AVISO: este fic contiene SLASH (relaciones hombre/hombre, mujer/mujer). ES SUBIDO DE TONO (jaja, hace cuanto que no cambio esto) y la tendencia es homosexual, así que si te ofende en algún punto no lo leas...

DISCLAIMER: Los personajes y escenarios son creación inigualable de J. K. Rowling y aclaro que mi fanfiction no está hecho con fines de lucro. Siempre trato de tener ideas lo más originales posibles, si llega a haber coincidencia con alguna otra creación pido mis debidas disculpas a su autor...

cordialmente,

La Dama Norris.

Este capítulo intenta destrabar todas las cosas que fueron acumulándose durante la historia. Bueno, quizá no sea la mejor historia de amor, pero lo cierto es que me divertí mucho escribiéndola y, espero, ustedes leyéndola. Si hay algo que me fascinan además de las buenas parejas son las buenas tramas, no soy de leer PWP, por ejemplo, a menos que tengan parodias divertidas.

Gracias a Lu-chan, a ophe dakker, a Tsubakinami y a Inocent muggle, que me estuvieron acompañando en este sitio!

Quiero dar miiiles de gracias a Kaworu por su apoyo y por su dedicacion en El Camino de Draco! T-T. A Los Piojos, jaja, de quienes saqué mi mayor inspiración con "Angelito" (bendita canción). A Several, por bancarme todas las noches en el msn! A Nynita, que fue la primera en leer el cap! Muchas gracias por todo, darling, no sé que haría sin vos! A Anny, sos lo mejor que me paso en la vida, te amo mucho! A Agus, quien siempre me da ánimos para seguir y a su primita! Y a todas las incansables personas que disfrutaron esta historia tan enroscada y me lo hicieron saber, y me siguieron a pesar de mis mañas de publicar tarde (Esta vez tengo excusa, señor juez: me quedé una semana sin computadora y me la tuvieron q matar por un maldito virus, hasta hoy no podía publicar T-T)... (si me olvide de dedicarselo a alguien a quien se lo halla prometido, porfis, haganmelo saber en letras grandes en la seccion d comentarios... y luego los respectivos insultos por msn u)

¡GRACIAS POR SU BUENA ONDA!

Uf! Bueno, aquí vamos...

Resumen del capítulo anterior:

Camino al sexto piso, Harry se cruza con Hermione, quien está en plena persecución con Pansy Parkinson. Esta tiene la contraseña del cuadro por donde los mortífagos escaparían esa madrugada. Donde antes habían estado Bullstrode y Montague haciendo guardia, ahora había una pelea en masa, y Hermione y Harry se esconden para no tener que participar de ella también. Es entonces cuando ven que Blaise los llama desde un aula alejada, y se escabullen hasta ella. Allí se encuentran con Ron y, tras entablar una pequeña charla aclarando cosas y verificando que los tres estuvieran bien, Harry les propone huir de todo eso, ya que no son responsables de lo que les ocurra a sus compañeros con sus respectivos Slytherins. Ron y Hermione se rehúsan a abandonar a sus amigos y, al no poder hacer entrar en razón a Harry, deciden darle la espalda y salir del aula. Blaise expresa que lo nota muy parecido a Draco, para luego darle a entender que el que él haya sufrido solo sus problemas no significaba que los demás debieran hacerlo. Harry explota y lo estampa contra la pared, para luego darse cuenta de que se había excedido. Blaise se disculpa por su atrevimiento, y decide preguntarle donde se encuentra su compañero rubio. Harry le dice que está acostado en una cómoda cama, mejor que cualquiera de ellos.

Es entonces cuando se da cuenta de que los gritos de afuera han callado...

Capítulo 18, Ultima Fase: "La Trampa de los Mortífagos"

—¡Mierda¡Están huyendo!

—¿Cómo fue que se abrió el maldito cuadro?

Al salir del aula, Harry encontró a Ron sosteniendo a un Slytherin noqueado. Hermione cuidaba de Lavender, quien había salido algo averiada de todo aquello, y la mantenía recostada con la cabeza apoyada en su falda.

Afuera resonaron furiosos truenos, y la planta del castillo quedó totalmente en penumbras, sólo iluminada por las luces fugaces y blancas de los relámpagos.

—¿Qué ocurrió?

—No lo sé, Harry, cuando llegamos el cuadro estaba abierto, y los mortífagos huyendo, con los demás siguiendo sus pasos —explicó Hermione sofocada.

—Entonces¿qué esperamos¡Hay que seguirlos!

Ron y Hermione intercambiaron miradas confundidas. Realmente su amigo era la persona más rara que jamás hubieran conocido.

—No era que no querías... —Hermione calló al pelirrojo. No tenía sentido discutir con Harry en un momento como aquel.

Blaise se acercó a Ron con preocupación y le susurró al oído que se fueran de todo el embrollo, que no tenía sentido seguirle la pista a los mortífagos, sabría Dios donde se habían metido. No hacía falta que Ron lo mirase de esa manera para saber que la respuesta sería un rotundo no. "No abandonaré a Harry", fue lo único que contestó a su moreno de largo cabellos.

—Esa Parkinson es más astuta de lo que creí —la voz de Gaby Montague interrumpió la situación, y poco después la figura de esta hizo su aparición tras las sombras —. Sabía que memorizaría la contraseña.

—¿Fue ella quien abrió el cuadro? —inquirió Hermione con creciente interés.

—Por supuesto¿quién más podría haberlo hecho?

Hermione no conocía tanto a la gente de Slytherin como para poder especular sobre un supuesto culpable. Para ella todos lo eran. De detrás de una armadura, se asomó una figura temblorosa.

—¡Parvati! —exclamó Lavender.

La niña castaña se acercó a Hermione y Lavender sollozando, y cubrió a sus amigas con un fuerte abrazo.

—¡Chicas¿Qué han hecho con todos nosotros¿Qué ha pasado con la gente de este colegio? —luego de jurarles y re jurarles a sus amigas que no le había ocurrido nada en lo absoluto, Parvati se calmó un poco.

—Pero es muy extraño —continuó la morena Slytherin de coleta de caballo —. Nunca antes habían dado información sobre esta "salida secreta". ¿No les parece raro que ahora, de la nada, esté pasando todo esto?

—Pero, Gaby¿cómo ocurrió exactamente? —al escuchar la débil voz de Lavender, la chica se acercó a ella. Hermione no le impidió tocarle la frente para verificar su estado.

—¿Tú estás bien? —sacó unos rebeldes mechones que caían sobre el rostro de la Gryffindor, quien se sonrojó al contacto.

—Estaré mejor si me cuentas que ocurrió.

Gaby asintió, se puso de pié y comenzó a meditar por donde empezar a contar. Pero Blaise le ganó la mano.

—Me enteré de esto porque Draco lo habló conmigo —entonces Blaise sí sabía del tema. ¡Valla que sabía fingir! —. Me comentó que pronto los mortífagos tendrían una salida para escapar de Hogwarts cuando llegara el momento de actuar. Cuando le pregunté cómo sabía todo esto, él sólo respondió que habían recibido una carta.

—¿Una carta¿Y confiaron en una maldita carta¡Podría haber sido cualquiera! —puntualizó Ron.

—Es lo que me pregunté al principio. Pero, supuestamente, estaba escrita con códigos. Los códigos que usan los mortífagos para comunicarse.

—¿Existe eso?

—Todas las sectas, Ron, deben tener algún tipo de idioma secreto con el cual poder comunicarse sin que terceros puedan interpretarlos.

—No deberías haber contado el secreto que te confió tu mejor amigo, Blaise —lo regañó Gaby con su voz monótona y amenazante, cruzándose de brazos.

—¿Qué más da? De todas formas ya los descubrieron. Además, esta "salida secreta" es la forma más imbécil de huir de un lugar como Hogwarts.

—Pero¿se comunicaron con ellos dentro del colegio? —Hermione comenzó a acariciarse el cuello, confundida —. Creí que tenían selección de lechuzas y control de correo.

El silencio patentó la confusión de los presentes.

—No sé que digan ustedes, pero me late que aquí hay gato encerrado —el rostro de Harry se tornó serio una vez más.

—Si deciden entrar, iré con ustedes —aseguró Gaby.

—Ron, si tú vas, que te quede claro que yo también iré —murmuró Blaise, posando su mano en el hombro del pelirrojo.

—Hermione, ayúdame a levantar... —Lavender se aferró al cuello de su amiga.

—¿Vendrás?

—Por supuesto¿por quién me tomas? Además, muchos compañeros nuestros aún están ahí dentro. Neville está ahí dentro...

Harry se dispuso a echar un primer vistazo, antes de avanzar por el negro túnel del cuadro. Pero de repente, tres sujetos comenzaron a acercarse por el pasillo y volteó para ver de quienes se trataba. No eran otros que los que habían estado faltando a la pelea, por supuesto.

Estaba claro que a estas alturas ya nadie se sorprendía de nada. Pero no pueden culparlos por haberse quedado boquiabiertos cuando vieron el espectáculo de Warrington y Pucey trayendo a cuestas a Seamus Finnegan en calzoncillos mediante una cadena. El irlandés tenía el rostro vencido y adormilado hasta que se dio cuenta de que no eran los únicos allí. Abrió grande sus ojos cubiertos de súplica, y desesperado intentó llegar hasta sus compañeros. Pero un tirón de la cadena bastó para detener su impulso, y hacerlo caer de espaldas.

Lavender se cubrió la boca con las manos.

—¡Seamus! —gimió Parvati, poniéndose de pie.

—¿Qué hicieron con Seamus? —explotó Harry, acercándose a su amigo irlandés. Pero este fue arrastrado por aquella inminente cadena retráctil con la que permanecía apresado. Harry supo que si aferraba el cuerpo de Seamus, la presión de la cadena tirando de su cuello terminaría por lastimarlo.

—¿Qué están haciendo ustedes aquí¿Donde están Bullstrode y Montague? —exclamó Pucey conforme enrollaba el resto de cadena en su muñeca.

—¡Lo tiraste muy brusco! —lo reprendió Warrington mientras se agachaba al lado de Seamus y lo sostenía entre sus brazos. Adrián sólo le respondió con una mirada de desprecio.

Al ver la posibilidad de un inminente ataque de los Gryffindors, Pucey empuñó su varita.

—¡No se acerquen! —aquí los Slytherins se encontraban en ventaja, ya que de los Gryffindors sólo Hermione había conservado su varita y Parkinson se la había quitado.

—¡Dejen en paz a Seamus! —sollozó Lavender con rabia —. ¿Qué no ven que la apuesta ha terminado?

