El TakeRyo no es uno de mis ships preferidos, pero la idea de que Ryoken es incapaz de defenderse de matones mediante los puños fue más fuerte que yo(?) Y salió esto.

Espero que lo disfruten.


YGO y sus respectivos personajes no me pertenecen


Otro sujeto cayó violentamente contra el suelo, noqueado por el golpe que acababa de recibir. Takeru escupió la sangre que se acumuló en su boca, antes de reír con orgullo. —Eso les enseñará. Ya no tienes de que preocuparte, Kogami-ku… ¡Oye!

Ryoken Kogami, un estudiante ejemplar que apenas se veía acompañado por un solo joven de cabellos plateados que en el día de hoy no estaba caminando a su lado. Cuando estaba solo era perseguido por los matones tanto de su curso como de otros, aún así, Takeru nunca lo había visto con un rasguño, pero no soportaba toparse con la escena de varios tipos más altos y obviamente más fuertes que él, acorralándolo en los pasillos con la única fría razón de lastimarlo. Así que no pudo quedarse de brazos cruzados ni bien salió de su salón y se encontró con el brusco sonido de un cuerpo chocando con una puerta de metal. Uno de los matones lo había empujado, y ese fue el timbre para que Takeru saliera a defenderlo.

Él tenía más experiencia en eso de meterse en peleas, pero no iba atacando inocentes como hacían esos tipos. No se metería con alguien como Ryoken al menos que el sujeto lo sacara de sus casillas.

Como ahora, que luego de haber sido salvado de una golpiza fatal, le estaba dando la espalda al único que se preocupó por él, siguiendo su camino, que parecía más interesante que detenerse y agradecer.

Takeru corrió hacia él, dolorido por los golpes que recibió durante la pelea, y apoyó su mano sobre el hombro ajeno para detener sus pasos. —¡Oye! Acabo de salvarte, mínimo podrías…

—No te pedí que lo hicieras.

El muchacho apenas lo miró cuando le respondió, su voz era suave e inaudible.

Bien, esa respuesta era común. Sólo tenía que ser amable y hacerle entender que podía pedirle ayuda. —Escucha, entiendo que no estés acostumbrado, pero puedes hacerlo siempre que lo necesites.

—Cuando mis hijos necesiten una niñera, te llamaré—respondió con la misma frialdad al mismo tiempo que se quitaba de su hombro la mano de Takeru.

Takeru frunció el ceño, confundido. —¿Hijos? Pero si tú…

Oh, claro. Estaba siendo sarcástico.

Ryoken continuó su camino, con pasos tranquilos. Como si lo supiera todo. Takeru estaba furioso.

—¡Podrías agradecerme en vez de comportarte como un imbécil!

Aún con sus insistencias, Ryoken lo ignoró, pero Takeru no iba a dejar pasar eso. De nuevo trató de alcanzarlo y esta vez lo volteó bruscamente para tomarlo del saco de su uniforme y empujarlo contra la pared. —Estoy hablándote.

Ryoken sonrió, sin mostrarse intimidado, como con esos matones. —¿Harás lo que no le permitiste hacer a esos matones?

—¡No me compares con ellos! ¡Podría haberte dado la espalda también! Pero no lo hice.

—¿Me estás pidiendo que agradezca algo que no pedí?

Takeru estaba comenzando a odiar ese cinismo.

—Oh, disculpa, no sabía que te gustaba ser pisoteado por sujetos más grandes y fuertes que tú. Déjame corregirme.

Sin más, lo arrastró lejos de la pared y antes de que Ryoken pudiera parpadear, un puñetazo lo derribó fácilmente. Takeru se inclinó, colocándose encima de Ryoken para forzarlo a levantarse ligeramente hasta estar cara a cara, pudiendo sentir su entrecortada respiración, admirando la línea de sangre que resaltaba en su labio partido. —¿Finalmente me vas a agradecer?

Antes de que la discusión continuara en algo peor, una profesora se paró delante de ellos.

~•~

La próxima vez que se le ocurra salvar a alguien, lo reconsideraría mil y un veces. Pensaba que ayudar al muchacho silencioso sería más sencillo, pero no solo se quedó con un amargo sabor en la boca, sino que también tardaría en llegar a casa por culpa de eso.

O mejor dicho, por culpa de que Kogami Ryoken le hizo perder la paciencia.

