Disclaimer: Digimon no me pertenece.
Estaciones y soles
Septiembre 9
Despejado con probabilidad de ventiscas por la tarde
Temperatura máxima: 28°C
Temperatura mínima: 21°C
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Daisuke es un niño ruidoso.
Hikari es una niña silenciosa.
Cuando Hikari lo conoció era todo un remolino de palabras, frases sin pausa, alegría intacta que le recorría el cuerpo. Sabía que algunos lo comparaban con su hermano, pero ella arrugaba la frente en completa rebeldía a esta idea. Ellos no eran iguales, pese a que compartieran gustos y repentinos rasgos. No solo no compartían la edad sino también la esencia de cada uno difería como los saltos de un gato; mismo molde, quizá, distinta imagen, certeramente. Mientras Taichi estaba hecho de voluntades que ensombrecían medianos errores, mientras él era bravura y presencia que llegaba a parecer necesaria, Daisuke era... Daisuke era un manojo de hilillos enredados escondiendo su verdadero valor. A veces parecía que tropezaba a propósito, como si no se atreviera a ir de frente.
—¿También te gusta el fútbol?
Daisuke estaba por abrir la boca, emulando una onomatopeya, cuando vio a la niña parada detrás suyo. La había visto antes, era la hermana menor de su ídolo Taichi. A veces iba a ver a su hermano jugar, como él lo hacía, sin embargo ella era pura alegría silenciosa. A veces, también, iba acompañada de otros niños mayores.
—Ah... me gusta verlo.
—¿Verlo? ¿No lo juegas? Siempre estás aquí, con una mirada enorme y ansiosa como de gato a punto de comer. —Colocó las manos en sus ojos, abriéndolos mucho—. Cuando se lo conté a mi hermano, me dijo que no te había visto, pero que yo podía intentar hablarte para preguntarte —finalizó con una sonrisa ladina, orgullosa de sí misma.
Daisuke casi se pisa los nervios y se jala los cabellos, ¡esa niña le había hablado a Taichi sobre él! Aquel senpai al que tanto admiraba lo conocía... un poco. Pero era mejor que nada.
—La verdad es que soy muy bueno jugando, pero no me dejan jugar porque soy menor —espetó, cambiando de repente toda su postura a una más confiada.
—Increíble, ¡hermano, mira!
Antes de que Daisuke supiera lo que ocurría en el mundo en ese preciso instante, Hikari ya le hacía todo tipo de señas con los brazos a su hermano mayor que, curioso, se acercaba a ellos trotando.
—¿Es él? —apuntó con el dedo índice enfundado en un guante blanco; inmaculado y glorioso, así tenía que ser porque así lo ordenaba Daisuke en su cabeza; hacia el niño moreno.
—Sí, me dijo que...
—¡Mentí, mentía! —apresuró a corregirse—. Nunca he tocado un balón en mi vida, jamás en mis nueve años de vida, ¡ni cuando era un bebé!
Hikari rio abiertamente, Taichi la siguió, no obstante, el cambio que siguió su semblante fue como presenciar la figura de un sol reclamando su presencia aún detrás de cielos plomizos. Tan abiertas y calidad fueron sus palabras aquel día, que el sol cayendo detrás lo recordó por varios días, porque Taichi era exactamente eso…
—No importa —dijo al tiempo que revolvía el cabello de Hikari y dibujaba la sonrisa más amigable que un desconocido le había dedicado—, si tienes ganas de jugar con nosotros debes hacerlo, ¿vas a estar contento solo con vernos?
Se despidió con un movimiento de cabeza y regresó corriendo a la cancha, su sombra temblaba detrás y de repente no parecía una sombra ordinaria.
Ese día cambiaron muchas cosas para Daisuke. Se atrevió a hacer lo que temió por tanto tiempo, quién sabe por qué, quizá porque en su interior la inseguridad seguía en constante movimiento. El segundo cambio fue la presencia de Hikari en su vida; se enamoró, así lo quiso llamar él y así lo sintió por mucho tiempo.
Hikari, ese día, fue una niña ruidosa.
