Título: Lágrimas

Clasificación: R, totalmente, AU (Alternate Universe) no todo lo que paso en los libros sucedió igual aquí. No hay Arwen, y Haldir no murió, gracias a los Valar. MPREG totalmente, (Varón embarazado) así que no te gusta, por favorcito, NO LO LEAS

Advertencia: Contiene SLASH es decir, relación hombre / hombre, mas bien hombre / elfo. Si no te gusta tal tipo de género, favor de buscar otro mas apropiado a tu gusto.

Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.R.R. Tolkien y/o NewLine Cinema. Con excepción de los desconocidos (Auril, Lassel, Aldelas, Serima, Ossmar, Amdum Daguel y Lassiriel) que salieron de mi linda cabecita. Escrito sin fines de lucro, no ganaría nada ni pretendo ganarlo, así que nada de demandas por favor.

Un extremadamente capítulo largo, después de lo cual me tomare unas vacaciones.

Cap. 39 Epílogo

Aragorn se golpeó en la cabeza en las rocas afiladas del río, por un momento, manoteaba y se hundía para salir de nuevo con desesperación. Pocos metros delante de él, Haldir sostenía al niño tratando de no perder el rumbo ni desfallecer por el dolor. Su única preocupación en ese momento era que la cabeza del bebé sobrepasara las corrientes… pero Aragorn no se veía bien, estaba un poco aturdido, manoteaba y sobresalía de la aguas nuevamente. Haldir perseveró contra la corriente, manteniéndose lo más posible en la ruta del mortal, no tardo mucho para que Aragorn pasara junto a él.

- ¡Aragorn! – gritó Haldir con todas sus fuerzas repitiéndolo hasta que el rey dio señas de quele escuchaba - ¡Sostén a Auril no lo sueltes!

Y al pasar a su lado así lo hizo Aragorn, sintiendo repentinamente como la mano recia de Haldir le agarraba del cuello de su camisa, guiándolo a la orilla mas cercana.

- ¡Haldir!

- Resiste…

El mortal estaba aturdido, pero aun tenía la fuerza suficiente para impulsarse con su brazo libre nadando a donde Haldir le guiaba.

Al fin llegaron a la orilla, y Haldir con su costilla fracturada, con su cabeza sangrante, arrastro como pudo a Aragorn lo mas adentro que pudo hasta la orilla. Cayó sobre sus rodillas y respiro hondo, a su lado estaba Elessar con el bebé llorando entre sus manos. El mortal sangraba de la sien y también bajaba un hilo rojo de la comisura de sus labios y su mejilla derecha estaba inflamándose, no tardaría en ponerse de ese color oscuro.

Por otra parte, Auril no había sufrido mucho daño al parecer, su pierna y mano derecha estaban adoloridas, Haldir pudo averiguarlo al tratar de tomar a Auril de los brazos; Auril gritó como si le acuchillaran.

- ¿Aa… Auril? – preguntó Aragorn al escuchar el llanto de su hijo

- Está conmigo, Aragorn... Tiene algunos golpes lo revisar

- ¡Me duele la cabeza! Creo que me la he roto… ¿Y ese maldito… Daguel? ¿Logro escapar? ¡Oh, Qué no le agarre yo por que…!

- Él ha muerto, tus ojos encontraran desagradable la escena si tienes la suficiente fuerza para ver hacia las rocas donde caímos..

Aragorn trato de levantar su cabeza, pero el esfuerzo recayó en su pecho y volvió a exhalar un quejido, cayó su cabeza nuevamente en la tierra húmeda. A su lado, Haldir reconocía Auril, que daba un buen indicio al soltar el llanto con sus pequeños pulmones, tenía el rostro rojizo de tanto llorar pero en general, aparte de no mover mucho su brazo, debido a alguna leve fractura, se encontraba bien. Sus orejitas aun sangraban, y Aragorn se enfureció por ello, pero tenía que agradecer a Haldir que con su cuerpo había protegido como pudo el elfito.

Haldir también sangraba de su sien, pasaba la manga de su camisa por ella para que la sangre no cayera en Auril, que en sus brazos no dejaba de llorar.

- ¿Está bien el bebé? – preguntó Aragorn girando su cabeza con dolor. Su ojo izquierdo estaba inflamándose y sentía como crecía otro dolor al respirar. – Tal vez pueda curarle, si consigo las hierbas indicas, si el agua recae en mi como un hechizo…

- No estás en condiciones de moverte. Auril está golpeado por algunas piedras, creo que en su brazo y pierna, pero sanara… no te preocupes.

La luz de la tarde reflejo cierta botella azul que colgaba del pecho de Haldir, cayendo el reflejo en los ojos de Aragorn. Haldir recapacito. Escuchaba el leve quejido del mortal que tirado a su lado se palpaba con una mano sus costillas y exhalaba un gemido de dolor al encontrar algunas fracturadas..

- Aragorn…

- ¿Sí?

- Cuídalos por favor… a ambos…

- ¿Haldir?

El Galadrim puso a Auril entre sus rodillas, aun lloraba y sus cabellos mojados caían sobre sus ojos, sus orejitas repasadas por la cruel daga aun sangraban, sentía frío, miedo y hambre.

Haldir tomo la botellita del olvido, su remedio para su pena, su elixir de felicidad para no recordar lo que tuvo una noche y perdió. Por que a su lado, estaba el verdadero dueño del amor de Legolas, quien como todo mortal, viviría celoso del pasado, de una noche, de caricias ajenas sobre la piel que tanto amaba recorrer. Haldir tuvo otra opción.

Se acercó a Aragorn y colocó su cabeza sobre su rodilla. Aragorn no comprendía lo que el Galadrim trataba de hacer, sobre su cabeza veía una imagen borrosa de una botella azul acercándose a sus labios.

- Abre la boca, Aragorn te ayudara a reponerte. – indicó el Galadrim

- ¿Qué es eso, Haldir?

- Sanara a tu corazón tanto de heridas del cuerpo como del alma. Tómala.

Aragorn volvió el rostro negándose a aceptar la ayuda con la mano

- No. – rechazó el mortal, tratando de girar su cabeza - Estaré bien, no necesito de tu ayuda.

- Bebe, necio mortal, que no podrás hacer mucho por Auril en estas condiciones.

- Sólo es un golpe yo no… ¡Aaaag! – se interrumpió Aragorn al tratar de mover su pierna

Haldir le contemplaba aun con la botellita en mano.

