Through time

Todo depende del cristal con que se mire. ¿Es innato el odio? ¿Que pasaría si llegas a conocer mejor que nadie a tu peor enemigo?. Draco y Hermione van a tener la oportunidad de averiguarlo.


Disclaimer: las notas son de Rowling, la composición es mía .

Capítulo I: Tres errores

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- ¡Mira por donde vas, asquerosa Sangre Sucia! - La voz del Slytherin penetraba en los oídos de Hermione, haciéndole perder la poca paciencia con la que se había levantado esa mañana. Por muy increíble que resultara, ella, la alumna modelo de Hogwarts, Prefecta y Premio anual, se había quedado dormida, no llegó al desayuno y como si fuera poco, la primer clase era doble de Pociones, con Slytherin, y por supuesto, con Snape. No podía darse el lujo de llegar tarde a esa clase, eso sería una pérdida de preciosos puntos para Gryffindor, y un seguro castigo para ella. Por eso corría por los interminables pasillos en dirección a las mazmorras, y había tropezado con él. Draco Malfoy.

Definitivamente, ese era uno de esos días en los que hubiese preferido no levantarse nunca de la cama.

- Piérdete Malfoy, no tengo tiempo para perder escuchando tus patéticos insultos. - Le contestó rapidamente, mientras se levantaba y retomaba su camino.

Desafortunadamente tuvo que realizar todo el trayecto en compañía de Malfoy, pero éste, a diferencia de la Gryffindor, no se preocupaba. Snape nunca le bajaría puntos a su propia casa en una clase de pociones. Por lo tanto caminaba pavoneándose junto a ella, disfrutando enormemente el gesto enfadado de la chica.

Cuando llegaron al aula de Pociones, la clase ya llevaba 10 minutos. Hermione se deslizaba de puntillas para no interrumpir al Profesor, que se encontraba de espaldas escribiendo los ingredientes de la poción en la pizarra. Justo antes de sentarse junto a Harry y Ron, escuchó la voz de Snape que decía, aún sin voltear:

- Serán 20 puntos menos para Gryffindor por llegar tarde, Señorita Granger. Y no se moleste en sentarse con sus amiguitos, la clase se desarrollará en parejas, pero en vista de su retraso, deberá trabajar sola. - Se giró sobre sus talones, mostrando una sonrisa ladeada bastante desagradable. - Así que se sentará en esta mesa de aquí. - Dijo, señalando una mesa justo enfrente de su propio escritorio.

Hermione se dirigió rápidamente hacia su lugar, maldiciendo por lo bajo, soportando las burlas de Malfoy, el cual se había sentado tranquilamente en su mesa, al lado de Zabinni. Cuando llegó, acomodó su caldero, sacó una pluma y pergamino, y se dispuso a escribir los ingredientes.

Snape comenzó a explicar la poción.

- Como ya les expliqué al comienzo de la clase, la poción que van a realizar se llama Poción Retrospectiva. ¿Alguien puede decirme que efectos tiene y para que se utiliza?.

Como era de esperarse, la única que levantó la mano fue Hermione. Pero fue rotundamente ignorada por el profesor, lo cual también era de esperarse.

- ¿Nadie?. - gruñó - Parece que tendré que hacerlo yo. Esta poción provoca que la persona que se exponga a ella retroceda su desarrollo hasta la edad de cinco años. ¿Alguien sabe por qué precisamente esa edad? - Una vez más, la única voluntaria fue la prefecta de Gryffindor. Snape paseó lentamente su oscura mirada a lo largo de toda la mazmorra. Luego de emitir un mal disimulado "inútiles", continuó - En esa edad se produce lo que se llama amnesia infantil. En el normal desarrollo de una persona, es en este punto donde comienza a formarse la memoria. Los recuerdos anteriores son poco claros. Con respecto al tiempo que dura el efecto de la poción, es sumamente variable. Dependerá principalmente de las proporciones utilizadas de cada uno de los ingredientes que la componen. Puede ser desde unos pocos minutos hasta algunos años. Una vez que la poción surtió efecto, el sujeto continuará con su crecimiento en forma acelerada hasta llegar a la edad cronológica correspondiente. Se utiliza en casos extremos, para corregir algún suceso en la vida de una persona, cuando ningún hechizo es eficaz. Esta poción formará parte de su calificación para los EXTASIS, pero como se requiere cierto tiempo para comprobar su eficacia, harán las pruebas ahora en estas ratas. El efecto deberá durar exactamente tres meses. Al cabo de este tiempo se evaluará la precisión con la que realizaron la poción, e influirá en 3 puntos sobre la calificación final. El procedimiento lo encontrarán en la pág. 1056 de su libro, los ingredientes se encuentran en el armario de estudiantes y las proporciones EXACTAS estan en la pizarra. Pueden comenzar.

