Disclaimer: Los personajes son de la increíble JKR.
¡Hola a todos! Es un mini OS creado por el cumpleaños #40 del increíble hurón saltarín. Ojalá les guste.
Con amor,
Paola
Los dulces siempre ayudan a hacer amigos
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Draco se fue a la cama y se quedó contemplando el techo más de lo normal. No podía conciliar el sueño mientras pensaba en el día que le esperaba mañana; tan incierto.
Tragó con fuerza e intentó cerrar los ojos, pero el sentimiento de asfixia lo invadía. Se puso de pie y salió de la habitación sin mirar a la cama. Tenía miedo de echar un vistazo y que el sentimiento de vacío y soledad lo golpeara, de nuevo, como todas las noches desde hacía poco más de un año.
Extrañaba a Astoria, era una excelente mujer, tan llena de amor y amabilidad hasta el final de sus días. Era casi como un ángel, la bondad personificada, el amor de su vida, la luz y esperanza que iluminaba los recovecos más oscuros y retorcidos de la mansión Malfoy. Ella portaba el apellido con orgullo, se colgaba de su brazo y sonreía. Lo impulsaba todos los días a ser más amable, más empático y menos oscuro.
Ella era la razón por la cual se volvió valiente y un hombre de valores intachables. Por un descuido del destino, habían tropezado, cual película muggle de romance, en el andén de regreso a Hogwarts, él en su último año, condenado por el Wizengamot a terminar su educación mágica y ella regresando con su hermana después de huir durante la guerra. Astoria le sonrió y siguió su camino. Irradiaba tranquilidad e inocencia, una dulce paloma que él no mancharía con sus manos asquerosas.
Pero Astoria no pensaba lo mismo y fue a buscarlo a su compartimiento, donde leía a solas, ajeno al mundo, hundido en su miseria personal. Se sentó frente a él y le sonrió de nuevo, tendiéndole una rana de chocolate.
—Los dulces siempre ayudan a hacer amigos—fue la primer oración que le escuchó decir en todos esos años. Empujó la caja en sus manos y salió del compartimiento—. Es bueno verte vivo, Draco.
Y así, todos los días, mientras bajaba en silencio y solitariamente a desayunar al Gran Comedor, mientras veía a Granger, Longbottom y la chica Weasley reír y comer junto a sus amigos de otras casas, él se sentaba en la esquina más alejada, tomaba un libro y se concentraba en sus tostadas. Pero todos los días, sin falta, Astoria se marchaba cuando él entraba y le entregaba una caja de ranas de chocolate. Después se iba con sus amigos y no la volvía a ver hasta al día siguiente, a la misma hora.
Con el paso del tiempo él se acostumbró a la rutina impuesta, la esperaba, de hecho, con ansias. Nunca bajaba antes o después, siempre a la misma hora, siempre ranas de chocolate. Solía terminar sus desayunos desenvolviendo la rana y comiéndola despacio mientras se dirigía a clases y leer el cromo mientras esperaba a los profesores junto al aula. En menos de tres meses, ya tenía la mitad de la colección completa, nunca se repetían los cromos, jamás era otro Dumbledore o Flamel, siempre eran nuevos. Era como si ella escogiera el cromo específicamente para no repetirse.
Azar, se decía pero sus sospechas iban en aumento. Probablemente ella gastaba una pequeña fortuna en comprar las ranas con cromos irrepetidos.
Draco estaba solo en la escuela, no tenía amigos, sólo estudiaba y se marchaba a dormir. A veces tomaba su escoba y daba varias vueltas por los terrenos, gritando y llorando en las alturas, desahogando todo lo que en sus cartas no decía. Hasta que una tarde bastante tormentosa, después de haber encontrado su habitación saqueada y la palabra "Cobarde" impregnada en todas sus cosas, tomó su escoba y salió a los terrenos. Era peligroso volar así, pero un cuerno le importaba. Necesitaba gritar y desahogarse y en las alturas era la única forma. Así que avanzó, resbalando un par de veces en el clima asqueroso de Escocia.
