El otro beso

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, sino a Paru Itagaki. Les recomiendo que lean el manga, a mí me gustó bastante.

Advertencias: SPOILERS. Si no has llegado hasta la página más reciente del manga (capítulo 173 para ser exactos), pues, es mejor que cierres la ventana ahora. No quiero arruinar la diversión, je. También soy nueva en el fandom, me disculparán si hay cosas que todavía no capto bien o si los personajes quedan un tanto OoC.


Legosi no había parado de pensar en aquel beso —su primer beso verdadero, joder— que Haru le había dado. Sí, él fue el que lo había mencionado antes que ella, pero fue Haru quien tomó la iniciativa y terminó por callarlo —y es que a veces sabía lo exasperante que podía ser con sus explicaciones y rodeos. A pesar que cada fibra de su cuerpo debía estar concentrada en lo que venía el día de mañana, su mente divagaba tan alto que parecía ausente mientras estaba en la azotea del modesto edificio donde residía.

Su mirada melancólica se posó en el atardecer y cómo los colores cambiaban en el cielo, para luego bajar y perderse entre las angostas calles que estaban plagadas de gente apresurada haciendo las últimas compras navideñas. Rexmas. Se preguntó si en años venideros podría celebrar junto a Haru.

Haru. Haru. Haru.

Hasta había olvidado toda la pesadumbre que había cargado en sus hombros en ese tiempo debido al duro entrenamiento que se había sometido. Su nombre llenaba su cabeza, corazón y cuerpo; anteriormente le habían dicho que esa era una debilidad, una obsesión insana, un fetiche, pero ¿quién dijo que debía permanecer así?

La debilidad se transformaría en fortaleza para enfrentar a su enemigo en batalla.

Su obsesión sería su razón para seguir viviendo, seguir respirando. Así podría estar finalmente con ella.

Y de un fetiche podía pasar a un amor puro, sincero y natural.

Hubo una pequeña sonrisa confiada en su rostro maltrecho. No sabía qué ocurriría mañana, pero de algo estaba seguro: debía ganar a toda costa. Todos habían apoyado de una u otra forma su decisión y ahora debía cumplir. No podía dejar ir a Melón otra vez.

Apretó los puños y soltó un suspiro que más bien pareció un gruñido. Debía descansar lo mejor posible antes del gran día. Cuando volteó para bajar por las escaleras, una coneja apareció en su camino. No, no era Haru. Supo antes de quién se trataba porque su nariz había grabado el aroma a cigarro marca Paruboro.

—Kyuu-san.

—Legosi —dijo su nombre en un susurro mientras soltaba el humo. Su expresión estoica había vuelto a su rostro desde su último encuentro—. Suerte con lo de mañana. Has logrado sortear las dificultades que te he puesto. Confío en que podrás... —dejó flotar la frase; en su mente había completado '...más te vale, estúpido lobo demente'

—Gracias —contestó, escueto. Sus facciones lucían tranquilas y su respiración se había acompasado. Siempre ocurría cuando estaba cerca de ella.

—Una cosa más... —sin decir otra palabra, la coneja dio un salto para poder jalar de su ropa. Legosi pensó por unos segundos que iba a hacerle una última prueba de fuerza, resistencia o bien algún reflejo, pero no fue así. Quizás por eso no le dio un zarpazo en el acto (porque lo habría hecho en aquel estado extremo).

Otro beso en menos de veinticuatro horas. Como había pasado con Haru, Legosi no cerró los ojos por la repentina sorpresa del acto. Sus labios sabían a nicotina, pero había algo más amargo en aquel gesto que no podía describir. Recordó cuando apareció repentinamente tras de ella con ese misterioso maletín. Se había asustado, pero no estaba seguro por qué.

Kyuu soltó el agarre, entre ofuscada y un tanto jadeante por la intensidad que ella había ocupado para besarlo. El lobo no supo cómo reaccionar, para variar, pero a la coneja no le molestó aquello. Ya estaba aprendiendo algo de su comportamiento.

—¿Por qué me besas, Kyuu-san? ¿Acaso es otra prueba? —preguntó Legosi, pero ella sólo negó—. Pensé que te gustaba Gohin-san.

Recibió un golpe en la pantorrilla que lo hizo aullar.

—Adiós.

—Espera, ¿qué ocurre?

—¡Nada, ya me voy! —chilló Kyuu, enojada, y partió antes que pudiera ver cómo se caía la máscara fría de su cara. No iba a permitir que viera ese lado vulnerable, ni el creciente miedo que se anidaba en su vientre por culpa de su propia traición. 'No necesito dinero'. Patrañas. Se había vendido por unos buenos billetes al mejor postor.

Aquel no había sido más que un beso de Judas.