Avisos: Evidentemente, no poseo ningún derecho sobre Weiß Kreuz. Ya me gustaría, ya, sobre todo para borrar del mapa ciertas continuaciones desastrosas, pero la verdad es otra. Esto es una historia de una fan que no gana nada con eso salvo romperse un poco la cabeza. Respecto a la historia, es shounen ai, si no te gusta el género, por favor, no leas. Estás avisado. Además, se centra en dos personajes, Hidaka Ken y Yohji Kudou. Yo aviso por si las moscas.

SILENCIO

Capítulo 2

Jamás pensé que Yohji pudiese llegar a ser tan… buen amigo.

Hasta entonces siempre había sido como un dolor en el culo, con esa sonrisa provocativa, sus frases llenas de dobles sentidos, y sus intentos constantes por hacer que Omi y yo nos sintiésemos incómodos. Yohji bromeaba siempre, hablaba demasiado y sólo nos molestaba para divertirse. Sin embargo a veces me descubría a mi mismo disfrutando de las ocurrencias de aquel bocazas, incluso si acababa rojo como un tomate. Eso no importaba demasiado. Cuando veías aquel brillo especial en sus ojos, el súbito destello en su mirada y la sonrisa rápida sabías que lo que iba a continuación iba a ser, cuando menos, divertido. Que lo que seguía iba a ser algo que sólo Yohji podía idear. Por eso jamás me planteé qué había detrás de esa fachada de bromista y playboy, nunca me interesó. Todo lo que sabía era que Yohji era divertido, hablaba demasiado, bromeaba demasiado y que era casi imposible estar aburrido a su lado. Ese era el Yohji que yo conocía y el Yohji que había aprendido a apreciar; el Yohji que era mi compañero y mi amigo.

Y también fue el Yohji que me sorprendió con una nueva faceta. Era nueva para mí, y me gustó saber que Yohji podía ser tan amable y tan cercano sin perder esa parte divertida de sí mismo. Y mucho más después de lo que pasó con Yuriko. Se encontró conmigo a las puertas de su casa y me dijo todas y cada una de las cosas que yo no deseaba oír por nada del mundo. Yohji fue duro, lo hizo a propósito y yo lo supe siempre, pero no quise aceptar el hecho de que él sabía perfectamente todo lo que estaba diciendo sobre Yuriko, sobre mí y sobre mi deseo de abandonar Wei. Era algo imposible, lo se, pero estaba atravesando un momento muy duro y quería creer que podía salir de ahí, que podía dejarlo todo atrás y comenzar una nueva vida alejado del sufrimiento y de la muerte.

Alejado de mí mismo, de lo que me había convertido.

Si, yo perseguía un sueño. Bueno, soy Hidaka Ken, después de todo. Aya es el tranquilo, Omi el inteligente y Yohji el irónico. Yo soy el soñador. Y cuando alguien le dice a un soñador que no puede cumplir sus sueños, el soñador se enfada y, si ese mismo soñador tiene un carácter como el mío, puede hablar y decir demasiadas cosas, y después huir.

Eso fue justo lo que hice entonces. Odié a Yohji en aquel momento, cuando me miró y me dijo todo aquello. Podría haberme tirado encima de él y haberle golpeado duro, sin pensarlo dos veces; podría haberle hecho mucho daño. En ese momento, yo no era yo. Sólo puedo decir que, por suerte, no lo hice.

Sin embargo, no estaba seguro si Yohji me odiaría o no después de nuestro encuentro en la casa de Yuriko… pero después de su recibimiento aquella mañana en la puerta del Koneko me dejó claro que no. Regresé a casa después de una larga noche en solitario que dediqué a pensar, sin resultado alguno, y a despedirme de Yuriko y mis sueños sin llegar a verla realmente. Después de eso, volví a casa muy cansado de mi mismo. Me sentía pura basura. No era nadie, no tenía nada, no merecía nada. Y entonces…

Entonces encontré a Yohji trabajando.

No, no estaba trabajando. Estaba haciendo mi trabajo. Parecía casado, si, pero él, el Más Perezoso de los Perezosos, se había levantado estaba haciendo el trabajo que me correspondería hacer a mí, todo esto a las siete y media de la mañana, con sus inseparables gafas de sol y el siempre presente cigarrillo entre sus labios. Incluso me saludó cuando aparqué la moto, y en su mirada no había ningún signo que me indicase que estaba enfadado conmigo. Lo que encontré en sus ojos verdes fue preocupación por mí y por mi estado. Y podría haberme sorprendido, de no haber sido porque eligió ese preciso momento para empezar con lo de la manguera. Aquel fue un gran gesto por parte de Yohji y significó muchísimo para mí.