- ¿Me crees ahora? Bebe

El rey frunció el ceño en desconfianza.

- ¿No es un veneno? ¿No trataras de…?

- …

Pero los ojos de Haldir no mentían, no había huella de rencor ni de celos en ellos, sólo de una profunda tristeza.

- Tómale tú, ¿acaso no estás herido? – sugirió el rey

- No alcanza para ambos, yo soy un elfo, las heridas sanaran en poco tiempo, pero tu necesitas fuerzas para llevar a Auril contigo, él también como medio elfo sanara, además no está tan mal como tu.

- Pero ¿y tu?

- No te preocupes por mí. Anda, bebe.

Aragorn abrió la boca y con ayuda del Galadrim bebió el elixir de sabor frutal. Minutos después quedaba Aragorn dormido. Ahora sólo quedaban Auril y él. Haldir lo tomo en sus brazos. Ambos se miraban fijamente, el dolor lastimaba su piernita, y sollozaba en brazos del elfo que acariciaba su cabeza retirando sus cabellos ensangrentados hacia atrás.

- Eres un bebé muy valiente, Auril . Legolas puede estar orgulloso de ti

Auril sollozaba, prestándole nula atención.

- ¿Te duele tu mano? – preguntó Haldir repasando los dedos de Auril con su pulgar, mientras con su brazo le sostenía por la espalda.

Auril hizo un puchero.

- Sé que te duele, pero no puedo hacer nada para aliviar tu dolor, pequeño…

- Iir… - balbuceó Auril antes de empezar a llorar de nuevo por que una brisa de aire le hizo arder sus orejitas, su mano no pudo levantarla y le dolía la pierna que colgaba.

Haldir volvió a acariciar su cabello mojado, tratando de calmarlo un momento.

- Pronto vendrán a buscarte, y yo tengo que retirarme.

Auril no lloraba, sollozaba como si pusiera atención a las palabras del Galadrim, sus ojos a veces cerrados por el llanto, a veces abiertos buscando alivio. Se cruzaban con los verdes de Haldir, confortándole en su dolor, sus oídos dañados eran recompensados con esa voz que tanto le agradaba escuchar.

- Cuida a tu ada, y a este… y a tu papá también…

- ¿Daa? – preguntó Auril entre suspiros entre cortados.

- Sí, Da… ¿No ves que ya viene por ti?

- …

- Se un buen elfito, pórtate bien, y ten cuidado de los dragoncitos que te puedan buscar.

El bebé abrió grandes sus ojos grises mirando al cielo, conteniendo un puchero, un día, su ada le había hablado de dragones. Haldir sonrió y tanta ternura en los ojos llorosos, en los cabellos entintados de sangre y la expresión de su rostro de dolor, le hicieron querer besarlo. Y así lo hizo Haldir, besando una mejilla del bebé Auril, como nunca lo había hecho, estaba fría su piel por el agua, pero era suave al tacto como esperaba. Auril cerró sus ojos y disfruto el contacto de "Ir"

- Te voy a extrañar, pequeño.

Se escuchaba acercarse el ruido del galope, varios caballos, el nombre de Aragorn susurrando en el viento seguido por el de Auril, ya se había despedido de Legolas una vez y no deseaba volver a hacerlo, tuvo suerte de poder hacerlo con ellos dos. Ya nada le ataba a ese lugar y el recuerdo en su corazón viviría por siempre.

- Me voy Auril, no quiero traer mas dolor, yo… yo… - confesó Haldir con voz apagada

Auril empezó a llorar con sentimiento, anteponiéndose a la despedida. Haldir no pudo terminar su oración, se le hizo un nudo en la garganta, le había tomado aprecio a ese pequeño medio elfo desde aun y antes que naciera.

- Ir... ir…

- No Auril, te dejare con tu padre, tu adar no tardara en venir.

- ¡Pa… pa! – exclamó Auril mientras Haldir lo ponía a un lado de su padre, y con el brazo del mortal le rodeo por la espalda descansando la gran mano en su pancita para que no rodara.

- Adiós pequeño Auril, que los grandes Valar te ilumine siempre. – termino Haldir inclinándose una vez mas para besar al bebé en la frente.

- Iiir…Iiir…

Haldir desapareció, los rayos del sol molestaban un poco al pequeño Auril y rompió nuevamente en llanto, no tardo mucho en que los brazos amorosos de su ada le rodearan afectuosamente mientras su rostro era bombardeado con besitos alternados de un lado a otro.

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La puerta sonó dos veces con golpes ligeros, Legolas no contestó, estaba exhausto después de hablar con Serima. La pobre mujer estaba muy triste por la perdida de su hijo; si fue en defensa propia, ella lo entendía; si Daguel lastimó a Auril, merecía un castigo, pero nunca creyó que su hijo hiciera semejante bajeza, hasta que lo escuchó por error de los labios de uno de los soldados de Gondor. Lloró mucho Serima, por la muerte de Daguel, por la muerte del señor Haldir a quien estimaba por su valentía, y lloró por la pena que trajo a los dos reinos por la conducta de su muchacho, sin embargo, Ossmar estuvo a su lado en todo momento, apoyándola como futuro esposo de la antigua cocinera de Gondor.

Aragorn había montado una guardia con su grupo de soldados, al amanecer se reunieron todos para darle sepultura al soldado que Daguel había degollado. Era mucha la distancia entre Eryn Lasgalen y Gondor como para llevarle en buenas condiciones para que su familia le ofreciera una despedida.

Legolas también había pasado un largo día, después de hablar con Serima tuvo que ayudarse de su padre a redactar el pésame para los hermanos de Haldir, aun no lo podía creer, todo paso tan rápido. La desaparición del cuerpo de Haldir le dolía, no podía rendirle los honores ni en su reino ni en Lorien. Pero de igual forma le extrañaba que siendo un elfo experimentado, hubiera sido vencido tan fácilmente por los golpes y la corriente. Nunca tuvo el tiempo para agradecerle todo el apoyo ofrecido en los momentos más difíciles que tuvo durante su embarazo, por haber ayudado a Auril cuando nada le obligaba a ello. Su padre, buscaba palabras, evitando abordar rudamente la muerte de Haldir, la simple desaparición, la valentía y nobleza al tratar de salvar a Auril. Legolas no conservaba esperanzas, recordaba como Daguel le había golpeado y la manera en que cayó junto a su hijo. Aunque también estaba el hecho extraño, de la posición cómo habían sido encontrados su esposo y Auril, pero conocía bien que su antiguo cónyuge podía hacer cosas extraordinarias cuando el momento lo ameritaba.

