¡HOLA!

Bueno, primero quiero decirles que no pensé que este fic iba a tener tan buena aceptación. No saben lo contenta que me hacen. Quiero agradecerles por eso y que sepan que ya las adoro. Y espero que así como yo no pienso abandonarlo, tampoco lo hagan ustedes.

Selene-Moonligth: Gracias por tu review. Y diré por aquí que me encantan tus historias. Y trataré de actualizar lo más rápido que pueda.

Anika-san: Muchas gracias. Espero que sigas leyendo porque se irá poniendo más complicado e interesante.

Cielfairy: Ya vendrán muchos más momentos de estos dos juntos. Gaara ha salido poco, pero ya se hará más presente. Gracias por tu review.

Mizzy Frost (Mika): Espero que sean la misma o si no me mataré, pero son los únicos reviews anónimos que tengo así que me arriesgaré. CHICA. Me haces tan feliz. Siempre me imagine a Matsuri como una especie de Hinata, sólo que no tan tímida y más agresiva. Así que me alegro que te guste. Y si, quería crear un ambiente de tensión sexual entre Matsuri y Gaara, pensé que no lo lograría pero ha dado resultado. Te adoro.

En fin. Adoro a todos. Los que leen y los que dejan reviews.

Espero que les siga gustando.

Matsuri estaba cómodamente sentada en el viejo mesón que hacía de mostrador en el restaurante. Sus piernas quedaban colgando y las balanceaba despreocupadamente. Estaba terminando la hora del almuerzo y solamente habían venido dos clientes. Nada más. Sabía que por la ubicación del lugar y la falta de dinero, sería muy difícil sacar adelante el restaurante, pero ahí estaba. Intentándolo. Deseaba que funcionara. Era una de las últimas ideas desesperadas para mantener a los niños.

Frunció los labios al contemplar el lugar casi vació.

Y volvió a su mente el desastroso encuentro con Gaara.

-No me gusta verte tan nerviosa, cariño. –Hiro, que estaba al lado de ella tratando de arreglar la caja registradora, le hablaba dulcemente. –A pesar de que tuvieron complicaciones, el plan fue todo un éxito.

-Tuvimos suerte, Hiro-san. Mucha suerte. Eso no es tener éxito. Además no puedo dejar de pensar que ahora estamos muchos más expuestos que antes. Estoy segura que Dai no se quedará tranquilo. Hay que tener mucho cuidado.

-Creo que tenemos un punto a nuestro favor. –Hiro le sonrió. –El Kazekage te preguntó por la muerte de Shiro, eso demuestra que no es totalmente indiferente. Dai sabrá que en estos momentos lastimar a otro niño del orfanato no es la mejor idea de todas.

Matsuri frunció el ceño. ¿Sería verdad aquello? ¿Podrían confiar la vida de los niños en esa pequeña posibilidad? Ella amaba a Gaara con todas sus fuerzas. Lo amaba a tal punto que lo había subido en un pedestal imposible de alcanzar, incluso para ella misma. Lo había amado desde pequeña. Desde que lo eligió como maestro, aún cuando todos los demás niños le temían. Y lo siguió amando aún a pesar de la gran distancia que creció entre ambos. Todo lo que hacía cuando no podía verlo era pensar en él, y todo lo que hacía cuando lo tenía en frente era entrar en pánico. Porque, para ella, cada segundo que podía estar junto a él se sentía muy importante. Se había tragado todo su amor y ahora se le desbordaba.

Pero aún con todo el amor y la admiración que le tenía, estaba enojada. Tan frustrada por la situación. Siempre lo había idolatrado como un hombre perfecto en todo, tanto que no podía entender cómo había tomado la estúpida decisión de dejar a Dai a cargo de los niños. En ese momento lo único que quería era tener la valentía de gritarle en la cara lo imbécil que estaba siendo.

-Matsuri. –Hiro volvió a hablar. –Dai y sus esbirros son los únicos responsables de lo que está pasando. Mantener controlado y complacido al consejo debe ser realmente una tarea difícil para el Kazekage. Además es muy joven. Cometerá errores al intentar mejorar las condiciones de la aldea. Lamentablemente, el consejo tiene hombres ya muy mayores, con mentes demasiado cerradas y, lo que es peor, con mucho miedo. Miedo a quedarse atrás debido a los cambios. No lo culpes.

-¡No lo hago! Pero es solo que…Pienso que por lo menos alguien tenía que haberte consultado. Tú has estado a cargo del orfanato durante mucho tiempo. Deberían haber preguntado tú opinión al respecto. Tú eres el que más conoce las necesidades de los niños. No se debería haber tomado una decisión así tan a la ligera. Es irresponsable.

-Eso es muy dulce de tu parte, Matsuri, pero el consejo es duro. Si ellos querían a Dai a cargo, no había razón para oponerse. Mi humilde opinión es innecesaria.

-¡Por favor! ¡Es el Kazekage de Suna! ¡Debería importarle una mierda la opinión de un grupo de viejos pervertidos!

-¡No hables de esa forma! Si qué eres toda una ninja, pero no dejas de ser una señorita. Compórtate como tal. –Hiro no dejaba de sonreírle aun cuando la regañaba. –Además, quiero que te quede esto bien en claro. Él no nos debe nada. Es lo contrario. Lo que la gente de esta aldea le hizo, lo que ancianos como yo le hicieron, no tiene perdón. Y aún así, se esfuerza por nosotros. Por todos nosotros. Sacrificó su propia vida por la misma gente que le hizo su infancia miserable. Y la arriesgó nuevamente, sin rastro de duda, en la guerra pasada. Si te soy sincero, se me caería la cara de vergüenza si tuviera que pedirle ayuda en esto también. Los ancianos como yo, o como los del consejo, no nos mereceremos jamás a alguien como él.

