Por: Escarlata

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Las flamas frente a ella danzaban como serpientes enfurecidas, el calor en el cuarto era sobrecogedor, siempre había sido así. Las llamas le daban un color naranja como el atardecer a los muros del cuarto y a su rostro, mientras los símbolos religiosos parecían llenarse con vida propia gracias a la luz y el calor del fuego. Pero ella no notaba esos pequeños detalles, no, tenía su mente enfocada en el interior de las llamas frente a ella, fundía su mente y alma con el fiero elemento y todo el mundo a su alrededor desaparecía cuando se metía de lleno en la meditación.

Luego de las batallas, luego de todo lo sucedido, luego de la merecida paz y ante la promesa de un brillante futuro decidió que no debía bajar la guardia. No porque hubiera sobrevivido a todo quería decir que ya había alcanzado un estado espiritual alto, no. Estaba muy lejos de su meta y por eso se había impuesto un régimen de entrenamiento mental y espiritual.

La pereza no era ninguna excusa para una Rei Hino en su mayoría de edad.

Era viernes por la tarde, casi noche. Aun no oscurecía.

La sacerdotisa continuó concentrándose hasta que el símbolo de Marte en su frente comenzó a brillar como si estuviera al rojo vivo. Esa era la señal de que había alcanzado el punto máximo de su meditación y su fusión espiritual con el fuego. Algunas gotas de sudor comenzaron a empapar su frente y correr por sus mejillas, no tardó en sentir algunas gotas más correr por su espalda y pecho por debajo de la ropa.

No supo cuánto tiempo pasó así, pero sí percibió cuando una sensación fría le pegó por la espalda como si alguien hubiera abierto una ventana durante una fuerte nevada. Pese a la sorpresa no rompió su concentración en ningún momento, no cuando la sensación fría y la presencia nueva en el cuarto, suave, era algo que conocía muy bien.

El frío y el calor se mezclaron en el cuarto como si lucharan, como si se mezclaran las corrientes y dejaran tibieza a su paso, como si se abrazaran antes de fundirse.

Tan concentrada estaba que no escuchó cuando se abrió la puerta del salón, y menos cuando ésta se cerró, permitiendo que la inesperada visita quedara a solas con ella en el cuarto de meditación.

La recién llegada acababa de llegar de sus clases de la universidad, aun tenía su bolso con libros y sus gafas en el rostro. Algunas gotas en su cabello y ropa indicaban que afuera se había soltado la lluvia, como era común en esa época del año. Los lentes sobre su nariz reflejaban la luz del fuego, ocultando una mirada azul que denotaba una concentración similar al de la sacerdotisa. El brillante símbolo de Mercurio también había hecho acto de presencia bajo los mechones azulados que tapaban su frente.

La presencia ardiente y la brisa fría pelearon por largo rato hasta que se apagaron de golpe al igual que los símbolos en el par de frentes.

Rei soltó un fuerte suspiro y giró ligeramente el torso y el rostro para sonreírle a la recién llegada.

─Ami, si vuelves a hacer eso me dará una pulmonía, tú misma has dicho que no hay que exponerse a cambios drásticos de temperatura ─sonrió antes de estirarse y ponerse de pie.

─Lo siento ─se disculpó la aludida con un tímido y apenado gesto en el rostro─. Pero tú me has dicho que no debo perder la concentración y que debería ser capaz de alcanzar el estado de fusión mental con el agua.

─Sí, te lo he dicho y has mejorado mucho desde entonces –respondió con una sonrisa, secándose el sudor del rostro con el dorso de la mano.

─Permíteme ─interrumpió la chica genio y sacó un pañuelo bordado de su bolsa, mismo con el que le secó el rostro a Rei─. Hace mucho calor aquí, más que la última vez que vine. Tu fuerza está creciendo mucho.

La sacerdotisa se dejó hacer hasta que Ami estuvo satisfecha. Sin decir otra cosa de momento, la chica dejó sus bolso contra el muro, en un sitio donde no estorbaran. Hecho eso se sentó frente a Rei, que en ese momento ya estaba en una posición más cómoda en el suelo.

─¿Y qué trae a la Señorita Mizuno a mi humilde templo? ─preguntó Rei con una mueca divertida.

