*Capítulo dedicado a Anne que se encuentra enfermita*


Paradoja

Todos los caminos me conducen a ti


IV

Expiación


76-567


Vegeta recobró la consciencia sobre su cuerpo y entorno, pero no abrió los ojos ni se movió de la gran cama, digna de un rey, donde permanecía acostado. Estaba demasiado cómodo y la cantidad de alcohol ingerida había sido tan generosa que en estos momentos era muy difícil hacer algo e incluso pensar. Era como si hubiera dormido demasiadas horas luego de un arduo día de entrenamiento y ahora no podía hacer más que mantenerse acostado y desnudo, con las piernas separadas para permitirle a la mujer seguir masturbandolo con la boca y manos. La excitante sensación que lo invadió en su entrepierna dura lo invitó a relajarse y dejar que ella continuara atendiéndolo.

Sin pensarlo y movido por la sensación que lo embargaba bajó la mano y enredó sus dedos en el cabello rubio de la joven para guiarla con el ritmo… Cabello rubio…

El efecto del vino se fue casi por completo y se sentó en la cama cortando por completo el contacto con la preciosa mujer desnuda que tenía edad para ser su hija. Junto a ella había otra mujer pelirroja, también desnuda, igual de joven, pero más voluptuosa.

—¿Qué pasa, su majestad? ¿No le gustó? —preguntó la joven de mirada inocente y cuerpo perfecto. Y agregó observando el miembro aún duro del hombre—. Yo diría que le encantó. —Gateó hacia él para continuar con los juegos, pero la pelirroja también se acercó para reclamar su turno.

—Ya perdiste tu oportunidad. Ahora me toca a mí, ¿no es cierto su majestad?

Ya totalmente despierto y alerta, Vegeta puso la mano para detener a ambas mujeres.

—No, es suficiente. Le digo a las dos —dijo serio y tranquilo. Ya que lo llamaron su majestad no tenía necesidad de levantar la voz ni amenazar para ser obedecido.

—¿Todo bien, Vegeta?

El hombre volteó en dirección donde escuchó la voz de Bulma y para su asombro la encontró tendida en un fino sofá antiguo con un saiyajin que jamás había visto en su vida. Por supuesto, estaban desnudos, nadie en esa maldita habitación tenía alguna prenda puesta o una pizca de vergüenza.

—Todo está bien —dijo debiendo controlar una ira irracional que creció en su interior al ver a su mujer con otro hombre encima, pero pronto se controló. Esta no era su Bulma, pudo sentirlo enseguida y por lo visto acostumbraban a hacer este tipo de cosas, ya que ella lucía totalmente relajada.

Bulma le dio una palmada en el hombro al saiyajin y éste enseguida se hizo a un lado para dejarla levantarse.

—¿Qué pasa? —preguntó Bulma de unos 30 años, cuerpo espectacular, cabello largo y ondulado hasta la cintura—. Te veo distraído. —En cuanto llegó a su lado se sentó sobre él y las chicas se alejaron lo suficiente para darles algo de privacidad, a la espera de una orden, al igual que el guerrero que continuó en el sofá.

—Necesito tu ayuda —dijo Vegeta, pero al parecer Bulma no tenía muchas intenciones de escucharlo.

—Tranquilo —susurró contra su oído y lo besó en la boca. Tomó su miembro que continuaba duro y subió y bajó su mano al ritmo que sabía le encantaba—. Yo te ayudaré, mi rey.

—Espera —dijo el hombre, sin embargo fue incapaz de rechazar el beso que casi lo dejó sin aliento. Era tan tentadora y su cuerpo de turno respondía enseguida a todo lo que hacía ella.

Después de unos exquisitos besos que estuvieron a punto de perderlo, Vegeta tomó a Bulma de los hombros para separarla lo suficiente y cogió sus manos.

—Realmente quieres hablar —dijo Bulma sonriendo, y luego de otro corto beso le habló a los invitados sin dejar de mirar a Vegeta—. Ya pueden retirarse, es todo por hoy. —Las dos mujeres y el saiyajin hicieron una corta reverencia antes de abandonar la habitación—. Muy bien, ya estamos solos, puedes hablar con libertad, mi rey.

Vegeta jamás había sido pudoroso respecto a la desnudez, pero no quiso tener esta conversación con esa Bulma desnuda y sentada sobre él, ya que el cuerpo de este Vegeta le pedía estar con ella, y él se sentía incómodo ante aquella situación. Decidió ponerse de pie para alejarse un poco y fue en ese momento cuando tuvo consciencia de su propio cuerpo. Era alto, al menos 25 centímetros más de su tamaño, los músculos eran grandes, perfectamente formados y muchas más cicatrices adornaban su cuerpo junto con tatuajes tribales. Se sintió raro en un cuerpo así de grande.

