MEDIA NOCHE EN EL BAR

Un despechado.

Cuando Hinata cruzó las puertas del bar, el bartender supo de inmediato lo que le aquejaba.

El cliente derrotado fue a sentarse al banquillo frente a la barra y cruzando los brazos encima de ella fue a enterrar su cara en ellos.

-¿Quién fue esta vez?- preguntó Sugawara, el bartender.

Hinata hizo un ruido gutural aun con su cara escondida entre sus brazos mientras Suga limpiaba el mismo vaso de cristal desde hacía diez minutos y continuaba. Hábitos del oficio.

-¿Fue alguno de los muchachos del volleyball?- preguntó Suga con su voz tranquila y simpática.

-Todos juegan volley- dijo Hinata todavía desde su escondite entre sus brazos.

-Oh cierto, entonces la muchachita simpática de las fotos- intentó adivinar por segunda ocasión.

-Yachi-san me rechazó hace seis meses- dijo Hinata y Suga hizo memoria.

Efectivamente seis meses atrás Hinata había llegado arrastrando sus pies para luego hundirse en el banquillo y luego en la barra como hacía exactamente en ese preciso momento.

-Mmmmmm eso nos deja al chico intimidante sin cejas- probó suerte el bartender.

-Aone y yo quedamos como amigos- respondió el cliente.

-¿Qué tal el otro chico intimidante, el zurdo que juega al volley en las ligas profesionales?- Suga seguía probando aunque era mas una cortesía para seguir haciendo platica antes de tomar la orden del muchacho.

-Su novio es un psicopata-

-¿Tiene novio?-

-Si, un pelirrojo con verdaderas tendencias psicopatas- respondió el muchacho temblando un poco ante el recuerdo del canturreo de dicho novio que cantaba acerca de que lo iba a romper de una manera muy perturbadora.

-Bueno, debe ser entonces...-

-¡Fue Kenma! Kenma me rechazó- Exclamó Hinata desconsolado alzando por fin sus brazos en un gesto de derrota y un berreo que llamó la atención de los pocos clientes en el bar.

Aun era temprano y ya estaba el primer desconsolado de la noche.

-¿El muchachito que parece un gato asustado? Apostaba a que él sería el indicado- dijo Suga y Hinata volvió a soltar un quejido recargando su mejilla sobre la palma de su mano.

-Yo también estaba seguro hasta que me declaré y me dijo que le gusta alguien mas- respondió el chico esnifando un par de veces para intentar no hacer una escena (otra) ahí mismo en la barra.

Suga pensó un momento dejando por fin el vaso en la vitrina y tomando ahora una copa que estaba perfectamente limpia, y la empezaba a limpiar conscienzudamente mientras cavilaba.

-¿Le gusta alguien mas? Pero si siempre estaba contigo y respondía todos tus textos- decía el bartender como si la decepción también hubiera sido para él.

-¡Lo sé! Todas las señales estaban ahí; jugabamos volley juntos, a veces me acompañaba a mis entrenamientos, salíamos a comer, hablabamos por horas, o al menos yo hablaba pero él nunca me mandaba callar, de vez en cuando jugabamos videojuegos hasta tarde en su casa, nos divertíamos, todo era perfecto. Kenma... era perfecto- dijo Hinata con un largo y profundo suspiro digno de un corazón apenas roto.

Y Suga solo se sonrió con condescendencia porque ya había escuchado cuan perfectos eran todos los que había enlistado anteriormente e incluso otros antes de ellos.

Chicos y chicas por igual eran perfectos en medio de los lamentos de Hinata por lo que Sugawara solo optaba por seguir limpiando la copa de cristal mientras Hinata seguía desviviendose en suspiros.

Se hizo una pausa considerablemente larga antes de que Hinata siguiera hablando.

-Pero hoy me dice que lleva algún tiempo enamorado de su vecino ¡De su vecino! ¿¡Puedes creerlo!? Yo solo he visto a su vecino dos veces en la vida, de entre todas las que he estado en casa de Kenma, y el tipo se ve como uno de esos sujetos insoportables, ya sabes, con esas sonrisas que parece se están burlando de ti a pesar de que siempre lleva el pelo como si acabara de levantarse ¿Acaso no sabe lo que es cepillarse el cabello? Debería dejarle un cepillo en su buzón. Seguro a Kenma solo le gusta porque es alto, siempre es por eso, siempre son mas altos- refunfuñaba Hinata antes de resoplar cansado de otra decepción amorosa.

-Suga-san dame lo mas fuerte que tengas, hoy quiero perder el conocimiento- dijo el muchacho totalmente decidido golpeando sus puños contra la barra.

-Hinata pero tú no tomas- le recordó Suga con otra de sus sonrisas tranquilas y el muchacho chasqueó la lengua mientras veía al bartender guardando la copa y sacando un cartón de jugo de naranja.

-Te prepararé un coctel sin alcohol-

Hinata era un enamoradizo sin remedio. Él muchacho facilmente podría romper un record por el mayor número de personas de las cuales se había enamorado y casi en proporción directa, el record de rechazos.

Había solo dos prioridades en la vida de Hinata Shouyo:

1. Volleyball

2. Amor

La unica cosa que podía competir con su devoción al volleyball era la devoción con la que se enamoraba; sus prospectos románticos se volvían su casi obsesión si no fuera porque en primer lugar tenía el deporte, pero era como si sus sobreesfuerzos para amar fueran al mismo tiempo un repelente para todo aquel que se volvía el objeto de sus afectos.

Él mismo no entendía porqué era así, qué cosa había en su cerebro que lo hacían caer rendido por alguna persona como si de ello dependiera en su vida. Era mas bien como si el universo entero confabulara y le pusiera gente extraordinaria (cada quien a su manera) en su camino y cayera irremediablemente enamorado.

No era que lo hiciera de manera consciente, era un reflejo, una extraña necesidad orgánica, y en respuesta solo había recibido rechazo tras rechazo o en su defecto relaciones que a los pocos meses terminaban y él quedaba con otro corazón roto.

¿Qué acaso no se puede romper el corazón de una persona una sola vez? Pero se lo volvían a romper una y otra vez, y eso también dolía porque si era capaz de enamorarse una y otra vez y de ser despechado una y otra vez ¿Cuáles de todos esos amores habían sido reales?

Se preguntaba eso mientras miraba su bebida y le daba vueltas a su vaso.

-Quiero un amor de verdad- dijo entre dientes demasiado avergonzado de haber dicho aquello en voz alta y Sugawara de nuevo le sonreía con esa eterna tranquilidad.

Era bueno tener alguien como Suga-san en su vida. Alguien de quien estaba seguro no se iba a enamorar, no porque Suga no fuera extraordinario, sino porque le daba esta vibra maternal que lo hacía sentir tranquilo y muy lejano para ser material romántico. Era algo enteramente platónico y le gustaba así, además le gustaban las sonrisas tranquilas de Sugawara al otro lado de la barra mientras seguía limpiando esos vasos que nunca se acababan de limpiar.

-Ya llegará alguien, eres muy joven aun- volvía a repetirle Suga por quien sabe cuanta ocasión y Hinata suspiraba deprimido porque de verdad quiso creer que Kenma era su predestinado; tenían tanto en común que nunca le pasó por la cabeza el no ser correspondido.

No sabía desde cuando, pero estaba seguro de haber nacido con la idea de un alma gemela perdida por el mundo y que su misión tan solo después de ser el número uno en volleyball, era encontrar a esa otra alma. Y si esa otra alma jugaba volleyaball sería sencillamente perfecto.

Es por ello que se volcaba siempre sobre la idea de que cada jugador extraordinario podría ser su alma gemela, o cualquier persona extraordinaria relacionada al deporte debía serlo.

Aunque al final no lo eran.

Entonces el problema era él. Posiblemente.

-Debe ser mi altura- dijo de pronto Hinata enfurruñado.

-O tal vez esta cara de bebé ¡Tengo veintidos y aun me dicen "oh~ que lindo", o este tonto cabello, tonto cabello- decía pasandose las manos por el pelo enfurecido por su color anaranjado y sus rizos que acentuaban todavía mas su apariencia aniñada pensando seriamente en cortarlo apenas tuviera oportunidad.

-¿Sabes que todos esos son tus puntos fuertes? A mi me gustan- decía Sugawara todavía en voz tranquila y Hinata le daba otro largo trago a su coctel.

-¡Lo odio! Debería ser mas alto ¡Dios, debiste hacerme mas alto!- exclamó en voz muy alta y alguien sentado en las mesas de atrás soltó una risa despectiva que hizo que Hinata se hundiera de pronto en su asiento avergonzado sin atreverse a ver quien se reía de él.

Hubo otro suspiro por parte del cliente que se dio permise de deprimirse por los siguientes diez minutos lamentando sus desastrozas historias de amor mientras veía las gotas de su vaso resbalar hasta la madera reluciente de la barra que a veces Suga también limpiaba apaciblemente por horas enteras.

A los quince minutos y dos cocteles sin alcohol después, Hinata encontró su resolución.

-Decidido, ¡Voy a enamorarme de la primera persona que entre por esas puertas!- dijo Hinata señalando totalmente en serio la puerta del bar tomando un poco por sorpresa a Sugawara.

-No seas tan extremo Hinata, no sabes que clase de persona puede entrar, tal vez no sea tu tipo- el bartender lo quiso hacer razonar pero Hinata sacudió la cabeza en gestos de negación.

-Eso no importa ¡Me voy a enamorar de quien cruce esas puertas!- gritó Hinata y otra risa, esta vez mas sardónica se escuchó de nuevo entre las mesas de atrás por lo que Hinata volteó para encarar a quien fuera que se hubiera burlado de su totalmente seria desición.

