LECCIONES PARA DOS
Por Daulaci Serv
Basado en una novela de Jennifer Taylor
Con los personajes de Card Captor Sakura, Por CLAMP.
EPILOGO
Un pequeño recordatorio antes de empezar. En este epílogo habrá lemon, por favor absténganse de leerlo quienes no disfruten de este tipo de lectura. Gracias.
Tomoyo Hiraguizawa estacionó su auto frente a un enorme edificio, suspiró confundida y miró a su alrededor buscando una cara conocida pero no vio a nadie. Tomó su bolso y bajo del auto.
La joven diseñadora se paró en la acera sin atender a las miradas de los transeúntes. Poca importancia daba al hecho de que su belleza llamara tanto la atención.
Vestía con un conjunto diseñado por ella misma, una blusa con cuello V y falda a juego que le llegaba a las rodillas, zapatos de tacón alto que resaltaban aún más el largo de sus piernas.
Levantó las gafas oscuras y se las acomodó en el cabello para buscar en su bolso el sobre con las instrucciones precisas del lugar y hora que le enviará su esposo a media mañana junto con un enorme ramo de rosas. Estas habían sido su segundo regalo de cumpleaños, el primero (recordó Tomoyo con una enorme sonrisa), habían sido el par de pendientes que llevaba acompañados de una sesión de besos que fue subiendo de tono. Si no hubiese sido por la importante junta que Eriol tenía planeada para esa mañana se habrían quedado hasta tarde en la cama como ya habían hecho en otras ocasiones especiales.
Tomoyo vio su reloj, había llegado puntual y seguía sin ver a su esposo por ningún sitio. La tarde estaba llegando a su fin y todavía debían volver a casa para la fiesta sorpresa que Pierre había preparado para ella.
-Señora Hiraguizawa –saludó una voz masculina a su lado.
-Señor Chikanatsu –respondió Tomoyo sorprendida al ver a uno de los asistentes de su esposo-. Bu-buenas tardes, ¿sucede algo malo? –Preguntó preocupada-, se supone que vería a mi esposo.
-No hay nada de qué preocuparse, estoy aquí justamente por ordenes de su esposo, para acompañarla al interior del edificio –dijo el hombre señalando el mismo.
-¿Ese edificio? –Preguntó mirando el inmueble-. Pero esta vacío.
-No exactamente, acompáñeme por favor –con cortesía el hombre sujetó a Tomoyo del brazo y la escoltó al interior del edificio hasta llegar frente a los elevadores donde pulso el botón-. Antes de irme debo pedirle las llaves de su auto señora.
-¿Mis llaves? ¿No va acompañarme arriba? –dijo renuente antes de buscar en su bolso.
Chikanatsu sonrió cortés, ya hacía 2 años que conocía a la famosa Tomoyo Daidouji, desde que se comprometiera con su jefe. Era gracias a ella que el carácter del hombre hubiese mejorado y sabía muy bien lo mucho que la amaba y protegía. También lo bien que la conocía, el señor Hiraguizawa había descrito perfectamente cuál sería la reacción de su esposa ante las extrañas instrucciones que tenía.
-Yo me ocuparé de su auto y no se preocupe –insistió tomando las llaves al tiempo que la hacía entrar en el elevador-. No estará sola, el señor Hiraguizawa está arriba esperándole.
-Pero…
-Hasta luego señora Hiraguizawa y Feliz Cumpleaños.
-Gra-gracias –tartamudeó antes de que se cerraran las puertas.
Tomoyo trató de imaginar que estaba sucediendo, sabía que Eriol estaba tramando algo, igual que en su primer aniversario cuando la llevó a visitar a su abuelo. No sin antes pasar una estupenda noche en la selva, una que borraría cualquier recuerdo triste de la primera experiencia.
Trató de pensar en algo que le diera una pista de lo que sucedía. Cuando Eriol la despertó esa mañana él ya estaba vestido, listo para irse a la oficia. Recordó la mirada brillante, la sonrisa picara y la actitud sospechosa de su esposo.
Flash Back -
Todavía no abría los ojos pero se debatía entre la vigilia y el sueño, algo le hacía cosquillas en el cuello pero eran unas cosquillas agradables, tanto que la hicieron suspirar.
-Despierta mi bella durmiente –le dijo su esposo al oído.
Tomoyo entreabrió los ojos para encontrarlo inclinado sobre ella y se estiró con pereza antes de rodear su cuello con los brazos y recibir su primer beso del día.
-Mmm, ojalá me despertarás así todos los días.
-Puedo intentarlo –sonrió él y volvió a besarla.
Mientras lo abrazaba se dio cuenta que él ya estaba vestido y percibió el aroma de su loción, su cabello aún estaba húmedo por el baño.
-¿Ya estás vestido? –preguntó al separarse-. ¿Qué hora es? –y buscó con la mirada el reloj de la mesita de noche.
-Es temprano –respondió él sujetando su barbilla y le dio otro beso-. Tengo una junta a primera hora.
-Es cierto –recordó ella haciendo un puchero-. ¿Por qué tienes una junta el día de mi cumpleaños?
-Es una junta especial –sonrió él-. Te explicaré más tarde pero antes…
Buscó entre los bolsillos de su chaqueta, lo que le dio tiempo a Tomoyo de incorporarse, acomodando algunas almohadas en su espalda.
-Feliz Cumpleaños –y le ofreció una cajita-. Tu primer regalo.
-¿Mi primer regalo? –sonrió coqueta antes de tomar la cajita-. ¿Habrá muchos regalos?
-Algunos –respondió encogiéndose de hombros-. Ábrelo.
Tomoyo así lo hizo para descubrir unos preciosos pendientes de diamantes.
-Eriol son preciosos –murmuró feliz y se inclinó para besarlo-. Gracias.
-Qué bueno que te gusten, permíteme –tomó los pendientes para colocárselos él mismo.
-¿Cómo me quedan? –preguntó girando la cabeza.
-Perfectos, estás preciosa como siempre.
-Gracias Eriol –dijo volviendo a abrazarlo.
Eriol todavía sonreía complacido cuando sus labios se rozaron. Ella abrió levemente la boca y contuvo la respiración segura de lo que estaba por venir. Eriol introdujo la lengua lentamente, en una incursión suave entre sus labios entreabiertos. Tomoyo sentía la cabeza en las nubes y se pegó más a él. Con cada incursión de su devastadora lengua, perdía algo más de cordura. Su corazón latía cada vez más rápido y se olvidó de todo a su alrededor a medida que continuaba el beso más profundo e insistente con cada momento que pasaba. Al final él se separó y le dedicó una de sus sonrisas demoledoras.
-Te amo tanto –dijo él antes de darle una sucesión de besos suaves.
Tomoyo gimió contra su boca, pegó la mano en su nuca y lo acercó más abriendo la boca.
Perdido en el beso, en la suave fricción de su lengua Eriol le acarició la espalda, poco a poco fue levantando la tela del ligero camisón para sentir la suavidad de su piel desnuda hasta que sus dedos entraron en contacto con el borde de las braguitas. Qué fácil sería introducir la mano debajo de la tela. Qué fácil sería no detenerse.
-Tomoyo –suplicó contra sus labios cuando ella empezó a desanudar su corbata.
Casi logra su objetivo cuando él la abrazó con fuerza y ocultó la cabeza en su cuello.
-No puedo –gruñó-. No tengo tiempo.
-¡Eriol! –protestó retorciéndose ligeramente-. No puedes dejarme así –él respondió con otro gruñido y ella se rindió-. Eres malo conmigo.
-No, tu eres la mala –replicó él volviendo a recostarla en la cama. Pero ella no permitió que se apartara-. Tú que me tientas de esta manera cuando sabes que tengo que irme.
Tomoyo sonrió con picardía y atrapó su cadera con las piernas, le acarició la cara con las manos y trató de atraerlo para volver a besarlo pero él se resistió.
-Quieta –ordenó él tomando sus muñecas para colocarle las manos por arriba de la cabeza. Pequeña traviesa.
Y la besó, la besó como sabía que a ella le gustaba. Suave pero profundamente, mordiendo, succionando. Hasta dejarla sin respiración y sin fuerzas.
-Esta noche –prometió Eriol al apartarse-. Feliz Cumpleaños –dijo apresuradamente y se apartó de ella, escapando de sus brazos.
Fin Flash Back -
Envuelta en una bruma de recuerdos Tomoyo salió del ascensor y se detuvo en seco al encontrarse la recepción del quinto piso llena de flores, de todas las clases adornando el lugar y en medio de todo aquello estaba Eriol sonriendo radiante.
-Feliz Cumpleaños preciosa –sonrió Eriol extendiendo los brazos y caminó hacia ella.
-Eriol, que… -murmuró ella dando un par de pasos.
-Tercer regalo del día –dijo rodeándola con los brazos y besó sus labios suavemente.
