Avisos: Evidentemente, no poseo ningún derecho sobre Weiß Kreuz. Ya me gustaría, ya, sobre todo para borrar del mapa ciertas continuaciones desastrosas, pero la verdad es otra. Esto es una historia de una fan que no gana nada con eso salvo romperse un poco la cabeza. Respecto a la historia, es shounen ai, si no te gusta el género, por favor, no leas. Estás avisado. Además, se centra en dos personajes, Hidaka Ken y Yohji Kudou. Yo aviso por si las moscas.

* * *

Silencio

Capítulo 1

Juré que obtendría su cabeza como recompensa por todo aquello.

Muy bien. Vale. De acuerdo. Cuando nos dijo que necesitaba un respiro y dar una vuelta, justo después de nuestra misión en la planta química, lo entendí. Acababa de pasar por una situación realmente dura, y comprendí que por eso necesitaba tiempo para pensar. Aquel tío, ese amigo suyo, ese... ¿Kase? ¿Así se llamaba? Al final se había visto obligado a acabar con él. Imaginé que el tal Kase no era tan buen amigo como el pobre chaval recordaba. Sólo podía suponer, porque no nos contó nada sobre el tema. Quizás debería haber preguntado, pero tampoco me dio tiempo, porque justo después de esa misión conoció a esa chica, la motorista... ¿Yuriko, puede ser? Lo que sea. Le propuso irse a Australia con ella; lo supe porque le descubrí mirando el billete de avión. Cuando le pregunté sobre el tema, me lo contó todo, y me confesó que se sentía tentado. Muy tentado. También pude entenderle por supuesto, pero debía hacerle reflexionar. Así que hablé con él, y fui duro. Probablemente me odió por todas las cosas que le dije sobre la chica y sus sentimientos hacia ella, pero debía hacerlo. Quería que comprendiese. Quería que pensase.

Era cierto que él tenía un montón de cosas sobre las que reflexionar. También es cierto que nunca ha sido muy bueno en eso de pensar, el muy cabezahueca, ¡pero le di toda la noche! Estuvo toda la noche fuera, dando vueltas con la moto, o lo que fuese. Toda. La. Noche. Y por la mañana aún seguía por ahí, ¡y Omi acabó despertándome temprano a mi para hacer su trabajo! No podía perdonarle de ninguna manera. Yo tuve que levantarme temprano, cuando yo nunca, nunca estoy despierto antes de las diez de la mañana. ¡Cuando salí de la cama aún era de noche! Pero no había nada que hacer. Nuestro, oh, gran líder me ordenó sacar las plantas fuera del Koneko y, después de eso, comenzar a regar. Y, no es por nada, pero ese es su trabajo. El mío es sentarme en la tienda mientras observo como trabajan los demás. Sin embargo, no me quedó más remedio que hacerlo. Por supuesto, me dediqué a fumar todo el rato. Estaba tan furioso que me importaba muy poco si Aya se quejaba del daño que el humo podía causarle a las plantas o si Omi comenzaba otra vez a con su discurso sobre el cáncer de pulmón. Maldición. Lo único que yo quería era volver a la cama.

Y su cabeza. Oh, si.

Iba a tener su cabeza servida en una bandeja después de aquello.

Pero, mientras regaba, no pude evitar comenzar a pensar que quizás no llegaba tarde. Era posible que no fuese a regresar a casa en absoluto. ¿Y si había decidido marcharse a Australia, después de todo? No llegué a conocer a la chica, pero debía ser muy especial si alguien como él se sentía atraído hacia ella. El vuelo salía a las siete en punto de la mañana. ¿Y si… ¿Y si lo había hecho? Bueno, era cierto que sus cosas aún estaban en su habitación, pero eso no significaba nada. Hay tiendas en todos los países, podría comprarse ropa en Australia para empezar con su nueva vida, no había problema. Podía haberlo hecho. Quizás… ¿Y si… ¿Qué iba a hacer yo si…

Pero pronto quedó claro que no se había marchado a Australia, porque su motocicleta apareció ruidosamente a lo lejos y se fue acercando, hasta que finalmente aparcó delante del Koneko.

- Días, Kenken –le saludé, observando mientras se quitaba el casco y caminaba hacia la entrada de la tienda, aliviado de verle volver a casa. Se detuvo delante mío.