—Necesito que me ayudes —dijo mirándola a los ojos. Si bien, esta no era su mujer, al menos era evidente que tenían una buena relación y podrían hablar sin problemas. Quién más que Bulma para ayudarla a arreglar el reloj para no continuar viajando a ciegas—. Vas a pensar que es muy extraño lo que estoy apunto de decirte.

—Pruébame —dijo ella desde la cama—. Me has dicho y me has hecho hacer cada locura que no creo que puedas sorprenderme.

—Vístete y vamos a tu laboratorio. Allá te lo explicaré. —Fue al armario en busca de ropa, pero se detuvo cuando Bulma le respondió.

—¿Mi laboratorio? ¿De qué estás hablando?

—¿Acaso no hay laboratorio en este lugar? ¿Cómo trabajas entonces?

—Sí hay, pero no es mio… Parece que bebiste más de la cuenta, ¿cuándo he trabajado yo? Bueno, si mamartela todo el día cuenta como trabajo entonces sí trabajo y soy la mejor —dijo orgullosa.

—Maldición —susurró Vegeta para sí, decepcionado, tanto que incluso se le bajó la erección—. No me sirves…

—Mi papá era científico, pero ya que me vendieron a ti desde pequeña se dedicaron a criarme para agradarte y ser la mejor reina, no para perder el tiempo en tontos laboratorios y trabajos aburridos. ¿Acaso hay alguna queja de mi desempeño? —preguntó un poco preocupada—. Te hago feliz, te he dado cuatro herederos poderosos y me desvivo por ti.

—No, olvídalo —respondió Vegeta y levantó las cejas sorprendido al enterarse del número de hijos que tenía en este universo. Miró el reloj que continuaba en su muñeca—. ¿Dónde puedo encontrar a tu padre? —Si había alguien más en quien confiar además de Bulma, era el científico.

Bulma ahora frunció el ceño ante su pregunta.

—Vegeta, me preocupas. Mi padre murió hace años. Tú mismo me diste permiso para ir a su funeral con mi escolta. ¿Quieres que mande a llamar al doctor? Tal vez los golpes de la última batalla sí te afectaron.

—No, estoy bien. El vino se me subió a la cabeza, nada más —respondió pensativo.

Una Bulma que no sabía nada de laboratorios, trabajos y además pedía permiso para hacer las cosas… No, esta no se parecía en nada a su mujer, tal vez en el físico, y aún así la suya le atraía más. Esta era demasiado voluptuosa. Sin pensarlo, ni buscarlo, se dirigió al baño. No se dio cuenta pero ya sabía cuál era la puerta. Antes de entrar ya tenía a Bulma de su mano y se sintió raro, al verla tan baja en comparación a la diferencia de estatura que tenían.

—Puedo darte un baño para que te relajes. No es necesario llamar a nadie hoy, puedo encargarme de ti toda la noche. —Se inclinó para darle un beso, pero Vegeta simplemente acarició su mejilla con su inmensa mano.

—Está bien, no tardaré. Ve a la cama y descansa, te aseguro que cuando regrese contigo te voy a coger toda la noche.

Una vez en el baño se apresuró en poner seguro para no ser interrumpido. Las paredes de piedra gruesa le hicieron recordar el palacio en Vegetasei cuando era niño. ¿Así hubiese sido de haber continuado en su planeta y sin Freezer? Claro, con 25 centímetros menos y sin todos los tatuajes que cubrían su cuerpo.

Volvió a poner las coordenadas 732-731 en el reloj a sabiendas que volvería a fallar, sin embargo su objetivo ahora no era buscar a su Bulma, sino que alguna capaz de ayudarle a arreglar el reloj y dar por fin con el paradero de su mujer.

Activó el reloj y pronto el verdadero Vegeta de ese universo saldría del baño y cumpliría la promesa que el otro le hizo a esta Bulma.


(...)


Bulma se mantuvo en su lugar, en silencio y asustada, pero intentando ocultarlo. Este Vegeta era el mismo de esa horrenda pesadilla y si todo continuaba como en ella, terminaría ahorcandola.

El hombre la observó sin decir una sola palabra. Bulma no supo si la estaba estudiando o esperando el momento perfecto para asesinarla. Era verdaderamente perturbador. Este hombre era una copia fiel de su Vegeta, pero lucía mayor, no sabía qué edad exactamente, ya que los saiyajin envejecen mucho más lento que los humanos, pero él parecía tener 55 años bien conservado, con unas pocas arrugas alrededor de los ojos y algo de canas en las patillas, lo que significaba que debía ser mucho más mayor de lo que aparentaba. También vestía armadura con hombreras largas y una capa roja, que según lo que alguna vez le comentó Vegeta, debía de tratarse del traje real de su planeta.