Y entonces alguien lo llamó.
Se asustó, estaba solo en medio de un corredor y podrían fácilmente embrujarlo. Así que se giró con cuidado, sin embargo, quien lo llamaba era Astoria. Se veía acalorada, al parecer venía persiguiéndolo desde la sala común. Se avergonzó por haberla hecho correr y se sintió nervioso, qué extraño, él se sentía nervioso y cohibido, nunca antes le pasó.
Ella le sonrió con sus dientes perfectos y su túnica tan pulcra. Lo miró unos segundos y le pidió que le enseñara a volar. Nunca habría aprendido, le dijo, Draco contestó algo sobre el mal clima, una pobre excusa.
—Creo que los días con lluvia son los mejores para reinventarnos —le dijo Astoria con una sonrisa. Tomó su mano y salieron a los terrenos. Draco había olvidado su mal humor y la creciente frustración mientras montaba en la escoba con Astoria detrás, fuertemente agarrada de su cintura. Dieron varias vueltas suaves en el campo de Quidditch hasta que empezó a llover. Draco descendió a las gradas, intentando aguardarse de la lluvia. Astoria estaba empapada, pero se veía preciosa. Reía y sus ojos refulgían como dos orbes oscuros. Era preciosa.
Entonces ella se removió y sacó una rana aplastada y derretida de su bolsillo. Se ruborizó enormemente y Draco pensó que desearía ser él quien la hiciera ruborizarse más seguido. Le tendió la rana y él la tomó. La partió en dos y le dio la mitad más grande a ella.
—¿Has pensado alguna vez que se me caerán los dientes si sigo comiendo tanta azúcar? —bromeó Draco mientras se sentaban sobre las mojadas gradas y veían los terrenos del castillo. Astoria sonrió, más ruborizada que nunca.
—Sólo estoy intentando que seas mi amigo. "Los dulces ayudan a hacer amigos"
Draco se quedó en silencio y la observó unos momentos. Su pequeña nariz respingada, sus ojos grandes y oscuros y su cabello casi negro. Se veía tan linda y frágil con su túnica empapada y el cabello pegándosele en la frente.
—Entonces yo soy quien debería llenarte de dulces a todas horas.
Astoria lo miró un momento antes de desviar la mirada y enrojecer fuertemente.
—Entonces creo que podemos ser amigos —dijo ella con un susurro que fue comido por un trueno. Astoria pegó un brinco y tomó la mano de Draco. Él era cálido y amable, justo como ella lo había imaginado—. Lo siento —se disculpó—, es infantil, pero le tengo miedo a los relámpagos.
Draco entonces rodeó sus hombros con un brazo y la dejó enterrar su rostro en su cuello hasta que éstos cedieron.
Cuando la lluvia aminoró y fue seguro bajar, Astoria lo empujó a un charco y comenzó a correr a las mazmorras. Y así, entre charcos de agua y lodo, se volvieron amigos.
Durante el curso del año, Draco se enamoró de Astoria, le tomó la mano en noches de tormentas y la ayudó a estudiar para sus TIMOS, la escuchó hablar sobre su futuro y la consoló cuando su madre murió, pero jamás la invitó a salir. La esperaría con paciencia convirtiéndose en el hombre que ella merecía tener a su lado y si era demasiado tarde para entonces y ella amaba a otro, él la dejaría ir. Pero siempre, por toda su vida haría lo mejor por ella.
Todos los días, después de que Draco se marchó de Hogwarts, entraría una gran lechuza real al Gran Comedor y dejaría caer una pequeña rana de chocolate sobre el regazo de Astoria, ruborizándola como la primera vez.
Pasaron tres años de no verla y un día, mientras él salía de su trabajo como aprendiz de alquimia, una rana de chocolate lo golpeó en el rostro. Él la atrapó, confundido y entonces escuchó una risita. Ahí estaba ella, más alta, frágil y más hermosa que nunca. Tres años donde ella había madurado y se había convertido en la perfección de sus mejores sueños. Astoria le sonreía con alegría y sin mediar dos palabras, lo abrazó.
