N/A. Bueno, es que ya no merezco ni perdón. He tardado tantísimo… Esta vez me he reformado, lo juro. Estoy más sentada con mis historias largas. Tengo el 16 pensado, y será lo siguiente que empezaré a escribir sin ninguna duda. Seguramente tengáis que releer algún capítulo anterior, yo lo tuve que hacer XD ¡lo siento muchísimo! Espero que os guste y que estéis pasando unas Navidades estupendas : )

Es para Lexa, porque sin lo mucho que me ha insistido no lo habría seguido :3

SEVEN DARK YEARS

CAPÍTULO 15: SATISFECHA

Cuando se despertó esa mañana le dolía la cabeza. Se sentía embotada, soñolienta y agradeció los doseles que rodeaban la cama y no dejaban pasar la luz. Se dio la vuelta, hundiendo la cara en la almohada, y se tapó más. Apenas estaban a mediados de octubre pero ya empezaba a hacer un frío horrible, del que se colaba entre la ropa y contra el que la gruesa capa roja no parecía hacer mucho. Era el tercer invierno que pasaba en Durmstrang, pero seguía demasiado acostumbrada a la temperatura húmeda y la lluvia constante de Inglaterra.

-¿Estás lista? -Zahn tocó con los nudillos en la puerta y la entreabrió lo suficiente como para poder asomarse-. ¿Bella?

-Ya, ya.

No se movió ni un poco. Se habían acostado tardísimo la noche anterior (porque insistió ella, eso tenía que admitirlo) y ahora le dolía todo. Sospechaba que lo que notaba eran los primeros síntomas de un fuerte constipado. Tendría que ir luego a la enfermería, pero odiaba esas pociones…

-¿Estás despierta? –repitió Novak, arqueando las cejas.

-Sí. Ve yendo tú, yo estoy en nada.

-Pero date prisa.

Tenían Transformaciones, recordó. No podían llegar tarde. Bellatrix se puso bocarriba, clavando la vista en el techo, resoplando. En cuanto escuchó el ruido de la puerta, volvió a cerrar los ojos. Estaba cansada. Serían cinco minutos.

OoOoOoO

Un par de alumnos se quedaron estupefactos al ver pasar junto a ellos como un vendaval a una chica corriendo. Mascullando entre dientes, cargada con la mochila a la espalda, el pelo revoloteando a su espalda.

-¿Esa no era…?

-Eso creo.

Pero Bellatrix no los escuchó; ya había torcido la esquina y corría hasta el fondo del pasillo para volver a girar. Los cinco minutos en la cama se habían vuelto casi media hora, y se había despertado cinco minutos antes de que comenzara la clase. No recordaba haberse vestido nunca tan rápido, ni tampoco haber recogido los libros a esa velocidad. Los había metido en la mochila de cualquier manera y había salido corriendo.

Se detuvo jadeando delante de la puerta. Miró el reloj: diez minutos tarde.

El profesor Wexlershire impartía la clase de Transformaciones en una de las aulas más grandes de todo el colegio. Los gruesos muros mantenían el poco calor que hacía para esas fechas en el interior del castillo, cubiertos por estanterías rebosantes de libros y polvos. Las alargadas ventanas de la pared derecha parecían más un lugar del que poder defender y dominar los terrenos que sitios por los que entrase la luz. La gigantesca araña que había en el techo estaba permanentemente encendida en horario lectivo.

Cuando tocó con los nudillos en la puerta y la abrió, no hubo ni un alumno que no se volviera. Se encontró con que decenas de pares de ojos la miraban fijamente, conteniendo la respiración. El profesor había dejado de escribir en la pizarra y había detenido la explicación. Bellatrix entró, dispuesta a inventarse una excusa con la que salir del paso y tomar asiento lo más rápidamente posible. Sólo había dos pupites vacíos: el suyo, y el de Vriesia, la alumna favorita de Wexlershire que había muerto el año anterior.

