Cerezos en celo
Una suave brisa meció algunos pétalos de cerezo dejándolos caer. Ya era primavera.
Esa siempre había sido su estación favorita, el olor de las flores, la calidez que transmitían. Para ella la primavera era cambio, añoranza, calidez, amor. Sin embargo, a pesar de eso no podía sentir esa misma felicidad que tiempo atrás. Aquel amor que venía cultivando esperando a florecer ahora se marchitaba.
Unas gruesas lágrimas recorrieron sus mejillas mientras apoyaba su cabeza sobre el duro tronco de cerezo. ¿Cuantas veces más lloraría por lo mismo? No importaba cuanto lo intentara; en el momento en que aquella mujer aparecía ella inmediatamente terminaba de segundo plano. Así como ahora.
¿Acaso se da cuenta de cómo me siento? Pensó para si Kagome, apenas Inuyasha escuchaba el nombre de Kikyo salía corriendo en su dirección; olvidándose completamente de ella. Incluso ahora luego de confesarle sus sentimientos.
—Pero que tonta fui— se reclamó la joven. Con la época de primavera se había dado ánimos, confesaría sus sentimientos a Inuyasha, le diría todo lo importante que él era para ella, lo mucho que lo amaba y que siempre estaría allí.
Pero ni siquiera una respuesta recibió, sólo faltó que un conocido olor llegará a sus fosas nasales para perseguir a aquella mujer. Una punzada de celos la consumió. No importaba lo mucho que se esforzara por ser notada, al final siempre terminaría siendo el plato de segunda mesa para él.
Lo odiaba por eso. Y a ella por robarle la atención del. Pero sobre todo, se odiaba a sí misma. Ella siempre supo de su relación; ellos tenían una historia con la que difícilmente podría competir. Sí, era una historia retorcida y llena de muchas traiciones y engaños. Pero era su historia al fin, una de dos en la cual ella no encajaba.
Volvió a llorar, se sentía estúpida y su corazón dolía ¿cómo no podía ver lo obvio? Aunque Inuyasha se preocupara por ella, la cuidara, defendiera, jamás la vería con esos ojos. Esos ojos llenos de amor que le dedicaba a Kikyo únicamente.
—Estúpida eso es lo que soy.
Golpeó levemente su cabeza con la corteza del árbol.
—Si sigues golpeando tu cabeza así, entonces terminarás siendo estúpida realmente.
Aquella fría voz viajó entre el viento junto a los pétalos que caían. Kagome contuvo el aliento un momento, esos ojos dorados y afilados la veían con cautela pero sin ninguna emoción presente.
—Sesshomaru.
Kagome tragó despacio, con un leve rubor en sus mejillas debido al llanto de tan solo segundos atrás. De todas las personas que pudieron encontrarla en esa precaria y vergonzosa posición, justo tenía que ser él. El hermano mayor de Inuyasha. Lo último que deseaba en ese momento era ver aquellos ojos dorados que le recordaban al estúpido demonio perro que ni siquiera pudo rechazarla decentemente.
— ¿Qué haces aquí?
Preguntó Kagome mientras Sesshomaru se quedaba allí, solo viéndola. El escuchar su nombre salir de los rosados labios de la mujer lo tensó por unos segundos. No sabía por qué estaba en ese lugar.
—Naraku. Seguía su olor.
Fue todo lo que dijo, y aunque en realidad no había captado su olor, si seguía una pista que lo llevo por ese camino, pero termino desviándose al percibir el aroma de la Higurashi.
Kagome negó lentamente—es imposible, no he detectado ningún fragmento de la perla e Inuyasha no ha capturado el olor de Nara…
—Tsk. Ese imbécil siempre se distrae cuando esa mujer está cerca, por eso seguro no se dio cuenta— soltó tajante, había olvidado que esa mujer no era tan estúpida como los humanos normales.
Kagome bajo su cabeza, ocultando ese pinchazo de dolor por las palabras del Taisho mayor, era cierto, cada vez que Kikyo entraba en la ecuación Inuyasha actuaba de forma errática, todo quedaba en segundo plano. Todo menos Kikyo. Sintió como un nudo se formaba en su garganta nuevamente y sus ojos picaban. Quería llorar.
