Título: Laguna Estigia

Autora: Parvati-Blossom

Resumen: Reto N° 7 de La Orden de las Mortífagas. Harry es el más destacado mortífago al servicio del Lord. Neville es el que se espera que venza a Voldemort y su protegido.

Rating: PG

Género: Drama/Dark/Angst... o.O Tal vez algo de acción...

Disclaimer: Todos los personajes le pertenecen a J.K.Rowling, soy simplemente una admiradora del universo de Harry Potter... ¿Contentos? T.T


Capítulo 1

Londres, 31 de Julio de 2004.

Seis años habían pasado ya desde el inicio de Época Tenebrosa. Seis años donde miles de personas inocentes habían muerto. Seis años donde lo único que mantenía viva a la Comunidad Mágica era la esperanza depositada en sus héroes, en aquellos que tal vez poseían una remota posibilidad de derrotar al Dark Lord y a los suyos. Aunque fuera totalmente remota... Era lo único que les quedaba.

Nadie se había esperado ese rumbo en el encadenamiento de sucesos de la guerra. Habían confiado en que Lord Voldemort sería detenido y asesinado en un par de simples años, y con él todos sus movimientos homicidas. La verdadera realidad estaba muy lejos de ese deseo. No sólo el Dark Lord había aumentado de sobremanera su poder, sino que ahora también poseía servidores que causaban el mismo temor que él en la gente; servidores que no tenían piedad al atacar y que estaban corrompidos por la sed de venganza y poderío.

No se podía caminar por las calles tranquilamente. El Callejón Diagon, que antiguamente había sido un paseo de compras y de diversión para jóvenes magos, solía estar sumido en una amenazadora inquietud a pesar de que numerosos aurores hacían guardia durante el día y primeras horas de la noche. Lo mismo sucedía en todas las zonas públicas de gran fama entre la comunidad. El Ministerio de la Magia estaba restringido solamente para magos que anteriormente hubieran probado su lealtad al Bando de la Luz. La información clave quedaba oculta entre selectas personas, tras varias experiencias de traición. Pero nada de eso servía para prevenir muertes.

La auténtica organización que se oponía a los planes del Dark Lord seguía siendo como en el pasado la Orden del Fénix. La vieja generación unida a la nueva, más sufrida por los acontecimientos. Su líder continuaba siendo Albus Dumbledore, sin embargo no era el más poderoso mago de la misma. Con la edad, la magia va menguando en potencial. Si bien el director de Hogwarts no perdía su claridad mental y aquel especial don que tenía para las estrategias de defensa, había dejado de ser el más poderoso.

Otros héroes destacados eran el brillante trío de aurores, constituido por Hermione Granger, Ronald Weasley y Neville Longbottom. Eran la fórmula más efectiva que el Ministerio y la Orden tenían contra las fuerzas oscuras. Siempre dispuestos a las misiones más arriesgadas y que la mayoría de las personas negaban por el riesgo de perder su vida. No obstante, a ellos no les preocupaba, más bien les entusiasmaba la idea. "¿Dónde está sino la gracia de ser auror?", solían decir.

Cada uno de ellos tenía una historia que reparar, una historia que no querían que nadie tuviera que repetir. Ron había sufrido la pérdida de varios de sus hermanos en aquella guerra; Neville continuaba teniendo a sus padres en San Mungo y su abuela había sido asesinada sangrientamente hacía algunos años. En cuanto a Hermione... Su padre murió en uno de los primeros ataques del Dark Lord tras su quinto año en Hogwarts y su madre quedó en un estado gravísimo desde entonces. Pero los tres habían soportado comúnmente la pérdida de varios amigos íntimos.

Entre ellos se encontraba Harry Potter.

La Comunidad Mágica lo daba por muerto desde 1998, pero ellos, que habían sido sus mejores amigos, habían padecido su pérdida en 1996. El año donde la iniciación del fin comenzó... En ese verano, el Harry Potter que ellos conocían desapareció. Su personalidad y carácter cambiaron drásticamente, consecuencia de la muerte de su padrino pocas semanas antes. Cuando se reencontraron en Hogwarts tras casi tres meses sin verse, el Harry Potter que distinguieron era totalmente reservado, su rostro se había vuelto una máscara de neutralidad inquebrantable. Sus hermosos ojos esmeraldas habían perdido toda clase de brillo, tornándolos oscuros.