Daisuke, ese día, fue un niño silencioso.
٭٭٭
Febrero 14
Mayormente nublado. Se pronostica lluvia
Temperatura máxima: 11°C
Temperatura mínima: 5°C
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Todos iban bien abrigados. Ridículamente abrigados y perezosos. Era San Valentín y probablemente sería el más gris que tendrían en toda su vida. El invierno aún no terminaba, llegaba a su fin, pero en su huida dejaba reminiscencias para recordarle al mundo que seguía allí, congelando los últimos rastros de memorias que continuaban pasando.
—¿Y Mimi? —preguntó alguien. Daisuke no supo quién, estaba muy ocupado, reprochándose el no haber usado todas las excusas concebidas para rechazar aquel rito que Mimi tanto había insistido que hicieran juntos. Así pudo haberse evitado...
Sostuvo con fuerza su regalo, tomando con la misma ansiedad la sombrilla que descansaba bajo su brazo y por la que había recibido burlas. Ellos juraban que no llovería. Daisuke confiaba en los pronósticos, mucho más que en esos augurios dichos al tanteo de sus amigos.
—¡Mimi! —gritó Hikari, su voz lo traspasó como si fuera un alambre que tiraba de toda su paz interna. A ella no la podría desconocer, ni siquiera porque lo intentara con todas sus fuerzas.
Los sentimientos no funcionaban así.
Lo que pasó a continuación ocurrió rápido. Estaban reunidos para celebrar el 14 de febrero al estilo Tachikawa, tenían que darse regalos entre ellos, todos corriendo con suerte a excepción de él. O no. Depende desde qué distancia se mire el bosque. Ya saben.
Cuando Mimi le mandó el nombre de la persona a la que le tocaba darle un presente, el hijo menor de los Motomiya solo pudo pensar una cosa; mierda.
—Esto no es de mi talla.
Escuchó a Takeru quejarse por el regalo de Taichi.
—Crecerás, ya casi alcanzas a Yamato.
—Sigue siendo un enano.
Parloteos iban, parloteos venían. Daisuke permaneció congelado la mayor parte del ritual, los arbustos a su lado simulaban más vida que él. Cuando Hikari lo notó muy atrás, estático y pálido, Mimi los nombró a los dos.
Motomiya se rehusó a mirarla a los ojos, estiró el brazo, extendiendo hacia ella la bonita bolsa amarilla con motas blancas.
—Gracias —expresó ella suavemente. El abrigo de Daisuke dejó pasar todo el frío en ese momento, aterrándolo hasta la médula.
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—¿Te sientes bien?
Miyako también se había dado cuenta de que actuaba extraño. Antes de que llegaran al restaurante acordado, una vez terminado el singular intercambio, se acercó a él haciendo ruidos grandes con sus botas negras.
—Vete, Miyako.
—Es Hikari, ¿verdad? Llevas esa misma cara depresiva que pone Jun cuando sufre por amor. —El chico la vio con una mezcla de irritación contenida y desgana—. No me hagas esas muecas, es de mala educación.
—Tú haces lo mismo, soy tu espejo de gestos obscenos. —Sacó la lengua.
—¿Sabes qué significa obsceno? —Rodó los ojos—. Da lo mismo. Daisuke, no soy una experta en el amor…
—Y lo admites así como si nada.
—Cállate. Quiero decir que… te ves mal, y este día has estado desastroso. Los demás también están preocupados. Y te apoyan.
Miyako chasqueó la lengua, indicándole a Daisuke, con sus dedos largos y estilizados, hacia al frente. Ahí estaban Iori y Ken, levantando los puños. Animándolo. O eso suponía, no comprendía bien lo que hacían con las manos y esos intentos de guiños, pero no pudo evitar sonrojarse y sentir que el corazón se le estiraba fuera del pecho.
Maldito el día que decidió apostar consigo mismo. «Si le das el regalo secreto a Hikari-chan, es el destino. Declárate», algo similar se había dicho a sí mismo.
—Takeru también te anima.