—Deja de hacer eso— ordenó Sesshomaru.
— ¿Perdón?—preguntó una confundida Kagome mientras alzaba ligeramente su rostro hasta toparse con esos ojos dorados, que a pesar del color eran muy diferentes de los de su hermano. Los del eran fríos, calculadores, y un tanto…posesivos.
—Deja de llorar por ese imbécil. No haces nada más que humillarte.
No pudo evitar decir lo último con un poco de veneno. El solo saber que ella lloraba por ese inútil, le hacía hervir la sangre. Odiaba sentirse así, tener ese tipo de sentimientos por una simple humana. Justamente el, quien alegó en más de una ocasión que nunca tendría esos débiles sentimientos que compartían su difunto padre y su medio hermano por los humanos.
Él era uno de los yokai más poderosos, temido entre muchas especies, respetado. Y ahora, se encontraba siguiendo los pasos de una simple humana, lo peor de todo, de la humana que acompañaba al idiota de su hermano. Si aquello no era una broma del destino, no sabía que lo sería.
—Lo siento…supongo que tienes razón, debo verme patética ¿no?
Sí. Pensó, se veía patética, pero solo por el hecho de derramar lágrimas por ese bastardo. Su rostro sonrosado y le hacían lucir una fragilidad en la que hasta entonces no había caído en cuenta. Se acercó lentamente a Kagome hasta quedar frente a ella.
Sus ojos azules se abrieron desmesuradamente, cuando uno de los dedos del yokai detuvo una de las lágrimas que amenazaba con salir. Su corazón se aceleró, esos pozos dorados la veían fijamente, se sentía hipnotizada.
Una suave brisa los envolvió junto con una lluvia de pétalos de cerezo, que los cubrían creando una cortina de flores. Nuevamente ese aroma tan dulce y adictivo se apodero de sus fosas nasales. No sabía bien por qué, pero la fragancia que emitía la pelinegra estaba llevándolo a sus límites.
Vio como ella entreabría los labios, quizás queriendo decir o preguntar algo; sin saber qué realmente. Se relamió el borde de sus colmillos al ver lo húmedos que estaban aquellos rosados labios. Quería probarlos. No. Necesitaba probarlos.
Mierda, pensó.
Todo eso era culpa de esa estúpida estación, estaba seguro. Cada cierto tiempo llegaba esa época de apareamiento, pero para el aquello nunca fue un problema. Podía resistir sin problemas aquello. Pero ahora. Esa mujer estaba tocando una fibra sensible en su ser que no sabía que sentía. La odiaba. Odiaba la idea de que se le metiera en sus pensamientos sin permiso, trayendo imágenes a su mente que no podía detener.
Parezco un maldito perro en celo.
Se recriminó mentalmente, acercando lentamente su rostro al de ella.
Kagome contuvo la respiración unos segundos cuando vio el acercamiento y antes de poder dar crédito a lo que ocurría, sus labios se encontraban aprisionados por los del yokai de ojos ambarinos. Sus besos eran fieros, salvajes, demandantes. No había ternura, en cambio, mostraban una posesividad que no supo de dónde provenía. Se separó un poco buscando algo de aire, pero en lo que abrió los labios le dio permiso a Sesshomaru para adentrar su lengua a su cavidad bucal, pudo sentir su lengua recorrerla completa, acariciándola, probándola, como si fuese el mejor postre del mundo. Gimió ante aquel beso voraz. Nunca la habían besado así, de hecho, nadie la había besado jamás.
Sus piernas temblaron de pronto ante ese hecho. Estaba dando su primer beso, y más importante aún: Sesshomaru era quien le estaba besando.
Gruñó en los labios de Kagome. Sabía incluso mejor de lo que espero. El suave sabor de cerezas en su boca lo sedujo de una manera, que pensó que se encontraba en una especie de maldición. Necesitaba probar más de ella. La acercó más a su cuerpo acorralándola con el firme tronco de cerezo, mientras devoraba sus labios con ímpetu con su mano libre acariciaba su muslo.