Aunque tal vez podría dejarlo pasar. Si, lo dejaría pasar solo porque había un rubio de anteojos que le dedicó una mueca que decía que no solo se estaba burlándo abiertamente de él, sino que tampoco iba a dudar en hacer uso de su envidiable estatura para hacerle frente a Hinata si este se atrevía a hacer algo.

Y solo por eso Hinata lo dejó pasar y regresó su atención a Suga-san.

-Hablo en serio Suga-san, pon atención a quien entre por ahí porque estáras viendo a mi alma gemela- dijo Hinata creyendo cien por ciento en el poder del destino y en el hecho de que el universo podría solo alinearse en su favor por primera vez en su vida.

Por lo tanto se cruzó de brazos convencido de todo lo anterior y estaba a punto de regresar su atención a su bebida cuando escuchó las puertas abrirse.

Eso había sido muy rápido. Su alma gemela pudo al menos haber esperado a que se hubiera mentalizado un poco antes.

Se irguió sobre el banco y tragó saliva dificultosamente. El corazón le retumbaba en el pecho y esperó un poco antes de voltear a ver quien había sido el aforunado en ser su predestinado, y cuando volteó ¡Lo tenía sentado a su lado en la barra!

Entre los muchos sitios que había libres en todo el bar, esta persona había decidido ponerse justo a su lado y si eso no era destino entonces Hinata no sabría de que otra manera llamarlo.

Volteó a ver al hombre (nada mal, siempre había tenido preferencia por lo chicos mas que por las chicas) estaba sentado en el banquillo a su lado vestido de pies a cabeza de traje, un oficinista, definitivamente, se aflojaba la corbata enfadado de la sensación sofocante que le producía y dejaba su maletín a su lado.

Hinata lo observó con mucha atención. Era totalmente lo contrario a él: Cabello lacio de un negro azabache y ojos obscuros... profundamente obscuros a pesar de la nota azul que se asomaba en sus pupilas.

Era alto, incluso sentado rebasaba al menos por una cabeza a Hinata y de constitución delgada, o eso se podía aprecíar entre las pesadas prendas de oficinista de la que colgaba un gafete de identificación.

Llevaba el seño profundamente fruncido y se le notaba por demás, estresado.

-Ahí lo tienes- dijo en voz bajita Sugawara a lo que Hinata dio un brinco sobre su banco notando la sonrisa picara de Sugarara que se acentuaba por ese misterioso lunar bajo su ojo.

El joven oficinista a su lado no se dio nunca por aludido y pidió una bebida fuerte, un whisky o algo así que Suga sirvió a la orden.

Hinata volvía a mirarlo de reojo como escudriñando cada detalle de su perfil.

No es que Hinata fuera superficial pero no pudo evitar alegrarse al notar que el muchacho en cuestión no solo parecía rondar su edad, sino que si lo veías bien era bastante atractivo. Muy atractivo incluso con ese ceño fruncido.

¿Sería que los cielos al fin lo estaban favoreciendo? Temía incluso tentar su suerte pero tenía que ser fiel a su palabra, por lo que de un solo trago se acabó su coctel y decidió encarar al desconocido-futuro amante-amor de su vida.

-T... Tú- llamó Hinata y el otro lo miró apenas de reojo y si las miradas fueran puñales Hinata no estaría contando la historia de como conoció al amor de su vida.

El chico tembló unos segundos pero no se acobradó, no podía acobardarse ahora.

-Tú te vas a enamorar de mi- le dijo de lleno y sin titubeos al moreno a su lado lado que tenía su vaso de whisky a medio camino entre la barra y su boca.

Hinata estaba seguro que el rubio intimidante de mesas atrás podría estar partido de risa, pero no le dio importancia y siguió perforando con la mirada al otro que frunció todavías sus cejas; definitivamente no estaba de buen humor. Se le podía sentir el aura asesina a kilometros pero Hinata se mantuvo firme en su resolución.

-¿Qué?- preguntó Kageyama y a Sugawara estuvo a punto de caérsele el vaso que llevaba en las manos pero lo salvó a tiempo mientras pasaba sus ojos de uno a otro esperando que Hinata no se fuera a meter en aprietos, aunque debe admitir que sintió verdadera admiración por la manera en como Hinata se mantuvo firme frente al otro.

-Te vas a enamorar de mi esta noche- repitió Hinata y no fue hasta unos segundos después que se dio cuenta de lo sugerente de esas palabras y solo atinó a ponerse colorado hasta las orejas.

-¡No! quiero decir, sí, te vas a enamorar de mi pero no de alguna manera pervertida ni nada de eso- decía de manera atropellada el muchacho cerrando fuerte sus ojos por la vergüenza.

-No me voy a enamorar de ti, definitivamente no lo haré- dijo el oficinista muy seguro de si mismo. Extrañamente seguro de esa afirmación aunque Hinata en realidad se esperaba otra clase de respuesta pero esto le hirió el orgullo profundamente.

-¡Claro que lo harás, vas a terminar encantado por mi!- dijo Hinata ahora él era quien fruncía el seño y el moreno se hizo un poco hacía atrás para mirarlo de pies a cabeza examinándolo por fin.

-Eres muy bajito para que me fije en ti. Eso no va a pasar- dijo decidido el desconocido y Hinata abró su boca esta vez lleno de indignación por haber sido rechazado por eso y no por el hecho de ser hombre, considerando que ese bar no era precisamente un bar gay o algo parecido.

-¡Puede que sea bajito pero puedo saltar muy alto!- dijo Hinata alzando sus manos en un ademán que demostraba que tan alto podía saltar.

Se quedaron ambos callados por un segundo porque Hinata había dicho inconscientemente esa misma frase que usaba con todos sus rivales de volleyball cuando estos lo subestimaban por ser bajito.

El moreno se quedó viéndolo con ojos muy abiertos por la frase y Hinata creyó que se iba a burlar de él en cualquier momento porque saltar muy alto no es algo que uses como frase de seducción, aunque parecía haber hecho efecto en el otro que tardó unos segundos en reaccionar.

El oficinista pareció reaccionar ante la frase y sacudió su cabeza retomando su ceño fruncido.

-Olvidalo, no pienso enamorarme de nadie- dijo muy decidido dándole otro trago a su whisky a lo que Sugawara no sabía si reírse por el hecho de que el moreno estaba molesto por estar totalmente en contra de enamorarse, antes que por el hecho de que un completo desconocido le había hecho una bizarra declaración de guerra.

-Lo harás de mi, tienes que hacerlo, te voy a a seducir de tal manera que nunca jamás podrás voltear a ver a nadie mas que no sea yo- dijo Hinata muy seguro de lo que decía golpeándose el pecho convencido de sí mismo.

-¿Y cómo diablos harás eso?- preguntó el otro, recargándose en la barra para acercarse mas a Hinata quien dio un respingo por la cercanía.

Alcanzó a percibir el aroma del alchol que salía de la boca del joven y pudo ver con mejor detalle el azul obscuro de sus ojos.

Visto desde tan corta distancia notó que eran del mismo color del cielo nocturno y que hacían juego con el negro de su cabello que también tenía ciertos reflejos azulados cuando contrastaba con la luz. Efectivamente era muy alto y tenía unas facciones afiladas y atractivas, no cabía duda que era practicamente su contrario y siguiendo esa lógica debía ser por ende, esa otra parte, ese complemento.

-¡Con una competencia, compitamos!- dijo Hinata retrocediendo un poco y el otro lo consideró unos segundos y asintió con la cabeza.

-Compitamos- accedio el chico del traje negro.

Sugawara al otro lado de la barra no sabía exactamente como tenía que reaccionar a ese extraño ritual de cortejo.

Al ser un bartender estaba acostumbrado a las cursis y sobreexplotadas frases de flirtreo, y si tuviera que ser sincero, las unicas competencias que había atestiguado eran las de quien podía beber mas sin caer incosnciente, no competencias por ver quien caía rendido ante quien. Así que solo siguió puliendo la cristralería de su vitrina mientras veía a sus dos clientes en una fiera lucha de miradas. Obviamente perdía el primero en parpadear.

Hinata parpadeó primero. Derrotado.

Pero no se dio por vencido, la segunda ocasión fue una competencia de ver quien podía aguantar mas tiempo la respiración y para cersiorarse de que ninguno de los dos hacía trampas se pusieron el dedo bajo la nariz del otro para asegurarse que no respiraban.

Hinata perdió de nuevo. No se dio por vencido.

Para el siguiente reto fue adivinar el número que él otro estaba pensando, decirse adivinanzas, equilibrar perfectamente una construcción hecha de popotes que Sugawara atentamente había proporcionado.

Hacer origami con las servilletas, un juego de manos digno de niños de primaria y en todos esos retos y juegos Hinata había sido derrotado una y otra vez.

A Hinata se le estaban acabando las ideas pero no podía darse el lujo de solo darse por vencido. Una parte de él le gritaba desde dentro que si se daba por vencido esa noche no volvería a tener otra oportunidad de buscar a su alma gemela. Tenía que ser esa noche, esa noche con ese muchacho, tenía que hacer funcionar al destino. Era su destino y no su obstinación quien hablaba, estaba seguro.

-¡Ya sé! Voy a besarte taaaanto que vas a terminar enamorado de mi, ese es mi reto- dijo Hinata y esta vez ya no era su destino ni su obstinación quien hablaba, era mas bien su desesperación y por incontable ocasión vio al moreno fruncir el ceño.

-¿Ah si? Entonces hazlo, te aseguro al cien por ciento que no va a funcionar- le alentó el otro acercándose de nuevo a Hinata, incluso revasando un poco el espacio personal del mas bajito que por mero instinto se hizo un poco hacía atrás sintiendo el calor subirséle a las mejillas.

-¡Lo haré!- dijo decidido Hinata.

