Hola, aquí Grimes tratando de postear algo para que vean que no me he muerto. Recalco, es un viejo fic que tenía todo empolvado en mis otras cuentas de fanfiction. Lo pongo aquí porque últimamente me ha ganado la nostalgia y he empezado con mis proyectos personales... Me estoy deshaciendo de viejas ideas para fics.
Pongo viejas notas para más contexto, 2018:
"Aparentemente, soy fandom de una persona porque creo que el que existe ya está bien muerto. Este fanfic lo hice, más que nada, para mí. Para quitarme una espinita. Ustedes también pueden leerlo si quieren pero debo destacar que tiene algunos errores de dedo que me dio mucha flojera corregir.
Esta obra recopila todos mis headcanons sobre la serie en general de Jetix y parte de un mi semi-AU titulado "Tradicional", donde Garu y Ring Ring desarrollan una rara amistad.
Siempre he adorado Pucca y también estuve en el mame del cómic Tobecca que provocó un desmadre en todo Internet, pero fuera de eso no estaba muy pegado a la franquicia como tal hasta ahorita. Últimamente he estado viendo los viejos cortos, la serie y los nuevos cortos y me entraron las ganas suficientes de hacer algo ligero para un ejercicio de escritura. Hace mucho que no lo hago, así que estoy tratando de practicar otra vez y retomar la actividad con varios fandoms de caricaturas en los que estoy o estuve.
Ahora, sobre el fic… No puedo decir mucho, supongo que se ambienta en algún tipo de semi-AU en donde Ring-Ring es igual de perra pero puede llevarse y ser amable con alguien si ella lo desea (porque tiene traumas, lmao). Lo mismo ocurre con Garu. Por cierto: todos los personajes son mayores de edad, pero lo importante ahora es recalcar que Garu tiene 21 años y Ring-Ring 19 años porque... uh, se me ocurrió.
Además, al menos en mis versiones, tanto Garu como Pucca pueden comunicarse con lenguaje de señas. No necesariamente porque sean sordomudos o algo así, si no por el voto de silencio que tienen ambos (tengo entendido que muchos usan el headcanon de que Pucca lo hizo por amor, y pues Garu por su honor; no he investigado realmente si esto es canon o no, así que lo dejo como headcanon). Sé de esto, pero me gusta pensar que se les tiene permitido comunicarse de otras maneras. En la serie suelen hacer gruñidos o expresiones, así que no me peleen o me digan algo.
Ya, a leer."
"Traditional"
TWIT
Si las cigarras contasen cada uno de los secretos que escuchaban, toda la Aldea de Sooga se hubiese enterado de la situación lo más pronto y rápido posible. Con la fría brisa de la noche que movía los árboles más altos del bosque, las estrellas resplandecientes en el manto oscuro del cielo, la luna al horizonte y las luciérnagas rodeando los arbustos más frondosos, esas mismas cigarras no acallaron su melodía.
Al momento en que Mío se acomodó en uno de los bultos de las sábanas y cojines puestas en el tatami del salón, Garu supo que la media noche había comenzado. El simple hecho de que el gato se acostase, después de un largo y agotador día, era una señal para indicar que con ello también empezaban las actividades nocturnas de su dueño. Durante un año por completo, ambos solían dormirse tarde por diferentes razones: el gato porque lo esperaba con tal de acurrucarse junto a él para guardar calor, y él porque perdía la noción del tiempo meditando o limpiando todo lo que no había podido hacer en la tarde por quedarse entrenando. Regar el jardín de enfrente, limpiar el criadero de peces, barrer el pequeño espacio del pórtico e incluso ponerse a lavar ropa o aspirar las alfombras, eran ya una rutina con la que intentaba vivir desde que Ring-Ring iba a visitarlo justo en esas horas.