—Se-Sesshomaru…
Soltó en un suspiro ahogado. Sesshomaru no le prestó atención, al contrario, escuchar su nombre salir en ese tono de súplica solo lo calentó. ¿Cómo Inuyasha podía ser tan imbécil? Perseguir a una mujer con olor a arcilla, tierra y huesos; cuando a su lado estaba una con un suave olor a fresas y primavera que podía volver loco a cualquiera, humano, demonio o medio demonio.
De no ser por el hecho de que la estupidez de su hermano le había dejado el camino libre con la humana, lo destrozaría en pedazos en ese momento.
Sonrió maliciosamente. No. Así Inuyasha no le hubiese dejado el camino libre esa mujer sería del, sola y únicamente del. Recorrió con su mano los muslos de la pelinegra, por primera vez aquellas ropas que vestía parecieron mostrar un propósito. Enterró su mano debajo del dobladillo de la falda, acariciando la intimidad de la chica sobre esa pequeña tela.
Kagome gimió ante el contacto, avergonzada por el acercamiento que estaban teniendo. ¿Desde cuándo Sesshomaru era así? Aquello no estaba bien, él era el hermano mayor del chico que le gustaba, además de ser también su mayor rival. Estar en esa posición con él no podía ser catalogado en algo más que no fuese traición.
Intentó zafarse del agarre del fuerte yokai, debía parar eso antes que ocurriera algo de lo que se arrepentiría.
—De-detente Sesshomaru. ¿Qué estás haciendo? Esto está mal, ni siquiera sé por qué esto esta pasando.
Gruñó. ¿Acaso no le gusto como la tocaba? ¿Por qué le pedía que se detuviera?
—No veo que está mal. Tú no eres nada del bastardo de Inuyasha.
Kagome se congeló separándose de golpe. Sesshomaru maldijo en sus adentros.
—Puede que Inuyasha no me vea de forma romántica. Pero aun así soy su amiga y no puedo traicionarlo involucrándome con uno de sus enemigos.
—Entonces ¿ahora soy un enemigo?—arqueó una ceja— no eras tú la que siempre insistía a ese idiota arreglar las cosas conmigo.
Kagome boqueó, sin saber que responder. Sesshomaru sonrió, una sonrisa maliciosa y petulante que congeló a la pelinegra. Pero no sabía si de miedo o por algo más. Viró la cara en otra dirección, verlo fijamente a esos ojos tan dorados sería su perdición. Pero una fuerte mano tomo su barbilla y la obligo a verlo.
—Creo— dijo acercando sus labios a los de ella, mezclando sus alientos— que la mejor forma de lograr que alguien haga algo, es dando el ejemplo, así que— se acercó a su oído, mordiendo el lóbulo de su oreja. Sus piernas temblaron y electricidad recorrió su cuerpo— porque no eres buena niña y aceptas mi oferta de paz de buena fe.
Antes de que pudiese decir algo sus labios fueron aprisionados otra vez. Sus manos se posaron en el fuerte pecho del yokai buscando mantener el equilibrio, sentía que sus piernas pronto le fallarían. Sesshomaru continuo besando, bajo por su cuello, donde dejo un camino de besos húmedos y voraces. Sus manos volvieron a sus muslos, hasta llegar a su sexo, acariciándolo sobre la tela.
Se endureció al escucharla gemir en su oído. ¡Mierda! Pensó. Necesitaba más, mucho más de ella. La vio a los ojos, esos ojos azules profundo que lo miraban con una extraña pasión, la beso lentamente. Como si se tratara de una caricia y luego bajo a su camisa, quitándosela en un momento, junto a la falda y las pequeñas bragas. Kagome dio un respingo cubriéndose con sus brazos. Olía su nerviosismo, pero también su deseo. Se relamió los labios.
—Tranquila, no seré rudo.
Ella titubeó, pero al final bajo los brazos; quedando bajo el escrutinio de esa mirada dorada. Paso una de sus manos por su espalda, acariciando todo el recorrido de esta, sintiendo la suave y delicada piel bajo sus dedos, la recostó sobre su estola con cuidado. Luego se quitó parte de su armadura. Kagome lo veía realizar aquellos movimientos con una elegancia que no se creía.
