Disclaimer: Los personajes de Nanatsu no taizai no me pertenecen, son obra de Nakaba Suzuki.


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Efecto Mariposa

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Capítulo 2

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"Sus poderes mágicos podían ser considerados como una bendición de las Diosas, pero para ellos, eran una maldición. Un constante recordatorio de que no importaba lo que hicieran, nunca podrían cambiar el cruel destino que los atormentaba."

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Corrió tan rápido como pudo, esquivando los escombros que otrora pertenecían a grandes y llamativos edificios, alzándose con orgullo en las calles de un reino próspero y pacifico.

Un reino que había caído en la destrucción por obra de la ambición de un hombre y las viles manos de un monstruo.

No sabía exactamente de quién se trataba, pero los cadáveres de criaturas que solo podían salir de los cuentos de terror utilizados por los humanos para hacer que los niños se portaran bien, además del ambiente que rodeaba al reino podían darle una idea al respecto.

Apretó los puños con fuerza. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que pasar esto ahora? El sello debería de impedir que volvieran. Sin embargo, encontrar la razón por la que había logrado escapar era irrelevante, lo que más le importaba era encontrarlos… encontrarla, y sacarlos de ese reino perdido a salvo.

Mientras corría en dirección a su casa – ignorando los cadáveres de las personas y criaturas que se encontraban en todas partes –, rogaba interiormente que ella se hubiera quedado en casa para cuidarlos, que su instinto de proteger a los que no podían hacerlo por si solos no hubiera aparecido, pero conociéndola…

Dio vuelta en una calle, viendo con temor los cadáveres de varias criaturas sobre la barda medio destruida del frente de su casa, otros estaban dispersos en el patio e incluso podía ver las patas traseras de uno colgar de la ventana del segundo piso. Sintió que sus corazones se retorcían de temor cuando notó la puerta abierta y la madera rota.

Como un huracán entró en la habitación, los estantes de los libros estaban caídos y rotos, libros y pergaminos esparcidos por todo el piso. La mesa se encontraba rota, como si alguien o algohubiese caído encima con fuerza. Había marcas de golpes y rasguños en las paredes e incluso en el techo, al igual que marcas de quemaduras donde solía estar su escritorio de trabajo.

No había rastro de ellos.

Dio un paso al frente, tal vez se encontraban refugiados en el piso de arriba, pero el frío acero de una espada en la garganta lo detuvo. A pesar de que debería sentirse amenazado por la acción, sintió como su cuerpo se inundaba de alivio, agradeciendo enormemente que estuviera ahí. No necesitó voltear a ver a esa persona para saber de quién se trataba, podía reconocer su presencia en cualquier lugar, además de que era el único que lograba atraparlo con la guardia baja.

¿Dónde están? — preguntó.

La hoja descendió, sin embargo, la persona que la empuñaba siguió sujetándola con fuerza en una pose defensiva, listo para usarla en cualquier momento.

Salgan — ordenó, su voz era grave y madura.

Una silla que se encontraba recargada contra el mueble bajo de la cocina se movió cuando la puerta se abrió ligeramente desde el interior, lo suficiente para que quien sea que se encontrara adentro pudiese ver lo que sucedía en el exterior. Distinguió un par de orbes azules brillar en la oscuridad junto a un resplandeciente cabello rojizo. La puerta se abrió de golpe, haciendo que tanto la silla como la puerta salieran volando y se estrellaran contra la pared adyacente, haciéndose pedazos. Dos borrones rojos se abalanzaron en su dirección, estrellándose con fuerza contra sus piernas, casi haciéndole perder el equilibrio.

Sus guanteletes emitieron un chirrido metálico cuando colocó sus manos sobre las pequeñas cabezas con cariño, acariciándoles suavemente el cabello.

Lo siento, debí estar aquí para protegerlos — dijo con tono culpable.

Los pequeños niños de no más de un metro de altura sacudieron la cabeza, negando sus palabras. No sabía si no podían hablar debido al miedo o porque estaban evitando llorar.

La puerta sur está libre, sácalos de aquí — se dirigió al adulto que solo los observaba en silencio.

Él no dijo nada, solo asintió con la cabeza. Envainó su espada en la funda que colgaba de su cadera izquierda y volteó a ver a los niños que se aferraban a sus piernas con una mirada nostálgica y un pequeño brillo de culpa en sus ojos.

Vayan con él, estarán a salvo — dijo con tono tranquilizador.

Los niños levantaron sus pequeños y regordetes rostros, viéndolo con grandes y cristalinos ojos de color azul y verde. Sabia que no querían alejarse de él, tal vez no volverían a verlo en un tiempo, pero también sabía que ellos comprendían la gravedad de la situación y que si se quedaban con él no podría concentrarse por completo en buscarla a ella.

Ellos asintieron con resignación en sus ojos, alejando lentamente sus pequeños brazos de sus miembros inferiores como si quisieran alargar el tiempo que estuvieran juntos lo más posible.

El hombre de un metro ochenta se puso en cuclillas, con los brazos extendidos hacia los infantes. Los niños abrazaron el cuello del hombre, cada uno en un lado opuesto. Él pasó sus brazos por debajo de sus glúteos y se levantó cuan alto era, llevando a los niños firmemente afianzados contra su cuerpo.

Inclinó la cabeza hacia el hombre mayor como única despedida, recibiendo el mismo gesto de su parte. Por otro lado, sus corazones se contrajeron de dolor y culpa al ver las miradas tristes y llorosas de los pequeños. El niño de ojos verdes, tan parecidos a los suyos, a pesar de la obvia tristeza y amargura de la despedida sonrió brillantemente.

Nos veremos de nuevo pronto — dijo con voz infantil, pero de una manera sorprendentemente madura.

