CAPÍTULO 3: FACHADA

Se despertó y se frotó la cara con las manos a la vez que dejaba escapar un gran bostezo. Al girar la cabeza vio los enormes números rojos de un reloj digital. Lanzando una maldición apartó el brazo que le rodeaba y saltó de cama buscando sus ropas desperdigadas por el suelo.

A la vez que intentaba calzarse una de sus maltrechas deportivas entró en el baño que había en la habitación y se lavó la cara. Al mirarse al espejo vio las ojeras de varios días aunque simplemente se paso una mano por los cabellos negros en un intento de peinarse.

Al salir del baño, localizó su mochila encima de una silla y la recogió. Antes de salir de la habitación dirigió una mirada a la rubia que dejaba en aquella cama que no era suya. Sólo recordaba que la había conocido la noche anterior en un pub, habían bebido un "poco" y... bueno, el resto estaba bastante claro. Aunque con un poco de suerte, no la volvería a ver.

Salió del apartamento lo más sigilosamente posible, bajó las escaleras del edificio rápidamente y salió al exterior. Miró a ambos lados de la calle y soltó un silbido al reconocer la zona dónde estaba: entre Hyde Park y Green Park, es decir, en el barrio de Mayfair[1].

Mientras caminaba por las calles, la poca gente que se encontraba en ellas le miraba con cara de desaprobación. Sus pantalones vaqueros rotos y su sudadera negra con una gran 'A' roja rodeada de un círculo[2], distaban mucho de los elegantes modelos de Armani y Channel que se veían por aquellas calles.

Miró de nuevo el reloj y lanzó otra maldición mientras echaba a correr. Al señor Smith no le iba a hacer ninguna gracia que volviera a llegar tarde a física. Salió del lujoso barrio y se metió en la primera estación de metro que encontró. Tuvo que cambiar tres veces de tren hasta llegar a una salida cercana a su facultad.

Cuando llegó al edificio, soltó un suspiro de alivio; todavía había mucha gente en los pasillos. Con paso decidido subió al segundo piso y se dirigió al aula donde tenía la clase. Afuera estaba el grupo de la gente con la que andaba, apurando el último cigarro o bebiendo un café para poder aguantar la clase. No los consideraba exactamente sus amigos, simplemente les dejaba andar con él.

- ¿Qué tal anoche? – le insinuó uno nada más se acercó.

- Sí, la rubia con la que te fuiste anoche no tenía nada que envidiar a la morena de la noche anterior – le dijo otro.

"Críos" pensó él; le consideraban un semidiós por pasar una noche con una tía. Los ignoró y entró en la clase en busca de un sitio. Inmediatamente después comenzó a entrar el resto de la gente que estaba afuera seguidos del profesor Smith.

Al comprobar quién se sentaba a su lado, deseó haber esperado fuera aunque luego tuviese que sentarse atrás.

- Buenos días Matt. ¿Te divertiste anoche? – preguntó enfadada Jenny, una muchacha rubia con la que había "intimado" poco después de llegar a Londres. Yamato la ignoró y comenzó a sacar sus cosas de la mochila. Esto irritó aún más a la muchacha – No puedo creer que me dejaras tirada. Se supone que…

- ¿Qué se supone Jen? – la cortó el muchacho un poco molesto.

- Pues… que estamos saliendo, ¿no? – preguntó dubitativa la muchacha.

- Mira Jen, cuando nos apetece nos lo pasamos bien, pero nada más – le explicó el muchacho dando por zanjado el tema.

- Pero… – comenzó a decir la muchacha pero fue interrumpida otra vez.

- Señorita Reynolds, si no tiene nada que compartir con la clase, cállese o salga fuera – dijo el señor Smith – Usted decide.

Yamato se sintió aliviado de no tener que seguir con aquella conversación. De hecho no entendía por qué la rubia se había puesto así. En ese caso, casi todas las muchachas que estaban en aquella clase deberían estar de la misma forma; había intimado con casi todas ellas. Sólo se salvaban las que se sentaban en la fila de adelante, demasiado feas o tímidas como para hablar con él; cada vez que pasaba por su lado o las hablaba, bajaban la cabeza como si él fuera un rey o algo parecido.

