MAELSTROMS

III


Cuando la mujer entró al comedor, Ox, Gohan y Videl ya se encontraban consumiendo sus alimentos matutinos. Su semblante arrogante se encontró con las casuales y entusiastas miradas de los comensales.

—Hija, qué bueno que decidiste bajar a desayunar con nosotros.

—Por supuesto. No esperarás que muera de hambre —pronunció mientras observaba furtivamente a la niña. Ox, al percatarse de aquello, decidió intervenir.

—Milk, déjame que te presente a Videl, mi nieta.

Tras discutir con su padre, la tarde anterior, Milk se negó a ver a la niña. Durante aquella noche se debatió respecto a qué debía hacer para librarse de su presencia. Diversas ideas atravesaron su mente, algunas que sacaban a Videl por una larga temporada de aquella casa, otras donde era ella misma quien partía del hogar de su padre junto a Gohan. Pero pronto se encontró con obstáculos que entorpecían sus ideas. En el primer caso, sabía que su padre jamás permitiría que la niña saliera de su casa por complacerla; y en el segundo caso, ¿qué haría ella sola con su hijo y sin tener dónde ir? ¿estaba dispuesta a perder sus comodidades con tal de hacer valer su opinión? Además, ¿esa miserable criatura merecía que sacrificara tanto de sí misma? ¿acaso realmente lo valía? Por su dignidad, tenía clara su respuesta: No.

La niña dirigió su mirada curiosa hacia ella. La mujer por su parte, cubrió bajo el manto de la indiferencia su sentimiento de irritación ante lo ridículas que le parecían sus coletas infantiles, la profunda repulsión que le inspiraban aquellos ojos azules, tan ajenos al legado familiar y por supuesto, el recuerdo de su origen.

—Eso ya lo sé, no es necesario que la presentes —musitó conteniendo su indignación, a la vez que caminaba hacia el extremo opuesto de la mesa.

—¿Qué haces Milk? —cuestionó perplejo su padre.

—¡Gohan! —exclamó, ignorando a su padre, una vez sentada a la cabeza opuesta de la mesa.

—¿Sí, mamá? —preguntó tímido el niño.

—Ven aquí. Desde hoy comeremos a este lado de la mesa.

—Pero mamá…

—Te di una orden, no me hagas repetirla —pronunció mientras acomodaba sobre sus brazos el chal blanco que abrigaba su espalda.

El niño, apenado, tomó la taza de leche entre sus manos y se alejó de su abuelo y de Videl.

—Deja eso ahí —pronunció la mujer esta vez. —Launch, encárgate de traslada a este lado de la mesa los alimentos de mi hijo —ordenó a la mujer rubia que escuchaba atenta el diálogo familiar.

—Con gusto, señora —contestó, con entusiasta malicia.

Desde aquel instante, un hondo y duro silencio, invadió a los serios comensales.

Durante su juventud, Milk fue una muchacha encantadora. Solía ser valorada como la mujer perfecta para elegir como esposa: era bella, contaba con un vasto patrimonio familiar y era poseedora de una gracia y simpatía que fácilmente atraía. Muchos fueron los candidatos que revelaron a Ox su interés de contraer nupcias con su hija, pero la muchacha solo tenía ojos para un hombre: Gokú Son.

En el mundo donde la elegancia, el dinero y la vanidad eran la cotidianidad; Gokú, con sus espontáneos modales y bárbaro proceder, despertó en la muchacha todo tipo de pasiones que hasta aquel entonces desconocía. Como consecuencia, sentenció que él debía ser su futuro esposo. Ante la decisión de su hija, Ox se opuso tajantemente. Argumentó que Gokú provenía de una familia que se había empobrecido demasiado en los últimos años y que Raditz, el hermano mayor de Gokú, además de administrar la economía familiar, era conocido por su carácter huraño y violento. No era una familia con la cual debería vincularse bajo ningún motivo.

Si es eso lo que te preocupa, él puede venirse a vivir con nosotros. Así no tendré que relacionarme con su hermano —rebatió serena, aquella vez.

¿Quieres decir que esperas que sea yo quien mantenga a tu marido, en lugar de mantenerte él a ti? —cuestionó perplejo.

Por supuesto, sé que no tendrás ningún inconveniente. Además, solo será por un tiempo. Gokú buscará la forma de surgir por el bien de nuestro matrimonio y futura familia —esas últimas palabras sonaban quiméricas en su mente, logrando que su sonrisa se ampliara y sus ojos brillaran con intensidad.

No tienes ni la menor idea de lo que estás diciendo. Es imposible que a corto plazo él consiga algo digno de ti. Además, no entiendo por qué eres tú quien me dice todo esto, en lugar de ser él quien se presente ante mí. Definitivamente me opongo a esa unión.

¡No puedo creer que seas tan injusto! —reclamó la muchacha con ímpetu —Mientras dedicaste años a mantener a tu bastardo y a tu amante sin quejarte ni una sola vez, te niegas a ayudar a tu hija para que sea feliz junto al hombre que ama ¡Te odio!

Las palabras finales de Milk lograron abatir la certeza de su padre. Ella jamás le había dirigido palabras tan violentas. Sabía que su niña se encontraba muy molesta con él desde el día en que supo sobre la existencia de Lippa y Mark Satán; sin embargo, nunca pensó que su enojo llegara a ese extremo y no deseaba ayudar a acrecentarlo.

Está bien. Has lo que quieras —con aquellas palabras, dio por terminado el tema del matrimonio entre su hija y el joven Son.

Los primeros meses del matrimonio, fueron idílicos para Milk. El afecto cálido y el apasionamiento salvaje del hombre, la mantuvieron en un elevado ensueño romántico que parecía no acabar. Luego, la ilusión del nacimiento de su primer bebé, daba un matiz novedoso a los amantes, que los convertiría en una familia íntegramente compuesta y con responsabilidades en común.

Gohan nació y creció saludable bajo la mirada atenta y cariñosa de su madre. Por su parte, Gokú jugueteaba con él habitualmente. Pero las atenciones que le dedicaba, se limitaban solo a aquellas que Milk solicitaba.

