Digamos que esto es una especie de extra que no pude evitar escribir. Hay que agradecer a la vecinita que me sirvió de inspiración para Harvey ¿?


Tres (todavía) son multitud

Draco se tomó su tiempo para estirarse, retorciéndose a gusto entre las sábanas. Harry solía decir que se parecía a un gato cuando lo hacía. Pero Harry no estaba ahí. Aunque tanteó el espacio a su lado, no encontró a cierta persona a la que abrazar para exigir besos de buenos días, que siempre le dejaba en la cabeza y mejillas.

Ahogó un débil quejido y entreabrió un ojo para comprobar que su novio no estaba en la cama. Resopló y dio vueltas por otro par de minutos, disfrutando de su primer día libre en las últimas dos semanas; importantes reuniones con grupos de pocionistas que se dedicaban a la investigación lo tuvieron demasiado ocupado. Se había encargado de recompensar a Harry por el tiempo que no pudo pasar con él tanto como de costumbre, y pensaba tener un lindo fin de semana.

El "lindo fin de semana" empezaría después de su beso de buenos días, por supuesto. No antes.

Cuando decidió que era suficiente, se deslizó fuera de la cama y se puso a buscar su ropa tirada por todo el lugar durante la noche. Encontró prendas de Harry, que siempre le quedaban un poco cortas y más anchas de lo que debería, y se las colocó.

Abandonó el cuarto, tras un hechizo para acomodar un poco el desastre que causaron cuando Harry perdió el control de su magia, a mitad de una de sus recompensas. Se dirigió a la cocina, saludó en voz alta, y buscó su taza de café correspondiente.

Hizo una pausa.

Un bebé pelirrojo estaba tendido en su mesa, con los piecitos hacia arriba, las manos sosteniéndolos. Intentaba llevarse el dedo más gordito a la boca y se reía.

Draco se movió muy, muy lento. Rodeó la mesa, agarró su taza, le aplicó un encantamiento para calentar el líquido, y dio un largo sorbo. No despegó los ojos del bebé ni por un segundo. Sus ojitos azules brillaban y lo observaba de reojo, al tiempo que se dedicaba a llevar a cabo una de las actividades más comunes en los bebés: babear todo.

Se notaba que, hasta un momento antes de que él entrase a la cocina, Harry había estado haciéndole cosquillas.

Su novio lo veía, esperando su reacción. Draco se recargó en una pared, bebió más café, parpadeó para asegurarse de que no era un sueño. Carraspeó.

—Estoy muy seguro de que no teníamos un bebé cuando me dormí esta madrugada.

Harry cargó al bebé y comenzó a balancearse para arrullarlo, conteniendo un quejido porque hubiese atrapado un mechón de su cabello y lo jalase. El bebé se rio más fuerte.

—Hermione y Ron estuvieron aquí hace como media hora —aclaró Harry, en voz baja, con un pequeño puchero que parecía pedirle que no se enojase—. Sabes que Ron está siendo un padre muy dedicado, y Hermione piensa que su estrés está llegando a un límite, así que le prometí que lo cuidaríamos. Será sólo por hoy. Mione tuvo que arrastrar a Ron para que lo dejase aquí, se iba a arrepentir si me negaba- ¡y Ron dijo que no me dejaría a Harvey si no lo cuidabas tú también!

Draco arqueó las cejas, cuando el puchero de su novio no hizo más que profundizarse. Después del último "día de Harry", en que Harvey intentó comerse el contenido de su reserva de saliva de dragón, Weasley estaba un poco inseguro sobre dejarlos a solas. Él ni siquiera sabía cómo llegó el bebé a su laboratorio.

—No tiene a nadie más —insistió Harry, con un hilo de voz. Era una de las mentiras más descaradas que le había oído, considerando que todos en el ejército de comadrejas estarían dispuestos a cuidarlo. Pero era Harry, y él lo amaba, rarezas, terquedad y cicatriz incluidos.

Se encogió de hombros.

—Supongo que es tu trabajo como su padrino.

La sonrisa de Harry valía decirle adiós a la tranquilidad ansiada de su día de descanso. Arrastró una silla cerca de él, se sentó, y rellenó su taza con magia. El pequeño Weasley-Granger lo veía como si se preguntase si podría jalar su cabello por más tiempo que el de Harry, y Draco entrecerró los ojos en respuesta.