-Hazlo entonces- insistió el moreno

-Te digo que si lo haré-

-Estoy esperando-

-E... Estoy preparandome, ya verás que nadie jamás te ha besado de esa manera-

-Lo dudo-

-Pero así será-

Sugawara miraba desde detrás de la barra como el joven del traje se acercaba mas a medida que Hinata se alejaba y quedaba casi al filo del banquillo. Uno estaba ebrio, el otro demasiado avergonzado como para hacer algo en serio.

-Preferiría que se abstuviera de hacer algo así aquí- Suga salió en rescate de su cliente favorito y Hinata dio un brinco en su asiento empujando ligeramente al otro para alejarlo de él.

-Está bien, no quiero causarle molestias a Suga-san, no haré eso pero solo porque él nos lo pide- se excusó Hinata volviendo a sentarse bien en su asiento.

-Te dije que no lo harías. No voy a enamorarme- le provocó de nuevo el desconocido casi con desprecio dándole otro trago a su bebida procurando mantener el equilibrio.

Hinata apretó las mándibulas y los puños mientras el moreno volvía a tomar otro whisky ¿Cuántos llevaba ya? No estaba muy seguro, solo sabía que Sugawara seguía sirviendo y sirviendo y aun con ello seguía ganando en cada reto.

Hinata miraba sus puños cerrados sobre su regazo pensando.

Sentía que si renunciaba su corazón se rompería en mil pedazos y en esta ocasión sería para siempre. A pesar de que no conocía ni siquiera el nombre del oficinista y este parecía igual de decidido a no enamorarse, Hinata se aferraba a ese chance para encontrar el amor, uno que fuera solo para él.

Miraba el vaso de whisky que iba por la mitad y miró su propio coctel que estaba casi lleno y después miró alrededor en el bar las mesas cercanas donde solo estaba el rubio de anteojos con cara de tedio y un acompañante al que no alcanzaba a verle la cara porque la sombra que proyectaban las lamaparas cubrían su rostro. Aparte de eso solo unos pocos clientes estaban desperdigados por las mesas pues era día laboral, los clientes escaseaban.

Hinata seguía observando desesperado antes de que el otro acabara su bebida y decidiera irse de ahí.

Fue ahí cuando la señal llegó a él; el letrero luminoso que indicaba la salida de emergencia brillaba en lo mas alto de la pared justo por encima del marco de la puerta que daba al callejón trasero del negocio.

Había sido tal vez por equivocación pero el letrero estaba tan arriba que casi llegaba al techo que de por si era considerablemente alto, Hinata hizo un cálculo mental sobre cuan alto podría estar.

Inmediatamente después miró su bebida y luego la colección de vasos de su rival-prospecto amoroso. Y lo supo, supo que de nuevo el universo estaba acomodando el camino para él.

-Una competencia de salto- dijo Hinata golpeando con sus manos la barra sacando de su ensimismamiento al oficinista y a practicamente cada alma en ese bar.

-¿Qué?- preguntó Kageyama e incluso Sugawara volteó a verlo temiendo por la integridad de su bar.

-¡Una competencia de salto! quien logre tocar el letrero de emergencia gana- dijo Hinata señalando la luz verde fluorescente y Suga ahora de verdad temía por su bar.

Kageyama un poco entorpecido por sus niveles de alcohol en la sangre tardó un poco en ubicar el letrero al que se refería el otro pero al verlo supuso que no había un verdadero reto en ello.

-Hecho- aceptó y Suga sintió un escalofrío.

-Ey, chicos, podrían molestar al resto de clientes y...- decía el bartender pero los dos jovenes ya se levantaban de sus asientos.

Definitivamente, tarea fácil; o eso parecía decir la sonrisa suficiente del moreno que se sacó el saco y la corbata e incluso se desabotonó el cuello de la camisa y los puños para tomar impulso antes de saltar.

Suga estaba a punto de detenerlos cuando el de cabello negro empezó a correr. Claro, no contaba con la cantidad de whisky que ya tenía encima y que le hizo sentir las piernas como de hule cuando quiso correr, ni se diga en aquel patético intento de salto que no lo hizo ni rozar el letreto.

Hinata tuvo que soltar una risa de evidente burla que acalló apenas sintió los ojos asesinos del otro encima de él así que cerró la boca e incluso retrocedió un par de pasos.

-Tu turno- ordenó el de pelo negro frunciendo las cejas de tal manera que parecía en cualquier momento se tocarían.

Hinata tembló ante la orden pero se recompuso de inmediato.

Saltar era a lo que se dedicaba, literalmente se había perfeccionado en eso al punto en que era el mejor en su campo. No importaba contra quien fuera, quienes se le pusieran enfrente o cuan alto era el muro, lo sobrepasaba, se alzaba en lo mas alto del cielo, se elevaba y se elevaba y entonces todo lo que estaba en el firmamento era su silueta tomando impulso para rematar el balón.

Saltar era su vida, el cielo era su lugar natal y podría apostarse las piernas en que así era.

Su perfil cambió y el oficinista notó la manera en como los ojos avellanados de Hinata se transfromaban en una mirada enfocada en una sola cosa, inmersa en una sola meta, pudo apostar que incluso sintió un escalofro.

Hinata retrocedió para tener espacio suficiente, tomar impulso y saltar.

Al hacerlo dobló sus rodillas, echó sus brazos hacía atrás y por un solo segundo a ojos del desconcoido del bar, creyó que en cualquier momento en vez de brazos le nacerían alas cuando este se elevó.

En lo que pareció un esfuerzo mínimo, Hinata tocó la señal luminosa que se sintió como alcanzar por fin de lleno su oportunidad.

El golpe de sus pies al regresar al suelo hizo que el oficinista y practicamente todos en el bar salieran de su ensimismamiento.

Hubo unos segundos de silencio.

-¡Lo logré, gané!- dijo Hinata seguido de una risa y esa sonrisa que iluminó todo el local.

Enorme, radiante y cálida fue la sonrisa y volvió a dar varios saltitos seguidos celebrando su victoria.

-Gané y ahora tendrás que enamorarte de mi- declaró señalando al oficinista que todavía estaba ligeramente conmocionado tratando todavía mas en salir de su conmoción, incluso olvidó los whiskys que llevaba encima y sacudió su cabeza.

-¡No has ganado, no aun. Yo te reto, un partido de volley tú y yo ahora mismo en la cancha del parque!- dijo el moreno y esta vez fue Hinata quien se congeló.

-¿Juegas volleyball?- preguntó de pronto como si eso fuera ahora la unica cosa que importara en el mundo.

-¿Eh? Si, lo jugué hasta la preparatoria y a veces aun lo hago con la gente del trabajo- dijo el muchacho de manera casual al tiempo que Hinata abría el doble de grande sus ojos que brillaban intensamente.

-¿Qué posición?- preguntó emocionado

-Colocador- y si aquello era posible, los ojos de Hinata se abrieron todavía mas y se iluminaron con mas fuerza.

-Patearé tu trasero y entonces vas a caer rendido por mi- declaró de nuevo Hinata sacándose como podía el dinero del bolsillo que dejó en la barra lo mismo que el otro muchacho el cual tomaba su maletín y también pagaba.

-Nunca has jugado contra mi, vas a llorar cuando remate cada balón contra el piso- decía el moreno y ambos salían empezando a competir por ver quien llegaba más rápido a la puerta.

-Por cierto ¿Cómo te llamas?- Preguntó Hinata al otro que apenas reparaba en el hecho de que no sabían sus nombres.

-Kageyama Tobio- dijo y Hinata sonrió mas ampliamente.

-Encantado de conocerte Kageyama, tienes el placer de ser mi alma gemela- dijo Hinata con su sonrisa intacta.

-No hasta que me ganes en un partido. Si puedes, claro- retó esta vez Kageyama con la primera sonrisa que se asomó en sus labios desde que había llegado al bar.

Ambos salieron en busca de una cancha de volleyball disponible a media noche.

Un Mercenario.

Kageyama Tobio era lo que comunmente se conoce como mercenario, aunque a él no le gustaba mucho ese mote, pero decir asesino a sueldo era también un poco de mal gusto.

Kageyama Tobio se veía a si mismo como un trabajador genérico. Era el empleado de una empresa (organización criminal) que se especializaban en cierta área (desaparecer gente), la cual contaba con una exclusiva cartera de clientes (politicos, millonarios, yakuzas, mafias extranjeras, bandas rivales). Él era el chico nuevo, pero había llegado bajo recomendación (reclutado) y ahora ponía cuerpo y alma en hacer su trabajo como lo demandaban sus empleadores.

A pesar de considerarse una persona de lo mas común, Kageyama era especialmente bueno en dos cosas:

1. Volleyball

2. Matar

Sin embargo Kageyama no era alguien vanidoso y cumplía con sus tareas con la humildad digna de un japonés de clase media.

Se levantaba cada mañana, se enfundaba en su traje y corbata y con su maletín en la mano tomaba el tren a la hora pico para llegar a la oficina (base de operaciones) que estaba en la parte trasera de un mercado de pescado fresco.

El Clan Karasuno era la firma para la que trabajaba; eran todos buenas personas, si omitías la parte en la que mataban por dinero. Se apoyaban entre todos, se cuidaban las espaldas y todos estaban enfocados en sus tareas, le gustaba el Karasuno, le hacía sentir en familia.

Su jefe, el presidente de la compañía era Daichi-san y era un hombre que por si solo no sobresalía mucho pero era la mente maestra en la logística de cada misión en la que eran encomendados.

Esa misma mañana Daichi-san lo mandó llamar a su oficina para entregarle la información de su siguiente trabajo; debió adivinar desde el primer minuto que ese día no iba a ser su día.

-Kageyama, Yamaguchi llamó para avisar que no se sentía muy bien; tú sabes mejor que nadie que desde su ultima misión no se había estado sintiendo muy bien- dijo Daichi, o al menos escuchó su voz desde detrás de la montaña de papeles en el escritorio.

