¡Hola! Sí, se que tengo historias que terminar y... sí, tengo tiempo para hacerlo... pero la inspiración no me acompaña para ellas. Pero hoy se me ocurrió esto y lo escribí de un tirón. No está revisado, así que puede que tenga algunos errores. Por lo demás, espero que lo disfruten. Intentaré subir la segunda y última parte lo más pronto posible.
Capítulo I
Nochebuena
Hermione miró nerviosamente en dirección a Severus.
El hombre se encontraba profundamente concentrado en cortar correctamente los pétalos de lirio blanco para la poción que estaba preparando, completamente ajeno a los pensamientos que en ese momento pasaban por la mente de su colega.
La joven, por su parte, tenía que hacer enormes esfuerzos para mantener su mente centrada. Había estado a punto de cometer un par de errores bastante garrafales por mirarlo y, si él se hubiese dado cuenta, hubiera sido terriblemente vergonzoso no sólo porque se llevaría una buena reprimenda de su parte sino también porque exigiría saber la razón de su distracción... y aunque había planeado decírselo, no quería derramar sus sentimientos bajo esas circunstancias. Por lo que se obligó nuevamente a mirar hacia su mesa de trabajo.
Dos horas después, finalmente apagó el fuego que había mantenido encendido debajo de su caldero y se atrevió a observarlo nuevamente.
Severus ya había terminado antes que ella y se había sentado a un lado de la habitación a leer uno de los últimos libros de pociones que había comprado la última vez que habían ido juntos a la librería. Nuevamente estaba concentrado en esa actividad, con los ojos deslizándose sobre las palabras de las hojas, el ceño ligeramente fruncido- estando, quizás, en desacuerdo con lo que leía-, y sus labios delgados presionados entre sí. Hermione tuvo que reprimir sus deseos de deslizarse a su lado y pasar la yema de sus dedos sobre su frente para cambiar esa expresión ¡Y vaya que cambiaría si se atrevía a hacerlo! Él la miraría como tal expresión de asombro que seguramente sería digo de una fotografía. Porque, aunque eran amigos, el contacto físico no era precisamente común entre ellos, a menos que fueran roces accidentales que se daban cuando ambos iban en busca del mismo ingrediente, o cuando caminaban cerca el uno del otro en un local atestado...
— ¿Tienes algo que decirme o seguirás observándome?—preguntó el hombre, sin apartar la vista del libro.
Hermione rápidamente se volteó a su mesa de trabajo, ocultándole el rubor que había cubierto sus mejillas, mientras se ponía presurosa a acomodar sus herramientas de trabajo.
—Sólo intentaba averiguar si planeabas quemar el libro o lanzarlo contra la pared—le respondió y siguió su labor.
—Mmm...—pareció pensarlo unos momentos—Ambas opciones serían un desperdicio de energía. Todavía quiero tener esperanzas de encontrar algo útil aquí... o al menos, algo que no sea tan ridículo como sugerir que para una sencilla pócima energizante se debe colocar dos rodajas de jengibre—Hermione lo miró justo en el -momento en que él cerraba el libro con fuerza—. Si hubiera querido un libro de cocina, hubiera comprado uno.
—Hablando de cocina...—se limpió las manos cuidadosamente, procurando mantenerse ocupada para que él no notara su nerviosismo— ¿Todavía sigue en pie lo de esta noche?
—A menos que tengas otros planes—respondió escuetamente Snape— ¿Los tienes?
Ella alzó los ojos nuevamente a él, temerosa... ¡Lo cuál era ridículo! Él no podría simplemente averiguar lo que ella sentía sólo porque sus ojos se conectaban...¿verdad?
—Creo que deberías de saberlo mejor, Severus. Cuando hago una promesa, no la rompo con facilidad—le aseguró.
—Imaginé que quizás tus... amigos... habían intentado persuadirte.
¡Oh, lo habían intentado! Era noche buena, después de todo, pero eso quería decir que iba a abandonar sus planes con Severus para ir corriendo al hogar de su ex novio donde, a pesar de mantener una relación cordial y amistosa con él, su querida madre no entendía que simplemente la relación no había funcionado. Y sinceramente no quería tener que soportar a Molly intentando sentarla al lado de su hijo menor, y sentir como los demás pelirrojos le daban una mirada compasiva. Así que cuando la invitaron ella le había asegurado que ya tenía otros planes y había esquivado ingeniosamente todas las preguntas que le habían hecho.