-¿Tercer? Pero no entiendo –replicó confusa entres sus brazos-. Eriol, espera –pidió tratando de apartarlo-. ¿Cuál es el tercer regalo?
-Este edificio.
-¿Qué?
-Este será el sitio donde tus sueños se harán realidad.
-Pero Eriol, ¿qué has hecho? –exclamó sin aliento y sintiendo las piernas temblorosas.
-No irás a desmayarte ¿verdad? –preguntó preocupado y la abrazó con más fuerza.
-No –negó ella apoyándose en sus brazos-. Es solo que esto es demasiado.
-Nada es demasiado para mi esposa –aseguró orgulloso.
-Esto debe ser carísimo.
-Más o menos.
-Pero… ¿cómo?
-Ese será mi secreto, pero te diré que cerré el trato esta mañana.
-¿Esta mañana? Esa era tu junta tan importante.
-Así es, llevó meses negociando.
-¡Meses!
-Sí, pero no me has dicho si te gusta.
-Bueno sí, creo que si –dijo abrumada mirando alrededor.
-Vamos, te llevaré a recorrer el edificio.
-No creo ser capaz de moverme en este momento.
Eriol sonrió conmovido y la tomó en brazos para regresar al elevador.
-Te llevaré a los pisos de abajo, solo son cuatro, será un inicio modesto pero no hay duda de que tendrás éxito.
-¡Oh Eriol, te adoro!
-Lo sé –respondió entrando al elevador.
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Una hora después ingresaban de nuevo al quinto piso, donde fueron recibidos por el olor de las flores. Salieron del elevador tomados de las manos. Tomoyo apenas podía contener su excitación ante la cantidad de planes y trabajo que había por delante.
-¡La bodega es enorme! Qué decir del piso donde pondremos las maquinas, podré contratar más gente, más modelos, secretarias para la recepción –exclamaba divertida mirando el espacio de la misma.
Eriol la llevó por el piso mostrándole las oficinas. Una donde Tomoyo dijo que podrían estar las modelos, otra para las sesiones de fotos.
-Abelard se volverá loco cuando vea su oficina.
-Ya te habías tardado en mencionarlo –reprochó Eriol con una mueca.
-Oh vamos Eriol, no empezarás con tus celos.
-¿Celoso yo? ¿De Abelard Dupré?
Tomoyo sonrió y le lanzó un beso mientras caminaba hacia las ventanas. Al principio Eriol apenas soportaba a Abelard Dupré. Un joven emprendedor que le había recomendado Pierre Carelli para que fuera el asistente personal de Tomoyo. "Lo necesitarás, ahora que vas a iniciar tu negocio", le había dicho su mentor cuando se lo sugirió. Y había tenido razón, como con todos los consejos que le había dado a lo largo de su carrera como modelo.
Tomoyo había lanzado su primera colección unos meses después de casarse. Y después de eso montó una pequeña boutique en una zona comercial muy importante de la ciudad.
Tenía un negocio pequeño con un equipo de costureras. Lo exclusivo de sus diseños la había disparado como una de las jóvenes promesas del diseño y Abelard había sido una pieza importante en cada paso que daba. El joven no solo sabía de administración y marketing, también de fotografía. Tenía buen ojo para los diseños, los colores y las modelos. Y ahora que quería aumentar la producción Tomoyo necesitaba del apoyo de su mano derecha.
Eriol se había molestado un poco al conocer al joven que pasaba prácticamente todo el día con su esposa. Dupré encantaba a todos cuantos lo rodeaban, con su buen porte y músculos impresionantes, era difícil no prendarse de él. No fue sino hasta que el mismo Abelard confesara su homosexualidad que Eriol se tranquilizó un poco, pero de igual forma seguía sintiendo unos celos irracionales al saber que pasaba más tiempo con él que con su esposo.
-Hay un último sitio que debes ver –dijo Eriol a sus espaldas y la tomó de la mano.
-¿Cuál?
-Tu oficina –anunció abriendo la puerta de la misma.
Tomoyo quedó impresionada no solo por lo espacioso del lugar, sino por la chimenea encendida que era el centro de todo y la mesa con cena para dos cómo único mobiliario del lugar.
-¿Qué te parece? –preguntó Eriol en su oído mientras la abrazaba por la espalda.
-Es precioso Eriol.
Eriol alargó el brazo para apagar las luces. La chimenea y el par de velas encendidas en la mesa eran la única fuente de iluminación ahora. Desde las ventanas se podía apreciar la ciudad en todo su bullicioso esplendor.
-Eriol, yo no sé… -suspiró ella volviéndose a mirarlo, sus ojos brillaban emocionados y sin palabras se dejó envolver por sus brazos y lo besó con todo el amor que era capaz de sentir en ese momento, cuando paró para tomar aire susurró-: Me has dado siempre tanto, que ya no sé como agradecerte…
Él volvió a besarla interrumpiendo su discurso, no quería agradecimientos, solo la quería a ella a su lado, siempre.
-Vamos a cenar, después te diré como quiero que me lo agradezcas –y le guiñó un ojo.
-Eres un pícaro, Eriol Hiraguizawa.
Ya en la mesa, Tomoyo pudo apreciar no solo la comida sino la discreta decoración que adornaba su nueva oficina, las flores, la mullida alfombra junto a la chimenea y unos cuantos cojines. Los ojos de Eriol brillaban de tal manera que prefirió ignorar el tema de los mismos y se concentraron en otros tópicos para conversar.
-Creo que no debería tomar una copa más –se negó Tomoyo después de un rato cuando Eriol quiso llenar su copa.
-¿Por qué no?
-Porque todavía debemos ir a la fiesta sorpresa.
-¿Cuál fiesta sorpresa?
-La que me ha organizado Pierre y no te hagas el que no sabe nada.
-Sabía que Dupré no podría guardar el secreto –aseguró Eriol molesto.
-No culpes a Abe de esto; todos se han comportado extrañamente, solo tuve que sumar 2 2.
-Y Dupré debe haber sido el más misterioso de todos –insistió Eriol.
-No importa, de todos modos se que estaban tramando lo de la fiesta y sé que Pierre es el organizador, y que cuando lleguemos a casa ahí estarán esperándonos, así que creo que será mejor que nos vayamos a "mi fiesta sorpresa" –dijo levantándose de la mesa al tiempo que buscaba su bolso.
-Me parece que tienes mucha prisa por irte –reclamó Eriol imitándola pero le sostuvo la mano antes de que tomará su bolso.
-Sabes que me encanta estar a solas contigo, pero tengo mucha curiosidad por saber que encontraremos en casa –sonrió entusiasmada.
-Tal vez no encontremos nada –insistió Eriol queriendo ganar tiempo cosa que Tomoyo intuyó de inmediato.
-¿Es muy temprano aún?
-¿Temprano? No sé de qué me hablas, yo creo que estamos en el momento justo –y se acercó a ella para abrazarla.
-¿Momento justo? No te entiendo, ¿Vamos a irnos ya?
-No vamos a ir a ningún lado, es el momento justo para bailar.
-¿Bailar? Pero ni siquiera hay música.
-Tararea, cariño y bailaremos.
Como no parecía que ella quisiera cooperar, él comenzó a tararear suavemente una canción de los Beatles y a moverse por la oficina con ella.
"You'll never know how much I really love you.
You'll never know how much I really care. Listen,
Do you want to know a secret,
Do you promise not to tell, whoa oh, oh."
Murmuraba él mientras la dirige en sus brazos dando vueltas lentas por la oficina.
-Estás loco -sonríe Tomoyo sin poder evitar que le salga una carcajada divertida mientras su esposo la lleva.
Eriol sonríe divertido y no interrumpe su canción:
"Closer,
Let
me whisper in your ear,
Say the words you long to hear,
I'm in love with you"
-¿Recuerdas esta canción querida?
Tomoyo asiente escuchando su voz y como él de memoria se sabe aquella canción.
Y ella había aprendido de memoria.
Fue la canción que Eriol tocó en el piano de la casa la primera noche que pasaron juntos allí. Y luego se entregaron sin inhibiciones uno al otro.
La primera de muchas felices noches.
" I've known the secret for a week or two,
Nobody knows, just we two.
Listen,
Do you want to know a secret,
Do you promise not to tell, whoa oh, oh."
Eriol da una vuelta y la suelta separándola de su cuerpo para luego halarla en un giro y la joven volver a sus brazos sonriéndole a ella
Tomoyo entonces concluye la cancion diciendo con su melodiosa voz:
"Closer,
Let me whisper in your ear,
Say the words you long to hear,
I'm in love with you"
Eriol rozaba con su mejilla la coronilla de Tomoyo mientras inhalaba su olor, aquella dulzura que había sus pensamientos desde que la conociera y que lo había impregnado todo, hasta la almohada de su cama. Le rozó la sien con los labios y después, lentamente, deslizó la boca por su mejilla hasta que llegó junto a su oído.