La chica guardó silencio y su mirada se ensombreció. Conocía la infancia de Gaara. No podía ni siquiera llegar a imaginarse el dolor que tuvo que haber soportado. Siempre solo, sin nadie que te cuidara o protegiera. Lo habían convertido en el arma que tanto querían y después, cuando se dieron cuenta que no lo podían controlar, lo llamaron monstruo. Cómo detestaba a esa gente.

Sonrió de manera triste.

Gaara había superado totalmente esa oscura etapa de su vida. Ahora era un hombre completamente distinto. En el pasado, cuando aún era su alumna, había llegado a creer que algún día se convertiría en alguien cercana para él. En una persona de confianza. Pero con el nombramiento de Kazekage sus infantiles esperanzas quedaron rotas. Después de todo, ella era una simple chica huérfana. Nadie importante. Y confió en que el tiempo y la lejanía se encargarían de borrar sus absurdos sentimientos, pero solo se acrecentaron. Echaron raíces en su interior. Y aquella esperanza, aquel sueño, esas ganas de querer formar parte de su vida, aunque fuera solo una mínima parte, no desaparecía. Y en ocasiones, se volvía tan grande que no la soportaba.

Lo extrañaba.

Lo extrañaba horrores.

La entrada de Mikoshi al restaurante hizo que perdiera el hilo de sus pensamientos. De un pequeño brinco sus pies tocaron el suelo y lo apuntó con el dedo de manera mal educada. Los clientes se habían marchado hace varios minutos.

-¡¿Qué mierda haces aquí?! ¡¿Quién está vigilando el orfanato?!

-¿Podrías dejas de gritar? –Mikoshi caminaba tranquilamente con una caja en las manos que dejo en el mostrador. –Mi madre le regala estas verduras, Hiro-san.

-¡Oye, deja de ignorarme!

-Tranquilízate, mujer. Estás que no puedes de los nervios. Todo está bien. Baki-sensei está cuidando a los niños y a las chicas. Yo vine a ver si puedo ayudarlos en algo.

Ambos chicos se sentaron en una de las mesas del restaurante, que estaba vació por completo.

-No puedo dejar de sentir que lo he arruinado por completo. –Matsuri resopló hastiada. –Y tengo miedo de que Dai pueda hacerles algo en venganza.

-Hiro-san ha hablado contigo ¿Verdad? –Mikoshi la observó fugazmente. –Si otro niño del orfanato resulta muerto o herido será sospechoso. No creo que por ahora se atreva a hacer algo. Ahora, escúchame bien, hay alguien que quiere hablar contigo.

Mikoshi dirigió su vista a la entrada del orfanato y la chica la siguió. Por la puerta cruzo Aki, un hombre alto, de cabello y ojos negros y facciones níveas. Un jounin de la Arena. El que había sido el líder de su última misión.

Entró y camino hacia ellos. Se sentó al lado del muchacho y saludo a ambos cortésmente. –Iré directo al grano. –Dijo seriamente.-Puede que tengamos algunos problemas.

-La historia de mi vida. –Matsuri estaba más que fastidiada. No podía entender como en tan poco días podían pasar tantas cosas malas. -¿Qué está sucediendo?

-Al parecer Dai devolvió el dinero de nuestra misión al país de las Rocas, disculpándose por no haber podido cumplir con sus expectativas. Pero el señor feudal de dicho país, devolvió el dinero junto a una carta para el Kazekage. No tengo idea de que trata la carta, pero mandaron a llamar a nuestro equipo para entregar el informe otra vez. –Aki fue directo y sin piedad.

Matsuri cubrió su rostro con sus manos en señal de hastió. -¡Esto me tiene hasta los cojones! ¡¿No entiendo que mierda le hice a Dai para que me odiara tanto?! ¡Yo no molesto a nadie! –A Matsuri le temblaban los labios por la frustración. –Soy una chica insignificante, no me gusta llamar la atención, paso desapercibida para todos. No logro entender que es lo que obtiene ese hombre al hacerme la vida imposible.

Mikoshi no pudo evitar sonreír levemente. La chica sentada en frente de él, su amiga de la infancia, su mejor amiga en la vida, era una completa idiota cuando se trataba de ella misma. Todavía no encontraba la manera de quitarle ese sentimiento de inferioridad que tenía tan arraigado en ella. Todos sabían que Matsuri era realmente especial, todos menos ella.

-La reunión no la solicitó Dai. –Aki continuó hablando. –Fue orden directa del Kazekage.

-¡Eso es todavía peor! ¡¿Por qué no le bastaría con lo que Dai le dijo?!

-Matsuri, cálmate. ¿Quieres? Todavía no sabemos lo que dice la carta. –Mikoshi siempre lidiaba con aquellos arranques de ira y malos modos. Los encontraba hasta divertidos. Era sincera, no se guardaba nada. Y era capaz de dar todo sin dudarlo por las personas que quería. Había veces en que el resentimiento hacía mella en él, al darse cuenta que la chica no podía ser feliz. Y en su interior, culpaba a Gaara por eso.

-Es verdad. –Aki suspiró tranquilamente. –No es la primera vez que hago una misión en el país de las Rocas. Conozco al señor feudal y su familia, son personas bastante humildes y honorables. Él y su hija prometieron no decir nada. Estoy seguro que no faltaran a esa promesa. Nuestro plan será el mismo. Diremos exactamente lo mismo que le dijimos a Dai. Hablé con los otros chicos y están de acuerdo. No nos delatarán. Así que no tienes de que preocuparte. Yo lo hice. Por lo tanto yo asumo toda la responsabilidad.

-¿Quieres que me quede tranquila con eso? ¿Qué pasa si Dai ahora se ensaña contigo? No puedo permitir que te hagan algo o que recibas un castigo por mi imprudencia.