La niña de ojos azules, siendo incapaz de hablar, solo pudo sonreír al igual que su hermano.

No queriendo alargar más esa amarga despedida, el hombre que los llevaba se dio la vuelta, dirigiéndose con paso seguro y firme a la puerta destruida. Por encima del hombro los niños voltearon a verlo por última vez, sacudiendo ligeramente sus pequeñas manos en despedida.

En el momento en que los tres cruzaron el umbral de la puerta, desaparecieron.

Teniendo una preocupación menos, salió corriendo de nuevo con dirección al centro del reino.

Los relámpagos se hicieron más fuertes, el cielo se oscureció aún más, consumido por la oscuridad del inframundo. Gritó su nombre mientras corría, deteniéndose ligeramente para localizar su presencia cuando la perdía. No supo cuánto tiempo estuvo corriendo, pero de repente, una fuerte luz iluminó todo el reino, los sonidos se silenciaron y los relámpagos se detuvieron, era como si todo se hubiese detenido. Y tan rápido como llegó, se fue.

El cielo ya no tenía un aterrador color negro, solo se veían las nubes agrupadas y grises dando inicio a una ligera llovizna que poco a poco fue incrementando su intensidad.

Corrió hasta casi llegar al origen de aquella extraña luz y entonces escuchó el sonido de un derrumbe. Deteniéndose a mitad de la calle, vio polvo levantándose a unas cuantas calles de distancia y se dirigió de inmediato a ese lugar.

Tenía un mal presentimiento.

Cuando llegó… se encontró con una escena que había visto demasiadas veces.

El control sobre sus emociones se perdió. Cuando el demonio frente a él volteó a verlo con una mirada de sorpresa, la ira que durante todos esos años se había acumulado lentamente en su interior empezó a liberarse. Le dio una patada, haciéndolo retorcer y luego le dio un puñetazo, enviándolo a volar a varios metros de distancia, llevándose consigo casas y cualquier cosa que se encontrara a su paso.

Jadeando ruidosamente giró su cuerpo, volteando a verla. Su cuerpo se encontraba recargado contra un pilar destruido, la armadura que en alguna ocasión le había regalado tenía un mortal hoyo en el pecho derecho. Ella lo vio con una mirada de infinito cariño, amor y devoción. Una mirada que solo tenía cuando lo recordaba todo. Y aunque se estuviera muriendo, llorando por una cruel despedida como aquella, ella lo miró fijamente con una mirada tranquilizadora y una pequeña sonrisa en el rostro, y con su último aliento dijo:

No llores… nos volveremos a ver.

Con pasos temblorosos se acercó a su lánguido cuerpo, no le importó que sus lágrimas cayeran libremente por su rostro, o que el demonio había regresado a donde se encontraban con la intención de matarlo. Para él, lo único que importaba era ella.

Se agachó a su altura, colocando su mano izquierda en su nuca y recargó su cabeza en su hombro.

Otra vez no pude salvarte… lo lamento, Elizabeth.

El dolor de perderla de nuevo, de no haberla podido proteger, la culpa de no haber cumplido con su promesa y la ira que poco a poco había estado llenando su interior se estaban desbordando de su cuerpo. Podía sentir el delicado control que todavía poseía sobre su poder debilitándose.

Yo… no se cuanto más podré soportar — dijo con esfuerzo, ignorando la voz del demonio a sus espaldas.

Habiéndose asegurado que los tres habían salido de los territorios del reino, desató todo su poder sin importarle nada. La tierra se partió en todas direcciones debido a la explosión de su poder, todo rastro de que alguna vez existió Danafor desapareció por completo.

De pie, en el borde del cráter que acababa de crear, observó lo que hizo sin verlo en realidad. Sus sentidos parecían haberse desconectado del resto de su cuerpo, todo se sentía tan lejano, tan irreal. Por su mente pasaban los recuerdos de cuando la conoció por primera vez en aquel lugar, del gran escándalo que ocasionó al salvar a una Caballero Sagrado de un reino enemigo, siendo él el Gran Caballero Sagrado. Los primeros días de convivencia en su casa, las misiones que realizaron juntos, esos días de completa paz cuando salían de los muros del reino e iban a los campos a relajarse. Rememoró todo lo que había vivido junto a ella.

Y mientras lo hacía, solo permaneció de pie, contemplando sin hacer nada la destrucción que provocó.

Pasaron algunos días hasta que volvió en si, tomando los fragmentos de su alma rota y reconstruyéndola. Al final, tarde o temprano volverían a reencontrarse.

Una figura llamó su atención cuando volvió a ver, era la figura de un dragón verde con un ojo color carmesí. Reconoció la figura de inmediato.

La tomó con su mano derecha y la sujetó con fuerza. Esa pieza era demasiado peligrosa como para dejarla suelta por el mundo. No podían permitir que intentaran utilizarla de nuevo y permitir que se repitiera esa catástrofe.

Las pisadas de sus botas metálicas al caminar hacían eco cada vez que daba un paso, encaminándose a la cima del cráter para salir de ahí. Sin embargo, el llanto de un bebé lo detuvo en su camino. Volteando a ver a sus alrededores, investigando el origen de ese ruido, encontró a una mujer recostada en el suelo de piedra y oculta entre unas rocas.

Se acercó a ella, sorprendido de que hubiese sido capaz de sobrevivir al estallido de su poder demoníaco, y más aún al notar el bulto que abraza protectora pero débilmente contra su cuerpo.

Colocó su rodilla izquierda en el suelo y dejó la figura de dragón sobre la tierra. La mujer debía estar a mediados de los veinte, vestía un vestido rosa claro que se encontraba completamente sucio, su cabello era castaño y no llevaba zapatos.