Daisuke, en un movimiento que sus ojos ya reconocían como algo habitual, observó un poco más allá, donde Hikari y Takeru caminaban juntos. Muy cerca, de vez en cuando sus cuerpos entrechocaban y eso no parecía molestarle a ninguno de los dos.
—Claro que lo hace, sabe que fallaré. —Apartó la vista.
—Es sincero.
—Me odia.
—¡No es así, idiota! —Se cubrió la boca, apenada. Minutos antes se había prometido no perder el control en esa guerra contra otra mentalidad dura de romper—. Y más vale que vuelvas a ser el mismo de antes, porque ahí viene Hikari.
Pero la advertencia, mas allá de ayudarlo, le hizo ponerse el doble de desgarbado y tieso.
—Chicos, voy a volver a casa. —Takeru llegó detrás de Hikari, manos metidas hasta el fondo de los bolsillos.
—¡¿Tan pronto?! —La decepción en la voz de Miyako era tan clara como el color de su cabello.
—Miko estaba mal está mañana, mamá me habló para decirme que no ha mejorado.
—Regresas… ¿Regresas sola?
Un silencio extraño fue empujado tras esas palabras. Hikari apretó el móvil en la mano. Había ocasiones, dilatadas, en las que se daba cuenta de las miradas de Daisuke, fijas y anhelantes. Miradas que se dirigían a ella y esperaban, aunque no fuese dicho, ser arropadas. En su interior se encogía de miedo por el día en que tuviera que confrontarse a aquello, demasiado valioso para Daisuke. Algo que no pretendía dañar y que, sin embargo, sabía inevitable.
—Tal vez sea mejor que me quede, Yamato no sabrá qué hacer sin mí. —Takeru devolvió el sonido a los oídos de Hikari. Con una mirada desconcertada, ella encontró sus ojos azules, comprensivos.
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La lluvia cayendo sobre la sombrilla rebotaba acompasadamente, sin perder nunca el ritmo, como si fuera un arrullo tranquilizador.
Daisuke y Hikari caminaban debajo de aquel murmullo, el primero se mofaba de sus amigos por haberse burlado de él y su sombrilla inservible —la ventura se había encargado de darle la razón—; ella le sonreía, soltando de vez en cuando risitas altas. A Hikari le gustaba pasar tiempo con Daisuke, como con cualquiera de sus amigos. Era divertido. Siempre.
—Hikari-chan —soltó de golpe, aunque en voz muy baja, rasposa—. Hay… hay algo que quiero decirte.
La lluvia empezó a tronar cada vez menos.
—¿Qué es? —Su voz también había sonado diminuta.
El edificio estaba cerca, a tres… dos calles.
—Me gustas.
La convicción dicha en frase tan pequeña era difícil de borrar. Los dos contuvieron el aire.
—Daisuke, te quiero.
Dijo ella al fin, soltando el candado en sus pulmones. Sus ojos se cristalizaron en cuanto hubo dicho aquello, el rostro se le descompuso, parecía que iba sollozar de un momento a otro. No.
—Es la respuesta que esperaba. —Hikari intentó replicar, apresurada—. No es necesario, estoy bien. ¡Llegamos en un abrir y cerrar de ojos! Ve con Miko, Hikari.
—¿No vienes conmigo?
—Creo que quiero caminar otro rato.
Daisuke dibujó una sonrisa, la mejor que pudo expresarle. Hikari le dio un abrazo rápido, indeciblemente cálido, y se apresuró a entrar. La bufanda amarilla, el regalo de San Valentín, que se abrazaba a su cuello ondeó en el aire. Era un adiós definitivo, doloroso.
Su amor por Hikari fue una de esas cosas que armó apresurada, gentilmente. Con algo de torpeza y urgencia también. Supo lo frágil que en realidad era su corazón, porque él sentía todo en los puntos altos. Pero también poseía decisión que crecía y crecía. Sí, su primer amor se había ido con una estela amarilla, quizá estaría herido por muchos meses.
Sin embargo estaba bien. No le había mentido a Hikari sobre eso.