-Creo que nadie le ha permitido sentarse, señorita Black -dijo con voz potente el profesor, al ver que la joven se acercaba a su pupitre-. Y, si no me falla la memoria, creo que tampoco le he permitido entrar.

Bellatrix recogió la mochila que había dejado al lado de su mesa y levantó la cabeza, viendo de reojo que en las bocas de algunos de sus compañeros habían aparecido pequeñas sonrisas burlonas.

-No se preocupe, señorita Black, que en seguida dejarán de reírse todos -añadió, y esta vez fue su turno de esbozar algo que parecía más una mueca desagradable. Cuando siguió, lo hizo en voz alta y para todos-. Sería demasiado esperar que recuerden lo que les comenté el primer día de clase hace tres años, así que me tomaré la libertad de recordárselo a todos ustedes: está terminantemente prohibido llegar tarde.

-Lo siento mucho, señor, es que...

Bellatrix se apresuró a disculparse, intentando apaciguarle, pero una seca mirada del profesor la disuadió de seguir intentándolo.

-No dudo que tendrá alguna excusa adecuadamente inventada, pero lamento informarle que no me interesa demasiado escucharla. El aviso que doy cuando llegáis a Durmstrang es el primero y el único, y normalmente se lo toma todo el mundo en serio. -Las cejas blancas del profesor se enarcaron tanto cruzando la estrecha frente llena de arrugas que prácticamente se juntaron con la espesa mata de pelo cano-. Con esto no quiero decir que es usted la primera en quedarse dormida...

-¡No me he quedado dor...!

-No me interrumpa -musitó, levantando la mano, y siguió como si nada-: O la primera en perderse por el castillo o en no encontrar su varita o sus libros o la que sea la excusa que me traiga esta vez, pero sí es la primera en ser lo suficientementetemeraria como para entrar en mi clase una vez la he empezado, lo que me indica que o bien lo que aprende aquí le interesa lo bastantecomo para tragarse el miedo que suelen tenerme los alumnos, o que por el contrario no me tiene ninguna clase de respeto. En cualquiera de los dos casos, y no espero que me diga cuál es el suyo, no va a librarse del castigo. Le interesará saber que tampoco se hubiera librado de no haber entrado en la clase.

Le creía. Se le veía perfectamente capaz de buscarla por todo el castillo tan solo para preguntarla por qué no había asistido a su clase. Y sospechaba que como mínimo necesitaría estar ardiendo de fiebre en la enfermería para que al profesor Wexlershire le valiera como excusa.

-Saldrá ahora mismo de mi clase, señorita Black, rápido y sin hacerme perder el tiempo -ordenó el hombre-. Aunque supongo que le interesará saber primero que el lunes de la próxima semana tienen todos un examen de lo que llevamos visto en el curso.

Se alzaron las inevitables protestas y lamentos, pero Bellatrix no se movió un ápice ni hizo el mínimo gesto. Estaba tiesa como un palo. Los puños, fuertemente apretados, le temblaban. Tenía las mejillas totalmente rojas. Intentaba no morirse de vergüenza.

-Obviamente daré por hecho que tenéis bien sabidos los conocimientos de los dos años anteriores. Hasta el momento del examen no sabréis si será teórico o práctico, pero sí os puedo asegurar que será largo y difícil, así que -terminó, permitiéndose una leve sonrisa- estudie mucho, señorita Black.

OoOoOoO

Cuando sonó el timbre que marcaba el final de la doble hora de clase, ella se encontraba apoyada en la pared de un pasillo, el que tendría que coger Zahn para ir a la Sala Común de Münzenicht. Se incorporó al empezar a escuchar ruidos, pateando suavemente el suelo para recuperar la circulación en las piernas. Había estado en la misma posición desde que había salido, demasiado furiosa y humillada como para pensar en ir a hacer cualquier otra cosa. Le había costado calmarse.

Se alisó la falda y se aseguró de que el broche de la capa estuviera bien colocado, y se echó la mochila a la espalda.