Luego de tomar del armario todos los ingredientes que necesitaría, Hermione se dispuso a preparar su poción. Era sumamente complicada, pero eso no le importaba demasiado. Se sabía lo suficientemente inteligente para realizarla sola sin problemas. Trataba por todos los medios ignorar las voces de Malfoy y Zabinni susurrando detras de ella, concentrándose en el trabajo que estaba realizando. Con mucha dedicación, cortaba en trozos milimétricos todos los ingredientes, para luego pesarlos e incluirlos en el caldero con suma destreza.

La clase se desarrollaba asombrosamente sin problemas. El silencio solo era interrumpido por la voz de Snape, que se paseaba por el aula, inspeccionando calderos, regañando leones y felicitando serpientes. Hermione miró su caldero. Según su libro, la poción debía tomar un color verde musgo en el momento de incorporar las patas de escarabajo albino trituradas. Luego de hacerlo, una sonrisa triunfante apareció en su rostro. Su poción era perfecta. Giró levemente la cabeza para comprobar que hubiese sido la primera en terminar, y al hacerlo, su mirada se cruzó con la de Malfoy. Simplemente le dedicó una mueca de asco, y volvió a mirar al frente para aplicar su poción a una de las ratas. Luego de verter una pequeña cantidad sobre el pelaje del animal, pudo ver como éste comenzaba a reducir su tamaño, hasta convertirse en una pequeña cría.

Snape se había detenido junto a su mesa y miraba con cara de disgusto la pequeña rata que se encontraba en esos momentos mordisqueando un trozo de pergamino, mientras que Hermione le ataba en el cuello una cinta con su nombre y curso, a fines de identificarla.

Media hora mas tarde, las ratas estaban listas, y todos los estudiantes, a excepción de Hermione Granger, abandonaban las mazmorras rumbo al Gran Comedor. Snape le había ordenado limpiar todos los calderos como castigo por su "insolencia y total falta de respeto hacia un profesor", lo cual se había encargado de recalcar durante diez minutos, antes de salir del lugar y dejarla sola.

Luego de limpiar aproximadamente tres cuartas partes del aula, Hermione llegó al lugar que había ocupado ella misma. Se disponía a vaciar su caldero, cuando vio un sobre amarillo bajo la mesa que se encontraba justo detrás de donde estaba ella. Ese lugar, como muy bien recordaba, había sido utilizado por Malfoy y Zabinni. Se acercó lentamente hasta allí y lo levantó.

Primer error.

Lo único que llegó a ver fue un sello plasmado en lacre verde, con la forma del escudo de armas de los Malfoy, cuando una voz que arrastraba las palabras resonó a sus espaldas.

- Deja eso, sangre sucia. ¿No te han enseñado los mugrosos muggles que tienes como padres a no entrometerte en asuntos que no son de tu incumbencia?. - La castaña se giró precipitadamente, aún con el sobre en las manos. Draco Malfoy estaba parado en el umbral de la puerta. Se notaba claramente su enfado, y parecía estar más pálido de lo normal, si eso era posible.- Devuélvemelo ahora mismo.- Draco se acercó unos pasos hacia donde estaba ella parada, con la mano derecha extendida y una mirada amenazadora en los ojos.

Hermione, que no se dejaba intimidar por el Slytherin, le contestó con voz firme, y arrastrando exageradamente las palabras.

- ¿ Y si no quiero qué? - Draco entrecerró sus ojos grises. Lo estaba desafiando. ¿Cómo se atrevía aquella impura a desafiarlo a él?.

- Yo en tu lugar, dejaría de tentar al destino desafiando a tus superiores. Te puede costar muy caro. - siseó. Hermione sonrió de lado, al mejor estilo Slytherin.