- ¿Yohji? –preguntó. ¿Sorprendido de verme trabajando tan de mañana? Si así era, sus ojos no reflejaron esa sorpresa. Estaban oscurecidos, tristes. No parecían los ojos de Ken. Era como si estuviese intentando volver a ser él mismo, pero sin resultado alguno.

Algo no iba bien. Olvidé de golpe que había estado pidiendo su cabeza como almuerzo desde que me había puesto de pie esa mañana. Se le veía tan triste, tan deprimido... Normalmente se le notaba abatido después de una misión, a todos nos pasaba de una manera u otra. Pero nunca de aquella forma, tan profundamente entristecido. Era como si no estuviese delante de Hidaka Ken. No era él.

Pobre chico.

Simplemente no podía verle en ese estado, de igual forma que no puedo soportar ver llorar a Omi, o cuando Aya... Bueno. Ya sabéis lo que quiero decir.

Un Ken que no sonreía no era Ken. Ken siempre tenía... esa expresión inocente, alegre. Siempre te saludaba con una sonrisa por las mañanas cuando entrabas en la tienda, una sonrisa que casi iluminaba la habitación al completo. A veces te daba por pensar que ninguna otra persona en el mundo podía estar tan contento por las mañanas, y te encontrabas odiando a Ken por ser tan condenadamente alegre... No. "Odiar" no es la palabra. La palabra es "envidiar". Eso es. Envidia de su inocencia y de su alegría, de su capacidad para mantenerla a pesar de que era quien era y de trabajar en lo que trabajaba, incluso cuando era perfectamente consciente de que el mundo puede ser infinitamente cruel, incluso cuando había visto todo lo que ha visto. ¿Cómo puede alguien así estar de tan buen humor desde la siete de la mañana hasta que se va a la cama? Ese era un misterio que sólo Ken conocía. Quizás por eso era tan especial.

- Si, Yohji. El único e irrepetible –respondí rápidamente, sintiendo la necesidad de verle sonreír-. Decidí experimentar algo nuevo y me desperté temprano para trabajar.

Casi había sonreído. Casi. Así que tenía que intentarlo con más ganas.

- Perdona. Llego tarde –dijo. Yo me encogí de hombros.

- La próxima vez, sólo llama y di que vas a retrasarte –le dije, cambiando al manguera a la siguiente maceta.

- No me di cuenta que era tan tarde.

- Lo imagino, Kenken –dije, sonriéndole cálidamente y obteniendo el mismo gesto en respuesta, solo que carente de alegría. De todas formas, era un paso-. Está bien, Ken. No te preocupes.

- Pero seguro que Omi te despertó para hacer mi... –comenzó.

- ¿Ves? ¡Eso era! –dije, interrumpiéndole. Me golpeé la frente con una mano, como si realmente hubiera olvidado algo importante.

- ¿Qué? –preguntó.

- Casi olvido que hoy te odio desde lo más profundo de mi corazón, Kenken –le dije. Me miró sin saber que decir.

- ¿Cómo?

- Es culpa tuya que el pobre, pobre Kudou Yohji esté aquí, regando plantas, en lugar de haberse quedado durmiendo cómodo y calentito en su propia habitación –le acusé, señalándole con un dedo.

- Así que me odias por eso.

- Profundamente –aseguré, dando una calada a mi cigarrillo.

- Ya veo…

No sé muy bien que vi en sus ojos. ¿Acaso pensaba que estaba hablando en serio? ¿Cuanto dolor tenía acumulado dentro después de todo lo que había tenido que soportar recientemente? No había manera de saberlo, pero tampoco iba a dejar que pensase mucho en ello. Así que actué.

- Por eso te mereces ser castigado –amenacé.

- ¿Castigado? ¿De qué estás hablando? –preguntó rápidamente. Era justo el tipo de respuesta que esperaba de él, me estaba abriendo la puerta que necesitaba.

- ¿De qué crees t que estoy hablando, Kenken? –le pregunté, y le dedique la sonrisa más seductora que pude componer, para verle sonrojarse. Y tuve éxito-. ¡Kenken! ¡Pequeño pervertido! –grité fingiéndome escandalizado. Al momento, él enrojeció aún más. Dios, era tan fácil de provocar y estaba tan mono con la cara toda roja… -. ¡Estaba hablando de esto! –exclamé y dirigí la manguera, y por lo tanto el agua, hacia su persona. Puse un dedo cerrando la mitad del la boca, de manera que el agua saliese con más fuerza.