Además, a pesar de sus nervios y de sus planes secretos, disfrutaba mucho pasar tiempo con Severus. Esta no era la primera vez que se juntaban a cenar juntos en la casa de alguno de ellos... y rogaba que no fuera la última.
Desde que había comenzado a trabajar junto a él, muchas veces se quedó horas extras en las que incluso se olvidó de comer algo y cuando llegaba a su casa lo único que deseaba era tomar un largo baño y tirarse en la cama a descansar. Cuando Severus descubrió esto, tras una reprimenda y una amenaza de despedirla sino se alimentaba como correspondía, comenzó a llevarle algunas noches sándwiches de diversas variedades o panecillos recién horneados de una panadería muggle que ella no conocía.
Luego, comenzaron las cenas. La primera vez que comieron juntos fue en casa de Hermione, cuando él pasó a buscar un lote de una poción que ella había elaborado allí durante sus vacaciones. No estaba segura de cómo eso se transformó en una especie de rutina para ambos y terminaron reuniéndose todos los viernes por las noches pero no iba a quejarse ya que haberlo conocido fuera del ámbito escolar y laboral había sido lo que había hecho que terminara enamorándose ridículamente de él... y esa noche, después de la especial cena que estaba preparándole, pensaba confesárselo.
— ¿Responder a mi comentario resulta una tarea demasiado ardua?
Hermione se sonrojó y esta vez no tuvo el tiempo suficiente como para esconderse.
—N...no—tartamudeó y luchó para recuperarse rápidamente—. Sólo me quedé pensando en lo maravilloso que será poder tener una cena de nochebuena sin los constantes comentarios de Molly sobre mi ausente vida romántica.
—Eso es lo que ganas por involucrarte con alguien como... Ronald Weasely.
Ella le sonrió, sabiendo que el hombre estaba haciendo su mejor esfuerzo. Después de todo, misteriosamente, había llegado al acuerdo de no insultar las amistades del otro. Así era como Severus se abstenía de maldecir y gruñir grosería de Harry y Ron y ella... bueno, ella ignoraba totalmente la existencia de Lucius Malfoy.
—Es una lección que debía de aprender—comentó con una sonrisa ligera—. Y para responderte, sí, lo intentaron pero ya había hecho planes contigo antes y no iba a cancelarlos.
Él sólo asintió con formalidad.
—Nos veremos esta noche, entonces.
Hermione casi bullía de emoción...
Excepto que la noche llegó demasiado pronto.
Había trabajado toda la tarde en la cena. Sencilla pero lo suficientemente buena como para ganarse un elogio de parte de Severus -uno que sabía que no llegaría nunca-pero en lo que había puesto su mayor esfuerzo había sido en el postre. Un budín de limón bañado en glasé blanco, decorado con finos hilos de chocolate negro. Ese era el dulce favorito de Severus y lo había hecho especialmente para él después de probar más de seis recetas diferentes y casi quemar el horno de su cocina.
Mordió nerviosamente la uña de su dedo índice pero rápidamente lo apartó cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
No por primera vez pensó que quizás sus planes de sincerarse con Severus eran una mala idea. Después de todo, trabajaban juntos, eran amigos, disfrutaban pasando tiempo juntos no solo a la hora de hacer pociones sino también en las cenas, en las charlas, en las salidas en busca de nuevos ingredientes o de libros...
Había una gran posibilidad que él la rechazara.
Casi podía apostar que sería así. Pero quizás, después de unos primeros días tensos y nerviosos, podrían volver a tomar la rutina de antes y ella seguir con su vida, superando completamente aquel enamoramiento que sentía por Severus Snape.
Además, se había preparado mentalmente para recibir un "no". ¿Qué tanto podría doler? En ocasiones anteriores la habían rechazado y después de un par de días para lamer las heridas de su propio orgullo, lo había superado y salido adelante. Quizás el inconveniente allí se presentaba al saber que tendría que volver a verlo en algún momento pero tendría, al menos,una semana para ello ya que habían decidido cerrar la tienda durante las festividades.
Pero también cabía la posibilidad de que él no la rechazara...
No quería tener demasiadas esperanzas pero no había notado algunas señales. Él solía mostrarse más cómodo a su alrededor últimamente y aunque sus palabras seguían siendo en su mayor parte sarcásticas, esa última semana había recibido dos cumplidos de su parte. Además, le había dado la oportunidad de organizar los estantes de los ingredientes de pociones a su gusto... ¡Y podría apostar lo que fuera que Severus Snape no permitiría que nadie se metiera con sus preciados estantes!
