Tenía que suceder

Por Lovely Flower

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Notas de la autora: Hola a todos, estoy aquí otra vez con un long fic. Lo había empezado hace rato, pero ahora con la pandemia recién lo pude continuar.

AU, creo que es distinto a lo que suelo escribir pero hasta ahora me ha gustado. Hay varias referencias a otras series, doramas, canciones, etc. Si las descubren todas se ganan un premio. Nah, broma.

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1. Nada es casualidad

Había empezado a llover en Tokyo. Una mujer de unos treinta años bajó deprisa de un taxi y apresuró sus pasos a uno de los rascacielos de Roponggi Hills. Comprobó nuevamente la hora: las 18:53. Su cita con el médico era a las 19:00, iba con retraso por culpa de la reunión de última hora con su jefe, el cual no estaba al tanto de sus asuntos médicos. Esperaba llegar a tiempo ya que le había costado meses conseguir hora con el especialista, cuya fama en su rubro lo hacía tener una agenda más que copada.

Llegó a recepción dos minutos antes de la hora. Saludó cortesmente a la secretaria, haciendo una reverencia, antes de seguir hablando.

–Tengo cita a las 19:00. Soy Inoue Miyako–indicó mientras le entregaba a la mujer su identificación.

–¿Con que médico? –preguntó la mujer mientras tecleaba algunos datos en el ordenador.

–Con el doctor Ichijouji –anunció con rapidez.

La secretaria siguió ingresando información, buscó unos documentos y se los entregó con una sonrisa –Tome asiento, Ichijouji-san la atenderá en tanto salga la paciente anterior. Mientras puede completar la ficha y se la entrega directo al doctor en la consulta–

Miyako agradeció y se sentó en uno de los mullidos sillones. Ya más calmada, observó con detenimiento la sala de espera. Casi todo en ella era blanco, decorado exquisitamente con cuadros, muebles y algunas plantas. La secretaria exudaba elegancia, al igual que todo lo que había en el lugar. No era una clínica a la que cualquiera pudiera acceder, así que debía dar gracias por tener un buen trabajo en Izumi Tech. Se había ganado a pulso el puesto como mano derecha del director de la compañía. Buscó un lápiz en su cartera para llenar la ficha que recién le habían entregado. Justo había terminado de escribir cuando el sonido del altavoz la sobresaltó.

–Inoue Miyako al box n°3–

Suspiró mientras se acomodaba la falda y caminó con lentitud. Se detuvo justo en la puerta del box mencionado, leyendo la inscripción en la misma.

Ichijouji Ken – Medicina Reproductiva

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Al entrar, descubrió con sorpresa que el doctor Ichijouji tenía aproximadamente su misma edad y, para colmo de males, era guapísimo.

Él le tendió la mano con dulzura, Miyako respondió con torpeza mientras sonreía nerviosa. En seguida le entregó la ficha médica y aprovecho de hacer una reverencia. Ichijouji tenía el cabello un poco largo, contorneándole el rostro de facciones suaves. Los ojos azules contrastaban con lo blanco de su piel y una sonrisa asomó en sus labios antes de hablar.

–Inoue-san, soy Ken Ichijouji. Por tu expresión asumo que esperabas un médico más ¿mayor tal vez? —

"Dios, que miseria de vida, ¿Por qué mi ginecólogo tiene que tener pinta de modelo de revista?" pensó de inmediato, con el sonrojo atacando su rostro. Se maldijo por ser tan evidente.

–Lo siento, lo siento Ichijouji-san, me dijeron que tenías mucha experiencia en el rubro, no imaginé que serías tan joven. No quise ofenderte—

La sonrisa de él se agrandó mientras le hacía un gesto a Miyako para que se sentara. Él hizo lo mismo antes de comenzar a teclear algunas cosas en el ordenador.