Su primera cita fue en un café muggle, alejado del Londres mágico. Bebieron té y comieron una obscena cantidad de panecillos hasta que no pudieron doblar el estómago de lo llenos que se encontraban.
Salieron y caminaron por un parque iluminado exquisitamente. Ella lo tomó del brazo y se sentaron en silencio a contemplar a las personas caminar. Ella era calma y amabilidad, era luz y paz.
Más tarde, mientras Draco acompañaba a Astoria a su casa, el clima londinense hizo lo suyo y comenzó a llover a cántaros. Draco se preocupó por que se resfriara, pero ella sólo reía y tomándolo de la mano, echó a correr hacia el primer charco que encontró. Para cuando llegaron a la casa de los Greengrass, estaban empapados. Draco la dejó en el umbral y se disponía a irse, cuando ella lo llamó.
—¿Cuántas ranas de chocolate más necesito para que me beses, Draco?
Un rayo tronó a lo lejos y la mujer dio un ligero brinco.
Draco se acercó a ella y le tomó la mano.
Astoria abrió la llave de su casa y un maremoto se abalanzó sobre ella. Astoria resopló y pataleó, poniéndose de pie. Lanzó un gritito de asombro cuando vio que se trataban de miles de ranas de chocolates inundando toda su casa, desde el vestíbulo, las escaleras y ahora el jardín delantero. Astoria avanzó entre ellas y encontró a Draco encaramado en un sillón, esperándola, nervioso.
—No sé cuántas ranas de chocolate necesitaría para esto, Astoria.
—¡Sí, sí me caso! —gritó Astoria antes de que él le hiciera siquiera la pregunta.
—¿Mamá? tengo miedo —admitió Scorpius con un puchero. Se aferraba a las solapas de su padre y miraba a su madre con sus enormes ojos grises—, ¿y si no hago amigos?
Astoria abrió su bolso y se arrodilló junto a su pequeño y perfecto hijo. Le llenó los bolsillos de la túnica con ranas de chocolate. Draco soltó una risita y miró a su esposa y su hijo con adoración.
—Los dulces siempre ayudan a hacer amigos —le dijo ella dándole un gran beso en la frente antes de empujarlo hacia el expreso. Pero Scorpius no se movió, se giró a su padre y lo abrazó.
—Sólo sé tú mismo, Scorp —le dijo Draco dándole un gran abrazo—, eres un buen chico.
Scorpius asintió y subió al tren escarlata. Se despidió de sus padres y se giró para desaparecer.
—¡Los dulces siempre ayudan a hacer amigos! —gritó Astoria de nuevo antes de que desapareciera. Draco la abrazó y la besó con fuerza, poco propio de él.
La amaba tanto.
Y Astoria se había ido, lo había dejado para siempre.
Y sólo faltaba un día para su cumpleaños número cuarenta.
Draco suspiró, regresando a la realidad. Tomó la botella de Wishkey como un autómata y se sirvió un trago. Ahora bebía más, quizá.
¡Plop!
El hombre se giró hacia su elfo Blinny. El elfo hizo una reverencia y le entregó una paquete.
—Mi señor— se retorció su camisita de los Puldmore United y miró a Draco a los ojos—. La ama Astoria me dejó esto antes de morir… dijo que…— las lágrimas resbalaron por sus grandes ojos— se la entregara a las doce de la noche el 5 de junio del 2020. No antes, no después.
Haciendo una reverencia, desapareció.
Draco se tambaleó hasta caer al lado de la butaca, ni siquiera se preocupó por lo patético que pudiera ser, sencillamente se sentó y contempló el paquete con mil emociones albergando su corazón. Con dedos temblorosos, quitó el lazo a la sencilla caja de cartón y miró dentro.