—Bueno¿y quién dijo que lo hacíamos por la apuesta? —respondió Pucey despreocupado —. Ahora díganme que es lo que pasó.

—¡Tú no das las órdenes aquí! —Harry comenzó a respirar agitadamente —. Estamos con prisa. Así que entréganos esa cadena ahora.

—Tú tampoco estás en posición de dar órdenes, Potter.

—¿Ah no?

—Ya, dale a Finnegan —bufó Warrington conmovido por el rostro triste de su víctima —. Ya hicimos con él lo que quisimos. Ahora es tiempo de dejarlo libre.

—¡No! —Adrián paró a Seamus de un tirón de cadena, y lo apresó de una brazada por el cuello—. Finnegan ahora nos pertenece. Si tú no lo quieres pues me lo quedo yo. Pero no voy a entregarlo, menos a estos pestilentes Gryffindors —tocó el rostro de su presa con el dorso de la mano, mirando al resto con recelo.

Pero no hay nada que un buen golpe no pudiese arreglar, y fue el mismo Warrington quien se encargó de desmayar de un porrazo a su compañero, para cubrir a Seamus con sus brazos una vez más.

—Gracias —vaciló este.

—Ya estaba volviéndose muy loco —se excusó Warrington, conforme ayudaba al Gryffindor semidesnudo a llegar hasta sus compañeros.

—No sé cuando —el dedo índice de Harry apuntó al grandote de Slytherin con firmeza, mientras sostenía al frágil Seamus —. Pero te juro que algún día ustedes dos pagarán por lo que acaban de hacer, al igual que todas las malditas serpientes que han hecho de nuestra última noche un infierno.

El silencio que dejaron las palabras de Harry sólo fue roto por la necesidad de atravesar ese cuadro. Y esta vez no titubeó al adentrarse en él seguido por Parvati, quien no podía dejar de proteger a su novio (¿o ex novio?). Lo siguieron Blaise y Ron, el primero cuidándole la espalda a su pareja. Luego Hermione y Gaby, sosteniendo a la pobre Lavender que tenía las piernas heridas, y por último Warrington, cargando a su amigo noqueado. Era desesperante caminar por aquel oscuro pasillo en silencio perpetuo. Ni siquiera lograban escuchar su misma respiración. Ese lugar tenía un ambiente muy extraño, como si estuvieran caminando por un túnel de realidad virtual, o así lo interpretaba Harry como mayor referencia con esta especie de magia tan extraña. Tenían miedo de hablar y de caminar muy rápido. Gaby recordaba lo extraño que había sido observar como la multitud de gente que había entrado por el cuadro, había desaparecido en cuestión de segundos, al igual que sus voces. ¿Acaso ellos no estarían desvaneciéndose también? Pero aún sentía el brazo de Lavender alrededor de su cuello...

De repente, un grito aterró a todos y detuvo la marcha. El grito se iba alejando.

—¡Harry! —gimió Hermione, abandonando a Lavender y precipitándose al principio de la fila, para encontrarse con un profundo pozo.

—¡Creo que cayó por ahí! —exclamó Parvati aterrada.

Pero antes de que pudieran decidir si tirarse o no, el suelo por el cual habían estado caminando comenzó a levantarse en declive hacia el agujero, y todos terminaron siendo arrastrados al interior de él.

Comenzaron a deslizarse entre gritos por una especie de tubería que parecía no tener fin y les revolvía el estómago. Parvati y Seamus iban abrazados y con los ojos cerrados, el irlandés estaba quedándose sordo de oír los alaridos que emitía su novia (¿o ex novia?). Ron quiso agarrar a Hermione, pero esta iba tan rápido que terminó perdiéndose en las curvas del tubo. Él bajaba entre las piernas de Blaise, aferrándose a sus tobillos. Gaby sostenía a Lavender con fuerza por la cintura, temiendo que pudiera escapársele.

El final de la caída no fue de lo más placentera. Fueron cayendo uno encima del otro, dándose con fuerza y levantando mucho polvo. Ese lugar estaba muy sucio, y el suelo estaba cubierto de...¿huesos?

—¡Yo reconozco este lugar! —exclamó Ron impactado cuando se hubo recuperado de la caída y pudo levantarse —. Esto es...

—La entrada a la Cámara de los Secretos —corroboró Harry desde el otro lado de la cueva, quien sobresaltó a todos con su presencia.

—¿Qué diantre significa esto? —se exasperó el pelirrojo.

—Significa que nos han tendido una trampa —ahora era Theodore Nott quien hablaba, cuya figura se hizo visible a los ojos de los recién llegados. Ese chico siempre había estado algo apartado de los demás Slytherins pero, sin lugar a dudas, era otro mortífago¿acaso su padre no lo era? —. Hace rato que esta cámara está cerrada completamente, desde que ocurrió aquel incidente del basilisco.

Como si Harry y Ron necesitasen que les recordaran aquella vez. Fue el lugar donde Lockhard quedó inconsciente por usar la varita de Ron, volando y golpeándose la nuca, causando el derrumbe que los separó y gracias al cual Harry tuvo que continuar solo. En efecto, las únicas salidas disponibles estaban tapadas por las rocas y les sería imposible subir nuevamente por la tubería. Poco a poco, las figuras de los demás alumnos fueron surgiendo de la oscuridad, hasta que finalmente todos se encontraron con sus contrapartes, sólo que ahora no parecían seguir con ganas de molerse a golpes.

—Espero que estén felices¡ahora todos estamos atrapados!

—Nadie los mandó a seguirnos, Granger, si los leones son entrometidos...

—¡A ustedes nadie los mandó a hacer lo que hicieron con nosotros! —vociferó Dean en estado caótico, mientras se cubría el ojo morado con la mano.

Aquella frase efectuó que todos levantaran la voz al mismo tiempo para expresar sus ideas, y los gritos retumbaron en la caverna. Los escombros comenzaron a crujir, pero nadie los oyó por estar discutiendo. Hasta que Ron reparó en una piedra cercana al techo lo suficientemente grande como para dejar a alguien inconsciente por varias horas, la cual se tambaleaba peligrosamente sobre Blaise. Trató de advertirle, pero el chico no alcanzó a oírlo, y para cuando él se acercó ya era tarde. Blaise sintió que era empujado al suelo, y un grito lo hizo voltearse enseguida.

—¡Ron! —el pelirrojo yacía bajo una piedra de tamaño considerable, con una mejilla pegada al suelo, y los revoltosos cabellos rojos cubriéndole el rostro. Blaise desesperado intentó mover la piedra que aprisionaba a Ron, pero era realmente pesada. Harry, Hermione y Lavender fueron los primeros en darse cuenta y se acercaron sobresaltados. Pero no eran suficientes como para mover la piedra —. ¡ALGUNO DE USTEDES PUEDE VENIR A AYUDARME, INÚTILES BUENOS PARA NADA! —el grito de Blaise alertó a varios más, y con su ayuda empujaron la piedra, conforme el moreno tiraba con paciencia del cuerpo bajo ella para liberarlo causándole el menor daño posible, hasta sacársela a Ron de encima —. ¡Ron¡Contéstame! —Blaise cacheteaba el pecoso rostro, pero este no respondía. Lo abrazó con los ojos acuosos, pero no se dio lugar al llanto.

Ahora las paredes comenzaban a desmoronarse lentamente, y Gryffindors y Slytherins se apretujaron en el centro de la habitación. No había salida, los escombros que habían estado manteniéndose firmes ahora parecían venirse abajo con el zumbido de una mosca.

—¡Estamos acabados! —gimió Pansy Parkinson, quien temblaba de pies a cabeza en brazos de Lavender. Blaise sostenía fiel a su Ron herido con fuerza y besaba su frente cuando era vencido por la melancolía.

—Esta fue una prueba de nuestra irremediable estupidez —reflexionó Harry en voz alta por sobre el ensordecedor estruendo —. Por caer todos en un mismo pozo terminamos vencidos. De no haber seguido a los Slytherins, aún estaríamos paseando por los pasillos de Hogwarts y, posiblemente, no se hubiese derrumbado esta caverna.

—De haberlo pensado mejor no deberíamos haber efectuado la apuesta la noche antes de huir —exclamó Bleatchley sonriéndole.

—Para empezar, no tendríamos que haber ideado la apuesta —dijo una voz seria y tan profunda que tardaron en reconocerla.

—¡Fue tu idea, Blaise! —contestó Gaby acercándose a él. Otro escombro cayó y la chica se abrazó a su espalda temblando.

—Lo sé..., por eso estoy arrepentido. Todos vamos a quedar bajo tierra por mi culpa, y probablemente nadie nos encuentre por un tiempo —una solitaria lágrima bajó por su mejilla.

Apiadada de sus palabras, Parvati se acercó a él también y habló con voz firme:

—Blaise, no todo lo que has hecho fue en vano. Mira¡míranos ahora¿Crees que antes de la apuesta habríamos sido capaces de tocarnos siquiera¿Crees que esto no ha servido en nuestra vida íntima? Nos sentimos usados, eso es verdad. Humillados¡y cómo! Pero hay algo que adquirimos luego de todas estas idas y venidas, hay algo en nosotros que ha cambiado —la chica fingió una caída a causa de los temblores y enseguida Warrington, que estaba a su lado, la atajó —. ¿Lo ves? —Warrington frunció el entrecejo, dándose cuenta que había sido engañado —. La letra con sangre entra, dice el refrán (N/N: otra vez la frase!). Así, con sangre y sudor entendimos como las cosas pueden modificarse, sin necesidad de amarnos unos a los otros ganamos contacto, sentimiento, diálogo. ¿Cuándo te hubieras imaginado que entablarías alguna conversación conmigo¿Cuándo has visto antes a Parkinson llorar sobre el hombro de Lavender? —la Slytherin se separó rápidamente de Brown —. No podemos pretender una unión fraternal, ustedes y nosotros somos demasiados diferentes para eso. Pero debemos considerar el hecho de que esta apuesta nos dio lecciones, lecciones de vida muy importantes.

Increíblemente todos se habían quedado oyéndola en silencio, por encima de los ruidos de rocas, las mismas hasta parecían haberse apaciguado para dejar que su voz se oyera. Ninguno esperaba que tal discurso pudiera haber salido de los labios de Parvati Patil, quien no tenía fama de chica inteligente, precisamente. Quizá no todos admitirían lo que ella acababa de decir, pero lo sentían, identificaban sus reacciones personales con aquellas palabras, y eso era más que suficiente. En otra ocasión hubieran permanecido Slytherins a un lado de la habitación y Gryffindors a otro lado, esperando que algún derrumbe los separase del contacto visual. Así de drásticos habían sido toda su vida con su relación. Sin embargo ahora uno los veía en el medio, juntos, intercambiando palabras, animándose a gritar lo que cada uno creía, aunque fueran a desatar una pelea, hasta para eso se habían tomado más confianza.

