Los libros son cannon hasta antes del epílogo. Un par de aclaraciones al final.
Cuando despertó ya estaba ahí, nadie supo explicarle cómo pero allí estaba majestuosa y digna, tan digna como se puede estar empapada por la lluvia y tiritando en el salón de una casa ajena, sentada en el sillón como si éste le perteneciera.
Se acercó despacio, pues ella aún no había advertido su presencia y temía asustarla, mientras observaba maravillado como el agua sobre sus castaños cabellos le concedían un brillo especial. Sonrió, pensando que si había escogido su sillón era solamente por la comodidad y la cercanía a una chimenea siempre ardiendo. Sin embargo este no era un lugar para ella y pensaba hacérselo saber hasta qué esos ojos le miraron, cuando esos iris verdosos conectaron con los suyos tan solo atino a, delicadamente, acariciar su cabeza.
— Estás muy delgada — Fue lo primero que murmuró, con voz suave y sin apartar la mano de ella ni detener sus caricias— Mañana tendrás un buen desayuno, te lo prometo. Pero ahora es muy tarde, necesitas descansar.
Con cuidado la apartó del fuego, le seco el cabello y se aseguró que no estuviera herida. Luego la llevo a su habitación, era la más cálida de la mansión y la cama suficientemente grande como para que durmieran los dos. Ella una vez acomodada entre esas cálidas y suaves cobijas no tardó en dormirse y él observó con preocupación el ritmo errático de su pecho y el pequeño quejido que hacía al respirar.
A la mañana siguiente estaba solo, únicamente las huellas de sus pisadas le indicaban que ella si había sido real, pero todo parecía indicar que se había ido. Soltó un suspiro más desanimado de lo que pretendía y bajo las escaleras para ir a desayunar.
Un ruido lo llevo hasta las cocinas y la encontró allí siendo atendida por uno de los elfos de la mansión, una sonrisa inconsciente se formó en su cara. Había llegado de noche, sin ser invitada y ahora estaba allí siendo atendida por uno de sus elfos y sentada como si Malfoy Manor le perteneciera; y eso en lugar de disgustarle le hacía sonreír. Decidió comer en las cocinas, junto a ella, no sin antes acariciarle el cabello y murmurar un breve saludo.
A la tarde se había ido, y tardo una semana en volver, más delgada que antes y con sus ojos temeroso del rechazo, pero él no fue capaz de negarse, la dejo entrar, la invitó a cenar y nuevamente durmieron juntos, uno en cada lado de la cama.
A los tres días volvió a irse, pero solo por unas horas, después estuvo tres semanas completas sin salir de la mansión y luego se fue durante una semana y no volvió hasta que él fue a buscarla.
— Astoria — el nombre se deslizaba fácil de sus labios, no importa en qué parte estuviera, jamás se iba muy lejos y siempre que él la llamaba acudía a su lado, no necesitaba alzar la voz, bastaba con nombrarla una vez y ella llegaría, con calma y la misma elegancia de siempre, a su lado.
Dos meses después de su primer encuentro ella decidió explorar algo más de la mansión además del salón, las cocinas y la habitación que había conocido esa primera noche. Pasó tranquila y sin prisa por diversos sitios, observando con calma y ojos calculadores a su alrededor. Nada parecía interesarle mucho y tampoco se animaba a abrir las puertas que estaban cerradas lo que limitaba sus movimientos a unas pocas habitaciones y un largo pasillo, hasta que llegó al jardín. Sus pupilas se dilataron al ver el magnífico jardín frente a ella, se acercó cautelosa a las flores; que se abrirían dentro de poco, pues estaban solo a días de la primavera, y las acarició suavemente soltando un pequeño sonido de felicidad.