Durante su sexto año de Hogwarts, advirtieron la nueva obsesión de Harry por el estudio, igualando las calificaciones de Hermione extraordinariamente. La muchacha había justificado ese cambio diciéndoles a Ron y a Neville que su amigo había adoptado el estudio como un medio de distracción, de protección para sí mismo. La verdad había estado algo lejos de eso. Para Harry, el conocimiento era poder, poder que necesitaba para llegar a cumplir sus metas.

Ninguno de ellos había sabido que Harry conservaba su contacto mental con Lord Voldemort durante sus noches de insomnio. Durante esas conversaciones nocturnas, los dos antiguos enemigos compartían una extraña familiaridad que con el tiempo se fue optimizando. Voldemort encontró en lo profundo de Harry un Slytherin de gran capacidad, al que le ayudó a desarrollar su astucia y determinación. Fue en una de esas ocasiones en las que Harry empezó a interesarse por las Artes Oscuras. Sin embargo, nadie estuvo al corriente. Ni siquiera Dumbledore, quien no había quitado sus ojos de Harry durante aquellos dos años.

En séptimo año el muchacho Potter resultó ser el Premio Anual elegido para Gryffindor. Fue en ese mismo año en el cual el lazo de confianza y amistad que había mantenido con Hermione y Ron se rompió totalmente, destrozando al ex trío dorado de Gryffindor. Potter disfrutaba de la soledad, por lo tanto consideraba el término 'amistad' como innecesario en su actual vida. Todos pensaron que sería cuestión de tiempo hasta que se diera cuenta cuánto requería de la compañía de gente que lo comprendiera. Equivocados volvían a estar.

Harry gozaba de la comprensión de alguien, del único ser que necesitaba y que le enseñaría a superar sus pasadas debilidades: Lord Voldemort. Su fidelidad y confianza al bando de Dumbledore había desaparecido tras la muerte de su padrino. En aquel entonces, comenzó a cuestionarse qué debía hacer... Dumbledore sólo le había otorgado agonías y mentiras en su vida, por lo tanto le daría una única oportunidad a Voldemort. Si le demostraba ser capaz de brindarle lo que necesitaba, su postura en aquella guerra se voltearía hacia el bando tenebroso.

Y Voldemort cumplió con las expectativas de Harry.

Al final del séptimo año, tras la ceremonia de graduación, Voldemort atacó Hogwarts con sus mejores armas. La unión absoluta de los vampiros a su bando, junto con la de algunos clanes de gigantes y licántropos, y sus devotas serpientes fueron el gran golpe. Del resto se encargaron los numerosos mortífagos.

Fue un día de luto para la Comunidad Mágica. El día que una nueva generación de magos vio con sus propios ojos lo que significaba aquella guerra mágica. Pocos sobrevivieron para contarlo.

Todos hubieran esperado que Harry Potter, el Niño que Vivió y el prestigioso Premio Anual graduado con las mejores calificaciones, fuera uno de los líderes de los grupos defensores. Ese fue el último error que cometieron respecto al muchacho. Nunca más lo prejuzgarían...

Harry Potter se colocó al lado derecho de Voldemort, el lugar más codiciado por los mortífagos y que a la vez indicaba que el que lo ocupaba, ostentaba con la completa protección y seguridad del Dark Lord. También indicaba que ése era el mortífago ejemplar, el más poderoso y leal de todo el grupo. Durante muchos años el puesto había estado desocupado hasta ese momento y Potter lo seguía conquistando hasta el día de la fecha. Nunca dejó de estarlo.