—Sabes, no estaríamos en detención si tú te hubieras molestado en ser amable—bufó Takeru, inclinándose en el respaldo de la silla, viendo a Ryoken sentado de la misma manera, pero con sus brazos y piernas cruzadas. Podía notar en su aspecto físico que no tendría ventaja si esos tipos le daban una golpiza, el puñetazo que Takeru le había dado no fue dado con la mejor de las fuerzas y aun así, lo derribó.

En observaciones como estas, se preguntaba, si volvería a salvarlo en cuanto tuviera la oportunidad.

Ryoken se encogió de hombros, con una sonrisa presumida. —O si tú me hubieses ignorado.

Takeru dio una patada al suelo. —Tal vez tú puedas ignorar a las personas que te rodean, pero yo no.

—¿Crees que puedes salvar a todo el mundo? —pronunció con una tristeza que casi pasó desapercibida.

—Sé que cuando puedo salvar a alguien, lo haré sin vacilar.

El ojiazul lo miró de reojo. —¿Por qué?

—¡Porque sí! ¡Me importa! ¿¡Es que acaso no te preocupas por nada!?

Esa pregunta logró regresar el silencio de Ryoken, aunque esta vez Takeru no pudo evitar notar cierta nostalgia en su mirada, y luego de un rato, su tristeza regresó a su voz ni bien comenzó a hablar. —Solía recostarme en el jardín, estaba rodeado de flores, miraba al cielo despejado sin pensar que algún día podría tornarse gris y lluvioso. En ese momento, nada me preocupaba—suspiró, desviando su mirada—Creo que comencé a preocuparme por muchas cosas, que decido no involucrarme demasiado en otros asuntos.

—¿Y por eso no sabes decir ni 'gracias'? —bromeó Takeru, sonriéndole comprensivamente.

Para sorpresa de Takeru, Ryoken contestó con algo parecido a una risa. Quizás era una risa demasiado ligera y suave, pero por alguna razón, sacudió su pecho. Era la primera vez que lo veía sonreír genuinamente.

No hubo más respuesta que esa, así que Takeru se dio el espacio para responder. —Desde que mis padres murieron, he buscado peleas sin sentido. No me importaba salir lastimado, el dolor que sentía no significaba nada. Sin embargo, cuando tuve el impulso de protegerte, finalmente había encontrado una importante razón para salir lastimado, y el dolor que siento en mis puños y mi rostro, me hacen sentir orgulloso.

—¿Incluso por mi labio partido?

Fue turno de Takeru para reír. —Especialmente por tu labio partido.

Los dos comenzaron a mirarse, sonriéndose al momento que la tensión fue disminuyendo. Al mirar el hermoso azul en sus ojos, Takeru se daba cuenta que quizás Ryoken no era tan arrogante como pensaba, sino que era una persona…

…dulce, quizás.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Ryoken fingió toser, siendo el primero en soltar la mirada. ¿Cuánto tiempo habían estado mirándose? Takeru sacudió su cabeza e imitó las acciones de su compañero.

—Uh…

¿Debía seguir la conversación o solo dejarlo así?

—Oye, no es malo tener preocupaciones, pero, tampoco es sano que lidies con ellas tú solo—Takeru comenzó a decir, rascándose el puente de su nariz—Estoy aquí, si me necesitas. Ya lo sabes.

Ryoken asintió, hubo unos largos minutos de silencio antes de que de sus labios salieran las siguientes palabras:

—Gracias.

Takeru se mostró sorprendido y aliviado. Cuando lo pidió con tanta insistencia no sabía que iba a terminar atesorándolo como un alegre recuerdo.

Estaba tan contento de que se levantó despreocupadamente de su asiento, dispuesto a ignorar su castigo y regresar a casa, pero antes, se posicionó delante de Ryoken, extendiendo su mano. —Te veré mañana, Kogami-kun.

La mano de Ryoken se sentía tan cálida, que no quiso soltarla por un buen rato, quizás Ryoken sintió lo mismo y por eso tampoco había aflojado el apretón.

—Y si necesitas niños, yo…—sacudió su cabeza—¡Qui-Quiero de-decir! ¡S-Si un día tienes hijos, yo puedo… ocuparme! ¡Digo! ¡Como su niñera! ¡Niñero! —suspiró rendido, sus mejillas ardiendo vergonzosamente—Tú me entiendes…

Por un momento pensó que había arruinado todo en solo unos segundos ni bien sintió a Ryoken soltar su mano, hasta que lo escuchó reír con soltura, y dedicarle de nuevo esa reconfortante sonrisa. —Lo consideraré.