—Bueno ¿a que debo tu visita, Miyako-san?—

Ella se sonrojó aún más –Me imagino es un poco obvio, ¿no? Quiero tener un hijo—

Ken asintió y a Inoue le pareció verlo sonrojarse levemente –Sí, pero si estás acá es porque tienes algún problema, imagino lo has estado intentado y no has quedado embarazada. ¿Viniste sola? En estos casos es necesario revisar a la pareja también—

Ella negó con la cabeza –No es eso. La verdad es que quiero tener un hijo yo… sola…—Ichijouji alzó las cejas en la sorpresa y dejó de escribir para mirar con atención a Miyako que continuó hablando –Sé que en esta clínica hay casos como el mío, se consiguen donante de… de… bueno, ya sabes. Tengo 32 años, no tengo pareja hace mucho pero quiero ser madre de todas formas. ¿Acaso es tan raro eso?—

—Miyako –él dejó el honorífico de lado –No soy quien para juzgarte, y si es lo que quieres, has venido al lugar correcto. Puedo ayudarte— Ella sonrió feliz y Ken no pudo evitar compartir su sonrisa –Tengo que revisarte y hacerte algunas preguntas, ¿de acuerdo?—

Ella asintió. Ken le indicó en donde estaba el vestidor para que se quitara la ropa y se colocase la bata de hospital.

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—Bien Miyako, tu historial de salud me parece bastante bueno y físicamente no detecto ningún impedimento para que quedes embarazada. Necesito que te hagas algunos exámenes y me vengas a ver cuando tengas los resultados—

Inoue lo escuchaba atenta mientras se terminaba de acomodar la ropa después de la revisión—De acuerdo, muchas gracias Ichijouji-san –anunció ella mientras se ponía de pie y le extendía la mano al médico.

—Puedes decirme Ken, tenemos casi la misma edad y nos veremos seguido a partir de ahora—

Se sonrojó un poco antes de soltar la frase dudosa—De acuerdo… Ken. Nos vemos pronto, entonces—

Él asintió en aprobación antes de abrirle la puerta. Le ondeó un adiós con la mano y vio cómo se perdía por el pasillo. En tanto cerró la puerta, no pudo evitar soltar un suspiro. Algo en ella le causó un estremecimiento que no había sentido hace años. Se sentó en su escritorio y llamó a su secretaria para confirmar que no tenía más pacientes. Acto seguido volvió a leer el expediente de Miyako en voz alta.

Inoue Miyako, 32 años, Soltera, Ingeniera Informática, 1.68m, 63 kg. Prefectura de Minato. Motivo de consulta: asesoría reproductiva.

Era apenas unos meses mayor que él, y por lo que le comentó llevaba años sin pareja. No era de sorprender en todo caso, el ritmo de vida para mujeres como ella (inteligentes, trabajadoras e independientes) de seguro la dejaba con escasas probabilidades de encontrar un compañero de vida que entendiera ese ritmo.

Él podía entenderlo perfectamente, estaba en la misma situación. La vida para un japonés promedio en los treinta estaba llena de exigencias, más allá de las laborales, que ya consumían gran parte de su energía y tiempo libre. No por nada ostentaban del no muy agradable título de ser uno de los países con más altas tasas de suicidios, jornadas laborales más extensas y una mayor tasa de solteros. Observó por la ventana la llovizna que aún caía y reparó en que no vio que Miyako llevara paraguas. Tuvo el impulso de salir tras ella y dejarle su sombrilla, incluso hizo el ademán de levantarse y ponerse la chaqueta. Se detuvo de golpe, con la mano sobre el pomo de la puerta, nunca una paciente lo había alterado de esa forma.

—¿Qué diablos estoy pensando? —murmuró en voz baja, sacudiendo la cabeza como para despejar sus pensamientos. Volvió a su escritorio, dispuesto a adelantar algo de trabajo, mal que mal nadie lo esperaba en casa.

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Cuando salió de la consulta seguía lloviendo, pero con más intensidad que al comienzo. No traía paraguas pero no le importó caminar bajo la lluvia, esperaba que el agua calmara un poco la inquietud que la inundó desde que salió del edificio. Cuando pidió hora con Ichijouji nunca imaginó que fuese tan joven, tan guapo y tan atento.

"De seguro es así con todas sus pacientes" pensó, sin tener idea de lo equivocada que estaba.