La Comunidad Mágica prefirió pensar que el Niño que Vivió había muerto en el ataque. Ahora se referían a él como el Heredero de Voldemort o Filldeserp, el alias que el Dark Lord le había concedido en el Círculo de las Sombras. Nadie quería asociarlo con la imagen del inocente Harry de sus primeros años de Hogwarts. Sólo Voldemort le llamaba por su verdadero nombre en algunas ocasiones...

Voldemort y Potter... Fue la revelación pública de su unión la que dio origen a la Época Tenebrosa. El dúo perfecto para provocar pánico en Inglaterra y el resto del mundo... Ya parecía no haber ninguna salida al Reino de las Tinieblas que se avecinaba cada vez más. Llegaría el momento en el cual nadie más existiría para ser la gran fuerza opositora y todos caerían. Pero por mientras, los magos apoyaban a sus héroes, a los que quedaban y no se habían quebrado.

- ¡Neville! ¡¿Cómo se te ocurre faltar a la reunión?! – Exclamó Hermione Granger aquella misma mañana, completamente enfurecida.

- Anoche tenía otras cosas que atender que escuchar los discursos monótonos de MacMillan. – Comentó Longbottom distraídamente.

- ¿Quieres que te sancionen por ineptitud de cargo? – Le reprendió nuevamente su amiga.

- No lo harán. – Neville se encogió de hombros. – Hace años que no lo hacen y no creo que les convenga ahora, luego del ataque mortífago en ese festival muggle...

Hermione y Neville estaban sentados, teóricamente trabajando, en el Cuartel General de Aurores en el Ministerio de la Magia. La noche anterior hubo una reunión de los jefes de los mismos a pedido del ministro Ernie MacMillan, por eso no era de extrañar los rostros cansados y extenuados de los aurores aquella mañana.

Hermione Granger se había convertido en una atractiva dama a punto de cumplir sus veinticuatro años. Era alta, delgada y esbelta, con un cuerpo delicado y bien tratado. Las facciones finas de su pálido rostro estaban marcadas por unas importunadas ojeras que la hacían lucir algo mayor de lo que realmente era. En Hogwarts, se la había conocido por su cabello castaño íntegramente enmarañado y carente de gracia. Ahora era bastante lacio, aunque sus puntas seguían siendo difíciles de manejar, y poseía un brillo esencial tras recibir el cuidado necesario; tapaba sus hombros aristocráticamente. En cuanto a sus ojos, que en el pasado habían relucido en alegría y tranquilidad, ahora eran ligeramente tristes y reflejaban el estrés que estaba sufriendo con toda la jornada de interminable trabajo.

Neville había dejado de ser aquel muchacho tembloroso del pasado. Con el paso de los años, demostró el porqué de su selección para la casa de Gryffindor. Exhibía una eficaz valentía y lealtad hacia los suyos y era un verdadero caballero con aquellas señoritas que merecían su respeto. Seguía teniendo la característica especial de ser un completo olvidadizo por más esfuerzo que le pusiera a la misión de evitarlo. Hermione tenía sus sospechas de que eso no debía ser natural de él, sino más bien alguna consecuencia de algún hechizo desmemorizante aplicado a sus primeros años de edad. Su rostro seguía siendo regordete, pero gracias a la constante práctica de ejercicio que te brindaba la profesión de auror, se había convertido en un joven delgado. Su típico cabello marrón y sus ojos del mismo color concluían el aspecto físico de Neville.

- Neville, no debes ausentarte en esas reuniones. Si bien la mayoría de lo que dicen ya lo sabemos, hay cosas que valen la pena.

- ¿Ah, sí? – Preguntó una voz detrás de Hermione. Al voltearse, un Ronald Weasley les sonrió en forma de saludo mientras se acercaba a sus dos amigos. – Cuéntame, Mione, porque tal vez me dormí en esa parte...

Ron continuaba siendo el mismo pelirrojo y de ojos azules de siempre. Era el más alto de los tres y seguramente el de porte más orgulloso. No obstante, no era tan arrogante como se hubiera esperado que fuera por ser uno de los aurores más famosos. Más bien, había aprendido a querer a la modestia. Su rostro tenía aspecto genuinamente angelical, virtud que le otorgaban sus pecas. Aunque eso no sucedía cuando Weasley caía en uno de sus ataques impulsivos de furia.