Resiste — le pidió.

La mujer abrió los ojos y lo miró. Con un gran esfuerzo físico se levantó con cuidado y con los brazos temblorosos le tendió el bulto que había estado abrazando.

Se lo ruego… — dijo con ojos verdes suplicantes derramando lágrimas — A mi no me queda mucho, pero por favor, a esta niña… sálvala…

Fue en ese momento cuando lo sintió. Sus corazones dieron un latido sincronizado más fuerte de lo normal. Su alma lo sabía incluso antes de verla.

El bulto era una bebé recién nacida. Sus mejillas eran rosadas y regordetas, una nariz pequeña y redonda. Sus pequeñas manos se extendieron felizmente en su dirección queriendo acercarse a él, pero fue el color de sus ojos y cabello lo que le hicieron llorar y decir su nombre con voz estrangulada.

Elizabeth…

Con cuidado y devoción tomó a la pequeña bebé de los brazos de su madre y se puso en pie. Pocos segundos después, la mujer cayó hacia atrás…

Había muerto.

Con la figura de dragón en su mano derecha y una bebé entre sus brazos, les dio la espalda a las ruinas del reino de Danafor y caminó hacia lo que tenía preparado el destino para ellos.

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Cuatro años antes de la destrucción de Danafor.

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Se sentó sobresaltado en su cama, provocando que la persona que se encontraba junto a él soltara un jadeo de sorpresa.

—Cielos — una mujer joven se quejó —. ¿Podrías despertarte de una manera más normal? Casi me provocas un ataque al corazón.

—Todavía te quedarían otros dos — sonrió un hombre joven de lado, volteando a verla. Si no fuera porque la persona frente a él era del sexo opuesto, pensaría que se estaba viendo en un espejo.

La joven vestía un mini short negro ceñido, una playera verde oscuro de tirantes que dejaba al descubierto su abdomen – y que tenía un profundo escote – y unas botas altas que le llegaban a la mitad del muslo de color café obscuro. Un atuendo bastante provocativo para su gusto.

Frunció el ceño, levemente disgustado por su elección de ropa, pero no podía hacer nada cuando esa particular manera de vestir había sido por la mal influencia de su maestra.

—¿Qué es lo que ocurre? — preguntó ella entrecerrando sus verdes y brillantes ojos —. Tu respiración es irregular, el color desapareció de tu rostro y literalmente puedo escuchar los latidos descontrolados de tus corazones.

—Solo imaginé lo que haría nuestro padre al verte vestida así — mintió él.

Ella no respondió, solo entrecerró más los ojos y cruzó los brazos por debajo de su pecho. Sabía perfectamente que estaba mintiendo y no iba a moverse de ese lugar hasta que respondiera con la verdad.

—Bien, te lo diré — dijo el joven con resignación —. Pero antes, ¿dónde está Ethan?

—Fue a Byron a buscar algunos ingredientes que nos hacen fal… — dejó de hablar cuando una idea se formó en su cabeza.

Él levantó una ceja, extrañado por cómo se detuvo tan abruptamente a mitad de la palabra.

—Viste algo, ¿verdad? — un brillo de comprensión apareció en los ojos verdes de la joven.

—Parece que no puedo ocultarte nada, hermana — confirmó con tono condescendiente.

—Soy la mayor de los tres, los conozco a la perfección.

Riéndose entre dientes, él hizo a un lado las cálidas cobijas de su cama y se puso de pie. La superficie fría del piso – y del ambiente en general – le provocó un escalofrío que lo recorrió desde la planta de sus pies desnudos hasta la raíz de su cabello, haciendo que se estremeciera y frotara sus brazos con la palma de las manos. la ligera camisa blanca y el pantalón negro de su pijama no fueron suficientemente cálidos para protegerlo de la temperatura exterior.

—¿Por qué hace tanto frío aquí? — le preguntó a su hermana, sorprendiéndose cuando vaho salió de su boca —. Se supone que estamos en pleno verano.

—Digamos que Sahara no está de buen humor hoy — respondió ella con una sonrisa misteriosa en el rostro.

—Llegó antes de lo que esperaba — dijo, aunque por su tono de voz, no parecía sorprendido —, ¿hace cuánto llegó?

—Hace como una hora — informó su hermana mientras caminaba hacia la puerta. Su largo cabello verde que le llegaba a mitad de la espalda se movió a un lado cuando volteó a verlo sobre su hombro izquierdo, su mano derecha en el picaporte —. Y no cambies de tema, aún tienes que decirme que es lo que viste.

—Lo haré, lo haré — agitó despreocupadamente su mano derecha, como si estuviera espantando una mosca —. Pero cuando Sahara se vaya, es algo que los tres debemos de discutir. Solos.

Notando el ligero tono serio en su voz, su hermana asintió con la cabeza y abrió la puerta de la habitación.

—¿Debo ocultárselo?

Sabiendo que se refería a Sahara, tarareó afirmativamente como respuesta. No sabía cómo reaccionaría si se enteraba que tuvo una visión, aunque – supuso – podría averiguarlo si usaba su poder mágico.

Sin decir otra palabra, su hermana salió de la habitación y cerró la puerta detrás de ella. Esperó a que sus pasos dejaran de escucharse por el pasillo y soltó un suspiro. ¿Por qué había tenido esa visión? Desde que había aprendido a controlar su poder mágico – y por una promesa que hizo – nunca había tenido una visión que involucrara el futuro de ellos, solo el de sus hermanos y algún evento relevante que podría afectar a toda Britania.

'¿Tal vez es eso?', pensó con el ceño fruncido.