- Si eres un cobarde, es tu problema, no el mío, maldito hurón mortífago. No me asustas con tus amenazas insulsas de crío consentido y ego superdesarrollado. Y si tanto quieres el sobre, aquí te lo dejo. - Hermione le tendió el sobre, pero cuando el rubio se disponía a acercarse para tomarlo, lo dejó caer dentro del caldero de Zabinni.

Segundo error.

Draco se quedó en su lugar, sorprendido, mientras notaba como su sangre comenzaba a hervir de cólera y corría furiosamente por sus venas. Levantó la vista del caldero, donde el sobre se disolvía lentamente, para encontrarse con la mirada burlona de la Gryffindor. Ella, luciendo una muy falsa cara de inocencia, se limitó a decir:

- Ups!.-

Draco, que casi no cabía en si mismo de rabia, buscó en su túnica la varita, sin quitar la vista de la chica, que buscaba a su vez la suya propia.

Sin mediar palabra alguna, el Slytherin alzó la varita, mientras gritaba a viva voz:

- ¡Expelliarmus!- Un rayo de color rojo salió de la punta de su varita directamente hacia donde estaba parada la Gryffindor.

- ¡Protego! - Hermione conjuró el encantamiento protector justo cuando el rayo estaba por impactar en su cuerpo, provocando un brusco cambio de dirección.

Tercer error.

Desafortunadamente para ellos, el hechizo terminó golpeando el caldero de la poción de Hermione, que estalló con fuerza, cubriendo por completo a los Premios Anuales, que no tuvieron tiempo para reaccionar.

Hermione dejó caer a un lado su varita, y se llevó las manos hacia su rostro. Le ardía la piel en todos los lugares donde la había alcanzado la poción y su muñeca derecha sangraba abundantemente. Cayó de rodillas al suelo. Un gemido le hizo levantar la vista hacia donde se encontraba Malfoy, que estaba en iguales condiciones que ella.

Justo antes de perder el conocimiento, pudo ver con horror, como el Slytherin comenzaba a disminuir de tamaño.

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Madam Pomfrey entró silenciosamente por la puerta para encarar a las personas que esperaban allí. Ninguno se daba cuenta de su presencia. El ambiente estaba tan denso que fácilmente se podría cortar con una tijera.

Snape se paseaba nervioso alrededor del salón donde se encontraba. Cada tanto se paraba delante del amplio ventanal para observar el patio del colegio, que recibía en ese momento, la primer nevada del invierno. Un evidente gesto de preocupación se adueñaba de su rostro. Y no era para menos. Su ahijado estaba siendo atendido en ese momento por la enfermera, la cual hacía por lo menos una hora que no se dignaba a hablar con ellos. Los había tenido que mandar a la sala de espera para poder trabajar tranquila.

McGonagall se había sentado en uno de los sillones y de allí no se había movido en todo el tiempo que duró la espera. Evitaba a toda costa que su mirada se cruzara con la del Profesor de Pociones. Se conocía lo suficientemente bien para saber que si lo miraba, no podría contener las ganas de aplicarle un par de maldiciones, que, a su forma de ver las cosas, bien merecidas se las tenía.

Un carraspeo sacó de sus pensamientos a los dos profesores, que giraron al unísono para ver la figura de la enfermera parada contra el marco de la puerta. Antes que ninguno de ellos pudiese siquiera pronunciar una palabra, la enfermera comenzó a hablar sobre el estado de los pacientes.

- La señorita Granger y el señor Malfoy se encuentran en perfecto estado de salud. Las quemaduras producto de la poción eran bastante leves, y ya no queda el menor rastro de ellas. En este momento ambos estan durmiendo.- La profesora de Transformaciones soltó de golpe el aire que había estado reteniendo de manera inconciente. La noticia del estado de su alumna predilecta la había tranquilizado notablemente. Snape, por su parte, relajó un poco los músculos del rostro, pero no demostró ningún otro cambio. - Pero me temo que la poción ha hecho su efecto en ellos, y no hay ninguna manera para revertirlo. - La enfermera se dirigió directamente a Snape - Analicé la muestra que me trajo, Severus. Aparentemente fue perfectamente preparada. ¿Era del caldero de Hermione Granger verdad?- Snape asintió muy a su pesar, bajo la mirada extremadamente burlona de la profesora McGonagall.- Es de esperarse que el efecto dure los tres meses. Si quieren, pueden pasar a verlos, pero les recuerdo que ambos tienen que descansar.

