N/A Holaaa, bueno pues ya hemos llegado al final de esta historia, aquí tenéis al epílogo, ha quedado un poco demasiado cursi, pero es lo que ha salido.
Mil gracias a todas las personas que me habéis acompañado en esta historia, que habéis dejado reviews, añadido a favoritos o que simplemente habéis llegado hasta aquí. No sabéis lo mucho que significa cada click para la autora al otro lado de la pantalla, así que otra vez GRACIAS.
PD El viernes que viene subiré el prólogo del nuevo long-fic Dramione, será una historia con un Draco mucho más oscuro y atormentado, me encantaría veros por allí.
Sin más, a leer!
Despertar
Epílogo
Se despertó con la luz del sol hiriéndole los párpados. Hermione notó cómo algo le raspaba los pechos y ronroneó aún con los ojos cerrados.
– Mmmm. Necesitas afeitarte – pareció contradecir sus propias palabras al tiempo que estrujaba la rubia cabeza contra ella, deleitándose en la manera en la que Draco apresaba sus pezones entre sus dientess –. Pinchas.
Draco abandonó un momento su tarea para mirarla, una sonrisa traviesa bailando en sus labios.
– Y yo que pensé que a las mujeres os resultaban más atractivos los hombres con barba.
– Tú me resultarías atractivo de cualquier manera, aunque te quedes calvo y tengas barriga, para mí seguirás siendo el hombre más guapo del mundo.
En el rostro de Draco se dibujó una mueca horrorizada.
– Bueno Granger, no hay razón para preocuparse por eso. En más de veinte generaciones de Malfoys, que yo sepa no hay constancia de calvo alguno.
Hermione soltó una risilla, rodeándole las caderas con sus piernas, atrayéndole aún más cerca de ella. Aquella dinámica se había vuelto una constante en su relación: continuaban chinchándose con las mismas bromas inocentes de siempre, para luego terminar estallando en risas y haciendo el amor una vez más.
Aquella mañana de sábado se cumplían exactamente 6 meses desde que Draco había despertado del coma. El amanecer los había encontrado desnudos, enredados en la cama del ático; últimamente acostumbraban a pasar así los fines de semana, en la cama – bien fuera en el apartamento de Hermione o en el ático de Draco – haciendo el amor, leyendo la prensa y ocasionalmente adelantando algo de trabajo, con ella sosteniendo el informe recostada en el pecho de él, que apoyaba la barbilla en su hombro y aprovechaba para robarle algún que otro beso en el cuello.
Draco podía afirmar sin temor a equivocarse que aquella era la etapa más feliz de su vida. En la crisis sufrida tras la muerte de su padre, Hermione se había mantenido a su lado tal y como había prometido, apoyándolo, sosteniéndolo en los momentos que había corrido el riesgo de derrumbarse. Juntos se habían redescubierto el uno al otro: él sabía que era valiente, inteligente, sincera y ferozmente leal pero también se le había desvelado una parte de Granger que solía estar oculta a los ojos del mundo; divertida, pícara, sexy; pese a que era una novata en ciertos temas, había demostrado ser una alumna tan aventajada en ellos como en todas materias escolares. Cada día Draco aprendía algo nuevo de ella, algo que lograba maravillarlo y estar, si cabe, aún más enamorado.
Se permitió el lujo de contemplarla mientras se movía sobre ella, meciéndose al ritmo que ella le demandaba, trazando con las uñas patrones en sus espalda, demandando más de él, siempre más, hasta que la elevaba a aquella cima que ya conocían también para luego caer juntos, sudorosos y exhaustos en el más dulce. Con una última embestida, Draco la empujó a la cumbre, dejándose arrastrar él mismo detrás, desplománose sobre ella sin salir de su cuerpo. Jadeante, enterró el rostro en su cuello, aspirando su aroma, el aroma de Granger mezclado con el del sexo, y no pudo reprimir las palabras que escaparon de su boca.
– Te amo.
Granger dio un pequeño tirón para hacerle alzar la cabeza y mirarlo a los ojos y después, contra todo pronóstico se echó a reír. Comenzaron como unas risillas disimuladas, que intentó contener mordiéndose el labio, pero pronto, debió resultarle imposible aguantarlas, porque Draco sintió cómo su estomago se agitaba bajo él, sacudido por fuertes carcajadas mientras que de sus ojos castaños caían gruesos lagrimones y el ataque de risa se hacía aún más intenso.
Al principio Draco se sintió algo desconcertado, era la primera vez que le decía te amo a alguien y no sabía muy bien cuál era la reacción habitual, pero pronto frunció el ceño enfurecido, desde luego, que se rieran de él en su cara no era, en modo alguno, la que él hubiera esperado. Indignado, se apartó de Granger, sintiendo el frío repentino al salir de su interior; si se encontrara en algún otro lugar se habría apresurado a vestirse y largarse de allí rápidamente, pero estaban en su propio apartamento y aún en la situación actual, le resultaba extremadamente poco caballeroso echar a Granger con cajas destempladas.
Pero ella sin duda se lo merecía, él acababa de declararle su amor y ella se había reído de él en su cara, para Draco suponía un tremendo esfuerzo expresar sus sentimientos en voz alta y ella acababa de aplastorlas contra el suelo. Tenái que huir, alejarse de ella, no podía soportar verla ni un minuto más.
Estaba a punto de tomar el picaporte de la puerta del dormitorio, cuando la mano de Granger en su hombro lo detuvo.
– Draco.
Draco trató de quitársela de encima, no podía soportar ni siquiera que le tocara.
– Granger, déjame, por favor, creo que ya has hecho bastante.
– No te vayas, déjame explicarte.
Giró un poco la cabeza, mirándola de reojo, y para aumentar aún más su mortificación y su furia contra ella, comprobó que en los rasgos de Granger aún brillaba un rastro de humor.