-Chica, salvaste la vida de la hija del señor feudal y la mía de paso. –Aki le sonrió. –Eres fuerte. Y decidida. No te menosprecies.

Un leve rubor cubrió las mejillas de Matsuri. Nunca había sabido cómo responder a un cumplido. -¿Y tú por qué me estás ayudando tanto? –Le preguntó al jounin mirándolo seriamente.

Mikoshi frunció el ceño, tuvo la intención de decir algo pero sonaría demasiado a excusa.

-Porque a mí tampoco me gustan los hombres como Dai o, por lo menos, no me gustan que hombres como él tengan tanta autoridad para abusar de los más débiles. –Aki se puso de pie. –Eso es todo. Nos vemos en la tarde. –Se despidió rápidamente y desapareció del lugar.

Ambos chicos quedaron solos nuevamente.

-No quiero verlo. No tan pronto. –Matsuri se sinceró. –Estoy cansada de todo esto, de tener que andar a escondidas y con miedo, de contar mentiras una y otra vez, de no poder defenderme por solo el hecho de ser inferior.

-Existe la opción de ir y contarle todo lo que está pasando.

-¿Y qué si no nos cree? ¿Qué pasará con Hiro, las chicas y los niños? No puedo simplemente pararme e inculpar a alguien importante como Dai, sin pruebas. Sería un suicidio.

-¿Por qué estás tan segura que no nos creería?

-Porque es el Kazekage de Suna y nosotros, bueno… somos nosotros.

-Qué respuesta más estúpida.

-¡Oye!

-Sinceramente creo que usas el titulo de Kazekage como excusa para todo. –Mikoshi se puso serio de repente. –Sí, es verdad, es el líder más joven que la aldea haya tenido, es poderoso e importante, pero no deja de ser un hombre. Fue tu primer maestro. Hasta ahora eres la única alumna que él ha tenido. Eso debe significar algo. Todos sabemos que es una buena persona. A su manera, pero una buena persona al fin y al cabo –El chico rascó su cabello sin cuidado. –Te diré lo que pienso porque te quiero, y te quiero mucho, y no me gusta para nada verte sufrir. Puede que tu amor jamás sea correspondido, y creo que eso es lo mejor para ti. Y ya es momento de que empieces a vivir tu vida. Una vida que no gire en torno a la de él.

-¡¿Qué quieres decir?!

-Qué si no tienes el valor para decirle lo que sientes, y nunca lo tendrás porque tú misma has creado una pared entre ambos, deberías tratar de olvidarlo. Conoce gente. Has más amigos. Puedes enamorarte otra vez y mejor. Si te lo permitieras, estoy seguro que encontrarías a alguien que pudiera devolverte todo el amor que tienes para ofrecer.

-¡Si tengo valor para decir lo que siento!

-Oh vamos, eres una cobarde. Admítelo.

-¡No me da miedo decírselo! –Matsuri medio le gritó mientras sus mejillas se encendían. –Estoy segura que ni siquiera se reiría de mí. Es demasiado educado para eso. Tengo miedo de que no me responda lo mismo.

-Ya te lo dije. No me gusta verte sufrir. Pero esta vez prefiero que te rompan el corazón de una vez. Porque eres fuerte y podrás superarlo. Porque todos nosotros estaremos contigo y te ayudaremos. Un corazón roto es lo peor que podrías sacar de esto. Y los corazones se curan. – Mikoshi sonrió antes de volver a hablar. –Y en el mejor de los casos, existe la posibilidad de que te corresponda.

Hubo un pequeño e incomodo momento de silencio.

La carcajada de Matsuri se hizo escuchar fuerte.

-¡Eso sí que es estúpido! ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? –La chica tenía las mejillas rosadas y no paraba de reír.

Mikoshi frunció el ceño, pero tenía una gran sonrisa en su cara. –Lo que pasa es que no eres consciente de ti misma. Ya no eres su alumna. Ya no eres una niña pequeña. Eres una mujer, una que insiste en comportarse como la cría de antes cuando está en frente de él. Y eso es porque te aterra que exista la posibilidad de que tus sentimientos sean correspondidos. No te crees suficiente.

-Sólo es una idiotez. Es una fantasía. –Su carcajada fue reemplazada por una sonrisa melancólica. –Es el amor más imposible del mundo.

-Entonces ten la valentía de encontrarte uno real. Ya no debes perder el tiempo con un hombre que crees que jamás te responderá de la misma forma. Alejarse un poco también es sano. Quizás no notan que estás ahí, porque siempre estás ahí. Lo único que quiero es que de una vez por todas pienses en ti.

Mikoshi se fue y la dejó confundida y estresada.

Por más que lo intentara ella nunca había podido imaginar su vida de otra manera. Después de todo, esa era su vida. Correr ciegamente detrás de un amor que no voltearía jamás a verla. Era duro y doloroso. Frustrante hasta el infinito. Pero ella sería incapaz de compartir su vida con alguien más, no cuando él seguía tan presente.

Y, con toda la tristeza de su alma, comprendía que Gaara merecía a alguien mejor. Pero ella era terca e ingenua. Y había mejorado. Había mejorado por amor, para no perderlo por completo. Para seguir recolectando migajas de lo poco que había existido hace tiempo. La vida se le pasaba y ella sentía que se iba a morir de amor.

Llegó la tarde y tan solo al entrar a la oficina del Kage, sintió como le roía el corazón la negra alimaña del amor propio herido. Ella había pasado el día completo divagando en lo grande que eran sus sentimientos, en lo imperecedero que era su amor por él. En lo mucho que estaba dispuesta a darle, aunque no le pidiera nada. Entró a aquel lugar con miedo y, por unos segundos, quedo de piedra. Apretó los labios y hubiera rodado los ojos si otras hubieran sido las circunstancias. Incluso la presencia de Dai en la oficina dejó de ser importante.

