Cap. 11: de acampada

Unos pocos días después de la celebración en la que, por cierto, Alasse logró enseñarle a bailar con bastante éxito a Léithen, se terminaron las clases. Bueno, no para todos, porque para Léithen eso supuso todo lo contrario. Los profesores querían aprovechar las vacaciones de verano para enseñarle todo lo que tenía que aprender hasta ponerse a la altura de los demás chicos de su edad y así empezar el siguiente curso al mismo nivel que ellos. Lo que suponía aprender todo un curso en… ¿cuánto? ¿Un par de meses?

Y por si fuera poco también había empezado las clases particulares que le imponían para aprender a practicar y hablar correctamente el élfico, ya que había cosas que no pronunciaba bien y algunas veces cambiaba el orden de los componentes de una frase. Y hablarlo era una cosa, que al menos sabía, pero otra de las clases particulares era la escritura élfica… y le costaba horrores aprender a escribirla. Todo eran rayas y puntos, dibujos extraños… en ese tema, fue empezar desde cero. ¡Y no era nada fácil!

Otra de las clases particulares que tenía impuesta era la de aprender a usar magia sin varita. Parecía fácil verles hacer magia con un movimiento de manos o de dedos, pero para conseguirlo tenía que canalizar su magia a través de las manos y sin formular hechizos. Estaba acostumbrado a la magia con varita que era mucho más era sencilla, pues estaba hecha para que la propia varita canalizara la magia y el mago no tuviera que esforzarse más que en decir el hechizo adecuado y el movimiento correcto. Formular el hechizo mentalmente, canalizar la magia hacia las manos y moverlas de forma correcta era muy complicado para él sin haberlo hecho nunca, y le costaba mucho aprender a dominarla.

Por no mencionar que también le impusieron clases intensivas de oclumancia hasta que consiguió sellar su conexión con Voldemort para que éste no pudiera introducirse en su mente y averiguar dónde estaba. Gracias a esas clases pudo ver que el Señor Oscuro se había estado aprovechando de sus más profundos temores y lo había estado debilitando poco a poco a través de la mente. Él era el que le hacía revivir una y otra vez la muerte de Cedric, tergiversando sus sueños para que la culpa lo persiguiera. Cuando por fin consiguió romper su conexión con Voldemort, las pesadillas cesaron y poco a poco pudo ir recuperándose de lo ocurrido realmente. Si no lo hubieran detectado a tiempo, quién sabe hasta qué punto le podría haber destrozado la mente. Por lo visto manipular y destruir mentes era algo que a Voldemort se le daba muy bien…

Por otra parte, a Léithen no le hizo mucha gracia tener que deshacer la conexión que lo unía a Voldemort, pues para él era la única forma de saber qué planeaba, lo que hacía y qué pasaba en el mundo mágico. La sola idea de no saber nada de sus "otros" seres queridos lo aterraba, pero no le quedó más opción que hacerlo cuando, en una de sus visiones, Voldemort estaba cómodamente sentado en su sillón mirando el fuego, a solas con Nagini, cuando empezó a hablar. Al principio parecía que le hablaba a la serpiente, pero luego se dio cuenta de que le hablaba directamente a él.

- Ah, Harry, Harry… ¿dónde te escondes? - sonreía mirando su reflejo en una copa de vino, que agitaba levemente, como sabiendo que así Léithen podía verle la cara – Esperaba más de ti ahora que por fin eres un digno contrincante – negó con la cabeza – Me has decepcionado muchacho, pero no podrás huir de mi. Llevo mucho tiempo buscando tu pueblo. Quiero el poder de tu raza – sus ojos rojos parecieron clavarse en él – y no pararé hasta tenerla.

Estaba claro como el agua que había sido un mensaje, y eso fue lo que decidió a Léithen a cortar la conexión entre ambos pese a que a partir de entonces no sabría nunca qué planearía Voldemort. Pero estaba más que dispuesto a perder la única ventaja con la que jugaba con tal de proteger Valya. Sólo de pensar en lo que Voldemort podría hacerles a los suyos hacía que se le erizaran los pelos de la nuca, y si lograba someterlos parar usar sus poderes… le recorría un escalofrío que lo hacía temblar de pies a cabeza.

Fue poco antes de que sus nuevos amigos terminaran las clases que encontró tiempo suficiente para poder hablar con su abuelo sobre Voldemort y los planes que tenía. Pretendía volver en cuanto pudiera y luchar, pero no se esperaba la mala reacción de Léowen, que se puso hecho una fiera.

- Pero, ¡abuelo…!

- ¡Te he dicho que no! ¡No pienso dejar que te maten, ni hablar!

- Pero… ellos me necesitan…

- ¡Pero si sólo tienes 15 años, por todos los dragones! Escúchame hijo, Voldemort es mago, ellos son magos. ¡Es un asunto que a ti ya no te concierne!

- ¡No puedo olvidar una parte de mi si es lo que pretendes! ¡Soy mitad mago por si no lo recuerdas! - este último comentario le había dolido.

- ¡Lo sé! - Léowen respiró hondo para calmarse, se estaba poniendo demasiado nervioso – Y fueron los magos los que mataron a tu padre… si él no los hubiera conocido… - Léithen se quedó impactado, y por un instante, no supo qué decir.

- No hubiera conocido a mi madre, ni a Sirius, ni al profesor Lupin, ni a muchas otras personas a las que quería.

- Lo siento, mi niño, no quería decir eso – lo abrazó – Tú no estarías aquí si no hubiera pasado lo que pasó. Pero… ya he perdido muchos seres queridos en mi vida – se tocó su sarkuile en forma de lágrima con la yema de los dedos – Mi mujer y mi hija al dar a luz, mi hijo mayor… no soportaría perderte a ti también. No por segunda vez…

- Abuelo… - lo miró con comprensión – Papá dio la vida para proteger a las personas que quería. Y no hablamos sólo de unos o de otros…

- Lo sé – le interrumpió – No sé si ese mago sabía de nosotros antes, pero no puedo dejar de pensar que si tu padre no hubiera salido nunca de Valya, quién sabe si se hubiera enterado de nuestra existencia.

- Por eso mismo abuelo, estamos todos unidos en esto. No puedo ni imaginar lo que haría Voldemort si lograra poner los pies aquí.

- No te rindes, ¿eh? - esbozó una triste sonrisa – Quieres luchar te diga lo que te diga.