─¿No lo recuerdas? ─fue el turno de Ami de preguntar─. Me pediste que te ayudara con la relación de gastos y pagos del templo, hasta me pediste que me quedara el fin de semana aquí.

Rei hizo memoria y era cierto, le había pedido ese favor el día martes por teléfono. Ami no parecía muy contenta ante el obvio olvido.

─¡Lo siento! ─exclamó la sacerdotisa dándose un par de palmadas en la frente─. Pero está bien, ya le había avisado al abuelo que vendrías hoy ahora que hago memoria. De verdad lo siento, no era mi intención olvidarlo. He estado con muchas cosas en la cabeza en estos días con esto del Templo y mis estudios.

El gesto poco complacido de Ami la obligó a aumentar la intensidad de su súplica. Le tomó las manos, haciéndola respingar de sorpresa, pero la sorpresa fue mutua. Rei quedó extrañada de sentir las manos de Ami heladas como si estuvieran hechas de hielo. Por su parte, Ami sintió las palmas de Rei ardiendo como dos brazas al rojo vivo.

Se miraron la una a la otra, sorprendidas.

─Deben ser los restos del poder de hace un rato ─dijo Rei más para sí misma que para su amiga─. Creo que hoy hicimos más esfuerzo del habitual.

─Debe ser eso, siento que tus manos arden, pero no me queman.

Guardaron silencio unos momentos, parecían disfrutar del contacto de sus manos y saborear la sensación de calor y frío extrañamente entremezclado. Sin embargo, era una sensación familiar, una que ellas ya conocían, fue lo mismo que sintieron luego de su primer beso hacía algunos meses, cuando unas entrecortadas confesiones de interés mutuo finalizaron en un fuerte abrazo y un tímido beso.

Era una relación discreta, intensa, algo no declarado ni aclarado a los demás, pero amorosa cuando la privacidad y el tiempo se los permitía. Ese sentiendo, ese algo mutuo era solo de ellas dos.

─Me pregunto qué pasará si hago esto ─murmuró Rei con una mueca divertida y le dio un ligero beso en el cuello a Ami, debajo de la oreja, haciéndola estremecerse y respingar por culpa de la sorpresa.

─¡No hagas eso!

La sacerdotisa soltó una risa, sin liberar sus manos en ningún momento. Ami tenía un infantil gesto de reproche en la cara, pero pronto pensó en regresar el ataque. Sin que Rei se lo esperara, pues normalmente estaba acostumbrada al modo pasivo y llevadero de Ami, ésta le dio un beso también en el cuello. La sensación fue más fuerte esa vez. La piel caliente de Rei reaccionó a los fríos labios de Ami. Era como derramar agua helada en metal caliente.

Ami sonrió para sí misma al sentir que las manos de Rei apretaban las suyas en respuesta al gesto.

Sin esperar reacción alguna la estudiante repitió ese beso en el cuello, uno más en su mentón y otro cerca de sus labios al escuchar a Rei retener un suspiro y contener la respiración. Logró liberar una mano para quitarse los lentes y dejarlos a un lado, en ese momento le estorbaban un poco. Notó que Rei estaba por hacer algo al respecto y de inmediato apresó la mano libre de su compañera y se tumbó sobre ella, dejándola contra el suelo con los brazos por encima de su cabeza.

Rei estaba sorprendida, miraba a Ami con visible sorpresa en el rostro, normalmente la situación era al revés. La futura doctora notó al fin la posición en la que estaban y lo que estaba haciendo, y se sonrojó profundamente.

─Lo siento ─murmuró con las mejillas encendidas por la vergüenza.

La sacerdotisa analizó la situación, no le molestaba en lo absoluto. Le regaló una sonrisa e impidió que Ami dejara su posición.

─Aprovecha ahora que te estoy dejando ─dijo con una sonrisa provocadora y un tono coqueto.

─Rei-chan…

─En cuanto me libere quedaremos a mano y luego veremos todo el papeleo ─rió un poco, divertida al ver a Ami en ese lindo estado de nervios y pánico.

Un suspiro escapó de los lindos labios de Ami antes de corresponder la sonrisa con una más tímida. No necesito otra señal para volver a pasear sus labios helados sobre las mejillas de Rei, sobre sus ardientes labios rojos.

Sobra mencionar que esa noche no hicieron lo que se supone que iban a hacer. Lo pospusieron para el día siguiente.

FIN