Estaba convencido de que la creación de los bebés era producto de una magia oscura. El mundo sería más simple si sólo naciesen mayores.

Harry puso a Harvey en una silla especial para bebé, se aseguró de sujetarlo con diminutas correas, e indicó que haría el desayuno. Y luego vino esa mortal frase.

—Cuídalo mientras tanto, Draco.

Debió quedarse en la cama todo el día, el fin de semana, el resto de su vida.

—Claro —musitó, dando otro sorbo a su café. Observaba al bebé por encima del borde de la taza. Harvey le sonreía con un par de dientitos que apenas se asomaban de sus encías.

Era única criatura que Draco conocía que no necesitaba magia para manipular y atemorizar a un grado tan sorprendente. Un ejemplo de esto fue cuando empezó a emitir cortos "uh, uh" quejumbrosos, porque quería ir con su padrino. Harry se dio la vuelta, dividiendo su atención entre la cocina y ellos.

Draco continuaba fingiendo que el universo se reducía a su taza de café.

—Draco, ¿qué le pasa? —Le preguntó Harry, un poco preocupado.

Planea el dominio mundial, pensó. Harvey pataleó en el asiento.

—¡Abi! ¡Abi!

—Draco…

—Sólo está siendo un malcriado —señaló Draco, sin alterarse.

Harry suspiró.

—No creo que los bebés funcionen de ese modo, Draco —Riéndose, se acercó para cargar a Harvey, y regresó junto a la cocina, manteniéndolo lo bastante lejos de la cacerola para que no pudiese tocarla.

El mocoso tenía una expresión de triunfo. Draco no sabía cómo, ni le importaba si era imposible, en teoría. Harvey lucía así.

Se sirvió más café. Sería un largo fin de semana.

0—

Draco había terminado de desayunar media hora antes, y la única razón por la que todavía no se levantaba de la mesa, ni obtenía su beso de buenos días, era la criatura.

El plato de Harry seguía intacto, bajo encantamientos para mantenerlo caliente. Su novio estaba más concentrado en intentar que Harvey comiese, pero la criatura se negaba a hacerlo. Tenía la mitad inferior de la cara llena de papilla, y giraba la cabeza cuando Harry intentaba darle otra cucharada. Se sacudía, golpeaba el asiento en diferentes puntos con sus manos y piecitos, se quejaba, gritaba, chillaba, y hacía cuánto ruido catastrófico rompe-tímpanos conocían los mocosos.

Cuando Harry conseguía meter la cucharada a su boca, Harvey escupía de forma desordenada, logrando que la comida se desparramase por su barbilla, cayese en la ropa, el asiento, y el suelo. Al siguiente intento, golpeaba la cuchara y la enviaba a volar lejos, hasta que era atrapada por un hechizo levitatorio de Harry.

De pronto, su novio exhaló y se reclinó en el respaldar del asiento, con el plato de papilla casi completo todavía en una mano.

—No entiendo qué le pasa, le he hecho esto desde que Hermione dijo que ya podía comer medio sólido. La semana pasada lo amaba —Harry bajó la mirada hacia el plato de papilla y se pasó el siguiente minuto en su faceta de "sentirse el peor padrino del mundo". También la había vivido con Leta.

—Tal vez no tiene hambre —comentó, desinteresado. Harry lo observó con un nuevo puchero.

—Pero no ha desayunado…

Entonces sólo es un mocoso malcriado, añadió para sí mismo. Pero Harry continuaba con esa expresión de crup desamparado, así que suspiró.

—Prueba otra vez con el trencito mágico.

Harry lo intentó. Y de nuevo, de nuevo, de nuevo. El método del tren, el del avión, y el auto. Ese último era marca Ron Weasley. Movía la cuchara como si fuese un auto con problemas en el motor y soltaba ruidos como "rum, rum, ruuuum", hasta que Harvey abría la boca.

No lo hizo esa vez.

Harry lucía como la persona más desdichada del mundo. Observó a Draco de reojo y arrugó el entrecejo.

—¿Crees que ya no me quiera?

Draco tenía serias dudas sobre que un bebé pudiese rechazar comida por no querer a alguien. Dentro de su cabeza, no eran muy diferentes de los cachorros. Lo importante era ser alimentados, ¿no?