- Ahora hay dos mundos que deseo proteger – y lo dijo con tanta convicción que hizo que Léowen se emocionara, y no pudo evitar volver a abrazar a su nieto.

- Pero no a costa de tu vida – se separaron y lo miró con un deje de orgullo – Sé que podrás hacerlo, tienes algo que me lo dice… lo veo en tus ojos. Pero no ahora. Todavía eres un niño. Debes entrenarte, aprender más hechizos, dominar tu poder… Y cuando estés preparado no me quedará más remedio que dejarte ir y luchar a tu lado.

- ¿Qué? En… ¿en serio?

- Claro. Estoy algo mayor, pero aún puedo dar guerra.

Léithen se esforzó al máximo para cumplir con lo que le había pedido su abuelo. Entrenaría duro y aprendería todo lo que pudiera para poder volver y luchar contra Voldemort. No iba a permitir que hiciera lo que le diera la gana en la comunidad mágica, pero menos aún que llegara a poner un dedo en Valya. Y con esa determinación empezó sus clases particulares.

No fue nada fácil adaptarse, pues en un verano tenía que ponerse a la altura de sus compañeros (y aún tenía la intención de superarles) y tenía muchas clases a las que asistir. Por la mañana le tocaba historia, biotelepatía y lazo mental; y por la tarde tenía equitación, vuelo, arco y lucha. Luego una hora libre que aprovechaba para estar con sus nuevos amigos o (un poco más adelante) leer en la biblioteca, y a la siguiente hora iba a clases de élfico. Terminaba con las clases de magia sin varita y, para redondearlo, después de cenar un tutor le enseñaba a comportarse como un príncipe real. Con ese horario lo más lógico es que no le quedara mucho tiempo para dedicarlo a su propio ocio, pero por suerte y alegría sus ya considerados amigos estaban con él en clases para ayudarlo y darle ánimos (y a veces distraerlo demasiado, como apuntaban algunos profesores).

No tardó mucho en dominar el vuelo y pronto adquirió habilidad con sus alas, además de aprender a volar sobre sus dragones. Tenía que aprender a volar con todos ellos, pero la mejor sin duda era Vaywa ya que estaba perfectamente diseñada para ir por los aires. Aprovechaba todas las corrientes de aire y se camuflaba tan bien que eran completamente invisibles a partir de los 10 metros de altura. Su color no se distinguía del cielo (ya que su vientre reflejaba el color) y sus alas se convertían en nubes para quien la viera desde el suelo. Nár era casi casi igual de rápida que su hermana, pero no se movía con tanta agilidad por los aires ni se podía camuflar con unos colores tan vistosos. Y el pobre Nén tenía que conformarse con practicar con sus mini-alitas para volar cada vez un poco más.

Equitación costó bastante más de aprender a dominar porque Alma le tenía pánico a las cuerdas y a las riendas. A Léithen le costó bastante averiguar el porqué hasta que no se lo contó su caballo. Por lo visto cuando era un potrillo hubo un incendio y unos cuantos caballos murieron porque estaban atados. Entre ellos estaban el caballo de Léothen (de ahí que nunca lo hubiera visto) y la madre de Alma, una hermosa yegua negra. Él era muy pequeño y el shock hizo que dejara de hablar hasta entonces. No volvieron a presionarle con las riendas, y a Léithen se le ocurrió intentar montarlo sujetándose a sus largas crines. No fue nada fácil aprender a montar un caballo sin silla ni rienda, pero lo iba logrando a base de porrazos contra el suelo. Agarrarse era fácil, otra cosa era aguantar el equilibrio. En ese momento aún estaba aprendiendo a ir al trote.

Aprender a dominar el arco tampoco fue tarea fácil que digamos, le costaba lanzar las flechas y no tenía buena puntería. Su abuelo le animaba a mejorar, recordándole que era descendiente de uno de los mejores arqueros del reino, su bisabuelo, y que sólo tenía que tener fe en sí mismo para hacerlo bien, pero por más que lo intentaba mejoraba a un ritmo de risa. Y lo peor aún estaba por venir, porque se enteró de que en cuanto lo dominara, también tendría que aprender a lanzar flechas a lomos de Alma… si no sabía ni aguantarse al trote, ¡ya se imaginaba los porrazos que se iba a dar!

Pero lo peor de todo era la lucha. Tenía un talento natural para luchar con la espada que, según le decían, lo había heredado de su padre, pero en la lucha cuerpo a cuerpo era un negado. A parte de la escritura élfica, era la asignatura en la que más atrasado iba, seguido de la arquería.

Con lo bien que le había ido todo la primera mañana de clases.

Pero todo el agotamiento, golpes y cansancio con los que llegaba a la cama (se dormía antes de haberle llegado la cabeza a la almohada) dieron un pequeño y maravilloso jugo: como premio a sus gigantescos esfuerzos, todos estuvieron de acuerdo en darle unos días libres por petición de sus amigos, que habían organizado una acampada en la zona central del bosque. Todos los veranos la hacían desde que tenían 8 años para celebrar el fin de sus exámenes y querían que Léithen también viniera con ellos, por lo que no pararon hasta lograr los permisos de todos los profesores.

La noche anterior al viaje Léithen y Tinko hechizaron una entrada para ir de un dormitorio a otro y se quedaron hasta tarde preparando las cosas que se iban a llevar. Sería una semana de auténtica juerga para ellos sin ningún tipo de vigilancia adulta. Costó convencer a sus respectivos familiares, pero alegaron ser lo bastante responsables como para pasar unos días en el bosque solitos. Y estaban en Valya, ¿qué peligros podía haber? ¿Qué podía pasarles de malo? Además tenían el recurso de la magia siempre que pasara algo, y los dragones iban con ellos.

Dos figuras misteriosas entraron en el dormitorio de Léithen aquella mañana. Los dos chicos se habían quedado dormidos en la cama del príncipe, con un cachorro de lobo de ya 3 meses en medio de ambos y los dragones desperdigados por la cama. Ninguno se percató de las figuras misteriosas, que se acercaron sin hacer ruido hacia los chicos durmientes. Una de ellas cogió dos cojines y le pasó uno a su acompañante. En ese momento Naule levantó la cabeza, mirando curioso cómo los misteriosos personajes levantaban los cojines, y saltó de la cama justo a tiempo: ambos cojines impactaron de lleno en la cara de los chicos, haciéndolos saltar del susto. Antes de que pudieran reaccionar habían recibido varios golpes hasta que las dos figuras no aguantaron más la risa y tuvieron que parar de "encojinarles". En cuanto los chicos al fin pudieron ver a sus agresores gritaron enfadados:

- ¡Alka!