Con el misterio de la pasión perdida y las nuevas responsabilidades y prioridades, se enfriaron en Milk sus sentimientos por su esposo. La gracia que solía maravillarla en el hombre, pronto mutó a irritación. Su falta de modales le hicieron compararlo constantemente con los hombres ejemplares del pueblo y que, en el pasado, ella había rechazado. Su incapacidad de sostenerla a ella y a su hijo sin el apoyo de su padre, aliaron a Milk junto a Ox. Así, cuando Gohan cumplía los cuatro años de edad, la mujer exigió a su esposo que se alejara de su familia.

El tiempo transcurrió rápidamente. El alivio de la separación y la creciente necesidad de su hijo de ver a su padre, calmó los ánimos en Milk. Fue así que Gokú comenzó a visitar con frecuencia a la familia.

Con la prolongada ausencia un marido, despertaron en Milk las pasiones dormidas; pero ya no existía quien las calmara. Desde su matrimonio con Gokú, su valía social descendió notablemente. Ahora separada y con un niño, no había nadie que la pretendiera en matrimonio por segunda vez. Así, durante sus visitas, veía a Gokú con irritación. Secretamente lo culpaba de su soledad. Sentía su odio por él palpitar vehemente en su pecho al recordar que su honra había sido entregada a un hombre de tan poca valía. En más de una ocasión su propia consciencia la humillaba por haberse dejado llevar por sus pasiones. Pero eran estas mismas que la lanzaron de vuelta a los brazos de hombre que tanto decía odiar.

Gokú había tenido el privilegio de conocerla en su más oscuras e intensas pasiones, por lo tanto, era él, el responsable de apagar sus antojos de carne y lujuria. Él con la esperanza de haber recuperado a la familia perdida, se dejaba llevar por el arrebatado afecto femenino. Pero una vez que la mujer conseguía lo que su cuerpo demandaba, se alejaba con la frialdad de siempre. Así, el hombre se vio envuelto en un secreto clima de fuego y hiel que no acababa jamás.


Los días avanzaron tan lentos como solitarios para Videl. Ox, solía estar ocupado con sus asuntos de hombre importante; Milk, siempre estaba dando las directrices del quehacer doméstico en aquella gran casona; y Gohan no solía gozar de descansos en sus largas rutinas de estudio.

El calor solía asediarla en aquellos días de intenso verano. La madera de las murallas de su habitación mantenía suspendidas las partículas de aire cálido. Ella solía contemplar anhelosa el lago que, a la distancia le ofrecía aguas frescas y cristalinas. Aquella casa era un desierto solitario, seco, silencioso y sofocante; y ella necesitaba el líquido refrescante, el murmullo de la naturaleza y al menos un alma que le hiciera compañía.

—Launch —habló a la mujer que se encontraba junto a ella —¿crees que sea posible que me acompañes al lago?

La mujer la miró con sorna.

—¿Por qué crees que tengo que estar contigo toda la maldita tarde? Precisamente para que no vayas a ninguna parte, niña.

—Pero si consulto a mi abuelo quizás él…

—Olvídalo. No es él quien me pidió que me encargara de vigilarte. Es a otra persona a la que debes convencer —sonrió con malicia.

—¿Con ella? —inquirió a la vez que miraba fija y expectantemente a la mujer.

—Sí, con tu tía Milk —contestó burlona.

Sin necesidad de pensarlo nuevamente, la niña desistió de sus pretensiones de salir de paseo.

Sin embargo, sus deseos se vieron favorecidos una tarde en que Milk y Launch debieron visitar el pueblo. Con el permiso de Ox, Dinnar, hermana melliza de Launch y maestra de Gohan, suspendió sus lecciones, y los niños pudieron salir rumbo al lago.

Desde la orilla, las aguas lucían diáfanas y dóciles. La extensa pradera, que acababa donde se alzaban las montañas, rodeaban la extensa porción líquida. Apenas se oía el murmullo de viento acariciando las hojas verdes de los árboles.

La brisa renovó los espíritus fatigados de los niños. Sus sonrisas complacidas por el ambiente que los envolvía con el sutil aroma silvestre, les hizo decidir recostarse sobre el césped. Pasaron largo rato dejando que sus sentidos se vincularancon las tierras que los cobijaban tan gratamente.

Al poco rato, Videl sintió cómo el sol desde su punto más alto, comenzaba a cubrirla con sus rayos más potentes. Se reincorporó y observó a su acompañante. Este ya no tenía el rostro de quien disfruta del paisaje obsequiado por la naturaleza, sino la expresión de quien duerme profundamente.

—Gohan —la muchacha lo sacudió sutilmente. —Gohan, despierta —repitió. Pero el niño no reaccionó, por lo cual, decidió no insistir.

En su lugar, decidió explorar la zona. Caminó por un pequeño muelle que se alzaba en los primeros metros lago adentro. Al llegar al fin de la estructura se sentó, dejando que sus pequeños pies se sumergieran en el agua. Le resultaba increíble cómo sus extremidades adquirían dimensiones mayores mientras estaban dentro del lago. De pronto vio dos salamandras que nadaban mansamente, era extraordinario ver en vivo aquellas criaturas que solo en la fotografía de una vieja enciclopedia visualizó alguna vez. Luego, fue el canto de un halcón el que cautivó su atención cuando alzó la vista y vio al ave volar rumbo a la cumbre de una montaña. Todo allí le resultaba alucinante. Desearía poder visitar a diario el lago. Si tan solo en unos minutos de exploración reconocía algunos de los más bellos ejemplares de la fauna, era posible que pudiera disfrutar y conocer muchas maravillas en el futuro.

Pero Milk, su tía no le permitiría jamás salir de aquella casa.

Según su abuelo, eso lo hacía porque le preocupaba que se hiciera daño o algo malo le sucediera. Pero ella no creía nada de eso. Sabía que eran otros los motivos de su notoria antipatía. Videl podría jurar que Milk no estaba de acuerdo con que ella viviera con ellos. Lo intuía por la frialdad de su recibimiento, por su afanoso intento de evitar que se acercara a Gohan y por la forma en que se dirigía a ella. Claro, las pocas veces que lo hacía. Aunque no lograba descubrir sus motivos. A veces deseaba preguntarle a Launch, pero en ella no solía confiar. Era la persona con quien pasaba la mayor parte de su tiempo, pero sus constantes burlas, solían hacerla desear mantenerse lejos de ella. Si bien solía sentirse sola, prefería descartar la presencia de Launch.