Me encontraba completamente perdido después de la muerte de Kaze. Fui yo quien acabó con su vida, y me sentía culpable. Pero también estaba enfadado conmigo mismo por sentirme de esa manera. Una parte de mi persona, una parte horrenda, no sentía pena por Kaze, y no dudaba en recordar que él me había traicionado y que por eso no se merecía otra cosa que la muerte. Descubrí que la persona a quien yo había considerado mi mejor amigo durante toda mi vida, el hombre cuya supuesta muerte había llorado como si se tratase de mi hermano, había dispuesto mi caída, mi propio asesinato y, después de encontrarle de nuevo, me había usado para ganar poder y posición. Mi amigo me había traicionado, no una, sino tres veces. Y yo, que proclamaba ser su camarada, su hermano, había terminado asesinándole. Así que, como consecuencia, había comenzado a preguntarme si la amistad, uno de los pilares de mi vida hasta entonces, existía realmente y cuál era su significado.

Y entonces fue cuando Yohji y su juego con la manguera entraron en escena, mostrándome que la amistad realmente existía y que podía hacer que el más perezoso de tus compañeros se levantase temprano, te apuntase con una manguera y te hiciese reír como nunca. Incluso si el día antes habías gritado a ese compañero y le habías dicho cosas horribles. Yohji y su broma me enseñaron que aún tenía amigos. Yohji y su broma me ayudaron a encontrarme otra vez.

Fue tan divertido… fue simplemente genial. Yo necesitaba olvidar, necesitaba reír y Yohji me dio la oportunidad, e incluso se me unió, cuando le robé la manguera. Ver a nuestro playboy particular completamente empapado mereció la pena, incluso si eso significaba que Aya me iba a regañar o que iba a pasarme todo el día trabajando en la tienda sin haber dormido en absoluto la noche anterior, justo después de una misión. No me importaba. Después de casi una semana estaba volviendo a sentirme como yo mismo.

Podía empezar a creer otra vez.

- Ha sido un día productivo –oí decir a Aya desde detrás del mostrador. Cuando miré pude ver a Omi contando el dinero que habíamos ganado, y era una suma considerable. Era evidente por qué Aya estaba tan satisfecho.

- ¿Ves, Yohji-kun? ¿Has visto lo que pasa cuando trabajas duro? –dijo Omi con un tono divertido. El chico y yo no habíamos dejado de bromear sobre el hecho asombroso de ver a Yohji trabajando.

- Claro que lo veo, enano. Si trabajo duro acabaré tan cansado que apenas podré abrir los ojos –contestó Yohji-. Muy interesante. –Su sonrisa era irónica.

- ¿De qué te quejas, Yohji-kun? –preguntó Omi-. Al menos dormiste más que Ken-kun, y él parece estar bien…

- Me veo en la obligación de recordarte que he sido yo quien ha sacado todas las macetas al exterior esta mañana –dijo Yohji-. Y además las he regado, dicho sea de paso.

- Míralo de esta manera. Hiciste ejercicio para mantenerte en forma –dije.

- Estoy acostumbrado a otro tipo de ejercicio para mantenerme en forma, Kenken –replicó él, pasándose una mano por el cabello castaño claro y guiñándome un ojo. Sentí que enrojecía al momento en cuanto las implicaciones de las palabras de Yohji llegaron a mi cerebro, y él sonrió, como siempre hacía cuando me veía sonrojado-. Pero se acabó por hoy. Cenaré y me iré a la cama. Y dormiré hasta mañana por la noche, muchas gracias.

- Trabajas mañana por la mañana –dijo Aya inmediatamente.

- Aya, te respeto siempre como compañero, algunas veces como jefe e incluso como líder. Eres inteligente y sabio. Así que, por favor, ten en cuenta que puedo llegar a ser muy peligroso cuando estoy medio dormido –dijo Yohji, y parecía hablar completamente en serio, así que Omi y yo nos echamos a reír-. ¿Qué vamos a cenar, chicos? –preguntó después, antes de que Aya pudiese replicar nada.