- ¡Alasse!

Ambas chicas se estaban literalmente partiendo de risa.

- ¡Os tendríais que haber visto! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué bueno por Istar!

- ¡Alas, qué caras de susto! ¡Ja, ja, ja, ja!

Ambos chicos les lanzaron miradas envenenadas y gruñeron. Al ver que las chicas no paraban de reír, bufaron a la vez y se volvieron a tumbar en la cama.

- ¡Oh, vamos! ¡No seáis rencorosos, chicos! – dijo Alka – Es que tardabais en llegar y os hemos venido a buscar.

- ¿No me digas que nos hemos dormido? - Tinko se incorporó de nuevo.

- Sí, hace rato que os esperamos en el comedor. Leo ya está desayunando, y Tinko y Losse a punto de llegar.

- Alas – Léithen también se incorporó. De oír a Alasse se le había pegado esa expresión – Será mejor que nos demos prisa Tinko – dijo mientras iba a por la ropa.

- Sí, sí, ya lo sé… - puso los ojos en blanco – Esto… señoritas, si no les importa nos gustaría "vestirnos".

- ¿Qué pasa? - Alka sonrió pícaramente – ¿Os da vergüenza?

- ¡Alka!

- Vale, vale… pero como os tardéis mucho entraremos de nuevo, estéis como estéis – ambas chicas soltaron unas risitas mientras se iban.

- A veces son unas auténticas brujas – soltó Tinko algo fastidiado una vez comprobó con sus sentidos que ellas estaban lo suficientemente lejos para no oírle.

- Eso nos pasa por relajarnos – dijo Léithen sonriendo – Tendríamos que haberlas oído entrar.

- Aprende bien la lección amigo: siempre hay que estar alerta.

- ¿Lo dices sólo por mí?

- ¿Insinúas algo? - pero Léithen, en lugar de contestarle, se rió.

- Anda, que no quiero que entren de nuevo quejándose de que somos unos lentos – dijo pasándole algo de ropa.

Mientras tanto, en el comedor real, los demás chicos ya se habían encontrado y charlaban animadamente mientras desayunaban.

- Pero mira que son lentos esos dos – dijo Alka con los ojos en blanco mirando su tostada, que aguantaba en una mano delante de su cara.

- Pero si no hay prisa, Alka – dijo Leo – Mira que despertarlos a golpe de cojín…

- Sí, pero ya sabes que no me gusta nada que me hagan esperar – tomó un sorbo de zumo – Por cierto Alasse… - bajó un poco la voz en un tono más confidencial, para hablar sólo entre ellas – ¿te has fijado?

- ¿Hm? ¿En qué?

- Tu chico ha madurado, está aún más guapo que antes – dijo guiñándole un ojo.

- Mi… ¿chico? - se quedó un par de segundos estática antes de enfadarse – ¿Pero qué dices? ¡No es mi chico! ¡No digas tonterías!

- Ji, ji, ji… no te pongas nerviosa mujer.

- No me pongo de ninguna manera – dijo girando la cara y mordiendo su tostada de mala gana, mientras Alka se reía por lo bajo.

Medio minuto después vieron llegar a Naule corriendo con Nén subido a su cuello, seguidos de Vaywa y Nár, que planeaban suavemente en el aire.

~ ¡Ja! ¡Ganamos! ~ silbó Nén lleno de alegría.

~ ¡Sí, somos los mejores! ~ exclamó el cachorro trotando orgulloso hacia donde estaban los thioréls.

~ Menudo par... ~ rugió Nár.

~ Bah, déjalos hermana ~ Vaywa y ella se miraron ~ ¡Es tan fácil hacerlos felices!

~ Sí, pero… no creo que esté bien que siempre les dejemos ganar ~ ambas cómplices se rieron.

- Hola dragonas – las saludó Alasse – ¿Y los chicos?

~ Ahora llegarán, es que nosotros hemos hecho una "carrera" ~ Vaywa guiñó un ojo.

- Ya veo ya – sonrió divertida viendo cómo los "ganadores" se sentían orgullosos de la hazaña.

~ ¡Eh! ¿Y Nóre? ~ Nén miró a ambos lados y hacia atrás ~ ¿No venía con nosotros?

~ Al final se ha quedado con los chicos ~ observó Vaywa.

~ ¡Pero si dijo que jugaba! ¡Será mentiroso! ~ el dragoncito infló los mofletes, claramente molesto.

- ¡Buenos días!

En ese momento Léithen y Tinko llegaron al comedor. En el hombre de Léithen iba un nuevo dragón de aspecto imponente y peligroso. Era de color marrón tierra, con el interior de las alas más claras. Desde detrás de la cabeza y recorriendo el lomo hasta la punta de la cola, sus escamas se levantaban y terminaban en punta. La cola terminaba con unas púas en forma de doble flecha marrón oscuro. A ambos lados del cuello le recorría una hilera de púas también oscuras, que curiosamente terminaban en un par de púas más grandes pero que ya no eran de color oscuro. Las patas eran largas, más las delanteras, y terminaban en unos dedos tan móviles como los de los humanos, provistos de largas garras del color piedra. Las alas, no muy grandes, eran algo irregulares de forma y su membrana no era nada translúcida. Además, tenían también una garra, aunque no tan larga como las de los dedos.

Lo más destacable era la cabeza. No era redonda, más bien toda ella parecía terminar en escamas puntiagudas. Poseía 2 cuernos largos y oscuros inclinados hacia atrás, y otros dos más pequeños en la zona maxilar, unidos por una membrana de color claro. Sus ojos eran de un tono entre el rojo oscuro y el marrón, surcados por líneas marrones y de pupila recta.

~ ¡Nóre! ~ silbó Nén al verlo, enfadado por no haber cumplido con su palabra ~ ¡Habías dicho que jugabas con nosotros, mentiroso!

~ Es que… verás… ~ el pobre dragón no sabía cómo librarse de la rabieta del dragón acuático ~ ¡resulta que sois todos tan rápidos que cuando me he querido dar cuenta ya os había perdido de vista! ~ esperaba que con esa mentirijilla blanca aplacara la ira de Nén, pero al ver que éste sólo lo miraba levantando la ceja, con una clara expresión de "voy yo y me lo trago", les echó una mirada de socorro a Nár y Vaywa, que estaban en la mesa con los thioréls, mientras iba a posarse con ellas.