Parvati bajó la voz, ya que ahora se le hacía muy difícil hablar para todos, y dijo al moreno:

—Mira hasta que punto ha llegado esto que..., Blaise, por tu culpa me gusta Millicent Bullstrode —un sonrojo mortal se apoderó de ella. No se había dado tiempo a arrepentirse de confesar tal secreto.

—‚?Es broma? —Blaise sonrió incrédulo.

—¡Puedo jurártelo! Pero baja la voz —Blaise asintió y le corrió unos mechones del rostro como muestra de cariño.

—Muchas gracias. Es cierto que todo esto nos ayuda a liberarnos de prejuicios. Yo tuve muchos contigo, pero me retracto totalmente de ellos.

—No eras tan malo después de todo —sollozó Parvati, sin poderse creer que un chico como él hubiese ideado una apuesta tan perversa, a lo que el moreno asintió con la cabeza.

—A decir verdad, antes era diferente. Esta faceta de mí es nueva —sonrió. Era cierto, ni él mismo se creía capaz de ser tan sensible.

Un aura de polvo comenzó a cubrirlos por completo, arrancando toses y estornudos. Cada vez se sentían más asfixiados, los desconcertaba el hecho de no ver a su alrededor más que polvo, y pronto las únicas varitas prendidas apagaron sus luces. Y Harry sonrió. Era irónico: él era el salvador del mundo, y estaba a punto de morir en aquella caverna, como otro más de las decenas de personas que allí había. Lo único de lo que realmente estaba aliviado, era de haber dejado a Draco durmiendo en aquella cama. ¿Has visto, Harry, se dijo a sí mismo en forma consoladora¡Con lo poco que pudiste hacer salvaste una vida! Sintió la mano de Hermione sobre la suya, y poco después varios que se aferraban a él con desesperación, con el terror de quedar perdidos en la negrura.

Aún así, nadie se dejaba terminar de convencer de que irían a morir.

El suspenso los mataba, hacía cerca de quince minutos que estaban ahí parados, sin animarse a mover un músculo, conforme la vista se les iba turbando y la oscuridad trucaba sus pensamientos, jugando con los ruidos y los movimientos de su entorno. De pronto, el suelo comenzó a temblar violentamente y sintieron que algo se alzaba a su alrededor. Cuando el temblor del suelo cesó un poco, Neville se animó a estirar la mano tras la humadera, y lo primero que hizo fue lanzar un grito de terror.

—¡Hay una pared¡Hay una pared¡Estamos encerrados! —ahora se escucharon los llantos y los gritos desesperados de aquellos que han perdido toda esperanza.

Blaise sintió una patada en el corazón cuando esos ojos celestes brillaron en la oscuridad. Hubiera preferido que Ron durmiera hasta el final. Lo ayudó a incorporarse y se puso de pié con él —. Debes saber que te amo —le susurró al oído y lo abrazó con fuerza por la cintura.

—¿Qué pasa? —preguntó este con su característica expresión de terror y Blaise besó su cuello entre lágrimas, como última demostración de devoción.

—Estamos esperando la muerte —susurró la voz de ultratumba de Gaby en estado de shok. Parvati la miró, divisándola en la oscuridad, y se abalanzó sobre ella a empaparle el pecho. Gaby puso los ojos en blanco e intentó calmarla palmeándole la cabeza.

Recién cuando sintieron la fría pared contra sus espaldas supieron que la caverna los estaba encerrando en un aro.

—‚?MORIREMOS APLASTADOS! —se oyó una voz entre los gritos.

Ron encontró el hombro de Harry y se acercó a él, empujado a su vez por la coacción de las paredes.

—¿Dónde está Herm? —gimió desesperado.

—¡Aquí a mi lado! —no, esas no serían las últimas palabras que dijera. Esa no sería la última vez que vería a su amigo. No sabía como la caverna había terminado por aprisionarlos de aquella manera, aplastándolos como si fuese una trituradora de carne, pero no, no irían a morir. La cicatriz comenzó a dolerle —. No..., no vamos a morir—su nariz encontró la pared. Los que habían podido se habían escurrido tras él.

Los cuerpos se iban contorsionando a medida que el anillo mortal se seguía cerrando.

—Los primeros serán los del medio —lloró una voz perversa.

Era desesperante, iban a ser triturados los unos a los otros con el efecto "cascanueces". Lo que menos se habrían imaginado todos ellos era que irían a morir unidos. Era una muy cruel ironía, ahora estaban tan unidos que hasta estaban rompiéndose los huesos. Ahora, en medio de los apretujones, se miraban y se daban cuenta que ya no eran Slytherins, ni Gryffindors. Ya no había diferencias. Harry podía ver a Warrington, podía ver a Parkinson, a Bullstrode, podía ver a Crabbe y Goyle, quienes se habían resignado a seguir buscando a Draco y habían decidido huir por su cuenta, podía ver a Nott, a Marcus Flint, a Pucey, quien para aquel momento ya estaba recuperado del golpe, sudando y gritando entre los cuerpos. Momentos antes le hubiera deseado un final así por hacer lo que había hecho con Seamus. Pero esta situación no podía deseársela a nadie aunque quisiera, estaban todos en una misma bolsa.

—Por favor, ya basta —susurraba Harry. Era aquel su último recurso, suplicar. Suplicar que fuese un sueño, suplicar que a su lado no fuesen Ron y Blaise quienes enrojecían sus rostros, disputándose entre los cuerpos, intentando mantener su lugar en el mundo por algunos minutos más. Que no fuese Hermione quien gemía tras suyo, apretándose a sus caderas, haciendo sus huesos crujir. Se les acababa el aire, creyó que iría a desmayarse.

Las paredes iban disminuyendo la rapidez conforme iban apretando más a la multitud. Ahora el dolor era más intenso y más lento. Entonces alguien comenzó a cantar. Era una canción simple y tranquila, pero potente a los oídos desesperados. Muchos intentaron unírsele, pero la mayoría no la sabían.

—¡Si vamos a cantar, cantemos una que nos sepamos todos! —gimió Ginny con dificultad, presionada entre los cuerpos de sus compañeros, quienes repitieron el reclamo para que todos pudieran enterarse de la propuesta.

Al parecer, la respuesta era obvia. ¿Cuál era la única canción que todos allí sabían perfectamente?

—¡Que empiece Weasley que es quien más se la sabe!

—¡Sí, que empiece Ron!

A coro pidieron que Ron comenzara la bendita canción. Éste suspiró resignado. ¡Lo que le faltaba, que lo humillaran minutos antes de morir! Pero tomó aire, abrió las cuerdas vocales y comenzó con su voz ronca y carente de entusiasmo:

Weasley is our King,
Weasley is our King,
He didn't let the Quaffle in,

Weasley is our King

—¡Así no era la versión original! —protestó Warrington.

—¡Me rehuso a cantar SU versión! —contestó el pelirrojo indignado.

La lentitud de las paredes había dado lugar a que la discusión siguiera su rumbo y los Slytherins, orgullosos, comenzaron a cantar:

Weasley cannot save a thing
He cannot block a single ring
That's why Slytherins all sing:

Weasley is our King

Siguiendo el ritmo, los Gryffindors repitieron su canción al mismo tiempo que la de los Slytherins.

Weasley was born in a bin Weasley can save anything
He always lets the Quaffle in He never leaves a single ring
Weasley will make sure we win That's why all Gryffindors sings:
Weasley is our King

La presión continuaba apretujándolos cada vez más, intentando acallar las voces, que ahora se alzaban más que nunca impidiendo que las terminasen de apagar.

Weasley is our king
Weasley is our King,
He always lets the Quaffle in He didn't let the Quaffle in,
Weasley is our King

Los huesos crujían...

Weasley cannot save a thing Weasley can save anything

La sangre se les subía a la cabeza.

He cannot block a single ring He never leaves a single ring,

Los dedos se les entumecían.

That's why Slytherins all sings: That's why all Gryffindors sings:
Weasley is our King

Ya la canción era un llanto lastimero y pobre. Pero todos juntos fueron acoplándose a una nueva melodía, que se elevó con el último respiro de los presentes:

Weasley could be a lot of things

But in this moment all we need is to sing:

Slytherins and Gryffindors dead in the ring

-.

-.

-.

-.

-.

-.

-.

(N/N¿No creían que iba a terminar ahí, verdad?)

Como si el canto de unión hubiese sido oído por dioses misericordiosos, las paredes que habían estado a punto de descuartizarlos se detuvieron. Entonces sintieron como el suelo los levantaba, y los subía por el cilindro de piedra hasta una planta superior.

Aturdidos, llorosos, sucios, asustados y de más adoloridos cayeron al suelo ni bien se hubieron sentido libres. Sus cuerpos sonaron como bolsas de papas, y tardaron un momento en darse cuenta de que estaban siendo observados por varias personas. Pero, al ver quienes eran, tuvieron que pestañar varias veces y convencerse de que no estaban alusinando. El lugar no era uno que veían todos los días. Era una salita baja, desprovista de inmobiliaria y lujos menores, sólo iluminada por la luz del nuevo día que entraba por un peculiar balcón. En ese castillo no había balcones, sino torres y terrazas circulares, ese tipo de arquitectura no era la adecuada para aquel edificio, por eso el ambiente era tan extraño.

—No entiendo que fue lo que salió mal, Albus —se oía la voz de Minerva McGonagall.

—Al parecer nos perdimos de algo... importante —señaló el profesor Snape, manteniéndose prudentemente en su lugar a un rincón de la habitación, quien aún llevaba heridas de la noche de guerra —. Potter y sus compañeros no estaban en el plan¿o sí? Sería interesante preguntar que ha ocurrido aquí.

Harry se levantó temblando de pies a cabeza.

—¡Explíquenos que es todo esto! —gritó furioso. La cicatriz le ardía como si le hubiesen metido un hierro ardiente en forma de rayo en el medio de la frente. Sabía que Dumbledore estaba detrás de todo el embrollo, su actitud era la misma con la que había actuado antes de confesarle a Harry que había estado negándole el secreto más importante de su vida, y no tenía intenciones de ser cortés con él, a pesar de haberse mentalizado durante el año para olvidar los rencores que guardaba contra el director. Dio una rápida mirada a su alrededor, dándose cuenta de que quienes estaban sentados a un costado sin participar eran nada más y nada menos que los demás miembros de la Orden del Fénix. Quizá no creían necesario enfrascarse en asuntos escolares.

—¿Están todos bien? —preguntó preocupado el hombre de barba blanca.