Se mordió el labio inferior inconscientemente, un gesto que hacía cuando no sabía que es lo que debería de hacer. La única manera de saber por qué había tenido esa visión era investigar los eventos que sucederían después de eso, pero al hacerlo, estaría rompiendo su promesa sobre no ver sus futuros y tratar de intervenir.

Se revolvió el cabello en un acto de frustración, ¿qué se supone que debía hacer?

—Es algo irónico — dijo con desánimo —-. Se supone que yo soy el que puede verlo.

No llegaría a ningún lado si lo discutía consigo mismo en medio de su habitación, solo se provocaría un terrible dolor de cabeza. Lo mejor era esperar a su hermano Ethan y discutirlo entre los tres, después de todo, trabajaban mejor estando juntos

Con esa resolución en mente, caminó hacía la puerta de madera que separaba la habitación del cuarto de baño, pero cuando tomó el picaporte, el grito de su hermana – que resonó en toda la casa – lo alarmó. Sin querer perder tiempo valioso corriendo por el pasillo, bajando las escaleras y luego dirigirse hacia la habitación que usaban para realizar sus experimentos – donde sentía la presencia de su hermana –, usó teletransportación para llegar al lado de ella mucho más rápido. En menos de un segundo estaba de pie, detrás de ella, con su mano derecha lista para lanzar cualquier hechizo.

—¿Qué ocurre? — demandó.

Ella volteó a verlo con ojos verdes llorosos. Su postura antes tensa se relajó de inmediato y se llevó su mano derecha a la boca, tratando de evitar reírse por la escena que tenía enfrente.

—No te burles, Ewan — dijo ella con tono quejumbroso.

En el rostro de su hermana se apreciaban tres brillantes marcas rojas desde su sien derecha hasta la mejilla izquierda. Se habría alarmado ante esas heridas si no fuera porque podía ver a la pequeña culpable siendo sostenida con fuerza por su hermana, con los brazos completamente extendidos para que no pudiera rasguñarle de nuevo la cara.

—Cuanto tiempo sin vernos, Sahara — saludó Ewan con una sonrisa burlona.

La pequeña fiera de color negro detuvo sus garras en el aire y lentamente volteó a verlo. Sus pupilas prácticamente se habían convertido en dos líneas verticales y el color de sus ojos se había oscurecido a un azul rey. Casi podía ver un resplandor rojizo con forma de llamas rodear su pequeño cuerpo peludo.

—¿La curiosidad mató al gato? — dijo Ewan mientras enarcaba una ceja.

Sahara – quien se encontraba convertida en un gato – siseó enojada, el pelaje en su espalda se erizó y trató de escapar de las manos que la retenían para rasguñarlo.

—¡Suéltame Ellen! — dijo enojada la felina — ¡Voy a darte una lección, mocoso!

—¿Y cómo se supone que vas a hacerlo? — sonrió Ewan con superioridad.

—No la provoques — reprendió Ellen —, o voy a soltarla.

—Malditos mocosos — gruñó Sahara —. Soy su hermana mayor, ¿lo olvidaron?

Ellen abrazó el cuerpo felino de Sahara contra su pecho y le acarició la cabeza con su mano derecha.

—Ya, ya, no te enojes — dijo con tono condescendiente.

Una vena gruesa y roja apareció en la frente de Sahara y sus orejas se crisparon.

—… Mocosos… — gruñó Sahara.

La temperatura descendió repentinamente. Las superficies de cristal empezaron a ser cubiertas por una capa de hielo, al igual que el suelo alrededor de ellos.

—Hermana, si congelas la habitación, no seremos capaces de regresarte a la normalidad — expresó Ellen con tranquilidad, pese a que su cuerpo estaba parcialmente cubierto de hielo.

Levantando sus manos en señal de rendición, Ewan dijo con tono de disculpa:

—Perdón, no quise hacerte enojar, hermana.

Sahara cerró los ojos e inhaló profundamente, calmando sus nervios. Poco a poco el hielo empezó a desaparecer de las superficies de los muebles y del cuerpo de Ellen, la temperatura empezó a hacerse más cálida y la anterior aura asesina que rodeaba el cuerpo felino de Sahara desapareció. Cuando la habitación y el ambiente regresaron a su estado normal, una luz dorada apareció frente a ellos.

—¿Eh?, ¿qué pasó aquí?

Cuando la luz desapareció, pudieron ver la forma de su hermano Ethan. Vestía un pantalón negro, botas del mismo color que le llegaban a mitad de la pantorrilla, una playera sin mangas de color verde oscuro y una capa con capucha de color café oscuro. La capa estaba ligeramente húmeda, señal de que en Byron estaba lloviendo.

—¿Qué le pasó a tu cara, hermana? — preguntó Ethan con curiosidad, ladeando ligeramente la cabeza hacia la izquierda.

Pero antes de que Ellen pudiera responder, Ethan notó el felino negro que estaba abrazando contra su pecho y abrió los ojos sorprendido.

—¿Sahara? ¿Comiste los cubos de colores sobre la mesa? — preguntó Ethan.

—¡Pensé que eran dulces! — respondió Sahara en su defensa.

—Nunca comas algo hecho por nosotros a menos que te lo ofrezcamos — aconsejó Ellen.

—Demasiado tarde — dijo Ewan con una sonrisa ladina en el rostro —. ¿Ahora cómo te regresamos a tu forma humana? — meditó en voz alta, acariciando su barbilla con su mano derecha, adoptando una pose pensativa —. Esos cubos eran un prototipo, así que todavía no sabemos cómo regresarte a la normalidad.

—¡¿Qué?!

Ignorando el grito de Sahara y las risas sofocadas de sus hermanos, continuó diciendo:

—Supongo que solo tendremos que hacer varios experimentos y ver cual tiene efecto.