El corazón le latía veloz y no pudo identificar bien el porqué. De seguro era una mezcla de cosas, no era fácil la decisión de ser madre soltera en un país como Japón, iba a tener que sacrificar muchas cosas de ahora en adelante. Pero estaba decidida, por ahora solo debía hacerle caso a Ichijouji en las recomendaciones médicas, hacerse los exámenes y empezar a planificar como comunicarle a Koushiro Izumi, su jefe, que prontamente tendría que tomarse una baja en la compañía por maternidad.

Y también tendría que dejar la vergüenza de lado en todo lo relacionado a Ken, aunque sería difícil considerando lo atractivo que le había parecido. Lamentaba haberlo conocido en esas circunstancias. Suspiró y maldijo bajito su mala suerte en el amor.

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Varias semanas después, y después de verse un par de veces para algunos exámenes, Miyako volvía a la consulta del doctor Ichijouji, cada uno sin ser consciente de los pensamientos mutuos.

Ken sonrió al verla, el cosquilleo en el estómago lo acompañaba desde la tarde cuando había visto la nómina de pacientes del día. Le tendió la mano sin dejar su posición en el escritorio, no por descortesía, sino más bien porque creía que podía dejar en evidencia su nerviosismo.

—Miyako, ¿todo bien? —Ella asintió y le entregó un sobre –Supongo que son todos tus exámenes, veamos… toma asiento—

Ella obedeció. El ojiazul se concentró en los documentos entregados, revisándolos concienzudamente. Miyako se desesperó ante eso.

—Ichijouji-san, ¿Está todo bien conmigo o estoy seca por dentro? —

Ken alzó la vista y soltó una carcajada –Primero, es Ken, no Ichijouji-san— Inoue se sonrojó ante el recordatorio. Cruzaron miradas y la expresión de Ken la tranquilizó —Miyako, todo está perfecto. No deberías tener ningún problema en quedar embarazada —la mujer suspiró en alivio, tenía miedo de ver frustrado su anhelo de ser madre antes de si quiera poder intentarlo. El médico siguió hablando —Me gustaría de todas formas que no lo intentes ahora, sino que en el próximo ciclo. Mientras, necesito que empieces a tomar algunos suplementos vitamínicos y minerales para asegurarnos de que cuando concibas estés en las mejores condiciones, así minimizamos cualquier riesgo—

A esas alturas, Miyako había sacado una libretita de su cartera y anotaba atentamente todo lo que Ichijouji mencionaba, asintiendo de vez en cuando. Ken no pudo evitar sonreír al notar la expresión concentrada de la de cabello violáceo.

Dejó de escribir las recetas y miró a la joven, con un semblante algo más serio—Miyako, vas a tener que buscar un donante. Debo advertirte que puede que no sea tan fácil, las leyes japonesas son un tanto estrictas, por lo que es mejor opción revisar los bancos extranjeros—

Ante la mención de lo que venía, no pudo evitar sentirse cohibida. Se llevó las manos al rostro—Ay, qué vergüenza tener que hacer esto—

Hizo algo que no solía hacer: romper la barrera del contacto físico con sus pacientes. Le tomó las manos a Inoue para apartárselas del rostro y que lo mirase—Ey, Miyako, no eres la primera ni la última mujer que lo hace de esta forma, voy a buscar las mejores opciones para ti, pero tengo que preguntarlo: ¿estás segura de esto? —

Se sintió intimidada al sentir el calor de las manos del hombre, además la duda en su pregunta la ofendió —Dijiste que no me juzgarías, Ken…—

Hizo uso de su nombre de pila, tal como él le había pedido ya dos veces. Él suavizó su expresión antes de responder —Y no lo hago, no te juzgo, pero eres joven y guapa… podrías encontrar pareja muy fácilmente, es extraño que prefieras hacerlo sola—

Hasta ahí. Se cabreó, Ichijouji había pasado el límite —¿No crees que si fuera tan fácil lo habría hecho? Nadie quiere estar conmigo, Ken, y no puedo seguir posponiendo esta decisión con la esperanza de que mágicamente aparezca un hombre que quiera una relación e hijos conmigo—

—Yo querría—

Sólo dos palabras. Pestañeó, alzó la vista y se acomodó las gafas solo para encontrarse con la mirada azul de Ichijouji clavada en ella. Ken siguió serio ante la expresión incrédula de ella.