Siendo honestos, aunque todos esos quehaceres parecían simples excusas para esperar las ansiadas visitas, la verdad es que no era así. Todo había surgido en una expedición cercana al Río de Sooga ─en la cual Garu había asistido con Soso, Chang, Abyo y Ching─; el grupo se había quedado a acampar a las orillas de la laguna, pero como él sufría de insomnio, terminó yéndose a caminar con Mío por el bosque hasta que subió a la cima de la montaña donde estaba el Santuario de Umyang*, y allí fue donde se encontró con Ring-Ring, quien al contrario de él, había ido a rezar. Terminaron hablando esa noche, sentados en la escalinata del templo con nada más y nada menos que el viento al fondo y el rocío de las plantas. Después de esa vez, y cuando Garu menos lo pensó, poco a poco la joven empezó a ir a su hogar con la excusa de que no podía dormir, cada dos o tres días, para pasar tiempo con él.
Sonaba tan extraño y surreal el hecho de que Ring-Ring fuese exclusivamente a verlo, considerando que la mujer no era cercana a su grupo de amigos o a él mismo, pero desde hacía un buen tiempo que la casualidad se había convertido en costumbre, así que la compañía entre ambos solía ser más que grata. Garu pasaba la mitad del tiempo solo e irritado, con un estrés tan pesado que apenas toleraba la presencia de alguien, y Ring-Ring tenía tanta queja y malhumor dentro de sí que necesitaba a cualquiera que la escuchase.
Los dos, de una u otra manera, se entendían un poco cada vez que charlaban. El problema con las visitas, es que solían ser durante ese periodo de la madrugada donde Garu sólo quería cerrar los ojos y descansar un rato. De igual forma, siempre que Ring-Ring llegaba, le pedía estar afuera para relajarse y así aprovechaban el que nadie podía verlos, escucharlos o si quiera figurar las siluetas de ambos absortos en la oscuridad porque Garu apagaba las velas en los maceteros y las luces interiores, dejando las neón que iluminaban las lámparas contra los mosquitos. Se quedaban sentados en el barandal de madera del pórtico, tomando té caliente, oyendo los ruiditos de los insectos, viendo como la luna se escondía y el sol salía. Y hablaban de todo y nada a la vez, porque Ring-Ring sacaba algún tema y a pesar de que Garu le asentía, indicándole que de verdad la escuchaba, ella lo hacía participar en la plática a como diese lugar. Siempre terminaban hablando de cosas superficiales para luego tocar temas que, de verdad, les costaba expandir ─tal como las anécdotas de la infancia con las que ambos tenían problemas para explicar, las experiencias en la escuela, el cómo se enteraron ambos que tenían un dote para las artes marciales, sus relaciones familiares, sus vidas amorosas y demás─. Pasar del típico "¿cómo estuvo tu día?" a algo como "¿sabías cuántas calorías te deja una dona?", para finalizar con "realmente odio que la gente en la aldea sea tan tonta", era ya tan normal que Garu sólo le mostraba las cejas arqueadas, un tanto incrédulo, mientras sorbía de su tacita de porcelana.
Honor ante todo, pero debía ser cauto: él reconocía que ella no era una de las mejores personas en la tierra, o la más amable de toda la aldea, o incluso que tuviese un carácter decente en cuanto a la empatía con otros ─porque bien le quedaba claro, pues en el pasado habían tenido problemas por eso mismo─, pero podía llegar a comprender su actuar ya que siempre estaba peleando en modo de defensa porque la mayoría de la gente la provocaba, y literalmente no tenía amigos con quienes desahogarse. A fin de cuentas, al menos con él se portaba... ¿bien? Sí, al menos en ese tiempo en el que habían convivido, ella se comportaba como si fuesen amigos de toda la vida y, por más idiota que sonase, él apreciaba el esfuerzo de la joven por pretender algo así. Garu se imaginaba que lo único malo en Ring-Ring, era todo ese odio acumulado en su persona. Quizá eso era el causante de su actitud, eran suposiciones que él mismo hacía cuando se quedaba pensando en la joven, pero igual no es justificación para todo lo que hace. Ella necesitaba a alguien que la escuchase por más idioteces que dijese, alguien que le mostrase el apoyo que necesitaba, alguien que le indicase por dónde ir en ese difícil camino al que se le nombra vida y le ayudase a corregirse a sí misma.