Por su cara supe que aquello era lo último que esperaba, así que no estaba preparado. No pudo retroceder ni esquivar el chorro de agua que le golpeó por primera vez en el pecho. Trató de bloquearlo con las manos, pero era inútil. Pronto estuvo completamente empapado.

- ¡YOHJI! –gritó, tratando de evitar el flujo de agua por todos los medios-. ¡Para!

- Mmmm... Deja que lo piense... No.

Redirigí el agua hacia su cara y, cuando trató de bloquearlo, apunté de nuevo al pecho, luego a sus piernas, a sus pies... No pudo hacer nada, así que al final acabó buscando cobertura detrás de las macetas. Tampoco le sirvió de mucho, porque mi manguera y yo le seguimos allá donde trató de esconderse.

- ¡YOHJIIIIIIIIII! –seguí gritando a pleno pulmón, pero ahora con un tono divertido que, por fin, pude reconocer como propio de Ken. La cosa funcionaba, así que sonreí-. ¡No! ¡Por favor, para!

- Esta es la famosa Venganza Kudou, Hidaka –continué diciendo, con mi mejor sonrisa malvada, mientras seguía persiguiéndole-. Eres hombre muert… No, mejor, hombre empapado.

Y comenzó a reír, fue como música. Me sentí feliz de haber alcanzado mi objetivo, totalmente satisfecho por verle reír. Por ver como, por un momento, olvidaba... aunque eso no quería decir que fuese a detener mi castigo.

- ¡Dije que lo sentía! –exclamó con una brillante sonrisa, tratando por todos los medios de no reír. Tenía el cabello casi pegado a la cara, empapado, del mismo modo que sus ropas lo estaban a su cuerpo. Sacudió la cabeza y se pasó una mano por el pelo, para apartarse el flequillo de sus ojos oscuros, y se quedó mirándome-. ¿Por favor?

Oh, buen truco. La cosa iba muy, muy bien, ya que había tratado de poner su mejor cara de cachorrillo para darme lástima. Parecía estar de mucho mejor humor ahora, si había intentado esa jugada.

- Mi pobre, pobre Kenken… -dije suavemente, fingiendo que sentía piedad-. ¡Un pobre Kenken que se lo tiene merecido!

- ¡No! ¡Espera! –dijo, retrocediendo, al ver que yo seguía apuntándole con la manguera con una sonrisa amenazadora en los labios-. Yohji, no.

- Oh, sí. Yohji, sí.

Había detenido el flujo del agua al meter el dedo en la boca de la manguera pero cuando lo saqué, el fuerte chorro golpeó a Ken directamente en la cara.

- ¡Yooooooooooooooootan! –gritó, riendo, usando mi apodo. Otra buena señal. Tuvo que cerrar la boca para que el agua no acabase en su estómago; volvió a intentar retroceder, pero tropezó con algo y cayó de espaldas, aterrizando duramente en el suelo-. ¡Auh!

Volví a detener el flujo el agua y me acerqué a él, preocupado.

- Vaya momento para volver a ser Ken el Torpe, ¿eh? –dijo, frotándose el trasero con una mano y mirándome algo azorado. Yo sólo pude echarme a reír, tanto por las palabras como porque Ken estaba también sonriendo.

- ¿Estás bien? –le pregunté al final, tendiéndole una mano para que se levantase.

- Estoy… empapado –dijo. Yo solté una carcajada-. Malvado Yotan.

- Pervertido -contraataqué.

- Idiota –acabó él. Se quedó mirando la mano que le ofrecía y sonrió.

Una sonrisa malvada donde las haya.

Lo siguiente que supe fue que había aterrizado en el suelo delante de Ken, que me había hecho caer enredando una de sus piernas con las mías. Se incorporó rápidamente y trató de alcanzar la manguera que yo había dejado suelta al caer al suelo. No era fácil de agarrar, pero su experiencia como portero de fútbol le ayudó a sujetar la manguera que se movía como una serpiente salvaje en el suelo. Sonrió con malicia y se me acercó; yo seguía sentado en el suelo, con el cigarrillo casi colgando de mi boca.

- No te atrevas –le amenacé.