También se salvaba Takenouchi, una muchacha pelirroja que siempre llegaba aún más tarde que él, con la que había hablado alguna que otra vez. Le gustaba su carácter; el primer día no se había dejado acobardar por un grupo de muchachos cuando se habían metido con su apariencia. Ella les había respondido de forma mordaz y había entrado en clase dejando a los muchachos petrificados y al resto del pasillo riendo.

Yamato no negaba que su aspecto era divertido. Siempre iba cargada de libros, con el pelo recogido en un moño descuidado, incluso estético dirían algunos, y con unas grandes gafas redondas tapadas por el flequillo que le resbalaba por la cara y que ella intentaba colocar detrás de sus orejas siempre que podía. Era gracioso verla llegar a clase, con la nariz roja por el frío, perdida entre jerséis o chaquetas dos tallas más grandes que ella, lo cual la hacía parecer más menuda de lo que en realidad era.

De repente se abrió la puerta y entró la muchacha corriendo:

- Siento mucho el retraso señor Smith – dijo la muchacha entre jadeos a causa de la carrera y echando vaho por la boca debido al frío.

- Tranquila, ya estoy acostumbrado – dijo el profesor – Tome asiento, vamos a comenzar la clase.

La muchacha se dirigió hacia un asiento libre al final de la clase a la vez que se quitaba su larga bufanda de lana con rayas de colores. Una vez sentada sacó sus cosas sobre la mesa y comenzó a tomar apuntes.

Al final de la clase el señor Smith les indicó que en el tablón de anuncios había dejado una hoja donde especificaba los grupos para el trabajo que les había mandado en aquella clase. Esto pillo por sorpresa a mucha gente, ya que a la media hora de que hubiese comenzado la clase, más de la mitad de las personas estaban dedicándose a otra cosa totalmente diferente a la física. A Yamato no es que le interesasen mucho los fluidos, pero si quería aprobar aquel curso debía mantenerse despierto.

- Y lo quiero para este lunes – dijo el señor Smith saliendo por la puerta a la vez que dejaba un rastro de protestas de los estudiantes ya que era viernes y tendrían que emplear todo el fin de semana en hacer el trabajo.

La gente empezó a salir y todos se agolparon ante el tablón de anuncios. Yamato, debido a su altura, no necesito acercarse mucho para ver a su compañero de trabajo. En cuanto localizó su apellido leyó:

"Takashi Yamato --- Takenouchi Sora"

- Vaya, parece que nos ha tocado juntos – dijo una voz a su lado. Cuando se giró encontró la figura de la muchacha mirando hacia el tablón. Era más alta de lo que él creía.

- Sí, así es – contestó el muchacho sin saber qué decir. La muchacha le miró de una forma extraña, pero no dijo nada. Al sentir el incómodo silencio, el muchacho continuó – Entonces… ¿quieres quedar esta tarde?

- De acuerdo – dijo la muchacha aliviada – Esta tarde salgo antes de trabajar, así que si te parece bien, podemos quedar sobre las seis en la biblioteca pública.

- Perfecto.

- El último piso está acondicionado para hacer trabajos. Detrás de las estanterías del fondo hay unas cuantas mesas donde se está bien. Nos vemos allí ¿vale?

- De acuerdo.

- Genial – dijo ella mirándole otra vez de forma extraña. El chico era corto en palabras – Bueno, yo ahora tengo cálculo… Nos vemos esta tarde, hasta luego – y sin esperar la respuesta del chico echó a correr por el pasillo.

Él dio media vuelta y se dirigió hacia su clase de tecnología aeroespacial. La chica era extraña, pero él había quedado como un memo al hacerse valedor de tan extendido vocabulario. Volvió a acordarse de lo que había leído:

"Takashi Yamato --- Takenouchi Sora"

Le hacía gracia haber utilizado el apellido de soltera de su madre. Había llegado a un acuerdo con la universidad para que se respetara su intimidad y aunque estuviera matriculado como Yamato Ishida, en las actas aparecía como Yamato Takashi. Para completar su disfraz se había cortado un poco el pelo y se lo había teñido de negro. Los primeros días llevaba una gorra, no le apetecía que ninguna fan lunática saltara sobre él, pero a las pocas semanas se hizo patente que nadie le reconocería.

Yamato continuó con sus clases durante casi toda la mañana. Cuando llego a su apartamento eran las cuatro de la tarde. Pidió algo al restaurante que había abajo y calculando el tiempo que tardarían en subírselo, se metió en la ducha.