- ¿Y ustedes dos son los líderes destacados de los aurores? – Preguntó Hermione, exasperada. – Con razón estamos tan mal.

- Uh, doña perfecta ha hablado... – Se burló Ron mientras se acomodaba correctamente la elegante túnica que vestía.

Así era el trío de aurores. Por más serio que fuera el tema que trataban, procuraban tomárselo lo más agradablemente posible para no hacer tedioso todo el trabajo. Eran gente madura y sensata, pero de vez en cuando se dejaban llevar por el humor que escaseaba aquellos oscuros días. Era lo que les conservaba de pie todavía. De no haber sido por ello, habrían caído hacía algunos años, con el resto de sus compañeros.

Hermione era el cerebro principal y lo práctico, Neville era el poder y Ron era el estratega y el impulso. Las estrategias conformadas por Weasley no solían tener detalles erróneos, si bien no eran perfectas. Hermione siempre tenía una solución para cualquier clase de problema y se manejaba con su intuición la mayoría de las veces. En cuanto a Neville, era considerado uno de los magos más experimentados de la época. El Héroe que sustituía el espacio vacío que había dejado Potter.

- Tenemos que investigar sobre el último ataque a un poblado muggle. – Informó Hermione políticamente, decidida a cambiar de tema.

- No creo que lo hayan señalado por alguna razón en especial. – Opinó Ron. – Allí no habitaba ningún mago o bruja del cual vengarse, ¿no?

- Pero tal vez sí había alguien importante en el ambiente muggle. – Dijo Neville. - ¿Atraparon a algún mortífago en ese ataque?

- Uhm... – Hermione buscó un pergamino marcado con una línea roja en el extremo izquierdo entre la pila que tenía apoyada en su escritorio. Tras examinarlo, se lo pasó a sus dos amigos. – Jugson, Cornfoot, Branstone...

- ¿Y no han dicho nada al respecto? – Preguntó Ron, frunciendo el entrecejo.

- Ya sabes lo que suele suceder. Le tienen más miedo a represalias por parte de Voldemort y Filldeserp que lo que podamos llegar a hacerles. – Contestó Neville. – Deberíamos aplicar métodos más drásticos para quitarles información... Fuego contra fuego, ¿no le parece? – Mione hizo una mueca.

- Ojalá le tuvieran igual aprensión que antes a Azkaban... – Murmuró.

- Los malditos dementores se unieron al Dark Lord hace años... Desde entonces que no encontramos un buen sustituto, por más que lo intentemos... – Dijo Ron, negando con la cabeza. – Me pregunto qué podría llegar a hacerles el Dark Lord si le traicionan... Aunque me lo imagino.

- Seguramente no sería una muerte rápida, Ron. – Dijo Neville, tras un suspiro de resignación. – Pero he oído en mis guardias a los prisioneros que los castigos inhumanos los realiza Filldeserp... Dicen que tiene una intuición especial para saber si le estás mintiendo. – Los rostros de Ron y Hermione se oscurecieron ante la mención de su antiguo amigo.

- El ruin traidor... Juro que algún día de estos pagará todo lo que nos ha hecho... – Susurró Ron, sus palabras impregnadas de un irracional odio. Por otra parte, Hermione lucía un aspecto triste y pensativo.

- Hoy cumple veinticuatro años... – Murmuró ella con añoranza. – Ojalá siguiera con nosotros, para poder festejarlo juntos...

- No lo merece, Mione. Seguramente Voldemort se encargará de que hoy sea uno de los mejores días de su vida. – Hermione sonrió amargamente tras las palabras de Ron.

- Todo podría haber sido tan diferente...

- Pero no lo es. – Dijo Neville rudamente, frenando las palabras quebradas de la muchacha. – Ya no importa lo que pudo haber sido, sino lo que es... el heredero de Voldemort. No queda nada de aquella persona que conocimos hace tantos años...