-Tomoyo, hagamos el amor -le susurró.
-¿Aquí? -ella intentó apartarse, pero él la acarició por toda la espalda hasta las caderas, y después subió las manos hacia arriba nuevamente, de una manera calmante.
-Shh –siseo-. Tranquila...
-Eriol...
-Sé lo que estás pensando. Aparte de lo guapo que soy, claro. Estás pensando en que este será tu lugar de trabajo y que preferirías estar en casa en la cama. Pero eso ya lo hemos hecho. ¿Recuerdas cuando compramos la casa? Probamos cada habitación, cada rincón. ¿No te gustaría hacer lo mismo aquí?
Eriol notó que ella se estremecía de risa y se figuró todas aquellas horas que habían pasado juntos desde que se casaran, todos aquellos recuerdos que habían construido.
-Ojalá dejaras de mencionar la casa cada vez que te conviene -dijo ella quejumbrosamente.
-Entonces, dame otra cosa en qué pensar -respondió Eriol, y la besó.
Ella gimió. Aquello era una buena señal, pensó Eriol.
Eriol la besó profundamente y la rodeó con sus brazos. Ella se acurrucó contra su pecho, y aquella combinación enloqueció a Eriol: el beso carnal y húmedo con aquella cabecita de muñeca, de rizos suaves, contra el corazón.
Él supo que había acabado con su resistencia cuando, con un suspiro, Tomoyo le sacó la camisa de la cintura de los pantalones y metió las manos bajo la tela para acariciarle la espalda desnuda.
Eriol sintió un fogonazo de calor en el cuerpo. Ella se estremeció.
-Pienso...
-No quiero que pienses -le dijo él.
Le mordió el lóbulo de la oreja y ella comenzó a temblar contra él. Eriol deslizó las manos por su trasero redondo y pequeño y le subió la falda para poder encontrar el sexy encaje que la cubría. Después, deslizó los dedos bajo la prenda y volvió a besarla.
Mientras se movían hacia el calor de la chimenea, no dejaron de besarse y, cuando llegaron hasta ella, él deslizó las manos por el bajo de su blusa y se la quitó con un movimiento suave que dejó a la vista su sujetador de satén y la abundancia de sus pechos pálidos.
-Tomoyo...
Eriol le acarició los hombros, bajó hasta sus senos y los tomó en las manos con ternura. Después, a través de la tela de satén, atrapó uno con la boca y succionó ligeramente. Ella le hundió los dedos en los brazos y él sintió que el deseo lo atravesaba de la cabeza a los pies. Mientras seguía jugueteando con su pecho, le pasó las manos por las piernas desnudas. Con habilidad, le quitó las últimas prendas hasta dejarla completamente desnuda.
Mientras él la acariciaba, ella metió el dedo índice entre la cintura del pantalón de Eriol y su piel y, con una sonrisa, comenzó a desabrocharle el cinturón. A él se le aceleró el corazón en el pecho.
Poco a poco, lo fue desnudando y él la tomó en brazos y la tendió sobre la alfombra con delicadeza. La abrazó suavemente para pegarla a su piel desnuda, comenzó a trazar dibujos húmedos por su cuello, hombros y senos hasta que notó que ella retorcía entre sus brazos e intensificó sus caricias.
Ella gimió con tanto deseo que él se dio cuenta de que estaba al borde del clímax.
-Oh, Tomoyo -dijo él, mirando sus mejillas sonrojadas y su melena despeinada.
-Eriol, por favor.
Eriol siguió usando sus manos y su boca para demostrarle cuan profundamente la amaba y ella hizo lo mismo rindiéndose a sus caricias con la seguridad de que podía confiar en él, que podía perderse en sus brazos sin temor a nada.
-Tomoyo, haces que me sienta muy bien...
-Tú haces que yo me sienta bien...
-No, tú -bromeó él, mientras acariciándola más íntimamente.
Ella dejó escapar un jadeo y se agarró con fuerza a sus antebrazos.
-Eriol, yo...
-Adelante -le dijo él-. Yo te cuidaré.
Sabía que ella era todo sensaciones en aquel momento, que no podía pensar, y se sintió satisfecho por ello.
Entonces, ella abrió los ojos de golpe y le demostró que estaba equivocado.
-No, Eriol. Conmigo. Nosotros... tenemos que hacerlo juntos.
-Tomoyo -murmuró, y se inclinó a besarla, mientras se situaba entre sus piernas.
Él alzó la cabeza para poder mirarla a la cara. A ella se le aceleró la respiración al sentirlo.
-Es maravilloso, ¿verdad? –murmuró él.
Eriol cerró los ojos cuando lo sintió hundirse en ella. Él bajó el pecho para que se rozara con sus senos y se mecieron juntos, una, dos, tres veces.
El ritmo se acrecentó y él notó que su pasión era cada vez más intensa.
-Maravilloso -susurró Tomoyo.
Al oír aquella palabra, él alcanzó la cima. Se movió con fuerza, notando cómo el cuerpo de Tomoyo se estremecía también de placer. Cuando terminó, Eriol dejó descansar la cabeza en su pecho.
Tomoyo también estaba exhausta. Cuando Eriol se separó de ella y se tumbó de espaldas sobre la alfombra, a su lado, ella también estaba desfallecida, y él la tomó en brazos y la acurrucó contra su cuerpo mientras se quedaba dormida.
Y él se quedaba pensando.
Pensando en la mujer que tenía entre los brazos...
En la mujer que había sido capaz de conseguir que él creyera en el amor de nuevo, su mujer. Tomoyo.
-Eriol –murmuró Tomoyo contra la cálida piel de su pecho.
-¿Qué?
-Ahora si podemos irnos a mi fiesta –dijo sonriendo lo que provocó una estruendosa risa que hizo eco en el lugar.
-No todavía no cariño.
-¿Todavía no? –preguntó levantando la cara para mirarlo.
-Todavía no he terminado contigo –dijo antes de volver a besarla.
Meses después…
Ha llegado el día de la inauguración oficial del edificio. Familia, amigos y empleados se dieron cita en el lugar, incluso medios de comunicación estuvieron presentes para el corte del listón.
Los discursos no se hicieron esperar el famoso diseñador Pierre Carelli declaró orgulloso: "Sabía que Tomoyo tendría gran éxito como modelo y no será diferente ahora que es diseñadora".
Eriol mismo dijo que siempre apoyaría a su esposa, aunque muchos lo dudaran e incluso se atrevieran a pronosticar que con la realización del matrimonio lo sueños de la joven aspirante a diseñadora terminaría, cosa ahora completamente descartada.
También se anunció que pronto se haría el lanzamiento de la primera colección de verano de la marca "Cerezo".
-El evento ha sido todo un éxito Tomoyo –exclamó Sakura feliz abrazando a su amiga.
-Así parece –sonrió la diseñadora mirando a su alrededor, los invitados comían, bebían y bailaban en el centro del lugar donde se había improvisado una pequeña pista-. Estaba tan nerviosa esta mañana –confesó-, pero todo ha salido de maravilla, no podría haber imaginado… -se interrumpió al ver que su amiga y prima se inclinaba un poco llevándose una mano a su abultado vientre-. ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?
-No, no – negó Sakura tomando aire-. Todo está bien, es el bebé, está un poco agitado el día de hoy.
-Tal vez deberías irte a casa a descansar.
-De ninguna manera –aseguró Sakura con vehemencia-. He tenido muy pocas oportunidades de salir desde que me embaracé y no pienso retirarme tan pronto, ¡la fiesta apenas empieza!
-Está bien, está bien. Si estás segura de que te sientes bien, ¿o tal vez quieras que busque a Shaoran?
-Oh no, por favor, Shaoran se pondría histérico y querría llevarme al médico. Ya hemos cansado al pobre hombre. El doctor ya no sabe cómo explicarle que el embarazo va de maravilla. A cada pequeño sobresalto o antojo, salta de donde sea como loco. Me resulta un tanto difícil controlarlo ya. Lee todo… ¡incluso publicaciones que no son de aquí! Soy la madre y él está más irritable que yo.
-Pobre Shaoran debe estar muy nervioso.
-Y que lo digas, hace poco leyó en no sé dónde, que se recomienda a las embarazadas no dormir boca arriba porque el bebé no recibe suficiente oxígeno o algo así –gimió compungida-. Así que como imaginarás ya no me deja dormir más que de lado y el pobre casi no duerme vigilándome.
-¡Oh Shaoran! ¡Qué dulce!
-Si es muy dulce al principio pero después se vuelve exasperante. Ya lo verás cuando te llegue tu turno.
-No imagino a Eriol llegando a esos extremos.
-Pues yo decía lo mismo de Shaoran y ya ves. Pero dime cuando me darás la noticia, mi pequeño (ó pequeña) necesitará un primito con quien jugar.