La mujer estaba sentada en la silla de Gaara y daba vueltas en ella sin dejar de sonreír.

El kazekage estaba apoyado despreocupadamente por delante de su escritorio, con unos papeles en las manos, dándole la espalda a la chica que jugueteaba en su silla infantilmente.

Matsuri creyó que la decepción y los celos eran las únicas emociones que rugían con rabia en su interior. Se mordió el labio inferior de manera interna y se forzó a si misma a desviar la mirada de aquella mujer, que ni un solo reparo dio en ellos. Tenía que dejar de mirarla. No quiso mirar a la izquierda porque se encontraría con Dai y él no era la mejor opción para calmarse. Así que desvió sus ojos rápidamente a la derecha.

Garrafal error.

Tenía que haberse entrabado en una pelea de miradas con Dai. Eso era lo que tenía que haber hecho. Pero no. Cuando sus emociones la controlaban, era estúpida.

Fueron solamente unos segundos. Pero se perdió en los ojos verdes de Gaara que también la estaban mirando. Y fue consciente de que el pelirrojo pudo darse cuenta de que había estado mirando a la mujer más de la cuenta. Lo maldijo con fuerzas en su mente. Y se maldijo a si misma por no poder sostenerle la miraba nuevamente. Sus emociones siempre terminaban expuestas para él.

Cada vez que entraba a esa oficina terminaba sintiéndose más miserable. Escuchaba la voz de Aki entregar el reporte, pero no ponía atención. Varios minutos después reparó en que Temari también se encontraba en la oficina. La rubia estaba con el seño fruncido. Parecía molesta. Dai sonreía quedamente. Y le entraron unas ganas enormes de golpearlo.

El ruido que hacia la silla al girar la estaba volviendo loca. Pero no la volvería a mirar. Ya no tenía orgullo que perder. Perdía el tiempo con compararse con una mujer como esa.

Estaba furiosa, pero decidió que esta vez no le daría en el gusto a nadie de verla tan derrotada y miserable. No se derrumbaría ahí. No delante de él.

Aki terminó de entregar el reporte.

-¿Quién asesinó al ladrón? –La pregunta del pelirrojo se escuchó clara.

Matsuri se tensó y apretó los dientes.

-Yo lo hice, Kazekage-sama. –Respondió Aki de manera autónoma. –Yo solo tomé la decisión de hacerlo y asumiré todas las consecuencias por ello. Mi equipo no tuvo nada que ver.

-El señor feudal del país de las Rocas dijo que habían salvado la vida de su hija, y está muy agradecido por ello. –Gaara los observó detenidamente. –Está un poco decepcionado porque realmente necesitaba atrapar a esa persona con vida, pero nada le importa más que sus hijos estén a salvo. Ha devuelto el dinero de la misión que Dai devolvió así que recibirán su pago igualmente, pero como la misión no fue cumplida con éxito, y en forma de disculpa, se le ofreció a la familia completa una invitación a la aldea durante el festival que se llevará a cabo en conmemoración al final de la guerra. Estarán a cargo de ellos, de su protección o de lo que sea que necesiten. El festival comenzará en tres días y vendrá mucha gente importante, así que no quiero problemas.

Llegó al orfanato con las mejillas sonrojadas y la respiración acelerada. Hecha una furia completamente.

Mikoshi se interpuso en su camino en mitad del pasillo.

-¡Te reventaré la cara si no te mueves! ¡No estoy para tus juegos o tus consejos estúpidos!

El chico levantó una de sus cejas tranquilamente. –Kankuro está aquí. Está hablando con Hiro desde hace un rato.

Aquello mermó su rabia unos segundos. -¡No me importa! ¡Se puede ir a la mierda también, junto con el imbécil que tiene por hermano! –La presencia del hermano mayor de Gaara terminó por hacerla explotar.

-Que Kankuro esté aquí significa que al Kazekage le preocupan los niños. Quizás tengamos alguna oportunidad.

-¡Te diré algo, idiota! ¡Tienes razón en algo! Al honorable Kazekage le pareció sospechosa la situación de Shiro, es inteligente el muy bastardo, pero en vez de hacerse cargo de la situación el mismo, mandó a su hermano a que averiguara si había algo extraño con el orfanato. ¿Y quieres saber el motivo? ¡Lo hizo para que así pudiera tirarse a esa mujerzuela sin que nadie le molestara!

El chico suspiró profundo y la entendió a la perfección. Un poco antes de que Matsuri de marchara a la reunión se enteró que la familia principal del país de la Nube se encontraba en la aldea. Hana estaba en la aldea. No tuvo tiempo para advertir a su amiga y esta ya se había dado cuenta de su presencia. –No hables tan fuerte. Kankuro podría escucharte.

-¡A la mierda! ¡Qué me escuche! Ahora tengo que hacerle de niñera a la familia del señor feudal del país de las Rocas durante el maldito festival que se realizara aquí. ¡Viene gente importante, dijo el muy infeliz!

-Si Kankuro descubre algo podrías exponer a los niños más de la cuenta. –Mikoshi sabía cómo tranquilizarla.

La castaña guardó silencio e intentó tranquilizarse. Justo a tiempo, ya que Kankuro y Hiro aparecieron en el pasillo.

-Buenas, Matsuri. –El marionetista la saludo alegremente. –He venido a verificar que todo estuviera bien. Gaara me ha mandado, dijo que lo hiciera de forma discreta pero eso no es lo mío. Es mejor preguntar directamente.

Matsuri intentó un amago de sonrisa al escuchar el nombre del pelirrojo. –Muchas gracias Kankuro-sama. Pero no hace falta, estamos muy bien. –Respondió con ensayada cortesía.

-Como le dije, Kankuro-sama. –Hiro habló suavemente. –Estamos bien. Reponiéndonos aún por la muerte de Shiro, pero bien.

