Holaaa! Después de muuuuuuucho tiempo… estoy de vuelta
Esta pequeña continuación de mi fic fue motivada por varias peticiones de que clarificara en que quedaban nuestros dos tórtolos… así que, bueno, va dedicado a todos los que pidieron la continuación, en especial a mi amiga Blair, que me ayudó como beta.
Solo quiero advertir algo que seguramente, como ya me conocen, adivinaron: No es un final especialmente feliz… pero bueno, basta de blabla…. Pongan "Crucify mi Love" de X- Japan si quieren darle más ambiente…y…. ahí abajito empieza….XD
Lenguaje de Gestos, capítulo dos… o las esperanzas infundadas.
Era muy temprano, aún no comenzaban a salir ni las primeras luces del alba. Pese a ello, Remus ya estaba en pie, sentado en la orilla de la cama y vestido con las mismas ropas que había usado durante una semana. Se había despertado tan temprano porque esa era la única hora en la que sentía tener más conciencia de sí mismo, aquel mágico momento del día en el que inexplicablemente podía medir las distancias y sombras, reaccionaba con el aire frío y podía pensar con cierta claridad. Es el hechizo de la mañana, cuando la luna ya se ha ido y me deja en paz… murmuró para sí mismo, ya que no había nadie que lo escuchase…
Una sensación de inexplicable vacío lo atormentaba desde hacía poco más de un mes, desde que el dueño de la mitad más grande de su corazón se había ido para siempre. Era tan grande su desolación, que había perdido un poco el uso del lenguaje. No es que hubiese olvidado hablar, no, su problema era que no lograba expresar lo que sentía con las palabras adecuadas. Tampoco podía llorar… lo único que hacía era encerrarse en la habitación que Sirius había ocupado durante sus últimos tiempos en Grimmauld Place, al fondo del pasillo… Esta estaba algo alejada de las demás piezas, por lo que los demás ocupantes de la casa no lo interrumpían en sus largas horas mirando el vacío… pero… ¡un momento! No era precisamente el vacío lo que el lupino contemplaba, su corazón se hayaba en un lugar muy distinto…con exactitud, en un castillo, bastantes años atrás… y como no había para él nada más dulce ni más amargo que recordar, ese vicio eterno que parecía ser ya lo único que lo salvaguardaba de una existencia vulgar, acostumbraba a perderse entre sus memorias, a esforzarse por recordar con la mayor precisión posible todos y cada uno de los matices de las orbes azul- grisáceas de Sirius y pretender, pese a que sabía que así solo hacía aún más hondo su dolor, que el tiempo no había pasado….
Sus recuerdos eran como un torbellino de imágenes con los colores mezclados. Podía evocar con infinito placer y cierta melancolía algunos pasajes de novelas o libros de texto que le habían llamado mucho la atención durante esos años, recordaba el frío inherente al castillo que al final ya asumía como uno de sus peculiares encantos, recordaba la sensación de "no haberse reído nunca jamás tanto" en las ocasiones en las que Sirius y James realizaban algunas de sus bromas, recordaba el cosquilleo en el estómago cuando tenía que presentarse a exámenes, recordaba la puerilidad de su primer amor, el cual no varió luego en su objeto, sino en su intención, ya que había sido en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería donde por primera y única vez se enamoró.
Recordaba, recordaba….recordaba. Todo lo malo se había visto muy reducido, casi olvidado, por lo que su memoria se había convertido finalmente en su más terrible maldición, peor aún que su condena a aullar durante cada luna llena. La memoria de su cuerpo tampoco era frágil, a veces también añoraba al Sirius presente y tangible que durante sus últimos días de vida lo había amado con cierta amargura pero con buena voluntad, que le había hecho sentir… ¿cómo describirlo?… Esa extraña mezcla de calidez y alegría que algunos denominan seguridad. La plenitud de esos días se había expresado en él con halo de luz dorada que lo iluminaba y le daba otros aires, según le habían dicho, y que le había sido arrebatado súbitamente por las zarpas de la muerte y del destino, dejándolo desnudo frente a la vida. En esas condiciones seguía encontrándose, sin saber muy bien como actuar, sin saber que decirle a los demás para que lo dejaran tranquilo, por que ni las más sinceras y oportunas palabras de consuelo le servían de algo en ese momento. Percibía cierta preocupación en su entorno por su sanidad mental, varios miembros de la Orden le habían hecho preguntas que dejaban ver claramente sus dudas acerca de si él tenía planeado suicidarse… a las cuales él respondía con una sonrisa amable y los ojos llenos de pesadumbre…. Sin embargo, la verdadera respuesta era muy sencilla: Simplemente no estaba en su repertorio la autodestrucción, porque él, desde siempre, se había sobrepuesto a la adversidad, y pese a que la muerte de su amor no dejaba de parecerle el obstáculo más difícil del mundo para sortear, con tenacidad creía poder seguir aguantando un poco más.
Remus se acercó a la ventana con paso lento, tal como solía ser el ritmo de todas sus actividades desde que perdió a su compañero. El sol ya comenzaba a salir, igual de lento que él, otorgándole una dulce y extraña sensación de paz. Entonces, súbitamente, las lágrimas comenzaron a brotar de a poco de sus ojos, otorgándole un incalculable alivio… Sintió la presencia de Sirius fuertemente en él, ahí bien hondo, donde ya creía no tener nada, donde todo parecía haber muerto. De este modo tuvo la certeza de que no lo había perdido, que estaban conectados de alguna forma, pese a que nada, salvo esa vaga sensación de presencia, le servía de prueba para ello. Pero no le importaba. Abrió las cortinas lo más que pudo, para que entrara toda la luz…. Y luego, sin ninguna prisa, se arrodilló en el espacio donde más se le iluminara el alma y lloró con calma, lamentando lo perdido, pero más que nada, agradeciendo todo lo que había aprendido.
…Siempre nos quedarán los recuerdos…
FIN