—¿Ha sido tu estadía lo suficientemente cómoda en tu habitación? —dijo con voz ronca. Bulma sintió un desagradable escalofrío recorrerle la espalda cuando escuchó la voz exacta de su Vegeta en este hombre.

Bulma no respondió. En otra circunstancia se hubiera puesto a gritar indignada por haber estado dos días encerrada y luego venían y le lanzaban esa pregunta, sin embargo, su instinto le dijo a gritos que debía mantenerse calmada.

Vegeta observó la habitación, y al parecer no le agradó que estuviera tan desordenada.

—Supongo que tienes hambre.

—Sí, se acabó pronto. —Le incomodaba la forma en la que la miraba, tan intensa, justo como Vegeta, pero este hombre la hacía sentir perturbada.

El hombre acortó la distancia entre ellos y observó las marcas en su cuello. Estiró la mano para tocarla, pero Bulma instintivamente se hizo hacia atrás. Él volvió a fruncir el ceño, e inmediatamente le dio la espalda.

—Debes de estar hambrienta. Ven conmigo. —Salió a paso rápido de la habitación y Bulma no dudó en seguirlo. No estaba dispuesta a seguir encerrada en ese lugar, necesitaba saber qué demonios estaba pasando.


—¿Está todo bien con tu habitación? —preguntó el hombre cuando ya estuvieron sentados a la mesa en una bella habitación alfombrada para contrarrestar el frío de los muros de piedra.

—Sí… ¿Dónde estamos? —No tardó en comer cuando el aroma de la comida la sedujo. La mesa redonda estaba repleta de exquisitos y elaborados platos y de pronto experimentó un deja vu con los sabores, pero no supo identificarlo.

—A su debido tiempo lo sabrás, ahora come.

Bulma obedeció, pero no dejó de mirar a su alrededor. No había nadie, una pista, algo, y el camino hacia el salón solo fueron pasillos solitarios de lo que parecía ser un castillo antiguo. De a ratos también le echaba una mirada al hombre, y cuando sus ojos se encontraban regresaba a la comida. Era demasiado intenso, como si tuvieran toda una historia juntos, como ella y su Vegeta, pero este hombre jamás le transmitió este tipo de sentimiento, ni siquiera cuando recién comenzaron su relación y Vegeta era mercenario espacial.

La comida continuó en un silencio tenso donde solo se escuchaba el sonido de los servicios contra los platos.

—Tengo muchas preguntas —dijo Bulma después de dejar los cubiertos sobre el plato vacío.

—¿Te gustó la comida? —preguntó mirándola y limpió su boca con la servilleta de género.

—Exquisita —respondió apresurada—. Me gustaría saber dónde estoy y qué está sucediendo.

—Estoy seguro de que tienes muchas preguntas, pero este no es el momento.

—¿Y cuándo lo será? —Ya había estado serena demasiado rato, y no era su forma de ser—. No puedes tenerme encerrada aquí para siem…

—Mi guardia te escoltará de regreso a tu habitación, ahora tengo mucho por hacer, cuando regrese tendremos tiempo de sobra para ponernos al día.

—Prefiero quedarme aquí.

—Eso no sucederá —respondió mirándola a los ojos—. Irás a tu habitación.

—No quiero que me encie… —se calló y dio un brinquito de susto cuando el hombre golpeó con la palma la superficie de la mesa ante su insistencia.

—Volverás a tu cuarto y si quieres salir deberás ganártelo, pero eso lo veremos cuando regrese, ¿entendido? —dijo casi gritando y evidentemente conteniendose para no hacer más.

Bulma estuvo a punto de responder y entrar al choque, pero nuevamente la cordura ganó y se mantuvo en silencio. Solamente afirmó con la cabeza. Se tensó por completo cuando sintió su mano enguantada tomar la suya y otro escalofrío la invadió cuando se la acarició y posteriormente besó.

—Eres perfecta —susurró, y luego se marchó del salón.

Bulma creyó que esta sería su oportunidad para salir del lugar e intentar pedir ayuda, pero bajo el arco de la salida ya estaba el guardia prometido esperandola para llevarla a su habitación. La sorpresa fue grande cuando vio a Goku de unos 25 años vestido como saiyajin, con colores oscuros y cara de pocos amigos.

—Goku, tienes que dejarme salir de aquí —dijo en cuanto llegó a su lado, pero el otro ni se inmutó ante su pedido.

—Vamos a su cuarto ahora, de lo contrario tengo permitido usar la fuerza si es necesario.

Bulma se marchó murmurando insultos y maldiciones para estos dos hombres que no eran para nada como los conocía. El joven hombre la siguió muy de cerca y cuando Bulma ya estuvo de nuevo en su habitación, se giró para decirle un par de verdades, pero el saiyajin le cerró la puerta en la cara y le puso llave por fuera.

