Transilvania, Valaquia, 1800

El mundo aún no conocía el poderío de éstas criaturas, el consejo siempre creyó conveniente mantener su raza en las sombras. Los humanos no representaban un peligro ante ellos, sobretodo para los de "Sangre Pura" los especímenes más poderosos de su raza, pero como seres estúpidos que eran, era mejor mantenerlos alejados.

Para perpetuar su existencia pero sin perder el control sobre su pueblo, el consejo aprueba una boda al año.

La familia de la novia debe presentar una ofrenda en sangre ante el consejo para ser aprobada y ésa noche, una de ellas buscaba su ofrenda...

El niño llora, llora porque su familia fue masacrada, llora porque la sangre de sus padres envuelve su cuerpesito. Esos ojos rojos, rojo vino. Ésa sonrisa diabólica, esos colmillos, las garras impregnadas del líquido rojizo, su lengua lamiendolo. La luna roja, luna de sangre, luna hecha para atraer las calamidades, luna que anuncia la desgracia, luna roja de mitos y leyendas que bañas la habitación con tu luz infernal mientras el niño llora. El sujeto centra su atención en el bebé, sonríe, no había sangre más pura que ésa.

Se acerca, el tacón de su zapato contra la vieja madera rompe el silencio, el niño mira al verdugo acercarse, deja de llorar y ahora nada más su lento caminar se escucha en la desolación de las penumbras abismales de la habitación pintada en tonalidades de rojo. El sujeto se reclame los labios, esa será una comida que realmente disfrutará, sabía que lo haría. Toma al bebé entre sus brazos y él arruga su carita en un acto de rechazo. Los filosos colmillos palpitantes por la intensidad, los ojos rojos buscan un lugar para inyectar aquel par de agujas.

-Déjalo Byakuya- dijo la mujer de penetrantes ojos azules entrando en la cabaña.

El subordinado trató de negarse, pero ella, con su velocidad, le arrebató el infante de los brazos, ante la mirada atónita del hombre. La criatura observa a la mujer, su pálido y delicado rostro sin expresión, sonrió para ella, quizás creía le salvaría, quizás simplemente reconoció las facciones femeninas y le confundió con su ahora muerta madre.

-¿My lady...?- Byakuya iba a refutar el actuar de su señora, pero la mujer abrió la boca mostrando su filosos colmillos, sus ojos inyectados en sangre, su maldad... -Comprendo...- se retiró. Si ella quería podría matarle, era parte de la aristocracia vampírica.

La mujer observa al extrañamente calmado bebé, era tan pequeño e indefenso. Ella jamás podría parir una criaturita tan bonita, al haber nacido vampiro, sus entrañas estaban muertas, jamás podría experimentar ése placer. Sus ojos de rubí se tornaron azulados, le sonrió al bebé. Salió de la cabaña silenciosa pintada en rojo con la criatura en brazos, lo dejaría en algún lugar para que fuera criado.

Algo tan bonito, no merecía morir.

Dejó atrás la masacre que lideraba su hermana Kikyo y se internó en el bosque mientra la luna roja, como toda aquella sangre derramada, era único testigo de ése acto de bondad. La cola de su hermosa capa púrpura arrastra las hojas secas en el suelo, camina mientras la criatura de ojos dorados como el amanecer le mira intrigado. Pasan los minutos hasta que la mujer logra divisar, entre el matorral, una casa, una humilde casa. Se acerca siguilosa, deja la criatura envuelta en su capa en la puerta, toca en repetidas ocasiones hasta que escucha personas moverse. Entonces se vuelve humo, trasciende para dejar su forma humanoide y moverse por el espacio como si fuera aire. Vuela así hasta llegar con la caravana de su hermana mayor, la cual, cabalga cual amazona y blande en su espada la cabeza del líder de la ahora aldea en ruinas. Kikyo le ve ceñuda, al ser una vampiro nacida, su hermana posee habilidades que los mordidos como ella pueden nada más imaginar, entre menos sangre humana haya en un cuerpo, más poderoso y habilidoso puede ser, a Kikyo no le agrada nada, pero es su hermana, siempre y cuando ella esté vigilada y no comprenda el alcance de sus habilidades, todo estará bien.

-¿Dónde estabas Kagome?- pregunta la mayor, debían llevar todos los cadáveres y la sangre recolectada al líder, para consentir la unión de su hijo único con Kikyo, era algo trascendental y su aveces querida hermana no se encontraba por ningún lado.

-Por ahí- dijo restandole importancia al asunto.

La mayor gruñó, pero dejó el asunto, era más importante su futura unión, si Naraku se volvía su compañero, sería imparable, sería la dueña y señora del mundo. Ante esa imagen, todo su mal humor se esfumó. Con un movimiento de su pie, logra golpear a la bestia equina la cual, luego de un relincho, aumenta la velocidad. La caravana de veinticinco vampiros recios sigue a su ama mientras la hermana menor se mueve entre el viento volando veloz a alturas inverosímiles, le encantaba aquella libertad.

Kagome no sabía, que al salvar la vida del pequeño, estaba sellando su destino y el de su raza.

Los aldeanos encontraron al bebé envuelto en aquella fina prenda, como buenos cristianos, lo acogieron como suyo, lo bautizaron y desde ése día, su nombre fue Sesshomaru Taisho. Futuro cazador de vampiros.

Continuará...

Aquí mi tercera historia en esta plataforma, espero que les guste

Un enorme gracias desde ya