Capitulo 14º-

Conmigo… Aunque Tenga que Obligarte.

El descubrir una traición es extremadamente fácil cuando vemos con el corazón.

Sentimos la verdad más de lo que podemos pensar sobre ella.

La experimentamos mejor de lo que la comprendemos.

Así es como nos damos cuenta. Nunca dudes si tu corazón te indica que "algo anda mal".

El corazón no sabe mentir, el cerebro sí. El amor es tan transparente,

que cualquiera puede ver a través de él y encontrar la mentira que puede surgir para mantener un romance.

Cuando uno descubre la verdad y se da cuenta de que ha sido traicionado, duele… duele mucho.

Y es lógico, ya que típicamente quien traiciona suele vivir en la mentira y el miedo,

mientras que el traicionado lo hace en la verdad y en el amor.

Esa polaridad resquebraja a ambas partes por no lograr compatibilidad, y es lógico.

Se dice "que la verdad duele", pero eso no es cierto. Sólo duele que la ilusión que se tenía se vea desmantelada.

Solemos ver en la otra persona no lo que es sino lo que creíamos que era.

"Si no te gusta la verdad que descubriste, no es problema de la verdad, sino tuyo".

Alejandro Ariza

No sabía cuantas horas llevaba ahí… ¿cuantas serían?tres, cuatro o quizás cinco, la verdad ya había perdido la cuenta, aunque tampoco le afectaba mucho el saberlo, de lo único que estaba enteramente segura era de esa gran punzada de dolor que la recorría lastimándola una y otra vez sin tregua, preguntándose mil y una veces el porque… porque engañarla y crearle un mundo de fantasías tan inmenso sí al fin y al cabo se lo iban a terminar derrumbando de la peor forma. Apretó con firmeza los fríos barrotes que formaban aquel puente en el que por tantas horas había pasado ya, agradeciendo el estar completamente sola… fuera de ojos y miradas que reflejaran lastima o compasión por ella y su dolor.

-¡Eres una estúpida Tamao… no te quiere… y nunca lo hizo!-

Le repetía su mente incesantemente como una cruel y lastimera tortura. Su cuerpo se estremecía al recordar aquello, no deseando creer aun en su triste realidad. Subió su rostro con desgano y pesadez, observando como los árboles cubiertos por la blanca nieve eran mecidos suaves y silenciosamente por el frío viento de la noche, dando a la vista un triste y amargo deleite. Sus claros y rosados ojos se mantenían estáticos, sintiendo el ardor que les provocaba el ser tocados por el gélido viento después de haber llorado por tantas horas.

-Solo jugó contigo… te utilizó, encontrando en ti al repuesto perfecto…-

Escupió con dureza su subconsciente. Estrujó con mayor fuerza aquellos barrotes, como si se fuese a desmoronar en cualquier instante si asía lo contrario. Sus lágrimas de nuevo surcaron por sus sonrojadas mejillas, ocultando su mirar bajo sus mechones rosados. ¿Repuesto, eso era lo que había sido para él, un estúpido repuesto… contrajo su mandíbula con indignación, sintiendo como su rostro comenzaba a temblar por la presión y movimiento de su parte inferior.

-Que esperabas viniendo de una persona tan débil y torpe como lo eres tú… solo vete, eres como la sombra de la mujer que él en realidad quiere.-

Era verdad, no podía negarlo… no importaba cuanto se esforzara, nunca podría ser como ella… nunca podría ser como la perfecta Anna Kyouyama. Sí, lo era… al menos siempre lo escuchó decir por parte de todos, desde la mayor de los Asakura hasta su mismo prometido confirmaban que lo era. Siempre catalogándola como la mejor sacerdotisa a tan corta edad, quien sin más también poseía una belleza de lo más arrolladora… dejándola a ella tan solo como el pobre y triste espejismo de lo que la rubia representaba.

-Abre los ojos Tamao… ¡No te quiere!.. Y jamás lo hará.-

Gritaba incesante aquella voz dentro de su mente. Un agudo lamento escapó de los labios de la joven que ya cansada de seguir soportando más, prefirió rendirse finalmente asía aquel impulso de gritar y vociferar a los cuatro vientos su profundo malestar, sintiendo que si no lo hacía de inmediato terminaría siendo consumida por su propio dolor. Aquella imagen era en realidad desolante… su frágil cuerpo se mostraba de rodillas, como si estuviese suplicando de alguna forma misericordia y clemencia ante una cruel condena, mientras sus pálidas manos se posaban en su rostro, tratando de aplacar un poco su deprimente llanto, como si se tratara de un alma en pena que lloraba desesperada por encontrar la preciada paz que sin cesar le continuaban negando.

