"Las personas débiles son las que tienen el mayor potencial"

Genya pensaba en sus palabras, les daba vueltas y vueltas en su cabeza, hasta grabarlas a fuego, convirtiéndolas casi en sus nuevas oraciones.

Se había recostado hace rato buscando dormir, sin conseguirlo por más que se acomodaba de un lado al otro, buscando la forma de apagar sus pensamientos.

Pero aunque no quisiera lo seguía pensando.

La forma en la que le sonreía, como si estuviera genuinamente feliz de verlo, su sonrisa al buscar animarlo, también, provocaba que Genya se sintiera comprometido a creer en él, y no recordaba haber experimentado tal confianza ciega en alguien desde que perdió a sus hermanos.

Su pecho se oprimía al recordarlo, pero no había un solo día en que su mente no divagara por el pasado. En este caso, lo extraño era pensar tanto en algo que Tanjirou acababa de decirle, tanto como para quitarle el sueño. Sus palabras, y su sonrisa, que le hacía clavar los pies en el presente y hasta atreverse a mirar un poco en el futuro.

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Tanjirou acababa otro día de entrenamiento, esta vez avanzando un poco pero no lo suficiente para hacerlo sentir conforme. Sabía que estaba haciendo lo posible, y tal vez usar todo su esfuerzo y aun así no lograr nada lo hacía aún más frustrante.

Había vuelto a las cascadas, y el agua fría había terminado de aniquilarlo. Aunque quiso seguir, todos los demás ya se habían ido, y aprendieron a la mala que ninguno puede quedarse sólo bajo la cascada.

Así que ahora estaba sentado en la tierra, que sentía tibia y le hacía querer rodar en ella hasta hacerse escalopa, mientras descansaba un poco antes de irse.

No fue hasta que el chico estuvo sentado junto a él que notó su presencia, como siempre pasaba luego de quedar hecho bolsa al terminar uno de los entrenamientos de Himejima.

—Genya… —suspiró su nombre, a modo de saludo, de decirle que le sorprendió y tal vez informarle que estaba a punto de caer muerto.

Genya lo miró fijo, y Tanjirou se preocupó, porque su expresión lucía triste, y se había acostumbrado a verlo sonreír.

Quiso sujetar su brazo, de forma suave, para que entendiera que podía decirle cualquier cosa, porque en ese momento le angustiaba no saber cómo ayudarlo.

Pero apenas sus dedos rozaron su antebrazo, Genya se levantó rápido, y Tanjirou entró en pánico. Podía sentir que estaba molesto, pero no sabía por qué, y hace un montón de tiempo no sentía sus emociones tan mezcladas.

Quiso seguirlo, pero su cuerpo tenía la velocidad de reacción de un perezoso en ese momento, y fue penoso su intento de levantarse.

Genya no tenía intenciones de irse, sino que se sentó detrás de él, muy cerca, provocando que se sonrojara al ver sus piernas a ambos lados de su cuerpo, y sonreír cuando lo envolvió en un abrazo.

—Estás congelado. —se quejó, como si le molestara más a él que a Tanjirou.

A Tanjirou le pareció adorable, y se acomodó contra su pecho, aprovechándose de su calor, que le hacía sentir tan cobijado que pudo caer dormido en el momento.

Supuso que en cierto punto tal vez debía rendirse con Genya, y asumir que no sería capaz de comprenderlo, y en cambio estar dispuesto a que siempre lo estaría sorprendiendo, como luego de ver sus ojos completamente negros, o cuando arrojó un árbol entero, o… ahora, que lo abrazaba para que entrara en calor.

—Gracias. —le dijo, sonriendo, con su mirada sobre los brazos que en ese momento envolvían su torso desnudo, casi sin poder creerlo.

Genya era enorme, en comparación. Estaba sentado detrás de él y sus piernas llegaban de todos modos más adelante. Era la primera vez que Tanjirou pensaba en lo grande que era. Supuso que al crecer con su madre y hermanos menores, se había hecho la idea de que su estatura era bastante promedio. Idea que se fue al tacho cuando conoció a Uzui, e Himejima, que lo hacían lucir como un niño pequeño.

Por eso era la primera vez que se comparaba con Genya de esa manera, y también la primera vez que lo tenía tan cerca, y podía poner atención a esos detalles. Estaba memorizando cada marca en sus manos cuando sintió que lo presionaba con más fuerza contra su cuerpo.

Iba a preguntarle si estaba todo bien, pero Genya ocultó su rostro contra su hombro, y eso le dejó claro que tal vez no era un buen momento para preguntar.

—Eres el hombre más amable que he conocido. —soltó, de pronto. Su voz ronca le hizo sentir cosquillas en la nuca, y su respiración tan cerca de su oreja lo hizo estremecer. —Y honesto hasta la estupidez. Me das rabia.

Tanjirou podía sentirlo. Estaba acostumbrado a su olor, cuando peleaba, cuando Inosuke se metía con él y lo hacía enojar, cuando entraba su hermano en escena y lo intimidaba sin siquiera mirarlo.

Pero era diferente. Estaba molesto, pero Tanjirou no sentía ninguna intención que le indicara que podía lastimarlo. De hecho, sólo sabía que su enojo no era hacia él, pero no pudo descifrarlo.

—Genya…—subió una de sus manos. No sabía que hacer, tampoco, y trataba de tocar su cabeza, en un intento por consolarlo.

Pero Genya lo detuvo. Cuando vio sus intenciones, le sujetó la muñeca con fuerza.

Tanjirou iba a llorar si no lograba reconciliarse con él.

Apenas se soltó de su agarre, Tanjirou vio su mano ahora libre y la secuestró. Que Genya lo dejara tomar su mano ya era sorpresivo, y que cuando Tanjirou midió su propia mano con la suya haya sido él quien entrelazó sus dedos con los suyos, le provocarían un infarto.

—Me tienes tan confundido, maldición. —volvió a gruñir, esta vez dándole un cabezazo contra el hombro, frustrado, más que ocultando su rostro como la primera vez.

—Háblame. —pidió Tanjirou, sin entenderlo, nervioso al sentir su mano temblando. Sólo atinó a sujetarlo con más fuerza.

—No. —respondió en seco. Era obvio que no querría darse a entender. Le sujetó la quijada para besar su mejilla de forma brusca, y se levantó rápidamente. —Sólo no mueras. Por favor.

Tanjirou asintió, puso su mano contra su mejilla, volteó a verlo con la cara completamente roja, pero sólo alcanzó a ver su espalda cuando se iba, con ambas manos apretadas en puños a los lados, como lo había visto tantas veces.

Sólo cuando Genya se alejó fue que Tanjirou volvió a sentir frío, porque se acostumbró a su calor tan lentamente, que perderlo de golpe fue desconcertante.


Mayo, 2020

Santiago de Chile