Nóre era el dragón de la tierra, el cuarto elemento. Léithen lo había creado hacía poco menos de un mes, cuando iniciaba sus clases particulares para ponerse al nivel de sus compañeros. Tuvo un "ligero" accidente en el que se implicó un caballo encabritado con el que estaba practicando el montar con silla y riendas (o sea, que no era Alma), más un charco de barro y cierta thiorán viéndolo todo. El abochornado príncipe deseó que se lo tragara la tierra con todas sus fuerzas cuando surgió el dragón, que no pudo ser en mejor momento porque salvó la situación.

Aunque el aspecto de Nóre era imponente y serio, la verdad es que era muy diferente de sus hermanas dragonas. Así como Nár era orgullosa y Vaywa respetuosa pero con un carácter volátil (por algo era el aire), Nóre ¡era un patoso y un vago acabado! Aún teniendo alas grandes prefería que lo llevaran, y adoraba echarse siestas a todas horas. Ese era su pasatiempo favorito, junto a la comida, que era su perdición.

~ Vamos Nén, deja ya al pobre Nóre. No tiene porqué hacer todo lo que tú quieras, caprichoso ~ le regañó Nár. Nén le lanzó una mirada envenenada.

~ Además, hermanito ~ intervino Vaywa antes de que pudiera protestar ~ tú no tienes la culpa de que Nóre sea un vago rematado.

~ ¡Vaywa! ~ exclamó el aludido, ofendido.

- Vamos, vamos, haya paz, que aún es muy temprano – dijo Léithen sentándose con los demás – Buenos días chicos.

- Buenos días – corearon todos.

~ ¿Qué? Si sólo he dicho la verdad ~ Vaywa miró desafiante a Nóre, esperando que éste se enfadara de nuevo. Pero cuál fue su decepción al ver que la había ignorado por completo para irse derechito a por la comida ~ ¡Será glotón! ~ protestó entre dientes.

Desde la aparición de Nóre era fácil que los 4 dragones protagonizaran escenas como aquella. Al fin y al cabo, el fuego y el agua eran elementos opuestos, así como el aire y la tierra. Era fácil que entre los opuestos se buscaran pelea por cualquier tontería y discutieran como niños de colegio en riñas de patio. Pero a la vez, como elementos opuestos, existía una especie de "mutua atracción" entre ellos y por mucho que se buscaran las cosquillas, a la hora de la verdad no podían estar separados.

El abuelo de Léithen le explicó que en ese momento los 4 dragones estaban en desequilibrio con ellos mismos, ya que sus elementos eran opuestos con unos y se atraían con otros, lo que provocaba peleas al ser diferentes entre sí. Sólo cuando apareciera el quinto dragón, el bosque, las fuerzas de atracción y repulsión se neutralizarían y se formaría el equilibrio. El bosque sería capaz de calmar a los demás elementos.

Y la verdad era que Léithen empezaba a ansiar la llegada del último dragón como agua de mayo, porque los otros cada vez se peleaban más y más.

- Ay… - Léithen suspiró, cogiendo una tostada – Van a volverme loco.

- Bah, no les hagas caso – dijo Alasse, pasándole zumo de manzana – ¿Quieres?

- Sí, gracias.

- Os habéis dado prisa – observó Alka, alegre – Ya verás Léithen, será genial. ¿Te ha comentado el cabeza-hueca éste sobre la norma? - preguntó señalando a Tinko.

- ¿La de no usar la magia salvo en casos extremos? - la thiorán asintió – Es curiosa. ¿Por qué se os ocurrió?

- ¿No es obvio? ¿Qué tiene de divertido hacer una acampada si la magia lo hace todo?

- Pero si el año pasado no lograste montar la tienda de campaña sin que acabaras usando la magia – se burló Tinko.

- Cállate, idiota – suerte que el thiorél tenía bueno reflejos, porque le pasó por encima una tostada llena de mermelada de arce que iba dirigida a su cara.

- Cambiando de tema… - rió Alasse – Seguro que Tinko ya te enseñó anoche el material que te compramos. ¿Te gusta?

- ¡Ah, sí! – se emocionó el chico – Me encanta, gracias por hacerme el favor chicos.

- Bah, no hay porqué agradecer nada. Lo que no entiendo es cómo los profesores no te dejaron ni un par de horas libres para comprarte lo más personal ¿no? - dijo un tanto cabreada – Al menos… no sé, la tienda de campaña y el saco de dormir, por ejemplo. Te tienen sobre-explotado, por Istar.

- Bueno… tampoco puedo hacer nada por ahora…

- Sí, ya – le cortó – Ya es mucho pedir que vengas con nosotros. En fin, retomando el tema- dijo volviendo a usar su tono alegre de siempre, dejando a un descolocado Léithen que la miró como si fuera un bicho raro ante tanto cambio de humor – Como no sabíamos tus gustos, tuvimos que pensar en el color d tus alas a la hora de escoger la tienda.

- Eso lo imaginé.

- Y el saco simplemente me gustó. Negro por fuera, rojo por dentro. Y como es reversible, si no te gusta tanto negro (que lo pensé), el rojo también combina – rió la thiorán.

Cuando terminaron de desayunar y estuvieron listos para partir, Léithen se sorprendió al ver que habían llevado el equipaje de todos ellos a la entrada, donde ya les estaban esperando los padres de sus amigos, más la hermanita pequeña de Tinko, para despedirse de ellos. Y en su caso, por primera vez en su vida, también tenía familia que esperaba despedirse de él: su abuelo estaba allí, entre ellos, charlando con Auresse como un abuelo más. Mejor dicho, por la edad que aparentaba, más bien podría decirse que parecía un padre algo maduro.

Faltaba su tío, pero no le sorprendió. Tampoco le molestó, pues ya había notado que no era un hombre sociable. Siempre que lo encontraba estaba solo, y aún con su mirada dura le dirigía una sonrisa de lado con algo de sorna. Léithen lo descifró como su manera de demostrarle afecto. Entre ambos se estableció desde el principio una relación de mutuo respeto, en el que bastaban pocas palabras y algunos gestos para entenderse entre ellos. Un simple "pásalo bien" que le dirigió anoche al cruzarse por los pasadizos fue su manera de despedirse.