Harry recogió otra cuchara de papilla y la probó.

—Sabe bien —indicó, pensativo—, en verdad no sé qué le pasa. Veré si Mione cambió su receta…

Dejó la mesa para ir en busca del pergamino de medio metro con instrucciones sobre el cuidado de Harvey. La letra era de Ron.

Draco se quedó a solas con la criatura, en su comedor, simulando que no sentía su mirada fija de ojitos enormes y curiosos.

Harvey abrió la boca y se movió un poco. Él lo vio de reojo, vacilante. Cuando lo repitió, estirando las manos hacia Draco, para abrir y cerrar los dedos, el mago utilizó un encantamiento para levitar la cuchara con papilla.

El bebé la recibió, y por primera vez en más de media hora, comió. Se rio, se retorció de nuevo en su asiento, agitando las cuatro extremidades, y volvió a inclinarse hacia adelante. Tras un instante de titubeo, Draco levitó la cuchara otra vez hacia la papilla y luego hacia Harvey. También se la comió.

—Eres un malcriado, ¿sabes? —cuestionó, levitando la cuchara de nuevo. Ni siquiera tenía que hacer ruidos ridículos y movimientos estúpidos; Harvey se entretenía mirándolo y llamándolo con gestos que Draco ignoraba de forma exitosa.

No le gustaba llenarse de comida para bebé. Un mes atrás, Harry hizo explotar su cocina al probar una receta "mágicamente nutritiva para pequeños magos" y Draco se pasó dos horas quitándose la papilla del cabello. No necesitaba repetir la experiencia.

Harvey se echó a reír, porque era un bebé y no entendía, claro. Cuando Harry volvió al comedor, Draco levitaba la cuchara hacia él otra vez, y su novio se detuvo, boqueando, con el pergamino todavía entre las manos.

—¿Acaba de…? ¿Tú le…?

Draco regresó la cuchara a la mesa, arrancándole un lloriqueo a Harvey. Harry parecía indeciso entre deprimirse porque su ahijado se dejó alimentar de papilla por alguien más, mientras a él lo rechazaba, o emocionarse por la perspectiva de Draco "cuidando" al bebé.

Debió llegar a un punto medio, porque besó la mejilla de Draco al pasarle por un lado, se sentó, y sostuvo la cuchara. Harvey la envió a volar con otro manotazo.

Tres intentos más tarde, Harry le tendió la cuchara a Draco, con un puchero más pronunciado.

—Creo que quiere que seas tú.

Draco estrechó los ojos hacia el niño. Harvey soltó una risita y volvió a extender los brazos en su dirección.

Suspiró, levitó la cuchara de nuevo, y se dedicó a alimentar a la criatura productora de babas en su mesa. Harry apoyó la cabeza en su hombro, y lo observó.

—Serías un buen padre —murmuró, frotando la mejilla en su hombro, feliz. Draco se estremeció contra su voluntad.

Merlín lo libre de tener su propia criatura productora de babas.

0—

No sabía que un bebé pudiese estar de mal humor por tanto tiempo.

Leta fue una buena niña y Remus rara vez la dejaba más de un par de horas con ellos. Hasta entonces, Harry solía cuidar por sí solo del pequeño Harvey. Esto resultaba en que era la primera vez en su vida que Draco escuchaba dos horas intermitentes de quejidos.

Los bebés lloraban, no era un secreto para nadie. Lloraban por hambre, sueño, necesidad de cambio de pañal, y cualquier otra cosa que les hiciese falta según ellos. Y a veces, en su opinión, lloraban sólo porque podían hacerlo.

Por supuesto que algunos bebés lloraban más que otros. Pero Harvey acababa de romper algún record mundial de llorones.

Comenzó cuando Harry lo arrullaba tras el desayuno. Palmeaba su espalda, se aseguraba de limpiarlo con magia, lo adormecía. Pareció que se dormiría, hasta que un búho entró por la ventana con una carta.

Harvey temía a los búhos.

Después del chillido y sollozo que dio, Draco apostaba a que el pobre búho de su madre también le tenía miedo a Harvey.

Lloró, mientras Harry lo abrazaba y susurraba dulces palabras para calmarlo. Se detuvo alrededor de cinco minutos. Luego Harry lo colocó en la cuna portátil que Ron le dejó, con su mantita, la almohada que su abuela Molly le hizo, y su peluche de oso amarillo. Y Harvey sollozó.