-Pensé que estarías a la salida de clase -dijo Zahn en cuanto la vio, sorprendido. Sabía que el chico no le había quitado la vista de encima en todo el discurso del profesor de Transformaciones, pero ella no se había atrevido a dejar de encarar en ningún momento al hombre-. Como te vi, pensé que habrías ido a la Sala Común.

-No estaba de humor como para aguantarlos a todos cuando salieran -masculló entre dientes. Esa había sido la principal razón para quedarse en ese pasillo apartado y no ir a cualquier otro sitio. Había visto las caras de sus compañeros, y sabía de buena tinta que no estarían nada contentos con lo ocurrido.

-Me imagino -asintió, y entonces por fin hizo la pregunta que parecía estar matándole de curiosidad-: ¿Qué te pasó al final? ¿Por qué llegaste tarde?

-Me dormí -respondió Bellatrix, una sonrisa burlona apareciendo en sus labios.

Zahn se echó a reír.

-Pues fuiste bastante convincente ahí dentro -confesó-. Parecías indignada cuando mencionó la posibilidad.

-Si van a intentar matarme, al menos que sea por otra razón con más clase.

-Dudo mucho que les importe por qué llegaste tarde. -Zahn frunció el entrecejo-. Sobre todo cuando vean el examen.

Bellatrix alzó las cejas interrogante.

-Gavriel me ha hablado de los exámenes del profesor Wexlershire -explicó-, y bueno, por lo que parece se las arregla para preguntar hasta las notas a pie de página de forma particularmente ingeniosa. ¿Por qué te crees que fui a despertarte?

-¡Haber insistido!

-Lo último que se me pasó por la cabeza fue que no te hubieras levantado.

-Tendrías que haberme recordado lo que dijo el primer día...

-Una cosa es que me acuerde de lo que me comenta Gavriel, y otra muy distinta de lo que dice un profesor hace tres años -dijo, sonriendo un poco. Llegaron a la escalera que conducía a la torre y se apartó para dejar pasar a Bellatrix delante, poniéndole sin darse cuenta la mano en la espalda. El inesperado roce hizo que la muchacha se estremeciera, y empezase a subir los escalones más rápido de lo que lo hubiera hecho en cualquier otro momento. Zahn se quedó atrás, con la mano en el aire y sin saber muy bien qué hacer. Tras carraspear bajito, desapareció por el hueco de la escalera tras su amiga.

OoOoOoOoOoO

El relativo buen humor que podían haber tenido después de que un profesor les anunciara que iban a tener un examen sorpresa desapareció en cuanto sacaron del baúl los apuntes de los dos años anteriores. Sumándolo a lo que habían dado en aquellos escasos (pero no poco productivos) dos meses que llevaban de curso, se podía decir que literalmente desaparecían tras la pila de libros y papeles cuando se sentaron a la mesa. Éstas eran lo suficientemente grandes como para que las rodeasen cuatro sillas de respaldo alto, pero en esta ocasión tuvieron que hacer sitio para poder entrar las dos.

-Va a ser práctico, me juego lo que sea -aseguró Bellatrix, intentando poner un poco de orden a tanto papel.

-¿Pero tú has visto bien esto? -masculló Zahn, remarcando horrorizado el grosor de sus apuntes-. Si lo hace teórico puede hacerlo muchísimo más difícil...

-No sé por qué te quejas, si te lo sabes todo. -Bellatrix resopló, apartándose un mechón rebelde de los ojos, antes de mojar la punta de la pluma en un bote de tinta y empezar a hacer esquemas. Había decidido que era la mejor forma de acordarse de todo, y podía dar las gracias porque Wexlershire siempre había sido un profesor que exigía llevarlo todo relativamente al día-. Transformaciones se te dan bien.

-Pero una cosa es saberlo por encima y otra para un examen, y...

