-¿¡La viste desnuda?! -gritó Gerald que no podía creer lo que su correcto -o no tan correcto- amigo Arnold le contaba -¿A Helga? -él asintió- ¿Helga G. Pataki?
-Te digo que si -mientras le pedía con señas que hable mas bajo.
-¿Cómo estas vivo? -susurró completamente estupefacto. En eso Arnold se le abrió la boca en una perfecta "O" en comprensión.
-Oh, piensas que yo...
-¿Es que anotaste un Home Run con ella?
Arnold se puso rojo por su eufemismo.
-¡No le saque la ropa!
-Pero la viste desnuda.
-¡Su alma! ¡Su interior!
-¿Eh?
Arnold sabia que debajo de esa chica temperamental, ruda, sarcástica que era Helga G. Pataki. Se encontraba una chica sensible, dulce y soñadora. Siempre lo supo, a pesar de que en muy raras ocasiones, dio vistazos a esa frágil personalidad oculta bajo esa fachada tosca.
Hasta que un día, pudo verla, a ella. Fue la primera vez que Arnold vio a Helga completamente desnuda. No solo atisbos que parecían ser ilusiones de su verdadera forma de ser.
Fue un vistazo total.
Desnuda ante sus ojos y no por haberle sacado la ropa sino por ver su personalidad sin armaduras ni escudos.
-Hubieras empezado por ahí. Creí que habías llegado a la cuarta base con Helga, o que la habías espiado desnuda.
-No, únicamente pude ver a la verdadera Helga -dijo- Ella es lo contrario de lo que demuestra ser.
-¿Lo es? -preguntó dudoso al ver a la mencionada como empujaba a un chico contra los casilleros- Veo lo mismo de siempre, ¿Estas seguro que no necesitas anteojos?
Gerald supo que no hacia falta respuesta al ver lo que su amigo fijamente estaba mirando con una sonrisa y un brillo especial en sus ojos. Una amenazante Helga, pero preciosa a sus ojos.
Bien, decían que el amor es ciego.