—¿Qué estás haciendo, Videl? —el repentino quiebre del silencio que la envolvía, la hizo brincar del espanto.

—Creí que dormías —dijo ella, agitada aún por la repentina aparición de su acompañante.

—Sí, pero como no te vi cerca cuando desperté salí a buscarte —contestó mientras se sentaba a su lado. —Perdóname por espantarte.

—Eso no importa —pronunció con indiferencia a la vez que veía a Gohan recostarse en el muelle.

—Qué fresquito está aquí —sonrió complacido.

—Qué haragán eres. No puedo creer que solo quieras dormir.

—Tengo mucho sueño. Mis lecciones cada día son más agotadoras.

—Pues dile a Dinnar que no sea tan estricta.

—Es mi mamá quien le dijo que debía darme tantas horas de lecciones.

—¿Y qué dice nuestro abuelo?

—Nada. Mi mamá no lo deja opinar sobre mis estudios. Dice que como él no estudió lo suficiente no puede hablar sobre la importancia de…

—¿Gohan? —la niña habló a su acompañante sin mayor éxito. Él había sucumbido al sueño nuevamente. —No puedo creer que te duermas mientras hablas—espetó contrariada.

Era normal que se sintiera exhausto y que deseara descansar. Pero también era cierto que oportunidades como aquella para salir a disfrutar, fuera de las murallas de aquella vivienda, no se presentarían fácilmente.

Con total sigilo, la muchacha salió del muelle rumbo a la pradera. No tardó en encontrar los restos de una corteza de árbol, hundida en su centro. Corrió con ella hacia el muelle, una vez ahí, se inclinó para hundirla, la sacó a la superficie con agua lacustre en su interior y con gesto travieso, se aproximó a Gohan y dejó caer sobre su rostro el líquido recogido.

El muchacho dejó escapar un alarido de espanto, a la vez que se reincorporaba y se encontraba con el rostro risueño de Videl.

—¿Por qué hiciste eso?

—No me parece justo que hayas decidido acompañarme solo para dormir. Además, me lo debías por el susto de antes —respondió con simulada molestia.

Él se limitó a tomar su cabeza apenado. Ella lo observó perpleja.

—¿Acaso no piensas defenderte? ¿O hacer algo al respecto?

—¿Algo como qué? —cuestionó ingenuo.

—Algo como esto —pronunció ella, a la vez que lo empujaba hacia el lago.

En medio de un nuevo alarido, Gohan se hundió en el agua, pero rápidamente alcanzó la superficie. Su mirada cansina había desaparecido y su respiración se volvió ágil. Parecía que bajo las aguas hubiese recibido una potente inyección de brío. Videl desde el muelle, reía mientras lo veía aletear; y deseosa de las aguas frescas del lago, decidió acompañarlo.

—Dime, Gohan ¿sigues teniendo sueño? —inquirió mientras se acercaba a él nadando.

—Claro que no. Porque me empujaste al agua.

—Lo siento, pero era la única forma de que te animaras a nadar conmigo. No tenías intención de hacerlo.

—No quería que te enojaras conmigo —masculló.

—¿Enojarme? —tras una breve reflexión, la niña rio divertida. —Esto es jugar, no hay motivos para enfadarse —expresó. —Además, cuando se trata de defenderte, no tienes que limitarte.

Entonces comenzó a lanzarle agua en medio de traviesas carcajadas. Gohan, advirtiendo la complicidad que emanaba Videl, confió en ella y devolvió sus ataques acuáticos con otros, incluso más potentes, disfrutando también de la jugarreta.

Unas horas más tarde, decidieron regresar a casa para evitar que Milk a su regreso sospechara de la salida; sin embargo, las huellas húmedas sobre la alfombra y la madera de las escaleras, la pusieron sobre aviso. La mujer, acompañada por Launch, subió escalera arriba, rumbo a la habitación de Gohan. Grande fue la molestia de la mujer al descubrir que los cuadernos de Gohan descansaban solitarios sobre el escritorio: Ni Gohan ni su maestra se encontraban en el lugar. Launch, al instante y por órdenes de la mujer, se dirigió a la habitación de Videl. Allí encontró sobre una silla la ropa húmeda que goteaba sobre el piso. La cortina de la habitación se meneaba, a la vez que un distante murmullo de risas se colaba por la ventana. Los niños corrían divertidos por la pradera.

—Señora —habló la rubia a Milk. —Vea esto —añadió a la vez que le señalaba la ventaba.

La hija de Ox, contempló con histeria como su niño se divertía en compañía de aquella muchacha que tanta cólera le hacía experimentar.

—¡Papá! —exclamó la mujer mientras entraba de golpe al despacho de Ox.

—Hola hija, ya llegaste —saludó casual, mientras redactaba un documento.

—Me puedes explicar por qué permitiste que mi hijo saliera de paseo con esa niña —reclamó con exaltada ira.

—Ah, es eso —pronunció casual. —Mis nietos estaban cansados, necesitaban salir a distraerse.

—¡Te dije que no quiero que ella se acerque a mi Gohan! —gruñó con lágrimas de tirria en sus ojos. —¿Acaso no vas a respetar lo que yo decida sobre la educación mi hijo?

—No exageres, Milk. Una tarde de distracción no le quitará inteligencia a Gohan.

—No se trata solo de eso. La compañía de tu nieta ilegítima lo está influenciando negativamente. No recuerdo alguna vez en que él me haya desobedecido, pero míralo ahora.

—Él solo ha seguido mis instrucciones.

—¿Tú le diste permiso? ¿Acaso quieres ponerlo en mi contra? ¿Quieres que mi hijo crezca como un rebelde que no respeta las instrucciones de su madre?

—Hija, será mejor que te calmes —suspiró indulgente, mientras dejaba su pluma en el tintero. —Entiendo que te sientas molesta por todo lo que significó para ti mi relación con Lippa. Pero no creo justo que te ensañes con la niña. Piensa que Videl es tercera generación en esa familia. Ella no tiene culpa de mis decisiones ni del daño que te han causado. Es una criatura inocente. Por favor, no le guardes rencor. Tampoco es sano para ti.