—Los voy a maldecir si me utilizan como su conejillo de indias — advirtió Sahara entrecerrando los ojos, su cola moviéndose inquietamente de un lado a otro.

—Era broma, hermana — dijo Ellen mientras caminaba hacia la mesa para dejar a Sahara sobre la superficie de madera —. A diferencia de nuestra maestra, nosotros no probamos nuestros experimentos en otros — de pie frente a Sahara, Ellen se llevó el dedo índice de su mano derecha a la barbilla y dio ligeros golpecitos sobre su piel mientras meditaba sus palabras —. Olvida eso, a los únicos que no utilizamos como nuestros conejillos de indias mágicos es a nuestra familia — reconsideró, con una sonrisa inocente en el rostro.

—…No sé si sentirme aliviada por eso o sentir pena por aquellos con los que han experimentado — dijo Sahara con una pequeña gota de sudor resbalando por su frente ante la forma tan despreocupada en la que lo dijo.

Riéndose alegremente por esas palabras – para consternación de Sahara –, tanto Ethan como Ewan se dirigieron a los diferentes muebles y estantes en la habitación para recolectar los ingredientes necesarios para hacer el encantamiento que regresaría a su hermana Sahara a la normalidad. Mientras tanto, Ellen estaba desocupando la mesa donde había dejado sentada a su hermana mayor felina y colocaba sobre su superficie los instrumentos y equipos que necesitarían para su elaboración.

—¿No sé supone que ustedes tres son magos? — preguntó Sahara, su cola se movía de un lado a otro con movimientos ondulantes detrás de ella.

—Lo somos… — inició Ellen, colocando en el centro de la mesa un pequeño caldero.

—…pero preferimos hacerlo… — continuó Ewan, tomando el último frasco de vidrio que necesitaban.

—…de esta forma — terminó Ethan, dejando caer sobre la mesa los ingredientes que había recolectado.

—Había olvidado su tendencia a dividir una oración entre los tres — dijo Sahara con un gesto de ligera tortura en el rostro.

Cuando eran niños, Sahara consideraba que era tierno el hecho de que ellos se repartieran una oración para que los tres pudieran hablar en cada ocasión. Parecía su forma de decir que los tres eran iguales y que no debían darle preferencia a uno por encima de otro. Pero conforme fueron creciendo, esa tendencia se modificó. Al ser trillizos, sabían perfectamente lo que estaban pensando los otros dos, por lo que sus conversaciones solo se trataban de palabras discontinuas y aleatorias o de simples exclamaciones donde nadie – a excepción de sus padres y hermanas mayores – podían saber su significado. Claro, después de que su padre los regañó por usar eso a su favor para molestar a sus hermanos, ellos dejaron de hacerlo, hablando como la gente normal lo hacía.

—Será mejor que no veas los ingredientes que utilizamos — sugirió Ellen.

Sahara parpadeó dos veces, saliendo de sus pensamientos y procesando lo que había dicho Ellen.

—¿Por qué debería hacer eso? — preguntó con extrañeza —. Yo también hago pociones, ¿lo olvidaron? Sé que algunos ingredientes pueden ser asquerosos.

En ese momento, como si hubiese sido iluminado por una gracia divina, Ewan golpeó su puño derecho contra la palma de su mano izquierda. Todavía no sabía a qué acuerdo iban a llegar los tres al discutir su visión, pero en el dado caso de que necesitaran hacer una reunión junto con sus hermanos mayores, entonces debían tener una manera de poder encontrar a Sahara, después de todo, solía ser tan escurridiza y difícil de encontrar como su actual aspecto físico.

Por un leve segundo se preguntó si esa era la razón por la que se había transformado en un gato, pero rápidamente alejó ese pensamiento.

—¿Qué ocurre? — preguntó Ethan con una ceja enarcada.

—Olvidé que tenía que entregarles unas pociones a las gemelas — respondió Ewan.

—¿Te refieres a las que dejó nuestro hermano mayor el otro día cuando pasó a visitarnos? — dijo Ellen sin perder el ritmo de la conversación.

No era de sorprenderse, estaba seguro de que había llegado a la misma conclusión que él y por eso estaba siguiéndole la corriente. Y claro, al ver que ellos dos se ponían de acuerdo en una mentira – y posiblemente sabiendo la razón de que lo hicieran gracias a su poder mágico – Ethan decidió unírseles.

—Pensé que esas pociones las habías hecho tú — reflexionó Ethan, fortaleciendo su mentira.

—Iré a buscarlas mientras ustedes regresan a la normalidad a nuestra linda hermana mayor — dijo mientras acariciaba la cabeza de Sahara.

La acción distrajo con éxito a su hermana de los posibles pensamientos sospechosos que estaban cruzando su mente puesto que siseó enojada y levantó rápidamente su mano – pata – izquierda para rasguñarle la mano.

—¡Deja de tratarme como un gato! — gritó Sahara indignada

Riéndose ligeramente por la actitud de su hermana mayor, Ewan salió de la habitación y se dirigió al sótano de la casa, lugar donde se encontraban todos sus artefactos mágicos, pociones que habían hecho, uno que otro experimento que no habían terminado y muchas otras cosas.

Bajando las viejas escaleras de madera hacía el sótano, comenzó a hacer una lista mental de las pócimas que tenían y cuales no levantarían sospechas en ninguna de las tres. Pero después de largos segundos de reflexión, llegó a la conclusión de que no era tan importante, Sahara y las gemelas nunca dudarían de algo enviado por su hermano mayor, así que mejor se puso a pensar en algo que fuera de utilidad para sus hermanas mayores.