Se levantó de la silla donde había estado descansando y se dirigió hacia el apartamento. Acabamos por seguirle uno por uno, sólo para descubrir que Aya estaba planeando salir, y no nos dio mucho tiempo para protestar o decir nada cuando ya había cogido su chaqueta y atravesado la puerta de entrada. No solíamos tener muchas oportunidades para cenar juntos los cuatro. Aya y sus paseos misteriosos, Yohji y sus salidas nocturnas, Omi y sus deberes y yo… bueno, haciendo cualquier cosa que se me ocurriese en ese momento. Esta vez el único que no iba a cenar era Aya, porque Yohji estaba tan cansado que iba a quedarse en casa. Era algo extraño, así que teníamos que celebrarlo de alguna manera.

- Podríamos pedir la cena por teléfono –sugerí rápidamente.

- Buena idea. Puedes pedir la cena y después ir a por ella, Ken –dijo Yohji, intentando contener un bostezo.

- Yohji, se supone que llamas para que te traigan la cena porque no quieres ir a por ella –le recordé.

- Me lo debes –dijo él, señalándome con uno de sus largos dedos.

- ¿Qué? –pregunté.

- ¡Hice tu trabajo esta mañana, Hidaka! Lo menos que podrías hacer es… -pero lo que quiera que fuese a decir a continuación fue interrumpido por Omi.

- Será más rápido, Ken-kun –dijo el muchacho-. Podemos llamar al restaurante e ir a por la cena mientras lo preparan, ¡así que estará lista para cuando lleguemos allí! Además, necesitamos salir de aquí. ¡Hemos estado bajo techo todo el día! –recordó Omi, y tenía razón. Habíamos estado metidos en la tienda toda la jornada.

- Pero podríamos esperar aquí, sentados tranquilamente… -dije, pero mi voz sonaba débil incluso para mí. Omi me miró con aquellos ojos brillantes, así que no pude decir que no-. Oh, vale. Vamos –dije finalmente. Omi sonrió ligeramente mientras daba una palmada-. Aya debe haberse llevado su coche, así que tendremos que usar el tuyo –continué, mirando a Yohji, que a su vez me miraba a mí en ese momento. Sus ojos verdes se abrieron al oír mis palabras.

- Desde luego que no –respondió rápidamente, dedicándome una mirada seria-. No boy a dejar que ninguno de los dos toque a mi niño.

- ¿Cómo? –pregunté, perdido-. ¿Por qué dices eso? ¿Y por qué hablas sólo de dos? Dije nosotros -aclaré yo y, para reforzar mis palabras, hice un gesto que abarcaba a los tres, dejando claro que hablaba de ir juntos al restaurante.

- Confío tanto en vosotros que os dejo ir a por la cena solos. Os doy permiso –contestó Yohji como si tal cosa, ondeando una mano en nuestra dirección.

- Oh, gracias, Su Alteza –dije inmediatamente, con una sonrisa irónica en los labios y los brazos cruzados sobre el pecho. A mi lado, Omi trató de no reírse.

- De nada, Kenken –dijo Yohji. Me tocó la cabeza dos veces, me sonrió y salió de la cocina-. Seré un buen chico, no os preocupéis. ¡Pondré la mesa y os esperaré! –gritó sin volverse.

- Claro, nos esperará tumbado tranquilamente en el sofá –dije con un gruñido.

¿Cómo podía ser tan perezoso? ¿Y por qué tenía que decir siempre la última palabra? ¿Y por qué yo no podía enfadarme de verdad con él cuando hacía esas cosas? Quizás era por la sonrisa…

- Estúpido Yohji…

- Eh, Ken-kun –la suave voz de Omi me devolvió a la realidad-. Podemos vengarnos de esto.

- ¿Eh?

- Ya sabes. Yohji-kun nos ha dado permiso para traer la comida a casa. Pero no especificó qu clase de comida quería –dijo mi joven amigo con una sonrisa taimada en el rostro-. ¿Me entiendes?

Oh, sí. Ya lo creo que le entendía. No soy tan tonto. Torpe, puede ser, pero no estúpido. Mi sonrisa podía ser la réplica perfecta de la de Omi en ese momento.

- Si no me equivoco creo recordar que Yohji-kun no apreciaba demasiado la comida griega, ¿eh? –dijo mi compañero. Yo asentí como respuesta, pues era verdad.

Sólo pude reírme con anticipación mientras observaba como Omi cogía el teléfono y llamaba al restaurante. Iba a ser muy divertido. Aquella mañana Yohji me había mostrado su versión de la venganza. Ahora era mi turno.