Por el rostro de la mujer, se deslizaron arrogantes lágrimas que se mezclaban con un ahogado sollozo que volvía de roca su pecho. Recordaba lo tranquila que era su vida apenas hace unos días. Pensó en las intensas y oscuras emociones que despertaba en su alma la inocente imagen de Videl y en la incomprensión hacia sus padecimientos.

—¡Tú eres el único injusto! —dando un gran portazo, salió del lugar.

Desde luego, le ordenaron a Videl que limpiara la humedad de su cuarto y el caos de tierra y agua que había manchado alfombras y escaleras. Por su parte, Gohan no pudo salir de su cuarto hasta la hora de la cena. O al menos eso pretendía en primera instancia su madre.

Con la clara intención de que su hijo escarmentara y recuperara el tiempo perdido, le ordenó que retomara sus lecciones en solitario; sin embargo, el calor de aquella tarde, el repentino contacto de su cuerpo con las aguas frescas y las exigencias escolares, hicieron que el infante cayera bajo los efectos de una ardiente fiebre.

Milk le procuró todos los cuidados necesarios y también, se ocupó de utilizar el padecer de su hijo como sustento de su razón ante Ox.

Las dolencias de Gohan se extendieron por siete días. Pero el cenit de su malestar se presentó en la tercera jornada. Fue allí, donde las aprehensiones de Milk se vieron también en su punto más alto. A cada hora iba hasta su habitación para procurarle cualquier atención que favoreciera su mejoría. Cuando ya en el quinto día de fiebres, Gohan se mostraba aún débil pero lúcido, un gran apetito lo invadió, fue así como su madre llevó hasta su cuarto un almuerzo más contundente que los caldos que hasta entonces le ofrecía.

—Me alegra ver que ya te encuentres mejor —expresó complacida, Milk, de pie junto a la cama mientras lo veía comer animadamente.

—Gracias mamá —pronunció él, mientras digería hambriento sus alimentos.

Instantes más tarde, Milk cargó sobre una bandeja un vaso con restos de una limonada que había llevado a su hijo horas antes y salió de cuarto. Le alegraba genuinamente que se encontrara mejor y también se sentía complacida porque podría utilizar incansablemente la enfermedad de su hijo como recurso para mantenerlo alejado de Videl.

Videl…

Vio con irritación la puerta de su cuarto. Sabía que en aquel instante se encontraba tomando lecciones con la maestra de Gohan. Ella jamás hubiera permitido que la niña estudiara junto a su hijo, pero su padre, su entrometido padre, siempre estaba tomando decisiones por ella.

Escucha, Milk —le dijo la noche anterior en su despacho. —Sé que culpas a mi nieta por la fiebre de Gohan. Pero creo que si la niña tuviera alguna ocupación se sentiría más a gusto y no desearía salir como sucedió aquella vez. Es por eso que quiero que estudie junto a Gohan.

¡Qué estás diciendo! ¡Claro que no permitiré eso!

¿Por qué no? A mí me parece que es una idea perfecta. Estamos pagando a Dinnar lo suficiente como para que se haga cargo de la educación de mis dos nietos.

¡Eso no me importa! Yo solo quiero que mantengas a esa niña lejos de mi hijo.

No puedo creer que seas tan, tan … ni siquiera encuentro un calificativo digno de tu comportamiento.

Pues no lo encuentres. Digas lo que digas, jamás permitiré que mi hijo vuelva a compartir con esa niña. Aunque tenga que levantar un muro dentro de esta casa.

No obstante, sucumbió rápidamente cuando Ox le informó que la enviaría a la escuela del pueblo.

¿Y cómo pretendes que la conozcan? ¿Como tu nieta bastarda? Deja de ponernos en ridículo como familia —vociferó aquella vez, con más ahínco que cuando su padre propuso que los niños estudiaran juntos en casa.

Es la única solución, Milk. Además, no puedes pretender que oculte a mi nieta de todo el mundo solo por complacerte.

Con su pecho fatigado por la indignación y comprendiendo la magnitud de su degradación si se hacía pública la existencia de Videl, se dio por vencida.

¡Tú ganas! —sin decir nada más, dejó al hombre solo en su despacho.

Ahora la imagen de Videl frente al escritorio instalado en su habitación, tomando lecciones con la maestra que ella había elegido como la más calificada para su hijo Gohan, la llenaba de una incontenible exasperación. Si no fuera por su padre, en aquel instante la arrastraría escalera abajo hasta expulsarla de su hogar. Ni su llanto infantil ni sus ruegos la harían retroceder en sus acciones. Pero su padre, siempre su padre aparecía ante sus intenciones para oponerse.

Tan intensos y oscuros eran sus anhelos, que olvidó que se encontraba junto a la cima de la escalera. En lugar de buscar el primer peldaño, intuitivamente intentó continuar su caminata por el llano pasillo.

Su bramido de espanto y dolor resonó por la vivienda, capturando la atención de Videl, Dinnar y su hermana Launch, quienes acudieron al instante hasta donde se encontraba la mujer.

—¡Tía! —prorrumpió alarmada, la niña mientras corría escalera abajo, encontrándose con el cuerpo retorcido de Milk, junto a la bandeja que cargaba y restos del cristal de vaso quebrado. —¿Se encuentra bien? —preguntó una vez junto a ella, al comprobar que se encontraba consciente.

La mujer, con gran esfuerzo se reincorporó. Aturdida, miró su entorno próximo, reconociendo a Launch aproximarse desde la cocina, a Dinnar de pie en el primer peldaño de las escaleras y a Videl, sosteniéndola de un brazo.

—¡Suéltame! —vociferó con desprecio. —No necesito tu ayuda —añadió mientras intentaba vanamente ponerse de pie. —Launch, ayúdame a recostarme sobre el sofá —solicitó adolorida y molesta mientras dirigía su mirada a la niña. —Dinnar, continúa con las lecciones. Esto no es un espectáculo —se dirigió ahora a la mujer de cabellos azules.

—Sí, señora —respondió al instante y empujando sutilmente a Videl por la espalda, la condujo hasta la habitación.

Durante el resto de la jornada, a Gohan le extrañó que su madre no fuera quien se dirigiera a su cuarto. Creyó que la mujer había salido de casa y que, por tal motivo, era Launch quien le dejaba sobre el velador sus comidas y medicinas.

El niño siempre se sintió intimidado por la rubia. Sus agrias maneras y constantes cizañas que lo oponían contra Milk, causándole castigos innecesarios, le inspiraban temor y secreta antipatía.