-Y no eres tan bueno como en Artes Oscuras, ¿no? -Los ojos de la muchacha chispearon con un brillo malicioso, y esbozó una sonrisa satisfecha al ver que Zahn se ponía rojo y abría la boca para contestar, pero sin llegar a decir nada. Era totalmente cierto. Gracias a las enseñanzas de Gavriel, Zahn estaba casi dos cursos por encima de sus compañeros en esa asignatura, y podía citar la materia del curso de carrerilla y sin pensar demasiado. Bellatrix nunca le había visto estudiando para un examen, y podía decir que el que el profesor Beloch fuera su tío tenía bien poco que ver. Cuando se trataba de Artes Oscuras, los lazos de sangre valían bien poco para Zahn. No los necesitaba.

Bellatrix bajó la mirada al ver que su amigo se concentraba en sus propios apuntes. Le vio escribir y leer y al cabo de un rato decidió que eso era lo que ella debería estar haciendo. En su pergamino apenas había el principio de una segunda frase escrita, y resoplando de pura frustración lo arrugó y lo hizo una bola que se ensañó en apretar y redondear bien mientras pensaba. No le daría tiempo a hacer esquemas. No le daría tiempo a nada más que a hacer una lectura rápida de los apuntes. Revisar los hechizos de los dos cursos anteriores, memorizar bien los que se le olvidaran con más facilidad, practicar hasta que le doliera la mano de hacer movimientos con la varita y esperar que no se le ocurriera poner un examen teórico.

-¿Bella?

-¿Qué?

-Vamos a llegar tarde a Adivinación.

OoOoOoO

Mientras corría por los pasillos, el único pensamiento que le pasaba por la cabeza era que al menos esa vez no sería solamente su culpa. Si les echaban la bronca, sería a los dos, y si les quitaban puntos, sería a los dos. No era la idea que castigasen a Zahn la que le tranquilizaba, sino el no verse humillada de nuevo de aquella manera. Sola.

-¿Qué vamos a decir? -jadeó, deteniéndose al doblar una esquina para recuperar el aliento. Se colocó la mochila bien, pues con tanto ajetreo se le había ido resbalando por el hombro.

-No tengo ni idea -masculló Zahn, y siguió corriendo.

Al final no tuvieron que inventarse nada. Cuando llegaron sus compañeros aún estaban entrando y no había rastro de la profesora. Las cortinas de la clase estaban corridas, sin dejar pasar ni la más pequeña rendija de luz. Se podía ver gracias a las velas encendidas que colgaban de las paredes en sus soportes de hierro labrado. Zahn entró primero y Bella le siguió, tomando asiento junto a él y junto al resto de sus compañeros de Münzenicht al fondo de la sala, en sus asientos habituales. Los de Straglenheiz entraron después, armando alboroto, y se sentaron en los sitios libres que quedaban, bastante más numerosos que los ocupados.

Cinco minutos después entró Cliodna Godwine. Era una mujer de edad madura y entrada en carnes a la que las túnicas blancas que solía vestir no le favorecían en nada. Tenía, sin embargo, rasgos bonitos: ojos muy azules, siempre exageradamente abiertos, y una boca generosa que no solía sonreír. Su melena, pelirroja y muy rizada, se agitaba mucho cada vez que se movía.

Adivinación era, para variar, una hora lectiva que se resumía en una pérdida de tiempo. Había días que esto resultaba agradable, pues podían charlar y reírse cada vez que Weiss se acicalaba aprovechando su reflejo en la bola de cristal sin el mejor problema. Otros días, como precisamente ese, cuando tenían tanto que hacer, resultaba desquiciante.

A la profesora Godwine no le importaba demasiado que sus alumnos atendieran o no. Famosa vidente, y no por sus profecías sino por las conferencias que daba y los artículos que escribía dando una simple y firme razón por la que la Adivinación tenía que seguir impartiéndose en las aulas de los colegios de Magía y Hechicería: no había un solo linaje de Sangres Limpia, de magos puros, que no se pudiera preciar de no tener un vidente entre sus miembros.