– Creo que no hay nada, que explicar, Granger, acaba de declararte mis sentimientos y tú me los arrojas a la cara, descojonándote de mí. – Draco cruzó el pasillo a grandes zancadas, ajeno, al parecer al hecho de que se encontraba completamente desnudo – en serio, no soy gilipollas, me ha quedado todo clarísimo a la primera, no hace falta que me des mayores explicaciones.
Hermione hizo un pequeño quiebro, adelantándole y situándose frente a él, bloqueándole el camino. La respiración de él era pesada, el enfado burbujeando en su interior, sus puños apretandos a ambos lados de su cuerpo.
– Es sólo, que me ha hecho mucha gracia que precisamente tú dijeras eso – ella alzó sus manos, gesticulando hacia él, en un intento de hacerle entender – Vamos Draco, ¿cuántas ves te has pavoneado delante de mí en las cenas con amigos, alardeando de tus estúpidas reglas referentes a las mujeres? – cuando comprobó que él no la interrumpía comenzó a enumerar –: Jamás quedarte a dormir con ella, nunca repetir con la misma en la misma semana y, a poder ser en el mismo mes, nunca llamarla al día siguiente ni dentro de los tres días después de una cita, no hacer ningún regalo demasiado personal, ni dirigir la conversación a temas demasiado íntimos… ¿quieres que siga?
Mientras ella hablaba Draco había cambiado ligeramente su postura: soportaba casi todo su peso en una pierna y había cruzado los brazos sobre su pecho, mirándolo con recelo y suspicacia.
– ¿Y bien? ¿Vas a explicar cuál es tu punto, Granger?
Se acercó a él, manteniéndose a una escasa distancia pero sin llegar a tocarlo.
– Si hace seis meses alguien me hubiera dicho que aquel Draco Malfoy era el mismo que esta mañana iba a amanecer junto a mí en la cama, le hubiera recomendado que acudiera a un psiquiatra – suspiró levemente, como rememorando un hecho que únicamente ella conocía –. Nunca, jamás, ni en mis mejores sueños hubiera imaginado que tú me lo dirías primero.
Draco mantuvo su actitud cautelosa, pero Hermione notó en su mirada que bajaba alguna de sus defensas, así que acortó los pasos que los separaban y colocó las manos en su pecho.
– Te amo Draco, no sé cuándo ni cómo exactamente ocurrió, pero te amo desde mucho tiempo y nunca me atreví a hacerme ilusiones de que tú pudieras llegar a sentir los mismo. Y luego todo pasó muy rápido y todos estos meses han sido como un cuento de hadas y a mí me daba miedo de que si te lo decía, si te confesaba mis sentimientos en voz alta, tú te asustaras y volvieras a encerrarte a ti mismo. Así que simplemente he dejado el tiempo correr, pensando que, eventualmente, reuniera las fuerzas y me atreviera a decírtelo, pero nunca pensé que tú me lo dirías primero, no creí que en esta ocasión pudieras adelantarme
– ¿Te da rabia que me haya adelantado, Granger? – Hermione negó con la cabeza, mirándolo bajo las pestañas, de forma algo coqueta – ¿Te fastidia que una vez más yo haya llegado antes qué tú?
– Tú eres idiota, Malfoy.
Draco percibió que no había ningún tipo de acritud, así que le estampó un beso en los labios, luego echó la cabeza hacia atrás para poder mirarla.
– Soy un idiota locamente enamorado de ti, Hermione Granger.
Ella se abalanzó sobre él tan repentinamente que le hizo tambalearse, le echó los brazos al cuello y se puso de puntillas, para que sus cuerpos quedasen pegados, perfectamente alineados.
– Te quiero, Draco Lucius Malfoy, te quiero con locura. – le acarició la nariz con la suya, cerrando los ojos, disfrutando de la sensación de sentir su piel – eres un idiota, irritante, profundamente insufrible y molesto y te quiero, no a pesar de ello, sino a causa de ello. Porque me haces sentir absolutamente única y especial, porque me comprendes mejor que nadie, porque me haces reír incluso cuando estoy triste, porque eres capaz de conseguir que un instante sea eterno, porque eres la única persona del mundo con la que puedo pasarme horas discutiendo sobre si es mejor Tolstoi o Dostoievski, porque quiero pasar toda la vida contido, porque…
Draco no la dejo exponer ni una razón más, se lanzó contra su boca, devorándola, se formó un revoltijo de labios, dientes y lenguas, Hermione trepó por su cuerpo, sus piernas aferradas en torno a su cintura y pronto, fue depositada en la primera superficie disponible – un aparador en el salón que guardaba vajilla que, de todas maneras, nunca se usaba –, en cualquier caso, ninguno parecía tener suficiente del otro, porque pronto empezaron a besarse por todas partes, jadeando, ofreciendo y tomando todo lo que podían. Cuando terminaron, entre sus alientos entremezclados, sólo eran distinguibles sus nombres seguidos de "te amo, te amo, te amo" que era casi como un mantra, una muestra de mutua veneración.
Hermione descansaba encima de él, ambos tumbados en el suelo del pasillo tratando de recuperar fuerzas, cuando sintió que el pecho de Draco reverberaba bajo su oído, soltando una carcajada. – ¿De qué demonios te ríes ahora?
– ¿En serio, Granger? ¿Qué tipo de discusión es esa? ¿Qué tipo de persona prefiere a Tolstoi antes que a Dostoievski? – cuando su ceño fruncido le indicó que ella era, de hecho, ese tipo de persona. – Por favor, si su propio nombre lo indica, Tolstoi es un tostón.
Ella se rio, dándole un puñetazo juguetón en el brazo y únicamente respondió.
– Te quiero, idiota.
FIN