Pero, bueno, ¿quién no necesita a alguien así?
Él había accedido, en un principio, comenzar a verla para desahogarse uno con el otro, pero muy en el fondo sabía que no podía hacer nada por cambiarla, en especial porque ese no era el chiste: él no era terapeuta, mucho menos un psicólogo. Tenía la torpe esperanza ─muy pequeña, en realidad─ de que algún día ella lo hiciese por su propia voluntad, aunque igual no esperaba mucho por el orgullo y la arrogancia que Ring-Ring derrochaba sólo con entrar o aparecer en algún lugar.
Simplemente, ella estaba tan rota que había encontrado consuelo en la persona menos indicaba y esperada: él.
Y eso era lo menos feo del asunto porque, en ese preciso momento, si Garu se ponía a analizar todo lo que ocurría en su vida con respecto a Ring-Ring, podía imaginarse la voz de Abyo exigiéndole a gritos las explicaciones que ni él estaba seguro de querer formular.
Le enojaba pensar en ella. Le molestaba cuestionarse por qué seguía frecuentándola, por qué quería seguir frecuentándola, por qué se empeñaba tanto en encontrar cualquier excusa para no decirle que ya no quería seguir aquello…
Porque, en realidad, sí quería seguirlo haciéndolo.
El maullido de Mío lo despertó de su trance, dejando de enjuagar los ya enjabonados trastes para dejarlos en la bandeja. Se asomó a la ventana de la cocina, mirando la oscura entrada del bosque. Como no halló nada, decidió terminar su tarea y se alejó hasta llegar al salón donde decidió cambiarse. Primero se quitó las coletas y dejó que el azabache y largo cabello le cayese por la nuca y los hombros, pues lo tenía más largo desde el último corte que se había hecho él mismo, hacía ya unas semanas. Volvió a escuchar el maullido de Mío y decidió enfrentárselo en el salón, girando la vista hacia donde el gato indicaba con la cola: la puerta de la entrada.
Esperó algún ruido, pero nada pasó.
El reloj cucú del salón sonó otra vez, y con eso fue suficiente para saber que las dos de la mañana se hacía presente. Sin ver pista de la que sería su acompañante, se puso el pantalón del pijama. Estuvo a punto de abrocharse la bata para terminar, dispuesto entonces a dormir de una vez por todas, cuando escuchó pequeños golpecitos.
─¿Garu? ─fue cuando la aguda y aniñada voz de Ring-Ring, al otro lado, hizo aparición. Él miró por última vez al gato caminando hasta la cama, quien le sonreía con un semblante burlón, como si de verdad se mofase de él─ ¿Puedo pasar?
Unos toquecitos más con los nudillos, y Garu sólo alcanzó a fruncir el ceño al ver una vez más la hora que era. Se talló los ojos y suspiró. Y con cierto pesar y cansancio volvió a dejar a Mío adueñarse del pequeño espacio en el futón donde el gato ya se había arrinconado. Los toques se hicieron más ruidosos, así que él optó por apresurar el paso, con la bata abierta, para recibir a la impaciente joven. Al abrir la puerta, ella le enarcó una ceja y lo miró de arriba abajo. Una sonrisa le surcó los gruesos y despintados labios. Usualmente, cuando tenían sus encuentros, Ring-Ring iba en pijama y tenía el cabello suelto y húmedo porque siempre salía de casa tras bañarse, llevaba consigo una pequeña mochila donde tenía algunos de sus cosméticos y un cambio extra, y no usaba maquillaje a comparación de otras ocasiones en las que se veían por las calles del pueblo. Garu también se ponía el pijama para estar igual de cómodo… pero justo en esos momentos, no le había dado tiempo ni de atarse la bata.
A ese nivel de confianza habían llegado, porque ahora que lo pensaba, no le importaba mucho. Entre más rápido pasaran las cosas, mejor. Así terminaban antes y él podría irse a dormir y no tendría que verla tanto tiempo porque igual regresaría dentro de dos o tres días.