-No lo sé –murmuró mirando el vientre de Sakura-. Aún no lo hemos platicado, con tantos planes –y suspiró-. Tal vez para cuando salga la colección de verano.
-¡Es cierto! Para entonces el bebé ya habrá nacido y espero poder comprar algunos de tus modelos.
-Espero que si, además te prometí algunos modelitos para el pequeño.
Las dos reían cuando una vez más Sakura se tocaba el vientre haciendo un gesto.
-Este pequeño patea con tanta fuerza –aseguró la joven madre-. ¡Oh no! –gimió pesarosa.
-¿Qué pasa? –preguntó Tomoyo preocupada-. ¿Es el bebé?
-No, es Shaoran, viene hacia acá y por la cara que trae seguro me ha visto quejarme.
-Sakura, ¿te sientes mal? –preguntó el hombre en cuanto llegó a su lado.
-No, no me siento mal –declaró Sakura con firmeza-. El bebé está un poco activo.
-¿Patadas otra vez?
-Eso parece.
-Mi hijo será futbolista –anunció Shaoran sonriendo.
-O bailarina de ballet.
-No importa, lo que sea estará bien –y besó a su esposa en los labios suavemente.
Tomoyo los miró conmovida y miró el vientre de Sakura pensando por primera vez en lo feliz que sería si tuviera un hijo de Eriol. Los minutos pasaron mientras los tres seguían conversando y Tomoyo sonreía ante las miradas de Sakura pues era obvio que Shaoran ya no pensaba despegarse de su esposa.
De repente fueron interrumpidos por Abelard que se acercó con gesto preocupado.
-¿Sucede algo malo? –preguntó Tomoyo enseguida.
-No, no, no –aseguró el hombre con su acostumbrada forma de hablar y trató de sonreír-. Es solo que creo que debes atender una pequeña emergencia.
-¿Emergencia?
-¿Puedo ayudar en algo? –ofreció Shaoran.
-No, no, no –se apresuró a contestar Abelard-. No es nada grave, solo algo que debe solucionar Tomoyo. Pronto –murmuró al final y tomó la mano de su jefa para llevársela con la misma prontitud con la que apareció.
-Abe, ¿qué sucede? Me estás asustando.
-No es algo para asustarse. No, no, no –dijo el hombre deteniéndose abruptamente y tomó a Tomoyo por los hombros-. Seguramente te molestará pero no te asustará.
-Abelard dímelo ya.
-Que conste que yo no soy responsable de esto.
-Abelard –exige en tono amenazante.
-Respira profundo y prepárate.
-¿Para qué?
-Para eso.
Y la hizo girar para mirar a la pista de baile donde descubrió a una pareja. Eriol y Kaho bailaban rodeados de otras personas en el centro de la pista. Bueno en realidad era ella la que bailaba pues Eriol apenas se movía y parecía estar hablando seriamente con ella.
-¿Qué hace "ella" aquí? –preguntó Tomoyo entre dientes.
-No lo sé, no lo sé. Pero recuerda querida que la prensa anda por aquí y no queremos darle la satisfacción a esa cualquiera de que nos eche todo a perder.
-¿Cuándo se cansará de perseguir a mi marido?
-Tal vez nunca, nunca, nunca – Tomoyo lo miró furiosa-. Lo siento querida, esa es una mujer muy pero muy desesperada.
-Pues comienzo a sentirme igual –y dio un paso adelante pero se detuvo para volverse a tomar de la mano a Abelard-. Vamos a bailar.
Poco a poco y con cuidado de no llamar la atención se acercaron a la pareja.
-¿Me permites a mi esposo? –preguntó Tomoyo con toda la delicadeza que le fue posible tocando levemente el hombro de Kaho.
-Aun no termina la pieza –respondió la mujer sin mirarla ni moverse siquiera.
-Yo creo que si –dijo Tomoyo y la apartó con firmeza para abrazar a su esposo-. No eres bienvenida aquí, así que márchate antes de que te saque a la fuerza.
Eriol y Abelard contuvieron el aliento sorprendidos al ver la furia apenas contenida de Tomoyo y antes de que Kaho pudiera replicar actuaron para alejarlas.
-Esta canción es mi favorita –exclamó Abelard y tomó a Kaho en brazos para bailar y llevársela mientras Eriol hacia lo mismo con su esposa.
-Sácala de aquí –gesticuló Tomoyo a Abelard, para enseguida continuar sonriendo a la gente.
-Lo haré, lo haré –asintió Abelard con aire sufrido.
Eriol aliviado vio como el hombre sacaba provecho de su fuerte constitución para sacar de ahí a Kaho. Después de eso se concentró en el baile y esperó a que Tomoyo se tranquilizara.
-¿Estás bien?
-Ahora si –suspiró por fin recostando la cabeza en su hombro.
-Me gusta cuando te pones así –susurró él en su oído.
-¿Cómo?
-Celosa y posesiva –ella levantó la cabeza para mirarlo.
-Solo defiendo lo que es mío -Eriol sonríe y le da un beso-. Además es algo que me enseñó mi marido.
-¿Su marido?
-Sí, mi marido.
-¿Es muy celoso su marido, señora?
-Terriblemente. Recuerdo una situación similar en la que bailaba con un hombre.
-Ah, ese tipo –recordó Eriol con un bufido.
-Me siguió a la terraza donde yo esperaba encontrar a mi marido y quiso besarme.
-Y su marido llegó y le dio su merecido.
-Sí, me llevé un susto espantoso –se estremeció recordando que fue necesario que dos hombres lo apartaran del sujeto.
Eriol le besó la frente cariñosamente y ella levantó la vista para ver la pequeña cicatriz de la barbilla que le quedara como resultado del enfrentamiento y la acarició con un dedo.
-Así que señor –dice ella burlona-. Más le vale que se comporte o puede aparecer mi esposo.
-Su esposo está justo donde debe estar señora –y la abraza con fuerza para pegarla a él y darle un apasionado beso.
Un mes después…
Tomoyo estaba trabajando arduamente en la realización de la colección de verano, misma que pensaba lanzar con una producción enorme. Razón por la cual el último mes había sido frenético y aún faltaba mucho por hacer y ya estaba agotada.
Aunque ya se había preparado mentalmente para semejante reto no imagino que fuera tan agotador, además lamentaba lo mucho que había descuidado a Eriol en las últimas semanas. No habían podido charlar apaciblemente sentados en el sillón de su habitación. Incluso había sacrificado sus almuerzos, pues casi siempre pedían algo para comer en la oficina o incluso para cenar. En varias ocasiones Eriol había tenido que ir a buscarla para sacarla casi a la fuerza del lugar, muchas veces Abelard era quien le ayudaba.
La primera vez que había ido a buscarla, Tomoyo estaba sola en la oficina, frustrada porque no quedaban sus diseños como ella esperaba, las telas que habían pedido no llegaban y una de las modelos había caído enferma de gripe. Eriol llevó la cena y ella apenas había probado bocado, por fin la convenció de que se sentará un momento y le dio un masaje en los hombros para relajarla. Fue tan efectivo que terminaron haciendo el amor ahí mismo y después de eso prefirió dejar el trabajo de lado para poder ir a casa y seguir disfrutando de la noche con su marido.
Y esa había sido la última vez juntos, recordó recargándose en la mesa de trabajo, mirando sin ver sus bocetos. Ahora cuando llegaba a casa por las noches estaba tan cansada como para hacer otra cosa que no fuera acostarse y dormirse enseguida.
Y el cansancio la estaba poniendo de mal humor.
Miró de nuevo los bocetos y la selección de telas cuando levantó la mirada y vio que Abelard y una de las secretarias la miraban expectantes.
¿Se habría perdido de algo?
-Tomoyo, habías empezado a decir algo, ¿no? –le preguntó Abelard.
-¿Si? No, si. No lo creo –dijo ella frotándose la frente.
-¿Estás enferma? –preguntó Abelard acercándose a ella al notar su repentina palidez.
-Estoy bien –respondió ella-. Solo cansada y me duele la cabeza. ¿Podrías conseguirme unas aspirinas? –dijo a la secretaría, la joven asintió y salió de la oficina.
-Deberías ir a casa –sugirió Abelard.
-No, estoy bien, ¿por qué no terminamos con esto?
-Siéntate –ordenó esta vez.
La hizo sentarse y sin decir palabra se dirigió al escritorio para tomar el teléfono y llamar a la oficina de Eriol.
-¿Qué haces?
-Alguien debe llevarte a casa. Yo me quedaré aquí a terminar esto.
-No es necesario, solo estoy cansada.
Abelard la ignoró y después de hablar unas palabras con Eriol colgó y se acercó a ella.
-No pasa nada –insistió Tomoyo-, sólo me duele la cabeza y estoy cansada.
-No es de extrañar, has trabajado mucho últimamente. Tal vez te contagiaron la gripe.