Al llegar a Londres se había comprado un apartamento con un gran ventanal y lo había decorado sin reparar en gastos. Cuando salió de la ducha se puso una toalla alrededor de la cintura y al llegar al salón se tiró encima del sofá. Buscó el mando tanteando entre los cojines y cuando lo encontró encendió la gran pantalla de plasma que tenía colgada de la pared. A los pocos minutos sonó el timbre y el muchacho se levantó para abrir la puerta a su comida.

Al otro lado había una joven que se sonrojó enseguida al ver el aspecto en que Yamato le había abierto la puerta. Los ejercicios del gimnasio que realizaba casi todos los días, se notaban a lo largo de todo su torso.

- Con permiso – dijo la muchacha y entró a poner la mesa. Yamato simplemente sonrió a la vez que la dejaba pasar. Cuando terminó, aún con el sonrojo visible en las mejillas, se despidió y salió deprisa por la puerta.

- ¡Qué pudorosas son algunas inglesas! – dijo el muchacho pensando en que la mayoría de las muchachas que había conocido en Londres no eran para nada vergonzosas.

Casi eran las seis cuando terminó de vestirse. Cogió su mochila con los apuntes de física y su iBook[3], y se dirigió a la biblioteca. Tardó cinco minutos en llegar y cuando subió al último piso, vio que la sala estaba medio llena. Algunas de las personas que había allí eran compañeros que habían comenzado a realizar el trabajo.

Cuando localizó las estanterías al fondo de la sala, se dirigió hacia el lugar que Sora le había indicado. Efectivamente allí había unas mesas y era un gran sitio; las estanterías amortiguaban el ruido proveniente del otro lado y había una temperatura agradable, ni frío ni calor. Además no había nadie sentado en ninguna de las mesas.

Yamato se sentó en una, sacó sus apuntes y su ordenador, y comenzó a buscar información sobre el trabajo en Internet. Llevaba quince minutos tomando apuntes y mirando el ordenador, cuando una voz lo sacó de su concentración.

- Siento llegar tarde, pero mi jefe es un capullo.

Yamato reconoció la voz como la de Sora y cuando levantó la cabeza casi no reconoció a la muchacha. No llevaba las gafas y su cabello, a pesar de seguir llevándolo de forma descuidada, no le caía por la cara, lo cual le permitía a Yamato ver todas las facciones de la muchacha. Tenía los ojos más bonitos que hubiese visto. Eran rojizos y adquirían un brillo especial cuando sonreía. La cara era ovalada, de una tez blanquecina, que le daba el aspecto de una muñeca de porcelana, en la que destacaba los pequeños labios rosados.

Así que detrás de la fachada de la desgarbada Sora Takenouchi se encontraba aquello… El trabajo iba a ser más interesante de lo que él pensaba.

[1] Mayfair: Es uno de los barrios más elegantes y caros de Londres.

[2] A rodeada de un círculo: Es el símbolo de la Anarquía.

[3] iBook: Portátil de Apple.

Notas de la autora: Siento mucho el retraso, como siempre, pero es que estoy muy liada con el trabajo y además tampoco he tenido mucha inspiración últimamente. Hay gente que me ha pedido que actualice el fic "Cuando te vuelva a ver" pero sinceramente casi no tengo ideas, además no me gusta mucho como está quedando ¿qué pensáis?

Muchas gracias por todos los reviews que he recibido. Me quede asombrada de que a tanta gente le gustará el fic. ¡Seguid dejando! Además he visto que mucha gente ha subido nuevos fics o ha actualizado los que tenía. Son todos geniales.

Mucha gente no sabrá lo que es un iBook pero es una maravilla. Lleva el sistema operativo de Mac OS X y funciona... Otra maravilla es el iPod, también de Apple, lo probé la semana pasada cuando estuve en París y es una gozada; es pequeño, no pesa nada y tiene un disco duro enorme para que almacenes toda la música que quieras. El problema es que es muy caro… :(

Por cierto, si tenéis ocasión de ir a Paris no la desaprovechéis, es una ciudad muy bonita. Y Francia también es un país muy chulo.

Bueno, espero que os guste este capítulo y me digáis que os ha parecido. Esto es todo hasta… Esto es todo.