¿Qué? ¿Acaso no te gusta que sea yo quien te atienda? Deberías sentirte agradecido, mocoso.

El infante fácilmente adivinaba qué tipo de respuestas recibiría ante su tímida y educada pregunta. Por tanto, no se atrevió a consultarle el motivo de la ausencia de su madre. Menos aún, considerando la brusquedad y descuido intencional con el que dejaba caer la bandeja con sus medicamentos sobre el velador.

—Date prisa, niño. No tengo todo el día para estar vigilando que te mediques.

El niño Son, observó la brusca mirada verde que lo supervisaba. En silencio y conteniendo su nervioso temor, puso sobre su lengua una pequeña cápsula que logró consumir, gracias al vaso de agua que la acompañaba.

—Listo —pronunció, mientras la miraba con sigilo.

Launch sonrió sarcástica.

—¿Acaso crees que soy estúpida? ¡Bebe el maldito jarabe!

Milk le había advertido que Gohan sentía un especial desagrado por la amarga poción. Si bien su madre lo hizo con la intención de que Launch pusiera las gotas del jarabe en un vaso de jugo de frutas para menguar su mal sabor; la rubia ignoró aquel detalle para regocijarse con la nauseabunda expresión del muchacho.

—¡Vamos, qué esperas! —gruñó, logrando espantar al niño, obligándolo a depositar rápidamente las quince gotas de jarabe sobre la gran cuchara metálica. Como acto seguido, el rostro descompuesto de Gohan causaron la siniestra carcajada en la mujer que se retiró satisfecha del aposento.


Sus ojos se abrieron pesadamente. Sin duda, aquella velada había sido tan larga como poco productiva para su descanso. Ni siquiera necesitaba reincorporarse sobre la cama, ya se encontraba sentada con la ayuda de varias almohadas blancas acomodadas detrás de su espalda. Extendió su brazo hasta el velador para tomar la campanilla que le permitiera anunciarle a Launch que requería de sus servicios; sin embargo, su movimiento se detuvo bruscamente cuando un agudo dolor se posó sobre su vientre.

Levantó el camisón para observar la zona dolorida, descubriendo que su blanca piel se había coloreado de un amoratado tono como producto de su accidente del día anterior.

Considerando las dimensiones de la magulladura y el intenso dolor que esta le generaba, sabía que le sería imposible levantarse aquel día. Qué poca gracia le hacía estar convaleciente. Por una parte, seguía preocupada por la salud de su hijo y por otra, justo hoy recibía la tan ansiada visita de Gokú.

¿Cómo pudo ser tan estúpida de caer por las escaleras? Tantas veces por las noches, sin necesidad siquiera de una vela las había subido y bajado sin problemas. Pero ayer, a plena luz de una mañana de verano, cayó violentamente. Pronto recordó el motivo de su caída: Videl. La infame criatura, sumaba a su lista de desgracias una nueva. Pues solo por su culpa se encontraba inmovilizada en su cama. Pero eso no quedaría así, utilizaría toda su astucia para sacar provecho de aquella situación.

Aunque el dolor fue agudo, cogió con dificultad la campanilla. Ante el llamativo tintineo, Launch apareció tras la puerta.

—Buen día, señora —saludó con hosca cortesía.

—Buenos días, Launch. Hoy no me levantaré. Necesito que traigas mi desayuno, luego quiero que le digas a Gohan que venga a mi habitación.

—¿Algo más?

—Sí, quiero que el doctor venga a visitarme. Necesito que me examine.

—Como usted diga. Con su permiso —pronunció para luego retirarse y cumplir con las indicaciones de Milk.

Rápidamente su alimento matinal estuvo servido para ella. Aunque Launch sintiera una secreta animadversión por Gohan, solía mostrarse muy presta con Milk. Sabía que era su simpatía la que debía conseguir para continuar con aquel empleo ya casi vitalicio para ella.

Prontamente, con un tímido llamado a la puerta, Gohan se presentó en la habitación de su madre, tal y como ella lo había requerido.

A Milk le alegró ver a su hijo recompuesto casi del todo; sin embargo, él no manifestó el mismo sentimiento al ver a su madre.

—¡Mamá! ¿Qué te sucedió? —preguntó espantado al ver a la mujer convaleciente y notablemente adolorida sobre la cama.

—Hijo, qué bueno que estás aquí —expresó con pocos ánimos. —Ayer sufrí un terrible accidente.

—¿Un accidente? ¡Pero cómo! —el infantil semblante palideció ante las escuetas pero alarmantes palabras de Milk.

—Luego de llevarte tu medicina, caí por las escaleras. No puedo moverme —narró con voz quejumbrosa.

El niño reflexionó un instante sobre las palabras de su madre. Rápidamente llegó a una conclusión.

—Fue mi culpa. Te caíste por estarme cuidando —manifestó deprimido.

—No, Gohan. Claro que tú no eres el culpable —contradijo indulgente. —Es cierto que sucedió mientras te cuidaba. Pero el motivo real de mi accidente fue la fiebre que pescaste cuando saliste a nadar al lago. Tu jamás saliste a nadar, menos sin mi permiso. Por eso no eres tú el culpable. La única responsable de todo esto es Videl. Si ella no te hubiera incitado a salir contra mi voluntad, nada de esto hubiera ocurrido.

—Pero mamá, fue mi abuelito quien…

—Tú no hubieras deseado ir al lago si no fuera por esa niña. Ella es la culpable —interrumpió antes que su hijo terminara su alegato, pues no parecía muy convencido por las palabras de Milk. Pronto, se le escapó un alarido de dolor.

—Mamita, ¿te duele mucho? —preguntó preocupado.

—¿Acaso piensas que estoy exagerando? —con un claro sentimiento de ofensa, respondió a su hijo mientras sostenía su vientre.

Luego, remangó su camisón y expuso el vientre amoratado, que fue visto con estupefacción por Gohan.

—¿Exagero?

—No —pronunció el niño con dificultad.