-Tal vez.
-Descansa un momento en lo que Eriol llega.
Tomoyo asintió y cerró los ojos. Se sintió mejor así. En cuanto llegara a casa, se echaría un rato y, cuando se despertara se sentiría mucho mejor.
-¿Tomoyo? –dijo la voz de Eriol despertándola.
-¿Qué? -abre los ojos sintiéndose aturdida. Unos ojos azules le devuelven una mirada consternada.
-Te has quedado dormida. He venido para llevarte a casa.
Abelard ya no estaba en la oficina.
-Muy bien.
Se sentía un poco desorientada. Había pensado esperar a llegar a casa para dormirse. Debía estar más cansada de lo que pensaba.
Eriol le rodeó la cintura con un brazo y la acompañó a la puerta.
-¡Yo puedo sola! –replicó molesta.
-Estoy seguro que puedes, pero permíteme ayudarte –respondió Eriol con paciencia.
Cuando salieron del despacho Abelard estaba ahí esperando.
-Espero que te sientas mejor pronto, Tomoyo.
-Estoy segura que si, solo necesito dormir, mañana a primera hora estaré aquí.
Ni Abelard, ni Eriol quisieron contradecirla pero los dos se miraron comprendiendo que era muy posible que al día siguiente ella no se presentara a trabajar.
Una vez en el ascensor, Tomoyo le dijo a Eriol:
-¿No deberías estar en la sala de juntas, negociando un contrato?
-Accedí a los términos que me proponían. Solo deben revisar los documentos y con un poco de suerte en dos días tendremos firmado todo.
-Estoy sorprendida, siempre tardas en las negociaciones. Creí que querías que aceptaran tus términos.
Eriol no dijo nada, pero fue la llamada de Abelard lo que terminó con las negociaciones, pudo haber sacado mejor ventaja pero no a costa de la salud de Tomoyo.
Cuando llegaron al piso de abajo, Tomoyo notó que el chofer de la casa estaba esperándolos y trató de apartar a Eriol con disimulo.
-A partir de aquí ya puedo yo…
-Me voy a casa contigo –dijo él cuando el chofer les abrió la puerta del coche.
-¿Qué? No estoy enferma, Eriol. Regresa a la oficina, estoy segura que tienes muchas cosas que hacer.
-No lo creo, permite que cuide a mi esposa en la forma que crea conveniente.
Ella gimió ante su tono de voz pero no replicó hasta que ambos estuvieron dentro del auto.
-Gracias, de verdad. Solo quiero ir a casa a dormir un rato, en cuanto despierte seguro me sentiré mejor, ya lo verás.
Tomoyo se quedó dormida en cuanto el auto estuvo en marcha y cuando llegaron a su casa, agradeció del brazo de Eriol para salir. Sin decir nada, él la tomó en sus brazos y la introdujo a la casa.
El ama de llaves les abrió la puerta.
-¿Está bien la señora? –preguntó.
-Lo estará pronto –replicó Eriol.
-Déjame en el suelo –siseó ella, pero no pudo quitar el brazo detrás de su cuello-. Bájame. No soy una invalida Eriol…
-Cuando hayamos subido las escaleras, no quiero que te vayas a caer.
-Puedo andar…
Cuando llegaron arriba, Eriol no la soltó y la llevó en brazos hasta su dormitorio y la dejó en la cama.
-Quítate eso y ponte algo más cómodo –le dijo.
-Lo haré –murmuró adormilada.
-Mmm.
-Te ayudo.
Tomoyo trató de sentarse en la cama cuando él le tiró del brazo. Dos minutos más tarde estaba totalmente despejada. Eriol le había quitado la chaqueta y le estaba desabrochando la blusa.
-Puedo hacerlo sola.
-Lo dudo –afirmó él mientras terminaba de quitársela. Buscó un camisón y se lo ofreció a ella quien lo tomó molesta-. Si trabajamos los dos, estarás en la cama en segundos.
Mientras hablaba Eriol le desabrochó la falda y en un segundo ya se la estaba bajando. Cuando llegó abajo, le quitó los zapatos y se dispuso a hacer lo mismo con las medias.
Tomoyo se sentía arder y aturdida miró su ropa en el suelo empezó a desear poder hacer lo mismo con la de él.
Como leyendo sus pensamientos él se levantó lentamente, recorriéndola con la mirada hasta que sus ojos se encontraron.
-La verdad es que siempre me sorprende el que te veas tan bien con ropa interior tan provocativa.
Ella fue muy consciente de la poca ropa que llevaba encima y de que él en contraste estaba completamente vestido.
-Eriol –dijo incapaz de apartar la mirada.
-Tomoyo.
Entonces, él se inclinó sobre ella y la besó.
Tomoyo se olvidó de todo y dejó caer el camisón. Extendió los brazos y le rodeó el cuello con ellos. Se sentía en la espalda las cálidas y firmes manos de él mientras la apretaba contra sí. Se olvidó del cansancio por completo.
Él se apartó y la miró a los ojos. Tomoyo casi se olvidó hasta de su propio nombre ante el deseo que se leía en su rostro.
Eriol murmuró algo, rompió el abrazó y se inclinó para recoger el camisón. Se lo metió por encima de la cabeza, le soltó el sujetador y se lo quitó.
Tomoyo deslizó las manos por las mangas del camisón.
-A la cama –le ordenó mientras la arropaba-. Ahora Tomoyo, antes de que se me olvide de lo cansada que estás y me acueste contigo.
La besó suavemente y antes de que pudiera decir nada, él ya estaba en la puerta. Tomoyo cerró los ojos y se durmió enseguida.
No fue consciente de las veces que Eriol se asomó a la habitación para ver como se encontraba. Ni siquiera sintió cuando él se metió a la cama a dormir y la abrazó tocando su frente para checar su temperatura. O que pasó la noche en vela preocupado por el estado de su esposa.
Pero muy temprano por la mañana cuando Tomoyo abrió los ojos y se sintió extrañamente caliente y mareada notó la presencia de su esposo rodeando su cintura, pero apenas se movió un poco cuando tuvo la imperiosa necesidad de salir corriendo al baño.
-¿Tomoyo? –la buscó Eriol despertándose al sentirla apartarse, solo el ruido en el baño le indicó donde se encontraba.
De inmediato se puso de pie y se dirigió al baño encontrándose a Tomoyo arrodillada en el suelo y agotada. Tomo una toalla y la humedeció para pasársela por la cara.
-¿Estás mejor?
-Cre-creo que si –murmuró e hizo el intento de pararse pero el estómago le dio un vuelco y la obligó a vomitar de nuevo con más fuerza.
Eriol se limitó a sujetarle el cabello, cuando estuvieron seguros de que no habría otro episodio la ayudo a sentarse en el retrete y volvió a limpiarle la cara y le paso su cepillo de dientes cuando ella se lo pidió. Apenas fue capaz de sujetar el vaso con agua y escupir, cuando volvió a sentirse mal.
-No entiendo –dijo sin aliento-. Me siento tan mareada, todo está dando vueltas –y se aferró a Eriol antes de desmayarse.
Lanzando maldiciones Eriol la tomo en brazos y volvió a llevarla a la cama. Cuando Tomoyo recobró el conocimiento había otro hombre en la habitación hablando con su esposo.
-¿Qué pasó?
-Te desmayaste –le informó Eriol inclinándose un poco-. Este es el doctor (¿) viene a examinarte.
El doctor se dispuso a hacer su trabajo y le hizo algunas preguntas, cuando hubo terminado Eriol volvió a la habitación y se sentó en la cama junto a su esposa.
-¿Y bien? ¿Qué es lo que pasa doctor?
-Nada de qué preocuparse señor Hiraguizawa, solo debo felicitarlos –dijo extendiendo la mano para estrechar la de Eriol que lo miraba confundido.
-¿Felicitarnos?
-La señora Hiraguizawa está embarazada.
-¿Embarazada? –murmuró Tomoyo son sorpresa.
-Así es, les recomiendo que busquen un ginecólogo y haga que la examinen cuanto antes, estos mareos que tiene pueden controlarse, y debe cuidarse un poco más. Su esposo me comentó que ha estado trabajando mucho, tal vez deba reducir su ritmo de trabajo, comer bien y descansar con frecuencia.
-Embarazada –dijo Eriol empezando a comprender-. Estamos esperando un hijo –el médico asintió complacido.
-Los dejaré para que conversen –dijo el galeno comprensivo y salió de la habitación sin que la pareja apenas lo notara.
-Un bebé –susurró Tomoyo con los ojos húmedos.
-Un bebé –asintió Eriol sonriendo de oreja a oreja.
-¿Estas feliz? –dijo Tomoyo sin poder creerlo-. Nunca habíamos hablado de esto pero…
-¿Cómo no voy a estar feliz? Ahora mismo estoy que no quepo de la felicidad –y dio un salto en la cama.