Aragorn no escuchó respuesta, y así como pudo entro a la habitación de Legolas ayudándose de un bastón. Lord Elrond lo acababa de examinar y le había sugerido descanso y reposo, pero el mortal no podía obedecerle teniendo a su futuro esposo tan sólo a unos pasos. Además, le había hecho muchas preguntas el Señor de Imladris, a cerca de sus recuerdos y sobre el trágico accidente que sufrieron los tres. Elessar lo sintió mucho, por que aunque había tenido diferencias en el pasado con Haldir, sabía que era un noble elfo muy valiente y de profundo honor. No recordaba nada, al menos no de los últimos días, y era un hecho extraño, por que siempre había gozado de una excelente memoria. Fue una forma extraña en la que Lord Elrond se retiro pensativo, no añadió nada del asunto en cuestión y lo dejo descansar en su habitación.

Legolas estaba tendido en su cama, con las mallas puestas y camisa sin su túnica, sin las botas y el cabello un poco desarreglado, su pierna seguía vendada debajo de su ropa, ya no le molestaba tanto como hacía dos días.

- ¿Legolas? – preguntó Aragorn acercándose y arrastrando un poco su pierna.

- …

El rey se sentó en la cama a un lado del elfo y le contempló unos momentos. Estaba pálida su piel y triste el semblante, con sus ojos entrecerrados, y una mano sobre su estómago mientras la otra estaba flexionada a un lado.

- Legolas – murmuró el rey inclinándose lo que sus costillas le permitieron.

- ¿Mmmm?

- ¡Hazte a un lado! – exclamó el rey empujando con gentileza el hombro del elfo quien perezosamente se movía.

- ¿Aragorn? ¿Qué haces aquí?

- He venido a visitarte – dijo Aragorn mientras con todo el dolor del mundo subía su pierna a la cama

- ¡Pero deberías estar en tu habitación! – exclamó el elfo una vez que se dio cuenta de la situación penosa con que llegaba su mortal - ¡Descansando!

- No puedo hacerlo amor, si no estás a mi lado.

A estas palabras Aragorn plantó un beso en la frente de Legolas, estas consideraciones, por parte del rey traían un gozo indescriptible a su corazón.

- Lord Elrond se enfadara si no te recuperas, y ada también si sabe que estas aquí y aun no nos hemos casado.

- Para mi nunca dejaste de ser mi esposo – refutó Aragorn tratando de no causarse demasiado daño al acercarse mas a su elfo.

- ¡Oh!

Elessar se inclinó nuevamente, Legolas se irguió un poco y cuando estuvieron a punto de darse un beso, un leve gemido de dolor vino por parte del rey. Legolas se asusto y ayudo a recostarle a su lado. Ahora Aragorn era quien reposaba en su cama, con una sonrisa en su rostro, cerrando los ojos, y acomodándose a sus anchas dejando a un elfo con muy poco espacio en su propia cama.

- ¡Oh! Está cama si que es suave, y la tela de tus mantas en sedosa y cálida a la vez, podría pasar un buen rato aqu

- ¿Sí? – preguntó Legolas, tendido de lado, apoyándose con su codo y la mano sosteniendo su cabeza. - ¿estás a gusto?

- Sí. – respondió Aragorn entrelazando sus manos sobre su pecho cerrando sus ojos – Muy a gusto

Legolas paso su brazo por debajo de la regia cabeza, se acercó mas a él y Aragorn ladeo su cabeza, disfrutando del contacto de su elfo. Sintió entonces como Legolas le pasaba la otra mano por el cabello, echándolo para atrás, luego con dos de sus dedos repaso su barba por toda su quijada hasta detenerse en el mentón.

Sus labios se unieron y Aragorn levantó un brazo para jalarle un poco mas por su hombro, sintió el dolor en sus costillas pero hizo caso omiso, quería sentir el cuerpo de Legolas junto al suyo, Legolas le protegía con su abrazo y daba mordidas ligeras a su labio inferior, besándole apasionadamente después del ayuno de sus caricias.

- Te amo, Aragorn…

- No sabes cuanto espere para escucharte, amor… ¡Te extrañe mucho!

- No tanto como yo…

Y Legolas le obligaba a besarle y el rey dispuesto estaba a complacerle totalmente. El elfo mantenía su pierna a un lado, ya no molestaba la herida como antes, pero no quería recaer. La respiración del rey se agitó, y con ello las costillas sufrían.

- ¡Ouch! – exclamó el rey cortando el contacto.

- ¡Oh! Lo siento tus costillas, creo que me recargue demasiado en ti… y…

- No, Legolas… no te disculpes…

Fueron mas besos, en los que el rey le tomo ahora por el cuello, sintiendo en sus dedos la calidez que emanaba el príncipe, la suavidad de sus cabellos. Su otra mano no se hallaba ociosa, empezaba a infiltrarse debajo de la túnica del elfo, y este último acariciaba hacia arriba y abajo desde el mentón hasta el pecho del rey.

- Mmm… Legolas… amor…

- Aragorn...

- ¡Te amo tanto!

- ¡Oh! ¿Que haces?

- ¡Quitándote el exceso de ropa que llevas! – respondió el rey poniendo ahora sus dos manos a trabajar en los nudos de la túnica de Legolas

- ¡Atrevido mortal! … Aun no estamos casados y…tus costillas…tu pierna… no podemos… - decía Legolas pero se interrumpió al sentir las manos ansiosas del mortal sobre su pecho, su cuerpo estaba respondiendo a su tacto - ¡No importa, que no somos unos donceles!

Legolas procuraba que Aragorn no se moviera demasiado, que no hiciera mucho esfuerzo, pero ambos tenían sus cuerpos al punto, deseosos de sentirse, aun Aragorn sentía un poco de dolor en su rostro, en cambio en el de Legolas apenas quedaba un pequeño rasguño. Cuando ambos estuvieron sin camisa, cuando el elfo pudo advertir los vendajes del rey envolviendo su torso, un gritó agudo les hizo congelarse inmediatamente.

- ¡Daaaa! – se escuchó detrás de la puerta - ¡Paaaaa!

Leves golpecitos rasguñaban la gruesa puerta pero los fuertes pulmones podían más que asombrar a esos dos corazones.

- ¡DAAAAA!