—¡OH, SI ESTAMOS DE MARAVILLA! —terció Dean Thomas con sorna desde el suelo.

—¿Cómo se sentiría usted si lo hubiesen confinado en un sótano al que se le cierran las paredes y el cual estuvo a punto de sacarle los huesos por la boca? —contestó Harry apretando los puños. McGonagall intentó hablar:

—Lo sabemos. Ahora, si nos oyeran...

—¿Ustedes son responsables? —preguntó Mariza Reelowcraft tratando de incorporarse de la mejor forma posible.

—En cierta forma...

—¿QUE NO VE QUE POR POCO NOS MORIMOS?

—Thomas, es una cuestión de...

—¡Parvati no me responde! —Gaby sostenía a la castaña quien tenía la cabeza caída y flácida sobre uno de sus hombros. McGonagall la tomó en brazos.

—La llevaré con Poppy de inmediato.

—¡Aguarde! —Millicent se acercó a la profesora —. Acuéstela en el suelo —ordenó.

La profesora se la quedó mirando sin entender.

—¡Acuéstela en el maldito suelo! —antes de que McGonagall pudiera tomarla por los cabellos o amonestarla por la impertinencia, la Slytherin tomó a Parvati con facilidad, la acostó en el suelo y comenzó a... hacerle respiración boca a boca.

De más está decir que las mandíbulas de todos los presentes cayeron al suelo en ese instante. Menos la de Blaise, claro estàquien sonrió de lado, sin poder ocultar la efímera repulsión que la situación le causaba.

—¿Qué cree usted que ha...? —la profesora de Transformaciones ahogó sus palabras cuando Parvati abrió lentamente los ojos y pestañó. Al ver a Millicent sonrió y la abrazó por el cuello con dificultad. Esta la levantó y, sin ninguna delicadeza, la apoyó sobre su hombro como un costal de frijoles.

Harry miró a Dumbledore furtivamente, obligándolo a proseguir con el tema que había dejado pendiente. Lo de esas chicas había sido sorpresivo, por no decir repulsivo para muchos, pero aún así carecía de importancia. El director se aclaró la voz y volvió a enfrentar a los alumnos.

—Voy a explicarles que ha ocurrido hoy pero, por favor, ruego que no me interrumpan. Luego podrán tirarme hechizos, insultarme, romper mi despacho —miró a Harry significativamente. A este no le causó la menor gracia, pero Dumbledore no parecía haberlo dicho con el fin de hacerlo reír —. Para empezar, actuamos de forma desesperada. Jugamos con la confianza de nuestros alumnos, apelando al engaño y a la carnada. La guerra inminente está muy cerca, y pensamos en tomar medidas algo drásticas para descubrir a las mentecillas oscuras del colegio —se detuvo un momento, esperando a que asimilaran sus palabras.

—¿Acaso usted está hablando de las... cartas¿Ustedes planearon todo esto? —profirió Adrián Pucey con dificultad, delatándose estúpidamente.

El director asintió, logrando que quienes habían caído en la trampa se sintieran terriblemente humillados y ultrajados, por no decir estúpidos, y todos los adjetivos negativos que se les ocurrieran. Pero ¿y el código de mortífagos? Las miradas resentidas cayeron sobre el profesor de pociones.

—¿Cómo que la guerra está muy cerca¡Estamos en plena guerra, por Merlín¡Anoche atacaron el colegio!

—Se equivoca, señorita Montague. Eso sólo fue..., un simulacro.

—¿TAMBIEN HICIERON UN SIMULACRO DE GUERRA?

—No, Thomas. El simulacro fue una "medida de gobierno", una sutileza de las autoridades para mantenernos asustados y refugiados como animales en nuestras jaulas. No corre por cuenta nuestra, aunque por desgracia nos ayudó en el plan. Pero piensen que de haberlo sabido no habríamos salido a defender el colegio con garras y dientes.

Todos intercambiaron miradas incrédulas. Realmente ya no sabían que esperar, esos últimos días les habían ocurrido demasiadas cosas como para descartar cualquier posibilidad.

—Pero aún hay algo que no termina de cerrar —reflexionó Hermione con la voz gastada —. Si lo del encuentro de los mortífagos había estado planeado... el lugar también estaba previsto¿verdad? Ustedes deben haber desviado la tubería que salía del baño de Myrtle la Llorona hacia el pasadizo del cuadro. ‚?Acaso no pensaron que era demasiado peligroso mandarlos a la entrada obstruida de la Cámara de los Secretos?

—VeràSeñorita Granger —comenzó Snape con calma —. La plataforma que los transportó hasta aquí desde el piso inferior era la encargada de traernos a los mortífagos una vez capturados, cuando las paredes se cerrasen a su alrededor en un círculo considerablemente pequeño. Ocurre que este círculo estaba calculado para la mitad, por no decir el cuarto, de la gente que está frente a nuestros ojos en este momento, y por eso sufrieron el apretujón. De todas formas han tenido suerte, de haber habido allí abajo una sola persona más, no hubieran sobrevivido —sus labios dibujaron fugazmente una morbosa sonrisa. Harry no pudo evitar pensar en Draco, pensar que él pudo haber hecho la diferencia que les costase la vida. Su mente se congeló al notar que Snape estaba clavando fijamente sus ojos negros en él —. Lo que no logramos explicarnos es como llegaron ustedes a la trampa de los mortífagos.

Hubo un silencio sepulcral, en el cual ninguno de los presentes tuvo el valor para mirarse.

—Es una larga historia.

Los hermanos Montague, Mariza, Pucey, Warrington, Bleatchley, Parkinson, Millicent, Blaise e incluso Crabbe y Goyle contuvieron el aliento. Si alguno de esos Gryffindors contaba algo de lo sucedido hacía dos noches¡Merlín¡Ya hacía dos noches que andaban en aquel tema, sería su completo fin.

—Todo comenzó cuando sospechamos que los Slytherins estaban haciendo algo contra nosotros —comenzó a relatar Hermione, obviando el hecho de que la estaban matando con la mirada. Al parecer, ninguno de sus compañeros se animó a interrumpirla. Ni siquiera Harry, quien pensaba que no era buena idea contarle a Dumbledore sobre la apuesta, ya que este había demostrado ser algo drástico con sus decisiones, y cabía la posibilidad de que organizara una castración en masa... Bueno, quizá no fuera para tanto —. Decidimos no prestarle demasiada atención al asunto, no nos gusta acusar a la gente sin sentido —Pansy puso cara de asco, pensando seriamente en como algún día pudo llegar a gustarle una chica como ella —. Pero luego de la fiesta de Halloween, supimos la verdad —intercambió una rápida mirada con Harry, quien la desvió hacia el suelo —. Los Slytherins planeaban..., una emboscada.

Hubo una pausa, en la que no se oyó un solo respiro.

—¿Entonces? —preguntó McGonagall con impaciencia.

—Entonces... esa noche, nosotros íbamos al séptimo piso para..., para atender asuntos personales —miró a Dumbledore significativamente, quien le sonrió. El hombre realmente se había creído que habían ido a una reunión del ED en la sala de los Menesteres —. Y ellos de alguna forma lo sabían, y decidieron emboscarnos. Pero las cosas no ocurrieron como las planearon, porque esa misma noche ocurrió el ataque al colegio, y no fuimos a atender nuestros "asuntos personales" al séptimo piso. Entonces lo dejamos para esta noche —Hermione iba a atando cabos de manera rápida y deductiva —. Ocurre que de camino, encontramos a dos Slytherins haciendo guardia en un cuadro peculiar del sexto piso. Decidimos ver que era lo que se tramaban, no nos conformamos con continuar con nuestro camino, y nos escondimos. Cuando vimos que muchos se acercaban al cuadro y lo abrían nos precipitamos hacia ellos. Quisimos hacernos los héroes y ellos los villanos... Y así perdimos todos —miró al suelo fingiendo arrepentimiento.

Los Slytherins largaron el aire que habían estado conteniendo.

—Siempre supe que la pendeja era buena actriz —susurró Millicent a Pansy, quien le devolvió la sonrisa.

—Sí¿verdad? —ya habían estado antes en una situación parecida, y de no haber conocido lo que verdaderamente había ocurrido, Parkinson estaba segura de que hubiera sido engañada también.

—Ya veo —asintió Dumbledore mirando por encima de sus anteojos las caras estúpidamente aliviadas de Parkinson y compañía —. Bueno, supongo que si ya tenemos custodia de mortífagos no nos hace falta seguir con todo esto. No me gusta perseguir a mis alumnos, menos sospechar sobre su intimidad. No voy a obligarla a dar nombres, señorita Granger, ni a ninguno de ustedes. Tampoco me interesa escucharlos. Supongo que descarté el hecho de que contamos con aurores natos en este colegio.

—Desde el principio supe que era una idea algo..., descabellada, Albus —murmuró Minerva masajeándose las manos con inquietud, como si hubiese querido decirle eso hace mucho tiempo.

—Pero..., entonces ahora...¿las cosas van a quedar como están? —preguntó Snape con un dejo de desilusión.

—Si quiere puede bajarle puntos a Slytherin, los sospechosos son alumnos suyos —Snape frunció la nariz —. Pero si me permite una opinión —observó fijamente a la fila de Slytherins que se mantenían con caras de "¿Y ahora qué?" —, creo que aún es muy pronto para juzgar el futuro que tomarán nuestros alumnos.

—Albus no creo que sea correcto absolver a mis alumnos de las responsabilidades. ¡Podrían haberse matado por hacerse los héroes!

—No nos engañemos, Minerva. Han estado en peores circunstancias, saben que hacer cuando lo creen necesario. O eso espero —levantó una blanca ceja a Harry y a éste le pareció que le estaba sonriendo —. De todas formas ya lo sabes, es tu responsabilidad la de estos Gryffindors y no me opondré a las medidas que pienses tomar con ellos.

—Profesor, insisto en que aquí hay algo extraño —susurró Snape al oído del director con suspicacia mirando, como no, a Harry.

—Si las hay ellos lo sabrán, Severus. Nuestra responsabilidad termina aquí.

De pronto sintieron que el piso comenzaba a temblar. Todos miraron al hueco circular del centro, la plataforma por la que habían subido no estaba. Alguien más había caído en la trampa de mortífagos y ahora subía por el cilindro de piedra. Todos contuvieron el aliento cuando poco a poco una figura fue emergiendo del suelo. No se mostraba aterrada, ni mucho menos. Su semblante era espectral, sus ojos parecían estar cubiertos por una densa nube gris. Y su cuerpo...¿cómo decirlo?..., desnudo, completamente.

Los profesores se petrificaron en su lugar. Pansy y Blaise se miraron con impresión.