-Eriol no te muevas –rogó Tomoyo llevándose una mano a la cabeza.
-Lo siento preciosa, iré por té y galletas, eso te ayudará –dijo caminó a la puerta.
-¿Cómo lo sabes?
-A Sakura le funcionaba.
-¿Sakura? ¿Y cómo…?
-Shaoran me lo dijo, hace tiempo.
Y desapareció por la puerta aún radiante de felicidad.
El resto del día Eriol apenas y le permitió que se moviera de la cama. Él también se tomó el día libre, y juntos llamaros a la familia para darles la noticia.
Sakura recién estrenada como madre recibió la noticia con enorme felicidad y de inmediato les recomendó a su médico y en cuanto terminaron de platicar con ella llamaron a la clínica para hacer una cita para el día siguiente.
Ya en consulta el doctor del aseguró que el embarazó iba de maravilla y les dio una cita para el siguiente mes o antes si notaban algo raro.
A pesar de su entusiasmo las náuseas matutinas seguían siendo una pesadilla para Tomoyo y se tomó el resto de la semana para descansar en casa pues terminaba tan agotada que no se sentía con ganas de nada.
Abelard la visitaba por las tardes y le llevaba un poco de trabajo, aunque siempre terminaban hablando del bebé.
-Ya estoy planeando el lugar donde podremos tener al bebé en la oficina –exclamó Abe emocionado.
-¿Podemos? –murmuró Tomoyo sonriendo.
-Hay espacio para una cuna y un corralito –continuó él-. Me compraré uno de esos "canguros" y podrá ayudarte a cargarlo y le mostraré todo el lugar.
-Abe…
-Él o ella será el heredero y yo lo instruiré.
-Abelard.
-Será muy emocionante –reía el hombre caminando de un lado al otro.
-¡Abelard!
-¿Qué?
-No crees que la oficina no es un buen lugar para un bebé.
-Bueno no al principio –concedió él-. Seguro Eriol no querrá que le dé ni el sol, pero después…
-Abelard.
-No, escúchame, es un buen momento para plantearte la creación de una guardería en el edificio.
-Una guardería.
-¡Claro! La mayoría de nuestros empleados son mujeres, madres que trabajan.
-Abelard Dupré, nunca dejarás de sorprenderme –exclamó Tomoyo orgullosa.
-Lo sé, soy una joya. Podrás tener a tu hijo en la guardería. Aunque claro que al principio querremos tenerlo cerca.
-¿Querrermos? No creo que Eriol esté de acuerdo.
-Erio besa el suelo que pisas, cualquier cosas que quieras te la dará –aseguró el hombre, Tomoyo no puedo más que sonrojarse-. Así que podemos tener una cuna en tu oficina, ¡o en la mía! A mí no me molestaría.
-Seguro que no.
-Por eso he estado buscando los sitios que le recomendé a Sakura para comprar muebles de bebé.
-¿Tú le recomendaste sitios a Sakura?
-Por supuesto, ¿de dónde crees que saco las ideas para esa habitación de bebé tan preciosa que tiene? ¿Ya pensaste cual habitación será la del bebé?
-¡Abelard! Apenas me estoy haciendo a la idea, dame un respiro.
-Por favor –exclamó él con incredulidad-. Seguro Eriol ya tiene pensado hasta a que universidad quiere que vaya.
-Solo a la mejor –respondió Eriol entrando a la habitación-. Buenas tardes Dupré.
-Buenas tardes –saludó él sin amedrentarse con la seriedad del hombre.
Eriol siguió su camino hasta la cama donde saludó a Tomoyo con un beso y se sentó a su lado pasándole un brazo por los hombros.
-Veo que estás trabajando –acusó Eriol mirando todo el material que había sobre la cama.
-Solo un poco. Debemos seleccionar las telas de los vestidos, no es nada que requiera mucho esfuerzo.
-Y prácticamente está todo listo –aseguró Abelard retirando las muestras de la cama y haciendo las últimas anotaciones-. Bien, me retiro. Nos vemos mañana.
-¿Mañana también vendrá?
-No, mañana regreso a la oficina.
-¿Estás segura?
-Sí, me lo tomaré con calma –prometió.
-Si estás segura de eso…
-Lo estoy no te preocupes.
-¿De qué hablaban cuando entré?
Tomoyo se lo explicó y juntos empezaron a hacer planes para el futuro.
Un par de semanas después…
Tomoyo y Abelard comían en la oficina, el asistente había localizado un servicio de comidas que preparaban los mejores y más nutritivos platillos y recurrían a ella cada vez que no podía salir a comer.
Tomoyo disfrutó de la sopa y de la ensalada pero su estómago emitió una queja desabrida antes la vista del plato principal. Abelard se dio cuenta.
-No comes, Tomoyo. ¿Te encuentras mal?
-Creo que he perdido el apetito.
-Es un poco tarde para que se trate de mareos matinales, ¿no?
-Creo que mi cuerpo no respeta los horarios. Hace un par de días que me siento un poco rara -cuando vio que Abelard buscaba el teléfono lo detuvo-. No te atrevas a llamar a Eriol, además no está en su oficina. Hoy tenía que ir al aeropuerto a supervisar el mantenimiento de uno de sus aviones, es algo demasiado importante para molestarlo con esto.
-No lo sé Tomoyo –dijo Abelard observando su pálido rostro-. No te ves muy bien.
-No me siento muy bien –admitió Tomoyo dando un sorbo de agua mientras rezaba por no tener que hacer una indigna retirada hacia el cuarto de baño.
-Haré que se lleven esto de inmediato –dijo Abelard señalando la comida al percibir su molestia.
-Gracias –dijo Tomoyo tomando otro sorbo de agua.
-Tal vez deberías llamar a tu médico, igual y puede verte hoy mismo.
-Tienes razón, ¿podrías…?
-Ahora mismo jefa –dijo tomando su agenda, mientras esperaba a que lo atendieran agregó-: ¿Estás segura que no quieres que llame a Eriol?
-Esperemos un poco, tal vez no sea nada.
En pocos minutos Abelard consiguió que les hicieran un sitio en la consulta y él mismo llevó a Tomoyo.
-No deseo alarmarla innecesariamente –decía el médico después de examinarla-, pero el cuello del útero está más dilatado de lo que debería haremos un ultrasonido ahora mismo. Si me permiten un momento llamaré a la enfermera para que la preparen.
-Cambie de opinión –susurró a Abelard-. Llama a Eriol por favor.
-En seguida.
Cuando volvió a ver al doctor Tomoyo ya estaba acompañada por Eriol quien le tomaba la mano para tranquilizarla.
-Tal como le había explicado a su esposa señor Hiraguizawa, el cuello del útero está dilatado, por lo que tendrá que hacerse mas ultrasonidos de los habituales. Si la situación no mejora, tendremos que tomar medidas para evitar un aborto o un nacimiento prematuro.
-¿Qué tipo de medidas? –preguntó ella.
-Tendríamos que suturar el cuello del útero con anestesia local hasta que llegue el momento de empezar a dilatar de forma natural.
-¿Existe algún peligro para el bebé?
-Hay un ligero riesgo que podemos minimizar si realizamos la operación lo antes posible. Pero aún no es necesario llegar a estos extremos. Unas semanas de descanso es justo lo que necesita -afirmó el médico-. Sin embargo, puesto que los resultados del ultrasonido aún no son concluyentes, el problema de la dilatación del útero sigue siendo una cuestión preocupante. Volveremos a estudiar el caso en un par des emanas, pero de momento, les recomiendo que se abstengan de mantener relaciones conyugales. Ya sé que no es eso lo que desea oír una joven pareja, pero cuando el desarrollo del embarazo está en peligro...
-No importa doctor, haremos lo que sea necesario –aseguró Eriol.
-Muy bien, descansé unos días señora y llámeme ante cualquier molestia. Los veré en un par de semanas, la secretaria les anotará la cita.
Al finalizar el tercer día de reposo cuando Eriol y Tomoyo permanecían abrazados en la cama ella tomó una decisión.
-No puedo estar todo el tiempo en casa Eriol –se quejó con un suspiró-. Si me quedo aquí me volveré loca de la preocupación.
-¿Estás segura de que volver al trabajo es lo mejor?
-No estoy segura de nada –gimió apretándose a él-. Pero creo que estar ocupada me ayudará. No me esforzaré –prometió levantando la cara para miarlo.
-Tomoyo –suspiró él peinando su cabello con los dedos-. No sé…
-Hable con el doctor esta tarde, él está de acuerdo. Mientras cuide mi alimentación y descanse con frecuencia. Abelard estará conmigo.
Eriol la miró pensando que a pesar de todo Dupré había demostrado ser de gran ayuda para Tomoyo, sobre todo en esos momentos.