En el caso de sus compañeros en general y en el suyo en particular, Bellatrix estaba segura de que el don de la clarividencia se había saltado varias generaciones. Lo más que habían llegado a ver eran remolinos en la neblina de la bola de cristal, menos aquella mítica vez que Weiss había asegurado ver la figura de alguien. Bella y Zahn se echaban a reír cada vez que el chico lo repetía, intentando llamar la atención de la profesora, que tardó en hacerle caso.

-Si usa la bola como espejo no dudo que veas una figura, señor Weiss -siseó la mujer, arrugando la nariz en el mismo gesto que hacía siempre cuando se ofendía-. ¡Tenéis que abrir la mente! Dejadla en blanco, concentraos e intentar discernir los secretos de la cristalomancia. ¡Recordad que sois el futuro de la adivinación! Nadie sino vosotros será capaz de...

Todo lo que dijo después a Bellatrix no le interesó lo más mínimo, pero ya solo por lo primero la profesora le cayó inmediatamente mejor.

Aquel día, y todavía con la maldita bola delante de ellos, resultó especialmente pesado. La primera parte de la clase, teórica y dedicaba por entero a los materiales, conservación y manejo de las bolas de cristal tuvo como resultado que apenas unos pocos tomaran apuntes. Zahn repetía para sí los hechizos y definiciones de Transformaciones que le había dado tiempo a mirarse la hora anterior. Bellatrix transformaba una pluma de lechuza en una pluma de escribir, sabiendo que soñaba ya con solo pensar que ese ejercicio tan sencillo podía entrar en el examen.

Las dos horas que siguieron a Adivinación no fueron mejores. Si se pensaban que no podía haber nada más aburrido que los diferentes tipos de gamuzas para envolver una bola, vino el profesor Libertzung a sacarles de la peor manera posible de su error: Vida y milagros del Fryndel el Enano y sus siete hijos. Obviamente no tardaron en descubrir que Fryndel no tenía nada de enano, pero que sí tenía siete hijos, y al menos un par de bastardos que hicieron que rellenaran dos hojas más a toda velocidad. Salieron de Historia de la Magia odiando hasta los bisnietos de Fryndel, y se encaminaron con paso cansado y ya sin quejarse mucho a la tortura que sólo podía suponer una doble hora de Encantamientos si se tenía de profesora a la señorita Viola Nigheit.

OoOoOoO

-Os daréis cuenta de que en Guía completa de las Artes Oscuras la explicación no está ni mucho menos completa -indicó la profesora Sidhe-. Lo mejor es que miréis Monstruos mágicos marinos, y creo recordar que en la biblioteca tenéis una edición de vuestro libro ampliada en la que vienen...

Hubo un suspiro de alivio generalizado cuando sonó la campana que indicaba la última hora de clases del día. Los alumnos empezaron a recoger antes incluso de que la profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras hubiera terminado de hablar, y la mayoría tenían la mesa impecable para cuando ésta abrió la boca para regañarles.

-¡Y recordad que tenéis que entregar mañana el trabajo! -le escucharon gritar mientras salían-. ¡Sesenta centímetros de pergamino, no aceptaré menos!

Trabajo que, por supuesto, Bellatrix tenía a medio hacer. Hizo una mueca y farfulló algo para el cuello de la camisa. Por las protestas de sus compañeros, que caminaban todos hacia las Salas Comunes antes de ir a comer, podía suponer que no iban mucho mejor que ella.

-Y se supone que tenemos que estudiar.

-Míralo por el lado bueno -dijo Zahn, metiéndose las manos en los bolsillos-. Como vas a tener que estar estudiando toda la noche, mañana no te dormirás y llegarás bien a clase.

Bella puso los ojos en blanco. Ni se dignó a contestar. La sonrisa de Zahn se volvió más pronunciada.

-¿Qué gracioso es, eh, Black? Cachondeándose del examen que vamos a tener por tu culpa. Deberías reírte, es tremendamente gracioso.