Aun recordaba la razón del porque se encontraba de esa manera tan miserable, no asimilando aun muy bien todo lo que había escuchado decir de la propia boca de su prometido y lo cual había sido de alguna forma suficiente para destruir y echar abajo a todo aquello que llamaba vida.

Se encaminaba con tranquilidad por las calles de la ciudad, permitiéndose el disfrutar de la vista como si fuese la primera vez que se aventuraba a recorrer aquellos caminos. Su corazón latía emocionado, no pudiendo creer que dentro de poco estaría junto a su adorado prometido después de esas frustrantes semanas, tiempo que sin duda le pareció una larga eternidad sin poder verle.

Sonrió con mayor felicidad al ver a lo lejos los grandes edificios que conformaban el instituto al cual asistía el joven shaman, confirmándole que pronto le vería. Había regresado sin mayores complicaciones y a pesar de las largas horas de camino prefería olvidar su cansancio y aventurarse a darle la sorpresa de los importantes cambios que habían hecho con respecto a su compromiso, no pudiendo esperar un solo minuto más para contarle las bunas nuevas a su joven prometido, ignorando obviamente que esté desconocía por completo su regreso tan "oportuno" a la ciudad.

Sus infantiles ojos se mostraban radiantes, aumentando su esplendor al identificar por fin al joven de castaños cabellos el acercarse a Manta con una seriedad que sin duda la había incomodado pero de la cual no quiso darle demasiada importancia. Caminó con sigilo entre los estudiantes que comenzaban a retirarse, esperando que su prometido o su joven acompañante no se percataran de su presencia antes de que ella les diera la sorpresa de su regreso. Se escabulló entre los árboles del jardín, optando por permanecer escondida tras uno de ellos mientras que ambos terminaban de conversar. Giró su rostro intrigada, pues Yoh al parecer le había dicho algo a su amigo… algo que por la distancia no había logrado el comprender pero que había sido suficiente como para despertar el desconcierto de Manta, quien después de reaccionar finalmente, pronunció las mismas palabras que su prometido le había acabado de decir…claro, a excepción de la gran sorpresa que las cubría y que difícilmente podría algún día el sacarlas de su memoria.

-¡Anularas el compromiso!...-

Esas escasas palabras habían resonado en su cabeza como un timbre constante que producía eco, como sí con esto tratara el que nunca las olvidara y que siempre las mantuviera presentes. Se sostuvo con fuerza del grueso y áspero tronco de aquel árbol que le permitía el no ser vista por aquellos que sin proponérselo la lastimaban cruelmente al ignorar por completó su presencia. Trató el de calmarse y tomar de nuevo su compostura, respirando en pequeñas pausas para no delatar su tosquedad. Una gran curiosidad comenzó a germinar sobre ella, obligándola a permanecer aun en ese sitio, omitiendo la fuerte sensación que sin parar le decía que aun faltaba lo peor y que era mejor el que se retirara a tiempo, pero no podía… deseaba saber más… deseaba saber el porque su prometido le hacía algo como esto teniendo prácticamente un pie sobre el altar.

-Pero estas seguro… acaso sabes lo que esto traerá como consecuencia… Yoh, tú familia jamás te perdonara una cosa como la que deseas hacer.-

Escuchó que le decía Manta con un tono perturbado aun. Posó sus rosados y desesperados ojos en el castaño al concluir lo que el joven sentado aun lado de él le había dicho, manteniendo aun la esperanza de que él mismo le dijera a su amigo que todo lo que había dicho era tan solo una broma pesada y nada más, pero al ver el semblante molesto e irritado que dejaba ver el shaman al oír las palabras dichas con anterioridad, destruyeron y aniquilaron todo rayo de esperanza que aun se alojara en ella.

-Entonces que quieres que haga…-

Le preguntó el castaño a su amigo, quien solamente se limitó a observarlo, como si fuera la primera vez que veía al joven. Su corazón latía con debilidad como si sintiera una gran amenaza el asecharla. Trató por segunda vez el de tranquilizarse, notando como sus manos temblaban en espera de lo que fuera a responder cualquiera de los dos.