Los caballos esperaban fuera, más impacientes que los propios chicos si cabe. Alma estaba de lo más emocionado, no sólo por el hecho de ir con ellos de acampada, que en sí ya debería tenerlo extasiado; sino porque además iba a poder salir de los terrenos llanos que siempre había visto y conocido y se movería por el bosque, algo que su sangre de unicornio le llamaba a pulso. Léithen ya lo sabía, pues el caballo poco a poco le iba contando sus sentimientos, y su comprensivo jinete hacía todo lo posible por escaparse alguna noche (básicamente fines de semana, que los tenía con menos horarios) y llevárselo un par de horas por el bosque. Gracias a ese detalle, Alma mejoró mucho: al lograr aplacar su nerviosismo (su lado salvaje) se volvió más tranquilo y sociable con los demás caballos y hasta con los thioréls, pero seguía siendo imposible que lo manejara alguien que no fuera Léithen. Por ahora, sus "escapadas" nocturnas se habían mantenido en secreto. Sólo lo sabían ellos, los dragones, el lobito que los seguía por todas partes y, por increíble que parezca, el mini-parásito azul tampoco se lo había contado a nadie.

Después de utilizar un hechizo reductor en los equipajes, cada uno cargó sus cosas en las sillas de sus respectivos caballos (en el caso de Léithen, en una mochila que se colgó en la espalda) y fueron a despedirse de sus familias.

- ¡Ay, mi niño! - antes de que pudiera ni siquiera respirar Léithen se encontraba aprisionado en uno de los abrazos de Auresse, que estaba muy maternal con él y lo colmaba de mimos como si fuera hijo suyo, descubriendo que sus abrazos no tenían nada que envidiar a los de la Sra. Weasley – 10 días se me van a hacer eternos…

- Mamá… - la regañó Alasse.

- Tú vas a tenerlo los 10 días – dijo con un pucherito de niña pequeña – No seas celosa.

- ¡Mamá!

- ¡Qué no quiero soltarlo! Es mi niñito… - al pobre lo estaba zarandeando de un lado a otro entre sus brazos cual peluche.

- Mamá… - dijo Alasse con impaciencia, con una mano en la frente. ¡Cómo llegaba a ser esa mujer! - En serio… te vas a quedar sin hijo adoptivo como no lo dejes respirar.

Finalmente logró que lo soltara antes de que la falta de aire fuera grave para el chico, y tras despedirse como personas normales Léithen le lanzó un par de hechizos a Naule para que no pudiera alejarse mucho de ellos y se perdiera (empezaba a probar lo de desaparecerse por el bosque), y otros para evitar que se hiciera daño. Una vez revisado todo se pusieron en marcha.

Normalmente el grupo de amigos iría al galope o al menos al trote, pero como Léithen aún no lograba aguantar al trote más de 5 minutos sin llegar a caerse iban a paso ligero para que el chico pudiera seguirlos.

- Si Hermione estuviera aquí, seguro que ya habría encontrado algún hechizo para montar como si llevara una silla – sonrió el joven con nostalgia.

- Les echas de menos, ¿verdad? - dijo Alasse a su lado, con comprensión.

- Mucho. Y no sólo eso, me preocupa que les pase algo…

- Oye, son tus amigos, ¿no? - le animó ella – Sabrán defenderse, ya verás cómo sí.

- Eso espero – suspiró – Si al menos pudiera saber de ellos… o verles…

- Eh, no pienses ahora en eso… - tan cerca como pudo, le puso una mano en el hombro – Estarán bien, ya lo verás. Cuando volvamos buscaremos cómo estar informados de la comunidad mágica humana. Encontraremos la forma.

- Bueno, será mejor que nada – sonrió – Gracias, Alasse.

- ¡Eh, parejita! - gritó Tinko un poco más adelante – ¡Dejad de tontear y no os retraséis!

Ambos thioréls se ruborizaron fuertemente ante lo que había dicho su impredecible amigo y se apresuraron a alcanzarlo, visiblemente molestos y avergonzados.

- ¡No era lo que parecía! - se apresuró a decir Léithen.

- ¿Ah no? Pues esa mano en el hombro...

- ¡Intentaba reconfortarlo! - se defendió Alasse, a quién le ardían las mejillas.

- De verdad Tinko, no pienses cosas que no son – Tinko los miró a los dos; claramente no sabría decir cuál de ellos parecía estar pasándolo peor. Hasta un ciego se daría cuenta.

- Hierro forjado… ¡que era broma! - tuvo que admitir para que ambos se quedaran tranquilos. ¡Vaya parejita!

El viaje en sí fue más entretenido de lo que hubiera esperado: los dragones hicieron de las suyas, Naule rastreó criaturas verdaderamente extrañas (de las que luego huía asustado y Léithen tenía que cargarlo en brazos un rato), y a Alma le dio por decidir que no podían ir andando eternamente y quiso que su jinete fuera aprendiendo a ir al trote durante unos minutos, pero sin previo aviso.

Cuando finalmente llegaron al lugar de la acampada, Léithen no pudo hacer menos que quedarse sin habla, porque en el momento en que sus pies tocaron el suelo sintió el poder de Valya con tanta fuerza como un golpe físico. Era como si todo a su alrededor cobrara vida, como si el bosque entero fuera un ser vivo, que respiraba, que les miraba, que les daba la bienvenida y que se abría para acogerlos. Y a su vez, ese ser emanaba tanta paz, como una madre que los recibe con cálidos brazos.

- ¿Qué…? - estaba tan asombrado, que no le salían las palabras – Es como si…

- ¿Estuviera vivo? - terminó Alasse – Léithen, es que lo está. Todo Valya está vivo. ¿No lo habías notado antes?

- Bueno, ahora que lo dices, cuando llegué recuerdo que sentí algo parecido… pero ni de lejos así de fuerte – jadeó.

- Quizás porque aquí es donde más lo puedes notar – cerró los ojos e inhaló profundamente, llenándose de esa sensación de bienestar, calma y serenidad – Estamos en el corazón de Valya.

- Así que es eso – el chico cerró los ojos imitando a la thiorán – Es realmente increíble…

Pareció entrar en una especie de trance, así que le dejaron un rato así, disfrutando de la paz emocional que sentía. Y cuanto más tiempo pasaba en ese estado no sólo sentía una paz interior indescriptible, sino que además notaba que el enorme poder que allí fluía penetraba por su cuerpo y algo dentro suyo reaccionaba. Al tener los ojos cerrados visualizó una esfera azul en medio de la nada. A los pocos segundos apareció una de color naranja, otra blanca y otra marrón, las cuatro en 4 puntos formando un cuadrado. Segundos más tarde, una quinta esfera verde apareció en el centro del cuadrado, entre las otras 4. Y de esa esfera verde salió un círculo de igual color que creció hasta rodear a las demás esferas que, curiosamente, empezaron a girar en círculos alrededor de la esfera verde central.