Kageyama hizo memoria. Sí, su ultima misión había sido un mar de sangre, como que... literalmente. El joven novato había hecho su trabajo como se esperaba y aunque había sido un poco mas grotesco de lo oficialmente necesario podría decir que la misión había sido un exito, tenía un estómago fuerte como para que al lunes siguiente hubiera llegado muy fresco de nuevo a la oficina aunque no podía decir lo mismo de su compañero asignado, Yamaguchi, el otro novato al que habían reclutado casi al mismo tiempo que él y que era un lío de nervios. Aun así le gustaba Yamaguchi, era un chico tranquilo y siempre hacía lo que le decías.

Kageyama solo asintió con la cabeza ante esta noticia y vio la montaña de papeles mecerse de manera peligrosa en el escritorio.

-Tienes otra misión para hoy, nada fuera de lo normal, cosas de rutina; el cabecilla de una familia Yakuza que ahora mismo tiene el control de gran parte de la ciudad, la familia rival lo quiere fuera del negocio por algún lío de faldas. Es un trabajo rápido, ya sabes todo el protocolo: silencioso, rápido, a distancia. Nada muy estrafalario, entre mas discreto mejor.

Kageyama siguió asintiendo ante cada indicación porque esos trabajos eran sencillos y para antes de las seis en punto lo tendría resuelto.

Estaba a punto de tomar su maletín cuando Daichi lo detuvo y por fin pudo ver su rostro cansado a través de la montaña de papeles.

-Por cierto, esta vez llevas apoyo- dijo Daichi y no parecía estar muy convencido de sus propias palabras, incluso soltó un suspiro largo cuando dos personas mas entraron a la oficina.

Uno de ellos enfundado de blanco de pies a cabeza, rematando llevaba una gabardina con un escandaloso cuello emplumado blanco, a su lado un castaño que bien podría aparecer en cualquier portada de revista de moda vestido con mucha mas discreción si no fuera por su traje de un verde agua muy claro.

Kageyama los reconoció... oh vaya que los reconoció: Bokuto Koutaro del clan Fukurodani y Oikawa Tooru de la familia del Aoba Johsai.

-No, Daichi, no. No me dijiste que el niño genio iba a venir con nosotros- el primero en objetar había sido Oikawa señalando sin ningun decoro a Kageyama y Daichi soltó el primer suspiro de los que serían muchos.

-Politica de la empresa- dijo Daichi.

-¡Hey hey hey! Así que tú eres el francotirador del que todo mundo habla ultimamente- ese que habló fue Bokuto y de inmediato fue a darle pesadas palmadas en la espalda a Kageyama casi sacándole el aire de los pulmones al muchacho por sendos manotazos.

-Vamos a teñir esas paredes yakuzas con tanta sangre que hasta las siguientes generaciones van a tener problemas con sacar las manchas de tatami- dijo Bokuto riéndose a carcajadas.

-Bokuto no, DISCRECIÓN, el cliente nos pidió DISCRECIÓN- insistió Daichi.

-Espera, Bokuto cariño, es que aquí ya tienes a un genio, ¿Porqué necesitamos al mocoso con nosotros? ¿Si saben con quien están hablando? Soy el mejor en esto, ni siquiera sé porque estoy colaborando con los cuervos- dijo Oikawa mirando a todos lados sin entender esperando a que alguien le explicara adecuadamente.

Daichi tomó aire.

-Porque a los tres nos conviene este trabajo, porque el cliente pidió exclusivamente a los mejores de cada clan y porque si lo hacemos bien los tres tenemos inmunidad en cualquier territorio en el que trabajemos. Es un buen trato, por favor Oikawa, coopera, no queremos otra vez un fuego cruzado en nuestro siguiente torneo vecinal de volleyball- decía Daichi.

-Ey, esa vez fue divertida, tengo mi cicactriz de esa bala perdida en mi pierna- presumió Bokuto.

-Esa no fue una bala perdida- mencionó Kageyama y Daichi interrumpió de inmediato.

-¡Muy bien! Ahora que está decidido vayan a hacer el trabajo y regresen para antes de la cena y por favor, se los ruego, haganlo rápido y limpio- dijo Daichi con esa voz que daba miedo siempre que la usaba.

-No prometo nada- canturreó Bokuto saliendo de la oficina con amplios pasos.

-Como sea- dijo Oikawa sacudiendo la cabeza y finalmente Kageyama solo hizo una respetuosa reverencia.

Escuchó a Daichi dejarse caer en su silla derrotado mientras murmuraba:

-Esto era mas sencillo cuando Suga estaba con nosotros-

Y con esto dicho Kageyama siguió a los otros dos veteranos.

Kageyama sabía que tenía que sentirse afortunado de trabajar con las cabecillas de dos de las familias mercenarias mas importantes (y temidas) de todo Japón, pero era un poco difícil sentirse bendecido cuando llevaba cerca de dos horas de viaje en auto escuchando el lamento insoportable de Oikawa.

-Entonces le dije; Iwa-chan es que yo no controlo el lugar donde trabajo ¿Cómo iba a saber que el objetivo estaría en un club de streapers? Pero Iwa-chan no escuchaba y juro que estaba a punto de sacar su nueve milimetros y plantarme una bala junto entre los ojos. No me malinterpreten, amo cuando Iwa-chan tiene un arma en las manos pero no cuando esa arma apunta con tanta decisión a mi cabeza- explicaba Oikawa que iba en el lado del copiloto y seguía contando la historia de su ultima pelea marital con su compañero, el cual Kageyama apenas se enteraba, era también su amante, aunque a Oikawa le gustaba llamarlo esposo.

-Oh amigo, estás condenado. Mi amigo Kuroo tiene un problema similar, siempre está pegado a este rubio extraño que da escalofrío y dejenme decirles que no es un mercenario como nosotros, lo sé, lo investigué, pero tiene estos ojos que parece te van a dejar flotando en un río si lo vuelves a llamar Tsuki una vez mas. El punto es que siempre está con Tsuki y yo sé que Tsuki no le corresponde, hasta YO puedo darme cuenta de eso pero Kuro se empeña en seguirle como si el tipo fuera un imán y me duele porque es como mi hermano y le he dicho: Hermano, tienes que superar a Tsuki, es obvio que no quiere estar contigo pero Kuroo no escucha aunque tiene a este vecino suyo tan simpático, parece un gatito asustado que cada que mira a Kuroo se le van los ojos y yo no soy alguien que note facilmente esas cosas entonces se imaginan que tan obvio es el hecho de que le gusta, igual de obvios que son los sentimientos de Kuroo por Tsuki y lo obvio de que Tsuki antes se corta un brazo que corresponderle y eso es algo muy de mafioso, me hace preguntarme porque Tsuki no es un mafioso. Kageyama, deberías conocerlo y recomendarlo para el puesto- decía incesantemente Bokuto que iba en el asiento traseo y se asomaba entre los otros dos.

Kageyama hacía de piloto y solo asintió a la recomendación de Bokuto con un "lo tendré en consideración" mientras los otros dos seguían sumergidos en sus charlas de amor.

Kageyama conducía intentando concentrarse en el camino pero era algo difícil cuando tenía a dos mercenarios totalmente entrenados discutiendo de sus problemas amorosos mientras tenían armas cargadas en sus manos y hacían ademanes con ellas al tiempo que se lamentaban de practicamente todo y aunque Kageyama estaba entrenado y tenía unos nervios de acero, no le tranquilizaba mucho la idea de armas de fuego blandiendose tan cerca de él con un emocionalmente deshecho Oikawa y un hiperactivo Bokuto.

Cuando finalmente dieron con la dirección del lugar donde se llevaría a cabo el trabajo, Kageyama ya no solo se sabía la historia completa de la relación OikawaxIwaizumi, sino que también había llegado a la conclusión de que ya tenía suficiente de romances.

Salieron del auto mientras Oikawa recibía una llamada precisamente de Iwaizumi.

-Iwa-chan no puedes hacer eso, llevo tres días durmiendo en el sofá... ¡Hajime, hablo en serio, sabes que te amo!- decía suplicante Oikawa mientras se enfilaban hacía el edificio desde el que se pondría en marcha el trabajo.

En lugar de ello Oikawa se desvió al edificio vecino todavía discutiendo acaloradamente por teléfono, Kageyama se preguntó a donde demonios se dirigía el otro pero solo lo vio refunfuñar mientras colgaba el telefono y justo cuando iba a entrar al edicifio se guardó el celular y cargó su arma disparando al primero que se le puso enfrente preguntándole que hacía ahí.

-¡¿Qué diablos está haciendo?!- preguntó alterado Kageyama viendo como todos los hombres dentro abrían fuego.

-Oh genial- dijo Bokuto y corrió como apoyo directo de Oikawa disparando a diestra y siniestra de la manera mas escándalosa.

Finalmente los hombres que también iban armados notaron la prescencia de Kageyama y a este no le quedó mas remedio que unirse a la nunca planeada emboscada.

-¿¡Oikawa-san, porque hiciste esto, no estaba en el plan!?- preguntó Kageyama cargando sus armas mientras esquivaba balas y Bokuto con un arma larga que seguro llevaba oculta bajo su abrigo blanco disparaba a todo el que se pusiera enfrente.

-Tobio-chan, Iwaizumi acaba de decirme esta tonteria de "deberíamos tomarnos un tiempo" ¡Creo que tengo todo el derecho a dispararle a la gente si el amor de mi vida está diciéndome eso!- decía Oikawa disparando a cada persona frente de él.

Kageyama no veía la conexión entre una decepción amorosa y hacer mal un trabajo. Su idea de nunca caer ante las garras del amor se reafirmó con creces.

-Oh Tooru, lo siento mucho, ya verás que Iwaizumi recapacita- decía Bokuto que ya tenía un considerable montón de cuerpos a sus pies y los bajos de su pantalón blanco salpicados con sangre.