Harry lo cargó de nuevo y el bebé se tranquilizó. Cuando hizo ademán de ponerlo en la cuna, otra vez, el llanto.

Hubo un cambio de pañal, dos intentos más de acostarlo, un baño sin buenos resultados, muchos arrullos, y una canción que sólo empeoró los sollozos. Weasley cantaba para su hijo una melodía que su madre entonaba para él de bebé, la letra estaba en el pergamino que les dejó; sin embargo, a Harvey, por lo visto, no le gustaba oírla de alguien más.

Harry le dio un paseo en escoba que lo relajó. Hasta que se bajó, al menos. Después el llanto empezó, de nuevo.

Draco estaba tendido en el sofá de la sala, resignado a la imposibilidad de leer un libro sin un par de silencios. Los tuvo puestos hasta un momento atrás, en que los retiró para comprobar si aún se oía el llanto. Sí, todavía lloraba. Harry, sobre la alfombra, intentaba que se distrajese con alguno de sus juguetes, pero Harvey se entretenía medio segundo, y luego daba un manotazo a lo que fuese que él le mostraba.

Colocó otro silencio.

Unos minutos más tarde, Harry se metió en su campo de visión por la fuerza. Cargaba a Harvey, quien formaba puños con la tela de su camiseta. El bebé tenía los ojos hinchados por el reciente llanto.

Harry habló, aunque el hechizo no le permitió oír nada. Draco lo deshizo y le pidió que lo repitiese.

—¿Puedes cuidarlo unos minutos? —Harry le enseñó su mejor expresión de disculpa—. Ron quiere que hablemos vía flu, está como loco preguntando por Harvey. Si lo oye así, va a venir corriendo y dejará a Hermione allí.

Draco se abstuvo de fruncir la nariz, por pura suerte. Asintió y observó sus movimientos al sentar a Harvey en el sofá, a su lado.

Harry desapareció en dirección a la sala donde tenían la chimenea, y lo abandonó con la criatura de gran habilidad vocal.

—Ni se te ocurra llorar ahora —masculló, tenso. No sabría qué hacer si empezaba a sollozar y Harry no estaba ahí.

El bebé no hizo más que mirarlo, con la boca entreabierta. Después de un momento, Draco regresó a su libro. No tardó en escuchar un débil sonido de protesta, y fijarse en la cosa de nuevo.

Estaba listo para llamar a Harry, cuando notó que el bebé abría y cerraba los dedos, observando uno de los libros en la mesa de la sala. Draco lo levitó hacia él, aplicándole un hechizo para que no pudiese ensuciarlo ni dañarlo.

Harvey se removió, se tambaleó al acomodarse, y de alguna manera, consiguió poner el libro entre sus piernas, sostenido de forma precaria. Se demoró unos instantes en comprender que su modo de pasar las páginas y tocar las letras con las manos, era "leer" para él.

De pronto, el niño alzó la cabeza hacia Draco otra vez, y sonrió. Cuando el mago volvió a su libro, para su sorpresa, Harvey se "concentró" en el suyo.

Ni siquiera tenía dibujos, era un libro de Historia de las Artes Oscuras. Draco se preguntó si formaría parte de sus planes de dominación mundial. Pero ya que la criatura fue silenciada y Harry mantenía una conversación normal en la chimenea, se dedicó a su libro y no le prestó atención.

Harvey también siguió "leyendo", entre cortos balbuceos, sacudidas de los piecitos sobre el mueble, y burbujas de saliva.

Harry lucía en verdad sorprendido cuando regresó a la sala y los encontró sumergidos en un tranquilo silencio. Boqueó, miró hacia atrás, se fijó en ellos de nuevo.

—Yo…yo creí que habías puesto un silencio para que hablase con Ron sin el ruido de fondo —Se rio.

Draco observó de reojo al bebé. Harvey arrugaba el entrecejo, en señal de profunda concentración.

—No fue necesario —Se encogió de hombros.

Cuando Harry lo cargó, no volvió a llorar. Hasta que tuvo que cambiarle el pañal, al menos.

0—

Era media tarde y Harvey no quería dormir. El pergamino escrito por Weasley decía que tomaba una siesta en la tarde.

¿Por qué no se dormía? ¿Por qué, por qué, por qué?