Al tocar el suelo del sótano, usó un hechizo de fuego para prender las velas de los seis candelabros tipo araña que colgaban del techo. Cuando la luz hizo acto de presencia, reveló una enorme habitación subterránea. Claro, lo que ellos llamaban como "sótano" era en realidad un antiguo salón de baile de un viejo castillo que, debido a un desastre natural, había sido sepultado bajo toneladas de roca y tierra, pero que milagrosamente conservó su estructura bajo el peso.

Aun podía recordar la gran sorpresa que se llevaron sus hermanos y él cuando descubrieron ese lugar después de que uno de sus experimentos explotó y creó un enorme agujero en el suelo. Les había tomado todo un día acondicionar la habitación para convertir la mitad en una especie de almacén mágico y la otra mitad en un depósito para las pertenencias de sus hermanos.

'¿Tal vez deberíamos vender algunas de sus cosas?', pensó distraídamente mientras se dirigía a la sección de pócimas. Muchos de los objetos que tenían guardados podían considerarse como valiosas reliquias de tiempos ancestrales.

Paseando lentamente frente a un estante, fue descartando una por una las pociones hasta que sus ojos se posaron en un pequeño frasco transparente que contenía un líquido azul cielo. Sonriendo con satisfacción al recordar cuales eran sus efectos, lo tomó con su mano derecha y procedió a guardarlo en el bolsillo de su pantalón… fue en ese momento que se dio cuenta que seguía vistiendo su pijama.

—Y ninguno se molestó en decírmelo — susurró Ewan por lo bajo.

Chasqueó los dedos de su mano izquierda y un resplandor blanco rodeó su cuerpo, su pijama fue sustituido por un conjunto de ropa idéntico al de Ethan. Satisfecho con el cambio de atuendo, siguió caminando para encontrar otra pócima que les pudiese servir a sus hermanas mayores hasta que encontró un frasco ámbar con una etiqueta blanca con la figura de una persona durmiendo.

—Esto definitivamente les será de ayuda — dijo con una sonrisa ladina.

Guardando los dos frascos en los bolsillos de su pantalón, se dirigió a las escaleras para regresar junto a sus hermanos, pero de repente, la habitación frente a él fue sustituido por una habitación totalmente diferente.

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—Te lo advertí — dijo Ellen con una sonrisa socarrona en el rostro.

—En el infierno… — murmuró Sahara intentando no vomitar, su rostro había adquirido una tonalidad verde enfermiza —, ¿cómo demonios pudieron conseguir eso?

—No quieres saberlo — respondió alegremente Ethan mientras mezclaba el contenido de un caldero con una cuchara de madera.

Tragando saliva pesadamente, Sahara decidió que era buena idea seguir el consejo de su hermano menor, ya tenía suficiente con estar torturándose mentalmente al preguntarse de qué estaban hechos los cubos que se comió. Ella, a diferencia de sus hermanos, era una bruja, y aunque puede parecer que es lo mismo un brujo que un mago, existía una gran diferencia entre ellos. La principal diferencia entre los trillizos y ella es que ella podía maldecir a las personas directamente o crear algún artefacto mágico o pócima que tenía efectos negativos en alguien. Por supuesto, podía hacer artefactos con efectos positivos, pero personalmente prefería los negativos.

Volviendo al tema; gracias a ese conocimiento, ella estaba empezando a hacer una lista mental de qué ingredientes podían ocasionar que una persona se transformara en un animal… y la lista no estaba siendo nada agradable.

—¡Es hora de comer! — exclamaron alegremente Ellen y Ethan al unísono, sacando a Sahara de sus pensamientos.

Comprendiendo lo que esas palabras implicaban, el pelaje de Sahara adquirió una tonalidad azulada y después de un maullido horrorizado, salió corriendo a tal velocidad que dejó una cortina de polvo detrás de ella. No. Definitivamente no iba a comer esa cosa después de ver que contenía, prefería vivir su vida como un gato antes que hacer eso.

Con el cabello completamente desordenado, Ellen y Ethan vieron con desaprobación el lugar por donde había desaparecido su hermana mayor.

—Y se supone que ella es la mayor… — murmuraron al mismo tiempo en más o menos el mismo tono reprobatorio.

Con un chasquido de dedos por parte de Ethan, una luz blanca flotó sobre los brazos extendidos de Ellen, quien atrapó a Sahara cuando la luz desapareció.

—Hermana, no es tan malo como parece — canturreó Ellen, mientras sujetaba con fuerza el cuerpo de Sahara, quien se estaba retorciendo entre sus brazos para que la soltara, recibiendo un par de rasguños extras en sus antebrazos.

—¡No quiero averiguarlo…!

Aprovechando la oportunidad, Ethan metió la cuchara de madera en la boca de Sahara, haciendo que bebiera el líquido verde involuntariamente.

El cuerpo de Sahara se congeló, con su pata derecha delantera empujando el rostro de Ellen por la mejilla izquierda y su pata izquierda delantera a unos milímetros de rasguñar la muñeca izquierda de Ethan, quien le estaba sujetando sus patas traseras con una mano.

Tanto Ethan como Ellen vieron con interés y un poco de diversión como el pelaje de Sahara adquiría diferentes tonalidades de azul y verde hasta que se detuvo en un verde pálido.

—No sabía que los gatos podían hacer eso — dijo Ethan mientras soltaba las patas de su hermana felina.

—Aún tenemos muchas cosas que aprender, hermano.

Ethan asintió varias veces con la cabeza, totalmente de acuerdo con su hermana. Los dos dejaron su cuarto de investigaciones y se dirigieron a la sala, donde Ellen recostó el cuerpo todavía petrificado de Sahara sobre un mullido sillón.