Al haberse ocupado de todos los hombres de la planta baja no les quedaba mas remedio que seguír ahora con el jefe directo antes de que eso se volviera peor, pero ya habían llamado la atención de practicamente todo el edificio.

-Gracias Bokuto, pero no sé ¿Cómo haces para siempre llevarte tan bien con Akaashi-kun? Ustedes son como todo lo que uno quiere en una relación- se lamentaba Oikawa disparándole a un hombre que bloqueaba las escaleras de emergencia para subir por ahí y Bokuto rompía un par de cuellos en una pelea cuerpo a cuerpo mientras Kageyama apenas se enteraba que Bokuto también tenía una relación amorosa con el consejero principal y mano derecha de todo el clan Fukurodani. El amor era una plaga.

-Tú sabes Tooru, la comunicación lo es todo- decía Bokuto con un tono maduro mientras subían por la escalera y el mercenario empujaba a unos cuantos por el barandal mientras Oikawa se ocupaba de cambiar de armas por alguna de un calibre mas grueso.

-Además, Akaashi y yo tenemos la regla de siempre cenar juntos, no dejamos que el trabajo se interponga en nuestra relación, es difícil pero hemos sabido solventarlo. Además, hey, tengo la suerte de que Akaashi sea el mejor novio del mundo; es paciente, me conoce como la palma de su mano, es maduro. Es una caja de monerías- ennumerba Bokuto con esa voz melosa y soñadora que opcaba el resto de gritos y groserías del bando contrario.

-Estás viviendo el sueño, quiero vivir ese sueño pero es tan complicado. Iwa-chan y yo nos conocemos desde niños, estoy enamorado de él desde que tengo cosnciencia de lo que es el amor. Me destroza pelear con él- se lamentaba Oikawa que pateaba un par de quijadas mientras seguían subiendo.

Kageyama todavía tuvo que escuchar quien sabe por cuantos pisos mas acerca de lo increíble y guapo que que era Iwaizumi en su adolescencia mas los consejos maritales de Bokuto y su paciencia estaba agotándose, cuando para él su prioridad era terminar ese trabajo ya que no habían logrado ningún tipo de discresión y al unico al que Daichi iba a reprender era a él.

¿Qué era aquello tan importante del amor y las relaciones y el romance que Bokuto y Oikawa parecían tan sumergidos en el tema que no habían parado de hablar de ello ni siquiera cuando los tres estaban envueltos ahora en una pelea con cuchillos contra el bando contrario? Kageyama no lo entendía y entre mas pasaban los minutos su aberración por el amor iba en aumento.

¡Definitivamente jamás iba a enamorarse!

Eso pensó mientras clavaba su cuchillo en el pecho de algún mafioso sin nombre y corría a la azotea para armar su rifle que llevaba guardado en su maletín y ajustaba la mirilla.

El objetivo estaba por llegar en cualquier momento y el plan principal en realidad era un disparo limpio en la cabeza y solo si era necesario o si sus hombres lo ubicaban, Bokuto y Oikawa entrarían en acción, pero no, un despechado Oikawa había elegido ir directamente al enemigo y hacer una masacre que no venía al caso solo porque Iwaizumi y él habían tenido una pelea.

Kageyama gruñó ante el pensamiento.

-A todo esto, Kageyama ¿Tú tienes a alguien especial en tu vida?- preguntó Bokuto mientras limpiaba sus cuchillos cuidadosamente y Oikawa veía atento la manera en como acomodaba su arma, seguramente para hacerle alguna critica futúra sobre su técnica.

-No- respondió Kageyama cortante acomodándose frente al rifle.

-No preguntes tonterías, Tobio-chan y esa personalidad suya no son para nada populares- se burló Oiwaka mientras esperaban a que mas enemigos llegaran mientras Tobio miraba por la mirilla el auto que iba acercándose a toda velocidad por la avenida.

-Con lo apuesto que es estoy seguro que tendrá a mas de una persona haciendo fila por él- decía Bokuto y Oikawa volvía a reírse.

-Lo dudo- respondió y Kageyama no podía concentrarse por el parloteo sin sentido de si era popular o no o de si debería buscarse una pareja o de si se estaba perdiendo de los mejores años de su juventud y de como encontraría a la persona indicada.

No no no no ¡JAMÁS IBA A ENAMORARSE!

-¿Podrían callarse? Estoy intentando matar a alguien- les ordenó Kageyama entre dientes.

Escuchó el paso de mas hombres armados, con artillería pesada al parecer, Bokuto suspiró y preguntó.

-Bueno, en el supuesto de que un día tuvieras el interés de enamorarte ¿Que tipo de persona tendría que ser?- preguntó el apodado Búho del Fukurodani.

Kageyama observaba desde la lente con aumento al objetivo moverse al salir del auto, justo y como cada vez que se concentraba, pensaba en volleyball y en sus jugadas favoritas; en las maneras de colocar el balón para quien fuera el rematador, dividir por segmentos visuales la chancha para una mejor colocación, si estaba al aire libre considerar las corrientes del aire, la condición del otro jugador y las posiciones del equipo contrario. Todo ese tipo de estrategías se pasaban por su mente para poder enfocarse.

Por lo que escuchó la pregunta de Bokuto como un murmullo lejano y de inmediato su cabeza lo tradujo al idioma del volleyball.

Si tuviera que amar a una persona ¿Qué clase de persona tendría que ser?

La imagen del balón en el aire sobrevolando la red se materializó en su mente mientras acariciaba el gatillo.

-Alguien que pueda saltar muy alto- respondió casi en un susurro finalmente apretando el gatillo acertando con un tiro hermoso y perfecto, por no decir letal en su primer intento.

Por consiguiente lo que sucedió a continuación fue una lluvia de balas, cuchillos y huesos rotos.

Otra bala en la pierna de Bokuto lo que de inmediato lo descalificaba para el siguiente torneo vecinal de volley, Oikawa quejándose otra hora y media de sus probelmas de pareja mientras detenía la hemorragia del Búho, un regaño épico por parte de Daichi-san cuando se enteró, una camisa arruinada que tuvo que sustitutir de inmediato, sentirse agradecido de conservar los diez dedos de sus manos porque Daichi sabía que necesitaban un colocador para dicho torneo vecinal, un cansancio físico y mental que le iba a durar al menos tres días y finalmente, una aberción al amor que iba a permanecer toda su vida.

Es por eso que a las once de la noche después de aquel desastrozo día con los nervos igual de destrozados fue a dar al bar de Suga-san.

Sugawara solía ser el administrador de la compañía e incondicional de Daichi hasta que decidió retirarse del negocio para dedicarse al sueño de toda su vida que era tener un íntimo bar en una tranquila zona de la ciudad.

Era normal que los integrantes del clan Karasuno frecuentaran el bar, no solo por ser administrado por Suga sino porque el ahora bartender era una de esas personas a las que escuchar se le daba bastante bien y su prescencia relajaba hasta a los mas desesperados y estresados y ahora Kageyama necesitaba una prescencia relajante y alcohol a pesar de que él mismo casi nunca bebía, de hecho lo evitaba en lo posible.

Fue así como entró al bar, se sentó en su banquillo de siempre agradeciendo que el mocoso de cabellos naranjas estuviera en un banco después del suyo, no quería tener que apuntarle con un arma para quitarlo. Se sentó, pidió un whisky al tiempo que se aflojaba la corbata que para esa hora ya le asfixiaba y lo siguiente que escuchó fue un:

"Tú te vas a enamorar de mi."

El enano de ojos brillantes lo condenó y Kageyama gritó como un condenado para sus adentros.

¡No, definitivamente no se iba a enamorar!

Un Dios.

Si la luna tuviera una representación antropormófica esa definitivamente sería la de un muchacho de al menos un metro con noventa centímetros, cabello corto de un rubio pálido, ojos miel, anteojos y un rostro que parecía eternamente desencantado con la vida y el mundo en general.

Uno de esos rostros que se muestran siempre en continuo conflicto con cada forma de vida presente.

Si la Luna tuviera una cara humana esa sería la de alguien que siempre te mira por encima del hombro porque nunca ibas a estar a su altura. Y para alguien que había vívido desde la creación del universo en el firmamento, era obvio que te mirara con dicha expresión, porque efectivamente era inalcanzable, o lo era la menos hasta que en 1965 el hombre logró llegar a la Luna.

Y si la Luna tuviera que usar un pseudonimo para poder pasar desapercibida entre los simplones seres humanos definitivamente usaría el nombre de Tsukishima Kei.

Ahora, Tsukishima Kei era la Luna, pero en algún momento de la historia de la humanidad los hombres habían decidido llamarlo Dios de la Luna, por lo que había pasado por muchos nombres: Tsukuyomi, Selene, Yah, Change, Coyolxauhqui, y otra infinidad de apodos pero para terminos mas prácticos él mismo se había puesto un nombre y Tsukishima Kei era lo suficientemente sencillo como para pasar desapercibido manteniendo una elegancia digna de él.

Pero ahora el mismo elegante dios de la Luna (muchos decían que era diosa, en femenino, pero le gustaba cambiar de genero de vez en cuando, también por propósitos prácticos) se encontraba en la esquina que daba a aquel bar, admirando el cielo nocturno bastante descontento con los niveles de contaminación que no le dejaban apreciar las estrellas, sus subordinadas y compañeras. Definitivamente los mortales y él nunca iban a llevarse bien.

Miró al cielo y con un suspiro regresó sus ojos místicos a su reloj de bolsillo dorado, una hermosa antigüedad que cargaba siempre con él y que aunque tenía manecillas y números, en realidad solo él podía leer.

Se acercaba la hora acordada por lo que guardó el exquisito reloj bañado en oro y se encaminó al bar. Abrió la puerta y justo al entrar un gato negro se le coló entre las piernas casi haciéndolo tropezar.