—Entonces, te pido que no te acerques a Videl. Si apenas en unos días de estar en esta casa ha sido la culpable de tu fiebre y de mi accidente, no quiero pensar qué más pueda suceder —expresó con fingida angustia. —Por favor, Gohan. Mi Gohan. Ayuda a que tu madre pueda estar más tranquila. Te lo pido a ti, como el hijo tan obediente que eres. Si otra tragedia llega a suceder, ya no será ella la culpable, sino tú por apoyarla en sus fechorías.

La idea de cargar con la culpa del llanto de su madre lo invadió de un agobiante temor. Jamás querría que los sufrimientos de Milk se debieran a su culpa y si bien no creía que las acciones de Videl fueran ejecutadas con dobles intenciones, confiaba en que el criterio y el consejo de su madre eran los correctos.

—Te lo prometo, mamá. No volveré a acercarme a ella.

No debió transcurrir demasiado tiempo para que Videl advirtiera el trato esquivo de Gohan. Durante sus lecciones, cuando ella lo saludaba animadamente, obtenía como respuesta escuetas palabras que se limitaban a la cortesía; a veces, la niña le consultaba sobre la traducción de una palabra inglesa, y él negaba la respuesta con un simple "no lo sé"; y otras veces, cuando las extensas horas de estudio comenzaban a inquietarla, a escondidas de Dinnar, intentaba dialogar con él a través de papelitos, pero él se refugiaba en sus cuadernos y en la resolución de algún ejercicios para no responderle.

Milk le exigió a Dinnar que no fomentara durante las horas de estudio la amistad entre los niños. Le advirtió sobre la rebeldía y malos modales que caracterizaban a Videl por lo que le aconsejara tener especial cuidado con ella. Y por supuesto, evidenció su inconformismo con la presencia de la muchacha en su casa. Esa decisión había sido tomada por su padre y nada que ver tenía que ver con ella ni con su hijo.

Aunque melliza de Launch, Dinnar poseía un carácter amable, sensible y afable; muy distinto al de su hermana. Por tanto, reconoció el exagerado prejuicio que Milk había creado en torno a Videl, y si bien obedeció durante algunas semanas las indicaciones de Milk, decidió ignorar sus palabras cuando vio una espontánea reconciliación entre los infantes.

Fue cuando la maestra les indicó como tarea escribir una composición que hablara sobre un héroe y sus hazañas. Videl, muy imaginativa, leyó desde su cuaderno una extensa historia que comenzaba con el relato de la vida de un bebé extraterrestre llamado Zanahoria, que fue enviado desde otro planeta a la Tierra, para que cuando creciera, con sus poderes destruyera a la humanidad. Pero que al recibir un golpe en su cabeza, se volvió bondadoso y perdía su maldad.

Gohan escuchó maravillado la historia que la niña narró. Terminada su historia, Dinnar interrogó al niño.

—¿Qué momento de la composición de Videl fue tu preferida, Gohan?

—Cuando Arroz defendió al planeta.

—¿Acaso Arroz fue tu personaje favorito?

—Sí.

—¿Y eso por qué?

—Porque él solo peleaba por proteger a sus amigos, pero quería tener una vida normal.

—¿Hay algo que quieras decirle a Videl sobre su composición?

—Sí —respondió sonriendo a la vez que giraba hacia su lado para mirar a la niña. —Te felicito, tu historia estuvo muy entretenida.

—Gracias. Mi papá solía leerme muchos cuentos y otras veces los inventábamos. Esta historia es una de ellas.

—Felicidades, Videl —congratuló, la mujer de cabello azul.

Así, los niños en silenciosa complicidad con Dinnar, continuaron su fraterna amistad. Aunque durante el desayuno, el almuerzo y la cena fingían indiferencia; durante sus lecciones disfrutaban de sus compañías. Aprendieron, se apoyaron y disfrutaron juntos.

Un día, Dinnar se mostró exhausta durante la clase de historia que dictaba. Su pálido semblante y el sudor frío que lo adornaba, llamaron progresivamente la atención de los niños. Pero ante las preguntas que le dirigían sobre su estado, ella contestaba con un animado "estoy muy bien, no se preocupen".

Aunque con una compartida suspicacia, Gohan y Videl se dejaron llevar por sus palabras y continuaron sus estudios.

La maestra demostraba gran destreza para enseñar a los niños acontecimientos políticos sin que en ellos despertaran bostezos o ansias por acabar con la lección. Pues, como si se tratara de un relato de ficción, la mujer otorgaba a los hechos emociones y cierta familiaridad que cautivaban la atención de sus estudiantes. Pero hoy, algo extraño ocurría: su voz sonaba lenta y pesada; y sus palabras escasas y aisladas, convencieron a los niños de algo malo le ocurría.

—Maestra, creo que debe descansar —manifestó Gohan mientras se acercaba rápidamente para sostener su cuerpo tambaleante.

—Siéntese aquí —pronunció Videl mientras le acercaba un pequeño sofá celeste.

—Gracias, niños. Son muy amables —expresó con voz fatigada, Dinnar.

—Si quiere puedo ir a buscar a mi mamá.

—No. No es necesario, Gohan. Solo necesito un momento para reponerme…

Pero sus ojos se desorbitaron y su voz se apagó, a la vez que el peso de su cuerpo caía involuntariamente sobre el sofá.

—¡Maestra! —alertado por el repentino decaimiento de la mujer, Gohan comenzó a sacudirla para hacerla reaccionar. —No despierta.

—Gohan, quédate con ella. Yo iré a buscar a tu mamá para que nos ayude —indicó Videl y luego salió corriendo desde la puerta.

Detestaba la idea de buscar ayuda en Milk. Pero sabía que la urgencia de la situación lo ameritaba. Además, no había nadie más en casa: su abuelo Ox había salido a encontrarse con un hombre con quien hacía negocios y Launch había sido enviada al pueblo por víveres. Solo en su tía podía encontrar socorro.

En cuanto se encontró ante la puerta de su cuarto, ingresó con urgencia.

—Tía, nuestra maestra se desmayó y necesitamos...

Su alertado mensaje se vio interrumpido por su propia sorpresa al ver a la mujer, desprendiéndose de los labios y del agarre fiero de los brazos de su errante marido.

—Mamá… papá…

Detrás de Videl aparecía Gohan, sorprendido y esperanzado a la vez, al ver a sus padres en tan comprometedora y afectiva situación.

