Descargo de responsabilidad: todo pertenece a Disney. Este fic NO tiene fin de lucro.
Desde su casillero, Davy Jones aguardaba. Estaba furioso. Había sido vencido por una humana en su propio territorio: el mar. Las aguas del océano siempre le habían favorecido y la confianza había sido su perdición.
Elizabeth Swann. Nunca olvidará ese nombre, lo juraba sobre su propio corazón. Esa mujer le había arrebatado todo: su barco, su tripulación, su territorio y su vida. Era una bruja, al igual que Calypso. Swann había engañado a todos, pero no pudo engañarle a él, supo desde el primer momento en que la vio en La Emperatriz, que ella era peligrosa. Era una capitana que no había temblado de miedo al verle y que eligió quedarse con su tripulación, no por cobardía sino por lealtad. Él había podido verlo con sus ojos.
Nunca la había subestimado ni tampoco infravalorado, porque sabía lo peligrosa que podía resultar una mujer, sobre todo en el mar. Calypso era la prueba viviente, él lo había dado todo por ella, hasta su alma y ella sólo le había traído desgracias. A veces extrañaba su vida como humano, recordaba la sensación de navegar libremente, sin obligaciones, entonces apareció Calypso y lo embaucó para que él la amase, aunque tenía que reconocer que en el fondo sabía que ella era inalcanzable, porque era el mismo mar y el mar te llama y cuando te tiene atrapado, te ahoga.
No todas las mujeres eran así, algunas eran demasiado dóciles para embarcar en la travesía, por eso los hombres mortales se cansaban antes de ellas, pues no tenían esa bravura necesaria para atraerles. Los hombres y las mujeres siempre habían amado de una forma completamente distinta; mientras que los poetas y escritores de valía hacían poemas de amor y cuentos románticos recalcando la bravura de los caballeros y las virtudes de la doncella que espera ser rescatada o necesita constantemente ayuda, esos escritos eran principalmente para las mujeres porque los hombres sólo querían una cosa: respeto. Ese era el gran secreto para que un hombre amase a una mujer sin buscar compañía ajena: respetarle y respetarse a sí misma. Y preferiblemente, los hombres amaban que las mujeres tuvieran bravura porque así no estaban indefensas ante los peligros del mundo.
La capitana Swann había sido una de esas mujeres que te atrapan y te arrojan al abismo. Lo había visto con sus propios ojos: cómo ante ella habían sucumbido hombres de la talla de Sparrow, Sao Feng, William Turner o el Comodoro Norrington. Siempre supo que Sparrow algún día cometería el error de fijarse en algo inalcanzable y que ello le provocaría la muerte. Aunque no le gustaba tener similitudes con Sparrow, podía apreciar su dolor, pues era notable los sentimientos que tenía por la capitana Swann. También sentía lástima por el joven Turner, ella nunca amó a ninguno de ellos y todos creyeron que tenían una parte en su corazón, pero lo cierto era que ella sólo se amaba a sí misma. Calypso también se amaba más de lo que alguna vez le amó a él.
A pesar de todo la respetaba. Había tenido que estar bastante tiempo en su propio casillero, pensando en ella todos los días desde que fue enviado allí contra su voluntad. Él no podía morir, había sido el regalo o la maldición de Calypso, según se mire. Nadie de su tripulación le había acompañado, ahora servían bajo la bandera de Turner. No sabía cómo no había sucumbido a la locura. Debería estar loco, quizá lo estaba y no lo sabía. O puede que mantenerse cuerdo fuera la desgracia con la que Calypso le había obsequiado esta vez.
Era curioso cómo pensaba en ellas, las dos únicas mujeres que le habían maldecido, en lugar de pensar en su tripulación o en sus otros enemigos. Su mente estaba llena con imágenes y recuerdos de ellas, que se amontonaban y no le dejaban descansar, por lo que siempre estaba furioso y agotado. Ni siquiera tenía su órgano para poder tocar algo de música, canciones que había compuesto a lo largo de los años para su amada Calypso. Quizá algún día escribiría otra para Elizabeth Swann por haberle logrado derrotar, apreciaba un buen enemigo cuando se le presentaba y no cualquiera era rival para él. Muchos hombres más fieros se habían echado a llorar y, algunos, se habían meado de miedo en su presencia. Todos eran cobardes ante la muerte.
Se preguntó si alguna vez volvería a verlas. Había intentado varias veces salir del casillero, pero había resultado infructuoso. Él estaría aquí por un largo tiempo, lo sabía y lo aceptaba. La soledad terminaría llevándolo a la locura o quizá algún día vendría Calypso y le llevaría con ella. Él la esperaba todos los días, todos los minutos de su vida desde que la había conocido la había esperado. No sabía cuánto más de su dolor podía soportar. Al no tener corazón, le dolía el alma. Eso era algo que no se había podido arrancar, porque su corazón y su alma le pertenecían a Calypso.
Deseaba poder evitar el infierno que vivía todos los días y que pronto experimentarían las víctimas de Elizabeth Swann, los afortunados de seguir con vida ya lo estaban viviendo. Ella nunca sería una mujer que se doblegase, que aguardase recatadamente, que dejase la piratería por el amor de un hombre. El rey Swann se había convertido en la personificación del mar en la tierra, bajo la protección de Calypso. Ella era más pirata de lo que el joven Turner alguna vez fue, incluso más que muchos de los piratas que navegan por el océano.
Los mares le llevan noticias, baladas de ella, canciones épicas de sus batallas y logros. A veces él quiere conversar con el mar, su único amigo, el que había visto su más pura decadencia. Pero entonces recordaba que el mar era Calypso y ahora el mar era Elizabeth Swann y la soledad volvía a embargarle y por primera vez en mucho tiempo, se sintió realmente solo.
Se preguntó si Elizabeth Swann le llevaba en su memoria como algo más que un recuerdo. Davy Jones quería que ella pensara en él como en su mayor rival, porque algún día saldría de ese casillero y se volverían a encontrar. Entonces no habría cuartel para ella ni para Turner y los mares volverían a cantar sus baladas, volvería a infundir terror y ondearía su bandera una vez más.
Atrás quedaron sus disputas con Sparrow. Centrarse en vencer al rey Swann era lo único importante.