Mi amigo pidió la comida con su habitual tono amable y, cuando terminó, salimos fuera. Montamos en mi motocicleta, que conduje a través de la ciudad hasta un restaurante griego que conocíamos. No lo usábamos a menudo porque a Yohji no le gustaba la comida, decía que no estaba lo suficientemente picante. Yo la encontraba sabrosa, pero como a uno de nosotros no le gustaba, el resto olvidó prácticamente el sitio. Además, no era barata… pero valía la pena por ver la cara que iba a poner Yohji.

- Misión: completa –dijo Omi cuando llegamos a casa, y yo me eché a reír mientras apagaba el motor.

El chico y yo entramos en la casa. Nos había llevado casi una hora recoger la comida, pero al fin esta iba segura en las manos de Omi. Nos dirigimos rápidamente a la cocina, estábamos deseando contarle a Yohji que habíamos traído comida griega para cenar. No era que no le hubiésemos comprado nada que no le gustase, por supuesto, habíamos tenido eso en cuenta, pero era algo que le íbamos a ocultar hasta el final. Para nuestra desilusión, Yohji no estaba en la cocina.

- El objetivo ha volado, Bombay –dije. Omi sonrió.

- Y parece que el objetivo olvidó hacer su tarea –comentó, y señaló la mesa que, por supuesto, no estaba preparada-. ¿Te importaría ir a buscarle mientras yo lo preparo todo, Ken-kun? –me preguntó, mientras dejaba la comida sobre una repisa y comenzaba a recolectar platos y demás material.

- Claro que no –respondí rápidamente.

Me dirigí rápidamente a la sala de estar, porque estaba seguro que Yohji iba a estar allí viendo la televisión. Y ya podía ser un programa interesante si quería que olvidásemos que no había puesto la mesa, como había dicho. Aunque, y ahí comencé a notar que me sonrojaba, teniendo en cuenta la clase de cosas que le resultaban interesantes a Yohji, no estaba yo muy seguro de qué era exactamente lo que me iba a encontrar en la sala de estar.

Claro, que lo último que esperaba era encontrarme un Yohji dormido.

Estaba completamente estirado en el sofá, con un cenicero casi lleno de cigarrillos descansando sobre el abdomen. El último de los cigarros aún humeaba. El viejo Yohji había aprovechado la oportunidad de estar sólo en casa para fumar a sus anchas, sabiendo que al resto no nos gustaba. De hecho, Aya iba a echarle una buena bronca, porque podías oler el humo a millas de distancia. Si las circunstancias hubiesen sido otras, habría pensado que Yohji estaba preocupado por algo, dado que sólo fumaba de esa manera, encadenando cigarrillo tras cigarrillo, cuando tenía algo en la cabeza que le molestaba. Pero en aquel momento estaba más que seguro que fumar había sido una táctica para combatir el cansancio, ¿por qué debería estar preocupado? Había pasado muy buen día. Así que todo daba a entender que Yohji había sido incapaz de soportar el cansancio, incluso fumando o viendo la televisión, que aún estaba encendida. ¿De verdad estaba tan agotado?

Eso parecía, al menos. Dormía tan profundamente que no se dio cuenta del momento en que le quité el cenicero de encima y lo deposité sobre la mesa. Su respiración era regular y tranquila, su aliento escapaba entre sus labios, curvados en una ligera sonrisa, como si Yohji estuviese contento, simplemente, por estar durmiendo por fin. Tenía la cara ligeramente ladeada y parcialmente oculta tras unos mechones de cabello castaño claro. No pude evitarlo y alargué la mano, tomando un mechón entre los dedos y apartándolo e su rostro; al tocarlo me pareció como la seda. Era tan suave que me hizo sonreír. Se le veía tan tranquilo, tan sereno… ¡parecía incluso dulce! Tuve que reprimir una carcajada. Era increíble que el hombre que dormía delante mío fuese el mismo Yohji que yo conocía. El caradura, el bromista, el bocazas de Yotan. Y ahora ese Yohji estaba oculto tras el pacífico rostro.

- Yohji –le llamé cuando me llegó el olor de la comida desde la cocina. Estaba hambriento, y estaba seguro de que Yohji también-. Eh, Yohji –dije, sacudiéndole ligeramente, aunque sólo obtuve un suspiro como respuesta-. Venga, tío, es hora de cenar… -le dije suavemente-. ¿Yotan? ¡Despierta! –probé, esta vez subiendo el volumen de mi voz.