Había una carta y otra caja dentro. Tomó su vaso de wishkey y dio un sorbo para infundirse valor. Abrió el sobre con sumo cuidado de no romperlo y leyó:
Mi amado y siempre dulce Draco,
Espero que la soledad no te esté comiendo, (deja ese vaso de wishkey de inmediato, sé que has bebido para leer mi carta, te lo ruego, Scorpius no necesita un padre triste y borracho). Sé que han sido momentos difíciles, no tan suaves ni tranquilos como los últimos dieciséis que compartí contigo. Sin embargo, ambos sabemos que cada año, día y mañana que amanecimos juntos, fueron un regalo del cielo. Pude morir en cualquier momento, cayendo desvanecida para siempre desde que cumplí los trece años y henos aquí, tantos años después, tú dormido en mi regazo mientras yo fingía leer tu aburrido libro sobre alquimia. Ambos sabemos ya qué pasará, ambos estamos preparados. Yo lo estoy desde que te conocí. Desde los quince años, cuando te regalé la primera rana de chocolate, supe que podría morir en cualquier momento y al ver tu sonrisa cada mañana saliendo del Gran Comedor, sabía que si moría en ese momento, habría hecho algo bueno y mi paso por el mundo no habría sido en vano.
Y ahora la muerte se alza sobre nosotros inevitablemente. Siempre ha sido un peso constante, pero no es hasta estos días, que sé que está cerca. La abrazo como una vieja amiga, una tan querida que sólo me traerá calma. Y sin embargo, hay algo que me molesta; Tú y tú soledad.
No puedes llorarme toda una vida, eso sería injusto, cruel y vil y tú y yo no somos así. Quizá lo fuimos de niños, pero ahora ya no. Somos mejores personas con trabajos dignos y valores me atrevo a decir intachables. Hemos criado a una criatura tan perfecta y amable pero siempre astuta, que nos robó el corazón desde la primera vez que supimos que vendría en camino.
He pensado durante tantos años sobre éste cumpleaños, se supone que tu madre haría una gran fiesta e invitaría a personas importantes. Incluso que tu padre no torcería la cabeza al verme abrazar a mi hijo en público, pero no creo que sea posible que asista, el futuro se desdibuja y termina en un gran punto final para mí. No te preocupes, no lo hagas por mí, no lo hagas por Scorpius, ambos estamos bien.
Si tú estás bien, él lo estará. Y si ustedes están bien, yo me podré ir en paz. Tuvimos una buena vida, llena de locuras, amor y frenesí encerrados en nuestra habitación mientras los truenos retumbaban afuera. Tuvimos un largo y gran matrimonio rodeados de constantes visitas al dentista muggle por caries causadas por las ranas de chocolate. Y tuvimos un gran corazón repleto de amor para poderlo compartir con nuestro hijo.
Así que hoy, 5 de junio del 2020, es momento que me dejes atrás, dejes esta mansión en el pasado, te mudes a otra parte y hagas una nueva vida.
Y yo te voy a ayudar con algunas cosas pendientes que nunca concluiste por torpemente enamorarte de mí.
Tal vez en este momento mires al techo y digas "Astoria, ¿qué hiciste?"
Lo que mejor sé hacer, ayudarte a ser un mejor hombre, uno sano, con metas claras, alejado del Wishkey y sobre todo, feliz.
El mundo no merece privarse de alguien como tú.
Así que sólo confía en mí. Yo sé más de ti que tú mismo.
Esta es mi primer y última carta, cariño mío. Guárdala lo suficiente, pero no innecesariamente junto a tu almohada.
Enamórate, vive, ríe y llora. Estás vivo y tienes un grandioso hijo.
Eres el dueño del maldito mundo.
Feliz cumpleaños número cuarenta, amor mío.
PD. Los dulces siempre ayudan a hacer amigos.
Siempre tuya,
Astoria Malfoy
Draco tardó unos momentos en recobrar la compostura, cuando lo hizo, sonreía. Alejó el vaso de Wishkey de su lado y echó un vistazo a la otra caja. La abrió y descubrió una enorme dotación de ranas de chocolate. El hombre comenzó a reír e inevitablemente, miró al techo
—Astoria, ¿qué hiciste? —preguntó Draco mientras se ponía de pie y se iba a la cama a dormir.