-Ya se, no me lo digas.- Escuchó decir por parte de su prometido, agudizando sus sentidos para oír exactamente lo que iba a decir.- Casarme con ella tal y como mis abuelos lo dispusieron y aparentar como hasta ahora que soy feliz a su lado cuando no es así.-

Una mano se posó en su boca para ahogar los sollozos que comenzaban a salir, evitando con esta acción el ser descubierta por alguno de los dos, aunque al verlos mejor dudaba mucho que fuera de esa manera, pues ambos se encontraban demasiado concentrados en la conversación que estaba segura que no la percatarían. Sus ojos brillaban con intensidad, agolpando en su interior a las decenas de lágrimas que exigentes se manifestaban en espera de ser liberadas finalmente de su injusta prisión. No podía creer como ese joven frente a ella, al que siempre contemplo e idealizó como el hombre perfecto para cualquier mujer, mostrándose siempre tan dulce, tan gentil, tan atento, tan tiernamente distraído y ausente, fuera capaz de crear tal farsa que sin más había sostenido cínicamente por tanto tiempo. Volvió su atención al par de jóvenes que aun continuaban al parecer ahora discutiendo por algo en particular… algo que por su breve distracción no había alcanzado el comprender, pero que había sido suficiente para hacer explotar al castaño, quien dijo algo que definitivamente era lo ultimo que se esperaba.

-¡Acaso no comprendes que me enamore de ella!-

Le dijo con un tono tan fuera de si que por un segundo le había causado escalofríos a pesar de la distancia que la separaban de la escena. Sus ojos se abrieron sorprendidos permaneciendo en un esperado estado de shock ante tal conmoción y revelación por parte del castaño shaman que sin más continuaba discutiendo con Manta sobre un tema que para ella estaba más que terminado y definido. Posó su mano en su pecho con lentitud, como tratando de verificar que su corazón aun seguía latiendo, pues estaba casi segura que esté había dejado de hacerlo por breves segundos. Sus lágrimas danzaban por su rostro pálido y desencajado, felices de que su dueña no les obstruyera de nuevo su andar. Respiró hondamente mientras pensaba en todo cuanto había escuchado decir esa tarde, concluyendo en el único nombre que las relacionaba directa o indirectamente….

-Maldita seas, Anna Kyouyama.-

Pronunció con rencor en sus palabras mientras tomaba la decisión de retirarse. Maldiciendo esa y mil veces más el segundo en que la rubia había puesto un pie de regreso tanto en su vida como en la de su joven y perturbado prometido.

Se puso de pie al recordar aquello, sintiendo un extraño sentir el recorrer sus venas. Levando una de sus frías manos, limpiando con dureza cualquier rastro de evidencia de dolor en ella. Su mirada había dejado de ser dulce y fantasiosa, siendo reemplazada por una llena de amargura y de desazón.

-Los odio…- Habló al tiempo en que ocultaba su mirar bajo sus mechones, dejando solamente a la vista el brillo de aquellas nuevas lágrimas que dejaba escapar como prueba de su rabia ante aquellos que la hicieron ver como una completa estúpida.- Los odio a ambos… pero me las pagaran, en especial tú… Yoh Asakura.- Dijo con veneno en sus palabras, levantando su rostro y retirando de nuevo los restos de lágrimas sobre sus húmedas mejillas. Sonrió con maldad… si el menor de los Asakura estaba pensando en romper su compromiso, ella misma se encargaría de desvanecer esa idea, aunque para ello tuviera que recurrir a tales extremos, pero como dicen… en la guerra y en el amor, todo se vale… ¿No es así?

Buscó furioso por todos los bolsillos de su pantalón el lugar en el cual se suponía estaban sus llaves. Por fin, después de largos minutos las tomó entre sus manos, tratando de abrir lo más rápidamente posible, pues el frío afuera no era de lo más agradable y mucho menos grato. Al entrar lo primero que hizo fue el sacudir su desalineada cabellera de un lado a otro para sí retirar un poco de la blanca nieve que lo rodeaba con capricho, retirándose las sucias botas de tierra congelada y las gruesas ropas que lo cubrían dejando todo a un lado del umbral de la puerta por donde había entrado. Caminó rumbo a la cocina, pues después de haber recibido aquel impacto en su rostro necesitaba de algo que calmara ese incomodo ardor y seguramente ahí lo hallaría. Pasó por los alrededores de la pequeña sala, en donde al parecer alguien permanecía en ella por los ruidos escandalosos que dejaba escapar el televisor a todo volumen.