Fue entonces cuando lo confirmo, ella no hablaba, o al menos no parecía querer hacerlo pues en todo este tiempo solo la había odio dos veces, la noche que se conocieron y ahora. No sabía porque no hablaba, ni si estaba bien pero aparentemente estaba sana. La habían examinado y el ruido al respirar se debía a una antigua lesión y aún resfriado mal sanado, del que había terminado recuperándose muy bien gracias a sus cuidados y ahora estaba mejor, mucho mejor; incluso con sus desapariciones había ganado peso y su cabello ahora estaba brilloso y bien peinado. Quizás era simplemente que no quería hablar y Draco sabía muy bien lo que era te obligarán a hacer algo y no pensaba hacerlo con ella, incluso si Astoria pasaba el resto de su vida sin emitir sonido alguno, tan solo tendrían que aprender otra forma de comunicarse.
Necesitaban una forma para hablar sin hacer ruido, y la encontró. Sus ojos, sus dos verdes pupilas, tenían una vida propia y una capacidad increíble de trasmitirlo todo si eras lo suficientemente paciente y observador como para intentarlo. Y Draco no pensaba dejar ir la oportunidad.
Al cabo del tiempo tenían una rutina, ella vagaba libremente por la mansión pasando la mayor parte de su tiempo en los jardines o invernaderos y él cumplía con sus deberes de heredero, a la hora de las comidas diría su nombre y ella llegaría con su paso calmo. A veces en las tardes ella iría al salón y encontraría algún juguete con el que pasar el tiempo y él la observaría en silencio, con una dulce sonrisa en los labios; hasta que ella se diera cuenta que tenía público y detuviera su juego para alejarse de un salto del juguete y observarle con una mezcla de vergüenza y terror. Draco entonces la llamaría con toda la suavidad y la calma posible, le acariciaría el cabello mientras se aseguraba de hacerle saber que estaba bien, que podía jugar todo lo que quisiera y nadie le diría algo.
Algo le habían echo a Astoria antes, eso lo tenía claro, también que podía hablar pero no quería hacerlo, le asustaban los ruidos fuertes como truenos y motores, amaba la música pop y las baladas cursis y detestaba quedarse sola. También era increíblemente torpe y detestaba los medicamentos, eso le había quedado claro cuando de forma incomprensible se había fracturado el meñique y luego de que la atendieran la había llevado de regreso a casa para darle las pociones que le habían recetado para evitar que se le infectara la herida y para que el hueso se reparará correctamente tan solo debía dejar la venda en su lugar y tomar dos pequeñas dosis. Nunca le había costado tanto que ella comiera algo y entre todo el movimiento la venda se le había aflojado y su meñique había quedado graciosamente chueco pero a ella no parecía importarle y al final quedó así.
Un día cuándo Draco se levantó se dio cuenta que hacía un año que ella había llegado a su vida y no entendía como es que antes había podido vivir sin su compañía, no se podía imaginar la mansión sin su silenciosa compañía y sus días en que solo él y los elfos habitaban en lugar se le hacían imposibles y lejanos.
El tiempo a su lado se hizo natural y el primer día que dijo una palabra, fue tan feliz que las lágrimas se deslizaron por sus mejillas; poco a poco se estaba sanando ya no se detenía si él la veía jugar, es más jugaban juntos y se mostraba cariñosa y feliz frente a su compañía. Se acercaba a él y buscaba sus caricias, ya no la asustaban tanto los ruidos fuertes y cada día hablaba un poco más. Draco hacia mucho tiempo que no había sido tan feliz.
Por eso esa mañana no sé lo creyó cuando Pansy, que estaba de visita, dijo que la había encontrado en los jardines helada pensó que solo se había quedado allí observando las plantas y había perdido la moción del tiempo un rato junto al fuego y unas mantas debían ayudarla, después de todo era invierno y era natural que se enfriara si pasaba mucho tiempo fuera.