-Puedes venir a comer con nosotros a la ofician –insistió Tomoyo-. Por la tarde regresaremos juntos a casa.
-Si yo no puedo llevarte o recogerte el chofer lo hará por mí, nada de manejar y nada de andar sola en la calle – Tomoyo asintió-. Está bien, si crees que es lo mejor para ti, no pondré ninguna objeción.
-Gracias amor –dijo ella con un beso.
-Eres lo más importante para mi preciosa.
-Lo sé –dijo conmovida-. Te amo.
-Y yo a ti –esta vez fue él quien la beso pero antes de que el beso se profundizara se separó gruñendo frustrado-. A dormir.
-A dormir –replicó Tomoyo riendo pues comprendía su frustración.
Un mes después…
Tomoyo salió a la populosa calle e inspiró profundamente. Por primera vez desde hacía horas sus pulmones no se veían bloqueados por el miedo y, a pesar de los humos de los coches, el aire de la ciudad le supo a gloria. El niño estaba bien y se encontraba perfectamente. Detrás de ella quedaba el edificio de la clínica.
-Señora -le había dicho el médico después de hacerle un ultrasonido-, su niño disfruta de una salud excelente, al igual que usted. El embarazo no está en peligro.
-¿Y el cuello del útero?
-Está tal y como debería estar a estas alturas de la gestación. Su marido y usted pueden relajarse -añadió con los ojos brillantes-. Estoy seguro de que a él le gustará enterarse de las buenas noticias, ¿o no?
-Sí, claro.
Había sido el mes más largo de sus vidas, lleno de incertidumbre y miedo, aunque también lleno de amor. Todos la habían cuidado y mimado, sobre todo Eriol que sorpresivamente había confiado un poco más en Abelard para mantenerla vigilada "como halcón" en la oficina.
Con el paso de los días las molestias fueron disminuyendo aunque nadie bajo la guardia y siempre tuvieron los mayores cuidados. Ya un poco más relajados Abelard buscaba siempre hacerla reír y bromear con el supuesto sacrificio que hacia Eriol pues aún no podían hacer el amor.
-"Creo que hasta ahora debe saber lo que es la abstinencia.
-Abelard –lo reprendía Tomoyo cada vez.
-En serio Tomoyo, ahora sabe lo que es estar a pan y agua.
-Abelard.
-Pero sí creo que se le van a salir los ojos de las órbitas cada vez que te ve.
-¡Basta Abelard! –pedía Tomoyo a risas."
Y sonriendo por el recuerdo se decidió a ir directo a las oficinas de su esposo para darle la buena nueva. Mientras el chofer la ayudaba a salir del auto se dio cuenta que a esa hora la mayoría de los empleados estaba saliendo y entró al edificio saludando a quienes la conocían. Casi al llegar a los elevadores se topó con la secretaria de Eriol.
-Buenas tardes señora Hiraguizawa.
-Buenas tardes Yurilo, ¿mi esposo está en su oficina?
-Si señora, hemos tenido mucho trabajo el día de hoy.
-Lo sé –asintió Tomoyo recordando lo furioso que estaba por no poder acompañarla a la cita-. ¿Se solucionó el problema?
-Afortunadamente si, el cargamento salió a la hora estimada, aunque la oficina fue un caos un buen rato.
-Me lo imagino, pero ya no te entretengo más, mereces ir a casa a descansar.
-Gracias señora Hiraguizawa. Estoy segura que a mi jefe le sorprenderá verla, lo dejé esperando su llamada.
-Esa es la idea Yuriko, sorprenderlo. Hasta pronto.
-Hasta pronto.
Tomoyo subió al elevador vació y tarareando miró los números que indicaban su ascenso. Cuando entró al piso todo estaba en silencio. Alcanzó a ver a Eriol saliendo de la sala de juntas, absortó en unos papeles que llevaba en las manos.
Sonriendo lo siguió sigilosa a su oficina. Iba a llamarlo cuan cuanto lo vio entrar pero otra voz femenina se le adelantó desde dentro.
-Sorpresa –dijo la voz aterciopelada.
-¡Maldita sea! ¿Qué significa esto? –protestó Eriol con dureza.
Sobresaltada por la reacción de Eriol siguió caminando y por encima de su hombro pudo ver a Kaho sentada en el sillón de su esposo con los pies sobre el escritorio. Y como única prenda llevaba puesta la corbata de Eriol que ella misma le había ayudado a anudar esa misma mañana.
Eriol pudo oír que alguien contenía la respiración detrás de él y por el brillo triunfal en la mirada de Kaho supo inmediatamente quien estaba ahí.
Se volvió para encontrarse a Tomoyo pálida con los ojos muy abiertos y la mirada fija en su escritorio. Súbitamente el color lleno sus mejillas y sus ojos ardieron furiosos, balbuceo algo que él no pudo entender y dio un par de pasos antes de desvanecerse frente a sus ojos. Solo sus rápidos reflejos pudieron evitar que se golpeara contra el suelo.
-Tomoyo, preciosa –le habló preocupado y la tomó en brazos.
Al volverse, Kaho seguía en la misma postura.
-Vistete ¡ya! –sin dedicarle otra mirada llevó a Tomoyo hasta un sofá que tenía ahí mismo y la bajó con cuidado-. Despierta preciosa –murmuró masajeando sus manos frías.
-No creí que fuera tan dramática –dijo Kaho mirando por encima del hombro mientras subía el cierre de su vestido.
Eriol explotó en ese momento, en un segundo se levantó volviéndose para tomarla por los hombros.
-Y esto te parece muy gracioso –siseó furioso.
-¡Eriol! –jadeó ella por el dolor.
-Es la última vez que te acercas a mi o a mi esposa.
-Eriol yo te amo, como puedo hacerte entender que te amo.
-Tú que sabes lo que es el amor –la soltó asqueado-. Niña caprichosa y frívola.
-No soy una niña –gritó frotándose los brazos adoloridos-. Soy una mujer y tú mejor que nadie lo sabe.
-Si alguna vez te tuve entre mis brazos, lo olvide en el mismo momento en que la toque a ella –gritó señalando a su esposa-. Ya estoy harto de escuchar tus súplicas. Harto de tus rabietas. Madura de una vez Kaho Mitzuqui.
-Eriol, no puedes hablar en serio. Yo te amo, tanto que no me importa que estés casado.
-¿Qué no entiendes? No quiero volver a verte. Y si algo le pasa a Tomoyo o a mi hijo no descansaré hasta hacértelo pagar.
-¿Hijo? –balbuceó sorprendida.
-Estamos esperando un bebé –siseó Eriol agitado.
Kaho volvió a mirar a Tomoyo notando por primera vez el abultado vientre. Por su cara pasaban distintas expresiones. Horror, sorpresa y finalmente comprensión.
-No lo sabía.
-No tenías porque.
-Eriol yo…
-No me importa –la interrumpió-, no quiero saberlo –en ese momento un suave gemido atrajo la atención de los dos, Eriol se arrodilló de inmediato junto a Tomoyo-. Vete –dijo por encima de su hombro, no quiero que estés aquí cuando despierte.
Eriol ya no le prestó más atención, ni siquiera la oyó alejarse. Se concentró en Tomoyo que ya abría los ojos.
-Eriol… ¿Qué? –y entonces recordó, parpadeó con rapidez-. ¡Kaho! –sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Se ha ido –dijo él sintiendo el corazón acelerado-. No volverá, lo prometo…
-Pero ella, ¿cómo pudo? –lágrimas furiosas resbalaban por sus mejillas.
-Preciosa yo te juro…
-No –se negó a escuchar ella mientras limpiaba su rostro.
-Tomoyo –jadeó él-, no pensarás que yo…
No lo dejó terminarlo besó suavemente al tiempo que pasaba los brazos por su cuello y se apretaba a él.
-No creo que seas capaz de engañarme Eriol –dijo al fin-. Con Kaho o con cualquier otra. Pero no quiero volver a verla cerca de ti –frunció el ceño molesta-. Quemaré esa corbata.
-Está bien –asintió aliviado-. Será como tú quieras…
-Eriol –exclamó abrazándolo-. Al principio me asuste pero después me sentí tan furiosa que…
Eriol también la abrazó recordando como el alma se le había salido del cuerpo al notar su presencia y peor aún al verla caer al suelo. Entonces sintió su vientre apretándose contra él y se apartó alarmado.
-¡Tomoyo! ¡El bebé! ¿Cómo te sientes? –musitó tomando su rostro entre las manos-. Deberíamos regresar con el médico.
-Tranquilo Eriol, todo está bien.
-¿Estás segura?
-¿Qué te dijo el doctor?
-El bebé y yo estamos bien, el peligro pasó. Todo estará bien –Eriol suspiró, lo que provocó una sonrisa en Tomoyo-. También dijo que podíamos retomar nuestra vida normal otra vez. Y ya sabes lo que eso significa.