Rob Schultz podía decir lo que quisiera, pero no parecía tomárselo muy a broma. Rezumaba ironía, y, más que eso, rezumaba furia. Era un tipo grande, que les sacaba más de una cabeza, y que en ese momento se había cruzado en su camino. Había salido de clase con ellos, se había dado mucha prisa en alcanzarlos, en intentar provocarlos. Cuando le escucharon, muchas personas se pararon. Medio curiosos, medio enfadados. La mayoría no parecían muy contentos de ver a Bellatrix. Se formó un círculo en torno a Zahn y a ella.

-Es injusto que nos castiguen a todos.

-Los demás llegamos bien...

-Tendrían que castigarla solo a ella.

Rob se creció al ver que todos estaban con él. Ellery, apareciendo de pronto y poniéndose a su lado, no perdió ocasión.

-¡Eso! ¡Deberían castigarte sólo a ti!

Bellatrix la fulminó con la mirada, empezando a enfurecerse. La chica retrocedió asustada. Esa niñata... ¿Y qué se creían aquellos inútiles? ¿Que ella estaba deseando hacer ese examen? Zahn le puso una mano en el antebrazo, pero no sirvió de mucho. No se calmó nada.

-Id a quejaros a él -masculló-. Ya sabéis donde está su despacho.

Obviamente nadie se movió. Nadie era tan tonto. Rob sonrió despectivamente.

-No vamos a ir a quejarnos a Wexlershire.

-Entonces piérdete.

No le hizo caso. Bellatrix se tragó la palabrota al ver que Schultz sacaba la varita. El círculo de gente se agrandó, dejándolos espacio, y unos cuantos desaparecieron de allí al ver que la cosa podía ponerse un poco seria. No querían verse mezclados cuando llegasen los profesores.

Los dedos de Zahn se apretaron con más fuerza en torno al brazo de Bella. Rob lo vio, alzó la mirada de nuevo y sonrió con más desprecio aun si cabe. La muchacha dio un tirón, escapándose de la mano de su mejor amigo, y se adelantó un par de pasos.

-No voy a perder el tiempo contigo.

-Tienes que estar muy ocupada. La última vez ni apareciste.

-Me alegro de que te hayas enterado de una vez que no vales la pena.

La sonrisa de Rob desapareció nada más decir Bellatrix aquello, y levantó la varita. Escuchó a Zahn moverse a su espalda, seguramente dispuesto a intervenir. Dudaba mucho que el chico permitiera que la Petra Deauro la protegiera. Lo que no sabía es que ella tampoco pensaba permitirlo.

No sacó la varita. De sacarla, sabía que la usaría. Le daría una lección a ese idiota que intentaba ponerla en evidencia delante de todo su curso. Y si Schultz respondía y ella no conseguía detenerlo, la piedra actuaría y devolvería la maldición. Se acordó de Ellery Marle cuando la atacó aquella vez por la espalda. Se acordó de Gavriel. Joder.

-Vámonos, Bella -siseó Zahn, sin apartar los ojos de su compañero de habitación. Él tampoco había sacado la varita, pero la joven sabía que de ser necesario lo haría más rápido que Schultz en decir su primer hechizo.

-Sí.

-A mí me parece que no.

Bellatrix arqueó las cejas.

-No me digas.

-Seguimos teniendo el examen.

-Te recuerdo que yo también.

-Fuiste tú la que llegó tarde -protestó-. Deberías ir a ver a Wexlershire.

-¿A decirle qué?

-Que prefieres hacer tú sola el examen.

Bella soltó una carcajada que era más incrédula que divertida. ¿Hablaría en serio? Pero sí, parecía hablar en serio. Se había vuelto loco. Si pensaba que iba a plantarse delante del profesor a hacer el ridículo de aquella manera...

-Me largo -siseó, intentando avanzar. Schultz volvió a impedírselo. Bella se detuvo otra vez. Estaba empezando a hartarse.