-Pero que te sucedió.- Le preguntó con gracia la rubia al momento de verle pasar en dirección a la cocina y revelar tan llamativo y escandaloso golpe.- Bueno sea lo que sea seguramente te lo merecías.- Continuó diciendo mientras dejaba de darle importancia y regresaba su atención a la pequeña galleta que se mantenía degustando.

Se retiró aun más molesto que antes, prefiriendo el dejar a la joven, pues ya tendría el tiempo para hacer lo que tenía en mente. Llegó a su destino, comenzando a registrar cada gaveta en donde se encontrara cualquier cosa que calmara su incomodidad o al menos algo que se le pareciera.

-¡Demonios!- Ladró exasperado al no poder hallar lo que tanto buscaba.- ¡Que clase de casa es esta en donde ni siquiera se puede contar con lo indispensable!- Siguió gritando mientras arrojaba todo tipo de artefacto que no fuese lo que necesitaba.

-El que estés furioso por tú seguramente merecido golpe, no es razón suficiente para que te desquites con lo primero que se cruza en tu camino, por que a este paso pronto nos dejaras a todos en la calle.- Le dijo una suave voz que al parecer provenía de la puerta en donde había llevado acabo todo ese desorden.

Se giró sobre su hombro topándose casi al instante con la esbelta figura de la sacerdotisa, quien le miraba con reproche con ese par de océanos tan oscuros como la noche en invierno, obligándolo a girarse nuevamente y quedar de espaldas a ella, pues estaba seguro que sus mejillas se encontraban al rojo vivo con solo verle de pie mientras contemplaba a propia vista todo lo que había hecho en su frustración. Sonrió con un dejo de nostalgia al verle aparecer, recordándole el tiempo en que ambos eran más jóvenes y en donde ella lo llenaba de todo tipo de sermones por no querer cumplir con los entrenamientos dirigidos por ella misma.

-Lo se y lo lamento.- Le dijo aun de espaldas.- Solo buscaba algo con que curar el golpe.-

-Y para eso tenías que dejar este lugar listo para la siguiente guerra.- Habló con sarcasmo mientras se encaminaba entre tanto desorden.- Mira este desastre.-

-No te preocupes, lo dejara tal y como estaba.- Le dijo al instante en que por fin se decidía a mirarle de frente.- Solo deja que me cure esto y empezare de inmediato.-

-Si espero a que tú mismo lo hagas nos quedaremos sin un techo antes de la cena.- Suspiró resignada.- Toma asiento, ahora regreso.- Le dijo finalmente mientras que desaparecía de su oscura vista.

Tomo asiento en una de las sillas tal y como la rubia se lo había dicho, esperando paciente hasta que la viera el regresar. No pudo evitar el reír con disimulo ante lo que había provocado, ya que estaba totalmente conciente de que aquel golpe no era tan grande como lo hacía el notar su apariencia. Su dolor no era tan agobiante como él mismo lo hacía el parecer frente a la joven, solo deseaba el que después de armar todo aquel despilfarre en la cocina, la rubia decidiera el ayudarlo por cuenta propia, tal y como había sucedido. El sonido de los pasos descendiendo por las escaleras lo puso alerta, confirmándole que la rubia pronto aparecería en el umbral de la puerta.

-Espero y con esto sea suficiente.- Comenzó a decirle mientras se encaminaba a la silla que se mantenía vacía y aun lado del shaman.- Dime, te duele mucho.- Preguntó en tono neutral al tiempo en que empezaba a sacar todo lo necesario para iniciar.

-Bastante.- Mintió el castaño.- Gracias por preocuparte por mí… se que no estas en la obligación de hacerlo.-

-Tú lo has dicho.- Respondió secamente mientras tomaba un pequeño y blanco algodón en sus manos y lo cubría con el desagradable líquido de uno de los frascos que había conseguido el traer.