-Bueno, pero tienen que reconocer que la muerte del niño fue un poco extraña.

-¡No tiene nada de extraña! ¡Estaba enfermo! ¡Cada respiración le costaba un infierno! ¡Ahora ya es demasiado tarde para preocuparse! ¡¿Por qué no lo pueden dejar en paz?! –Era ya muy tarde cuando notó que le había gritado a la persona menos conveniente.

Mikoshi se tensó por unos segundos.

Y Hiro frunció el ceño. -¡¿Pero qué pasa contigo, señorita?! ¿Qué modales son esos? Solo están preocupados por nosotros y nos ofrecen su ayuda.

-No pasa nada, no pasa nada. –Respondió divertido Kankuro. –No quise ofenderte, Matsuri. Entiendo que el niño era muy importante para ustedes.

Mikoshi prácticamente le enterró el codo en sus costillas para que reaccionara.

-Lamento…Lamento mucho haberle gritado, Kankuro-sama. No era mi intención faltarle el respeto.

-No tienes porque ser tan formal conmigo. No es necesario.

-Sí lo es. Usted es el hermano del Kazekage. Y estamos muy agradecidos por toda la ayuda que nos brindan. El señor Dai fue lo mejor que nos pudo haber pasado. –Mentía descaradamente. Cínicamente. Y le importaba un bledo si Kankuro le creía o no. Si había a alguien a quien tenían que investigar y acosar con preguntas era al desgraciado de Dai. A ellos que los dejaran en paz con su miseria. No necesitaban gente que solo quisieran hacer el papel de buenos samaritanos con ellos. Siempre habían estado solos. Y solos saldrían adelante. Qué se joda el Kazekage.

Kankuro se marchó y ella se encerró en su habitación.

La cama era dura y fría. Como todas.

Cubrió sus ojos con uno de sus brazos y sintió como la humedad del llanto se iba agrandando. Había pasado un tiempo ya desde que no se sentía así de frustrada. Así de rota.

Lloraba por Shiro, por las injusticias que se cometían, por las necesidades que los niños tenían y que no podía satisfacer. Lloraba por él. Y por el gran amor que no le daba tregua. Lloraba porque quería olvidarlo. Quería odiarlo y no podía. Lloraba por las ilusiones que, aún rotas, siempre existirían en su interior.

Se prometió así misma, como muchas veces antes, que mañana todo sería distinto. Que no volvería a llorar por las noches y a solas. Que no era nada, que lo superaría. Y se quedó dormida pensando en alguien que no estaba, en alguien que no llegaba. Dormía terriblemente cansada, sintiendo que ahí a su lado, junto a ella, le hacía demasiada falta.

Gaara estaba junto a sus hermanos en la oficina. Kankuro estaba sonriendo tranquilamente y Temari fruncía el ceño, peligrosamente enojada.

-Hana es una mujer casada ¿Lo sabes, verdad? –Le dijo la rubia mientras golpeaba el escritorio suavemente.

-Todos lo saben. –Le respondió el pelirrojo, sin prestarle atención.

-Eres un estúpido. –Temari le hizo un desprecio y se cruzo de brazos.

Kankuro sonrió aún más. –Hoy he ido al orfanato. –Soltó de pronto, de manera casual.

Gaara levantó la vista gélida hacia él. –No se supone que ibas a ser discreto.

-¿Qué pasa con el orfanato? –Temari también se interesó.

-Ha fallecido un niño. –Le respondió Kankuro. –Al parecer tenía cáncer y según Dai no había respondido a ningún tratamiento. Pero creo que hay algo raro detrás de todo esto.

-¿Te han dicho algo? –Gaara preguntó volviendo su atención a los papeles que tenía en la mano.

-No. El anciano se esforzó en repetirme una y otra vez que no necesitaban ayuda. Parecía como si no quisiera que estuviera ahí.

-¿Qué anciano? –El pelirrojo no sabía de lo que estaba hablando.

-No tengo idea de cómo se llama. Pero el me recibió muy amablemente. Aunque a Matsuri no le hizo mucha gracia. Estaba realmente molesta. ¿Qué diablos le hiciste?

Gaara lo miró fijamente y no contesto.

Temari se puso de pie y bufo molesta. –Entiendo perfectamente porque esa gente no les pedirá ayuda aunque la necesitaran desesperadamente.

Ambos chicos miraron a su hermana.

La rubia frunció el ceño. –Eres el Kazekage y ni siquiera sabes quién es el encargado del orfanato. –Dijo mirando a Gaara y luego se dirigió a Kankuro. –Vas a un lugar sin siquiera avisar de tu visita y te tienen que recibir, aunque no quieran o aunque estén ocupados, porque eres el hermano del Kazekage y ni siquiera tienes la cortesía de preguntar el nombre de la persona que te atendió. No pensé que les diría esto alguna vez, pero se están volviendo bastante superficiales.

-¡Oye! ¡No seas cruel! –El marionetista se defendió.

-Cállate Kankuro. –Gaara estaba interesado en lo que su hermana tenía que decir.

La rubia continuó. –El anciano, como lo llaman, es Hiro y es el encargado del orfanato desde hace años. El niño que murió, del cual puedo asegurar que no recuerdan ni siquiera el nombre, debe ser Shiro. Lo sé porque lo vi un par de veces junto a Matsuri y a las demás cuidadoras. También sabía que estaba enfermo, aunque no pensé que era tan grave. Han ido a averiguar qué está pasando, sin tener en consideración los sentimientos de esas personas. ¿Alguno le ha preguntado a Matsuri cómo se siente? Ha fallecido uno de los niños que viven con ella. ¿Alguno ha tenido la consideración o el tacto de ir y mostrar sus respetos por Shiro? ¿O todavía lo seguirán llamando el "niño" que se ha muerto? No me sorprende para nada que a la chica no le haya agradado tu presencia en su casa –Dijo esto último mirando a Kankuro. –Y tú. –Se dirigió al líder de la aldea. –Estás demasiado ocupado dando una buena impresión a toda la gente importante que vendrá a la aldea ¿Verdad? Le diste una misión estúpida y humillante como castigo, sin siquiera saber si estaba bien. –Temari suspiró. –Creo que estamos dejando de lado lo que es realmente importante. –Salió de la oficina dando un portazo.