La varita de Rob seguía apuntándola. Le estaba poniendo nerviosa. Le habría gustado cogerla, romperla en dos y clavársela en las orejas. Pensó otra vez en sacar la suya y terminar con aquello. Podía paralizarle, o desarmarle... Si era lo suficientemente rápida la Petra Deauro no tendría que volver a actuar. Nadie se enteraría, Gavriel no se enteraría.

Apretó los labios. Gavriel.

-No voy a ir a decirle nada a Wexlershire -dijo-. No conseguiría nada con eso.

Rob sonrió, y Bellatrix se dio cuenta de que el muy cabrón ya lo sabía.

-Apártate -dijo por última vez.

-¿Y sino qué?

Me acabarán expulsando.

No llegó a decirlo. Tampoco dio tiempo a que hubiera la más mínima posibilidad de que aquello pudiera cumplirse.

-¡Profesores! -avisó alguien de pronto, y la expectación se rompió de golpe.

Gavriel Beloch dobló la esquina y, al ver al grupo de alumnos que había en medio del pasillo, interrumpió la conversación que hasta entonces había mantenido con el profesor Wexlershire.

-¿Qué pasa aquí?

Nadie se atrevió a responder. Gavriel los miró a todos. Se fijó en cada uno de ellos. En Rob, con la varita fuera, a medio camino entre levantarla o dejar que el brazo cayese a su costado para disimular. En su sobrino, que permanecía unos pocos pasos detrás de su amiga, y que ni aun habiendo aparecido él quitaba la vista de encima a Schultz. Y se fijó en ella. Sobre todo se fijó en ella. Bellatrix le miraba, una mezcla de sorpresa y furia chispeando en sus ojos oscuros. Tenía las manos vacías.

La sonrió. Levemente.

-El profesor Wexlershire me está contando que tenéis un examen en unos días -dijo, su voz profunda imponiéndose, haciendo a todos asentir-. ¿No deberíais estar estudiando?

Viniendo a decir que no les importaba que se hubieran estado trayendo entre manos, porque no le interesaba. Pero quería que desaparecieran de allí. Todos. En ese mismo momento.

Los alumnos empezaron a dispersarse inmediatamente, en pequeños grupos. Rob Schultz el más rápido de todos. Gavriel vio a su sobrino decirle algo a Bellatrix, a ella asentir y echar a andar.

Habían caminado apenas unos pocos metros cuando la muchacha se dio la vuelta y le devolvió la sonrisa.

OoOoOoO

Una vez más, Bellatrix volvió a pensar lo mucho que cambiaba las cosas pasar un verano con Zahn. El año anterior pasó todas las vacaciones en casa de sus tíos, con Sirius, y cuando empezó segundo Gavriel le tuvo un buen tiempo los fines de semana haciéndola recordar todo lo que había aprendido de Artes Oscuras.

Este año no podía ser más diferente.

Habiendo pasado prácticamente todo el verano en casa de Zahn, no habían cesado de estudiar ni un día. Obviamente pesaba sobre ellos la prohibición de hacer magia fuera del colegio siendo menores. Viviendo un mago adulto en la casa, el Ministerio tampoco podía precisar si ellos hacían magia o no (y más de una vez se habían aprovechado de eso), pero la mayor parte de las veces habían evitado arriesgarse y era Gavriel el que les enseñaba los efectos prácticos de las maldiciones que estaban estudiando

Pero ahora, una vez en Durmstrang, era su turno.

Impelliare!

Al ver venir la maldición de Zahn, Bellatrix se defendió atacando con la primera que le vino a la mente.

-¡Las antiguas no! -le reprendió Gavriel, que observaba los movimientos de los dos muchachos poniendo mucha atención-. ¡Esas ya sé que las conocéis! Las nuevas, quiero veros manejando las nuevas.

Obsurdesco!