—¿Deberíamos…? — comenzó Ellen, sentándose en el reposabrazos del sillón donde había acostado a su hermana mayor.

—Deberíamos — confirmó Ethan.

Por la expresión en el rostro de Sahara, parecía como si hubiese comido uno de los platillos preparados por su padre por primera vez en su vida.

—Aquí están — dijo Ewan caminando casualmente hacia ellos, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, pero al ver el estado en el que estaba su hermana mayor, levantó una ceja con curiosidad.

—Creo que el sabor fue bastante impactante — dijo en tono burlón Ethan.

—Y ya lo hicimos — comentó Ellen, adivinando los pensamientos de su hermano menor sobre mejorar el sabor.

Los tres voltearon a ver a Sahara cuando escucharon un sonido muy parecido a un lamento felino estrangulado y después vieron una cortina de humo blanco cubrir el pequeño cuerpo de su hermana mayor.

—No vuelvo a comer algo hecho por ustedes tres — escucharon a Sahara quejarse, todavía oculta por el humo.

—Eso es tan malo de tu parte — dijeron los tres al unísono con el mismo falso tono de desconsuelo.

—Y eso se escuchó tan falso de su parte — contraatacó Sahara con un bufido.

Los trillizos sonrieron con la misma sonrisa presuntuosa de su maestra.

Cuando el humo se disipó, pudieron ver el cuerpo humano de su hermana sentada con las piernas cruzadas sobre el sillón. Si Ewan pensaba que la ropa de su hermana mayor Ellen era provocativa, entonces no sabía cómo catalogar lo que llevaba puesto Sahara. Vestía un mini short ceñido de color rojo, zapatos planos del mismo color y un top rosa oscuro que solo cubría su pecho. Su largo cabello ondulado color lila estaba recogido a la altura de la coronilla dejando dos mechones sueltos para enmarcar su rostro. Sus delgados labios morados estaban torcidos en una sonrisa burlona debido a sus miradas curiosas.

—Pensaba pedirte como favor que fueras tu quien les entregara estas pócimas a las gemelas — empezó a decir Ewan —, pero ahora no estoy tan seguro.

—Ellas definitivamente van a hacer un alboroto al verte vestida así — concordó Ellen.

—Mira quien lo dice — expresó Sahara mientras levantaba una fina ceja con diversión aunque, ciertamente, su hermana pequeña ocultaba más piel que ella.

—Empiezo a preguntarme quien fue la alumna aquí — dijo Ethan con una mano en la barbilla, intercalando su mirada entre sus dos hermanas, sin poder ocultar la diversión en su rostro.

—Como sea — dijo Sahara agitando despreocupadamente su mano izquierda —, ¿por qué me pedirías ese favor, Ewan? Te tomaría menos de un minuto ir y entregárselas — cuestionó con sospecha.

—Hace mucho que no vas a visitarlas — respondió Ewan encogiéndose ligeramente de hombros —, solo pensé que tal vez te gustaría ir a verlas antes de desaparecer por quien sabe cuánto tiempo.

Sahara consideró seriamente sus palabras. Amaba a las gemelas y realmente las extrañaba, pero si ellas supieran lo que hace…

—Sigues creyendo que estarán molestas contigo, ¿verdad? — preguntó Ellen.

—Saben cómo son — dijo Sahara —. No importa si intentan matarlas, nunca le desearían el mal a alguien.

—Por algo nuestro padre dice que son idénticas a madre — comentó Ethan.

—Ellas no van a estar molestas o decepcionadas de ti — dijo Ewan —. Lo único que desean es que seamos felices.

—Dejen de consolarme como si fuera menor que ustedes — dijo Sahara con un bufido poco femenino —. Ya entendí, ¿de acuerdo? Ellas estarán preocupadas, como siempre. Y probablemente me van a dar una conferencia para que deje de hacerlo, pero al final lo van a aceptar y me pedirán que tenga cuidado — volteó a ver a Ewan —. ¿Me equivoco?

—¿Quieres que lo averigüe? — preguntó Ewan con una sonrisa en el rostro ya sabiendo su respuesta, y no exactamente por haber usado su poder mágico.

—No, lo haré yo misma — dijo Sahara mientras se ponía de pie.

Sonriendo triunfante en el interior, Ewan le extendió los frascos que había seleccionado.

—El azul ayuda a que las plantas crezcan más rápido — empezó a explicarle Ewan a Sahara —. Y el otro ayudará a domar a los demonios.

—Creí que ellos estaban bajo el cuidado del hermano mayor — comentó Sahara mientras examinaba de cerca el frasco ámbar.

—No soportó cuidarlos más de un año — dijeron los trillizos al unísono con grandes sonrisas burlonas en el rostro.

Una gota de sudor resbaló por la nuca de Sahara.

—Salúdalas de nuestra parte ~ — dijeron Ewan y Ellen al mismo tiempo mientras Ethan la teletransportaba a la casa de las gemelas.

Una vez solos, Ethan y Ellen voltearon a ver en perfecta sincronía a su hermano menor. Ewan levantó las manos en señal de rendición y se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas. Con un gesto de la mano del indicó que hicieran lo mismo.

—¿Entonces? — preguntaron Ellen y Ethan al mismo tiempo.

—Tuve una visión sobre ellos — dijo Ewan con seriedad.

—¿Qué clase de visión? — preguntó Ellen con cautela.

Considerando que era más fácil si lo veían por sí mismos, extendió sus manos con las palmas hacia arriba. Ellos entendieron lo que quería hacer y sujetaron sus manos con fuerza.

Lo que será — susurró Ewan.

Los tres cerraron los ojos cuando su mente fue inundada por las imágenes de lo que pasaría en el reino de Danafor.

