El Gato ladrón y el Cachorro policía
Yu-Gi-Oh ... Seto x Joey
By Kaede Sakuragi
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Nota Principal – CAMPAÑA: No permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. Kaede Sakuragi adherida a esta propuesta. Gracias, Katrinna Le Fay, por prestar tus palabras, y que seamos varios en gritarlas.
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Capitulo 18Las arenas estaban en formación de pequeños remolinos, mientras la gente Coria de un lado a otro, desesperados. Los camellos, caballos y demás animales, habían huido espantados por aquel peligro que se avecinaba. Las tiendas eran llevadas como si fueran simples papeles, y algunos hombres arrastrados con ellas.
- Amo debemos salir de aquí! – un muchacho de túnica negra había entrado apresuradamente a una cueva, no muy lejos de los remolinos hacían destrozos.
- Debo terminar esto! – grito sin voltearlo a ver, estaba concentrado en lo que estaba haciendo.
- Amo! ... el ejercito enemigo esta llegando al lago, en cualquier momento nos encontraran ... – aquel sirviente dijo con miedo, acercándosele, tomándolo del brazo – Por favor ... mi señor se enojara si lo dejo aquí ...- la vos salió con miedo. Aquel sujeto se giro para mirarlo a los ojos, sonriendo cálidamente.
- Lo se ... Malik, se que Seth se enfurecerá si sabe que no pudiste salvarme ... – revolvió sus cabellos blancos, mientras guardaba algunas cosas en una pequeña bolsa de tela - ... Ten ... llévate esto ... y dile a ese bastardo engreído ... que lo amo con toda mi alma ... – el muchacho rubio, de ojos mieles, dijo las palabras despreocupado, mientras trataba de tranquilizar aquel esclavo.
- Si usted no va conmigo, mi Señor se molestara ... – no pudo decir mas nada, aquel dueño del corazón de su Amo Seth, lo abrazo, con ternura, para luego besar su frente, mientras tomaba su mano.
- Iré cuando calme un poco la sed de venganza de los dioses ... Dile que me encuentre en el mismo lugar ... a la par de la luna, con el corazón de dragón en sus manos y mis deseos en sus labios ... – Malik no dijo mas nada, algo lo impulsaba involuntariamente a salir de allí, corriendo, dejando al amo de su hermano, en aquella cruel batalla.
Jonouchi Katsuya, hechicero del Faraón de Etiopía, descendiente de la familia de Anubis, y gran pecador contra los dioses, amar con locura aquel sujeto maldito, de los ojos azules, y de su carácter de mil demonios. Hechicero del pueblo de Constantinopla, un pueblo con vías de expansión y poder. Lamentablemente, su amor prohibido había sido descubierto, y como consecuencia, la guerra se había avecinado, marcando como malditos a sus sirvientes mas nobles.
Jóvenes muchachos, de ojos violetas, únicos entre humanos, y dictados como mal presagio, herejes de sus tierras. Pero aquel muchacho rubio les agradecía que por coincidencia y confusión, en un mercado de la cuidad, se conocieran su dragón de ojos azules y él. Había ido a comprar especies para algunos brebajes, hiervas para sanacion y que otra alquimila, Marik, un muchacho enérgico, vivaz y altanero, era perfecto para su compañía, no se callaba nada y decía lo justo, quizás rudamente pero siempre en forma sabia. Lo respetaba como su esclavo lo hacia con él, pero ante los ojos de los demás, ese muchacho maldito debería haber muerto o castigado con mil azotes por tu osadía y sus ojos ...
Se había ganado el odio de muchos, y la discordia de otros, pero aquel muchacho de los cabellos blancos marfil, era fiel a su amo, a su maestro ... a su amigo ...
Recorriendo tiendas, regateando precios, pudo divisar aquella cabellera entre la gente, y con pasos ágiles, se le acerco y tomo su brazo para guiarlo fuera de aquel mundo de gente, pero su sorpresa fue cuando le rechazo aquel contacto y contestándole en otro idioma. Allí, detrás de este, parado con el ceño fruncido y molesto, el gran sacerdote de la cuidad mas hermosa en ese tiempo; el desconcierto fue mayor cuando Marik se acerco queriendo opinar sobre unos artículos y quedando petrificado ante su propio reflejo.