—Lo digo en serio, Miyako. Yo si querría estar contigo—

Se abrazó a su cartera con fuerza, mientras se ponía de pie antes de hablar –Mejor me voy, esto es un poco extraño, Ichijouji-san—

Él se adelantó y la tomó gentilmente de un brazo antes de que huyera –Sé que es extraño e inapropiado también, pero no podía seguir guardándome esto. La primera vez que te vi sentí algo que nunca había sentido– estuvieron en silencio, Ken no soltó el agarre de Miyako, esperando alguna respuesta de ella. Al no obtenerla, volteó a Miyako con suavidad para mirarla a los ojos y notó que temblaba. Algo en su mente pareció volver a centrarse y suspiró desganado –Tranquila, Miyako, sé que me extralimité. Olvida lo que dije, prometo no volver a mencionarlo y buscar un donante acorde para ti. Te avisaré cuando encuentre alguien adecuado para que agendemos el procedimiento—

La lavanda lo miró sonrojada y apenas murmuró un gracias antes de salir por la puerta y dejar a Ken sumido en sus pensamientos.

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Miyako era su última paciente de aquel día y nada, exceptuando un felino negro de profundo ojos azules de nombre Neit, lo esperaba en casa. Decidió adelantar un poco de trabajo y revisar algunos estudios e informes que tenía pendientes. Al salir del edificio, el paisaje nocturno de Roponggi Hills lo invadió. Se sintió pequeño, miserable y solo, más que lo habitual.

"Soy tan imbécil" pensó, recordando en la posición incómoda en que había puesto a Miyako un par de horas atrás. Ante todo, ella era su paciente. Si decidía denunciarlo por acoso, estaría en su derecho y podría costarle su futuro.

Por eso le sorprendió encontrarla sentada en una de las bancas de la explanada, cerca de la pérgola, con un café en las manos. Sus miradas se cruzaron y sólo atinó a hacerle un gesto con la mano. Apresuró el paso hasta que sintió que lo llamaba.

—Espera, Ken—

Se detuvo en seco, esperando lo peor. Buscó en su mirada algún rastro de emoción y no pudo identificar nada—Miyako, lo siento, de veras. Supongo que no soy tan inteligente en ciertos temas, me extralimité—

Ella lo miró antes de darle un sorbo a su café –Tengo un poco de hambre y frío. Podríamos conversar en un lugar más cómodo, ¿no crees? Hay un restorán justo en la torre de enfrente—

Abrió la boca para decir algo, pero nada salió de sus labios. Miyako interpretó aquello como una negativa –Entiendo, supongo que cenar conmigo si esta fuera de lugar. Nos vemos después, si es que puedo seguir siendo tu paciente—

Al ver que ella se iría logró por fin generar una frase completa –Miyako, espera… también tengo hambre y necesito beber algo. Vamos donde quieras, va por mi cuenta—

Inoue dejó escapar una sonrisa al observarlo. Ken lucía confundido pero un destello en sus ojos le hizo saber que su invitación lo había alagado –Ven, vamos…—

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Caminaron solo unos minutos hasta el restorán que señaló la lavanda, quedaba en una de las torres del barrio en el piso 35. Se instalaron en una mesa con vista hacia la costa. Podían contemplar la torre de Tokyo y a lo lejos el Rainbow Bridge se mostraba imponente en el cielo nocturno. El mesero llegó con el menú de comida y les preguntó si beberían algo.

—Quiero una copa de espumante, por favor –Miyako pidió

—Un whisky para mi—

El mesero anotó el pedido y se retiró, quedando nuevamente solos. Fue él quien rompió el silencio—Miyako, yo lo sie…—

Lo interrumpió sin vacilar—Ken, no es necesario que me digas nada ahora. Quiero que seamos dos conocidos, no médico y paciente, al menos esta vez—

Él sonrió en acuerdo. El mesero apareció con sus bebidas, Ken alzó el vaso hacia Miyako.

—Brindemos, entonces, por nuestra primera comida como conocidos—

Chocaron los vasos con suavidad y bebieron, tratando de disipar la incomodidad inicial.

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La cena transcurrió entre conversaciones banales y copas de vino que el mesero rellenaba con frecuencia. Inoue jugueteaba con el postre cuando soltó la pregunta que tenía atragantada desde que había salido de la consulta.