Pese a que era inútil, intentó abrir la puerta y ante la impotencia de la situación la golpeó y pateó. Frustrada se sentó a los pies de la cama y fue cuando notó que todo estaba en perfecto orden y mucho más limpio que antes. Nadie hubiera imaginado que el día anterior había dado vuelta todo en busca de algo que la ayudara.

Suspiró y se quitó del pantalón el cuchillo que logró esconder cuando Vegeta le dio la espalda. Estaba consciente que no serviría para nada contra dos saiyajin tan poderosos, pero era una oportunidad que no pudo perder. Lo escondió bajo el colchón y esperó que no se repitiera ese horrible escenario de su pesadilla.


611-000


Cuando Vegeta tuvo consciencia de su nueva realidad, se encontró en un palacio totalmente diferente al recuerdo que tenía cuando fue niño y vivió en su planeta. Este era más colorido, elegante y lleno de vida. Los ventanales de colores permitían el paso de la luz en diferentes tonalidades, lo que hacía que los finos trajes de los hombres y mujeres que bailaban en el centro del salón destacarán más. Cuando vio a los músicos tocar sus instrumentos para la entretención de todos los presentes, ya pudo tener total control de este nuevo cuerpo.

No era rey, de eso ya estaba seguro, pues a su izquierda, sentado en su trono se encontraba su padre, el rey Vegeta, y a la izquierda de éste la que seguramente era la reina. No era su madre, pues la mujer debía tener solo unos años más que él. En los últimos universos que había visitado; su madre siempre se encontraba muerta o simplemente no existía. Una parte de él sentía cierta curiosidad de volver a ver a la mujer que perdió a tan temprana edad y casi no tenía recuerdos de ella.

Más a la izquierda, también sentados en sus respectivos asientos, junto a la larga mesa y observando a los invitados danzar al ritmo de la música, estaba su hermano Tarble y una joven mujer que debía ser su esposa. Todos, incluso él vestían elegantes trajes de tela, muy alejado a las armaduras y trajes de entrenamientos. Todo era demasiado civilizado a lo que acostumbraba su gente, ni siquiera tenían cola, pero sí mantenían el poder en su interior, eso lo podía sentir.

Tanto el rey, como los príncipes portaban condecoraciones en honor a batallas ganadas. De haber estado en otra situación se hubiera atrevido a acercarsele y hablar con Tarble, pero no había tiempo que perder.

Sintió la presencia de Bulma enseguida, y claro, si la joven se encontraba sentada a su derecha. Lucía hermosa, no debía tener más de 24 años y el vestido ajustado en el busto y cintura, resaltaba sus pechos, sus hombros desnudos y perfecto cuello. Pero no se trataba de su Bulma.

Había visitado varios universos intentando encontrar una Bulma que le ayudara, pero en la mayoría no poseía los conocimientos necesarios o simplemente no quería saber nada de él. No podía creer que Bulma no tuviera el tremendo cerebro del que se jactaba, pero la realidad que estaba presenciando en cada escenario le indicaba otra cosa.

—¿Todo bien, querido? —preguntó Bulma con una voz extremadamente suave y retraída, muy diferente a lo que uno pudiese pensar sobre ella considerando su postura y apariencia en aquel vestido.

—Dime algo… —dijo Vegeta mirándola a los ojos—. ¿Tienes laboratorio?

—¿Laboratorio? —repitió ella, sin dejar de mirar a los invitados bailar—. Sí… yo solía...

—Necesito que vengas conmigo —dijo enseguida, sin dejarla acabar. No iba a esperar a que terminara el baile ni cualquier discurso que su padre tuviera que dar.

—Pero, Vegeta —alcanzó a decir Bulma preocupada por el protocolo. Se calló en cuanto sintió su mano tomarla y se puso de pie sin cuestionar.

—Lo siento, padre, regresamos enseguida —dijo Vegeta al rey que no tardó en mirarlo con mala cara por su falta de educación. No le importó en lo absoluto la consecuencia que pudiera traerle al Vegeta de este mundo, pero sí le llamó la atención lo tensa que se encontraba Bulma ante el contacto de sus manos, un acto que debía ser totalmente natural considerando que ya estaban casados.

En cuanto abandonaron el salón, la apariencia altiva de Bulma desapareció por completo. No dijo nada y ni siquiera intentó soltarse del agarre de Vegeta que buscaba una habitación a solas para poder conversar, pero el palacio era completamente diferente al que recordaba de su niñez, este estaba repleto de trabajadores que iban de un lado a otro preocupados de que la celebración de esta noche fuese un éxito.

—Necesitamos estar a solas —dijo ansioso.

—Al final del pasillo hay una habitación para eso —respondió Bulma mirando el suelo, evitando tener contacto con sus ojos.