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Una suave brisa entraba por la ventana de la enfermería, removiendo levemente el fino cabello de un niño de cinco años. Lentamente entreabrió los ojos, grises, ya que el resplandor del lugar impedía que lo hiciera por completo. Se incorporó en la cama hasta quedar sentado sobre ella, pero mantuvo las cobijas contra su cuerpo. Hacía mucho frío allí.

No sabía exactamente donde se encotraba. No podía recordar nada. Pero eso era algo que no le preocupaba mucho. En ese momento, su mente estaba más interesada en la niña que estaba acostada delante de su cama, y que parecía se estaba despertando. Pudo ver claramente como se llevaba una de sus infantiles manos hasta los ojos, frotándolos perezosamente. Notó que tenía la muñeca vendada cuidadosamente. Cuando hubo terminado, se levantó apenas, y fijó sus ojos color miel en él. Tenía todo el pelo revuelto, lo que le causó bastante gracia, provocándo que en sus finos labios apareciera una sonrisa.

Ella lo miró un poco desconcertada. Seguramente no se había dado cuenta del motivo de esa sonrisa, por lo que le sonrió de vuelta. Un momento después, desvió los ojos. Curiosa, paseó su mirada por el lugar donde se encontraba. Había muchas camas allí, pero ninguna estaba ocupada. Cada una tenía una mesita al costado, vacía. Se giró para ver la de su propia cama. Había una cajita allí. Se inclinó hasta alcanzarla y la abrió. Había ranas de chocolate.

El niño la veía comer el chocolate desde su cama. Miró hacia su mesita, pero decepcionado descubrió que no había nada allí, así que se giró para mirar por la ventana. No notó cuando ella bajó de su cama, acercándose hasta donde se encotraba él. Sus piecitos descalzos no emitían ningún sonido al caminar sobre el frío suelo, y se volvió solamente cuando ella tiró suavemente de la manga de su pijama. Le tendía la misma caja que había abierto hacía sólo un momento. La tomó, al tiempo que le sonreía una vez más. Pero ella no llegó a corresponderle, porque escuchó el sonido de pasos y voces que se acercaban.

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Ambos profesores siguieron en silencio a la mujer, hasta llegar a la enfermería, donde se encontraba una interminable fila doble de camas con doseles blancos. Todas ellas estaban desocupadas, a excepción del último par, junto a la ventana. A la derecha, un niño muy rubio y de pálida piel dormía serenamente. Tenía ambas manos cruzadas sobre el pecho, que se movía ligeramente con su respiración. Al lado de su cama, sobre la mesa de luz, había una cajita cerrada. A la izquierda, justo en frente, una niña de pelo castaño, algo enmarañado, estaba en similares condiciones, aunque ella presentaba una venda en su muñeca derecha. En el mayor silencio posible, y bajo la estricta mirada de la enfermera, cada uno de los profesores se dirigió junto a su alumno.

En ese momento entró Dumbledore en la enfermería. Llamó a un costado a Pomfrey e intercambió algunas palabras con ella. Pasados algunos instantes, la enfermera se retiró del lugar, dejando solos a los profesores con el Director.

- Minerva, Severus, imagino que sabrán lo extremadamente delicada que es la situación en la que nos encontramos. - Los aludidos asintieron en silencio. Dumbledore caminó lentamente hasta llegar a una silla, ubicada cerca de la ventana. Se sentó pesadamente, y con un movimiento de su mano, invitó a sus interlocutores a hacer lo mismo, pero ninguno se movió del lugar que ocupaban.

- ¿Y que sugieres tú que hagamos con ellos, Albus? - El aludido se volteó para mirar a la Profesora McGonagall.

- Opino que ambos deben permanecer en el Colegio, hasta que pase el efecto de la poción. -Minerva frunció levemente el entrecejo, y se acercó hacia el Director.

- Pero, ¿y sus padres?. - Dumbledore agitó una mano, restándole importancia al asunto, mirando fijamente a la profesora.