Aún así, cabía la posibilidad de que hubiera malinterpretado todo y esa noche se transformara en una de las más vergonzosas de su vida. Pero el Sombrero Seleccionador no la había colocado en Gryffindor por nada. Se armaría de valor y se confesaría delante de su antiguo profesor.
Cuando sonó el timbre de la puerta casi saltó fuera de su cuerpo. Rápidamente se reprendió a sí misma y se obligó a mantener la calma.
Ella podía hacer esto.
Miró rápidamente su ropa y alisó cualquier arruga que pudiera tener. Quizás estaba un poco demasiado formal pero podía justificarlo con la ocasión: era noche buena. Aún así esperaba alguna reacción de su parte y fue precisamente por no obtenerla que se decepcionó terriblemente. Él sólo la saludó con normalidad y le entregó una botella de vino que había llevado. No queriendo dejarse decepcionar por ello, le sonrió amablemente y le dijo:
—Te ves bien.
Adoró ver como las mejillas pálidas del mago se teñían de un ligero tono rosado. No buscaba avergonzarlo, simplemente había querido decirle algún cumplido. Y no había mentido. Él también parecía haberse esmerado un poco más esa noche. Usaba como siempre sus pantalones negros, la camisa blanca y la casaca del mismo tono oscuro, pero su túnica de enseñanza había sido cambiada por una nueva y más abrigada de un tono azul noche, que resaltaba maravillosamente con su palidez natural. Además, cuando cruzó a su lado, pudo sentir el suave aroma a una loción masculina tan atractiva que casi gimió ruidosamente mientras aspiraba.
—La cena no tardará en estar—le informó mientras hacía una seña con su mano para que él se pusiera cómodo, sin tantos formalismos ya que no era la primera vez que iba—, y te tengo una sorpresa para el postre.
—Si es tu forma sutil de decir que hiciste lo que más me gusta, realmente eres muy mala intentando sorprender a las personas—replicó mientras la seguía a la cocina y buscaba de uno de los estantes dos copas.
— ¿No puedes simplemente ser agradable y agradecerlo? ¿O al menos mostrarte entusiasmado?—le preguntó, removiendo la salsa blanca que se cocinaba en una de las ollas sobre la cocina.
—No—respondió sin siquiera dudarlo—. Creí que todo este tiempo encerrados en una habitación, haciendo pociones, te habrían enseñado algo de mí.
— ¡Oh... por supuesto que lo hizo!—replicó Hermione, volteándose para verlo y sonreírle con cierta coquetería—Estar encerrada en una habitación contigo... elaborando pociones... ha sido toda una experiencia de aprendizaje.
Severus la miró repentinamente sorprendido y por unos instantes pareció no ser capaz de saber cómo reaccionar. Sin embargo, después de unos instantes, le respondió.
—Entonces sabes que no soy agradable, no doy las gracias y no muestro entusiasmo.
—No estoy de acuerdo, pero dejaré que sigas pensando de ese modo si eso es lo que te permite dormir por las noches.
La expresión de Severus era entre divertida e indignada.
— ¿Cuándo, por las bolas de Merlín, he sido agradable?—exigió saber.
— ¿Quieres un ejemplo reciente? Esta misma noche, al traer vino—le señaló.
—No fue amable de mi parte. Te conozco lo suficiente como para saber que tengo que ingerir alcohol para sobrevivir a una de tus cenas.
— ¿Quieres que otra?—siguió ella, haciendo caso omiso a su comentario—Me permitiste ordenar los ingredientes.
—Eso no fue amabilidad—replicó con demasiada prisa—. Siempre los ocupabas y los dejabas donde tú creías que iban, no donde yo los había puesto. Dejar que los ordenaras era igual a ahorrarme una discusión infructuosa.
—Si hubiera sido otra persona, lo habrías despedido, o al menos tenido esa discusión y salido victorioso.
Él asintió, concordando.
—Pero eras tú, no otra persona—le aseguró Severus, haciendo que las esperanzas de Hermione se elevaran hasta las nubes—. Eres casi una de las únicas brujas que sabe preparar pociones medio decentes, cederte el orden de los ingredientes de pociones era un sacrificio que estaba puesto a correr si con eso conseguía que el negocio fuera rentable.
Hermione bufó. Ahí iban sus esperanzas.
¡Era tan frustrante que él tuviera una respuesta para todo lo que decía!
Él se mostró divertido ante su reacción.
—Admítelo, Granger, sólo "ganas" las batallas que yo te permito ganar.
—Solo por eso, te dejaré sin postre.