-Es tu culpa. –Kankuro le dijo a Gaara señalándolo acusadoramente. –Tú me ordenaste que fuera.

-No escuché ninguna mejor idea de tu parte.

-Eres un idiota.

-Cállate.

-Y un insensible.

-No me ayudas demasiado. ¿Sabes? –El pelirrojo tenía el ceño fruncido.

-Y tenías que tener a esa mujer en la oficina para joderla aún más. Qué no te pudiste aguantar.

-Ya basta. Eso no es asunto tuyo.

-Les debemos una disculpa. Así que ve preparándola.

Kankuro se puso de pie y se dirigió a la salida. Abrió la puerta y se encontró con Hana de frente.

-Hola, Kankuro-san. –Lo saludo cortésmente la mujer.

-Hola. –El marionetista rodo los ojos y la dejó entrar, cerrando la puerta tras de sí.

El pelirrojo vio como la chica se acercaba lentamente hacia él. Pasó por el lado de su escritorio, sin decir palabra y balanceando las caderas. Llegó a su lado y se hizo espacio hasta sentarse a horcajadas sobre él.

-¿Todavía estás ocupado o ya puedes divertirte?

El Kazekage no respondió, pero la apretó descaradamente a su cuerpo.

Era de mañana y Matsuri estaba desayunando junto a Akane y Hiro en la cocina. Las demás chicas ya lo habían hecho y ahora se preparaban para despertar a los niños.

No existía rastro alguno de lágrimas en el rostro de la chica, solo un humor negativo y algo melancólico, tan conocido ya por todos cuando estaba triste.

-Así que se realizará un festival aquí en la aldea en honor a la victoria de la guerra –Comentó Akane mientras bebía café.

-Siempre hace bien un poco de alegría. –Le respondió Hiro.

-Yo no encuentro que haya nada que celebrar. –Matsuri se molestó con ella misma. Adoraba a ese par de ancianos con su vida y no quería sonar descortés y arruinarles la mañana con su mal humor.

-Eres muy joven para estar amargada, Matsuri. –Hiro le sonrió.

-Tú sabes muy bien cuántos niños huérfanos dejó la última guerra. –Se defendió la chica. –No hay nada que celebrar. No entiendo cómo puede considerarse una victoria con tanta muerte.

-Pequeña señorita, la guerra quita todo a todo el mundo. –Akane le sonrió también. –Así que siempre es bueno avanzar y ser positivos. Hay que buscar cosas que te hagan felices para ir armando la vida de nuevo.

-Ya estas pareciendo una anciana en miniatura. –Hiro bromeó y se puso de pie. –Iré a ver a los niños.

Matsuri solo bebió café. No tenía apetito. Todavía sentía el estomago contraído por la rabia y la angustia.

-Me ordenó cuidar a la familia del señor feudal del país de las Rocas. –bufó molesta mientras la anciana revolvía su café lentamente. –Odio los festivales. Sólo quisiera quedarme aquí encerrada por unos días sin ver a nadie, hasta que me sienta mejor conmigo misma.

-Siempre has sido una mujer valiente. No has hecho nada malo, no tienes porque esconderte.

-Estoy enamorada de alguien que no quiere tener nada que ver conmigo. Me siento tan humillada. Ya no quiero quererlo de esta forma.

-Lamentablemente no puedes decidir eso. Solo puedes superarlo. –Akane sonrió. –Anímate. No mires a los lados, no te compares con cualquiera. Además, te ves igual de hermosa sin él.

Era media mañana todavía cuando volvió a ver a Aki nuevamente. Estaba en el patio del orfanato, respondiendo a algunas preguntas que le hacían los niños.

La miró y se acercó hacia ella.

-El Kazekage mandó a decir que se cancela la misión de escolta al señor feudal y a su familia. Me encargó que les dijera a todos.

-Ese hombre se ha vuelto demente.-La chica suspiró con algo de alivio. - Pero por lo menos esa es una buena noticia para mí. No tenía ganas de pasearme por todo el festival sin rumbo fijo.

-He visto a Jun rondando cerca del orfanato. Ten cuidado. –Le soltó eso último y desapareció.

Los ninjas de Dai siempre vigilaban el orfanato y ahora también el restaurante. No era sorpresa alguna. Lo único provechoso es que con el festival y la gente que pronto llegaría no llamarían la atención para nada. Deseaba algunos días de paz.

La visita de Temari al orfanato no le molestó para nada. No como la presencia de Kankuro el día anterior. Sabía que él no tenía la culpa. En realidad ninguno de ellos tenía la culpa, pero ayer necesitaba descargarse contra alguien.

-Lamento mucho lo de Shiro, Matsuri. No sabía que su enfermedad era tan grave.

La castaña sonrió de manera triste. Temari siempre había puesto atención en los niños. Los visitaba cada vez que tenía algo de tiempo libre y le gustaba estar con ellos. Desconocía totalmente lo que pasaba con Dai y ella no tenía intenciones de involucrarla en algo como esto.

-El pequeño cuerpo de Shiro nunca pudo superar el cáncer. Todos nosotros sabíamos que tarde o temprano pasaría. Era inevitable –Aquello no era mentira, por lo menos no del todo. Se sintió aliviada al tener a alguien con quien hablar. En el orfanato nadie hablaba de Shiro. Nadie lo mencionaba. Así era más fácil para todos. Había muchos niños a quien cuidar. Pero en ella, ese débil y enfermo niño seguía aún latente.