Veinte minutos después su temperatura seguía siendo muy baja, Pansy llamo a una amiga suya quién vino a revisarla. Tenía 34 grados, pero fuera de su cercanía a la hipotermia parecía estar bien, su peso era ideal y no tenía ningún otro síntoma. Por si acaso le dieron un medicamento para la anemia, le inyectaron vitaminas y una poción que ayudaría a elevar su temperatura corporal. Fuera de eso había que controlar su temperatura y mantenerla caliente. Draco se quedó ahí a su lado mientras Pansy iba por un termómetro, un invento muggle muy útil, según ella, para medir la temperatura y más confiable que el hechizo.
Que Astoria se levantará soltando un quejido y se sentará en su regazo apoyando su espalda contra el pecho del rubio no sorprendió a Draco, tampoco que sujetara cerca de ella uno de sus brazos, a veces ella dormía así. Le acarició el cabello y le besó la frente para luego cubrirla con las mantas y mantenerla cerca del fuego. Cuando se movió un poco, en sueños pensó que no era nada, después de todo solo fueron unos segundos en los que perfectamente podría haberse estado acomodando y luego se quedó ahí.
— Hay que tomarle la temperatura Draco— murmuró Pansy apenas llegó y él la levantó con cuidado y entonces vio sus ojos.
— Pansy...Pansy...los tiene abiertos y no parpadea.
La bruja soltó una maldición, le quitó a Astoria de sus brazos y llamo a su amiga mientras masajeaba el pecho de la ojiverde.
Desde allí todo fue muy rápido, un suspiro y un "Lo siento Draco" mientras le devolvían el cuerpo ya sin vida de su chica. Pansy llamando a los demás Sly, las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras se negaba a moverse o a soltar a Astoria. Goyle llorando también al verlo así. Zabini diciéndole que no se olvide de él ni se eche a morir para luego abrazarlo. Nott parado un poco más allá atento a sus indicaciones pero sin acercarse mucho más. Todos dirigiéndose a los jardines, hasta ese lugar donde se podían ver todas las plantas pero ninguna crecía allí, Zabini y Nott encargándose de todo mientras Draco continuaba aferrado a Astoria como si se le fuera la vida con ella, y quizás en cierta forma lo hacía.
Dejarla en la tierra especialmente preparada para ella fue lo más difícil que había echo nunca y verla desaparecer allí, para saber que nunca más volvería despertar, que todo el progreso que habían echo se había ido a la mierda fue como si pisotearan los rotos pedazos de su corazón.
Sus amigos le preguntaron si necesitaba algo y ante su negativa lo dejaron solo, pues sabían que era lo que necesitaba en estos momentos. Con el mechón de cabello que le habia cortado en sus bolsillos subió a su habitación donde una pequeña merienda le esperaba. Comió sin ganas, no había probado bocado desde el día anterior, y saco con cuidado una pequeña caja que estaba llena de fotografías, de todas las fotografías que le había tomado en esos casi dos años que ella lo había acompañado.
Conjuro su patronus para verla una vez más, pues naturalmente este había mutado para homenajearla cuando ella se había vuelto la razón de su felicidad y entre lágrimas guardo el mechón de sus cabellos junto a las fotografías y supo, en ese instante que una parte de su corazón siempre estaría con ella, sin importar que.
En la pared el calendario marcaba un seis de junio y como en unos días más tenía programada una tardía fiesta de cumpleaños, pero no podía importarle menos por él el mundo podía irse a la mierda le habían quitado a su gata, y con ella sus ganas de sonreír.
Si, Astoria es una gata. Ni ella ni su hermana existen dentro de esta historia.
Aún no reviso ni edito este fic, así que perdón por las faltas.
Escribí este fanfic por el cumpleaños de Draco, originalmente iba a ir sobre el primer cumpleaños que pasa sin su esposa (según el cannon muere en 2019) pero mi gato murió está mañana entre mis brazos de forma extraña repentina a pesar de que la veterinaria dijo que se iba a poner bien y acabe escribiendo esto. Este fic tiene doble dedicatoria, a Draco L. Malfoy que este año cumple 40 y a Aries, mi pequeño y dulce príncipe que se fue hoy y ahora es una estrella más en el cielo.