- ¡Abran ustedes dos, que aquí hay un pequeño elfo que reclama su presencia! – exclamó una voz imperiosa después que el reclamante callara.

- ¡Ada!- respondió Legolas sentándose inmediatamente, reaccionando como adolescente atrapado en su primera vez.

El movimiento de Legolas hizo que soltara a Aragorn por el cuello, el mortal dejo escapar un quejido que se alcanzó a escuchar por los oídos del rey y príncipe.

- ¡PAAA!

- Auril – dijo Aragorn tomando una camisa que estaba sobre su cabeza

- ¡Esa es mi camisa!

- Con razón no entraban mis puños – dijo el rey mientras otra prenda se cruzaba con su rostro - Gracias

La vocecita era aguda y fuerte, Auril había sido acercado a la puerta por su abuelo, y con su mano tocaba la puerta con muy poca fuerza, para ser un medio elfo ya se desarrollaba mejor que los humanos a su edad en cuanto a conocimientos y aprendizaje. Pocos segundos después Legolas se presentaba a abrir la puerta, sonrió nervioso a su padre quien sólo meneo la cabeza un poco, le paso a Auril a sus brazos. El pequeño estaba vestido con los colores del bosque, castaña y verde, sus orejas ya no estaban tan vendadas como hacia un par de días, y el dolor de su pierna de vez en cuando le molestaba.

- ¡Daaa! – exclamó Auril feliz de ver el rostro de su padre aparecerse frente a él.

- Auril... Ada...

- No he querido... – el rey elfo se aclaró la garganta para agregar - interrumpir, pero Auril no dejaba de llamarles...

- Gracias, Ada.

- ¿Da? – repitió Auril

- Sí, es mi "Da"

Thranduil sonrió, despeinó al pequeño Auril antes de partir. No le mencionó a Legolas el hecho de que ambos habían salido a dar un pequeño paseo a caballo. Era muy pronto para sacar a Auril, pero el pequeño la pasaba mal si estaba todo el día encerrado, era medio elfo después de todo.

Legolas llegó con Aragorn a la cama y puso a Auril entre ellos. Auril miro alternativamente a los dos, nunca había estado acostado en la misma cama con su Ada y su papá, la sensación era extraña. Elessar tomó su pequeña mano sana y la llevo a su boca, Auril luchaba por zafarla de su encierro y le molestaba que la barba del rey rozara una y otra vez su palma.

- Aragorn... No le gusta la sensación. – advirtió el adar

- Pa... ¡paaaaa!– dijo Auril disgustado

- Pues tendrá que acostumbrarse, soy su padre y pienso besarlo mucho.

- ¡Oh, pobre elfo indefenso!

- Pero hay otros elfos que no están tan indefensos y que también deseo besarlos mucho.

- ¿Sí? – preguntó el príncipe sonriendo

- Si...

Legolas se inclinó dejando a Auril bajo su pecho, beso a Aragorn quien no pudo contestar el beso como debiera. Las manos de Auril empezaron a golpear su pecho, no estaba encima de su cuerpo, pero él también deseaba ser mimado por su adar.

- ¡Da!

- Oh, lo siento Auril – se disculpo Legolas para besarlo también en la mejilla, mientras con su mano le acercaba por la pequeña cintura.

Auril disfrutaba el contacto con su adar, era tan cálida su piel y tan suaves sus labios, no como su padre, que le irritaba su piel con la barba.

- ¡Oh! ¡Pequeño, no escaparas de mí tampoco! – exclamó Aragorn besando a Auril del otro lado, casi aplastándole contra su ada.

- ¡Aaaaah! – gritó Auril abrumado de tantas caricias y besos

Ambos enamorados se encontraban tan juntos que no pudieron resistir regalarse un beso entre ellos.

- Estoy cansado amor, será mejor que descansemos... También Auril se lo merece.

- ¿Los tres aquí?

- Sí.

Auril observaba como sus padres se acomodaban, tanto movimiento y él en medio de todo. Al fin cesó el ajetreo, él quedo sobre el brazo de su padre y sintió la mano de su ada sobre sus finos cabellos, invitándolo a dormir, Aragorn rodeo al bebé con su brazo y lo acuno junto a su pecho. Los tres se quedaron dormidos uno junto al otro, pero cuidando de no aplastar al pequeño entre ellos.

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La boda había terminado y Aldelas llevaba a un sonriente Auril vestido de plata en sus brazos. Ya contaba con cuatro meses el medio elfo, y pasaba una agradable noche escuchando la música y sintiendo el ritmo vibrar por su cuerpecito mientras su tío le mecía de un lado a otro. Ver la gente bailar, divertirse y celebrar la nueva unión de dos corazones le agradaba mucho. Thranduil también estaba complacido, sus tres hijos al fin gozaban de felicidad, Lassel con su esposa e hijos, Aldelas con su futura esposa y curadora del reino, y Legolas al fin después de tanto sufrir, junto al rey de Gondor. Era una despedida también, Lord Elrond había sido demasiado bondadoso al pasar tanto tiempo en su reino y agradecía completamente el tiempo que tuvieron para recordar viejos tiempos, pero ahora con la llegada de los gemelos al reino del Bosque Verde, terminarían por separarse y regresaría nuevamente a los preparativos para dejar esta tierra de hombres.

Los gemelos estaban sorprendidos de todo lo que había pasado sin que nada del suceso llegara a sus oídos, sabían que Legolas esperaba un hijo, pero no todo lo que desencadeno la traición de su hermano mortal. Al principio estaban enfadados con Elessar, pero viendo que Legolas había otorgado su perdón, no tuvieron otro remedio que ceder ante el amor que se profesaban esos dos. Además el bebé Auril así lo merecía, sus ojos grises brillaban a la luna llenos de alegría y mostraba su primer diente cuando sonreía.

Por otra parte, hubieran querido llegar a tiempo, pero los Hobbits tenían ya sus responsabilidades domesticas como para hacer un viaje que les llevaría mas de dos meses desde la Comarca, para atestiguar los votos que intercambiaban sus amigos. Gimli tampoco estuvo presente, después de contraer nupcias y recibir a su primer hijo, el enano se hallaba muy ocupado, pero igual se las arreglo para hacer llegar unas líneas a sus amigos. Ninguno estuvo al tanto de los pormenores, por que fueron invitados a una nueva unión en el reino élfico de Eryn Lasgalen.