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Abril 28
Despejado
Temperatura máxima: 21°C
Temperatura mínima: 11°C
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—Apaguen las luces —murmuró contra la almohada.
—Lo sabía, finges que estás mal —le llegó una voz inesperada y no muy esperada— porque te gusta estar aquí.
—¿A quién demonios le gusta estar en un hospital? —replicó fastidiado. Takeru rio.
—Lo sentimos, no pudimos venir antes, las visitas estaban únicamente permitidas para tus familiares. —Hikari se sentó en la silla disponible del lado izquierdo, después de colocar en una mesita el arreglo de flores, sospechosamente similar a los que hacía Sora. ¿Ella lo habrá hecho? Por supuesto que sí, pero Daisuke, tozudo y mareado por la medicina, por alguna razón lo dudaba.
—Lo sé, Jun estuvo aquí mucho tiempo porque mis padres no podían. Fue mi única compañía.
—Eso debió emocionarte, tu hermana te gusta más de lo que quieres creer.
—No me molestes, Takaishi, estoy convaleciente.
No podían evitarlo, sus ojos se iban en automático a las heridas, peligrosas, registradas en la piel de Daisuke.
—No me miren así, como si estuviera desnudo. —Hizo ademán de cubrirse con los brazos.
—Sabes por qué lo hacemos —espetó Hikari, el malestar en su voz infló sus palabras—, no debieron ir solos, ¿por qué lo hicieron?
—Hikari, acordamos que los íbamos a abordar despacio.
—No, Takeru, lo que hicieron fue terrible, ellos pudieron…
Se cortó a sí misma a mitad de la frase, el terror cruzó por sus ojos.
—No queríamos involucrarlos. —Motomiya Daisuke se incorporó en la cama, su mirada había cambiado—. No era muy seductor depender de ustedes de nuevo, así que el día que recibimos un mensaje, alertándonos de un mal acechando de nuevo sobre el Digimundo, no lo pensamos dos veces y fuimos solos… pero no sirvió de mucho, nos hicieron puré y el problema, de cualquier forma, llegó a ustedes.
La silla de Hikari crujió.
—Somos un equipo. —El susurro de Hikari llenó la habitación, demasiado grande para que una sola persona sanase ahí.
—Los doce —recalcó Takeru.
—Eché a perder todo, no sirvo para ser líder, puse en riesgo a los demás.
Ah, así que también había algo de remordimiento sobre eso.
—No creo que mi hermano te haya dado esos goggles para que los lucieras, o fingieras ser él, Daisuke. Son tuyos, créelo. No tienes que ser un segundo Taichi, eres tú y tú eres…
Una conmoción venida de afuera los interrumpió.
—¿Qué es eso?
—El resto del grupo. —Takeru suspiró, Hikari hizo lo propio—. Nosotros vinimos contigo porque todos querían pasar a checar a Iori primero, si siguen armando tanto escándalo los van a correr.
—¿Ustedes también querían estar con Iori? —Daisuke elevó una ceja oscura, maldiciendo el silencio de Takeru y Hikari.
A veces, solo a veces, en ocasiones como esa en las que no sabían apreciarlo a él, Daisuke odiaba a sus amigos.
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Diciembre 1
Mayormente despejado
Temperatura máxima: 11°C
Temperatura mínima: 4°C
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—Ella... ¿Te gusta mucho?
Preguntó Hikari. El viento helado meció la bufanda amarilla que llevaba al cuello., tenía la nariz muy roja. Aunque Daisuke le había prestado su chaqueta, el frío continuaba calando todo su cuerpo. Hasta ellos llegaba el ruido de una ciudad que iba despertando, levantando caminos ruidosos por todas partes.
—No entiendo nada cuando estoy con ella —soltó en un suspiro, motas de vaho saltaron de su aliento, lechosas—. Me siento inseguro…
—Daisuke-kun —espetó apretando un poco los dientes—, dile lo que sientes. No lo sabrás hasta que no lo hagas, y estoy ciento por ciento segura de que piensas así porque lo que sientes es algo enorme, gigante... como este invierno —finalizó con un ligero temblor que subió hasta su voz.