La luz matinal refulgía en su piel pálida, algo maltratada, iluminándolo en las penumbras. Registró la habitación con un rápido vistazo. Harry sintió que su cuerpo sufría un shok cuando esas orbes se posaron en sus ojos desde el centro de la habitación. Supo entonces que estaba acercándose a él. No parecía tener percepción de la realidad, por la tranquilidad de su rostro y su andar. Él, en cambio, estaba ahí parado haciendo el contraste, sucio y transpirado, hasta hacía unos segundos había sido el tipo frío que enfrenta a las autoridades, otra víctima de la trampa mortal de los mortífagos, el único Harry Potter. Pero en ese instante el mundo parecía desvanecerse a los pies celestiales que se acercaban lentamente. Así como él demostraba que todo a su alrededor no existía en absoluto, así Harry lo experimentó también por un momento.

Aquellos movimientos engatusaban sus sentidos, repartiendo el efecto por todo el salón con la sola acción de caminar. El cabello cayendo desordenado y elegante, cubriendo la mitad de su rostro. Era imposible descifrar aquel semblante, no sonreía, no estaba triste, sólo estaba allí, siendo, sintiendo, mirando. Hasta llevaba arrastrando en sus pies la sábana blanca de la cama en la cual había estado durmiendo.

Como una gacela que surca los jardines del Edén. Como agua bendita en manos de santo. La actitud de ese sujeto era irreal, estaba lunático.

—¿Por qué me dejaste? —oyó Harry que silbaba en su oído, una vez que estuvo parado a escasos centímetros de él.

El niño de oro sintió que iba a derretirse en sus brazos. Había comenzado a temblar, pero no era miedo. ¿Nervios quizÿ Era eso. Era todo junto. Él le hacía sentir todo junto. Harry lo miraba negando con la cabeza. Estaba desnudo, sin pudores. Ahora que lo tenía frente a frente se daba cuenta la poca cordura que era capaz de concebir. Era un hada sin sus alas, un cuerpo sin esencia. Y Harry lo conocía muy bien como para decir que esa situación sería la última a la que alguna vez Draco Malfoy se sometería. Entonces, cayó en la realidad abruptamente, y tomó la sábana que arrastraban los hermosos pies, cubriéndolo tembloroso con ella.

Tras titubear pudo articular:

—¿Qué estás haciendo?... estás...¡por Merlín! —loco era la palabra que buscaba¡estaba loco! —. Vas a..., enfermarte —fue lo primero que pudo decirle antes de taparse la boca con la mano. ¿Por qué se sentía tan extraño? Le era difícil asimilar tal espectáculo, nunca había visto al chico en ese estado. Le daba lástima y a la vez le causaba un desbarajuste, como si su sola presencia le revolucionase el suelo en el que se mantenía de pie.

El rubio sólo sonreía, como perdido en él. Aún en aquel estado tenía el don de dejar a todos con la boca abierta, y de obnubilar a Harry. Ahora las nubes grises se iban esclareciendo, la demencia fue patente en sus ojos cuando cayó en la cuenta de que su más ferviente obsesión estaba tan cerca suyo, tapándolo con una manta. Sus dedos se retorcían conforme sus manos iban buscando la forma de tocar el rostro de lentes. El moreno seguía mirándolo con firmeza, aún totalmente impresionado. Hasta que fue tomado en un beso, dado como si fuese el último. Draco, cansado de no conseguir que su mente le diese acceso a tocar el rostro, se lanzó con los labios, quienes pudieron atravesar el interfaz de su razón. Y dejó caer la manta otra vez.

Hubo un ahogado respiro.

—¡Por Merlín! —susurró Minerva, acompañada de los murmullos apáticos de los demás profesores. Sin embargo todos la consideraban una situación tan delicada que no tenían valor ni recursos para intervenir.

—Albus, necesitan un médico —gimió Tonks, quien hasta el momento no había dicho palabra.

—Déjalos que terminen de hablar y estén dispuestos a aclararnos las cosas.

—No hablo de Harry y el niño Malfoy¡hablo de Remus y Severus!

Los dos hombres habían sufrido tal colapso ante esa imagen que se desplomaron al segundo en el suelo.

Harry logró apartarse de Draco y esbozó una sonrisa preocupada.

—Sabes que después te arrepentirás de esto¿no es así? —susurró Harry con la esperanza de recibir un destello del antiguo Draco en el semblante, el miedo a la humillación pública o alguna de sus características.

Pero falló horriblemente.

—Los espectros sólo tienen ojos para ver lo que buscan. Estoy muerto, Harry..., morí cuando tú me abandonaste —susurró el rubio sonriendo, perdiéndose en los ojos verdes de vuelta, quienes se encontraban desconcertados.

—Estás... jodidamente loco —alcanzó a decir Harry alterado. Se sacó la camisa y se la colocó a Draco con rapidez, intentando cubrirlo al menos un poco. Este, al tenerla puesta, comenzó a olerla. Sangre seca, aquella que él mismo le había quitado del cuerpo la otra noche. Acarició con el dorso de la mano una mejilla de Harry, intentando opacar su angustia, y este no pudo retenerse más. Tomó al rubio por la nuca y se hundió con él en un beso lleno de fuego. Le adentró la lengua de la forma más obscena que pudo, calmando un poco su desenfreno erótico —. Estás enloqueciéndome —lo besó una vez más, dejándole los labios rojos —. Deja de seguirme —de la nuca sus manos bajaron hasta los frágiles hombros. No podía mirarlo. Lo abrazó contra su pecho desnudo —. Basta, por favor. No me hagas esto. No te hagas esto, no tiene sentido. ¡Estás lastimándote¿Por qué las cosas no pueden ser como antes? —se encontró tragándose las lágrimas —. Por favor, tú me odias... nos odiamos¿lo recuerdas? —era su culpa que el chico estuviese así, había jugado con su poca estabilidad mental, lo había llevado al límite. Quizá no estaba en lo cierto, pero sentirse culpable era una forma de hacerse cargo de él.

—Nadie dijo que había dejado de odiarte —contestó el rubio con su voz impasible —. Voy a demostrarte que soy un espectro. Acompáñame al balcón.

Se separó del pecho de Harry y se encaminó hacia la puerta doble de vidrios grandes.

—¡Espera! —seguro de que haría alguna estupidez, Harry lo siguió con el corazón en la boca. Draco abrió las puertas, salió al amplio balcón semicircular y se precipitó al borde de este, trepando el tapial que lo separaba del vacío.

Harry lo tomó por la cintura, resbalándose ligeramente con el agua del suelo. Al parecer estaba comenzando a llover.

—¿Estás demente? —¡qué pregunta!

—Confía una vez en mí, Harry. Déjame demostrarte que puedo volar.

Harry tembló de pies a cabeza.

—Por favor, baja —susurró. Levantó la mirada y sus anteojos comenzaron a llenarse de gotas de lluvia. Un viento les heló los cuerpos semidesnudos.

—Déjame mostrarte..., luego volaremos juntos...

—¡Cállate¡Cállate¡Estás diciendo locuras, date cuenta! —comenzó a respirar agitado y a tiritar a causa del frío.

La fuerza comenzó a fallarle, y el cuerpo sedoso de Draco se fue desprendiendo de sus brazos, hasta quedar parado en el borde, mirando abajo con una pequeña sonrisa.

—¡Ese idiota va a matarse! —Blaise corrió en dirección al balcón, seguido por varios compañeros, pero cuando estaban por salir, las puertas se les cerraron automáticamente en las narices. Golpeó el vidrio pero este se mantenía rígido. Miró a Dumbledore desesperado, quien apuntó las puertas con su varita, pero ningún hechizo fue capaz de abrirlas.

—Harry, dame una oportunidad —continuaba Draco.

—¡No, bájate de ahí, por favor! —se acercó un poco.

—Si me tocas saltaré más rápido.

—¡Draco! —Harry lo miraba suplicante. Su pecho se sacudía violentamente —. Por favor..., no quiero volar, de veras.

—¿Por qué no, Harry? Ya has volado en escobas, en hipogrifos —sus ojos volvían a tornarse neblinosos —. ¿Cuál es la diferencia?

El viento se hizo más potente y helado, y la lluvia más copiosa.

—¡Que tú no puedes...¡Que no debes volar con esta tormenta! —gimió Harry cubriéndose con un brazo.

—Sigues sin confiar en mí —la mirada desquiciada de Draco se posó en él. El viento se detuvo un segundo con el aire que respiraban —. ¡Nunca vas a confiar en mí! —comenzó a llorar en silencio, a soltar lágrimas de tal forma que hasta causaba impresión, como si de repente estuviera echando la lluvia por los ojos.

Volteó al vacío.

—¡No...!

Y saltó.

Harry, con un último respiro, se dejó caer tras él, buscando tomarlo de alguna forma.

El vidrio cedió, y desde adentro lograron romperlo, precipitándose todos al barandal de piedra.

—¡Van a morir!

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Subido al límite

del viejo edificio

Angelito sonríe y se excita

de pensar en caer

caer, caer...

borde del atardecer

todo por un precipicio

se esta haciendo tarde

y parece que va a llover...

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—Vayámonos juntos...

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Lo primero que vio al despertar fue el frío cielo raso del hospital San Mungo, y el olor a jarabes y brebajes. Entonces le vino todo a la mente de un soplido.

—¡Harry! —se sentó y su columna le obsequió una puntada ejemplar. Gimió mirando a su alrededor al tiempo que se sostenía la cadera. Alzó la vista y la posó en la cama de al lado. Allí, anestesiado, estaba el cuerpo herido de Harry. Lo llamó varias veces pero no recibía respuesta y esto lo puso histérico. ¿Acaso ahora dirían que era su culpa que el niño de oro estuviese en aquella cama de hospital¡Él iba a volar! Pero algo los detuvo, algo no los habían dejado remontarse.

Se bajó de la cama descalzo, sintiendo las costuras de ese molesto delantal en su piel. ¿Por qué cubrían su hermoso cuerpo con aquella tela que lo catalogaba como enfermo? El estaba más allá de lo sustancial, no necesitaba vestimentas. Se desató la bata blanca y se acercó a la cama donde yacía el moreno, aún inmerso en el inconsciente. Que rostro pacífico, ojala él pudiera aventurarse en sus sueños también. Acarició lentamente su rostro... y pensar que ya lo había visto así antes, dormido e inconsciente. Despacio, muy despacio, fue corriéndole la sábana de hospital que le cubría el pecho, y lo acarició con manos sedientas, prendiéndose fuego por dentro. Que bien se sentía ser dueño nuevamente, sentirse al mando de la situación. Pero no era el momento de explayar sus deseos.