-Lo sé –asintió Eriol sintiendo que su temperatura corporal aumentaba-. Pero tal vez deberíamos esperar un poco más, sobre todo después de…
-Eriol –lo cayó colocando un dedo sobre sus labios-. Ahora más que nunca te necesito.
-Entonces será mejor que vayamos a casa.
Apenas y sintieron el tiempo que pasó hasta que llegaron a casa. Eriol pensó que podrían saborear cada momento. Pero no sucedió así, tenía una necesidad acumulada demasiado grande y ella estaba tan receptiva y deseosa que, apenas llegaron al dormitorio, ambos abandonaron todo recato.
La forma en que ella susurraba su nombre una y otra vez, el roce de sus prendas de seda, la suavidad de su piel y la redondez de su vientre se convirtieron en tentaciones imposibles de eludir.
Dando una patada para cerrar la puerta, él la besó con un ardor desconocido porque permitía la continuación del acto amoroso. La forma en que ella le dio la bienvenida, abriendo la boca y gimiendo suavemente, lo enardeció aún más. Hipnotizado por su suave fragancia, la dejó caer sobre la cama. Medio ciego de pasión, le desabrochó los botones y le quitó el vestido. La besó en la garganta, justo donde su pulso latía a toda velocidad, y luego acarició sus pechos aún cubiertos por el sostén de seda.
-¿Estás segura de que no va a haber ningún problema? -preguntó él a punto de dejarse llevar por la pasión definitivamente.
-Totalmente -susurró ella con urgencia, clavándole las uñas en los hombros.
Se desnudaron el uno al otro con renovada pasión. Sólo eran sombras en la cama, pero su pasión tenía forma y sustancia. Pieles húmedas, latidos atronadores, gemidos jadeantes. Para ambos era el momento, el presente embriagador, lo que importaba. El ayer y el mañana estaban olvidados.
Permanecieron largo rato abrazados hasta quedarse dormidos. Casi al amanecer Tomoyo se despertó, estaba acostada de lado y podía sentir a Eriol pegado a su espalda con su aliento acariciando cálidamente su oreja y una mano reposando sobre su vientre.
Tomoyo sonrió acariciando su brazo y se movió tratando de volverse pero Eriol no se lo permitió.
-No te muevas –murmuró adormilado.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque lo mejor para el bebé es que duermas de lado.
-¿Cómo lo sabes?
-Shaoran me prestó un libro donde dice…
-¡Oh no! ¡Tú también!
Algunos meses después…
Tras bambalinas todo era agitación y nervios. Había llegado la gran noche, el lanzamiento de la colección "Cerezo". Era el último día de la semana de la moda, la joven diseñadora pensó que no llegaría a ese momento después de tantos contratiempos pero lo había logrado.
Caminando con un poco de torpeza entre las modelos y estilistas checaba los últimos toques de los vestidos y las modelos. Abelard se mantenía a su lado cuidando que nadie chocara con ella.
Tomoyo se detuvo un momento y fingió concentrarse en los papeles que sostenía. Aquella mañana se había levantado sintiendo un ligero dolor en la espalda, mismo que ahora se presentaba.
-"Muy extraño" –pensó ella y vio de reojo a Eriol que se acercaba.
-¿Qué pasa?
-Nada, nada –mintió Tomoyo y suspiró emocionada-. Ha llegado el momento. Abe dile a todas las modelos que ocupen sus puestos. Y tu Eriol ve a sentarte a tu sitio.
-Está bien –dijo él a regañadientes y le dio un beso-. Suerte.
-Gracias.
Todo se puso en marcha en unos minutos. Pierre Carelli dio un pequeño discurso de bienvenida y dio inicio al desfile.
Las modelos fueron saliendo a la pasarela acompañadas por el ritmo de una canción de moda, los flashes no pararon y las expresiones en los rostros de los asistentes pronosticaban el éxito.
-Abe, está sucediendo –dijo Tomoyo apretando la mano del hombre.
-¡Así es! Un éxito total.
-No, no entiendes.
Abelard la miró desconcertado pero después dirigió la mirada a su vientre y antes de decir nada alguien la interrumpió.
-Es su turno de salir señora Hiraguizawa.
Sin tiempo a nada más y como ya se había acordado, las modelos volvieron a salir y detrás de ellas salió Tomoyo haciendo un gran esfuerzo por ocultar su preocupación. Los aplausos y vítores no se hicieron esperar a todos había encantado la colección.
Tomoyo buscaba a su esposo entre las luces y con alivio lo vio acercarse con un ramo en las manos, se lo entregó sonriendo y la besó.
-Felicidades –dijo antes de apartarse pero ella lo detuvo.
-No, no te vayas –susurró apretándole el brazo.
Eriol percibió su fragilidad y le paso el brazo por los hombros para caminar con ella de regreso por la pasarela hasta desaparecer detrás del escenario.
-¿Qué pasa? –preguntó y tomó el ramo para pasárselo a Abelard que ya se reunía con ellos.
-Es hora –respondió Tomoyo.
-¿De qué? –preguntó Abelard confundido al tiempo que miraba su reloj.
Tomoyo no pudo responder pues junto entonces sintió que rompía aguas, miró hacia abajo para ver el agua a sus pies. Los dos hombres la imitaron y contuvieron el aliento perplejos.
Después de eso todo fue un caos. Eriol tomó a Tomoyo en brazos y camino hacia la salida. Abelard se encargó de abrirles paso entre la gente, tan nervioso que agitaba el ramo aun entre sus manos. Pétalos de rosas volaban por todos lados.
En el hospital…
Tomoyo gimió exhausta dejando caer la cabeza contra la almohada.
-Vamos preciosa puedes hacerlo –la animaba Eriol que no había soltado su mano ni un minuto.
-Este maldito aparato no funciona –dijo Abelard desde una extremo de la habitación mientras se peleaba con la cámara de video.
Eriol lo miró confundido, aún no sabía cómo se había metido con ellos hasta la sala de partos y mucho menos de dónde había sacado la cámara.
-¿Falta mucho? –preguntó Tomoyo sin aliento.
-Solo una más señora Hiraguizawa –le dijo el médico, ya puedo ver su cabeza.
-¿La cabeza? ¿Ya se puede ver la cabeza? –preguntó Abelard olvidando la cámara.
-Abelard la cámara –le recordó Eriol en un gritó.
-Oh si, oh sí.
-Una más cariño –animó Eriol a Tomoyo limpiando su frente.
-Una más -asintió Tomoyo.
-Ahora –dijo el médico.
Tomoyo pujo con toda la fuerza que le quedaba.
-¡Es una niña! –dijo el doctor.
-Tenemos una hija –afirmó satisfecho Eriol.
Tomoyo rompió a llorar y agarró la mano de su marido mientras trataba de sonreír.
-¿Está bien? –preguntó.
-Parece perfecta –dijo el médico mientras se la dejaba en su vientre-. Ahora señor Hiraguizawa puede cortar el cordón.
El momento fue muy emotivo pero fue interrumpido por un sonido sordo que atrajo la atención de todos.
Abelard estaba en el suelo y la cámara había rodado un metro lejos de él.
-Espero que al menos haya grabado el momento –dijo Eriol.
-Eriol.
Por rato hubo un buen alboroto, la bebé lloraba, las enfermeras y el doctor se ocuparon de Abelard dejando solos a la pareja un momento.
Eriol le acarició la mejilla a la pequeña y ella dejó de llorar.
-Es preciosa –murmuró él-. Como su madre.
Tomoyo parpadeó tratando de ver con claridad.
-¿Es pequeña, roja y…?
-Calla amor. Será tan preciosa como tú –dijo Eriol y se inclinó a besarla.
Tomoyo sonrió.
-Te amo Eriol. Has hecho mi vida perfecta.
-Oh Tomoyo, nada es perfecto. ¡Pero tú y yo juntos nos podemos acercar mucho a la perfección!
FIN
Notas de autora: Bueno amigas después de casi 4 años desde que escribí este mi primer fic, por fin he podido cumplir con lo que prometí: aquí tienen el Epílogo espero les guste. Hay mucho, mucho romance, mucha miel, un poco de humor y un poco de conflicto. Seguramente habrá muchos errorcillos pero es que lo escribí a marchas forzadas, tenía que actualizar hoy, el día del amor y la amistad en México. Y dedicárselos a todas ustedes mis fieles seguidoras. Gracias, por mantenerse conmigo durante tanto tiempo, espero les guste. Gracias a mis beta amigas que a pesar de sus esfuerzos no pudieron revisar este epílogo en su totalidad. A Crystal le debemos la canción de los Beatles. Un beso a ti amiga, tú has sido la principal culpable y responsable de que yo esté aquí escribiendo estas líneas. Ahora si prometo meterme de lleno a escribir el siguiente capítulo de Simplemente… ¿amigos? Espero sus reviews, hasta pronto.
Daulaci