Lord Celeborn y la dama Galadriel en cambio, si pudieron asistir al acontecimiento. Orophin y Rúmil a cada lado de sus señores escoltándoles. Había tristeza en sus corazones, pero igual había felicidad y orgullo por su hermano, quien a pesar de que había perdido la vida, el fruto de sus buenas acciones les quedaba como consuelo, la sonrisa de aquel hermoso niño se los recordaba en cada mirada. Le extrañaban y le querían, era la conexión entre el mayor y el menor, el punto equilibrado de sus disputas y juegos. Haldir había recibido los honores por parte del grupo a su mando, sin embargo, la Dama Galadriel sonreía al pensar en su capitán de guardias, ella sólo compartía el secreto con su esposo, quien le respondía de igual forma apretando su mano.

La mayoría de los presentes no se enteraron de los detalles para celebrar esa nueva unión, muchos suponían que era una renovación de votos después del nacimiento de su primer hijo, otros más pensaban que si el rey mortal había tenido su enlace en sus tierras, tocaba ahora el turno al príncipe elfo de tenerla en las suyas. Ossmar y Serima también compartían un poco de esa felicidad, aun no contraían matrimonio, por que la pena aun embargaba a la mujer por la perdida de su hijo adoptivo, Ossmar comprendió y no le presionó, amaba y respetaba los sentimientos que guardaba la cocinera, aun y cuando Daguel le había pagado de mala manera.

Entre música y copas, cuando la fiesta estaba en su punto de esplendor, una pareja se escabullía escaleras arriba, hacia las habitaciones reales. Se repetía una escena similar a hacia siete años, pero un poco diferente, esta vez Legolas llevaba de la mano a Aragorn obligándole a apresurar el paso.

- Legolas... No podemos retirarnos así... mi padre espera que esté presente, y mis hermanos pueden venir a buscarnos.

Aragorn ahora se sentía incómodo, en sus tierras él tenía el control, pero ahora que estaba en Bosque Verde era diferente, no quería dejar una mala impresión a su suegro, ni a sus cuñados, ni descuidar a Auril, pero igual esos últimos días habían sido solamente besos efusivos y abrazos apresurados por que el bebé demandaba la atención de ambos. No habían tenido momentos de intimidad, por que Auril acostumbraba a dormir con Legolas después de los acontecimientos que el pequeño paso, y la cama individual del príncipe era un poco incómoda para los tres, pero el día de la unión de ambos, al fin tenían un tiempo libre aegurado.

- Ya podrán imaginarse donde estamos, que hacemos y lo que queremos – respondió el príncipe consorte con el ceño fruncido

- ¿Y Auril? – preguntó Aragorn frunciendo el ceño a su vez

- Mi hermano se encargara de él, me dio su palabra.

- ¿Entonces ya lo tenías todo preparado, no es cierto mi señor elfo? – preguntó sonriendo el rey Elessar mientras arqueaba su ceja sorprendido

- Es nuestra segunda luna de miel y quiero gozarle tanto o más que la primera.

- Puedes contar con ello.

Esa noche no se contenían ya, y uno a otro se brindo mucho amor, ya no había heridas en sus cuerpos ni en sus almas, Legolas trataba de olvidar el terrible pasado, no guardar rencor ni reproches, Aragorn igual sentía la partida de Haldir, todo eso quedaba atrás por su culpa y se juró a sí mismo amar y respetar a Legolas como su corazón le dictaba, consciente de lo que una vez pudo perder y había recuperado, nunca mas volvería a pasar.

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El paso por Rohan fue duro para los tres, en especial para Legolas, pues tuvo que presenciar la tristeza que inundo repentinamente al rey gobernante, al enterarse de la perdida del Galadrim. No se había equivocado, Éomer había desarrollado un amor por el elfo, en el poco tiempo que lo conoció, y lo demostraba al no sentir vergüenza en derramar una lágrima en presencia de la pareja real. Éomer no mencionó el hecho, de que en su cabeza rondaba la idea de hacer una visita a Lorien, en los meses futuros, dicha idea quedo descartada, pero aun había una esperanza en su corazón.

El viaje para Auril fue una odisea, le había picado una abeja en su mano, se había llenado de barro en la lluvia y había probado el sabor amargo del pasto natural. Conoció los bosques de Lorien, y fue mimado por Orophin salvajemente, pues sus mejillas habían sufrido. De resultas que Auril llegaba despeinado, fastidiado y cansado de pasar sus días en una carreta, de tomar su leche a veces con demasiada agua, de que a su padre se le olvidaran los dulces en su habitación de Lothlorien, que su segundo diente le molestaba la encía, de que sus pies a veces pasaban frío por que sus zapatos no le quedaban ya igual que al salir de Bosque Verde. Y al ver congregada tanta gente para recibirlo, le asustó, su puso tenso y se acurrucó mas en los brazos de su ada buscando protección.

Cuando Legolas llegaba a Minas Tirith con Auril en sus brazos, no se esperaba tal recepción, Faramir había preparado una gran bienvenida al príncipe consorte y al príncipe heredero, las noticias le habían llegado desde Rohan apenas un par de días. Aragorn estaba feliz por la actitud de su gente, había pasado ya tiempo desde su partida, y ahora que regresaba, le recibían con cordialidad, parecía que al verles juntos y felices, el pueblo había "olvidado" involuntariamente todo el pasado.

Continuaron hasta llegar al gran portal del salón del trono, Aragorn siguió pero Legolas palideció al recordar su partida, cuando adolorido y traicionado dejaba su hogar. Detuvo su caballo apenas llego al patio empedrado del árbol de blanco; frente a ellos, la entrada al salón del trono. No tenía fuerzas para seguir adelante, había soportado el camino hasta allí, por que la gente le animaba a seguir y le había tomado cariño, pero ya le parecía que su voluntad empezaba a menguar en cuanto los recuerdos llegaron a su corazón. Abrazaba a Auril con fuerza, había sido su apoyo al salir de allí, y ahora tenía que serlo al regresar. El bebé sintió la aprehensión de su adar, miraba a su padre con tristeza, por que sentía la tensión en su alrededor.

- Papa...

Aragorn bajaba del caballo cuando se dio cuenta de que su esposo no se apeaba, estaba todavía algunos pasos alejado de él, y la escolta le miraba curiosos. Legolas estaba pálido, y miraba la entrada con mezcla de miedo y tristeza. Recordaba las miradas durante la cena cuando su esposo regreso de "vencer" al dragón, recordaba la cola hedionda que el rey le había presentado como trofeo y que seguramente aun colgaría en su interior. Recordaba que más allá de esa puerta se encontraba una cocina, sitio de su devastación.