—¿Fue en serio lo que dijiste, Ken? —

No se sorprendió realmente al oír el cuestionamiento, supo que tarde o temprano el tema saldría en la conversación, más cuando el alcohol ya hacía efecto en ambos. Optó por ser sincero.

—Sí, fue en serio. Sé que no resulté nada romántico y es totalmente poco ético, pero es lo que siento desde el primer día en que entraste a mi consulta—

—Quiero tener un hijo, Ken, esta es la primera vez que salgo con alguien en años. Si se le puedes llamar salida a esto… —

—Lo sé, sé que quieres tener un hijo, una familia. Sé que te sientes sola y lo sé porque siento lo mismo, Miyako, lo entiendo. No es fácil la vida para personas como nosotros. Y antes de que vuelvas a preguntar, quiero estar contigo—

Se le aguaron los ojos. ¿Por qué tenía que aparecer en este momento? Estaba decidida a tener un hijo sola y ahora el peliazul le hablaba de una familia, de acompañarla en esos planes.

—Ni siquiera me conoces, Ken…—murmuró en un hilo de voz

—Inoue Miyako, 32 años, Ingeniera, independiente, de buena salud. No fumas, bebes ocasionalmente, tienes tres hermanos mayores y tus padres aún siguen vivos, todos saludables. Vas al gimnasio tres veces a la semana, no comes lácteos, vives sola en Odaiba –sintió la mirada de Ichijouji sobre ella –Puedo seguir y solo me ciño a tu historial médico. Cuando te ríes, se te forma un hoyuelo en la mejilla, asumo que te gusta el té oolong porque siempre llegas a la consulta con una botella y estoy casi totalmente seguro de que tu color favorito es el verde, siempre llevas algo de ese color—

—Ken-kun… —él le tomó la mano con suavidad, ante la sonrisa triste de ella –No pensé que te hubieses fijado en todo eso, solo me has visto un par de veces—

—Me interesas. Cuando alguien me interesa observo, aprendo— fue la directa respuesta de él.

Las lágrimas se disiparon y dieron paso a una amplia sonrisa en Miyako. Hizo un mohín —Es injusto, yo apenas se un par de cosas sobre ti, me siento en desventaja—

—¿Y qué quieres saber? —

La sonrisa de él la cautivó. Su corazón latió más aprisa, como no lo hacía en años.

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—Mmm ¿algún deporte? —

Caminaban con lentitud lado a lado, a veces sus manos se rozaban casualmente haciendo que se sonrojaran y sonrieran. Ken miró hacia arriba antes de contestar.

—Futbol, aunque hace años que no juego. Estuve en la selección juvenil del distrito de Minato—

Ella se paró en seco —¿En serio? Durante la preparatoria fui a todos los partidos, uno de mis mejores amigos también estaba en la selección— Ichijouji iba a agregar algo cuando ella habló, señalando un edificio de departamentos justo al costado de donde caminaban –Aquí vivo, gracias por acompañarme—

Ken frunció el ceño, con un deje de molestia. Miyako le preguntó que sucedía –El destino es injusto. Acabo de darme cuenta de que pudimos conocernos mucho antes, en la escuela incluso… y ahora ¿ves el edificio gris de enfrente? –Inoue asintió, él se refería a la torre que estaba justo enfrente a la suya –Ahí vivo desde que dejé la casa de mis padres—

—¿O sea que somos vecinos? —

—Así parece…—

Se quedaron en silencio, sin saber que decir. Él fue el primero en hablar.

—Creo que estamos a mano, ya sabes más de mí y yo… –silencio, como si estuviese tratando de ordenar sus ideas. Se atrevió a tomarle las manos y acercarse a ella, casi al punto de sentir su respiración rozar su rostro –Ahora tengo la certeza de que quiero intentar algo contigo—

—¿Estás seguro, Ken? ¿Crees ser capaz de soportarme? No soy como las chicas a las que debes estar acostumbrado—

—Totalmente, quiero hacerlo –le volvió a sonreír, con esa sonrisa tímida que hacía que le temblaran las piernas –Y tú, ¿serás capaz de soportarme? —

Ella asintió, acercándose un poco más a él. Iban a besarse cuando ella habló en un murmullo –¿Quieres subir? —

No fueron necesarias más palabras. Los miedos habían pasado a segundo plano.