- Me he tomado la libertad de conversar con los padres de la Srta. Granger. Les expliqué la situación, y la importancia de un seguimiento intensivo en la evolución de su hija. Ellos estan de acuerdo en que se quede aquí. Por otro lado - ahora su mirada se posó en el rostro del Profesor de Pociones - los padres del Sr. Malfoy no pueden hacerse cargo de la situación de su hijo. Como bien sabes, ambos estan en Azkabán. Como su padrino, eres tú el responsable por él. Asumo que compartes mi opinión. - Snape se apartó de la cama del pequeño Draco Malfoy y caminó algunos pasos hasta llegar junto a McGonagall.

- Debo advertirte, Albus, que ninguno de los dos puede estar en contacto prolongado con otros alumnos. - Antes de que pudiese continuar con su explicación, la profesora lo interrumpió.

- ¿Que problema podría haber en ello? - Ella tenía la esperanza de ubicar a su alumna preferida en la torre de Gryffindor, junto con sus amigos. Era la solución más lógica... y también la más fácil. Snape fijó en ella sus ojos negros con cierta molestia. No le gustaba que lo interrumpan, ni siquiera un colega.

-A pesar que su evolución es de aproximadamente un año por semana, para ellos tiene el mismo valor que un año normal. Literalmente, volverán a vivir su infancia. - Le contestó en un tono cansado, como si la explicación fuese la más obvia del mundo.- Si alguno de los dos estuviera demasiado tiempo con cualquier alumno, provocaría severas alteraciones, ya que no comparten el mismo ritmo de evolución. Algo que no sucede con personas adultas. - Concluyó con un aire de superioridad, que molestó enormemente a McGonagall.

- No pretenderás acaso que los tengamos encerrados, o si? - Snape pareció considerar la idea, lo que provocó un bufido de exasperación por parte de la Profesora. En ese momento Dumbledore habló, frustrando los planes de la mujer de comenzar a sermonear a su Profesor de Pociones.

- Nadie va a encerrar a nadie. He pensado en eso también y la solución es bastante sencilla a decir verdad. - Ambos profesores dejaron su duelo de miradas fulminantes para mirar al Director. - Acondicionaremos la torre de los Premios Anuales y convivirán allí. - dijo tranquilamente. Ninguno de los dos profesores daba crédito a lo que escuchaban. Snape simplemente no pudo pronunciar palabra. El solo hecho de que su ahijado pasara esta segunda infancia con esa Gryffindor sabelotodo... no, no quería ni imaginarlo. Pero a diferencia de él, la Profesora de Transformaciones sí habló. Y vaya que lo hizo.

- Albus, tienes que estar bromeando. - McGonagall lo miraba incrédula, pero Dumbledore parecía no inmutarse. - Bien sabes que ellos dos no pueden estar solos en un lugar sin que intenten sacarse los ojos a base de maldiciones. Se odian, ¡por Merlín!. Por única vez en la historia de Hogwarts los Premios Anuales no ocupan la torre. No duraron ni una semana allí a principios de curso, y ahora pretendes que se...se...críen juntos!. - La mujer paró para respirar. Estaba extremadamente exaltada, ni siquiera notaba el gesto divertido que tenía el Director en el rostro.

Se disponía a continuar con su interminable lista de objeciones de por qué la alumna prodigio de Hogwarts no debía juntarse con el bebé mortífago de Malfoy, cuando la risa de Dumbledore la interrumpió. Siguiendo la mirada del Director, los profesores se giraron para mirar las camas donde se encontraban los niños. Pero ellos no estaban allí.

Por sobre la cama donde momentos antes estaba durmiendo Draco Malfoy, se asomaban dos cabecitas: una rubia y una castaña. Los tres adultos dieron la vuelta hasta quedar delante de los dos niños, que al advertir la mirada de aquellos extraños, solo atinaron a ponerse de pie, ocultando sus manos detrás de la espalda.

- Pues yo creo que se están llevando bastante bien. - Dumbledore le sonrió cálidamente a los dos niños, quienes se miraron por un momento antes de sonreírle al anciano, mostrando los dientes manchados con chocolate.

Tanto Snape como McGonagall sólo pudieron suspirar resignados.

Acondicionarían la Torre de los Premios Anuales.

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