Se acercó al rostro dormido, sin aparatar las manos del pecho que a duras penas se lo sentía respirar.

—¿Qué nos han hecho? —susurró con voz temblorosa —. Nos han hecho caer, no nos han dejado remontar vuelo alguno. Aún nos desean en tierra, nunca nos dejarán libres, nos quieren como objetos sociales, tú me lo has enseñado... —le acarició el rostro, dejándose obnubilar una vez más —. Nos iremos de aquí, Harry, te lo juro —se separó del muchacho con nostalgia y se irguió —. Cuando estés mejor, vendré a buscarte.

Levantó la vista y lo primero que vio fue una gran ventana al otro lado de la luminosa habitación teñida de beish. Era de tamaño considerable, resultando la hermosa iluminación, su impecable vidrio oculto tras una cortina de seda blanca. Como cegado por la visión se acercó a ella y corrió la cortina. El panorama no era nada del otro mundo, pero Draco no prestaba atención a él, miraba los marcos de la ventana: su cuerpo cabía a la perfección por ella. Forcejeó la trabita que no le dejaba levantar el vidrio, pero aún así no pudo abrirla. Esta no impediría que él saliese por aquella ventana. Pero..., un segundo¡no tenía su varita!

Resignado se acostó con dificultad en su cama, no sin antes ponerse nuevamente el traje de hospital para llamar a la enfermera. Al mejor estilo Malfoy-drama pidió que le abrieran la ventana porque se sentía encerrado, y fingió quedarse sin aire. Cuando Draco le dijo que lo dejase descansar, la enfermera se recordó revisar su cartilla médica para verificar si tenía antecedentes de claustrofobia. Ni bien se hubo ido la mujer, el chico procedió a levantarse, crujiéndole la columna en dolorosa fluctuación, para acercarse una vez más a la tentadora ventana. Puso un pie sobre el alféizar y miró hacia abajo, como lo había hecho aquella vez en el peculiar balcón del castillo. Pero ahora no tenía a nadie que lo detuviese. O eso creía hasta que escuchó los quejidos a sus espaldas. Harry abría los ojos, verificando que no podía mover otro músculo más que los de su rostro. La caída había sido al parecer muy fuerte, porque todo su cuerpo se encontraba sumergido en una intensa anestesia. No podía creer que hubiera salido vivo de aquello, más teniendo en cuenta que había puesto el cuerpo para evitar el impacto de Draco.

¡Draco! Harry miró por el rabillo del ojo al chico parado cerca de la ventana, el cual le devolvió una sonrisa.

—Despertaste —esos ojos grises brillaban de gozo, pero Harry juraba que aún estaban velados por la locura.

—Estamos vivos —suspiró.

—Harry, iba a irme sin ti, lo siento, es que como no despertabas...

—¿Irte¿Adónde piensas irte?

Draco señaló con calma la ventana. Harry tragó con dificultad.

—Dra-Draco no otra vez...

—¡La otra noche nos detuvieron, no nos dejaron terminar de caer!

—¡Dumbledore amortiguó la caída, por eso no nos matamos! —su voz quedó afónica al instante por haber dado tal grito. No podía creerlo, el chico estaba prácticamente ileso, excepto su caminar errante y arqueado a causa de la columna, y en vez de agradecerlo a los mil santos ¡se proponía saltar nuevamente por una ventana!

—No lo entiendes —Draco se perfiló hacia él —. Necesitábamos caer con todo el peso del cuerpo para remontar el vuelo. La situación límite hace al milagro, Potter.

—Estás... diciendo incoherencias otra vez —Harry comenzó a respirar agitadamente.

—No, Harry, sólo escúchame. Yo ya estoy más allàpero tú aún debes...

—¡Ya basta con eso, Draco¿Otra vez con el tema del "fantasma"¡Santo Dios¡No estás muerto, Draco, no lo estás¡No puedes volar, si te tiras por la ventana te matas! —carraspeó. Esa maldita garganta suya.

Draco dio un suspiro de fastidio. Lo único que le faltaba decir para ser un loco perfecto sería algo como "Estos mortales no entienden nada". Pero, aunque lo dio a entender, no lo dijo en voz alta. Harry estaba poniéndose nervioso, si no podía convencer a Draco con palabras nada más podría hacer para detenerlo.

—Vendré a buscarte cuando puedas moverte, te lo juro —dijo Draco con calma, como si ese fuera el problema principal.

—Draco, por favor, no saltes...¡por favor!

—¡Nunca crees nada de lo que te digo! —ahora el rubio tomaba nuevamente esa expresión desquiciada —¡Te crees el único capaz de todo aquí, los demás somos todos locos¿verdad!

—Draco...

—¡Siempre te has creído superior a todos, y por eso no confías en mí!

—Draco...

—¿Ahora me vas a decir que arriesgué mi vida allí arriba en el castillo sabiendo que moriríamos?

—¡Dra...!

—¡Pues no soy suicida!

—¡No, eres LOCO! —Harry retuvo el aire.

—¿Cómo me has dicho? —Draco se acercó desafiante a la cama donde el moreno yacía con el cuerpo sedado.

Harry lo vio de cerca, vio su rostro perdido. Por su parte él estaba muy sensible, todo había pasado muy rápido, y casi no podía creer lo que había sufrido por ese rubio. Jamás una persona lo había desesperado al nivel que él lo había hecho esos últimos días. Sintió que un par de lágrimas bajaban por sus mejillas, y a Draco esto pareció causarle cierto impacto.

—¿Por qué estás llorando? —frunció el ceño desconcertado.

—Porque siento que estoy perdiéndote —contestó Harry entre hipidos.

La expresión de Draco cambió completamente. Ahora abría bien los ojos y se acercaba más a su rostro.

—No, no pienses eso. Sabes que todo esto lo hago por ti.

—¡Draco, por favor, casi nos matamos!

—Harry, estás dándome lástima —contestó él negando con la cabeza —. Ya te lo he dicho, no fue mi culpa que nos hallamos lastimado de esta forma.

Si antes el chico había estado convencido de que era un espectro de sí mismo, ahora la necesidad de librarse de culpas lo hacía insistir en la cuestión.

—Lo único que quiero es que dejes de mortificarte —sollozó el moreno —. Estás lastimándome, y no lo digo por el cuerpo. Si saltas por esa ventana, Draco, nunca más me repondré. Te necesito a mi lado... Acaríciame.

Harry cerró los ojos, dejando que la mano fría le acariciase el rostro. No quería perderlo, no le importaba que estuviera más loco que una cabra, lo necesitaba.

—Espérame. Espera a que esté mejor, no te vallas —imploró una vez más —. Quédate conmigo por las noches, haciéndome compañía en el hospital. Si te vas me muero, así como te ha pasado a ti.

Draco meditó las palabras un segundo. Y asintió con la cabeza.

—Gracias —Harry dejó soltar el resto de sus lágrimas, aún sin poder creer que lo hubiera convencido. Recordaría decirle a la enfermera que no dejase más la ventana abierta.

—¿Hay algo más que pueda hacer por ti? —preguntó Draco.

—Sólo quédate a mi lado un rato.

—Claro —sonrió y lo besó en los labios.

Un suspiro fue la respuesta de Harry. ¿Quién sabía si lo había hecho por la locura o porque en verdad lo sentía?

Pasaron los días, y Draco fue olvidándose del delirio de los muertos y los espectros con un buen descanso, una buena alimentación..., y una buena medicación, claro está. Así mismo, Harry fue recuperándose, había sufrido dislocaciones graves y con frecuencia era llevado a la sala de cirugías. Quizá los médicos muggles no podrían haberle salvado los miembros, pero no había nada (o casi nada) que un poco de pociones y un toque de varita no pudieran resolver. Y si pensaba que una poción había sido capaz de hacerle crecer un hueso entero, lo de las fracturas parecía un problema menor.

A menudo los venían a visitar sus compañeros de casa y amigos del alma. Quienes siempre estaban al lado de su cama sin excepción eran Ron y Hermione hasta que eran sacados por las enfermaras cuando el horario de visita terminaba. A veces venía Ginny con la infaltable Luna, quien no parecía estar enterada de todo lo que había pasado. Con su relato podían adivinar cuales eran los rumores que se habían corrido por el colegio, y hasta cuanto sabían los demás. Nada del otro mundo "él y Draco se estaban peleando y cayeron". Ahora cómo habían llegado a la salita secreta del castillo seguía siendo un misterio para los curiosos. Harry se limitaba en sus explicaciones cuando hablaba con Luna y otros compañeros que no habían estado involucrados en los enredos mortales de la apuesta, y mentía en muchas ocasiones.

La noche anterior al alta de Draco, Harry se animó a bajarse de la cama para ir al baño, harto de usar la condenada bacinica, y descubrió que sus piernas no le fallaron en todo el trecho. Se dirigió a la cama de Draco para darle la noticia, pero al querer despertarlo...

—Merlín —no estaba en su cama —¡Draco!

—¿Qué te pasa¡No estoy sordo sabes! —el rubio se levantó de detrás de la cama y exclamó al instante —¡Válgame, estás caminando!

—¡Sí, no puedo creerlo! —la sonrisa se le borró al instante —. Pero¿y tú qué estabas haciendo?

—Buscando mis alas —contestó con voz lúgubre. El rostro de Harry palideció de forma brutal en menos de un segundo —. ¡Estaba bromeando! —rió Draco al ver su expresión. Se sentó en la cama y suspiró —. Antes hubiera jurado que era un muerto en vida. Me dejaste estúpido —miró a Harry con tristeza.

Harry se sentó junto a él. Nunca habían tocado aquel tema durante su recuperación.

—No me hagas esas bromas. ¡Casi me matas del susto!

—No seas un imbécil sentimental —contestó Draco con frialdad.

—No puedo no serlo a esta altura de mi vida, y tú tampoco. No era que estabas estúpido, lo tuyo ya era patológico.

—¡Oh, muchas gracias, ahora me siento mejor!

Harry sonrió y abrazó a Draco por los hombros.

—Estamos enfermos, hay que decirlo.

—Admitirlo es el primer paso.

Harry lo tenía tan cerca que no pudo resistirse. Draco le despertaba pasión, le urgía la necesidad de tenerlo cerca todo el tiempo, de estar con él por más molesto que se pusiera. Comenzó a darle aberrantes chupones en el cuello.

—¿Qué haces asqueroso? —efectivamente había vuelto a ser el de antes. Draco trató de apartarlo, pero Harry se lo impidió, riendo con picardía. Lo tiró de espaldas en la cama y continuó babeándolo apropósito, como si fuese un dulce —¡Sal¡Me das asco!

—Pronto comenzarás a disfrutarlo —susurró Harry en su oído, antes de lamerle el lóbulo con fascinación.