Vegeta ignoró su comportamiento y caminó a paso rápido hacia el lugar señalado por Bulma, sin soltar su mano. A ella le costó un poco seguirle el paso al estar con zapatos tal incómodos.

Luego de ingresar a la habitación, Vegeta se preocupó de cerrar la puerta. El cuarto estaba a oscuras, pero no le importó.

—Escucha, tengo algo muy importante que decirte, así que necesito que pongas mucha aten… —Se calló en seco cuando vio que Bulma, con lágrimas en sus ojos, dejaba caer el vestido y quedaba solo con las bragas, portaligas y pantys, luego se hizo hacia un lado para que el vestido en el suelo no molestara y se arrodilló en el suelo—. ¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó alzando la voz.

No necesitó respuesta de Bulma, ya que estaba demasiado asustada como para responder una pregunta que cualquiera fuese su respuesta terminaría con una agresión. Le bastó con ver las múltiples cicatrices y heridas aún frescas en su pálida piel, todas bajo el escote, para que la ropa pudiese ocultarlas y aquel terrible secreto quedara entre ellos dos y aquellos que solo les importaban las apariencias.

Se quiso acercar a ella, pero de pronto las imágenes de él agrediéndola y disfrutandolo le colmaron la cabeza, como corriente en su cerebro que le provocó un dolor espantoso. Algunos recuerdos de este universo se hicieron presentes, junto con olores, sabores, sensaciones y emociones casi palpables. No pudo más que sentir asco por este Vegeta.

Miró su reloj para marcharse enseguida, no tenía caso continuar aquí, pero ella le habló.

—Por favor —suplicó Bulma en voz baja. Jamás levantó la mirada para observarlo, le temía demasiado, incluso para hablar, pero había algo mayor por proteger y por eso se llenó de valor—. Recuerda que estoy esperando tu hijo, no seas tan brusco.

Debería marcharse enseguida, no era asunto de él, tenía que ir por su mujer, pero los años con Bulma lo habían ablandado y no podía abandonar a esta que tanto necesitaba ayuda. Además ahora por esos recuerdos albergados en su cerebro, sabía muy bien lo que le hacía este Vegeta... Era abominable...

—Maldición… —susurró. La cabeza aún le dolía, pero era soportable. Se quitó la chaqueta y la puso en los hombros de la mujer para cubrir su desnudez y luego la hizo levantar.

—Perdón si no te gustó —dijo afligida. Las lágrimas ya corrían gruesas por sus mejillas—. Pero el embarazo se comienza a notar, y…

—Olvida eso —dijo lo más suave y calmado que pudo, no quería asustarla más. Le cerró la chaqueta, en un intento de minimizar un poco el miedo, pero de pronto sintió un deseo casi incontrolable de cortar su piel y hacerla sufrir. Eso lo hizo retroceder para no continuar tocándola—. Dime, ¿tienes familia, alguien que pueda recibirte?

—No… Tú y tu padre los mataron a todos.

—¿Sabes pilotar una nave?

Bulma no respondió. Se limitó a mirarlo de reojo, sin dejar de tiritar.

—Escucha —dijo Vegeta y se atrevió a tomarla de los hombros para que lo mirara—. Por un momento olvídate del hombre que conoces, y te pido que confíes en mí. Necesito que me respondas o no podré ayudarte.

Por primera vez estando solos, ella se atrevió a mirarlo directamente a los ojos y fue como estar con otra persona. Esa mirada apasionada e incluso cálida no parecía a aquella desquiciada que debía enfrentar cada noche.

—Sí, sí sé pilotar naves.

—¿Tienes cosas de valor, como joyas o dinero?

—En mi cuarto.

—Llévame allá.


Cuando Bulma salió vestida con ropa más cómoda del baño de su cuarto, encontró a Vegeta guardando sus objetos de valor en un bolso de cuero. Incluso quitó las medallas de la chaqueta que debían de ser de un valor incalculable.

—¿Esta es una nueva especie de tortura? —dijo con la espalda contra la puerta del baño—. ¿Me haces creer que me liberarás solo para atraparme y dejarme en evidencia con tu familia?

—¿Sería capaz de eso? —preguntó incapaz de mirarla. En otra vida, si su raza hubiera sobrevivido y él hubiera crecido siendo el príncipe saiyajin, no encontraba descabellado que hubiera terminado así de sádico. Era el camino lógico a seguir considerando su pasado estilo de vida.

—Has hecho cosas peores.

—Lo sé —dijo sintiéndose culpable—. Con esto bastará para que llegues muy lejos y no te falte nada. Ve por una nave y vete enseguida de aquí.

—No me dejarán pasar. Tengo prohibido el acceso al aparcamiento.

—No si vas conmigo. Vamos ya.