- ¡Léithen! ¡Léithen!

Una voz hizo que volviera a abrir los ojos y saliera de aquel… aquel… ¿qué había sido eso?

- ¿Qué pasa? - preguntó. Se sentía un tanto aturdido y no ayudaba mucho el hecho de que sus amigos le estuvieran mirando fijamente.

Ellos no contestaron, simplemente alzaron sus manos y señalaron hacia su hombro derecho.

Tuvo que mirar 2 veces.

Allí lo tenía, el último de los 5 elementos que faltaba por surgir: el dragón del bosque. Su aspecto era bello y armonioso, y todo su ser mostraba serenidad y calma. Parecía que el propio bosque se había manifestado en ese dragón, pues transmitía esa misma sensación de paz interior.

El dragón era de color verde oscuro, del color de las hojas, con un cuello no muy largo pero en cambio sus patas delanteras sí lo eran, puesto que tenían la misma anatomía que las patas de los murciélagos: eran el soporte de las alas, unas alas grandes de color verde pálido y translúcidas. Los llamados "dedos" de las alas eran marrones, tenían forma de ramas de árbol y de ellas salían venas marrones por todo el ala que parecían formar ramitas más finas. Era un gran camuflaje. Desde el inicio de la cola hasta su mitad, otra membrana que parecía ser la continuación de las alas terminaba en forma triangular, y la cola acababa con otra membrana verde pálido pero ya sin venas, en forma de flecha.

Lo que parecía ser un buen matojo de hierba le recorría la espalda desde la frente, donde un par de briznas le caían grácilmente, hasta el inicio de la cola. En la cabeza, de entre la hierba, surgían dos grandes y formidables cuernos que recordaban a los de un ciervo y parecían de madera. Tenía dos orejas en forma de hoja dentada de color marrón, y a los lados de la cara, una hilera de hojas verde claro le recorría el maxilar. Sus ojos, grandes y penetrantes, eran amarillos y tenían el iris verde en forma de trébol.

El dragón recorrió con la mirada a cada uno de los thioréls hasta terminar en Léithen y, para sorpresa de todos, sonrió. Generalmente los dragones no tienen suficientes músculos para gesticular más allá de una "semi-sonrisa" en la comisura de los labios.

- ¿Esperabas mi llegada?

Vale. Si no suelen poder sonreír, menos aún hablar. Así que ante esto se quedaron todos boquiabiertos.

- ¡¿Hablas?!

- Veo que os ha sorprendido – dijo con una sonrisa un tanto… ¿picarona?

- ¡Hace más de 700 años que no hay un dragón parlante en Valya! - dijo Leo a modo de excusa.

- Vaya, en todo caso, debería sentirme halagado… creo – dijo un tanto divertido.

- Menuda sorpresa nos has dado – dijo Tinko.

- Ya lo creo – dijo Léithen, que había levantado la mano para acariciarlo – En todo caso… bienvenido, Taure.

- Gracias.

~ ¡Anda, otro hermanito! ~ sí, acababan de llegar los dragones de explorar la zona, y el primero era Nén a lomos de su cachorro particular.

~ Hola Nén ~ y antes de que Léithen pudiera preguntar, agregó – Al igual que tú, canalizo el habla con la biotelepatía.

~ ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Cuándo has aparecido? ~ empezó a preguntar el inquieto dragón de agua.

~ ¡Nén! ~ le reprendió Nár.

~ Hermana Nár ~ con respeto, Taure se dirigió a la dragona con una leve reverencia ~ Vaywa, Nóre ~ los saludó del mismo modo ~ Me alegra conoceros a todos. Soy Taure.

Después de la presentación de Taure decidieron que ya era hora de montar las tiendas y se pusieron manos a la obra. Cada uno buscó un pedazo de tierra donde poner la suya y empezar. Léithen eligió montar la suya al lado de unas rocas que Nóre enseguida se puso a "redecorar", modificándolas a su gusto. Montar la tienda de campaña no fue difícil pero sí llevaba trabajo, y más o menos aún se acordaba de la experiencia del año anterior. Una vez terminada la miró bien: por fuera era idéntica a una tienda humana, con su forma acampanada y todo, de color verde y negra. ¿Estaría encantada por dentro, como la de los Weasley en los mundiales de quidditch? Cuando se decidió a entrar descubrió que sí que lo estaba, pero no como se lo había imaginado. A simple vista lo único que había era más espacio y lo que parecía ser una puerta. Intrigado, fue a mirar y se encontró con un baño completo.

- Vaya, pensaba que te encontraría con media tienda encima pero veo que te las has apañado – Alasse asomó la cabeza cuando Léithen estaba mirando dónde colocar el saco de dormir.

- Ya te lo diré cuando caiga una tormenta.

- Exagerado… te lo he revisado y está todo bien colocado. Además, ¿qué clase de tormentas crees que caen aquí para sacarte volando? - rió.

- ¿Tú ya has terminado?

- Hace rato. Luego te enseñaré cosas sobre la tienda, pero ahora ven – le cogió la mano – Vamos a preparar la barbacoa con los demás, ¡tengo hambre!

~ ¿Alguien hablaba de comida? ~ en la salida encontraron a Nóre volando hacia ellos, extasiado ante la palabra comida y dejando atrás lo que antes habían sido unas rocas, y que ahora se habían convertido en una especie de sillón de piedra.

~ Nóre… ¿qué has hecho?

~ Ah… practicaba. ¿Te gusta? Luego lo pruebas y me dices si es cómodo. También quiero transformarlo en 2 sillas para que tú también lo pruebes, Alasse.

~ Gracias ~ sonrió ella.

~ Pero antes… ¡comida!

Habían montado el fuego al lado de un riachuelo que tenían a pocos pasos de las tiendas. Mientras los chicos estaban pendientes de la hoguera, ellas se refrescaban en el agua. Alka estaba sentada con los pies en el agua, y Losse formaba pequeños cubitos de hielo con el agua que cogía con las palmas de las manos. Nén, que había adoptado el tamaño de un gato, salía del agua con un pez tan grande como él y que a duras penas mantenía en sus fauces.