- Lo sé. – Dijo Hermione, haciendo un gesto de aceptación con la cabeza. – Sólo me pregunto porqué habrá decidido traicionarnos, qué hicimos mal para que eligiese unirse a aquel que arruinó su vida...

- Nosotros no hicimos nada malo, Hermione. Fue él. Sólo él es el culpable de lo que sucedió. Se dejó caer. Se rindió, aceptó hacer lo fácil en vez de lo correcto... Lo pagará y cuando se dé cuenta de lo que hizo, ya será muy tarde.

Allí se terminó el tema, aunque mentalmente el trío siguió meditando al respecto. Tanto Ron como Neville le guardaban un exclusivo lugar a Harry en su corazón, el sector del odio. Ninguno de los dos necesitaba enumerar razones para hacerlo. La sola idea de haber sido traicionados por aquel que tanto habían querido y habían aprendido tantas cosas, les repugnaban... Ron nunca olvidaría el día de su graduación gracias al bastado. La imagen de su ex mejor amigo colocándose al lado de Voldemort aún le atormentaba en las noches de insomnio.

¿Se habría podido evitarlo? ¿Tendría Hermione la razón?

Ron se negaba a creerlo. Fue Harry el cobarde, fue él el que se rindió, fue él el que no valoró su amistad, quien no examinó su pasado, quien no superó sus debilidades... Simplemente ellos no tenían la culpa de la transformación de Potter.

Por otro lado, Hermione sí lo creía. Ellos podrían haber sido la diferencia en la elección de Harry si tan solo hubieran demostrado un poco más de comprensión por el muchacho, si tan sólo lo hubieran apoyado y hablado con él cuando sabían que lo necesitaba. Entendieron mal las cosas. Pensaron que Harry necesitaba tiempo para recomponerse, tiempo para estar solo. Resultó ser todo lo contrario.

Si tan sólo se hubieran dado cuenta antes de lo que le estaba sucediendo a Harry, eso no estaría pasando... Si no se hubieran quedado conformes con sus monótonas respuestas a las preguntas referentes a su estado de ánimo, a sus problemas... Si hubieran visto más allá de la máscara perfecta que su amigo se había instalado, si hubieran cuestionado su fanatismo por el conocimiento y su inquietante silencio... Habrían sido los amigos que Harry había requerido.

Le restaron importancia, le prejuzgaron incorrectamente, le abandonaron...

- Mione, ¿a qué hora dijo Dumbledore que fuéramos a los cuarteles? – Preguntó Ron, interrumpiéndose en su trabajo para levantar la vista y observarla con aquellos serenos ojos azules.

Hermione no respondió, sumida en sus pensamientos. Neville intercambió una mirada alarmada con Ron. Su amiga no solía meditar profundamente en horario de trabajo, lo consideraba inapropiado... Ella era la más aplicada en los trabajos del ministerio y ahora, ¿estaba distraída?

- ¿Mione? – Preguntó Neville con cautela. Apoyó una mano sobre el hombro derecho de su amiga, sobresaltándola.

- ¿Qué? – Cuestionó ella, cayendo en la realidad.

- ¿Estás bien?

- ¿Por qué no habría de estarlo? – Contestó Hermione secamente. Neville carraspeó nerviosamente.

- Porque Ron te ha hecho una pregunta y ni siquiera le has escuchado...

- Lo siento. ¿Qué me decías, Ron?

- ¿A qué hora tenemos que ir a los cuarteles?

- A las ocho.

- ¿En qué pensabas, Mione? – Preguntó Neville.

- Nada, en nada, Nev. No te preocupes. Saldré a almorzar, no les importa, ¿verdad?

Antes de que llegaran a responder, la castaña se había levantado de su asiento y había salido por la puerta sin decir una palabra más.

El 31 de Julio siempre le traía tantos recuerdos...


Los cuarteles generales de la Orden del Fénix se encontraban en uno de los lugares más protegidos de Inglaterra. Sólo escogidos miembros de la misma sabían su ubicación, la mayoría ignorantes de ésta. Una medida de seguridad que debía ser adoptada en aquellos tiempos si no querían ser atacados por sorpresa infortunadamente.