Nunca en sus sueños más dementes se hubiese imaginado desnuda con Sesshomaru. Y lo peor de todo, es que una parte de ella, por más pequeña que fuera lo estaba disfrutando, a diferencia de Inuyasha, la veía como una mujer, la deseaba. No podía entender del todo por qué pero allí estaba. Arrodillado sobre ella, viéndola como si ella fuese su comida favorita.
Kagome contuvo el aliento al verlo completamente, torso bien marcado, brazos fuertes, largas piernas, su lacio y plateado cabello cayendo por su espalda como una cascada de mercurio. Él era fuera de ese mundo. Bajo mucho más su mirada enrojeciendo. Él era grande.
—Ahora Kagome, voy a comerte completamente.
La pelinegra no tuvo tiempo de decir nada, cuando vio como la cara del yokai se perdía entre sus piernas y sus labios atacaban los labios íntimos de ella. Besándolos de una manera como si se tratasen de los de su boca. Su espalda se arqueó ante la descarga de electricidad. Se llevó una mano a la boca, intentando silenciar un gemido al momento en que la lengua de Sesshomaru pasaba lentamente por la línea de su intimidad. Tembló. Nunca nadie la había tocado así, ni ella misma.
Y que ahora fuese Sesshomaru quien probaba de ella. Quien la acariciaba con aquella suave lengua por todo su interior la hizo palpitar. Llevo sus manos a la plateada cabellera, aferrándose a esta como si fuese su salvavidas. Empujándolo a su vez para que se adentrara más y más en ella.
Sesshomaru no pudo evitar gruñir de satisfacción, se imaginaba lo bien que debía saber, pero ahora que la probaba. Estaba jodidamente seguro que "bien" no era suficiente para describirlo. Acercó dos de sus dedos a su intimidad, en dirección a ese pequeño botón rosa, lo tocó suavemente, masajeándolo en círculos mientras a su vez continuaba invadiéndola con su lengua. Kagome estaba segura que podía morir en ese momento. Su cuerpo temblaba sin poder controlarlo y sus gemidos aumentaban cada vez más.
Su cuerpo sudaba. Sus pechos se alzaban al ritmo de su respiración, sus ojos cristalinos a causa de la pasión. Esa visión supo Sesshomaru, era la más erótica que hubiese visto. Tomó sus piernas y las pasó sobre sus anchos hombros para tener más acceso a ella.
Mordió levemente su clítoris. Ella gritó. Él se endureció.
—Córrete Kagome. Quiero probarte.
Sus mejillas se enrojecieron al escuchar ese tono autoritario pero sensual. Su voz sonaba mucho más ronca, profunda, varonil. Su cuerpo se estremeció, arqueó su espalda y gimió al sentir como se venía, mientras Sesshomaru tomaba de ella de una manera tan pecaminosa que sintió la necesidad de mantenerlo allí, entre sus piernas. Alzó su mirada ámbar a ella mientras con su pulgar lamia un poco de los restos de sus fluidos.
¡Dios! ¿Cómo era posible que una sola persona desbordara tanta sensualidad? Se preguntó Kagome.
Sesshomaru se posicionó sobre ella, chocando su endurecido pene contra el vientre de Kagome. Abrió sus ojos al sentir el contacto y jadeó. Le acarició la mejilla y la besó, apasionadamente. Otra vez ese beso necesitado y posesivo. Tomó su miembro con su mano y lo dirigió a la entrada de la pelinegra.
—Sesshomaru…yo.
—Tranquila Kagome—soltó ronco— lo haré despacio, va a doler un poco, pero solo al principio— le dijo mientras se adentraba en ella, la sintió tensarse. Gruñó— cálmate Kagome— le acarició la mejilla y la besó en la comisura de los labios, en la nariz, la frente y donde quedaban rastros de sus lágrimas—. Yo voy a cuidarte Kagome. Ahora déjame hacerte mía.