Sus movimientos eran como suaves y agradables caricias sobre su piel maltratada, permitiéndose el cerrar sus ojos y disfrutar de tan atrayente sensación de la cual deseaba no terminara nunca. Respiró lo más profundamente que pudo al sentirla a centímetros de su rostro, dejando que sus pulmones se regocijaran nuevamente con tan dulce y embriagante aroma, haciendo lo mismo con sus ojos, para que estos gozaran un poco de todo lo que la rubia les ofrecía sin darse por enterada. Su vista viajó por cada rincón de la sacerdotisa, aprovechando que su atención se mantenía lo suficientemente ocupada como para no notarlo. Contempló sus ojos, gemas negras que podían doblegar a cualquiera ante su seductor esplendor. Observó su piel de porcelana, tan fina y delicada, tentado a comprobar si está era en verdad tan suave y magnifica como se exponía. Continuó a su boca, pequeña pero bien proporcionada, como una fruta madura que guardaba tan dulce y único sabor y finalmente detalló cada rincón del perfecto cuerpo escondido y cubierto bajo aquellas prendas de vestir, sintiendo arder su sangre bajo sus venas controlando el gran impulso que tenía de arrojar todo lo que se mantenía en aquella mesa, en donde solo ansiaba el que se encontrara el frágil y expuesto cuerpo de la joven para así poder amarla y poseerla como tanto lo anhelaba.

-Listo, he terminado.- Le escuchó decir con calma mientras terminaba de cubrir el área afectada.

-Gracias, ahora solo espero que…- Guardó silencio, notando el peculiar resplandor que escapada de aquel anillo que se mantenía rodeando el dedo de la rubia mientras este se reflejaba contra la luz del lugar.- Tú prometido no vuelva a agredirme.- Masculló con voz ronca al solo mencionar esa desagradable palabra.

Se sorprendió al escucharle decir eso, pero prefirió el que no se percatara, ya tendría tiempo para saber todo lo ocurrido de la propia boca de Len. Se puso de pie al instante, pues ya había considerado más que suficiente el estar en presencia del castaño por ese día. Recogió todo lo que había ocupado y salió por la puerta rumbo a la sala, sintiendo como algo tiraba de su brazo en un intento por detenerla.

-En verdad… te vas a casar con él.- Preguntó tan silenciosamente que por un segundo pensó que tan solo se había imaginado el decirla.

-El que me case o lo deje de hacer es asunto mío y de nadie más, me escuchaste.- Aseveró con brusquedad mientras caminaba por lo menos cinco metros lejos de él.

-Te equivocas… también es asunto mío eso y todo lo relacionado a ti.- Susurró peligrosamente al tiempo en que le corregía. Giró sobre sus hombros al escucharle el decir esas palabras tan próximas a ella, topándoselo a escasos centímetros de su perturbado y sorprendido rostro. ¿En que momento había llegado hasta ahí? Era la pregunta que incesante se cuestionaba su mente.

-Que es lo que quieres, Yoh.- Sintió el sudar frío al verle posar una mano en su mejilla y rozar con ella su tibia piel, dejándole en el trayecto una incomoda y desagradable sensación de escalofríos.

-Acaso no es obvio, Annita.- Respondió extasiado de contemplarla así de cerca, sonrió con ironía… tan cerca y a la vez tan lejos. Una especie de gruñido escapó de la boca de su estomago al imaginar lo que el joven de felinos ojos podía hacer en aquella joven mujer frente a él. Una ola de fuego convertido en ira extrema inundo sus venas ante el solo pensamiento de la rubia envuelta en los brazos del shaman mientras ambos disfrutaban de las caricias y el sabor del otro, reconociendo aquel sentimiento que tan frecuentemente lo visitaba y el cual ya le era del todo familiar… Sí, estaba celoso, no podía negarlo y es que la sola idea le quemaba las entrañas de una forma aniquilante. Movió su cabeza con ligereza… no quería pensar en eso, tan solo deseaba el seguir contemplándola, así tan cerca, solo para él… al menos por el momento, dejándose el deleitar al observar sus sonrosados labios entreabiertos mientras exhalaban aire.

-Eres endemoniadamente hermosa.- Pensó en voz alta al tiempo en que llevaba la mano antes puesta en su mejilla hasta los confines de sus dorados cabellos, sintiendo la suavidad con que este le recibía. Quería sentirla más próxima, no pudiendo evitar el tomar su pequeño rostro entre sus manos, deseaba un beso… solo un dulce beso de su boca para calmar el infierno por el que pasaba su cuerpo con solo mirarle.

-En verdad… le amo.- Susurró tan solo como respuesta, bastando con eso para que el castaño le soltara tan de repente como si ella le quemara. Estaba por decir algo cuando…

-Interrumpo.- Se escuchó decir con un tono frío, sorprendiendo a ambos al percatarse que se trataba de la joven de rosados cabellos que al parecer se encontraba de regreso y que por alguna razón se mostraba diferente, como si algo le hubiese sucedido, algo demasiado grave.