Soldados de su majestad, los distrajo, dando un pequeño gemido de temor al albino que miraba directamente a su amo, aquel sujeto de los ojos azules. Marik propio por su rapidez e ingenio, había cubierto con su capa aquel frágil cuerpo, mientras que Jonouchi jalaba al otro sujeto contra un callejón para luego ocultarlo detrás de unas cajas. Otogi, capitán de la guardia real, se le acerco preguntando sobre algunos rumores, que el rubio negó tal cosa; lo conocia, se habían criado juntos, y sabia que mentia, pero la determinación en sus pupilas demostraban que era pasión por aquel secreto. Montando nuevamente su caballo se alejo.
Jonouchi sonrió ante aquella avalancha de plagas acercándose al campamento que prácticamente estaba destruido, dejando de lado su recuerdo.
- Hechicero del Faraón ... Venimos a Castigarte ...! – El general que comandaba aquella tropa asesina empuñaba su espada en su dirección, con la clara decisión de matarlo.
- Cualquiera que fuera mi falta ... no es correcta ... – las arenas se arremolinaban a su alrededor, entre protegiendo y atacándolo.
- Maldijiste a nuestro pueblo, capturaste el alma del consejero real, y todo por aquellas criaturas malditas que tanto proteges ... Tu falta es capital, y con ello debemos darte muerte ... – los hombres alzaron sus espadas, en forma afirmativa mientras gritaban con deseos de sangre.
- Si liberar a los que fueron acusados injustamente ... que me castiguen ... pero les advierto que amar a quien mas quieres ... eso no es falta ... es pasión ... – aquel muchacho rubio sonrió cálidamente.
- Maldito enfermo ... – dijo con asco aquel soldado - ... Ataquen! – grito luego, cuando los vientos cesaron para darle el paso a la ejecución.
- Dragón ... revélate ... – murmuro despacio seriamente, demostrando unas pupilas frías, sin alma.
De las arenas del desierto, una gran tabla de piedra surgió frente al rubio, brillando, encandilando a los asesinos para luego mostrar la imponente figura ante ellos. Un gran dragón negro de ojos rojos, extendía sus alas, demostrando que allí era el que mandaba en el campo de batalla. La bocanada de fuego apareció en sus fauces, para arrasar sin piedad mas de la mitad de los hombres que fueron hasta allí para matarlo.
Pero eso no terminaba allí ... en el mismo momento que la bestia atacaba, el rubio empezó a recitar un conjuro en un idioma desconocido, al mismo tiempo que cortaba sus muñecas y derramaba su sangre sobre la arena.
- La leyenda este escrita y el destino designado ... nada puede cambiar el pasado, y el sufrimiento del pueblo ... – el viento se hizo mas fuerte, al mismo tiempo que algunos caballos enemigos salían espantados. De una de las colinas, aparecía una figura vestida con una túnica negra, mostrando asombro y horror por lo que estaba presenciando - ... Te imploro mi amo Anubis, que me concedas este deseo ... – Seth abrió sus ojos espantados, su hermoso rubio estaba por hacer algo peligroso, intento gritar, ir hasta él para impedírselo, pero los esclavos albinos lo sostuvieron - ... La maldición del odio recae en mi sangre, y el desprecio en mis dos esclavos ... concédeme la piedad de poder romper aquel mal presagio, dándote mi vida en forma de pago – el viento seso por unos momentos, dejando escuchar grandes estruendos provenientes del cielo, espantando a los pocos hombres que habían quedado – La vida me dio tres deseos ... Vivir ... Amar ... Morir ... mientras que el Corazón palpite y la sangre fluya, mi alma Serra sellada. Remontando en un gran dragón, volare por los cielos, buscando el lugar de los eternos susurros, mostrando el camino hasta los campos Elisios, allí desmontare, buscando la calidez azul marina que tanto mi corazón palpita, demostrando a todo que ni eso ... mi vida quita ... Como suave caricia, eterna en mi alma, demuestro que esto ... es solo ... el principio de todo ... – abrió sus ojos, demostrando pasión, cuando sintió un gran dolor en su pecho. Uno de los soldados había podido lanzar su espada, clavándola en su cuerpo.