El gato tenía el pelaje tan negro que el bartender ni siquiera vio su figura entrar de contrabando a su bar, en su lugar le dio la bienvenida a Tsukishima que murmuró un saludo y fue a sentarse a una esquina del bar, volviendo a sacar su reloj que dejó abierto sobre la mesa escuchando solamente el movimiento mecánico de las elegantes manecillas también doradas.

Ordenó dos copas de vino nada mas y aunque estaba solo en la mesa, Sugawara no era de los que hacían preguntas innecesarias y fue por ellas. Dejó ambas en la mesa regresando detrás de la barra.

Tsukishima escuchó el maullido quedo del gato azabache a sus pies pero no le dio ninguna importancia y solo le dio un trago pequeño a su vino esperando pacientemente a que algo sucediera.

Y efectivamente en medio de su espera, el gato negro que había entrado sin invitación, ronroneó entre sus tobillos antes de convertirse en bruma obscura la cual se volvía a materializar en el asiento de enfrente esta vez en la forma de un atractivo varón de cabello negro del que el flequillo le cubría un solo ojo.

-Miau~- dijo el hombre a modo de saludo y burla al mismo tiempo tomando la copa de vino extra.

Tsukishima apenas le dedicó una mirada.

-Te dije que no era necesario que vinieras, Kuroo-san- Tsukishima dijo sin mostrarse sorprendido por la transformación del gato negro a hombre.

-¿Y dejar pasar la oportunidad de ver a mi adorado señor perder de manera aplastante su apuesta? Jamás- respondió el llamado Kuroo dándole un trago a su propia copa.

-Dejáte de sarcásmos, por favor- le ordenó el rubio y Kuroo se rió con esa risa que aun después de quinientos años le irritaba tanto.

Kuroo era el autonombrado espiritu acompañante de la Luna. Había bastado con que una noche un gato negro hubiera quedado prendado del brillo de la luna en lo alto del cielo como para convencerse de seguirlo hasta el final de su vida... y en su siguiente vida... y en la que siguió a esa, sumando así 500 años de servicio ininterrumpido.

Sin embargo el asunto que tenía a dios y a sirviente en ese bar a las once de la noche era algo totalmente distinto a su vínculo.

Suga no estaba muy seguro de en que momento había entrado aquel cliente que tenía el rostro oculto por las sombras que proyectaban las lámparas y estaba intentando hacer memoria cuando las puertas se abrieron dejando escuchar los pasos derrotados de su cliente favorito.

Tsukishima alzó sus ojos ambarinos en el instante en que el jovencito que se veía demasiado joven para estar ahí llegaba a casi recostarse frente a la barra y escondía su rostro entre sus brazos.

El dios de la luna entonces desvió la mirada a su reloj abierto sobre la mesa.

-Justo como habían acordado- dijo Kuroo en tono enigmático recargando sus codos en la mesa alzando una ceja de su único ojo visible.

Tsukishima procuró ignorarlo y enfocarse en las manecillas del reloj que se movían perezosamente. Exatamente... justo como habían acordado.

Si el Sol tuviera una representación antropomorfica esa sería la de un muchachito de un metro con sesenta y cinco centimetros, alborotado cabello naranja, ojos castaños y una sonrisa que te entibia el corazón apenas empieza a asomar de sus labios.

De facciones eternamente juveniles que te harían dudar en todo momento de su verdadera edad o antigüedad. Risa juguetona y un perfil amigable, tan amigable que su sola prescencia contagia una especie de felicidad innata.

El sol era todavía mas adorado que la luna, muchas culturas a lo largo de la historia de la humanidad le habían adorado como un dador de vida y eso tal vez explicaba su perfil que rayaba en lo infantil, una cara que nunca envejecía porque él era vida. Siempre daba vida.

Aunque la vida de una versión antropomórfica del sol no era tan divertida como podía sonar; fue por esta razón que el Sol y la Luna hicieron una apuesta dos mil años atrás.

La Luna no gustaba del Sol; era demasiado brillante, demasiado vibrante, demasiado optimista y demasiado enérgico para su gusto en comparación a la eterna serenidad taciturna de la Luna. En cambio al Sol le gustaba la compañía de la Luna porque la Luna veía paísajes que el Sol jamás sería capaz de ver.

Le gustaban las historias de la Luna sobre los cielos nocturnos salpicados de estrellas, sobre los movimientos astrales, sobre el mar cuando cambiaba sus faces, la Luna conocía un paisaje que el Sol jamás podría ver... al menos no por sí mismo.

El crepúsculo era la hora en la que ambos solían encontrarse, a veces la Luna se asomaba en el día pero era solo cuando el Sol demandaba su prescencia, pero en general la hora ideal para ambos era el Crepúsculo.

El Sol estaba desparramado en su trono, la corona que lo identificaba como el astro rey se le ladeaba por la cabeza anaranjada dándole una apariencia desaliñada y sus pequeños pies descalzos colgaban del brazo del trono.

La Luna lo miraba con reproche y suspiraba por las maneras tan poco elegantes de su compañero en el cielo.

-Luna, escuché algo interesante de un tal Platón... o Socrates... o uno de esos griegos- dijo el Sol columpiando sus pies en el trono.

-¿Y ahora que teoría loca se han inventado para explicarse su existencia?- dijo cansado la Luna paseándose alrededor del trono que le quedaba grande a la pequeña figura del Sol.

-Nada de eso, hablaban de algo interesante, hablaban de almas gemelas- dijo el Sol saltando en el trono para mirar por encima del respaldo a la Luna que sintió un mal presagio, conocía esos ojos en el Sol, indicaban que una idea se le había metido a la cabeza.

Aun así guardó silencio.

-¡Almas gemelas, Luna! Dicen que los humanos fueron creados a partir de un solo ente y que al llegar a la tierra fueron separados en dos cuerpos que están destinados a buscarse uno al otro hasta el momento en que puedan volver a encontrarse- explicaba el sol juntando sus manos y luego extendiéndolas para ejemplificar la teoría.

-Suena a algo que Zeús haría ¿Porqué no le preguntas?- dijo la Luna pero el Sol sacudió su cabeza varias veces.

-No, yo quiero intentarlo-

-¿Intentar qué cosa?-

-Intentar bajar a buscar a mi alma gemela-

Hubo un silencio en el que ambos astros se miraron, uno emocionado, el otro a punto de reprenderlo.

-No seas tonto Sol, tú no eres mortal, no pudiste ser separado de nada porque no has bajado a la tierra. Solo hay un Sol, no hay un alma gemela para ti- la Luna le reprendió y vio al Sol inflar las mejillas enojado por esa señalación.

-¡Si la hay! Si cada ente en este plano tiene un par, yo debo tener un par- contradijo el Sol vehemente.

-¿Y quién podría ser la otra mitad del rey Sol?- provocó la Luna y el Sol se le quedó mirando un largo rato antes de contestar.

-No lo sé, no estoy seguro aun pero yo creo en lo que escuché, creo que todos fuimos separados de nuestra otra mitad, incluso yo y si yo fui puesto en el cielo entonces eso significa que mi otra mitad fue puesta en la tierra y por eso no hemos podido encontrarnos- El sol explicó alzando sus manos sobre su cabeza y las miraba atento.

La Luna supuso que el Sol había pensado en esa posibilidad durante mucho tiempo antes de exponerle tremendo disparate.

La Luna tenía una cara que no mostraba a nadie, esa cara siempre guardaba una cierta malicidad que gustaba desquitar con su compañero el Sol.

-Hagamos una apuesta entonces, Sol- dijo la Luna captando la atención del otro.

-¿Una apuesta?-

-Si; yo creo que estás equivocado, los astros nacimos completos, pero tú estás convencido de que fuimos divididos entonces apostemos: Si bajas a la tierra y logras encontrar a tu otra mitad yo aceptaré abiertamente que tienes razón y sabes bien lo orgulloso que soy, yo nunca acepto ningún error porque no cometo errores. En cambio, si yo gano y no logras encontrar a tu otra mitad...- comenzó a decir la Luna pero pausó de inmediato.

-¿Si no la encuentro qué?- insistió el Sol.

-Pensaré en un castigo adecuado aunque si estás tan seguro ¿Aceptas?- instó la Luna a lo que el sol lo miró largamente.

-¡Acepto!- exclamó el Sol saltando de su trono para encararse a la Luna teniendo que alzar su cara para verlo mejor.

-Dos mil años será el tiempo límite para encontrar a tu alma gemela, supongo que es tiempo suficiente para una busqueda de ese tipo- dijo la Luna.

-Me parece perfecto, nos volveremos a ver en dos mil años y te presumiré a mi alma gemela- accedió el Sol y cerraron el trato con la Luna girando la cuerda de su reloj para marcar el paso del tiempo.

Entonces el Sol bajó a la tierra en su disfráz de mortal y borró sus recuerdos sobre su vida como deidad recuperándolos solo cada ciertos periodos de tiempo, el lapso justo en el que duraba una vida humana.

La Luna pues solía bajar a visitarlo solo para burlarse de sus vanos intentos y en muchas ocasiones para convencerlo de que desistiera, porque la Luna antes se arrancaba la mitad de si mismo y se quedaba eternamente menguante antes que admitir una derrota, mas aun, una derrota contra el Sol.

En una de sus visitas a la tierra para tomar el té con el Sol corría el año de 1605, justo el el inicio de la Era Edo en Japón, porque el Sol estaba convencido que sería en Japón donde hallaría a su predestinado.

La Luna cruzaba las callejuelas del distrito de placer de Yoshiwara. En aquellos días solía vestirse como un gran señor para que nadie indeseable le dirigiera la palabra, solía funcionar, por lo que en la hora del Crepúsculo caminaba atraído por la prescencia del Sol que era echado de uno de los burdeles y las cortesanas se reían de él entre el humo de sus pipas y sus labios carmín.

