nos sigan por ahí?
―La puerta solo se abre con parsel ¿no te parece suficiente?
―No. Si viene el Lord en persona podrá abrirla con facilidad.
―Severius tiene razón ―añadió Rodolphus―. Deberíais de bloquearla desde dentro.
―Eso es un laberinto ―dijo Lily―. Si no conoces el camino de salida es fácil dar un giro en la esquina equivocada y perderse.
―¿Y recuerdas el camino?
―Por supuesto. Lo he estado memorizando una y potra vez desde que llegue aquí.
―De todas formas lo bloquearemos desde dentro ―comento Snape agachándose y mirando el oscuro túnel ante él.
―Lo mejor será que modifiquéis mis recuerdos y me hechices para que quede inconsciente ―dijo Rodolphus.
―¿Estás seguro? ―pregunto Lily preocupada― Puedes escapar con nosotros.
―No. Esto será lo mejor. De todas formas, crearemos una palabra clave que desencadenara los recuerdos para cuando acabe esto.
―¿Por qué lo haces? ―le cuestionó el pocionista― ¿Vas a jugar a dos bandas? ¿Te convertirás en espía de La Orden?
―No se trata de eso. Sigo apoyo las ideas del Lord. Tan solo quiero tener todas mis opciones abiertas para que cuando todo esto termine Cassiopea vuelva a estar conmigo, segura y a salvo.
―De acuerdo. ¿Cuál será la palabra secreta?― le pregunto Severus poniéndose delante de él.
―Cassiopea.
Severus asintió con la cabeza y recito el hechizo. Miles de imágenes de las últimas horas pasaron por su cabeza, superponiéndose unas a otras, escenarios parecidos con situaciones y personas diferentes. El dolor de cabeza le hizo cerrar los ojos unos instantes que fueron los que el antiguo espía utilizo para lanzarle contra una pared y que se desmayara por el golpe. Después se giro hacia Lily y no la encontró, comenzó a andar hacia el túnel y cuando estaba por llegar vio como su amiga sacaba por el la cabeza con una leve sonrisa, agradeciéndole lo que estaba haciendo por ella.
―Vamos. Es el cumpleaños de mi hijo y no quiero llegar tarde.