Los ojos de Legolas empezaron a cristalizarse pero no cayó ninguna lágrima, alentó al caballo a dar unos pasos mas, Aragorn le ahorró la mitad del camino para tomar a Auril en sus brazos.

Faramir salió en ese momento acompañado de una dulce Eowyn llevando a Elboron en sus brazos. Otro bebé en el reino. Auril le miraba confundido.

Legolas tomó aliento y bajo del caballo tratando de sonreír a la pareja que les recibía, Aragorn le tomó de la mano y la apretó efusivamente.

- Bienvenido nuevamente, príncipe Legolas – dijo Faramir sonriendo para añadir volviendo al bebé – Bienvenido a su nuevo hogar, príncipe Auril

Y mientras hablaba había tomado la mano de Auril y la agitaba cariñosamente. Aragorn sonrió al saludo de Faramir, inclinó la cabeza en saludo a Eowyn y dio una caricia al pequeño Elboron de cabellos castaños, casi tenía la misma edad que Auril.

El príncipe elfo seguía callado, apenas alcanzo a decir un "Gracias".

- Es tiempo que los señores de estas Tierras, tomen sus respectivos lugares – señalo Faramir e inclinándose agregó – Pasen mis señores, el futuro les aguarda

Aragorn ofreció su mano a Legolas, mientras con el otro llevaba a un Auril inquieto. Legolas tomó esa mano, y el rey pudo notar un leve y casi imperceptible temblor. Le apretó con cariño.

Todo lo que los ojos de Legolas recorrían le sorprendía, casi no reconocía el lugar, el salón del trono había sido restaurado, no había cola de dragón, ni el trono se elevaba sobre las cabezas de los hombres, sólo tres escalones había de diferencia a comparación de los diez que había al partir. Su corazón temblaba ahora, pero de felicidad, las pinturas hechas el día de su primer enlace ocupaban un sitio privilegiado. El salón real había cambiado de piso, de mesas, de candiles y antorchas, había más luz y algunas plantas de ornato en las esquinas.

Después de recorrer los salones principales pero antes de las habitaciones se dirigieron a un último lugar. La cocina. Aragorn oprimía fuerte la mano del elfo, por que le vio palidecer al sentir que sus pasos le llevaban hasta allí, Legolas respiraba, pausado y profundo. No tendría corazón como para revivir esos acontecimientos, no sabía por que Aragorn era tan cruel en llevarle allí. Cuando entraron, Legolas estaba admirado de lo que sus ojos encontraban. Aragorn le había convertido en un salón de juegos para Auril, podía compartirlo con otros niños y la salida al jardín le sería de mucha utilidad para sus recreos. Hermosos colores pastel inundaban las paredes, había una suave alfombrado azul y mesitas del tamaño adecuado para los infantes. Un tipo de pizarra para algunas lecciones rápidas para los pequeños. Caballitos, mecedoras, bloques de madera de colores que el mismo rey había grabado con letras y números comunes y élficos.

- ¡Papa! Ya… ya… - exclamó Auril feliz al ver diferentes criaturas de felpa colocadas en un estante de bajo altura

- Sí, Auril son todos tuyos – respondió Aragorn besando la mejilla del bebé despeinado.

Fue entonces cuando Faramir presentó a los gobernantes de Minas Tirith a una buena aya, aprobada por el príncipe de Ithilien para su consideración en el cuidado del príncipe Auril y velara por su educación en el futuro. Legolas sólo le saludó al igual que el rey respetuosamente como merecía, pero de la educación del niño ellos mismos se encargarían de seleccionar el personal. Por lo pronto, toda ayuda era bienvenida.

Toco el turno de conocer sus habitaciones, Legolas ahora llevaba a Auril en sus brazos, y el nerviosismo aumentaba, Faramir y su familia quedaron escaleras abajo, preparando todo para la cena de esa noche, en honor a la llegada del heredero al trono.

La habitación ya no era la del tercer piso, sino en el cuarto. Más grande, con tres habitaciones contiguas. La primera por donde entraron pertenecía a la pareja, la segunda era la habitación de Auril, llena de más juguetes, de una hermosa cuna con bordados en tul del árbol de Gondor, con suaves frazadas y colores alegres. La tercera, era un sitio donde la familia podía disfrutar de intimidad, junto a un pequeño jardín, con mullidos sillones, pequeña biblioteca élfica y de mortales. Legolas recorría todo con la mirada incrédulo de los cambios que se manifestaban en lo que hace tiempo era su hogar. Seguramente él hubiera puesto un poco mas de árboles en el jardín, otros colores en la estancia, una cuna más grande, algunos cambios haría el elfo ahora que regresaba, pero en general le complació.

Aragorn tomo a Auril de los brazos de Legolas mientras el elfo inspeccionaba con detalle la habitación de Auril, no quería puntas filosas, juguetes astillados ni pequeños objetos que Auril se llevara a la boca.

- Ya he revisado todo, amor, Auril estará bien.

Legolas sonrió.

- Ahora por que no tomas un baño mientras hago lo mismo con Auril.- sugirió Elessar

- ¿Tú bañaras a Auril? – preguntó Legolas incrédulo.

- Sí, ¿tiene eso algo de malo?

- No, al contrario, no puedo quejarme.

Aragorn arqueo una ceja al ver que el elfo se estiraba mientras pasaba a su nueva habitación, por un momento pensó en que había cometido un error, pero cada etapa de su hijo quería vivirlo al cien por ciento.

Una semana después Auril fue reconocido, ante todo el pueblo de Minas Tirith, ante el reino de Gondor, como el heredero al trono, Auril Telcontar miraba por primera vez a sus fieles súbditos inclinarse ante él.

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Encima de una cama matrimonial, cubierta de manta azul y sábanas de seda se encontraba un elfo y un hombre disfrutando la primera noche en su reino.

Legolas se encontraba encima de Aragorn impidiéndole moverse ya que su pierna controlaba las dos del mortal, los dos desnudos, al fin en su habitación, no había sábanas que les ocultaran los cuerpos deseosos de caricias y calor. Los labios del elfo subían y bajaban para estamparse con los del rey, quien se dejaba acariciar mientras disfrutaba de las atenciones de su esposo. Pero hubo un momento, en que al abrir Aragorn los ojos, vio a su elfo encima de él, contemplándolo, en la oscuridad de la habitación, con una velada sonrisa en los labios.