Ya se enteraría por la mañana.
Draco se desperezó en su asiento. Estiró los brazos y se tronó el cuello. Negándose a admitir que la edad pesaba a lo largo de los años, se frotó la dolorida espalda. Se miró las manos, aún eran largas y llenas de anillos, con callosidades por el continuo uso de morteros y cuchillos para la elaboración de pócimas, pero seguían siendo aristocráticas. Resoplando, se puso de pie y una taza de té voló a sus manos. Agradecido, apenas bebió un sorbo cuando la puerta de su despachó fue golpeada.
Cuando llegó aquella mañana a su oficina en el ministerio, encontró otra caja súper dotada de ranas de chocolate. Probablemente lo perseguirían hasta que comenzara a hacer uso de ellas.
Abrió con una seña, esperando encontrarse a Blaise o algún otro pobre diablo que intentaría invitarlo a cenar por su cumpleaños. Se tentó a gritar "Lárgate, maldito seas", pero se contuvo, la elegancia ante todo. Pero frente a su puerta estaba la ministra de magia; Hermione Granger.
Llevaba una túnica azul vaporoso y el emblema del ministro sobre el hombro. Se veía muy mayor. Bueno, o sea, se veía como de cuarenta años, no muy mayor porque él mismo estaba cumpliendo esa misma edad en ése mismo momento, pero ya no tenía dieciocho años ni vestía su uniforme intachable de Hogwarts.
—Hola, Malfoy —saludó la mujer inclinando la cabeza. Sus rizos, antes salvajes y alborotados se veían ordenados en un elegante moño. Era muy guapa, en la flor de lo elegantemente bello y lo maduro. Seguramente era el sueño mojado de algún chico adolescente amigo de sus hijos. Parpadeó ante aquél tremendo pensamiento y se espabiló.
—Hola, Granger… quiero decir… Hola, ¿Weasley?—intentó de nuevo. Hermione negó con la cabeza y dio un tímido paso dentro. Draco se incorporó y le ofreció una silla, cerrando la puerta detrás—. Discúlpeme, pero siempre la veré como Granger.
—Nunca cambié mi apellido, ¿sabes? —dijo de pronto la mujer, riendo—, eso no sería muy progresista de mi parte. Y por favor, háblame de tú. Me haces sentir muy vieja.
Draco titubeó antes de ofrecerle una taza de té y sentarse a su lado, incómodo.
—Aunque debo decir que no me sorprende que no hayas adoptado el apellido de tu esposo… Sí me sorprende verte aquí, ¿a qué honor merezco la presencia de la ministra Granger?
Hermione tomó la tacita de té que flotaba sobre ella y revolvió un poco antes de beber. Ganando tiempo.
—Hoy es tu cumpleaños —dijo ella.
Draco asintió, esperando.
—Y hace unos meses, recibí una carta.
El hombre esperó, mientras la angustia crecía en su interior. Quiso ocultar su rostro entre sus manos y chillar como colegial.
—Tuya —agregó Granger, mirándolo con interés por encima de su taza—, del colegio.
Oh, por Merlín.
Draco quiso mirar al techo y exclamar "Astoria, ¿qué hiciste?"
—No sé de qué estás hablando —dijo él, dándole un sorbo a su té. Por Merlín, estaba hirviendo. Quiso escupirlo, pero eso no sería muy elegante de su parte.
Granger asintió y dejó su tacita en la mesa frente a ella. Sacó un sobre muy cuidado de su interior y se lo mostró.
El hombre quiso salir corriendo y gritar de horror.
—Supuse que no te acordarías de algo que escribiste hace unos… veintiséis años. Lo curioso es cómo esto llegó a mí después de tantos años. ¿Se perdió la lechuza, Malfoy?
Draco bebió otro trago de té luchando con el dolor que le produjo la quemadura y negó con la cabeza.
—Fue Astoria —explicó Draco con contundencia—. Creyó que me estaba ayudando a superar su… su muerte y eso.
Granger asintió con la cabeza y volvió a su taza de té.