-Te voy a contar algo. –Le dijo Temari de repente. –Me voy a marchar de esta aldea.

Matsuri la miró sorprendida.

-Me casaré con Shikamaru, así que en un tiempo más viviré en Konoha.

-¡Felicidades! –Matsuri le respondió contenta. Sabía que aquello pasaría pronto. Aquellos dos parecían haber nacido el uno para el otro.

-Puedes felicitarme en mi boda. Ahora no te lo estoy diciendo para eso. –La rubia suspiró. –Me hubiera gustado haber tenido más tiempo para dedicarle a los niños. Y poder ayudarlos. Es agradable estar con ellos. Pero por mi trabajo no pude hacerlo y ahora, que las cosas están más calmadas, y que tengo un poco más de espacio para dedicarle a mi vida, no me gustaría marcharme de este lugar sin asegurarme que todo esté bien.

Matsuri apretó los dientes. Sintió el estomago contraído y unas inmensas ganas de vomitar. Odiaba mentir. Odiaba mentirles a las personas que mostraban preocupación por ella. Pero era inevitable. Temari se veía feliz con su compromiso. Ella no se sentía capaz de arruinárselo.

-No se lo diré a Gaara si es eso lo que te preocupa. –Insistió la rubia ante el silencio de la chica. -¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

Matsuri sonrió tristemente. –De verdad que no hay nada malo, Temari –San. Es solo que la muerte de Shiro será un poco difícil de superar. Sufrió mucho y no podíamos hacer nada por ayudarlo. Pero estamos bien. Así que no hay nada de que preocuparse.

Se estaba convirtiendo en una excelente mentirosa.

Pero no le importaba.

Se convertiría en lo que fuera, si con eso podía proteger a las personas que amaba.

Temari no fue la única visita del día.

Ya cerca del anochecer, Dai hizo su jugada maestra.

Aki llegó apresurado y dio la alerta de que venían.

Con ayuda de él y de las cuidadoras alcanzaron a esconder a los niños en uno de los pasadizos subterráneos que tenía la casa. Aki se escondería con ellos para protegerlos en caso de cualquier cosa, mientras que Hiro, Akane y ella recibirían a los indeseables invitados.

La pequeña sala de estar se vio atiborrada de gente. Hiro y Akane estaban de pie, sirviendo té fingiendo tranquilidad. Ella estaba sentada en el sillón y Dai en frente de ella. Jun se mantenía de pie al lado de su señor.

-No estoy muy contento contigo ¿Sabes? –Dai le sonreía sádicamente. –Me he llevado una reprimenda por no pagar la misión que no cumplieron. Pero bueno, el Kazekage es bastante blando. Esta aldea necesita un verdadero hombre como líder.

Matsuri respiro fuerte. Cómo le gustaría abalanzarse sobre él y retorcerle el cuello.

-Ese no es el único problema. He tenido que crear un informe falso sobre el mocoso que se murió. Así que me has dado mucho trabajo últimamente. –Dai suspiró y agrandó su sonrisa. –Es un poco decepcionante. Has crecido y te has convertido en un raro espécimen. Pero no terminas de agradarme.

La castaña sonrió. -¿Qué? ¿Soy demasiado mayor para ti?

Jun acortó la distancia con ella rápidamente. No estaba para nada contento con el insulto hacia su superior. Le volteó la cara de un puñetazo que la hizo sangrar. Le tomó el mentón bruscamente e hizo que lo mirara.

-Modales, princesita, modales. –Jun se sentó junto a ella. Demasiado cerca.

-Eres muy valiente, así que por eso no te diré ninguna mentira. –Dai no se movió de su lugar. –Es cierto, no encajas en mis gustos. Y es una verdadera lástima. Pero a mi fiel ninja le agradas bastante y he estado pensando desde hace tiempo en hacerle un regalo por sus servicios.

Jun sonrió. Posó una de sus manos en la rodilla de la chica, y la fue subiendo lentamente, haciendo sentir su toque aun por encima del pantalón que esta llevaba. Se detuvo en la parte superior de su muslo y avanzó peligrosamente hacia el centro.

Matsuri le dio una mirada de advertencia a Hiro y a Akane. Ellos no tenían que intervenir. Nunca tenían que hacerlo. No importa lo que vieran, no importa lo que estuviera pasando. Nunca intervenir. Ella lo soportaría. Sería capaz de soportar todo si ellos se mantenían a salvo.

Mikoshi y Baki entraron a la sala apresuradamente. Ambos parecían tener mucha prisa por llegar.

Matsuri sonrió aliviada. Dai no era un ninja. Y Jun, por más jounin que fuera, lo superaban en número. Este se distrajo y ella aprovechó el momento. Apretó la mano del hombre que todavía estaba en su pierna y la jalo con fuerza, acercándolo aún más. Con la palma de su otra mano le aventó un golpe certero que le destrozó la nariz.

-¡No vuelvas a tocarme! –Matsuri se puso de pie.

Y la sonrisa de Dai desapareció de su rostro.

Jun se puso de pie, con el rostro sangrando y la nariz hinchada. Tuvo la intención de atacarlos pero Dai lo detuvo.

-No piensen ni por un minuto que han ganado, grupo de perdedores. –Dai estaba molesto. –Los destrozaré a uno por uno. Y tú, mocosa, serás la última, para que así puedas ver todo lo que les hago a los críos que tanto proteges.

Ambos hombres desaparecieron del orfanato tan rápido como habían llegado.

-¡¿Estás bien?! –En raras ocasiones, Mikoshi alzaba la voz. Rara vez dejaba que sus emociones quedaran al descubierto.