- ¿Qué sucede, Legolas? – preguntó Elessar preocupado

- Estoy feliz, es lo único que sucede...

- ¿Te das cuenta que ya somos padres, no es así? Toda una familia

- Apenas lo supe hace unos meses, que yo era el adar de ese hermoso niño, pero hasta ahora nos veo como una familia, hasta hoy comprendo lo que es compartir esta dicha a tu lado.

Aragorn rodeo el cuello del elfo con su palma, atrayéndole para besarle, el aroma a frescura de los cabellos de Legolas tranquilizaban al rey, no podía ser más dichoso.

- Ahora mi vida está completa

- Nuestra vida – corrigió el elfo

Labios demandantes, cálidas caricias se imprimían en ambos cuerpos. Las manos del rey pronto se posaron en las curvaturas del elfo, quien se sostenía con ambas palmas a cada lado de la regia cabeza. Empezó a subir y bajar ese cuerpo élfico, y ambos miembros se rozaban continuamente hasta despertarlos casi al mismo tiempo. Legolas arqueaba su silueta hacia atrás y elevaba la cabeza cerrando sus ojos. Aragorn aprovecho para repasar con su lengua el cuello y pecho del elfo hasta donde pudo alcanzar.

Legolas volvió a sentir el calor del rey, la fina sensación de aquellos pequeños cabellos acariciando su parte más delicada, saludándole antes de invadirle.

- ¿Te gusta? – preguntó el rey en un suspiro.

- S

Y es que Aragorn no apartaba la mirada del sur de su cuerpo, ver como ambos retomaban su camino y el destino que les aguardaba, era la mejor recompensa que podía recibir. Su humedad le reclamaba por atención, pero el bocado tan tentador que se le presentaba era demasiado suculento para dejarle pasar. Era su entrada antes del plato principal. Apretó al elfo por la cintura y le beso apasionadamente, haciendo chocar sus labios en señal de posesión, todo se oscurecía cuando el velo de oro de los cabellos de Legolas les rodeaba, aislándoles del mundo por completo. Cambiaron de posición y ahora Aragorn iniciaba los preliminares.

Cuando el rey se puso encima del príncipe, inició el juego. Legolas frunció el ceño, el rey le empezaba a elevar las caderas, pero aun no había sido preparado, y por mucho que disfrutara una entrada salvaje, no creyó que las primeras sensaciones le causaran mucho placer.

- Aragorn... espera... ¿Qué vas a...?

- Sssh…

El príncipe se tranquilizo cuando sus caderas se elevaban mas allá de la punta del rey, sintió como su miembro apenas y se rozaba con el torso desnudo del mortal, subía demasiado, y ahora tenía su espalda totalmente arqueada y Aragorn tenía a su vista, cercano de su boca, toda la intimidad de Legolas. Cuando sintió la punta rosada cosquillear, repasar sus sacos se le fue el aliento. Sus brazos estaban extendidos soportando su peso, apretando los puños en busca de valor para no gritar al contacto. Ni un segundo de descanso le ofreció el rey, por que continuaba delineando líneas y curvas por aquella región, tratando de hundir la punta en la entrada y obteniendo los primeros gemidos de placer del elfo. Cambio su rumbo al norte, y succionando un poco sólo la punta de aquella flecha fue el inicio del amanecer del elfo. Su respiración se entrecortaba cuando poco a poco el soberano engulló su longitud, casi abarcaba toda cuando volvía a dejarle para un respiro. Aragorn se relamía los labios y sonreía al ver el rostro sonrojado de su esposo. Estaba haciendo un buen trabajo, ya que Legolas empezaba a morder su labio inferior para no dejar escapar un agudo gemido.

Volvió a atacar el rey, hasta que casi atragantándose consiguió meter toda la flecha en su boca y quedarse paralizado un momento, oprimió mas sus labios mientras iba saliendo, y Legolas respiró una vez más. Todo el éxtasis se arremolinaba en sus mejillas, y sus pupilas se dilataban por el mar de sensaciones que le inundaban.

- ¿Te ha gustado, mi amor?

- ¡Oh! Aragorn... Eso fue... ¡Ooou!

No le dio tiempo de terminar su oración. El rey de Gondor era muy complaciente con su príncipe consorte, pues las caricias de su lengua volvían a repasarle con fiereza, recorriendo el camino de arriba hacia abajo, tocando las puertas levemente para advertir su próxima acometida.

- Aragorn...

- ¿Cómo te sientes, amor?

- Deseoso de sentirte, de ser tuyo... Aragorn...

- Bien mi elfo, creo que mi recompensa la tengo tan cercana que casi puedo saborearla.

- Sí, pero...

Nuevamente la ventaja del rey le hacia asfixiarse, Aragorn había engullido sus sacos en una suave presión de sus labios, mientras una mano sostenía al elfo y la otra buscaba una entrada.

- Oh... Oh...

- Esto es delicioso... Podría estar así toda la vida...

- No... Yo... no... lo soportaría... ¡Oh! Es demasiado... ¡Aragorn!

El rey había conseguido su cometido al insertar el primer dedo, entrando y saliendo, usando un poco de su humedad para ayudarse, para el segundo, basto con el líquido del elfo, suaves exclamaciones de ansiedad salían de labios de Legolas. Aragorn bajaba ahora las caderas de su compañero a su misma altura, le acercó un poco mas colocándole encima de sus piernas flexionadas, sus manos no se hallaban ociosas y mientras una buscaba por una entrada segura, la segunda complacía al elfo suministrándole fricción a lo largo de todo su ser.

- Te amo... Aragorn...

- Legolas...

Fue la señal para dejarse ir, el rey empezaba a entrar y la punta se abría paso lentamente sin detenerse hasta llegar al fondo. Legolas cerró con fuerza los ojos, sintiendo la penetración en cada centímetro de su cavidad. Una vez que Legolas abrió los ojos sonrió al rey, empezando a moverse con cadencia ambos cuerpos, lentamente mientras sus miradas se fijaban uno en el otro. No había nada mas excitante que hacer el amor con tu pareja, y verle el deseo en sus pupilas, lo rojiza de su rostro, la boca entre abierta y el sonido de la respiración agitada era el afrodisíaco más potente.