Fue duro para ellos verlo. Presenciar la masacre, el dolor y la destrucción sin poder hacer absolutamente nada para detenerlo, solo contemplar cómo su mundo volvía a caerse en pedazos.

Cuando la visión se desvaneció, les tomó un momento de respiraciones profundas para calmar sus emociones y pensar racionalmente. Sus hermanos siempre decían que eran demasiado fríos y calculadores, que la maldición de sus padres no parecía afectarles, pero eso era completamente falso.

La única diferencia entre ellos y sus hermanos era que podían ocultar sus sentimientos y emociones tan bien como su padre.

—El dragón… — empezó a decir Ethan

—Sí, es parte del Ataúd de la Oscuridad Eterna — confirmó Ellen —. Lo sé porque una vez lo vi, cuando aún no controlábamos nuestros poderes.

—¿Deberíamos reunir las piezas antes y evitarlo? — dijo Ethan con el ceño ligeramente fruncido —. Creo haber visto una pieza del ataúd entre las cosas del hermano mayor.

—No — dijo Ewan, negando con la cabeza —. En realidad, creo que deberíamos dejar que ocurra.

—¿Qué? — dijeron los otros dos con incredulidad y una nota de enojo en su tono de voz.

—No me malinterpreten — dijo Ewan levantando las manos para calmarlos —. Al igual que padre y nuestros hermanos, deseo y quiero romper las maldiciones… pero creo que al dejar que mi visión se lleve a cabo nos dará la oportunidad que estábamos esperando para hacerlo.

—No nos has dicho todo, Ewan, todavía hay algo que nos estás ocultando.

Debido a que todavía se estaban tomando de las manos, Ewan les mostró la visión que había tenido cuando se encontraba en el sótano.

A diferencia del poder mágico llamado "Visión", que solo le otorga a su portador la habilidad de ver o escuchar de forma abstracta su futuro o el de las personas cercanas a él, el poder mágico de Ewan le permitía estar en el futuro de cualquier persona. Ver, sentir, oler, escuchar… era como si su alma se hubiese transportado a ese momento convirtiéndolo en un espectador invisible e impotente, puesto que no era capaz de intervenir.

Otra diferencia significativa entre su poder mágico y "Visión" era que él podía controlar sus visiones. La mejor forma de explicarlo era como si Ewan fuese el dueño de una biblioteca y cada libro representaba una persona diferente. Él podía elegir libremente que libro tomar y qué capítulo del libro leer siempre y cuando se tratase del futuro. Esto no quería decir que no pudiese tener visiones aleatorias en cualquier momento – como hace unos minutos – porque las tenía, pero había perfeccionado tanto su control sobre su poder que era demasiado extraño que sucediera.

—Entiendo — dijo Ellen cuando terminó la visión —. Pero es muy arriesgado.

—La única información que poseemos de los Diez Mandamientos es la que nos ha ofrecido nuestra maestra. Padre evita por todos los medios posibles hablar sobre ellos — dijo con una mueca de disgusto Ethan.

—Podríamos averiguarlo nosotros mismos — dijo Ewan mirando significativamente a Ellen.

—Le prometí a padre que no vería esa parte especifica del pasado — negó Ellen con el ceño ligeramente fruncido —. No quiere que ninguno de nosotros se entere de lo que hizo durante la Guerra Santa.

—No estarías buscando su pasado — aclaró Ethan —. Solo estarías buscando información sobre los mandamientos — Ellen volteó a ver a Ethan con una ceja enarcada —. Sabemos cómo funcionan nuestros poderes, hermana. Los tres tenemos poderes mágicos tan estrechamente relacionados que fácilmente podrían ser considerados como uno solo.

Ellen sabía lo que quería decir: si Ewan cree que es lo mejor, debemos de hacerle caso. Después de todo, es él el que puede ver el futuro.

—Entiendo cómo te sientes, hermana — dijo Ewan mirándola directamente a los ojos —. Yo también me siento incomodo con la idea de romper las promesas que le hicimos a nuestro padre…

—… pero si al hacerlo podemos romper las maldiciones, no tenemos otra opción — completó su oración Ellen con un suspiro de resignación al final —. De acuerdo.

—Primero debemos saber exactamente qué pasará si dejamos que la catástrofe de Danafor se lleve a cabo — comentó Ethan con una mano ahuecando su barbilla — Si no existe relación entre Danafor y los Diez Mandamientos, entonces tendremos que evitar que las vidas de miles de personas se sacrifiquen en vano.

—Pero si están directamente relacionadas…

—… buscaremos la forma de evitar que más vidas se pierdan.

Los tres asintieron de acuerdo, tratando de alejar el miedo e inseguridad que sentían por el inicio de un plan que podía afectar a toda Britania de maneras que ni siquiera podían llegar a imaginar.

Y aunque lo que estaban a punto de hacer podría considerarse como el acto más egoísta de todos los clanes, harían cualquier cosa para detener el sufrimiento de sus padres.

Así tengan que manipular el futuro de miles de personas, incluyendo a su familia.

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Continuará

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Nota de autor (1/07/2020):

En el capítulo pasado no lo dije porque aún tenía que organizar mi horario para poder escribir bien sin sentirme presionada (tengo otra historia en progreso), pero el tiempo de actualización de Efecto Mariposa va a ser de tres semanas. Intentaré apegarme a un solo día de actualización: exclusivamente los miércoles cada tres semanas. Lo intentaré porque a veces llega el día en el que tengo que actualizar y todavía hay detalles que debó corregir y ya no me da tiempo de subir el capítulo ese día y termino publicándolo al día siguiente. Si por alguna razón no pudo actualizar una semana, escribiré en mi perfil el nuevo día en el que subiré el capítulo.