-Para nada.- Anna fue la primera en reaccionar, no pudiendo evitar el estar agradecida por primera vez con la joven al verle aparecer.- Me alegra el que estés de regreso, Tamao pero… lastima que tú querido prometido no opine por lo visto igual.- Le dijo en tono burlesco y cínico al ver como esté aun mantenía su atención sobre ella ignorando por completo a la peli rosada.- Pero que esperas, Yoh… acaso esa es la forma de recibir a tú futura esposa, que decepcionante.- Terminó por decir antes de comenzar a subir escalones arriba, dejando a la joven pareja a solas, percibiendo a lo lejos la fuerte mirada del shaman sobre ella.

Ya habían pasado varios minutos después de haber pasado por aquel percance, no pudiendo evitar el pensar en esa sensación tan llena de incomodidad que le producía el haber estado tan cerca del shaman, suponiendo que en otros tiempo y en otras circunstancias, tal vez la situación fuese diferente… muy diferente. Caminó desde el baño hasta su buró con su respectiva ropa de dormir puesta, tomando asiento en el mueble que se encontraba frente al espejo. Atrapó entre sus delgadas manos el firma mango del cepillo que prontamente se encargó de llevar asía sus hebras doradas, alisándolas con movimientos pausados y suaves. Sus ojos se mantenían fijos en el reflejo del espejo, topándose casi de inmediato con la exquisita figura del presente que descansaba aun lado de ella.

-Que hermosa.- Musitó totalmente cautivada al tiempo en que posaba sus dedos sobre la superficie de aquella tremenda gargantilla de diamantes, no pudiendo evitar preguntase quien había sido el responsable.

-Ese regalo no es de ningún desconocido, eso te lo puedo asegurar.- Exclamó con un toque de arrogancia como si hubiese leído la mente de la rubia.

-Pero que haces aquí¿Cómo entraste?- Le cuestionó risueña al joven que se alcanzaba a reflejar sobre la base del espejo, quien al parecer se mantenía hablando desde la ventana del lugar.

-Sabes…- Inició diciendo mientras salía de la penumbra que rodeaba la ventana.- De donde vengo, las personas acostumbrar a saludar primero y a interrogar después.- Habló con falsa indignación.

-Disculpe usted si en algún momento le ofendí, señor.- Respondió aceptando seguir el juego del shaman.- Pero eso es lo que minimamente puedo preguntar cuando veo que un joven como usted entra a altas horas de la noche en las intimidades de mí habitación, no le parece así.-Terminó exponiéndole a Len al tenerlo a escasos centímetros sobre ella.

-Estoy totalmente de acuerdo con usted, pero no cree que este sumiso intruso se merezca un mejor recibimiento.-

-Por supuesto…- Susurró con alegría mientras tomaba su rostro y terminaba de romper la escasa distancia entre ambos. Le beso primero con suavidad, permitiéndose el disfrutar enteramente del dulce sabor que por tantas horas anhelaba el saborear nuevamente, sintiendo una gran felicidad el brotar de ella al comprobar que su apuesto prometido pensaba definitivamente igual.

-Gracias por el obsequio.- Le dijo con calma reposando su rubia cabeza en su fuerte pecho.- Aunque no tenías que hacerlo, no quiero que más adelante pienses que soy solo una interesada.-

-Vamos Anna eso no es nada.- Aseveró mientras caminaba al buró de la rubia y tomaba la gargantilla entre sus manos.- Por ti, sería capaz de darte el mundo entero si estuviera en venta.- Y dicho esto le colocó aquella enorme joya en el blanco y aterciopelado cuello de su nueva dueña.

-Te extrañe tanto...- Le expuso con voz corrompida mientras se mantenía espaldas de la joven.

Su voz parecía un incitante y provocador ronroneo que cubría de lleno sus oídos y la dejaba a su total merced bloqueando toda intención de detenerle y simplemente dejarle hacer. Sonrió divertida y extasiada al sentir la tibieza de su boca besar su cuello con continuidad y sin tregua, demostrándole que sus palabras en verdad eran ciertas.

-Pero… solo fueron unas… horas.- Habló entre cortado mientras liberaba varios suspiros provocados por la sensación de sentir los afilados dientes del joven el morder con anhelo su piel expuesta.