No necesitó de algún otro ademán para que ella acortase la distancia entre ambos, le tomara las cintas y le hiciese un moño al camisón para poder taparle el torso y el abdomen, tanteando con la yema de los dedos las orillas del ropaje. Se quedó así un rato, mirándolo a los ojos entretanto él, con la indiferencia postrada en el rostro, esperaba a que pasase e hiciese el bendito té de todas las noches.
─Está haciendo un poco de frío ─le comentó ella en un susurro, acercando su boca a la de él; Garu entrecerró los ojos, sabía lo que hacía: trataba de intimidarlo. Siempre lo hacía, tal vez por costumbre, tal vez por seducción. Fuese lo que fuese, Garu nunca le quitaba la mirada de encima a pesar de que por dentro su alma se tambaleaba, porque eso significaba darle la victoria a Ring-Ring y hacerle saber que el bochorno que sentía era por ella─. Vas a enfermarte si sigues jugando al nudista ─se burló después, y allí fue cuando Garu le rodó los ojos por la broma tan tonta─, aunque no me molestaría verte jugar de esa forma.
¡Tienes que estar bromeando! ¿En qué momento bajaste la guardia por un par de ojos coquetos? No, ni siquiera son coquetos… ¡Son la ventana del mismo averno! Además, ¿qué ve ella en ti que no vea en mí?, era algo que Abyo le había dicho esa justa vez en la que se enteró, junto al inocente de Ssoso, en lo que estaba implicado su mejor amigo. Garu recordaba a menudo esa ocasión en particular, particularmente cada que Ring-Ring le despertaba una sensación entre el estómago y el pecho.
Sin embargo, era por mucho destacar que él jamás había visto el lado malo a la situación de su dinámica con la joven: eran amigos, ¿qué se suponía que era lo mal visto, según Abyo y Ssoso? Garu sólo charlaba con ella y eso era todo.
O al menos, él pensaba que eso era todo.
Y le hubiese gustado que eso fuese todo.
Cuando Ring-Ring dejó sus cosas en una de las mesitas del salón, lo tomó del brazo para que ambos caminasen hasta llegar a la cocina. Ella inclinó la cabeza y juntó sus manos en su regazo, pidiendo permiso para estar. Garu le asintió, no pudiendo evitar el levantamiento de las comisuras que evitaban darle una sonrisa, agradecido de que ella recordase lo mucho que a él le gustaba que respetase su hogar ─aunque igual, Ring-Ring lo había aprendido a la mala: aprender que el honor de un ninja era lo más sagrado, no era cosa fácil─. Le aproximó la tetera, el machacador, el juego de tazas y un pequeño bowl donde guardaba el matcha mientras él acomodaba los platos en los estantes y cajones de madera. Y así pasaron un largo rato, sin decirse nada, esperando a que hirviese el agua entretanto ambos terminaban de limpiar.
De eso se trataban las visitas de Ring-Ring, de pasar tiempo juntos, sin hablar mucho hasta que ambos tenían sus tazas de té y decidían ir a sentarse afuera a pensar en sus vidas.
Hubo un momento en el que Garu salió al salón para hacer lo rutinario: apagar las luces del cuarto de baño, el jardín y del resto de la casa. Se quedó afuera en el pórtico con la puerta de la entrada abierta, recargándose en el barandal, cerrando los ojos para poder oír el incesante ruido de las cigarras. Ese tipo de momentos eran los que más le gustaban, porque allí podía quedarse meditando todo el tiempo que el mundo le permitiese, viviendo nada más con las luces neón, los bambús y el brillo de las estrellas. De un momento a otro, Ring-Ring ya estaba a su lado, extendiéndole la taza de té, y los dos tomaron sus típicas posiciones. Se sentaron en uno de los escalones y ella, siendo la primera en romper el silencio, le habló de cómo había estado su día. Él escuchó atento cada pedazo de anécdota sin percatarse, con cada palabra que salía de sus labios, que había vuelto a un trance donde su concentración se enfocaba en ojearla: la vio tan calmada, en completa paz. Los verdes ojos le brillaban, la blanca piel de seguro estaba fría, el pelo se le deslizaba por las mejillas. No había veneno en sus palabras, no había disgusto en sus expresiones, no había nervios en su actuar. Siempre segura pero cansada, siempre resplandeciente y al mismo tiempo apagada.