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Sentía la respiración de Ken en la nuca mientras buscaba las llaves de su departamento y las introducía en la cerradura. Se descalzó al entrar y colgó su chaqueta y cartera en el perchero, vio a Ken hacer lo mismo. Se adentraron en la sala del amplio departamento, las luces de la calle y el resto del entorno, sumado a la luna llena de aquel día, iluminaban lo suficiente.

—Tu departamento es muy agradable, Miyako—él añadió observando la decoración. Un tanto extravagante, justo como lo había imaginado. Ella no era una mujer común.

—Gracias –murmuró con suavidad, se volteó a mirar a su acompañante y le sonrió —¿Quieres algo de beber? —

El peliazul negó con la cabeza, acercándose a ella, atreviéndose a abrazarla de la cintura –Hay algo que quiero más que una copa—

Supo en seguida lo que venía. Y no le importó. Le colocó las manos en el pecho e inclinó su rostro hacia él para recibir el beso. Suave, como el cabello de él; dulce, como las caricias que él le empezó a hacer sobre la ropa. Pronto Miyako sintió las manos de Ken perderse bajo su vestido y acariciar su cintura. Dejó escapar un gemido ante el contacto, eran demasiados años desde la última vez que había estado así con alguien, y en cualquier caso, lo que sentía en aquel momento superaba a cualquier situación anterior. No supo cómo terminaron tendidos en el sillón y vislumbró la excitación de él. Lo estaba disfrutando, pero debía detener aquella aventura.

—Ken, no podemos –tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para soltar aquella frase.

—¿Por qué no? –el hombre apenas respondió, estaba demasiado concentrado en besar el cuello de la lavanda.

—No me estoy cuidando y lo sabes—

Él dejó de besarla y la miró a los ojos con intensidad inusitada –Lo sé. Sé perfectamente lo que podría pasar y no me molesta en lo absoluto—Y siguió besándola, mientras apartaba la ropa interior de Miyako y hacía lo mismo con la propia—No me molestaría tener un hijo contigo, Miyako. Es tu sueño, y el mío también—

—Ken-kun—ella dejó de pensar y se perdió en las caricias de él. Lo ayudó a acomodarse la ropa interior para iniciar el encuentro. Él la alzó por los muslos, apartando algunos cojines que estorbaban, se acomodó entre sus piernas y entró en ella con suavidad. No era la primera vez para ninguno, pero por alguna razón se sintió como si lo fuera. Rápidamente encontraron un ritmo y solo fueron capaces de murmurar cosas ininteligibles durante el encuentro. Miyako sintió a Ken tensarse y aumentar el ritmo justo antes de alcanzar el clímax y terminar dentro de ella.

—Ken… yo…—

Ichijouji sonrió, jadeando pesadamente. Besó a Miyako en los labios antes de salir de su interior.

—Puedes decir que estoy loco, pero te quiero, Miyako. Es como si te conociera desde siempre. No quiero dejar ir esto… —

Ella suspiró, mientras él le acomodaba un mechón de cabello tras la oreja y la volvía a besar.

—Si quieres –habló el médico –Podrías recostarte con las piernas hacia arriba un rato. No está científicamente comprobado, pero puede ayudar a que quedes embarazada—

Se sonrojó a rabiar y le aventó un cojín. Ken hablaba en serio, quería tener un hijo con ella. Negó con la cabeza —No es necesario apresurar las cosas –sintió las manos de él acariciar sus mejillas con dulzura –No es necesario, está bien así—

Le besó la frente, antes de ponerse de pie y acomodarse la ropa –Está bien, como tú quieras—vio la hora y su gestó cambió a uno de resignación —Ya debería irme, Neit debe tener hambre—

Pestañeó dubitativa —¿Neit? —

—Mi gata. Lo siento, olvidé mencionarla –Ken se sonrojó mientras se revolvía el cabello –La encontré abandonada hace unas semanas en el parque de atrás. No pude dejarla ahí, me la llevé. Se supone le iba a buscar un hogar, pero creo que ya no lo hice…—