Aragorn siguió hasta que el elfo se acostumbraba a su tamaño, sentir el calor emanado del centro del elfo era una de las experiencias que más disfrutaba el soberano. Por que sus cabellos tan finos y sedosos se hallaban esparcidos por la almohada, mientras que Legolas aferraba sus piernas a la cintura de su esposo. El dolor se había convertido en placer, las gruesas gotas de sudor enmarcaban las sienes del rey

- ¡Aragorn! No te detengas… no….

- ¿Te gusta, eh?

- Sí, sigue… sigue… meleth nîn (mi amor)

La respiración agitada, la piel húmeda, los ojos entrecerrados, la boca abierta… todos los elementos se reunían pero Aragorn se contuvo, aun no deseaba terminar, quería disfrutar el cuerpo de su amado por varios minutos mas...

- No, Aragorn, no… - suplico el elfo al sentir que su esposo le abandonaba lentamente

- ¿No te gusta? – pregunto el rey arqueando una ceja.

- Aragorn por favor, no me dejes.

Aragorn sonrió, lo tomo gentilmente de las caderas, porque quería disfrutar de la vista del cuerpo del elfo desde su altura. Legolas se dejó guiar por las manos experimentadas del soberano, se volteo boca abajo y dejó expuesto su cuerpo al dominio del rey. Aragón le tomó por la cintura y obligó a adelantarse un poco arrodillados sobre la cama, Legolas se apoyó sobre la cabecera de la cama, aferrándose a ella con la fuerza cada vez que la longitud del rey se adentraba un poco más en él. Nuevamente retomaron el ritmo apasionado que tenían al iniciar, Legolas sentía la cálida humedad de la carne rasgándole lentamente, hasta desbordarse en exquisito placer. El contacto de los labios del rey en su nuca, añadía ese toque que necesitaba para gemir nuevamente. Aragorn le tenía con su brazo ciñéndole la cintura, sin dejar un milímetro de separación en sus cuerpos por algunos momentos, su otra mano le bombeaba con frenesí. La mano, la boca y el miembro del rey, se convirtieron en el trío que logró llevar al elfo hasta su límite, terminando en la mano del rey, quien al reconocer el líquido aperlado entre sus dedos, le llevó hacia su boca.

- Eres exquisito mi amor…

- ¡Oh! Aragorn… Aragorn…

Y el rubio elfo era sacudido con rápidos movimientos hasta que el clímax también llegó al rey.

- ¡Ah! – exclamó Aragorn mientras su cabeza caía pesadamente hacia atrás, inmovilizando sus miembros a pesar de que las piernas le temblaban.

Pocos momentos después ambos estaban abrazados uno del otro, Aragorn abrazando a Legolas que descansaba su cabeza sobre su pecho velludo. El rey repasaba sus cabellos y disfrutaba la sensación de estar a su lado.

- Hoy soy tan dichoso, Aragorn… que podría ser una bendición… Te tengo a ti, a Auril y no pido más que el amor de ambos…

- Yo soy todo tuyo… tu esclavo por siempre… He probado que puedo morir sin ti, y no quiero que se repita nunca… te amo demasiado como para morir por segunda ocasión…

Legolas elevó su cabeza, Aragorn tenía alguna lágrima cayendo por su mejilla y perdiéndose entre su barba, el elfo se acercó y le beso con ternura.

- ¡Daaaaaaaaaaa! ¡Paaaaaaaaa! – gritó una vocecita chillona en la otra habitación, Auril había despertado para su cambió respectivo de pañal y leche tibia de la noche.

Ambos esposos se miraron, aun no había requerido del todo de los servicios de la niñera y no esperaban aun el llanto del niño.

- ¡Te toca! – exclamó Legolas primero

- ¡No! Yo lo bañe en la tarde – respondió Aragorn meneando la cabeza

- Sí, pero yo le cambie antes de dormir y le di su último alimento... Ve t

- No, es espeluznante estar allí, con ese olor…a oscuras… solos él y yo… - confesó Aragorn recordando la ultima vez que le cambió estando en la carreta.

- ¡Aragorn! ¡Tu hijo no es un orco para oler tan mal!

- Peor… - se atrevió a agregar el rey sonriendo

- ¿Cómo dices?

- ¡Me asusta! ¡Estoy indefenso sin un elfo valiente que me acompañe! – fingió Aragorn su infortunio.

El rey sonrió, le gustaba discutir así con su esposo, esta etapa de paternidad les sentaba bien.

- Tienes que acostumbrarte, aun no puede hacerlo por si mismo.

Aragorn respiro profundo el aire limpio de la habitación, un nuevo grito seguido por el llanto les apresuró.

- Está bien, yo me encargaré.

- Bien. Yo iré por su leche mientras tú le atiendes – sugirió Legolas.

Aragorn volvió a suspirar, pero mostrando una sonrisa, igual tenía que hacerlo hasta que eligieran a la nana perfecta.

- Bien, pero no tardes, que llorara igual aunque ya esté limpio.

Aragorn dio un beso a su esposo, enjuago sus manos y rostro, y salió envuelto en una bata hacia la habitación del bebé a un lado.

Legolas llegó minutos después, Aragorn se encontraba en un sillón mullido, con una vela a su lado encendida y Auril en sus brazos envuelto en una frazada. Ambos dormidos, abrazados el uno al otro. Tomó con cuidado al pequeño Auril, quien despertó al movimiento, vio a su adar a los ojos y sonrió, su comida había llegado al fin.

- Estoy seguro que será un buen padre, así que se un buen hijo, Auril

Auril lo observaba mientras tomaba su leche tibia, poco a poco le invadió el sueño mientras succionaba su alimento. Legolas sintió unas gruesas manos rodearle la cintura desde atrás.

- Ven aquí. – susurró Aragorn a su oído arrastrándole lentamente hasta sentarlo en sus rodillas

Los tres quedaron un rato sentados en el sillón, uno encima del otro, hasta que estuvieron seguros que Auril estuviera satisfecho. Aragorn le dejo en su cuna dando un beso en su frente y tomo la mano de Legolas para volver a la cama, el elfo le paso la mano por la cintura y salieron de allí.

Auril quedo con su pulgar en la mano, con sueños tibios, recuerdos de besos, cantos y despedidas, con el calor aun de sus padres confortando su cuerpo, esperando que el futuro le trajera la realidad de sus sueños, la luz verde de aquellos ojos que se quedaron en su pasado, aguardando un reencuentro.

(-)-(-)-(-)-(-)-(-)-(-) FIN (-)-(-)-(-)-(-)-(-)-(-)


¡Mil gracias por esperar, por leer y por todo el apoyo! Mil besos.