Disclaimer: los personajes de Twilight le pertenece a Stephenie Meyer y esta historia a JAnnMcCole. Yo solo traduzco. Recuerden que esta es la secuela de Intocables, tercera parte de Despiadados. :)

Capítulo 0.5

"Nací perdido y no deseo ser encontrado." ~John Steinbeck

24 de febrero, 1999

CHARLIE

Ella estaba helada. Sus brazos estaban a su alrededor y su cuerpo temblaba tanto que sus dientes comenzaban a castañetear. Aun así, la niña se negaba a moverse.

—Isabella, andando.

—Estoy cansada, papi. Por favor, solo quiero volver…

—Cuando dije que quería doce vueltas alrededor de la piscina, dije doce. Ahora muévete —le dije de nuevo, recostándome de nuevo en la reposera. Fue solo cuando escuché el sonido del agua salpicar otra vez que volví al archivo en mis manos. Aparentemente, el hijo de Carlisle fue dado de alta, aunque dudo que ese pequeño idiota fuera a sobrevivir otro año.

Adiós al contrato.

—Isabella —siseé al no escuchar movimiento en el agua.

Ella ya no se encontraba en la superficie cuando levanté la vista, su cabello flotaba alrededor de su pequeño rostro mientras se hundía. Billy actuó antes de que yo pudiera bajar la carpeta, saltó hacia la parte profunda y la sacó antes que pudiera llegar al fondo. Sus brazos se encontraban alrededor de ella mientras él, con la ayuda de varios de mis hombres, la ayudaban a salir al mismo tiempo que ella se frotaba los ojos y luchaba para respirar.

—¿Está bien, Srta. Swan? —le preguntó Billy, echándome un vistazo, asombrado y confundido.

Ella se pasó el brazo por la nariz antes de asentir.

—Sí, gracias —susurró, sentándose al borde del agua.

—Bien —dije fuertemente, levantando el estuche que estaba sobre la mesa y sacando un cigarro—. Ahora, tranquilízate y vuelve al agua.

—Señor, son las cuatro de la mañana, ella ha estado aquí por una hora. Quizás la Srta. Swan debería…

—Sé la hora que es, Black. ¿Intentas decirme cómo criar a mi hija? —pregunté, soltando una nube de humo.

Se apartó las mechas mojadas de su frente y sacudió su cabeza.

—No, señor, solo supuse que estaba cansada.

—¿Acaso te pago para que pienses?

Su expresión se cayó y sus labios formaron una línea recta antes de sacudir su cabeza y enderezarse en su lugar.

—Isabella, ¿estás cansada? —Ella no había levantado la mirada hasta este momento y, cuando sus ojos se encontraron con los míos, frunció el ceño, pero negó con la cabeza—. Entonces, ¿por qué no te encuentras en el agua?

Suspirando, se apartó el cabello antes de lanzarse del borde. Los zapatos de Billy rechinaron mientras caminaba hacia donde descansaba, observándome con sus ojos oscuros más duros que el acero. Poniéndome de pie, los miré a los ojos, a sus expresiones estúpidas y reprobatorias.

—¡TODOS AFUERA! —grité de repente, haciendo que todos se sobresaltaran ligeramente. Billy echó un vistazo de Isabella hacia mí, mientras ella daba vueltas a la piscina, su nariz tensa antes de salir con el resto y cerrar las puertas francesas detrás de él.

Caminé hacia el borde de la pileta, pero ella me ignoró, siguiendo con sus brazadas lentas.

—Ellos creen que estoy siendo malo… cruel incluso —susurré, siguiéndola de cerca mientras fumaba—. Ellos ven a una pequeña niña. Puedo verlo en sus rostros. ¿Cómo un padre puede despertar a su hija a las tres de la madrugada para nadar? ¿Cuántos años tienes ahora? ¿Nueve?

—Diez —murmuró ella, doblando en una esquina.

—Claro. Llegaste a los dos dígitos ya. —Sonreí, como si pudiera olvidarlo. Pero al menos estaba escuchando—. Eso también significa que vas a recordar esto. Vas a recordar el ardor en tus brazos, los pinchazos que sientes en tus piernas, lo cansada que estás, lo mucho que quieres rendirte y luego recordarás cómo no te detuviste. Porque eso es lo que hacemos, Isabella, somos Swan. No somos esclavos de nuestro dolor. Habrá momentos donde alguien hará algo peor que despertarte antes del amanecer y lanzarte dentro de algo. Cuando ese momento llegue, seguramente no te hundirás y no necesitarás que alguien te rescate. Haz lo que tengas que hacer para salvarte a ti misma, ¿me escuchas?

Ella no respondió, simplemente siguió nadando.

—Te hice una pregunta.

—Sí, señor. Lo escucho —apenas murmuró.

—Bien, te quedan tres vueltas. Si fuera tú, aceleraría el ritmo en vez de arrastrarte como un perro en el agua. Solo te torturas a ti misma.

—De hecho, me quedan cuatro.

Hice una pausa, bajando la mirada hacia ella.

—Ahora, ¿por qué diablos me dirías eso?

—Porque me dijiste que jamás te mintiera.

Ahora me escuchaba.

—No hubieras estado mintiendo. Si llegó a una conclusión equivocada por mi cuenta y te beneficia, entonces esa es mi maldita culpa. —Inhalé más humo.

—De acuerdo. —Puso los ojos en blanco—. Tienes razón, quedan tres vueltas.

—Demasiado tarde.

—Ti odio —dijo por debajo de su aliento.