- Deja que lo piense…

Por supuesto, se atrevió.

¡Maldición! ¡El agua estaba condenadamente fría! Traté de detenerle, pero no pude, y pronto me encontré tan empapado como lo estaba él. Comenzamos a luchar por el control de la manguera y por ver quien mojaba más al otro, riendo y gritando todo el tiempo, hasta que la puerta se abrió y Aya salió al exterior.

- ¿Que diablos estáis haciendo? –preguntó, en aquel tono serio tan suyo. La cabeza de Omi apareció a espaldas de Aya, el chico nos miro, suprimió una risita y volvió rápidamente al interior de la tienda.

- ¿Tomando una ducha matutina? –pregunté a mi vez, inmadiatamente. Detrás mío, Ken trató de contener la risa.

- ¿Queréis despertar a todo el vecindario? –preguntó Aya, enfadado. No esperó respuesta esta vez-. Así que has vuelto, Ken.

- Eh… Si, Aya. Estoy en casa.

- Iba siendo hora –dijo el pelirrojo, que entró dentro y cogió una escoba. Salió de nuevo al exterior y nos miró-. Id arriba, ducharos o cambiaros de ropa. Ahora –ordenó antes de comenzar a barrer el agua de la acera-. Y más vale que sea rápido, vosotros dos. Vais a limpiar todo esto cuando terminéis. ¿Qué estáis mirando? Id. ¡Ya!

Se nos quedó mirando con aquella mirada que ordena "morid, ahora", que sólo él sabe utilizar. Ken echó a correr, y yo le seguí rápidamente, no sin tantes soltar un "¡si, comandante!" a Aya. Bueno, no pude resistirlo. Me encontré a Ken riendo a pierna suelta dentro de la tienda, y me detuve, tratando de escurrir el agua de mi cabello.

- Yohji-kun, Ken-kun… ¡estáis empapado! –exclamó Omi desde el mostrador-. ¿Qué ha pasado? Cuando salimos de la cocina os oímos gritar… -quiso saber, con una ligera sonrisa.

- Yohji decidió que hacía mucho calor, y entonces… -comenzó a explicarle Ken. Apenas pude creerme que de verdad estuviese bromeando. ¡Eso era todo un éxito!

- Fue culpa tuya, Hidaka –acusé. Me sonrió-. Es culpa tuya que tuviese que levantarme tan temprano… Mmm… ¿Ves, Omi? Por eso llego tarde a trabajar todos los días, por eso me duermo. Si me levanto temprano, bueno… ya lo has visto –dije, señalando todo le lío que habíamos montado en el exterior. Mis dos camaradas se echaron a reír.

- Buen intento, Yohji –dijo Ken.

- ¿Disculpa? Está claro que tengo que despertarme después de las diez, a no ser que queráis tener locas fiestas acuáticas todos los días…

- Me lo pensaré, Yohji-kun –dijo Omi, sonriendo abiertamente-. Ahora debéis iros. Aya-kun viene…

Y era cierto. El pelirrojo nos había visto dentro a través de la ventana y ahora se acercaba para poner remedio al asunto.

- Ups, nuestro aguerrido líder desea hablar con nosotros –dije. Ken ya corría por su vida-. ¡Eres un cobarde, Hidaka! –le grité, antes de perseguirle.

Seguí las huellas húmedas que se podían ver por todo el pasillo de la cocina, la sala de estar y las escaleras. Cuando alcancé el primer piso encontré a Ken riendo suavemente, sentado en el pasillo con la espalda apoyada en la pared.

- Tío, estás loco, Yotan –me dijo, observándome. Su mirada era brillante, completamente diferente a los ojos que había visto cuando aparcó la moto fuera-. ¿"Si, comandante"? –repitió, recordando las últimas palabras que le había dedicado a Aya.

- No pude resistirme –dije, encogiéndome de hombros-. ¿Y qué? Es todo culpa tuya…

- Eres tan infantil… -dijo, sacudiendo la cabeza.

- ¿Disculpa? ¿Infantil? ¿Quién fue el que me hizo caer al suelo y me robó mi preciosísima manguera?

- ¡Me apuntabas con ella como un loco! –trató de defenderse.

- T estabas siendo castigado, no yo –le recordé, y volvió a reír.