Los espías de la Orden en el bando de Voldemort eran escasos, pero los que se arriesgaban no dejaban de enviarles información crucial sobre los próximos movimientos. De esa forma, habían podido minimizar un tercio las muertes en ciertos ataques.

Pero nada de eso servía si detrás de la información no tenías gente que pudiera preservar la Comunidad Mágica a salvo. Por eso los aurores del Ministerio o ya retirados que fueran de fiar formaban parte de la Orden. Y no sólo no carecían de defensores sino también poseían numerosos sanadores en el grupo por si alguna situación de emergencia inmediata se presentaba. San Mungo ya no era seguro tampoco desde que había sido casi dominado por los mortífagos en un ataque hacía algunos meses.

Por esa misma razón, la Orden era la única organización lo suficientemente dispuesta como para aspirar hacerle frente a los ideales del Dark Lord. Del mismo modo que Voldemort, ellos también luchaban por el soporte de otros países en aquella guerra mágica inglesa. Al principio la mayoría se había demostrado neutral hasta que finalmente sufrieron igual que ellos la sangrienta tragedia que estimulaban las fuerzas oscuras. Era una lucha de poder y sólo el que pudiera someter al otro debajo de él ganaría y contaría la historia.

- ¡Ron, Herm, Nev, aquí! – Les llamó una voz femenina desde el otro lado de la sala.

- ¿Cómo estás, Ginny? – Preguntó Neville, dedicándole una dulce sonrisa a la pelirroja.

Todos sabían cuánto el auror quería a Weasley, pero nunca se le había declarado sinceramente por temor a ponerla en riesgo y ser culpable de su daño. Algunos sospechaban que Ginny le correspondía, por la forma exclusiva en que lo trataba. Muchos decían que hacían una pareja perfecta, sin embargo Ron insistía que tenían personalidades que chocaban duramente.

Ginny Weasley se había convertido en una respetuosa señorita. Sus cabellos rojizos le llegaban hasta la cintura y rodeaban dulcemente su rostro, haciéndola parecer más inocente de lo que era. Siempre lo llevaba suelto. Sus ojos almendrados solían brillar en calidez y seguridad, constantemente provocando valor en las personas donde los fijase. Era de mediana estatura, un poco más baja que Hermione.

- Bastante bien. ¿Qué cuentan de nuevo?

- El Ministerio sigue tan aburrido y caótico como siempre. – Ron se encogió de hombros. - ¿San Mungo?

- No estamos definitivamente mejor que ustedes. – Apuntó Ginny. Ella había decidido dedicarse a ser sanadora, teniendo un insondable deseo en su interior por el salvar vidas inocentes.

- Esto no puede seguir así. – Murmuró Hermione.

- Todos deseamos que termine, Mione. – Le consoló Ron. – Pero hasta que esos malditos no estén muertos, no habrá forma.

En ese momento, un alterado Remus Lupin ingresaba en la sala. Todos los presentes, que estaban divididos en diferentes grupos charlando sobre variados trópicos, se voltearon a verlo alarmados por su aspecto. Una palidez anómala revelaba su rostro mientras procuraba respirar nuevamente con normalidad.

Remus era una de las personas que tomaba el tema de la guerra con mayor seriedad en la Orden. Apenas se le veía sonreír durante el día y generalmente tenía un aspecto cansado y extenuado. Lo veía tal vez como un reto personal... mostrarle a sus seres queridos que habían fallecido en la guerra que él no caería, que lucharía por ellos y les vengaría. Si moría, sería con honor, luchando como todos ellos.

- ¡Están atacando...! – Informó, quebrando el mortal mutismo.

- ¿Qué? – Muchos de ellos gritaron perturbados mientras que otros gimieron en temor.

- ¡Callejón Diagon y la zona de Londres muggle que lo rodea! – Terminó de decir el licántropo.

Inmediatamente, los aurores presentes desaparecieron sabiendo exactamente qué debían hacer.

Defender lo que les pertenecía: la esperanza y la vida.