~ ¡Mira Harry! He pescado unos cuantos para comer ~ dijo el dragón como pudo, pues el pez se puso a dar coletazos y hacía que Nén se moviera con él asintiendo con la cabeza, así que tuvo que agarrarlo con las patas para evitar que se le escapara.

~ Caramba, es enorme ~ dijo Léithen.

~ Eres un gran pescador, Nén ~ le felicitó Alasse.

~ ¡Gracias! ~ movió la cola, claramente feliz porque lo halagaran ~ No he podido resistirme a pescarlo jeje… pero creo que es demasiado grande para uno solo. ¿Lo queréis compartir? ~ preguntó poniendo ojitos.

- Bueno… - ambos se miraron un momento – Si a ti no te importa… - dijo Léithen.

- No, para nada.

~ ¡Bien! Voy a dejarlo con los otros ~ lo cogió de nuevo con la boca y se dirigió hacia la hoguera, donde Leo preparaba los demás peces y Olos la carne y la verdura, mientras Tinko vigilaba lo que ya había en el fuego. Léithen y Alasse fueron con ellos.

~ Nén, como traigas otro pez nos van a salir por las orejas ~ dijo Leo antes de ver el que traía – ¡Sombras! ¡Menuda captura! ¡De éste comen dos por lo menos!

- Sí, nosotros – rió Léithen.

- Y yo que quería ir a pescar… - Tinko suspiró, resignado – Habrá que dejarlo para mañana, si Nén no nos inunda de peces antes.

~ Vale, vale, lo dejaré por hoy ~ silbó el dragón azul volviendo a su forma más pequeña ahora que no tenía que pescar más.

~ Bueno, ¿aquí se come o no? ~ preguntó Nóre con impaciencia oliendo la comida. Se le hacía la boca agua.

Llamaron a Alka y Losse y se sentaron alrededor de la fogata. Después de comer, Taure hizo una demostración de sus poderes haciendo crecer pequeñas plantas que dieron moras, frambuesas y otros frutos de bosque, así como algún árbol frutal, que todos degustaron encantados como postre. Estaban tan llenos que se echaron en la hierba mientras le contaban batallitas a Léithen de años anteriores, los que no se iban quedando dormidos claro está. Naule no tardó en dormirse acurrucado sobre el brazo de su cuidador, al igual que Nóre que después de comer como dos personas cayó dormido casi inmediatamente encima de una piedra. Nár se acurrucó en las brasas de la hoguera, demasiado tentadoras para resistirse a echar una cabezadita en ellas. Vaywa y Taure, subidos a un árbol, acabaron sucumbiendo ante el calorcito del sol, que les daba de lleno y hacía que la piel de ambos brillara de un modo precioso; en Vaywa parecía que la luz se le reflejaba, y Taure parecía tener purpurina en la piel. El único que no se durmió, al menos a la vista de otros, fue Nén que se metió de nuevo en el agua cuando vio que la gente empezaba a dormirse. Pero como no salía, seguramente él también había acabado dormido.

Pero a ver, al final… ¿hubo alguien que se quedara despierto? Quién sabe. En todo caso, no lo dijo.

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- ¡Bomba va!

Llevaban ya varios días de campamentos y se lo estaban pasando en grande. Habían hecho varias actividades como pescar, explorar, buscas cosas comestibles como setas, raíces, frutos… incluso iban de caza (aunque para Léithen sumar flechas más conejos era igual a quedarse sin cena) y habían hecho apuestas para encontrar animales de lo más extraños rastreándolos. Era todo divertido y a la vez ponían en práctica cosas aprendidas, algo que le iba muy bien para el joven príncipe.

Siguiendo el riachuelo camino arriba llegaban hasta un lago con una cascada donde ese día habían decidido bañarse unos y pescar otros. Tinko se había subido a lo alto de la cascada, de unos 3 metros de largo, y se había tirado haciendo la bomba para salpicar lo máximo posible.

- Adiós peces – suspiró Leo ante lo que había hecho Tinko.

- ¡Cerebro de alga! - le gritó Alka en cuanto éste sacó la cabeza del agua – ¡Estarás contento! ¡Con tu estúpido numerito nos acabas de dejar sin un solo pez en el lago!

- ¿Yo? ¡Pero si habrán huido en cuanto te has metido tú en el agua por cómo hueles

- ¡Serás…! - la thiorán iba a ir a por él, si no fuera porque la detuvieron.

- Calma, calma – intervino Léithen antes de que llegara la sangre al río – Nén nos encontrará los peces, no te preocupes.

- Sí, tienes razón Léithen, no debería preocuparme pero… ¡pero lo que me ha dicho esa ameba no se lo voy a perdonar fácilmente! - y salió del agua claramente enfadada, alejándose de los otros.

- Tinko, lo que le has dicho es muy feo – Alasse era la que estaba más cerca suyo – ¿Por qué le has dicho algo así?

- Pues… no lo sé… yo… sólo bromeaba, no me he dado cuenta…

- Deberías disculparte con ella – Léithen llegó junto a ellos.

- ¿Tú crees?

- Y cuanto antes mejor, ya sabes cómo se pone cuando tiene que esperar – dijo Alasse.

- Je, je, sí, ya… está bien, iré… - dijo después de dudar un segundo, y salió tras ella.

- ¿Crees que la cosa acabará bien? - preguntó el chico, pensando en lo que le recordaban a Ron y Hermione esos dos.

- Tranquilo. Empezarán bien, él la liará, discutirán otra vez, él acabará pidiendo perdón casi de rodillas y volverán cogiditos de la mano como si nada hubiera pasado.

Léithen se la quedó mirando, ¡cómo los conocía! Y aún les recordó más a sus 2 mejores amigos, sí que se llegaban a parecer…

- En fin, mientras tanto vamos a saltar la cascada, ¿eh?

- Claro… ¡¿Qué?! - dijo en cuanto se dio cuenta de lo que había dicho Alasse- ¡Ni hablar!

- ¡Venga! Te has caído de más altura que eso desde una escoba.

- Pero no decidí caerme yo.

- ¡Oh, por Istar! ¡Si tienes alas! ¿De qué tienes miedo?

- No tengo miedo.

- Sí tienes.

- No tengo.

- Que sí.

- ¡Qué no!

- ¿Entonces por qué no quieres saltar?

Touché.

Miró la cascada, y recordó el salto que Tinko acababa de hacer. No parecía tan alta.

- ¿Lo habías hecho antes?

- Mil veces – rió ella – Desde la primera vez que vinimos.

- Vale, está bien. Subiré.