Se hundió en su boca como nunca antes, dejando fluir los deseos que había estado reteniendo todo ese tiempo. Se dio el gusto de besarlo por sobre el forcejeo, y el rubio supo que cuando quería algo lo lograba, porque a pesar de estar débil lo retenía con fiereza. El calor subía y le enrojecía el rostro, no podía negarse esta oportunidad. Pero si él hubiera empezado a besarlo hubiera sido distinto... ¡ahora era Potter quien lo controlaba! No podía permitirlo.

Cedió su voluntad por un momento, cuando Harry comenzó a adentrarlo en el éxtasis de su respiración y sus besos lánguidos. Pero volvió abruptamente cuando una mano comenzaba a infiltrarse en su entrepierna. En vez de detenerlo lo pensó mejor y ahogó su orgullo tomando el rostro de Harry, comenzando a besar sus labios, dejándose hacer, dejándose masturbar hasta el último gemido. La erección de Harry aún punzada en su entrepierna, desnuda bajo el traje de hospital, cuando lo hizo acabar.

—Eso fue estimulante —susurró el rubio.

—Lo necesitaba, lo siento —respondió Harry sonriendo: no parecía sentirlo demasiado.

—¿Ya no te trae sensaciones feas que te toque? —preguntó el rubio con algo de desilusión.

—Necesito que estés cerca mío, necesito que me toques, y eso es suficiente para mí.

La última noche de Draco en el hospital fue la más plácida de todas, ya que se quedaron completamente dormidos en la misma cama, oyéndose respirar y relamiendo su compañía en sueños.

Los despertó la molesta voz de la enfermera por la mañana, sobresaltándolos.

—Harry¿cómo has llegado hasta allí? —inquirió la enfermera con sorpresa, sonriendo con el hecho de que los dos enfermos de los que estaba a cargo se encontraban durmiendo juntos, uno encima del otro. Harry se bajó de la cama —. ¡Estás de pié!

Harry le sonrió con dulzura por toda respuesta.

Por la tarde, un hombre de largos cabellos blancos se paró en la puerta del hospital. Cuando le abrieron las puertas notaron que su mirada no era para nada amistosa. Se acercó enseguida a la recepción.

—Buenos días.

—Buenos días a usted, se… —la mujer pareció quedar muda de la impresión al ver su rostro.

—Vengo a ver a mi hijo, el señor Malfoy.

Tras buscar en las planillas, la mujer le indicó el piso y la habitación a la cual debía dirigirse. Se precipitó al ascensor con paso apurado, aferrando su bastón y los pliegues de la túnica. Llegó hasta la puerta y tocó un par de veces, pero no fue una enfermera quien lo recibió.

—Potter —frunció los labios de forma despectiva. Harry sintió que se quedaba sin aire y se abstuvo a preguntarle que diablos hacía fuera de Azkaban. Lucius tenía una apariencia menos radiante que de costumbre, su quijada parecía haber envejecido bastante en menos de un año —. Debo haberme equivocado de habitación.

—¡No, espere! —llamó antes de que el hombre se alejase —. Su hijo se encuentra en el baño. Pero si desea esperarlo en la habitación a mí no me molesta —mintió Harry mirándolo fijamente.

Lucius le devolvió una sonrisa desagradable y entró con ímpetu en la salita.

—Pensé que había habitaciones como la gente en este hospital —comentó con desprecio. Quizá la habitación no le hubiese causado esa repulsión si Potter no hubiera estado en ella también. De todas formas, de haber podido llegar antes hubiera exigido un mejor lugar para su hijo —¡Quieres dejar de caminar por toda la habitación! —se exasperó el hombre mientras seguía al chico moreno con la vista.

—Anoche comencé a caminar, no me culpe por querer aprovecharlo —dijo Harry. Lucius volteó los ojos.

Al instante, la puerta del baño en suite se abrió lentamente.

—¡Padre! —a Draco se le paralizó el corazón. No quiso llorar, tampoco correr efusivamente hacia él. Las emociones mostraban debilidad.

—¡Draco! —Lucius se acercó y tomó a su hijo por los hombros

—Estás...¿qué haces aquí? —los ojos del chico brillaban de emoción.

—Las leyes están cambiando, hijo mío, estamos en una época de cambios permanentes —se abstuvo de mirar la cara que tendría el niño de oro.

Draco contuvo sus lágrimas. No quería demostrarle a su padre que el accidente lo había puesto más sentimental.

—¿Cómo es que te ha ocurrido todo esto, hijo? —inquirió Lucius arqueando una ceja.

—Fue culpa de Potter —contestó el aludido ocultando una sonrisa.

Harry detuvo la marcha y miró al dúo rubio.

—Me lo imaginaba —sentenció Lucius mirándolo con despecho. Tras él, Draco le guiñó un ojo. No que esto fuera a aliviar a Harry demasiado.

—No es mi culpa que su hijo decida tirarse por todos los precipicios que encuentra —comentó no obstante.

Lucius no pareció, para alivio de Draco, darle importancia a aquellas palabras.

—Ya tendrás tiempo de contarme todo —el hombre se puso de pié —. ¿Estás listo¿Irás con esa ropa?

—No tengo otra, padre, me la han prestado los del hospital.

Lucius suspiró.

—Muy bien, pero apenas llegas te la cambias¿de acuerdo? Mañana irás a Hogwarts otra vez.

Tomó a su hijo por la espalda y se encaminaron a la salida.

—Nos vemos en la escuela... Potter —sonrió Draco con malicia antes de alejarse por el pasillo.

—Así lo espero.

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.—.—EPÍLOGO—.—.—

Pasados los días, las clases en Hogwarts volvieron a ser rutinarias para todos los que habían terminado en alguna cama del hospital. Pero si bien podría haberse dicho que luego de todo lo que les había ocurrido finalmente iba a haber una unión entre la casa verde y la escarlata, la realidad era que ahora raramente se los veía juntos. Había algo que llamaba la atención, y era el hecho de que ahora reinaba entre ellos algo que jamás se creyó posible: la indiferencia. Era triste, pero lo cierto es que ni un alma valiente fue capaz de cruzar palabra con algún integrante de su casa contraria. Como si de repente los bandos estuviesen divididos por una pared invisible, como si mirarse entre ellos estuviera penado por la ley de muerte, se mantenían siempre a distancia, callados y prudentes. Gaby era la única que mantenía una amistad más o menos estable con Lavender, pero ni ella misma hablaba sobre el porque de la repentina actitud fría y distante de los Slytherins.

Una vez, a la salida de una clase, Hermione creyó sentir la mano de Pansy bajo su camisa cuando se apresuraban a salir por la puerta. Pero al buscar sus ojos tras aquella melena rubia, obtuvo una mirada de desprecio tan grande que le dejó el estómago revuelto un par de horas. Así mismo ocurrió con Neville, quien al querer disculparse con Miles por su actitud de gata flora la noche antes de entrar por el cuadro, el chico lo miró con altivez y se alejó sin decir palabra, apurando el paso, como huyendo de sus mismos deseos. Parvati no rindió tan fácil, buscaba continuamente una mirada de Millicent, quien nunca se dignaba a dirigírsela, y ella supo que era cierto que ya no sentía nada por ella. Aunque en medio de una exposición oral sintió que le estaba prestando suprema atención. Seamus cuanto más lejos mejor, ni se molestaría en buscar contacto con Warrington, mucho menos con Pucey. Ginny y Mariza eran demasiado orgullosas y riñeras para darse otra oportunidad, de modo que si se cruzaban, ya fuese apropósito o sin querer, se limitaban a insultarse o a intercambiar miradas rencorosas. Pero nunca oirían a Ginny maldecirla a sus espaldas, ya que creía que Mariza era una chica muy triste y solitaria en el fondo.

Los humanos a veces nos cegamos tanto con que las cosas deben ser de una forma determinada que no nos damos la posibilidad de continuar un camino diferente. Sólo cuando es demasiado tarde nos damos cuenta que hemos perdido grandes oportunidades.

Obviamente no se irán a creer que Ron y Blaise terminaron de la misma forma. Su "discreción" era realmente envidiable.

—¡Cuando decía encontrar la química me refería a las pociones, señor Zabini!

—¡Haberlo dicho antes! —bufó Blaise, cuyo amor hiperactivo lo había hecho lanzarse sobre su Ronnald.

Bueno, aceptémoslo, los amores prohibidos no eran su fuerte. De todas formas, ni Blaise ni Ron estaban tan involucrados socialmente como para negarse estar juntos. Los padres de Zabini se encontraban en Francia, y de todas formas el chico no estaba metido en ninguna secta que lo comprometiera ni nada parecido. Ron, salvando las diferencias, no tenía mayores recelos más que aceptar que muchos compañeros lo miraran de forma extraña. Pero en fin, ese era el precio de hacer pública su relación con Blaise.

Sí que la apuesta había hecho cambios en los alumnos de Hogwarts, pero la mayoría no eran para bien.

Sin embargo, a diferencia del resto, dos personas continuaban tratándose exactamente igual que antes. Continuaban enfrentándose por los pasillos, aunque nunca estaban solos. Continuaban siendo crueles, hiriéndose con sólo mirarse. ¿Cómo pudieron alguna vez confiar en el otro, y llegar a necesitarse como les había ocurrido? Ahora parecían sobrentender que ninguno de los dos estaba dispuesto a mirarse nuevamente con aquellos ojos, pero tampoco a matarse con la indiferencia.

Fue cuando lo vio esa noche tan solo, tan único, brillando con luz propia en la penumbra, nostálgico a orillas del lago, que no pudo negarse a acercársele. Estaba seguro, hasta que sus pies se detuvieron a escasos centímetros de él, y no pudo más que esperar a que se diera vuelta.

—¿Qué quieres? —preguntó indiferente.

—Hablar —contestó Harry con calma —. ¿Puedo?

—¿Quién soy yo para impedirte que hables?

Guardándose una sonrisa de satisfacción, se sentó a su lado. Pero pasaron un tiempo disfrutando la tranquilidad de la noche y el rumiar tenue del agua antes de decir alguna palabra.

—¿Y ahora? —preguntó Harry.

—¿Y ahora qué? —contestó él sin mirarlo.

—Eso mismo te pregunto.

—Pues tú viniste hasta aquí, tú dime.

—Me refiero a... —consciente de que no podía ocultar más su inquietud, suspiró y dijo —. ¿Qué es lo que hay entre nosotros?

Draco enarcó una ceja pero continuó mirando al lago. No contestó, pero no de mala leche, sino porque realmente no sabía que responderle.

—Hacía sólo dos semanas parecía que había algo más entre nosotros.