Cuando vieron a Vegeta llegar al aparcamiento, los soldados le hicieron una reverencia y se marcharon en cuanto dio la orden. No se detuvieron a cuestionar su mandato ni le prestaron atención a la mujer que lo acompañaba. Ninguno se dio cuenta que se trataba de su mujer debido a las ropas simples y que cubría su característico cabello con un pañuelo.

—¿Cuál es la más rápida de todas? —preguntó en voz alta observando los diferentes modelos de naves. No había ninguna circular como las que alguna vez usó.

Bulma se dirigió enseguida a la que sabía la alejaría lo más rápido posible de este infierno, aún con el miedo de que todo esto fuese una trampa, una excusa para castigarla con mayor brutalidad. En cuanto ingresó, Vegeta le pasó el bolso.

—No me digas a dónde te diriges, no sé si este hijo de puta tenga consciencia o pueda recordar lo que sucede mientras uso su cuerpo.

Bulma no supo qué responder ante aquel comentario y atribuyó que Vegeta finalmente había perdido la cabeza.

—¿Por qué haces esto? —Se aventuró a preguntar.

—Siento que te lo debo… Eres Bulma después de todo… —respondió con voz profunda y ronca, mirándola a los ojos—. Escúchame, eres la mujer más inteligente que he conocido en mi vida. Tienes en tu cabeza la mayor arma de todas. Úsala y solo así no volverás a verme jamás… Me conozco, y sé de lo que soy capaz con tal de encontrarte, créeme… Estas naves cuentan con rastreador, tienes que quitárselo y hacer transbordo en otras naves, no te detengas en varios días, después habrá tiempo para dormir… Te daré un tiempo prudente para que te vayas, pero no puede ser mucho, tengo que irme ya.

No esperó respuesta. Le bajó la compuerta y se hizo hacia atrás para dejar que partiera de una vez por todas. Se sintió un poco más tranquilo cuando perdió de vista la nave y todo a su alrededor continuó en calma. Se acercó a la orilla de la torre donde guardaban estas naves de la familia real y pudo observar desde altura el palacio y parte del reino en su plenitud: todo mucho más cuidado y civilizado en comparación a lo que recordaba, pero por dentro hervía la misma materia putrefacta que los caracterizaba.

Cuando metió la mano en los bolsillos del pantalón encontró una cajetilla de cigarros un tanto arrugada y de pronto tuvo deseos de fumar. ¡Qué más daba! El desagradable olor a humo se quedaría en este cuerpo una vez que se marchara y necesitaba hacer algo para que el tiempo avanzara. Se llevó un cigarro a la boca e iluminó uno de sus dedos con energía para encenderlo. No pudo evitar pensar en su mujer cuando saboreó el humo en su boca y luego inhaló y exhaló. Qué diría Bulma si lo viera fumando… seguramente encendería otro para ella y ya no habría nadie más que los detenga en el desagradable hábito.

A medida que pasaron las horas y los cigarros acabaron, los recuerdos del Vegeta de este universo comenzaron a aumentar, y consigo el desprecio hacia el dueño del cuerpo. Le quedó más que claro que tal como él, iría a buscar a Bulma y no se detendría hasta encontrarla, por lo que necesitaba mucho más que unas horas de ventaja. Con el último cigarro en la boca emprendió camino de regreso al salón, totalmente concentrado en este desagradable personaje, lo que ocasionaba que nuevos recuerdos aparecieran en su cabeza y así saber qué decir y hacer para que su actuación fuese creíble.


—¿Dónde habrá ido Vegeta? —preguntó la reina a el rey Vegeta en voz baja para que las visitas no pudieran escuchar.

—No quiero saber —dijo molesto—. Sabía que lo quería acá para cuando diera el discurso. Necesito su apoyo para convencer a todos los presentes, pero tenía que irse justo ahora.

—No me extraña de él. No deberías confiar tanto en Vegeta, sabíamos que tarde o temprano haría algo así.

—Y eso a ti te encanta, ¿no? —dijo Tarble que estaba sentado al lado de la reina.

La mujer no le respondió y simplemente le hizo un desprecio.

El rey no continuó sus descargos porque su atención se dirigió hacia el centro del salón donde su hijo Vegeta estaba discutiendo acaloradamente con dos de sus más importantes invitados. No quiso alarmar a nadie, tal vez el resto de los comensales no se darían cuenta, pero estaba completamente equivocado.

Los músicos detuvieron su interpretación cuando uno de los invitados se estrelló contra ellos después de que Vegeta lo golpeara en el rostro. Ahora sí toda la atención estaba puesta en él.

—¡Vegeta! —gritó el rey desde su puesto y de pie. Uno soldados corrieron a ayudar al hombre que había quedado inconsciente.

—¿Qué? —preguntó Vegeta sonriendo y voz alta para que todos escucharan—. Es lo que harías con él luego del tratado, padre. Simplemente adelanté el trabajo.