Allí estaba la problemática que le carcomía día y noche, pues con lo recién hecho sólo confirmaba que pensaba más en ella al tenerla enfrente. Inconscientemente, frunció el ceño y se perdió en la conversación, no escuchando el resto de la historia, enganchado por observar esos ojos y pestañas que con cada mirada parecía que le abofeteaban ─eran largas, voluminosas─. No podía negarlo o hacerse imbécil, ella era preciosa y si bien lo había admitido ante un molesto Abyo antes, bien podía pensarlo sin sentirse mal consigo mismo ahora.
Iba a abrazar ese pensamiento, no lucharía contra él ya. No tenía caso.
─¿Te pasa algo? —la oyó, luego de un corto silencio en el que Ring-Ring había aprovechado para darle un sorbo a su té. Garu dirigió su vista a la luna, negando con la cabeza─ Me estabas mirando, ¿de verdad alcanzas a hacerlo con toda esta oscuridad? ─remarcó ella, haciéndole una mueca, y él contuvo la risa que amenazaba con salirle: podía verle por las luces neón de las colgadas lámparas contra los insectos─. ¿Tengo algo en la cara? ¿Es una hormiga? ¿Una cucaracha?
La joven pudo haber tenido un ataque de pánico en ese mismo momento, de no haber sido por Garu dejando su taza de té en la madera del pórtico para tomarle el antebrazo y su mano libre, prestando su atención. Le negó repetidamente con la cabeza, rodándole los ojos cuando Ring-Ring suspiró y sólo le asintió, tranquilizándose. Recordaba él que a ella no le gustaban esos insectos, ni el lodo o la tierra, y le parecía graciosa la actitud que tomaba. Era fascinante darse cuenta de lo letal que Ring-Ring podía llegar a ser con su alter-ego, y aun así serle temerosa a un pequeño insecto.
Ring-Ring dejó la taza también en la madera del pórtico, Garu le sonrió y ella le devolvió el gesto. Tras recuperar el serio semblante, se quedaron así, frente a frente, por un breve momento. Con el toque de sus manos unidas, sin emitir ningún otro sonido y sin concentrarse en nada más que en sus miradas. Entonces, con cierto asombro, ella interpretó la situación. Ambos se maravillaron uno con el otro, y fue Ring-Ring la primera en acortar la distancia hasta topar su aliento con el de Garu, quien dio otro respingo por la cercanía que de repente ésta le había dado. Tenían las bocas secas, y pronto ese espacio entre ellos dejó de existir; se quedaron pegados, ella con sus manos en el pecho de él y él con sus manos acariciándole las mejillas, aun sin besarse.
Garu sólo quería morirse. Estaba tan abochornado como si no hubiese mañana, pero de alguna forma estaba pretendiendo que tenía las cosas bajo control tan bien, que su mente sólo se fijaba en los detalles e indirectas que Ring-Ring le daba. La joven bajó una de sus manos hasta sus abdominales, tomando una de las cintas que le abrochaban el camisón hasta deshacerlo. Todavía con las fieras miradas dirigidas directamente de unos ojos a los otros, seguían sin pegar los labios a pesar de que los dos comenzaban a tocar lugares no muy comunes. A ese punto, el no besarse empezaba a ser por mero capricho y orgullo, porque eso significaba que el que lo hiciese primero sería considerado el más débil entre los dos, y ni Garu o Ring-Ring podían permitírselo a sí mismos.