Obviamente no lo hizo. Cenaron, charlaron del trabajo, de libros que habían leído, de sus conocidos, bebieron suficiente vino como para hacer que Hermione sintiera que esa noche pudiera conseguir lo que quisiera... y quería a Severus. Así que cuando él se levantó, cerca de las once de la noche, dispuesto a despedirse, lo detuvo colocando su mano sobre su brazo.
—Espera... hay... hay algo que...—tomó aire—tengo que darte. Tu regalo de Navidad.
—Aún no es Navidad.
—Lo sé, pero... quiero que lo tengas ahora—con un movimiento de su varita hizo que un paquete apareciera sobre la mesa, frente a Severus, quien lo miró pero no hizo ningún movimiento para tomarlo—. Vamos, tómalo, te aseguro que no está maldito.
Él extendió sus manos a el paquete perfectamente envuelto en un papel azul oscuro. Apartó el moño y la cinta plateada, rompió el papel y cuando finalmente logró ver el contenido, su aliento quedó atascado en su garganta.
—Esto...—alzó los ojos a Hermione, contemplándola con los ojos inmensamente abiertos.
—Quizás no es lo que esperabas—indicó, notando que el hombre no parecía salir de su conmoción—. Puedo entender que prefieras otra cosa... quizás un capa nueva o un par de guantes de piel de dragón... Pero cuando Harry me mostró la fotografía, imaginé que te gustaría tener una copia. Sé cuánto significó ella para ti.
Él no podía podía apartar la vista de la fotografía muggle.
Allí, delante de sus ojos, había una imagen de sí mismo y de Lily Evans, ambos con apenas doce años de edad, usando sus uniformes del colegio. Recordaba que la madre de la joven había tomado aquella foto cuando regresaban de su primer año.
— ¿Dónde la encontró Potter?—finalmente pudo ser capaz de pronunciar.
—En su bóveda familiar. Allí hay muchas pertenencias de sus padres. Hace unos meses finalmente encontró tiempo para revisar todo y dio con eso. Se la pedí para sacar una copia... ¿hice mal?
—No—respondió lentamente—. Gracias, Hermione.
Ahí estaba. Amabilidad. Agradecimiento. Él realmente era un hombre muy bueno... aunque a veces le costase demostrarlo o admitirlo.
—Hay algo que quiero confesarte—indicó Hermione, finalmente sabiendo que el momento había llegado—. Hay una razón por la que te dí esto... obviamente fue desinteresado y no pido nada a cambio, pero lo que quiero decir es que... es una forma de demostrarte lo mucho que me importas. Cuando hoy, más temprano, me dijiste si había aprendido algo de todo este tiempo que pasé contigo, fui sincera al responderte que sí... Y no hablo de pociones.
—Hermione, espera...
— ¡Te he admirado por tanto tiempo, Severus! Realmente he aprendido a valorarte como persona, como profesor, como pocionista y como hombre. Conozco la forma en que prefieres el té, tus comidas favoritas, tu odio hacia las editoriales que publican a autores idiotas... sé que quieres hacerle creer a todo el mundo que eres un hombre grunón, desconsiderado e insensible pero...
—Hermione, no.
— ¡Pero no eres así conmigo! Y no quiero que pienses que te estoy declarando mi amor eterno, porque no es así. Lo que intento decirte es que me atraes y me encantaría descubrir si hay posibilidades de que seamos algo más que amigos—Él retrocedió unos cuantos pasos, apartando la mirada de ella—. Quizás...
— ¡Hermione, nunca sucederá eso!
Él había terminado gritándole y eso había sido como si le hubiera dado una bofetada.
Ella se quedó en silencio, sintiendo que algo oprimía su garganta. Sus ojos ardieron. Sus pulmones fueron incapaces de recibir aire.
—Lo siento, pero nunca quise darte la impresión de que esa era una posibilidad entre nosotros—le indicó Severus, sin mirarla—. Te lo agradezco pero... no.
Hermione se abrazó a sí misma, necesitando en ese instante mantenerse entera.
Asintió temblorosamente y tampoco lo miró. Después de unos segundos oyó que lanzaba un profundo y sonoro suspiro antes de alejarse, incluso haciendo oír la puerta al cerrarse.
Permaneció ahí, sintiéndose incapaz de llorar por temor a romperse en mil pedazos en cuanto cayera su primera lágrima.
¡Por Circe, lo había arruinado todo! y lo peor era que se había equivocado.
Había subestimado la profundidad de sus propios sentimientos.
Su rechazo dolía.
Dolía demasiado.