-Eso es más que suficiente.-

Sus inquietas manos se movieron por doquier, disfrutando el tacto de sentir la suave seda de la ropa combinada con las curvas de la rubia escondidas bajo estás, llegando con cuidado al borde de su estrecha cintura en donde descansaba el flojo nudo de la prenda. Lo deshizo con maestría, tirando de la blanca bata que rápidamente se mostró bajo los pies de ambos dejando al descubierto el sugerente camisón que revelaba la falta de vestimenta en la joven.

-Acaso esperabas mí llegada, pequeña traviesa.- Le dijo justo antes de comenzar a besar el lóbulo de su oreja.

-Mentiría si te digo que sí, aunque… aunque, no te niego que moría porque lo hicieras.- Le dijo con un hilo de voz totalmente sumergida en las agradables sensaciones que el joven le propinaba a su cuerpo al mover sus manos sobre la tela del camisón, las cuales iban y venias desde los confines de sus pechos hasta los limites de su vientre, provocando el que se arqueara sobre los fuertes y anchos hombros de su prometido en una urgente necesidad de probar aun más.

-Tanto deseabas el tenerme cerca, princesa.- El sabía que si, bastaba con que tocara su cuerpo para que él mismo se lo confirmara, pero el escucharlo decir de su propia boca era toda una divinidad.

-No tienes una idea… de la falta que me haces.- Pronunció con debilidad en el instante en que se giraba para quedar de frente con Len. Sus mejillas sonrojadas y su cabello alborotado la mostraban dulce e inocente ante su vista. Sus ojos brillaban con la misma intensidad que los de él, dejando el descifrar la gran pasión y deseo que se mezclaban en un explosivo sentir, pero… también había algo más, algo que inundaba esas bellas perlas que tanto quería, un sentimiento nuevo y recién adquirido, era ¿Amor?... en realidad sería posible.

-Quiero estar contigo…- Le comunicó sorpresivamente mientras veía como la rubia llevaba sus manos a los inicios de su blanca camisa y tranquilamente comenzaba a desabotonar cada botón de la prenda con sus delgados y finos dedos.- Hoy y siempre…- Finalizó dejando la antes cerrada camisa abierta para el deleite de sus ojos. Introdujo su mano al interior, percibiendo el impulso del joven al verse invadido por manos intrusas. Tragó duramente al ver y contemplar por segunda vez la perfección de su cuerpo al ser trabajado por tantos años, dejándolo marcado y delineado con gran exquisitez. Lo vio el estremecerse al iniciar un largo camino de besos por todo lo ancho y largo de su fuerte pecho, acompañado seguidamente de provocativas caricias y mimos de su parte.

-Pero…- Unos feroces y hambrientos labios sobre los propios fueron suficientes para impedirle el replicar al ver obstruida su estimulante tarea, abriéndolos solamente al verse totalmente recostado sobre su futón y claro, con el joven de gatunos ojos sobre ella. La beso largamente, tomándose el tiempo necesario para encontrar a su acompañante de juegos y profundizar aquel contacto aun más. Su lengua caliente se movía con libertad, sintiendo el quemarle el cuerpo al sentir su roce, como si fuera un poderoso veneno que hacía el hervir su sangre enloquecida bajo sus venas ante su control completamente caído y derribado.

Anna no pudo el seguir callando, dejando escapar un sonoro gemido que fue capturado por la boca de Len, ahogándose en su interior. Le retiró con premura el delgado camisón, dejando expuesta la tentadora y blanca piel ante sus ojos. Le abrazó por la espalda descubierta al sentirse expuesta ante el viento que se colaba por su ventana, aforrándose instintivamente a él en busca del calor robado.

-Despreocúpate princesa…-Le dijo mirándole a la cara con esa arrogante sonrisa que tan bien le conocía.- Que lo único que no sentirás esta noche, será frío.-

La rubia sonrió ante esas palabras, comprendiendo a la perfección a lo que se refería. No supo muy bien cuanto tiempo había pasado ya, pues con todo ese fluir de sensaciones le era muy difícil el pensar con lucidez. Un pequeño guito escapo de nuevo de su boca al recibir una nueva y profunda embestida de su joven amante, robándole el aire al haberlo hecho tan sorpresivamente provocando el que sus uñas se clavaran por segunda vez en su espalda. Cerró con fuerza sus ojos al sentir su próximo orgasmo, sintiendo lo fulminante y placentero que había sido, despojándole con eso cualquier reserva de energía que aun quedara en ella o en su prometido. Le vio rodearla en un calido abrazo mientras los cubría a ambos con las tibias frazadas que por unos minutos estuvieron desaparecidas en algún rincón de la habitación. Deseando el dormirse con el suave y agradable aroma masculino que el joven desprendía y que por algunas horas más estaría disfrutando. Susurró con voz adormecida algunas palabras que no estaba segura si las había dicho, inhalando profundamente al instante en que era arrastrada al mundo de los sueños, ignorando si el joven la había escuchado.