La pequeña contienda de tensión entre ambos terminó cuando Ring-Ring sintió la suave mano de Garu tras la blusa del pijama. La joven dio un leve brinquito, y bajó la mirada para asegurar que su consciencia no le estaba jugando una broma. Cuando los dedos de él se movieron hasta el broche de su sostén, Ring-Ring se giró a verlo: Garu le dedicó un semblante burlón, recalcándole con esa sonrisa que ya había perdido el pequeño juego que traían entre manos. Ella, de nuevo, le devolvió el gesto. Dejó de palparle la parte baja del abdomen, se sentó en su regazo y lo tomó de las mejillas para finalmente darle el ansiado beso. El toque fue despacio, lento; y luego lo devoró con un hambre voraz mientras él, todavía temeroso, le acariciaba la espalda con una mano entretanto con la restante le apretujaba uno de los muslos. Las manos de Ring-Ring le acariciaron el cabello y, logrando abrazarlo por el cuello, empezó a repartirle pequeños besos en la barbilla, él empezaba a tirarle del broche del sujetador… pero decidió parar. Abrió sus ojos de poco a poco, asombrado por los gentiles gestos de Ring-Ring. Los besos, más que darle una emoción a seguir, lo relajaban tanto que esa tensión comenzaba a irse, dando paso a un estado de humor en el que sólo quería acostarse con ella en el futón y dormir todo lo que quedaba de la madrugada. De igual forma, ella también se detuvo al percatarse de su tranquilidad y le dio una última mirada, pidiéndole permiso de continuar. Él suspiró y le asintió, dejándose ser ante ella, esta vez dándole un par de besos en la cuna de sus pechos, acompañados de unas cuantas palpadas bajo el estorboso pijama.
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Ching, sonrojada, dejó el vaso de agua en la mesita puesta en el tatami del salón por la sorpresa de la gran noticia. Una sonrisa se mantuvo en su cara al ver cómo el ninja frente suyo se agachaba, avergonzado. Y al mismo tiempo, mientras Abyo era un mar de lágrimas por ver que Garu por fin les había contado algo a tiempo, ella asimilaba lo que les había platicado recién. Intentaba no reírse de su mejor amigo quien, meramente por idiota, se había dado cuenta hasta hace apenas ese día que realmente gustaba de Ring-Ring.
No lo culpaba. Si las cosas con Pucca eran difíciles en aquel entonces cuando eran unos niños, ahora las cosas con Ring-Ring eran más complicadas aunque tuviesen más edad y seriedad para aquel tipo de asuntos.
Según lo que mencionaba Garu, habían pasado dos días desde que Ring-Ring estuvo en su hogar. No la había visto en las calles de la Aldea ni en el templo de Ssoso, en donde los cuatro solían topársela mucho debido a las sesiones de relajación que éste ofrecía, por lo que se cuestionaba si lo que había pasado entre ellos era verdaderamente lo correcto. Dejó de importarle cuando el mismo Ssoso le dejó un recado de Ring-Ring, diciéndole que había salido de viaje de última hora y regresaría en unos días, que la esperara.
─Oh, Garu, ¡estoy tan emocionada por ti que podría gritar! ─dijo Ching, feliz por el hecho de que su amigo ya estaba aceptando sus sentimientos: de verdad, era un tonto. A él le parecía un tanto estúpido, pero igual apreciaba las intenciones romanticonas y melosas de Ching─ ¿Crees que algún día nos la presentes formalmente como tu novia?
─Ugh, vamos, Ching ─rodó los ojos Abyo, dejando un bowl con palomitas en la mesita de madera mientras se sentaba al lado de ella, con Garu frente a ambos─. Garu no quiere nada serio con ella ahora, ¿cierto, Garu? ─le remarcó, y volteó a ojearlo, encontrándose con un semblante pensativo en el ninja─. Espera, ¿de verdad lo estás considerando?
─No me parecería raro ─retomó Ching el asunto, ganándose la atención de ambos hombres─. Digo, ha pasado un buen rato desde que comenzaron con esto de las reuniones secretas. Básicamente, pasan mucho tiempo juntos ─y le dedicó una sonrisa a Garu, quien sólo había arqueado sus cejas─. Dinos, Garu, ¿sigue siendo tan mala como antes? ─él frunció el ceño, miró el suelo y tras reflexionarlo un momento, volvió a enfrentarla entretanto negaba la cabeza─. ¿Lo vez, Abyo? Es un progreso.