- Pero tú eres mayor que yo. Deberías comportarte –dijo, sonriendo.

- ¿Ho-la? Tierra a Hidaka Ken. Estás hablando con Kudou Yohji, Kenken... ¿recuerdas? –le dije, mirándole como si se hubiera vuelto loco, o algo así.

- Ah, sí. Casi lo olvido –contestó. Y sonrió tiernamente.

Oh... Esa sonrisa...

- Gracias, Yotan –dijo después de una pausa. Yo sólo pude mirarle-. Lo necesitaba. De verdad –admitió mirándome a los ojos de una forma tan dulce que de pronto lo único que deseé fue abrazarle y asegurarle que todo iba a ir bien.

Era tan buena persona que no se merecía sufrir. No quería verle sufrir. Sólo quería... que fuese feliz...

Sacudí la cabeza.

- No, Yohji, de verdad. Gracias –repitió.

Me había visto sacudir la cabeza y había interpretado que no estaba dando importancia a sus palabras, pero la verdad era que… estaba confundido. No reconocía las emociones que estaba sintiendo de repente. Bueno, para ser sincero si las reconocía, pero… casi las había olvidado.

Había pasado tanto, tanto tiempo desde la última vez que yo había…

… ¿querido a alguien?

Oh, Dios. Oh, Dios...

- Lo sé, Ken –dije al final. Le tendí la mano para que pudiera levantarse y él la aceptó, apretándola un poco. La sensación fue cálida. Muy cálida.

Sentí que el corazón se me acelerada con su contacto. ¿Qué diablos me estaba pasando? ¡Era Ken! No había sido mas que un amigo todos esos años y ahora... me estaba preocupando por él. No, preocupando no. Estaba sintiendo algo por él.

Profundamente.

Oh... Dios... mío...

¿Me estaba enamorando de Hidaka Ken? ¿Yo, Kudou Yohji? ¿El hetero? ¿El ligón? ¿El que proclamaba que odiaba a los hombres?

Dios, así era. Había bastado un atisbo de brillo en sus ojos para hacerme feliz. Y sólo pensar en el cambio de humor que había causado mi estúpida broma con la manguera me hacía estar satisfecho. Estar allí con él, bromeando, me hacía feliz.

Feliz por verle feliz.

- Gracias, Yohji. Eres un gran amigo.

Su voz era tan suave, tan cálida, tan llena de agradecimiento…

Tan… Tan suya.

- Bueno, ¿qué puedo decir? Eres un buen objetivo al que apuntar con una manguera –traté de bromear, y me golpeó en el hombro-. ¡Auh!

- Idiota –dijo, sonriéndome amistosamente.

Amistosamente.

Cálida, si, pero no más que amistosamente. Lo pude ver en sus ojos. En la forma en que me miraba, en que hablaba conmigo. Había amistad y gratitud, nada más.

Y, también, nada menos.

Me recordó mucho el tiempo... cuando estaba con ella. Con Asuka. Sentía lo mismo. Cuando éramos compañeros y desubrí que la amaba por todas las pequeñas cosas que compartíamos. Su sonrisa, su risa, sus gestos, sus miradas... todo. Fuimos sólo compañeros y amigos durante mucho tiempo porque no me atreví a arruinar nuestra amistad... hasta pocas semanas antes de su muerte. Me declaré dos semanas antes, y ella me dijo que lo sabía y que sentía lo mismo que yo.

Pero para el viejo Yohji no existen los finales felices. Como todo aquel que se acerca demasiado a mí, ella había sufrido. Y había muerto.

No quería que algo así le sucediese a Ken. Esta vez no iba a arriesgarme, iba a permanecer detrás de la línea. Me tendría como amigo si me necesitaba, pero jamás iba a decirle que le amaba.

Porque no era que le quisiese, no. Era algo más.

Le amaba, y por eso no quería hacerle daño.

Cuanta ironía.

Para Kudou Youji, que podía tener a cualquiera que desease, era imposible estar con la persona que amaba.

- A la ducha, Kenken. O Aya vendrá y él y su katana nos ayudarán a volver rápido al trabajo –le dije con una ligera sonrisa.

Asintió y se metió en el baño, completamente ajeno a mi línea de pensamientos y sentimientos. Dolía, pero también era mejor así.

Cuanto menos supiese, mejor para él.

* * *

Continuar