—¡Vegeta, a mi oficina ahora! —gritó el rey encolerizado.

—Tranquilo, rey. No revelaré tus secretos. —Lanzó el cigarro encendido a una mesa donde la gente continuaba observando—. Después de todo los que piensan que serán traicionados por ti, están en lo correcto, eso todos lo saben, no es necesario que yo revele algo.

—Perdonen a mi hijastro —dijo la reina también de pie—. No se ha sentido bien, y seguramente el alcohol se le subió a la cabeza.

—Por favor, madrastra. Es la misma excusa que inventas cada noche después que te cojo. Que fue el alcohol que se te fue a la cabeza, que no volverá a ocurrir, que a mi padre no se le para y por eso me buscas… —Y añadió a todo el público—. ¿Alguien tiene un cigarro? Se me acabaron todos.

—¡Suficiente! ¡Llévenselo al calabozo! —Ordenó el rey a los guardias, mientras la reina horrorizada se cubría la boca con las manos y Tarble intentaba contener la risa.

Los guardias intentaron llevarse a Vegeta sin usar mucha fuerza, pero el príncipe no se los permitió y agredió a todo aquel que intentó acercarse y continuó vociferando más verdades oscuras sobre la familia real . En cuanto tuvo la oportunidad activó el reloj y entonces dejó que los guardias se abalanzaron contra él para detenerlo.

Con esto, Bulma tendría tiempo suficiente para escapar y nadie se acordaría de ella por un muy buen rato, y el hijo de puta de este tiempo pasaría una buena temporada encerrado por culpa de su boca.


(...)


A la mañana siguiente, cuando Bulma despertó y vio la puerta abierta estuvo a punto de levantarse y correr hacia ella para escapar, pero ese Goku desagradable se encontraba asomado haciendo guardia.

—¿Ahora vas a estar aquí metido conmigo? —dijo enojada. Tal vez debía controlarse con ese Vegeta, pero con este otro no se callaría—. ¿Qué es lo que pretenden al tenerme aquí encerrada? ¿No vas a responder nada? De donde yo vengo, Goku no es el monigote de nadie, y ya me hubiera liberado sin importarle nada.

Enmudeció por completo cuando vio entrar una mujer a la habitación, (la razón de que la puerta estuviera abierta y Goku la custodiara) Era Milk, pero mucho más mayor, de al menos 65 años, muy activa que traía la bandeja con el desayuno y en cuanto la depositó en la mesita junto a la ventana, comenzó a limpiar a su alrededor, como si Bulma no existiera.

—¿Milk? —Ahora entendía por qué la comida le había sabido tan sabrosa y familiar.

—Necesito que te levantes de la cama, voy a cambiar las sábanas —respondió buscando sábanas nuevas en uno de los tantos muebles del cuarto, completamente indiferente a Bulma—. Hay mucha ropa a tu disposición, no tienes que estar con la misma tantos días. Quítatela para lavarla. Y come ahora, de lo contrario se va a enfriar.

—Esto tiene que ver con el experimento —dijo Bulma para sí, ya fuera de la cama—. ¿Pero cómo? Todavía no llegaba a la fase de pruebas, no pude haber caído en otro universo por mi culpa, el reloj no estaba programado.

—Así que eres inteligente —comentó Milk, ocupada en cambiar las sábanas—. Muchas ni siquiera entienden lo que está pasando, y tú tienes un reloj.

Antes de decir algo, Bulma fue hacia la puerta y la cerró para que su perro guardián no escuchara.

—¿De qué estás hablando? ¿Dices que no soy la primera en caer aquí?

—Y probablemente no serás la última… Aunque esta vez el señor acertó muy bien. Eres idéntica a ella, y por lo visto también inteligente.

—Te agradecería que fueras más clara —dijo molesta, pero Milk continuó con sus deberes—. Es evidente que estás acostumbrada a todo esto. ¿Tú señor es este Vegeta con la cicatriz y se dedica a raptar… raptar Bulmas? —dijo sin poder creer sus propias palabras.

—No tengo mucho tiempo, tengo que hacer el almuerzo y lavar, pero si logras pasar esta semana tal vez tengamos tiempo de hablar.

—¿Si logro pasar esta semana?

—Una vez que el señor confié en ti te dará libertad. Hazlo enojar y tendré que limpiar tu sangre de las sábanas una vez más. ¿Tienes idea lo que cuesta limpiar sangre de estas sábanas finas?

—¿Y cómo demonios haré que tu señor confíe en mí?

—Se supone que eres inteligente, no creo que tanto como la original, pero puedes deducirlo sola, si ya entiendes dónde estás metida, puedes descifrar el resto… Solo te digo que no le menciones lo evidente.

—Por supuesto que soy inteligente —dijo ofendida, a lo que Milk respondió con una sonrisa y se tomó unos momentos para mirarla.