En primera instancia, el rostro de Milk reflejaba el pasmo que despertaba en ella el sentirse descubierta. Pero pronto todo su inicial asombro mutó espontáneamente en enojo, que se evidenció fácilmente en sus palabras.

—Qué demonios están haciendo ustedes aquí.

—Es que nuestra maestra no se sentía muy bien y…

—¡No me importa que pueda estar pasando con ella! Primero deben llamar a la puerta, no me importa si se está muriendo ¡Deben anunciarse en mi cuarto! ¡Fuera de aquí! —vociferó, a la vez que tomaba de un brazo a Videl y la empujaba fuera de su habitación, luego, de un gran portazo, regresó con el hombre.

—No debiste enojarte con ellos, Milk —opinó conciliador, Gokú. —Fue solo un accidente.

—Sí, un accidente que puede hacer que mi hijo se haga falsas ilusiones ¿Acaso no viste como nos miró?

—¿Qué tiene de malo que nos vea juntos? Solo falta que te decidas para que yo vuelva a vivir con ustedes. Sé que me necesitas aquí —expresó mientras que jugueteaba con el primer botón del vestido de la mujer. Ella se liberó en el acto.

—No te confundas. Lo que tú y yo tenemos no tiene nada que ver con la familia que hace tiempo fuimos. Jamás permitiré que vuelvas a vivir con nosotros.

—¿De veras? —cuestionó con falso asombro. Para él, el carácter severo de su esposa, era su mayor gracia y, por tanto, no daba mayor importancia a sus palabras.

Con insistente galantería, Gokú envolvió a Milk con el calor y la osadía que quebrantaba su voluntad. Así, olvidaron por completo a los niños y su llamada de auxilio.

Vanamente intentaron reanimar a Dinnar. La mujer estaba sumida en un profundo sueño que no sucumbía ante los estímulos que Videl le procuraba. Así, decidieron velar su sueño hasta que despertara por su cuenta.

Pero el ruido de los cascos de caballos fue un buen indicio. Gohan corrió hacia la ventana y vio a su abuelo bajar del carruaje que lo traía de vuelta a casa.

—¡Abuelito! —prorrumpió a la vez que se dirigía hacia Videl. —Ya llegó nuestro abuelo, vamos a pedirle que nos ayude.

—Sí —contestó ella, a la vez que salía tras el niño. —¡Abuelo! —exclamó angustiada cuando lo vio cruzar el umbral principal de la casa.

—Hola Videl, Gohan ¿Por qué traen esas caras? ¿Acaso sucedió algo en mi ausencia?

Gohan le relató el desvanecimiento de Dinnar. Entonces fueron a verla. Ox decidió acomodarla sobre la cama de Gohan y solicitar a Launch que fuera en búsqueda de un doctor. Pero los niños le informaron que la mujer no se encontraba en casa.

—¿Y Milk? ¿Dónde está tu madre? —ante la pregunta, el niño guardó un temeroso silencio.

—Cuéntale, Gohan. No tiene nada de malo —le susurró al oído, la niña.

—¿Qué es eso que no me quieres decir? —cuestionó a su nieto. —Videl, por favor cuéntamelo todo.

Entonces, con el entusiasmo e ingenuidad de quien ignora la complejidad de las relaciones humanas, explicó el hallazgo que hicieron en la habitación de Milk. Ox, sin contener su enojo, fue hasta la habitación de su hija. Allí encontró a Gokú abotonando su camisa y a Milk calzando sus medias. La escena tan cotidiana en los secretos amantes fue el detonante de la ira de Ox, que reprendió severamente a su hija y humilló a su exyerno despojándolo de la vivienda y lanzando sus botas por la ventana.

—Siempre creí que la mejor decisión que has tomado en la vida fue alejarte de Gokú. Pero nunca pensé que sería para volverte su amante.

—¡Cállate! No tienes ningún derecho de hablarme de esa manera.

—¡Sí lo tengo! Mientras viva lo haré porque soy tu padre.

—Sí que lo eres, pero no el mejor ejemplo de moral.

—Mi comportamiento no justificará jamás el tuyo. Además, nunca permití que siendo una niña me vieras en esas situaciones. En cambio, tú…

—¡En cambio yo qué!

—Permitiste que los niños te vieran besándote apasionadamente con ese hombre. Gohan ni siquiera fue capaz de mencionarlo, si no fuera por Videl yo…

—¡Qué dijiste! ¿Acaso fue ella quien te lo dijo?

—No intentes culparla de tus acciones. Ella solo respondió a mis preguntas.

Hasta el momento había contenido su repudio por la niña. Logró resguardar su desprecio bajo una aparente indiferencia. Solo permitió que ante su padre se revelara su sentir por ella. Pero ya no lo soportaba. Ella y toda su ascendencia familiar habían manchado el nombre de su familia y a pesar de eso, debía acogerla en su casa; por su culpa, su hijo se había enfermado y ella había caído desde las escaleras; y ahora era culpable de que Ox se inmiscuyera en su intimidad.

—Ya verá ¡Ya verá! —con histeria y pasos exaltados, la mujer salió de la habitación dando un gran portazo.

—¿Qué piensas hacer Milk? —preguntó su padre mientras la veía salir. Aunque enorme fue su asombro al escuchar el sonido de la llave girando en la cerradura. —¡Milk!

Sin responder a su padre, la mujer corrió escalera abajo, buscó en la cocina algo que le fuera de utilidad. No vio por ninguna parte la escoba, pero, vio sobre la mesa la enorme cuchara de palo con que Launch revolvía las comidas, la tomó entre sus manos y corrió rumbo a la habitación de Gohan.

—¡Videl! —vociferó colérica, a la vez que buscaba con la mirada a la infante.

—¿Mamá? —masculló curioso al ver la chispeante mirada de Milk.

—¿Dónde está esa maldita mocosa? —al no encontrarla en la habitación donde solían estudiar, corrió hasta el cuarto de la niña.

—¡Mamá! —Gohan espantado tras ella.

De golpe entró en la habitación, la niña la observó con ingenuidad.

—Aquí estabas…

—¿Sucede algo? —cuestionó curiosa.

Gohan, advirtiendo el uso que su madre daría al utensilio, tapó sus oídos y cerró sus ojos, a la vez que se arrullaba en el suelo.