Fue un movimiento tan rápido que a Zahn no le dio tiempo a reaccionar. Bellatrix giró hacia la derecha para esquivar un rayo azul y avanzó un paso, plantando bien el pie adelantado. La maldición salió disparada de la punta de su varita y dio al chico en mitad del pecho.

Zahn soltó la varita, llevándose las manos a los oídos y soltando un "joder" enfadado que sonó anormalmente alto.

-Muy bien -sonrió Gavriel-. Supongo que podemos terminar por hoy.

-¿QUÉ DICES?

Bellatrix soltó una carcajada, y agachó para recoger la varita de su amigo.

-Toma, anda.

-GRACIAS.

La muchacha y el profesor intercambiaron una mirada divertida que se ganó un bufido de Zahn.

-Será mejor que anule la maldición -dijo finalmente Gavriel, levantando la varita y apuntando a su sobrino. Deshizo el hechizo sin tener que decir una palabra.

-Ya era hora -protestó el chico, dándose golpecitos en la oreja para asegurarse de que había recuperado bien el oído-. Esta maldición es de lo más desagradable.

-Hay maldiciones mucho más desagradables -aseguró el hombre, ensombreciendo la mirada. Luego observó a sus alumnos, que se habían quedado quietos, y les pidió que recogieran-. Seguiremos la semana que viene.

-Vale.

-Tú quédate un momento -pidió a Bellatrix, poniéndole la mano en el hombro. La chica se estremeció y apartó un poco inconscientemente-. Ve yendo, Zahn.

-Puedo esperarla.

-Mejor no. Tardaremos un poco.

Zahn salió sin decir nada, lanzándoles una última mirada intrigada. Bellatrix se volvió hacia Gavriel, que esperó a que se cerrara la puerta tras su sobrino.

-He hablado con el profesor Wexlershire -empezó.

-Solamente llegué un poco tarde.

-Lo sé, pero me ha pedido que te ponga una detención.

-¿Además del examen?

Eso era totalmente injusto.

Gavriel asintió, echando a andar hacia la puerta de la clase. Bellatrix le siguió, dando largas zancadas para poder alcanzarle y mantener el paso, la mochila al hombro y la túnica revoloteando a su espalda.

Entraron en el despacho del hombre. Había una mesa grande y despejada al fondo, y las paredes estaban cubiertas de toda clase de objetos destinados a las Artes Oscuras.

-Con que ordenes las estanterías valdrá.

Gavriel se sentó en la silla, reclinándose hacia atrás. Bellatrix apartó la mirada de él, sintiéndose incómoda y observada. Dejó la mochila en una esquina y se acercó a la estantería que tenía más cerca. Había toda clase de objetos. Ninguno como los que guardaba en las vitrinas del museo de su casa, pero sin duda valiosos a su modo.

-¿Qué ha pasado esta tarde?

-Nada -se apresuró a responder. Se dio la vuelta un momento, pero en seguida siguió ordenando.

-Te intentaron atacar. -Al ver que Bellatrix no pensaba responder, Gavriel se levantó. La silla, antigua, chirrió-. Y no te defendiste.

-No.

Bellatrix tragó saliva, clavando los ojos en el objeto que sostenía entre las manos. Intentó calmarse. Gavriel no tenía razón alguna para regañarla. Ella no había provocado a sus compañeros. ¡Por no haber ni siquiera había sacado la varita!

-Hiciste bien.

La voz grave de Gavriel, su elogio, hizo que la sangre le subiera a las mejillas. Una sensación, que bien podía orgullo, se instaló en su pecho, poniéndola nerviosa.

-Y lo que sostienes no es una brújula.

-¿Qué es?

-El nombre técnico es Iterrevello. Se conoce también como Abrecaminos.

-¿Cómo los abre?

-De forma muy poco agradable -terminó, esbozando una leve sonrisa. Detuvo la mirada en Bellatrix unos segundos, antes de volver a su mesa-. Has cambiado poco desde la última vez que estuviste aquí. Sigues siendo igual de curiosa.