-También yo princesa…- Respondió tiempo después sintiendo una gran felicidad el cubrirlo, no pudiendo creer aun que la rubia por fin se había atrevido a decir esas dos sencillas palabras que para el lo eran todo, desde su razón de vida… Te amo…

Su mirada se mostraba ausente y perdida mientras contemplaban la pronta llegada de los primeros rayos del próximo día. Llevaba varías horas sentado en el mismo lugar, no haciendo otra cosa que no fuese la del maldecir su miserable suerte. Ni siquiera el fuerte frío de la madrugada lo habían obligado a retirarse de la ventana, solo quería continuar ahí, sentado en ese sitio y pensar… pensar y tratar de encontrarle una solución más razonable al problema tan grande del que había sido enterado. Las frases "Esto no puede estar pasando" y "Maldita sea mí suerte" eran algunas del gran repertorio que dejaba escapar el joven ante aquello que sabía fuera en realidad confirmado del todo, no habría nada ni nadie que lo pudiera liberar del matrimonio con la peli rosada atándolo a ella de por vida.

-Debe de haber un error… de ninguna manera puede ser cierto.- Insistía diciendo mientras ahora de pie se movía como león enjaulado.- No me puedo casar con ella… no quiero, y no lo are.- Habló convincente de sus propias palabras dándose con ellas un poco de animo, pero al recordar nuevamente la charla que había tenido con la joven al reaparecer, estas inmediatamente caían cuesta abajo como si fuesen lanzadas desde un profundo y alto acantilado.

El silencio reino en ambos por varios minutos más desde que la rubia se había esfumado de sus vistas, cubriendo el lugar con un aire pesado y lleno de hostilidad.

-Estoy comenzando a suponer que en verdad no deseabas verme, Yoh.- Aseveró con un falso toque de dolor en sus palabras, molestándole mucho más el hecho de la privilegiada atención que recibía la sacerdotisa y el más que evidente interés que el shaman demostraba por ella, pues a pesar de llamarlo este aun continuaba contemplando en dirección a las escaleras por donde la rubia se había retirado.

-Ahm… perdona Tamao, pero me sorprendió mucho tú regreso.- Se excusó ante la joven.- No sabía que llegabas hoy… porque no me avisaste.- Preguntó comenzado a aproximarse asía ella.- Con gusto hubiese ido por ti a la…- Sus palabras fueron silenciadas por los fríos labios de la joven que aprisionaron a los suyos de una manera posesiva y hasta en un punto desesperante, correspondiéndole al poco tiempo por la misma razón con que siempre lo había hecho… costumbre.

-Quería sorprenderte.- Fue su respuesta mientras se asía espacio entre los brazos del castaño. Una gran desazón se apodero de él al verle abrazarse de sus ropas, prefiriendo el decirle de una buena vez la verdad antes de que fuera demasiado tarde.

-Tamao, tengo algo muy importante que decirte… es respecto a nosotros y a nuestro compromiso.- Comenzó diciéndole con calma, percibiendo por un momento como la joven apretaba de alguna forma sus prendas al decir aquello.- Bueno yo… quería decirte que…- No sabía por donde empezar, aunque tampoco continuo insistiendo pues al escuchar la voz de Tamao llamándole con prisa detuvo toda intención en proseguir.

-Espera… yo también tengo algo muy importante que decirte.- Apresuró a decirle impidiéndole con eso el seguir su monologo.

-Bueno esta bien, habla tú primero… que es lo que tienes que decirme.- Le preguntó de mala gana al ver que esto se le complicaría aun más de lo que había pensado en un principio. Le vio el separarse de él y tomar sus manos entre las suyas para después mirarle a la cara mientras sonrientemente decía lo que para él fue como una condena a Muerte.

-Yoh vas hacer papá... ¡Estoy embarazada!-

Continuará…