—Sólo fue..., un momento de crisis —completó Draco con rapidez —. Me es más sencillo continuar insultándote —sonrió.

—Te libras fácilmente de tus sentimientos¿eh?

—Estaba confundido.

—¡Já —Harry sintió la rabia que amenazaba con subir. Pero lo conocía lo suficiente como para saber que eran comunes en él los juegos que especulaban con su paciencia —. Realmente no puedo entenderte, aunque lo intente no puedo hacerlo.

—No es tan difícil. Piensa un poco, Potter, reflexiona sobre la situación que estamos viviendo —otra vez lo llamaba por su apellido —. ¿Acaso no te das cuenta que así como mi padre fue liberado de prisión, muchos otros hombres condenados lo han sido también? Ahora los hijos de esos ex convictos experimentan la sed de venganza. Viene bien que estén mentalizados para cuando la guerra llegue.

—¿Pero qué tienen que ver las influencias de los padres con mantener una charla digna con alguno de nosotros?

—El miedo turba la mente de las personas. Es tanta la presión que se vive en los hogares hoy en día que ahora los hijos de mortífagos se sienten con la obligación de seguir los pasos de sus padres, con la responsabilidad de vengar sus nombres y su honor. No te diría esto si no estuviera sintiéndolo también —ahora miró por fin a Harry con ojos fríos. Si le había contado todo esto significaba que realmente deseaba que las cosas quedasen claras entre ellos —. Y no me pidas que renuncie por ti a las promesas de toda mi vida, no me pidas que cambie de parecer.

—¡Hablas como si estuviera pidiéndote matrimonio! Que estés conmigo no significa... Sólo quería saber si aún seguías...

—¡No lo digas! —Draco se cubrió los oídos con las manos y se arqueó sobre sus piernas —. ¡No lo digas, la verdad es algo que quedará sólo en nuestra memoria!

El aire pareció congelarse luego de esas palabras. El cuerpo que se aferraba las orejas con desesperación pareció apagarse y su mirada quedó perdida en la angustia. ¿Por qué esa negación¿Por qué ese terror a abrirse al amor de otra persona¿Y qué si Draco aprendía a renunciar a sus principios? Esa convicción ciega de honrar su nombre y saber su lugar en la guerra ahora no parecía tan clara, y Draco prefería huir a la realidad que luchar por eso que sentía por él, enfrentándose a toda la estructura ideológica que había construido a lo largo de su vida, sin mencionar a lo que se exponía revelándose de esa forma. Pero siempre había sido así, y Harry aún continuaba amándolo a pesar de esto.

—Déjame preparar para lo que se avecina —finalizó el rubio en un susurro.

—Draco ¿podrías destaparte los oídos? Sólo quiero que me escuches —Draco lo miró entonces, consciente de que había hecho el ridículo, y apartó las manos de sus oídos —. Entiendo lo difícil que debe ser para ti... Bueno, al menos trato de entenderlo, no es mi forma de ver las cosas, pero supongo que no puedo discutirte nada. Prefiero una despedida triste antes que una indiferente. Ahora al menos sé que lo que nos separa es una cuestión política, no es mi intención que arriesgues tu pellejo por mí. Pero debes saber, aunque después desees olvidarlo, que yo..., sabes lo que me pasa contigo. Te deseo, de veras, te necesito como jamás a nadie en mi vida. Me has seducido, te tengo en mi cabeza todos los días, me negué a creer que habías vuelto a ser el mismo de antes.

Para sorpresa de Harry, Draco sonrió con tristeza y tragó con dificultad, al parecer intentando opacar su angustia.

—Hagamos algo —dijo y su cuerpo se puso tenso —. Que estemos juntos no sólo es muy peligroso para mí, sino para ti, Harry. Tomémoslo como un desafío. Si sobrevivimos luego de la guerra y continuamos amán... —miró a su alrededor como acto reflejo, a pesar de saber que no había nadie espiándolos—... amándonos, entonces será momento de estar juntos. Pero en medio de la guerra, óyeme bien, no habrá consideración alguna una vez que hallamos tomado las varitas —Harry frunció el ceño. Draco se había imaginado que reaccionaría de esa forma —. Cuando tu corazón, golpeado por la realidad, termine de enfriarse sin remedio, entenderás que estas son leyes de supervivencia y no pura maña de guerrillero. Pero¿qué sentirás por mí luego de la guerra si yo matase a tu mejor amigo¿Qué sentiré por ti si mi padre descansase bajo tierra por tu causa?

La realidad resultaba ser más cruel de lo que había creído.

—Ahora el desafío ya no parece tan sencillo. ¿No crees que es una forma prudente de probarnos?

—Acaso es una especie de... —la ironía le agriaba los labios —¿apuesta?

—Puedes llamarlo así si quieres. Apostemos todo por nosotros, si de verdad nos amamos, pongámoslo a prueba.

Harry respiró dolorosamente sabiendo que no había forma de hacer a Draco cambiar de idea. Asintió con la cabeza, consciente de que estaba ateniéndose a consecuencias muy graves. Así como podía cerrarse al amor de su vida, así como su rencor pudo más que su pasión la noche que lo violó en la sala de Menesteres, así de cruel podía ser Draco en la batalla sin ningún lugar a dudas. Cabía la posibilidad de que aniquilara a alguien cercano a Harry, y ¿acaso entonces querría vengar a ese alguien¿Acaso podría continuar amándolo después de eso? Y si lo hacía¿podría sobrevivir con el remordimiento de amar al asesino de aquel ser querido?

Hizo una pausa, en la que buscó nuevamente las calmas orbes grises. Su mente se había proyectado demasiado en el futuro, cuando aún el presente era de lo más improbable. Quizá nada fuera como lo planeaban, pero al menos tenían algo en que creer. Se acercó despacio, sin temor a ser rechazado y lo besó en los labios una vez más. Y pensar que esa podía ser la última vez que tocase sus labios. Si en algún momento se arrepentiría de haberse enamorado de Draco Malfoy no podía saberlo, pero el ahora debía vivirlo. Tardaba más en pensar que en actuar, así que se dejó llevar por sus impulsos y lo aferró por la nuca.

—Tranquilo —susurró Draco cuando logró separar sus labios un momento —. Nadie nos está apurando.

—Pues hace un momento creí que toda la vida se me venía encima —contestó Harry con voz ronca.

Fue lo último que lograron decirse antes de terminar en el pasto, desabrochándose las ropas y besándose con desesperación, pensando que quizá esta sería la última vez que se dieran el gusto de hacerlo. Se miraban y se reían de lo rápido que estaban yendo. Pero no por ir rápido disfrutaban menos, sentían la necesidad de verse expuestos al otro, de verse desnudos y vulnerables como alguna vez lo habían estado. Se mordían los labios, se empapaban los cuellos. Draco rió dolorosamente quedando tendido en el suelo, sin poder terminar de sacarse la camisa.

Zacearon su hambre relamiéndose con caricias, hasta que no quedó la menor duda de que se habían estado deseando locamente todo ese tiempo. Harry se posicionó entre las piernas de Draco, y comenzó a bajarle los pantalones sonriendo malévolamente, a lo que el rubio respondió con mirada incógnita. Una vez que tuvo al desnudo las esbeltas nalgas se dio el lujo de acariciarlas y se abstuvo de comentar lo hermosas que eran. Nunca antes había tenido la oportunidad de apreciar el cuerpo del rubio totalmente. Las yemas de sus dedos se lubricaban solas con sólo pensar adentrarse en él, y no tardaron en hacerlo con imprudencia, hasta hacer palpitar la estrella, sin considerar los gemidos melancólicos del Slytherin. Se adentró en él violentamente, pelándose el miembro en el arrebato, y llorando por esta misma razón. Miró el rostro enrojecido de Draco antes de dirigirle una sonrisa vengativa y continuó deleitándolo con el dolor furioso del amor, embistiéndolo conforme su sed lo pedía.

Ni él mismo se creyó capaz de hacerlo sangrar. Y Draco se la aguantó sin reclamar, dejándose extasiar a su vez por las punzadas que le quemaban la entrepierna.

—Márcame —gimió desde el césped.

Ahora Harry entendía de donde venían las morbosas mañas del Draco. Y se dejó ir por la estrechez del rubio, alzando sus ojos cerrados al cielo. El líquido seminal ardió también, logrando hacerlo llorar. Salió de él muy despacio y esperó a que se normalizaran sus respiraciones. Luego de contemplarlo en el césped, aún abierto de piernas, tiritando de frío y dolor, se arqueó sobre él.

—¿Ahora vez porque es mejor que nos separemos? —dijo Draco tomando a Harry por los hombros —. Cada vez que estamos juntos..., nos hacemos mierda.

Harry comenzó a reír tristemente ante la forma tan directa de decir que la relación que mantenían era bastante peligrosa.

—¿Vas a decirme que no te gustó?

Draco amplió una sonrisa, la más hermosa que jamás se le haya visto en el rostro.

—Tortúrame, pero quédate cerca cuando lo hagas —lo atrajo hacia sí y lo besó en la frente. Luego, se lo quedó mirando con ojos extasiados. Sus labios rojos resaltando en su piel blanquísima, como si los llevara pintados. Todo su cuerpo sufriendo el frío del césped, sus sensaciones cegadas por el gozo de tener a Harry entre sus piernas.

Y así, sin dejar de mirarse, siguieron besándose por todo el cuerpo hasta quedarse sin aliento, enroscándose como víboras, mordiéndose como leones, intentando por una vez en su vida sentirse completos.

—¿Hace falta que te diga lo que ya sabes? —preguntó Draco sacando el cabello revuelto del rostro embobado de Harry.

—Déjalo, "La verdad queda en nuestra memoria". Y valla que la tendremos bien conservada.

Harry se acostó en su pecho, y se dejó adormilar por aquella respiración. ¿Cómo podría Draco convertirse en un asesino luego de la guerra? Pero¿acaso él no podía serlo también? El sólo hecho de matar a Voldemort lo nombraría como tal. Además, ni él mismo sabía como actuaría en momentos límites¿acaso no tenía Draco el mismo derecho a odiarlo si llegaba a matar a su padre como mortífago que era?

Suspiró.

Especular con el futuro era como comer antes de empezar a cocinar.

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Angelitos desesperados

tirando de la poca fe

queriendo morir ahí mismo con la pena desgarrada

sin importar ya mas nada

pero manteniéndose en pié

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—¡Mira, Potter y Malfoy han vuelto a pelear otra vez!

—¿Por qué es ahora?

—No sé, creo que es porque esta mañana se encontraron con que llevaban las túnicas invertidas.

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Gracias por leer,

Cordialmente se despide,

La Dama Norris.

(insultos censurados,por favor)