Con todo y su apariencia de mortal, era inconfundible para la Luna que solo vio la pequeña figura de cabeza anaranjada ir a caer a sus pies.

-¡Y no regreses si no tienes dinero!- la madre del burdel lo había echado a golpes y el muchachito estaba a punto de reclamar cuando vio frente a su cara el fino dobadillo de las ropas de la Luna, estaba tomando posición para hacer una reverencia como una disculpa a ese gran señor que lo miraba con evidente desdén pero antes de decir algo sus ojos cambiaron.

La mirada de muchacho se transformaba lentamente y tras un parpadeo los recuerdos del dios del sol volvían a él y todo en su porte cambiaba del humilde clientesillo al astro líder del cielo, por lo que solo se levantaba y se sacudía sin ninguna otra formalidad para dirigirse al otro.

-Es bueno verte, Luna- dijo el Sol.

-Me gustaría decir lo mismo pero veo que has pasado por otra decepción- dijo la Luna con esa irritante media sonrisa echando a andar con su compañero que se ponía las manos en la nuca.

-Ah~ estaba seguro de que esta vez la había encontrado. ¿Quién diría que las mujeres humanas son tan engañosas?- se lamentaba el Sol

-Es tu culpa por subestimarlas. ¿De verdad crees que ellas van a amar a alguien que podría verse como su hijo?- se burló la Luna haciendo referencia a la baja estatura del otro que sabía era un poco sensible respecto a ese detalle y lo hizo gruñir pero no cayó ante la preovocación y siguieron andando.

-Todo mundo dice que yo soy el dador de toda la vida pero estoy seguro que las mujeres son creación tuya- decía el Sol andando con la luna unos pasos tras de sí, porque siempre era así.

-Oh ¿Y qué te hace pensar eso?-

-Porque son hermosas pero están llenas de misterios; siempre que me enamoro de una mujer es como enamorarse de un acertijo. Guardan sus secretos bajo el kimono, entre los mechones de su pelo negro y en cualquier pliegue de su piel. Las mujeres son como tú Luna, son hermosas pero son aun mas misteriosas- explicaba el Sol el cual se volteó a ver a su compañero que tenía una de esas caras de repulsión.

-Sol, sabes que esto de que me llames hermoso me da bastante repelús- le criticó y su compañero solo se rió como siempre se reía. Desenfadado y cálido, inocente incluso.

La siguiente ocasión en la que bajó a la tierra para visitarlo fue en 1870, aun en Japón. Se vieron en Yokohama. La Luna admiraba el esplendor del puerto y los barcos de vapor venidos de América que arribaban.

Un muchachito de piel morena pero inconfundible cabello naranja llegaba mordisqueando un palillo entre sus dientes y se puso a un lado del que parecía ser un señor importante tan solo para admirar la puesta de sol.

Durante el ocaso los ojos del joven de nuevo cambiaban suavemente; la juventud se transformaba lentamente en una mirada relajada y familiar y de nuevo, con un parpadeo sus recuerdos volvían.

-Me enamoré de un marinero- empezó a decir el Sol y la Luna solo escuchaba.

-Viene del otro lado de la línea del fin del mundo, juraba que sería mi predestinado, estaba tan seguro que pensé por un segundo regresar al cielo solo para restregartelo en la cara- decía el Sol apuntando al cielo anaranjado.

-¿Y como es que entonces me perdí del placer de tu ruidosa prescencia allá arriba?- preguntó la Luna y escuchó de nuevo esa risa refrescante pero un poco triste.

-Pues que él ya tenía un verdadero amor en el mar y aunque yo soy el Sol dificilmente puedo competir con el mar. Entonces me acordé de tí y de tu influencia sobre las corrientes y pensé que tal vez tú tenías algo que ver en mi fracaso- decía el Sol todavía mirando con añoranza el mar que reflejaba en su oleaje los tonos carmín del firmamento haciendo un poco dificil poder fijar la mirada.

-Sabes que tengo cosas mucho mas importantes para hacer que boicotearte, además, la victoría no sería tan dulce si yo tuviera que intervenir- dijo la Luna con una sonrisa ladina y el Sol también sonrió asintiendo con la cabeza.

-Si, después de una botella de sake entera eso pensé pero también me convencí de algo- dijo el otro mas bajito.

-Tal vez de que el alcohol y tú son la peor de las combinaciones. Eres un triste pretexto de Dios-

-¡No!... bueno si... pero no solo de eso. El marinero del que me enamoré tenía los ojos azules y el cabello rojo, eran de un azul tan claro que me recordaban a los cielos claros del medidía en primavera y su cabello era como el rojo antes de ocultarme; creo que por eso pensé que sería mi otra mitad pero cuando él me dejó por el mar me convencí que la persona que sea la indicada debe tener en sus ojos un paisaje que nunca haya visto. En sus ojos tiene que haber un cielo nocturno- dijo el Sol y la Luna lo miró de nuevo con reprobación, incluso con recelo.

-Eres muy quisquilloso para alguien que lleva no sé cuantos siglos vagando en la tierra. Hay mucha gente de ojos azules llegando a estas tierras, podrías elegir a quien quisieras pero ahora te has convencido de que no son los ojos indicados ¿Estás seguro de querer ganar esta apuesta? Casi puedo saborear las mieles de mi victoria- presumió la Luna.

-Paciencia amigo, paciencia... no puedo apresurar al destino. Yo sé que mi alma gemela está aquí, yo sé que la encontraré- dijo el Sol dándose media vuelta para alejarse pero se detuvo un segundo.

-Por cierto, ahora tengo un nombre, es un buen nombre, usalo para la siguiente ocasión que vengas a visitarme-

La Luna en su lugar alzó una ceja esperando el dichoso nombre considerando que dependiendo de este lo usaría o no.

-Hinata Shouyo- dijo el Sol, ahora Hinata.

-Que poco original- le criticó la Luna. Hinata solo volvía a reírse y se despedía con un gesto de la mano.

Fue en 1949 que volvió. En esta ocasion vestía como todo mundo, se había sumado el accesorio de los lentes y un sombrero de ala ancha enfundado en un sobrio pero caro kimono, había abordado el tranvía sentado en el último asiento. Un gato negro sentado en su regazo también era algo nuevo en la Luna.

Un gato al que había conocido cincuenta años atrás y que por estar borracho embobado admirando a la luna terminó muriendo ahogado sin embargo tan embelesado por el brillo de la Luna que ahora le acompañaba como espiritu guardian. Entonces eran el hombre de anteojos y su gato en el regazo al fondo del tranvía.

El transporte hizo una parada breve justo donde se veía un salón de baile donde un grupo de lo que parecían universitarios salían riéndo. La gorra de estudiante los identificaba y todos subían carcajeándose, la mayoría de ellos un poco achispados por la bebida y entre el grupo de jovenes, uno sobresalía por las mejillas rojas y la risa mas estridente de todas, además de los ojos avellanados y lo considerablemente mas pequeño a pesar de también llevar en la gorra la insignia de la universidad. Reían mientras tomaban sus asientos pero por un segndo el chico mas bajito se dispersó en sus pensamientos mientras la luz del ocaso se colaba entre las ventanas del tranvía.

Entonces ignorando a sus compañeros, Hinata reparó en el hombre del fondo y en su gato y fue a sentarse a su lado.

-Buenas tardes Kuroo-san- dijo pasándole la mano por la cabeza al gato que se sacudió tan solo para acomodarse mejor en el regazo de la Luna.

-Sigues sin encontrarlo. Se acaba el tiempo Hinata- dijo la Luna y Hinata se sonrió.

-Lo encontraré, ya verás que en el ultimo minuto voy a dar con esa persona y te lo voy a presumir hasta que te quedes afónico por todas las veces que tengas que admitir tu equivocación. Será el mejor día de mi vida- dijo Hinata muy confiado en si mismo columpiando sus piernas en el asiento viendo tan solo la cola del gato moverse perezosa sobre las piernas del otro dios.

La Luna refunfuñó y rodó los ojos mirando a la ventana donde el cielo ya empezaba a colorearse de un tenue azul marino.

-Hinata, ¿No lo extrañas... el cielo?- preguntó de pronto el dios de la Luna.

-Todo el tiempo- respondió el otro.

-Entonces ¿Porqué sigues aquí tan empeñado en buscar a alguien que no sabes si vas a encontrar? Lo mas normal sería regresar a donde debes estar y ya, es molesto que estés aquí abajo. Las estrellas no paran de preguntar por ti.- decía el otro y Hinata soltaba risitas divertido.

-Extraño el cielo pero si estoy allá arriba voy a seguir sintiendo que hay algo que me falta así que seguiré buscando un rato mas, hasta que llegue el tiempo límite de nuestra apuesta. Oh, bajemos aquí- le indicó dándole golpecitos en el brazo y bajaron de un salto del tranvía con el gato en brazos fueron a dar a una esquina donde había un terreno baldío.

-Encontrémonos aquí, el ultimo día de nuestra apuesta, justo en el cenit de la noche- propuso Hinata con esa gran sonrisa que iluminaba el cielo ahora purpureo.

-¿Porqué en la noche?- preguntó el otro.

-Porque así cuando encuentre a mi predestinado podré decirle que la luna es hermosa...- dijo Hinata haciendo alusión a la similitud fonética entre esa oración y una declaración de amor.

La Luna es hermosa, también podría escucharse como un, te quiero.*

Kuroo el gato y el dios de la luna rodaron los ojos por lo cursi que podía llegar a ser Hinata pero eligieron no decir nada.

-¡Te encontraré aquí y ya verás, hasta entonces no volveré al cielo!- dijo Hinata alejándose de ahí corriendo y dándo un salto tan alto que por un segundo parecía que podría echar a volar, en cambio se agarró la gorra de estudiante y siguió su camino.