La siguió por un pequeño sendero que los llevaba por detrás de las rocas que subían la cascada, aunque resbaló un par de veces pero no por el suelo húmedo, sino porque le distraía la vista de cierta thiorán que tenía delante y que llevaba algo muy parecido a los trikinis humanos, con la fina tela blanca que unía las dos piezas sólo por los lados en el caso del de Alasse. Vamos, que el pobre chico no sabía dónde poner los ojos para no mirar donde no debía. Pero era inevitable… y por si fuera poco ella llevaba la espalda al descubierto al llevar el pelo recogido en una trenza… Merlín, ¡se le estaba agolpando la sangre a la cabeza! Y ya podía rezar para que no se le fuera a otro sitio o tendría verdaderos problemas.

- Ya estamos, ¿a que no es para tanto?

Le costó volver a la realidad, pero cuando se dio cuenta de que ella lo miraba apartó la vista terriblemente avergonzado por cómo la había estado mirando… y toda la sangre acumulada, estuviera donde estuviera, se le fue de golpe.

- Este… lo reconozco Alasse: tengo miedo. Esto está muy alto – tragó saliva.

- Bueno, al principio impresiona un poco… - pensó unos instantes en cómo convencerle – Ven, dame la mano y cierra los ojos. Saltaremos juntos. Grita si quieres, libera el miedo.

Finalmente saltaron como sugirió Alasse y Léithen sintió una descarga de adrenalina sensacional que le hizo gritar de emoción. Cuando subieron a la superficie se encontraron a Tinko y Alka en la orilla, cogidos de la mano. Acababan de hacer las paces y llegaron justo para verles caer. Tinko se rió del grito de Léithen pero éste le ignoró y le pidió a Alasse que volvieran a repetirlo. ¡Había sido genial!

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- Uff… estoy agotada- dijo Alasse estirando los brazos.

Esa noche, después de una agradable y entretenida cena, se habían dispersado un poco: Alasse, a quién le encantaban las estrellas, se había llevado a Léithen a una suave colina donde había pocos árboles y se podían tumbar en la hierba para ver el cielo. Los demás ya se conocían el sitio y no quisieron ir (o no quisieron molestar).

Los dragones se entretenían como querían. Taure, Vaywa y Nár miraban también las estrellas pero subidos a un árbol. Nár era la única que estaba cerca de los dos jóvenes, controlando una pequeña hoguera que había encendido a los pies de ellos.

- No eres la única – dijo Léithen cruzando los brazos detrás de la cabeza – Tenías razón, este sitio es genial – miró el cielo sonriendo.

- ¿Sabes cuál es la constelación de Istar?

- No se me daba bien la astronomía – rió el chico.

- No creo que os la enseñaran, los magos no la conocen. Mira – señaló – Está ahí, tiene forma de dragón de lado mirándonos. Y a su lado está Anariel, la princesa elfa. Juntos para siempre, un amor eterno… - suspiró, visiblemente emocionada por la historia de sus antepasados.

Léithen se dio cuenta y ladeó la cabeza para verla. La vio tan hermosa que se sonrojó de nuevo sin poder evitarlo, y un golpe de corazón le hizo sacar valor para contarle algo que llevaba un tiempo removiéndole por dentro.

- Alasse… - titubeó cuando ella le miró – Yo… este… - le empezaban a traicionar los nervios, no sabía cómo decirlo, y al darse cuenta de que ella lo miraba curiosa, se incorporó con otro "golpe" de valor.

- ¿Qué pasa? - ella también se incorporó, ahora algo preocupada – ¿Te pasa algo?

- No… sí… bueno, no es malo supongo… - se estaba liando.

- ¿Seguro que estás bien?

- Sí, sí… - ¿dónde estaba su valor de Gryffindor? - Oye Alasse… - "¡suéltalo ya, cobarde!" se dijo mentalmente – Tú… tú... ¡Me gustas! - casi gritó.

- ¿Qué? - se había quedado de piedra.

- Que… me gustas, Alasse. Creo que… - ya puestos a declararse – me he… enamorado de ti – dijo rojo como un tomate.

- Léithen… yo…

- Perdona que te haya incomodado, yo… tenía que decirlo. No quiero que te sientas mal…

- Léithen – le cogió la mano para que la mirara de nuevo, ese chico era tan inseguro – Tú… también me gustas – dijo titubeando un poco por los nervios, y lo cortó antes de que abriera la boca – Y no lo digo por sentirme presionada ni nada de eso. Te quiero mucho – y lo dijo con tanta ternura que Léithen se quedó embobado y, por impulso, la besó.

Fue un beso corto, suave, con risitas nerviosas entremezcladas, típico de la primera vez de enamorados. Y aunque parezca increíble nadie los interrumpió en esos momentos, Nár y Vaywa se encargaron de eso.

CONTINUARÁ...

NdA:

Siento mucho haber tardado tanto en actualizar, no es fácil sacar tiempo para poder escribir hoy en día ya que estoy estudiando y trabajando a la vez. Por ciertos motivos tuve que dejar de escribir durante un tiempo y es difícil volver de nuevo. De hecho, este capítulo estaba a medias y me costó bastante recobrar el hilo. ¡Si incluso me olvidé de que existía el fanfiction durante meses! ¡Qué horror!

Espero que os haya gustado y que no se os haya hecho pesado. ¡Por fin tenemos a los 5 dragones presentes! ¿Y qué tal la parejita declarándose? ¡La adorooo! ^.^

Ante todos, quisiera daros las gracias a todos los que me enviasteis reviews con el anterior capi. Llevaba tanto sin volver a escribir que me volví a leer la historia completa xD y pensé que había cosas un poco "infantiles", que se podían cambiar (y quitar mis comentarios, que dan vergüenza de leer u_u). Sí, qué le vamos a hacer... me hago mayor y hay cosas que ahora me parecen chorradas. Pero al leer los reviews me he dado cuenta de que realmente os gusta y he preferido no tocarlo, no lo vaya a fastidiar XD ¡Muchas gracias a todos por vuestro apoyo!

Antes de terminar, quisiera aclarar una cosa que he visto en los reviews y me chocó bastante: Alasse y Léithen NO son parientes. Auresse y Léothen eran amigos de la infancia, fueron pareja un tiempo y ahí acabó todo, ¡nada más! XD

En el próximo capítulo POR FIN habrá contacto con los mágicos, digoo... ¡con los magos! ;-P ¡Saludos a todos y feliz año nuevo!

Kina -