Un par de ojos verdes se abrieron y parpadearon un par de veces, aún desenfocados. Nunca dejaba de asombrarme lo muy verdes que eran sus ojos, y lo brillantes que podían llegar a ser. Yohji miró confuso, primero a mí, luego a la televisión, al resto de la habitación y, de repente, se sentó en el sillón, fijando en mí su mirada.

- ¡Ken! ¿Q-que... ? –comenzó a preguntar, sus ojos verdes fijos en los míos. Vi algo en ellos, pero no pude precisar qué era con exactitud-. ¿Qué estás haciendo en mi habitación?

Y entonces fue cuando me eché a reír sin poder evitarlo. ¿En su habitación? ¿Cuánto tiempo llevaba durmiendo?

- Estás en el cuarto de estar, Yotan –le informé cuando pude calmarme. Él me miraba aún de forma extraña, quizás mi risa le había molestado-. Lo siento, ha sido muy gracioso.

- Te has reído de mí –dijo.

- Sí. Y también he dicho que lo siento. ¿Debo ir al almacén a por la manguera para que me castigues, o algo así?

Aquel fue su turno de reír, y lo hizo con fuerza. De alguna forma me sentí muy bien conmigo mismo por hacerle reír. Yohji suele ser la persona que siempre tiene a punto una broma para que sonrías, era bonito devolverle el favor, aunque fuese por una vez. Me gustó el sonido de su risa, era clara y alegre.

- Vamos, Yotan. La cena está lista –le dije, señalando la cocina con mi cabeza. Yohji miró en aquella dirección por un momento, pero acabó negando con la cabeza.

- Estoy más cansado que hambriento, Kenken –confesó con un bostezo. Y, la verdad, parecía estar realmente agotado. Había sido un día tan fabuloso para mí después de todo que apenas notaba el cansancio, pero supuse que para Yohji había sido distinto, y pude comprenderlo-. Os estoy enormemente agradecido a Omi y a ti por haber ido a por la cena, pero me voy a ir a la cama…

Yo no pude evitar pensar en nuestra pequeña venganza, en la comida griega y todo lo demás. Podría haber sido divertido, pero… parecía estar tan cansado… Además estaba el simple hecho de que él, Yohji, la persona que ocurriese lo que ocurriese jamás se acostaba antes de las cuatro de la mañana, tenía planeado irse a dormir antes de las diez de la noche. Eso podía dar una idea bastante aproximada de lo muy cansado que estaba.

- Está bien, Yohji –asentí.

- ¿Seguro?

- Si. Hiciste mi trabajo esta mañana. No puedo quejarme.

- Oh, sí. Casi lo olvidaba. Me lo debías.

- Considérate pagado.

- De acuerdo. ¿Le dirás buenas noches a Omittchi de mi parte? –me preguntó. Asentí y me sonrió cálidamente, mirándome a los ojos. Eran de un verde tan increíble…

- Buenas noches, Yohji –le dije, sintiéndome un poco incómodo de repente.

- Buenas noches, Ken.

Subió las escaleras y yo me di media vuelta para caminar hacia la cocina y decirle a Omi que nuestra misión había fracasado, pero entonces oí la voz de Yohji. Se había detenido a media escalada y me miraba.

- Oye, Ken –me llamó.

- ¿Sí?

- Aunque vaya a sonar egoísta… -comenzó a decir. Parecía incómodo, de alguna forma, y eso era extraño en él-. Me alegra que no te hayas ido a Australia –dijo finalmente. No pude evitarlo y le miré sorprendido, pero continuó hablando-. Te habríamos echado mucho de menos de haberlo hecho, Kenken.

Y sonrió.

Una sonrisa cansada, pero verdadera y brillante. Una entre un millón. Pude ver en sus ojos, en el brillo, que estaba medio dormido, así que quizás era esa la razón para aquella pequeña confesión, pero no me importó. Le devolví la sonrisa, incluso cuando no podía verme porque había vuelto a retomar sus pasos por la escalera.

Probablemente nunca iba a saber lo mucho que aprecié aquella pequeña confesión por su parte, porque que dijese que me echarían de menos significaba que no estaba solo, que se me necesitaba en algún sitio. Que se preocupaban por mí de la misma forma que yo lo hacía por ellos.

Que él se preocupaba por mí. Que él era mi amigo.

Y entedí que no necesitaba empezar a creer, porque llevaba tiempo creyendo.

Continuará...