"Esta historia participa en el reto #106 'La suerte de los drabbles' del foro Alas Negras, Palabras Negras".

Disclaimer: Toda Canción de hielo y fuego pertenece a George R.R. Martín... pero me apoderaría de todo si muere (Los Siete no lo quieran)

Palabras: 500 (Excato)


Las doncellas de su madre no dejaban de sollozar, tal vez ella misma también estaba al borde de las lágrimas pero no lo demostró. Rhaenyra sujetaba con fuerza a su hijo Aegon hasta hacerle daño, a él no le importaba, solo era consciente de los hombres que los escoltaban hasta su final. Aterrado, se aferró con fuerza a Rhaenyra, como si pudiera protegerlo aunque ni ella estaba a salvo. Ahora estaba indefensa, sin percatarse había caminado directamente a las fauces del dragón.

Llegaron al patio de armas en silencio, donde había jugado con Viserys. Entre los restos de ovejas estaba el dragón destrozado, un ala medio caída, sangre hirviente deslizándose por sus mustias escamas… Aegon recordó con pavor la ruina que quedó su pobre Nubenegra después de los ballestazos. En cambio Fuegosol no emitía ningún ruido, podría haber estado muerto.

Poco después Aegon II fue trasladado frente a ellos. Con la respiración entrecortada Aegon el menor abrazó a Rhaenyra, ella lo aferró a ella sin mirarlo, ya que sus ojos solo se clavaron en su medio hermano. Estaban a su merced, rodeados de sus hombres y los restos del dragón.

Aegon apenas escuchó lo que hablaban los reyes, en su mente solo había lugar para el desesperado latir de su corazón, las manos ansiosas de Rhaenyra que le transmitían la desesperación que no reflejaba su voz, igual que después de la muerte de sus hermanos. Desde ese momento se había transformado en un ser que lo mantenía cerca cada momento, ignorando que le hacía más daño con sus arrebatos de ira, su desesperación, la incertidumbre de quien la traicionaría después.

No había errado. Aegon sabía que matarían a su madre, como a su padre, igual que Jace, Luke y Joff, los hermanos a los que quería tanto… Viserys, aunque esa vez había sido su culpa.

De repente varias manos lo jalaron con fuerza separándolo de su madre. Se agitó con desesperación, debía protegerla y no podría si los alejaban. Cuando logró verla estaba frente al dragón, alzó su cuello serpentino, las mortales llamas bailaron entre sus dientes antes de precipitarse sobre la reina.

Aegon III abrió sus ojos mientras se incorporaba en su cama. Su piel estaba cubierta por el sudor, sus dedos se aferraban a las sábanas. Percibía el olor de la carne quemada, el calor que despidió el fuego y la última exclamación de Rhaenyra. No había muerto en el acto, el dragón devoró lo que quedaba de ella… y nadie había hecho nada.

No pudo salvar a Viserys, ni siquiera a su madre. Ni siquiera pudo gritar, las fuerzas lo abandonaron en ese instante. Lo que ocurrió después quedaba difuso, solo recordaba odio.

En completo mutismo caminó hacia la ventana. Hacía meses no dormía junto a la reina Daenaera, no soportaba su toque ni la presencia de sus hijos, su felicidad le resultaba enfermiza. Observó la noche, su mirada era tan oscura como el vidriagón. La culpa era de los dragones, sombras aladas que solo expandían muerte…


Tome la lista 84, me pareció interesante estos tres personajes, contemporáneos pero era marcados por acontecimientos en sus vidas. En el borrador era más largo pero por el limite tuve que abreviar ;). Aegon III fue prácticamente arrancado de la infancia y había muchos sentimientos que plasmar, espero haber logrado el efecto deseado. Gracias por leer.