—Perdón, ¿odias qué…?

—Nada.

Eso pensé.

CARLISLE

—¿Quieres algo más? ¿Quizás un poco de sopa? —Esme le preguntó, pero Edward se negó a mirarla. Al contrario, mantuvo su cabeza enterrada entre las páginas de su cómic y murmuró su respuesta.

—No, gracias.

Ella me miró, sus ojos por fin vivos de nuevo. Asentí hacia ella mientras ella se agachaba y le daba un corto abrazo. Ni bien lo tocó, el cuerpo de él se tensó y sus ojos parecieron estar confusos y nerviosos. Me preocupaba que ella lo llevara de nuevo al hospital, acababa de salir.

—Sé que a los dos les gusta leer de noche, así que me iré, ¿de acuerdo? —preguntó, algo insegura antes de soltarlo. Podía ver las lágrimas formarse en sus ojos mientras él se apartaba de sus brazos y asentía.

Los dos iban a necesitar tiempo.

Caminando hacia el borde de su cama de Star Wars, besé su mejilla.

—Dale algo de tiempo.

Ella asintió, casi corriendo del cuarto.

Su nuevo interés en él era más difícil de lo que habíamos pensado. ¿Cómo involucras de repente a alguien que ha pasado años escondiéndose?

—¿Está bien ella? —preguntó Edward, intentando fingir que no le importaba, recostándose sobre su almohada.

Acercando su silla del escritorio, me senté a su lado y me encogí de hombros.

—No tengo idea.

Soltó su cómic y suspiró.

—Eso no es lo que se supone que debes decir. Me tienes que decir "ella está bien, hijo, y la depresión postparto no es algo que deba preocuparte a esta edad".

—¿Por qué? ¿Así puedes explicarme cómo sabes que estoy mintiendo? Hemos bailado así antes. —Sonreí, echándome hacia atrás.

—Ah, papá, no digas eso, parece que estuvieras hablando sobre sexo. —Su rostro se arrugó antes de tapar su rostro con las mantas.

—¿Qué? ¿Cómo…?

—Papá, tengo doce años y estoy en la secundaria. Escucho cosas, así que ¿podemos cambiar de tema, por favor? —rogó debajo de sus sabanas de Yoda.

Este niño me va a matar algún día.

—De acuerdo, sabelotodo, explícame qué te pasó antes de que te sofoques.

Se quedó quieto, pero esperé.

—No quiero hablar de eso.

—No me importa.

—Papá.

—Edward.

—Carlisle.

Voy a matar a este niño algún día. Luché para no sonreír ante ese pensamiento.

—Ya sabes lo que pasó…

—Por supuesto que sí, pero quiero escucharte decirlo y no te lo volveré a preguntar. Así que, quítate las mantas, mírame a los ojos y habla —dije seriamente, obligándolo a salir de su escondite.

Miró al techo antes de inclinar su cabeza hacia mí.

—Los amigos de Emmett me metieron dentro de un casillero, me hice encima y tuve una convulsión, ¿estás feliz ahora?

—No. —Me enderecé—. No hasta que me digas lo que vamos a hacer.

—¿Voy a ser educado en casa? —dijo esperanzado.

—Respuesta incorrecta.

Suspiró, cruzándose de brazos.

—Voy a volver a ese infierno.

—Y…

Hizo una pausa, abriendo y cerrando su boca.

—Déjame ayudarte a descubrirlo. Eres un maldito Cullen, Edward. Cuando alguien te toca sin tu permiso, le rompes la mano. No puedes ser un mariquita y mi hijo al mismo tiempo.

—¿Qué puedo hacer? Ellos son más grandes que yo. Más fuertes que…

—Deja de hablar antes que me tiente molerte a palos. ¿Crees que no sabía que iba a ser difícil? La única razón por la cual permití que te saltearas todos esos grados no fue porque seas inteligente. Todos saben eso. Te envié allí para que te vuelvas más fuerte. Y fallaste. Pero no te preocupes, Emmett y Jasper ya se encargaron del chico. Quizás seguirán luchando tus batallas mientras tú te haces encima.

Poniéndome de pie, llevé su silla hacia el escritorio. Dejé un par de nudillos de acero en su cama, sabiendo que eran muy grandes para él, y me dirigí hacia la puerta. Conté los segundos que sabía que pasarían antes que su curiosidad se despertara.

—¿Qué hicieron Emmett y Jasper?

Abrí la puerta y me giré para encontrarlo examinando el arma en sus manos.

—Incendiaron su casa. Toma notas.

Puso los ojos en blanco, colocando los nudillos de acero en sus pequeñas manos.

—Y Yoda lloró.

Ahí estaba mi sabelotodo.

—Buenas noches, Edward.

—Buenas noches, Carli… —Le fulminé con la mirada y él se detuvo—. Buenas noches, papá. No te preocupes, tengo un plan.

—¿Un plan?

Sonrió, con un diente faltante y todo.

—Ellos son más fuertes que yo por ahora, pero yo soy más inteligente. Ellos jamás lo verán venir. Vas a estar orgulloso.

Cerrando la puerta detrás de mí, me encontré frente a mi otro hijo. Tenía su cabeza agachada y los brazos cruzados, inclinado contra la pared al lado de la puerta del cuarto de su hermano. Su rostro enrojecido y su cabello despeinado. Esperé a que dijera algo, pero cuando no lo hizo, me fui.

No tenía sentido gastar mi aliento.


Alguien no pudo contenerse jajaja.

Gracias por leer :)