-Estoy bien. La cara me quedará horrible. –Se quejó sobándose la mejilla lastimada. -¿Ustedes están bien? –Les pregunto a los ancianos que seguían inmóviles en su lugar.

Akane tenía el rostro pálido y Hiro se veía molesto. –Estamos bien. –Contestó este último. –Se están volviendo más agresivos.

-Dai está molesto. Sus planes se han visto frustrados. –Baki mencionó tranquilo. Mikoshi había llegado apresurado donde él, diciendo que necesitaban ayuda en el orfanato. Se imaginó lo peor y sintió su cuerpo frio como el hielo. Esos niños idiotas lo habían integrado a su grupo sin preguntarle si él quería formar parte. Lo consideraban parte de su familia. Y los quería. El alivio que sintió al verlos a todos bien, le devolvió el calor a su cuerpo.

Aki apareció en la sala y el alivio también se vio reflejado en su rostro.

-¡Gracias! Sin ti nunca hubiéramos alcanzado a esconder a los niños. –Matsuri le sonrió amablemente. Ya tenía la mejilla amoratada por el golpe.

-No es nada. Ahora tengo que irme. –Se despidió algo avergonzado.

Los niños estaban dormidos y bien. Y eso era un consuelo gigante para todos. Las chicas estaban dormidas junto a ellos y Hiro descansaba, preocupado, pero descansaba también.

Mikoshi estaba sentado en la cocina y Matsuri servía tres tazas de café. Lo necesitaban.

-¿Quiero preguntarte algo? –Dijo la chica tranquilamente. –Conocí a Aki en la última misión que hice, así que no puedo decir que es mi amigo. Baki-sensei no suele tener muchos amigos. Así que supongo que es amigo tuyo. –Le sonrió ofreciéndole una de las tazas de café.

Mikoshi frunció el ceño. –No quiero hablar de eso.

-¡Oye! ¡Tú te conoces toda mi vida! Es injusto.

El chico suspiró. –Es complicado.

-No seas ridículo. Creo que todo es complicado para nosotros. Tienen una relación o algo ¿Verdad? Por eso nos ayuda tanto.

-Ni siquiera yo sé lo que es. No le hemos puesto nombre.

-¿Lo quieres?

-Sí.

-¿Entonces por qué es complicado?

-Mi padre jamás me perdonará. Soy una vergüenza para él. Imagínate ahora se entera de que tengo una relación con otro hombre.

-¡Qué se joda! ¡Es tu vida, no la de él! ¡Siempre has sido un hijo ejemplar! Por dioses, que te gusten los hombres no cambiará eso.

-Ojala todos pensaran como tú. Pero no te tienes que preocupar por eso. Ya llegará el día en que me tenga que enfrentar con mi padre. Ahora no es importante.

-¿No es algo mayor para ti? –Le preguntó Matsuri divertida.

El chico sonrió. –No eres la más indicada para darme algún consejo.

Baki entro e interrumpió la conversación. Se sentó y tomó la otra taza de café. –Tengo un plan. –Dijo relajadamente.

Matsuri y Mikoshi se miraron sin decir nada, a la espera a que el hombre mayor siguiera hablando.

Baki suspiró –Por mientras que encontramos alguna prueba para inculpar a Dai, iremos acabando con sus esbirros uno por uno. Jun será el primero. Es fuerte, pero no deja de ser un cobarde. Le diré al Kazekage que los encontré peleando y tú te inventarás una historia.-Dijo señalando a la chica. - Si no termina muerto por lo menos estará en la cárcel.

-Dai lo defenderá. –Mikoshi analizaba la situación rápidamente.

-No si le conviene mantener su reputación. Y en estos momentos es algo que le preocupa mucho. Ya hay una familia importante en la aldea. Y llegará otra. La Mizukage también vendrá al festival. Y estarán presentes varios ninjas importantes de Konoha.

-Es arriesgado, pero si logramos hacer que Dai se sienta indefenso cometerá más errores. Podríamos tener una oportunidad. –El chico más joven sonrió.

La voz de Matsuri se hizo escuchar al fin. -¡Par de idiotas! ¡Se acuerdan que la última vez casi lo arruino! ¿Qué les hace pensar qué esta vez será diferente? ¡No soy buena inventándome historias!

-Tendrás que hacerlo. –Baki fue terminante. –Iré yo primero y luego nos llamaran a ambos. Así que prepararemos una versión rápida de lo que supuestamente ha sucedido. A Dai lo tomaremos por sorpresa. No le quedara de otra que traicionar a su fiel servidor para salvarse el pellejo el mismo.

-¡¿Y por qué tiene que ser tan pronto?! -A la chica no le agradaba para nada el plan.

Baki sonrió. –Porque te plantaras en la oficina de Gaara con ese horrible golpe que tienes en la cara. Y harás que él lo vea todo el tiempo. Y no va a importar lo mala que sea tu historia o lo mala que eres al tratar de mentirle. El daño a tu rostro acaparara toda la atención.

-¡Pero si yo también lo he golpeado! Qué le he roto la nariz al muy bastardo.

-Matsuri. –Mikoshi habló para calmarla. Ya había comprendido la idea de Baki. –No te tienes que preocupar por eso. Sólo tienes que decir que lo que le hiciste fue en defensa propia y listo. Será mucho más fácil que la otra vez.

-¡No entiendo! ¡Así que dejen de sonreír como estúpidos y explíquenme!

-Jun puede entrar con un brazo menos y a Gaara no le importará. –Baki hablaba con energía. –Sólo confía en nosotros ¿Quieres? Ya vendrá el tiempo para que lo comprendas. –El hombre no pudo evitar volver a sonreír. Estaba seguro que esta vez el plan funcionaría completamente. La chica estaba lastimada. Y el Kazekage tenía que verla.

Pobre Jun. Pensó.

Pobre.