─Tal vez ─dijo él, y bufó ante el semblante confuso de Garu─. Escucha, sólo… No quiero que te lastime, ¿de acuerdo?
─Estoy segura de que al paso en que van, no va a suceder… pronto ─comentó Ching, y Abyo le dedicó una mirada de pocos amigos─. Es decir, honestamente me gustaría que todo entre ellos saliese bien. Sería bueno hacer las paces con Ring-Ring de una vez por todas, podríamos ser amigos todos ─y subió sus hombros─. Nunca la he odiado, eso es algo fuerte para mí, pero los últimos recuerdos que tengo de ella son insoportables.
─Bueno, con nosotros siempre fue algo… ─empezó Abyo, pero calló cuando Garu le negó con la cabeza al ver que Ching le levantaba una ceja, incrédula. Con la mirada, Garu le pidió que cerrase la boca y cambiase el tema, y Abyo entendió perfectamente. Se aclaró la garganta antes de proseguir─. Me es indiferente ─soltó al final, mordiéndose el labio inferior mientras intentaba no sudar de los nervios.
De igual forma, Ching sabía a lo que se referían: cuando eran niños, Ring-Ring siempre intentaba captar la atención tanto de Abyo como de Garu con tal de molestarla a ella y Pucca. No había nada especial, simplemente trataba de dar celos para hacerlas enojar, y por ende los tratos que tenía con ambos chicos solían ser un tanto sobrepasados y sin límites.
Por eso Ching quería conocer esta nueva versión de Ring-Ring. Esa que fue capaz de captar toda atención y cuidado de nada más y nada menos que Garu. Los recuerdos en la infancia eran algo que marcaban a Ching hasta la actualidad, y aunque se le dificultaba un poco separarse de ellos, muy en el fondo quería comenzar desde cero tal como lo estaba haciendo su mejor amigo.
Era un morbo. Sí, un morbo que le producía la curiosidad.
─He notado que se lleva mejor con Ssoso desde hace tiempo ─habló de nuevo Ching, ignorando lo anterior hecho por Abyo, haciendo notar otro de los curiosos detalles que sabía por obra de las pláticas entre ellos y el dueño del Templo Sagrado─. Sería un tanto reconfortante ver qué tanto ha cambiado, si es que lo ha hecho ─agregó sincera, dándole una leve mirada a un sonriente Garu.
─Garu dijo que sí, así que confiaré en su palabra sólo por esta vez ─dijo ahora Abyo. Luego, se volteó hacia el ninja─. A todo esto, Garu, ¿qué hiciste exactamente con Ring-Ring?
─Oh, Abyo ─se pegó Ching en la cara, carcajeándose por tal pregunta.
Garu, por su parte, sólo le dedicó un semblante burlón y le subió los hombros, restándole importancia al asunto. Le preguntó a Ching si gustaba de más agua y se llevó los vasos para llenarlos, dejando a Abyo con el ceño fruncido y a Ching divertida.
─¡No seas un maldito gallina! ─le gritó Abyo aún sentado en el tatami─ ¡Ven aquí y contesta!
─Se va a llevar ese secreto a la tumba, seguramente ─dijo Ching, y Garu a lo lejos le asintió con una sonrisa.
Pongo otras notas viejas:
"*Santuario de Umyang: voy a profundizar más sobre su explicación en el siguiente fic. Igual, Umyang es la romanización de la palabra Yin-Yang.
En fin, si alguien de casualidad llegó a leer esto y por obra del destino ya piensa que es un asco porque no se trata de alguna pareja popular, está en todo su derecho. Nada más pido de favor que se abstenga de comentar y siga su vida, yo publico esto porque no he visto ningún fic de ellos y en verdad necesitaba uno.
Bueno, gracias."