—No quiero mirar. No quiero mirar —se repitió angustiado. Pero si bien sus párpados le permitieron privarse de la imagen, a sus oídos no lograron escapar los lamentos de dolor de Videl, mientras la mujer le recriminaba su indiscreción.

Ante cada clamor, Gohan suplicaba no se escuchara uno nuevo, pero el ensañamiento de su madre no decaía.

—Ya déjala, por favor. Déjala —susurraba, ya con sus ojos bañados de lágrimas de impotencia por el sufrimiento de su buena compañera y prima. Pero los castigos para Videl continuaban implacables.

—¡No te atrevas a volver a hablar sobre mí! —amenazó la mujer. —¿Me escuchaste? —exclamó mientras alzaba la cuchara a la mayor altura que su extremidad lo permitía.

—¡Déjala en paz!

Con una valentía y sublevación desconocidos para su madre, gruñó Gohan a la vez que se interponía entre su madre y Videl, recibiendo así, el golpe más duro sobre su espalda.

—¡Gohan! —la imagen de su hijo recibiendo el riguroso castigo, fue lo suficientemente impactante para bloquear la ira que la embargaba. —¿Por qué te interpusiste? Yo no quería… —retrocedió avergonzada y arrepentida, mientras escuchaba un contenido quejido de su hijo. —Perdóname.

Salió del cuarto, abandonándolo en medio de vacilaciones y culpándose de su estupidez.

—Videl, ¿estás bien? —preocupado, preguntó el infante mientras se reincorporaba pesadamente.

—No debiste ponerte en medio —contestó mientras secaba sus lágrimas de humillación.

—Ya no podía seguir viendo cómo te pegaba.

—¿Te duele?

—Solo un poquito. Déjame ayudarte —pronunció él, mientras la ayudaba a ponerse de pie.

Por supuesto, el castigo que Milk dejó caer sobre la niña, provocó una gran discusión con Ox. El hombre le prohibió acercarse a su nieta y más aún, aplicarle correctivos.

—Yo asumí sus cuidados y solo yo puedo decidir cómo educarla — indignado, le expresó aquella noche.

Luego, el hombre le suplicó a su nieta que perdonara el accionar de Milk.

—Ella es una buena mujer. Solo que a veces toma malas decisiones. Por favor, no te quedes con esta impresión de ella.

La niña con tal de complacer a su abuelo, se mostró de acuerdo; sin embargo, la desbordada cólera que percibió en la mujer aquella tarde, logró cohibirla irremediablemente. Además, comprendió que ella le profesaba un profundo resentimiento.

A la mañana siguiente, Gohan sin que su madre o Launch lo advirtieran, visitó en su habitación a Videl. La niña se encontraba sentada sobre su cama y sin apoyar su delicada espalda sobre las almohadas.

—¿Qué haces aquí, Gohan? Si tu mamá se entera nos meteremos en problemas.

—No te preocupes, ella no está —respondió sereno.

—¿Y Launch?

—Tampoco, salió con mi mamá.

—¿A qué viniste? —inquirió intrigada.

—Quiero que me acompañes al granero.

—¿Y eso para qué?

—Quiero que me ayudes…

—¿A qué?

—Mira —pronunció mientras le enseñaba con entusiasmo la cuchara de palo con que su madre la había castigado. —Quiero que la enterremos en el granero, así ella nunca más podrá pegarte.

La niña reflexionó concienzudamente. La propuesta de Gohan le parecía una buena solución a su problema, pero también era muy arriesgada.

—Pero se dará cuenta que ya no está entonces…

—Ayer la tiró en el pasillo. Pensará que ella la perdió.

—No lo sé, Gohan. Quizás…

—Recuerda que fuiste tú quien me dijo que no era malo defenderse. Yo quiero ayudarte a que te defiendas de mi mamá. Creo que está siendo muy injusta. Tú no eres una niña mala.

—Gracias Gohan, pero no quiero que te metas en problemas por mi culpa —manifestó cabizbaja.

—Ya te dije que no habrá problemas —sonrió confiado. —Vamos —expresó tomándola de la mano y dirigiéndose hasta el granero.

Allí, los niños rodeados de paja y tierra cavaron con sus pequeñas pero decididas manos un gran agujero donde depositaron el doméstico y arbitrario utensilio martirizador. Un insondable espíritu de comunión invadió a las pequeñas almas, que en aquel instante se convertían en cómplices en la ejecución de un justo crimen.

Ignoraban los niños que su acto secreto era vigilado por una atenta y maliciosa mirada. Milk no podía confiar en que Gohan no se reuniría con la niña en su ausencia. Fue así que, durante el desayuno fingió ante él que Launch la acompañaría al pueblo; sin embargo, confidencialmente, encargó a la mujer que se quedara en casa y vigilara de cerca a su hijo. Antes que los niños culminaran su misión, la rubia regresó a la morada a la espera de la llegada de Milk.

En cuanto arribó al hogar, se presentó ante ella.

—¿Hay algo que debas contarme?

—Sí, y no me creerá sobre qué se trata.

Launch relató con meticulosos detalles lo que había presenciado. Para Milk fue indignante descubrir la simpatía que su hijo manifestaba por su más acérrima enemiga. No le bastaba con desobedecer a su mandato de no acercarse a ella, sino que también estaba dispuesto a recibir por ella sus castigos y más aún, la ayudaba a esconder el arma con que era castigada.

No. Esto ya no tenía otra solución. Milk necesitaba separar lo antes posible a su hijo de Videl. No podía permitir que él se contaminara. Si su padre no permitiría que esa niña se fuera, debía sacar cuanto antes de casa a su propio hijo; aunque esta decisión la hacía pensar que asumía su derrota, no la depondría: enviaría a Gohan a estudiar al internado de la Capital Central. Lejos de Ox, quien constantemente le daba la espalda; lejos de sí misma, quien más lo amaba y más lo cuidaba; pero más importante aún, lejos del oprobio que representaba Videl.


N/A: ¡Hola! Espero se encuentren muy bien c:

En este capítulo se me ha pasado un poco la mano, respecto a las expectativas que tenía sobre la extensión en general de cada capítulo. Espero les guste, más allá de los sufrimientos de la pobre Videl.

Aprovecho de agradecer a LDGV, El Cuentista y a kellz19 por sus comentarios en el capítulo anterior :D

¡Muchas gracias a todos por leer! ¡Cuídense!