Miyako dejó fluir la risa incorporándose para lanzarle los brazos al cuello al ojiazul –Creo que te amo, Ken Ichijouji. Siempre quise tener un gato y mis padres no me dejaron porque mi hermano era alérgico. Espero algún día poder conocerla—

—Acompáñame ahora si quieres, recién es media noche. Podríamos beber algo, no sé… no quisiera irme ahora. Sé que suena intenso de mi parte, pero quisiera estar contigo un poco más—

Asintió. Lo entendía porque ella sentía exactamente igual. Se acomodaron la ropa y volvieron a salir al exterior. Eran solo un par de metros los que separaban sus respectivos hogares. Al entrar al departamento Ichijouji, Neit se apresuró a enroscarse en las piernas de su humano. Él se apresuró a buscar comida para ella y servirle.

—Perdón, pequeña. No tenía en mis planes tardar tanto –le dijo acariciándole la cabeza, a lo que la felina ronroneó ruidosamente. Pronto clavó sus ojos en Miyako, dejando escapar un suave maullido. Inoue se acercó y le acarició la cabeza, el ronroneo persistió —Creo que le agradas—

—Me alegra saberlo—

—Eso facilita las cosas. No quisiera que tuviera problemas con tu presencia, ni con la de un bebé más delante—

Bebé. Que Ichijouji pronunciara aquella palabra en voz alta hizo que todo se hiciera más real. El notó el cambio en Miyako ante su frase y la abrazó con suavidad –No te asustes, Miyako. Sé que puede parecer que esto ha pasado demasiado rápido, pero ¿sabes algo?, darme cuenta de que siempre estuviste cerca, que te debí conocer hace años y estar juntos desde siempre me hace pensar en que debemos recuperar el tiempo perdido—

—Creo que estamos un poco locos, Ken. La gente normal primero se conoce, se casa y después tiene hijos. Estamos haciendo esto al revés—

—¿Acaso importa? —

No, claro que no importaba. Aquel día no lo olvidaría jamás.

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La luz que se colaba por las persianas lo despertó. Abrió un solo ojo y sintió el aleteo de la respiración de Miyako sobre su pecho. Cierto, entre caricias habían llegado a su habitación y habían estado juntos. Fue el mismo quien le pidió a la chica que se quedara el resto de la noche y se durmieron desnudos y abrazados, como si se conocieran de toda la vida.

Neit se subió a la cama y se acomodó cerca, sin incordiar a Miyako. Hasta la gata sabía que era la mujer de su vida, a cada segundo lo reafirmaba. Que sin buscarlo realmente, había llegado al final de la búsqueda de una compañera de vida. La lavanda se revolvió inquieta y él le besó la frente.

—Buenos días, Miyako—

Las largas pestañas de ella se batieron con insistencia, tratando de acomodar la vista en el peliazul. Le sonrió con coquetería —Buenos días, doctor Ichijouji—

Rio con ganas. No recordaba un despertar tan feliz en años —Espero no tengas mucho que hacer, Miyako, porque tengo algunos planes para hoy—

Ella se acomodó de medio lado en la cama, recién notando la presencia de Neit. Le acarició las orejas recibiendo los languetazos de la felina.

—Así como cosas que hacer, no. Pero muero por un tazón de yogurt con frutas—

—¿No crees que es muy pronto para los antojos? —

Le dio un golpecito a Ken en el hombro –Deja de hablar de bebés y embarazos, Ken—

—Lo siento, deformación profesional—

—Es broma, supongo que tiene su lado bueno. Me cuidará el mejor médico del mundo cuando ese momento llegue—por algún motivo, no se sentía extraño hablar con Ken de ese futuro.

Ichijouji se puso serio –Miyako, si estamos juntos, no podré seguir siendo tu médico. Pero estaré ahí de todas formas, como tu compañero, si me lo permites—

Quería llorar de felicidad, pero se contuvo. En cambio le echó los brazos al cuello y lo atrajo hacia ella para besarlo. El desayuno debería esperar un poco más.

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Notas de la autora: Eso fue el primer capítulo, espero actualizar una vez por semana aproximadamente, ya tengo listos los capítulos dos y tres al menos. Nos leemos, gracias por llegar hasta acá.

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