-¡Por cierto, deberías ponerte un nombre también!- le dijo al otro antes de volver a correr.

Lo miraron alejarse junto con la puesta de sol hasta que la primera estrella se alzó.

-Si tanto te molesta su devoción ¿Porqué hiciste esa apuesta? Pudieron haberse quedado ambos en el cielo como siempre había sido, Tsukishima-sama- dijo en un venenoso tono brulón Kuroo que pasaba de gato a humano con un intervalo en forma de bruma.

Obviamente la Luna ya había elegido un nombre pero no había tenido oportunidad de decírselo a Hinata.

-La vida en el cielo es aburrida incluso para mi, las locuras de Hinata a veces son un buen divertimiento- respondió Tsukishima pero el hombre gato a su lado soltó una risa incredúla.

-Pero ha llevado esta locura demasiado lejos, pronto van a cumplirse dos mil años y tal vez Hinata-sama encuentre a su alma gemela o... ¿Será posible que esa sea usted?- preguntó Kuroo a lo que Tsukishima le dedicó una verdadera mirada asesina que hizo brillar sus ojos tras los cristales de sus lentes.

-Tonterías. Yo nací del sol, solo puedo brillar por obra del sol... pero nunca vicebersa- dijo Tsukishima caminando en dirección contraria con el gato siguiendo sus pasos y el gesto triste en el rostro que siempre mantenía oculto, en la parte mas obscura de él.

Y finalmente, 20XX Japón, en un discreto bar de la ciudad de Tokyo en el que Hinata Shouyo lloraba sus penas y reclamaba a los cielos el no ser mas alto y Tsukishima se reía abiertamente de esto porque Hinata seguiría siendo un enano hasta el final de los días. Literalmente.

Tsukishima y Kuroo miraban desde la distancia de su mesa al despechado Hinata, lo que hacía que Tsukishima se regocijara por adelantado en su futura victoria, casi podía saborearla.

Sin embargo Hinata volvió a hacerlo, una de sus tontas locuras.

-Decidido, ¡Voy a enamorarme de la primera persona que entre por esas puertas!- gritó señalando las puertas y Tsukishima no pudo evitar soltar una risa desedeñosa que hizo que este volteara a verlo un poco enfadado pero Tsukishima nunca se había retraído ante el Sol y como era obvio que Hinata aun llevaba su disfraz de mortal, fue este quien se acobardó y regresó su vista al bartender que le sonrió en forma de disculpa.

Tsukishima miró las manecillas y estaba a punto de tomar el reloj e ir a la barra cuando las puertas se abrieron.

Hinata lo supo. Tsukishima lo supo en el instante mismo en que vio al muchacho de aspecto de oficinista entrar y sentarse a un lado de Hinata.

Kuroo también lo vio y pasó sus ojos del oficinista a Tsukishima que ahora tenía un rostro de fastidio pero se relajaba lo suficiente para darle un trago tan largo a su copa que casi termina su vino.

-Perdí- declaró Tsukishima y parecía que tenía papel de lija en la garganta al pronunciar las palabras.

Kuroo no entendió por lo que se quedó mirando un poco mas a la pareja frente a la barra empezar a discutir.

-¿Cómo lo sabes? El hombre lo ha rechazado apenas dijo algo el pequeño- dijo Kuroo sin entender pero Tsukishima entendió.

Le bastó con ver los ojos azul noche y el cabello obscuro. Todo en el joven a un lado del Sol era un paisaje nocturno que Hinata tanto anhelaba ver. Era todo lo que Hinata había buscado por dos mil años... una vista de la que solo sabía por los cuentos de Tsukishima.

El gato y el dios se limitaron a ser testigo de aquella serie de ridículos retos, uno por uno hasta que Hinata resultó victorioso.

-Por cierto ¿Cómo te llamas?- Tsukishima escuchó a Hinata preguntar una vez que iban de salida pues se habían retado a un partido de volleyball

-Kageyama Tobio- el joven de cabello negro respondió

-Encantado de conocerte Kageyama, tienes el placer de ser mi alma gemela- había dicho Hinata con la sonrisa larga, brillante y cálida que las estrellas tanto extrañaban.

Tsukishima cerró el reloj de bolsillo dando por terminado el tiempo límite y levantándose seguido de Kuroo.

-A todo esto, ¿Qué hubieras pedido en caso de haber ganado la apuesta? Nunca lo he sabido.- preguntó el espiritu del gato dándole las buenas noches a Sugawara que seguía limpiando el mismo vaso y los despedía con una breve inclinación de su cabeza.

Tsukishima lo miró por un breve momento.

Si Hinata hubiera perdido su castigo habría sido quedarse en el cielo siempre con la Luna.

Pero Tsukishima sabía que eso era imposible porque él era la Luna que siempre miraba al Sol, no demasiado cerca pero siempre a la distancia, velándo por él. Nunca al revés.

Salieron del bar, el Dios de la Luna volvió a sacar su reloj. En seis horas Hinata Shuoyo recuperaría sus recuerdos como dios del Sol, y en seis horas cobraría el premio de su apuesta para total disgusto de su fiel compañero.

Kuroo se le enganchó entonces al brazo suspirando.

-La luna está hermosa- dijo en un tono meloso ganándose por ello otra mirada larga y dura por parte de Tsukishima que nunca sabía cuando el gato hablaba en serio y cuando se burlaba de él.

Un Bartender.

Sugawara vio a su cliente favorito, Hinata encontrando el amor o tal vez enfrentándose a un posible rechazo, pero mientras limipaba la barra por décima ocasión le deseó lo mejor. Conocía a Kageyama y sabía que dentro de toda su terquedad y falta de tacto, era un buen muchacho.

Y claro, omitiendo la parte de ser un mercenario, asesino a sueldo, máquina para matar, Kageyama era un excelente partido cuando lograbas tumbar todas sus paredes y para alguien tan carsimático como Hinata, sería pan comido.

Suga también despidió amablemente al cliente de cabello negro que no recordaba haber visto entrar y a su acompañante, el muchacho alto y rubio que pareciera fue a él a quien en realidad le acababan de romper el corazón. Recordó su rostro por si volvía a pasearse por el bar y servirle una copa de su mejor vino, porque un corazón roto sabia apreciar mejor un buen vino.

A Sugawara le gustaban esas noches en las que los clientes parecían contar historias detrás de la barra y él se entrentenía escuchándolas como en el caso de Hinata, o siendo testigo de ellas, o simplemente imaginando el transfondo de todas.

El reloj marcaba casi la una de la madrugada cuando las puertas volvieron a abrirse y era Daichi quien entraba, si no llegaba casi a gatas era porque el jefe del clan Karasuno aun guardaba un poco de dignidad.

Suga sonrió y sacó una botella de cerveza que sirvió limpamente en un vaso alto y extendió a su ex-jefe y mejor amigo.

-Buen trabajo el de hoy- le dijo y Daichi tuvo que forzar una sonrisa agradeciendo la bebida a la que le dio un trago largo para luego soltar una larga exclamación de alivio.

-¿Todo bien en el negocio?- preguntaba Suga sirviéndose él también una cerveza. Ventajas de ser el dueño.

-Podría ir peor. Podría ya haberle disparado a Tanaka y a Noya, pero hoy me frené de fusilar a Kageyama, Oikawa y Bokuto- respondió Daichi haciendo círculos con las gotas de agua que resbalaban de su vaso y quedaban en la barra.

-Oh, el Gran Rey y el Búho, veo que aun se divierten en el trabajo-

-Y veo que aun disfrutas burlándote de mis tragedias-

Los dos se quedaron mirando un rato en silencio y echaron a reír. Suga dejó por fin de limpiar para concentrarse en su cerveza y ambos bebieron en silencio disfrutando del silencio del bar y de la confidencialidad de la noche.

-Me haces falta en el negocio Suga- dijo Daichi al fin y Suga reclinó suavemente su cabeza.

A Daichi le gustaba ese gesto tan pasivo del ahora bartender, siempre le gustó la manera en como ponía así su cabeza mientras reflexionaba sobre algún tema.

-Me gusta mi nuevo trabajo, me gusta la gente- respondió Sugawara.

-Toda la vida has tenido una fijación por observar a la gente, por eso eras un excelente espía- dijo Daichi.

-Me siento halagado, capitán.- agradeció el otro alzando ligeramente su vaso para chocarlo suavemente con el de Daichi en un breve brindis.

-¿Ser bartender es igual de interesante que ser espía?-

-Es aun mejor. Nunca sé con qué me voy a encontrar a la noche siguiente o que historia voy a escuchar- contestó Sugawara a lo que Daichi solo asintió con su cabeza.

Ambos volvieron a sus cervezas comentando cosas triviales sobre el trabajo, personas, historias y conexiones. Solo era otra noche mas en el mundo.

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*La Luna está hermosa- tsuki ga kirei da. En realidad viene del mito acerca de como Natsume Souseki tradujo el Te amo- Aishiteru- de un alumno suyo para adaptar la frase a una sensibilidad mas discreta y mas "japonesa" ya que dificilmente un japonés de la epoca decía tan secamente y golpeado un "te amo".

Es una frase que la cultura popular terminó por adoptar cuando se insinuan o se habla de sentimientos románticos y declaraciones de amor.

Me pareció genial utlizar la idea en un concepto donde la luna es el tema principal y de paso para hacer dos referencias a Souseki, si han leído al buen señor pescarán la segunda referencia y si no lo han leído lo recomiendo ampliamente.

N/A: Hace años, literalmente años, que no le dedicaba algo a Haikyuu y con su cuarta temporada y todo el fanworks apareciendo hasta de debajo de las piedras no podía solo quedarme atrás.

Amo a los idiotas del volley, amo pensar en historias divertidas para ellos y amo mas juntar varias ideas así que espero lo hayan disfrutado como yo disfruté escribiendo.