Callo precipitadamente al suelo, sobre un gran charco de sangre, al mismo tiempo que el cielo se volvía negro y rugía entre destellos amenazadores. Seth corrió a toda prisa, para poder sostener aquel frágil cuerpo entre sus brazos, besar sus cabellos y llorar como nunca lo había echo en su vida. Apenas los labios se movieron para darle algún consuelo, los labios estaban fríos, y sus ojos cerrados, aquel sacrificio fue tomado y concedido ante la mirada de los dioses.
- NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! – el sumo sacerdote de la Cuidad de Constantinopla grito con todas sus fuerzas, y de allí ... el cielo lloro por aquel muchacho y su tristeza.
Tres hermosos dragones azules aparecieron en el cielo, con rumbo a las ciudades, dejando caer el peso de sus flamas ... destruyendo todo a su paso ... Maldijo en su idioma, en el de su amado y en de los dioses, jurando ante todo que ambos dragones volvería a juntarse y rompería cualquier barrera para poder deleitarse de aquellos ojos mieles ...
La leyenda original fue escrita en piedra, papiros y arcilla, contando la historia de la ambición de los reyes, la destrucción de pueblos inocentes, de hechiceros que rompieron reglas, y un juramento eterno ... allí mostraba ... cada pieza del rompecabezas .. cada nombre y rostro ...
... abrió sus ojos abruptamente, con la respiración agitada y sudando frió. Volteo a ver donde estaba, y sintió un dolor en su cabeza, llevando sus dedos a la frente, y encontrándola húmeda. Estaba sangrando.
Sus ojos buscaron a sus compañeros, encantándolos inconscientes por aquel accidente. El cinturón de seguridad los había salvado a todos, pero estaba la duda de cómo llegarían a salir de allí, la tormenta de arena parecía no querer irse, y eso complicaba aun mas las cosas. Seto Kaiba se giro hacia su derecha, revisando a su copiloto, su primo estaba recostado prácticamente sobre el tablero de aquel vehículo, y al igual que él, sufría un gran corte en su frente. Se soltó del cinturón de seguridad, y verifico los signos vitales de Yami y del perro, suspirando con alivio al encontrarlos aun vivos y en condiciones.
Se recostó en el asiento, meditando para ver como salir de aquella trampa. La tormenta de arena los había traicionado, dejándolos caer en un pequeño barranco, muy cerca de las ruinas antiguas, apenas habían salido ilesos de esa peligrosa maniobra, pero debía ver como poder salvar la vida de su hermano Mokuba que agonizaba en aquel angar. Recordó aquel extraño sueño, mostrando un poco mas de la leyenda de los artículos del milenio, sorprendiéndose por los hermanos Ishtar, y sus dobles.
No quería creer en eso, pero sabia que eso había pasado, los últimos descubrimientos que su padre había echo lo confirmaban, traducciones de antiguos escritos que nadie había leído, excepto él. Miro el espejo retrovisor, encontrándose con el rostro inconsciente de su cachorro, aquel rubio que lo había atraído la primera ves que lo conoció, su fuerza, sus ganas de seguir adelante, y su sonrisa. Sonrió de costado, estaba perdidamente enamorado de aquel policía escandaloso, y si fuera posible, trataría de sacarlo de allí.
Se movió un poco, logrando abrir la puerta del vehículo, por suerte, donde habían caído, la tormenta no molestaba tanto, pero antes de poder intentar ayudar a los demás, sintió que alguien lo apuntaba en la nuca ... se maldijo a si mismo, secuaces de Bakura, los tenían rodeados.