—¿Pero fue cierto lo que decía la carta? Quiero decir, hace veintiséis años.
—Sí —contestó él. No había caso mentir. Conociendo a Astoria, seguramente envió otra carta explicándole que él tuvo un enamoramiento por ella desde los catorce hasta los dieciocho, cuando la conoció—. Pero fue hace mucho.
—Sí, fue hace mucho—suspiró ella pensativa—… Pero es curioso —agregó y Draco se quiso morir en ese momento—, porque me llegó después de que firmé los papeles de divorcio. No antes, no después.
—Así era Astoria. No hacía nada a la ligera.
Granger soltó una risita y lo miró a los ojos, con franqueza.
—Yo también estaba medio enamorada de ti, ¿sabes? En séptimo/octavo —dijo ella de repente. Se veía tan guapa con su recogido y su túnica vaporosa ajustándose en las partes correctas—, pero Astoria era muy indicada para ti. Era tan amable y llena de vida… Hizo un gran hombre de ti. Inspiradora.
—¿La conociste? —se sorprendió Draco, nunca en todos esos años, se lo habría imaginado.
—Sí, ella me ofrecía ranas de chocolates todas las mañanas —dijo Hermione con una sonrisa—. Incluso una vez me intentó convencer de ir con ella a volar, pero aquella tarde cayó una tormenta y estaba resfriada, entonces la dejé plantada. Creo que su plan inicial—arqueó una ceja— era emparejarme contigo.
A Draco se le resbaló la taza de té de las manos. La escuchó hacerse añicos, pero no le importó.
—Pero la vida da muchas vueltas y ustedes eran perfectos el uno para el otro.
—Ella me hizo madurar —contestó él mientras se pasaba la varita por los pantalones, secándose el té—. Me hizo una mejor persona… alguien que se ganó a pulso su nombre en este nuevo mundo.
Granger asintió con una sonrisita misteriosa y dejó su tacita sobre la mesa. Se limpió la boca con una servilleta y le sonrió.
—Como dices, nunca hizo nada a la ligera.
Se puso de pie y Draco la imitó. Se quedaron quietos uno frente al otro, mirando a todos lados menos a quien tenían enfrente.
—Bueno, debo irme…
—¿Quieres una rana de chocolate? —dijo de pronto Draco mientras ella lo rodeaba para salir. Granger se giró y le sonrió—. Los dulces siempre ayudan a hacer amigos…
Granger ladeó la cabeza y miró la rana en sus dedos.
—¿Si la acepto seremos como amigos?
—Algo así.
Entonces Granger aceptó la cajita. Sus dedos se rozaron y por primera vez en un año, las mariposas en su estómago revolotearon. Sintió que se ruborizó como un colegial, pero ella también estaba sonrojada, así que no le importó mucho.
—Quizá el próximo año podamos hacer algo para tu cumpleaños, ¿sabes? —dijo Granger antes de salir por la puerta—. Aunque nadie llega a cuarenta dos veces.
Draco se quedó unos momentos mirando por donde se había marchado y después corrió tras ella.
—¿Por qué no hoy, Hermione?—la llamó. Algunas cabezas en el pasillo giraron. Ella se detuvo y se ruborizó. Escuchó sus tacones acercarse a él. Cerró los ojos, previendo la declinación cortés.
—Me parece perfecto, paso por ti a las ocho.
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Draco cerró la puerta de su despacho y miró la caja de ranas de chocolate, cómo no, tenían una nota de Astoria dentro.
Puede que yo sea el gran amor de tu vida, pero es momento de conocer a otro gran amor, el de tu adolescencia.
Puede o no puede funcionar, pero eso es lo emocionante de estar vivo.
Pd. Deja de decir "Astoria, ¿qué hiciste?" Sólo disfrútalo.
Feliz cumpleaños, Draco.
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¡Hola hermosuras!
Este fue un pequeño OS creado por el cumpleaños número cuarenta del increíble hurón saltarín, ojalá les haya gustado tanto como a mí escribirlo.
Besos draconianos señoriales,
Paola