—En verdad te pareces a ella. Eso te da una ventaja, úsala.

Bulma quiso llenarla de preguntas, pero la puerta se abrió. Cuando vieron a Vegeta en el marco, Milk tomó las sábanas usadas y se apresuró en salir de la habitación.

—Pude desocuparme antes y te vine a acompañar un momento. —Se acercó a Bulma y sentó junto la mesita con el desayuno.

Pese a no tener deseos, Bulma se sentó a su lado y comenzó a comer. Tenía miedo de abordarlo de mala manera y hacerlo enojar. Lo poco que le había dicho esta Milk había sido desconcertante.

—Vegeta… en verdad me gustaría no pasar todo el día encerrada en este lugar —dijo con suavidad, y mirándolo a los ojos, ya que al parecer eso le gustaba—. Es asfixiante y sabes muy bien que no me agrada mucho.

—Pensaré qué puedo hacer al respecto. No me gusta tenerte retenida aquí, pero no será mucho. Ahora come, estás muy delgada y pálida.

—Quizás si pudiera salir al exterior a tomar un poco de sol me haría bien. —Ya que según Milk, se parecía a la original, se aventuraría a decir más—. Tengo que cuidarme para mantener esta cara bonita. —Vio satisfecha que aquel comentario le arrancó una leve sonrisa al hombre.

—Le diré a Kakarotto que te acompañe.

—Gracias —dijo y cometió el error de tocarle la mano, a lo que Vegeta la afirmó con fuerza para que no lo soltara. No le hizo daño, pero le asustaba mantener contacto con este hombre.

—Soy capaz de darte todo si así me lo pides —murmuró con voz ronca, mirándola a los ojos. Insistía en hablar de ellos como si ya hubiera una historia importante.

—Lo sé. Pero por ahora solo quiero tomar un poco de sol, nada más.

Vegeta se puso de pie, y ya que estaban tomados de la mano, a Bulma no le quedó otra opción que pararse y acortar la distancia entre sus cuerpos. Jamás pensó que se sentiría así de mal al estar con Vegeta. Pero este no era su Vegeta por mucho que él así lo creyera

—No tienes que tener miedo, estás a salvo conmigo.

Bulma no pudo responder, pues ya tenía a Vegeta besando su boca. El miedo le hizo corresponder el beso y si en un comienzo se sintió extrañamente similar, no fue capaz de continuar.

—No, no puedo. —Lo separó poniendo las manos en el pecho—. Déjame salir de aquí, este no es mi mundo, sé que piensas que soy tu mujer, pero no…

Indignado, Vegeta la abofeteó en el rostro para que no siguiera hablando. Bulma terminó en el suelo con el labio roto y sangrando, tiritando de miedo.

—¡No hagas esto! —bramó encolerizado y apretando los puños en un intento de controlarse—. ¡No lo arruines! No puedes estar demandando nada si no eres capaz de dar nada. ¡No tienes idea cuánto tiempo te busqué! Eres perfecta, no me obligues a hacerte esto.

Se retiró de la habitación a paso rápido, de lo contrario no sabía qué más podría hacer, y pese a los sollozos a causa del dolor, Bulma pudo escuchar cuando le pusieron seguro a la puerta.


Continuará…


Hola todos y todas. Muchas gracias por leer Paradoja y disfrutarlo tanto como yo. Hubiera actualizado más temprano, pero me dio un ataque horrendo de cabeza (mucho rato escribiendo al computador) y debí quedarme varias horas en mi cuarto sin nada de luz hasta que finalmente pasó. Vieran como están de hinchados mis pobres ojos.

Bueno, ya sabemos dónde está metida Bulma y con quién. Este Vegeta es tan inestable que le tomará demasiado trabajo poder seguirle el juego para sobrevivir. También hay un Kakarotto y Milk que tendrán mayor participación más adelante.

Vegeta sigue buscando una Bulma que logre ayudarlo a reparar al reloj, pero ha sido mucho más difícil de lo que parece. El nombre del capítulo Expiación fue debido a este último universo que visitó, y en el cual en lugar de marcharse e ignorar, no fue capaz, pues pese a todo es una Bulma la que estaba sufriendo y los años definitivamente lo han ablandado. No podía ser indiferente al dolor de Bulma, sea o no la de su universo (especialmente si él es el causante de ese dolor). Y ahora está comenzando a retener información y recuerdos del cuerpo que usa...

Para quien preguntaron: Sí, esos números antes de cada universo donde está Vegeta vendrían siendo las coordenadas.

Les aprovecho de avisar que hace poco publiqué la segunda parte de El Legado, así que los invito a leer mi más querida historia.

Bueno, muchas gracias por leer y espero sus rws que son el apoyo para continuar escribiendo y actualizando así se de seguido.

Dev.

06/07/20.