Ella asintió con una suave sonrisa en sus labios mientras la penetraba. Hizo una mueca cuando empezó a sentir el duro miembro de Sesshomaru deslizarse dentro de ella, apretó los ojos, conteniendo el dolor del momento, la fricción que se creaba entre su estrecha cavidad y la verga de Sesshomaru la estaba volviendo loca. El yokai se mantuvo quieto un momento, permitiéndole acostumbrarse, pero por mucho que lo intentara sus instintos le pedían moverse, embestirla con fuerza. Jadeó. Ya no podía controlarse.
—Me voy a mover Kagome.
Soltó casi gruñendo mientras empezaba a moverse dentro de ella, era tan jodidamente estrecha que le hacía arder la piel. La embistió con fuerza, entrando y saliendo de ella, una, otra, otra y otra vez. El sonido de su pelvis chocando la suya era excitante, el eco acuoso que sus sexos producían al hacer contacto lo endurecían incluso más. Kagome estaba sonrosada, su cuerpo cubierto de perladas gotas de sudor debido al esfuerzo, sus labios entreabiertos dejando salir gemidos de placer. Rodeó la cadera de Sesshomaru con sus piernas, acercándolo más a ella, aumentando la profundidad de las embestidas. Kagome podía sentir como la longitud y grosor de su miembro podían partirla en dos, pero a pesar de eso, lo disfrutaba, con un demonio que lo hacía; jadeó con cada choque, ver a Sesshomaru entrar y salir de ella tan poderoso y voraz la dejó sin aliento.
Encajó sus dedos en el plateado y desordenado cabello y lo atrajo hacia sus labios. Sesshomaru le mordió el labio, para besarla con más pasión. Estaba a punto de llegar al clímax y ella también.
—Vente conmigo Kagome—susurró en sus labios— quiero que te corras junto a mí.
Ella tembló. Y todo su cuerpo le respondió con un espasmo, sentía la electricidad correr, el gruñó cuando sintió como el interior de Kagome se cerraba alrededor del. Eso era el mismísimo paraíso. Jadeó. Sus movimientos se hicieron fuertes, rápidos, entraba y salía de ella con una voracidad increíble. Llevo su boca al hombro de la mujer y allí la mordió, clavando sus colmillos en ella. Kagome dejó salir un grito que se ahogó en un beso.
Gruñó.
Una sensación de liberación los envolvió a ambos mientras alcanzaban el clímax. El pecho de la adolescente subía y bajaba por el esfuerzo físico, estaba cansada y jadeaba. Sin embargo esa sensación de calidez en su vientre al sentir como el yokai de ambarinos ojos se vaciaba en ella era indescriptible.
Sesshomaru la observó, para luego unir sus labios. Besó, lamió, y chupó la delicada piel de la Higurashi sin darle tregua.
Quería que todos supieran que a partir de ahora ella era suya. Y ciertamente mataría a cualquiera que osara ponerle un dedo encima.
Un maldito perro en celo. Eso soy.
Reconoció el Taisho. Envolviendo a la joven entre sus brazos mientras esta se dormía. Seguro agotada por todo lo que hicieron.
—Estúpida temporada de apareamiento.
Sesshomaru observó cómo aun caían pétalos de cerezo. Esa era una temporada de cambios, uno que por primera vez en mucho tiempo no recriminaría. Lo había decidido, se quedaría con esa mujer que se encontraba en sus brazos. Ella ya era del y nadie se la quitaría.
La vio sonreír en sueños y acunarse en su pecho.
Sonrió. Esta era la primera vez que la estupidez de Inuyasha servía para algo.
Lo siento por ti debilucho, pero esta vez…gano yo.
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Nota de autora:
¡Hola!
Vengo con un One-shot inspirado en esta pareja que aunque la verdad no es muy popular, si hay algunos Fics muy buenos de ellos, además de fanarts. Tratar con la personalidad de Sesshomaru siempre supone un reto para mí. Lo adoro, pero es demasiado frio así que se me hace medio complicado dar al clavo con su personalidad con algunas cosas, en especial en esas situaciones calientes. Como sea, espero disfruten leyendo y cualquier comentario es bien recibido.
¡Sayonara!
Daria R.