—¿Y si me rechaza?
El miedo era auténtico, doloroso. Un recuerdo cayó entre ambos, como el ruido de algo sólido aterrizando en una botella vacía. Había pasado tanto tiempo desde aquello y, aunque no lo recordaba ya con la tristeza de antaño, continuaba siendo para Daisuke una memoria de aprendizaje.
—Simplemente será un no más. Nada que pueda definir tu vida para siempre. —La tibia sonrisa en el rostro de su amiga le hizo reír también. A Daisuke le gustaba pasar tiempo con ella.
Porque eran amigos esperando el autobús para la universidad, compartiendo cosas.
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Agosto 1
Despejado. Se recomienda usar bloqueador
Temperatura máxima: 34°C
Temperatura mínima: 26°C
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—¡Papá!
Daisuke terminó de leer el pronóstico del clima en su celular. Fue a buscar un bloqueador.
—¡Papá!
—Estoy listo, ¿qué te apresura tanto? —Se abalanzó hasta a su hijo envolviéndolo en un abrazo. El pequeño era una copia fiel de él mismo en su niñez, los mismos cabellos alborotados, los mismos ojos, hasta podía jurar que era la misma voz aguda que tenía de niño, pero eso no lo aseguraba porque no lo recordaba fielmente.
—¡Todo! ¡Llegaremos tarde, papá!
Claro, era primero de agosto, era su tradición.
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Los niños correteaban por todas partes, casi se podía pensar que habían conocido el Digimundo desde toda la vida. Y tal vez no era una idea muy errónea. Los adultos, apartados, se ponían al corriente, se sonreían sin cesar… estaban de vuelta, cada primero de agosto, al menos, lo estaban, incluso cuando las puertas no se abrían. El primer día del octavo mes en el calendario, sin excepción, el Digimundo volvía a ellos.
—Él llegará tarde, tenía que terminar un borrador y uno de los niños lo quiso esperar.
Daisuke escuchó con ilusión, que no sabía de dónde venía, la respuesta de Hikari a su pregunta. No había visto a Takeru por ninguna parte aunque todos estaban ahí.
—Dime de nuevo, ¿quién es Kouichi y quién es Tsubasa?
—Kouichi es el castaño pegado a Taichi, Tsubasa es el rubio.
Daisuke sonrió. Los años pasan rápido, pero jamás en vano.
—¿Recuerdas esa conversación que tuvimos en el hospital, luego de…?
—¿Todo lo de Meicoomon? Sí.
—Estabas a punto de decir algo sobre mí, lo recordé hoy, ¿no te parece genial?
—Ah, eso. —Su sonrisa pretendía esconder un secreto que, lentamente, estiraba la luz en sus ojos—. Es que tú no eres un sol, yo creo que tú eres como una nova. Puras explosiones que se transforman en cosas gigantes.
Era lógico, suponía, ser una nova, algo distinto y necesario a su manera.
—A veces pienso que la poeta eres tú, Hikari-chan, no Takaishi.
—Takeru hace lo que puede. —Estiró los brazos—. Pero sigue siendo el mejor.
Le dedicó una sonrisa tenue, Daisuke dejó escapar una carcajada, esos dos nunca cambiarían, ni él, en esencia. Seguirían saltando las estaciones, amando todo lo que abarcaran sus brazos, construyendo mejores cosas o fallando terriblemente en el sendero. Todo mientras el sol siguiera existiendo.
(Y quizá Koushiro le había explicado, al final del día, la diferencia entre una nova y un sol. Ese era Motomiya Daisuke).
Gracias a Angelique por su ayuda :3 y por prestarme los nombres de sus niños (Siempre los robo (?)).
Light, espero que te haya gustado, iba a sacar esta historia desde hace tiempo, pero ya sabes los problemas tecnológicos que tenía. Es un Daikari amistoso, siento que no haya sido romance XD ¡Ánimo siempre bonita!
Originalmente los pronósticos del clima van en la esquina contrapuesta, así queda feooo, pero acabo de descubrir que FF solo conoce la derecha jajajaja.
Gracias por leer.