Draco lo cargaba. Para ser más exactos, llevaba diez minutos intentando oír un partido de Quidditch en la radio, mientras Harvey se dedicaba a atrapar mechones de su cabello entre los dedos y jalar.

—Ya para —Le ordenó, muy serio. El bebé lo observó con una expresión casi interesada—. Vuelve a jalarme el cabello y te levitaré hasta el techo.

Harvey se rio. Harry, revisando uno de sus libros de Artes Oscuras, no.

—Draco, eso es un poco duro —murmuró. Él rodó los ojos.

—No veo que te esté jalando el cabello a ti, así que lidiaré con eso como prefiera.

Su novio suspiró y se giró hacia él. Estaba sentado en la alfombra, con las piernas recogidas por debajo del cuerpo.

—Sé que no te gustan mucho los niños, pero Harvey es importante para mí, y lo estás haciendo bien —aclaró, enseñándole una pequeña sonrisa que relajó a Draco, contra su voluntad. Harry apoyó el codo en la mesa y la barbilla en su palma—. Y pienso que te ves adorable con él.

Draco vio al bebé sobre su regazo. Harvey no paraba de observarlo, con dos mechones de cabello rubio todavía entre sus manos.

No, no veía la adorabilidad en esa criatura. Sólo babas, mocos, y fluidos peores.

Harvey empezó a mover la boca, balbuceando algo. Él pretendió concentrarse en el partido narrado, pero lo notó cuando alcanzó a ser medianamente entendible.

bo…A- bo. Abo.

Se fijó de nuevo en el bebé. Harvey soltó una risita feliz y jaló su cabello, con fuerza suficiente para obligarlo a bajar la cabeza. Draco le frunció el ceño.

Se lo había advertido. No importaba que fuese un bebé y no entendiese, él se lo advirtió.

Harry gritó cuando lo hizo levitar. Se puso de pie, y a punto de sostener la varita de Draco para bajarlo, escucharon su risa. Ambos levantaron la mirada.

Sí, se reía. Harvey movía brazos y piernas, carcajeándose en el aire.

—Le gusta —musitó Draco, genuinamente aturdido.

—¿Le gusta? —Harry boqueó—. ¡Le gusta!

Harvey seguía riéndose. Draco le entregó la varita a su novio cuando se lo pidió de forma más amable, y él se encargó de utilizarla para controlar la levitación del bebé.

Todo marchó bien durante las siguientes horas. Era más fácil oír el partido y estudiar, con risas de bebé de fondo.

0—

—…ya casi está. ¿Puedes ver si Harvey se despertó?

Draco ahogó un quejido. Estaba parado detrás de Harry, abrazándolo y viéndolo preparar la cena. Tenía planes de pasarse los próximos minutos besándole el hombro y rehaciendo una marca a punto de desvanecerse, hasta que habló.

Harry ladeó la cabeza, lo justo para observarlo por encima de su hombro, y le sonrió.

—Por favor —susurró, recargando la cabeza en la suya—, por favor, por favor. Por mí, Draco.

Él también era un manipulador, a su manera. Draco entrecerró los ojos y se estiró para besarlo. Harry sonrió más contra sus labios.

—Me debes un montón de recompensas por esto —aclaró, muy serio. Harry asintió, dejándolo marcharse tras otro beso más corto.

Draco se dirigió a la sala, donde instalaron la dichosa cuna. Se balanceaba sola para mantener a Harvey dormido, en teoría. En la práctica era un poco diferente. Cuando se inclinó sobre uno de los bordes, encontró un par de ojitos azules que observaban el móvil sobre su cabeza, con diminutos leones dorados y una comadreja. Él había añadido el último, sin que nadie se diese cuenta.

—Hola, cosa.

Harvey se echó a reír, flexionando las piernas más hacia sí para meter el pie en su boca. Draco lo sujetó para apartárselo.

—No te comas eso, Harry te va a dar comida de verdad.

El bebé se retorció un poco y extendió los brazos hacia él. Abrió y cerró los dedos. En lugar de sostenerlo, Draco lo hizo levitar, arrancándole una carcajada.

Lo llevó hacia el comedor de ese modo y lo sentó en su silla de bebé. Harry se aseguró de sostenerlo y se preparó para la contienda de la comida.

Harvey rechazó el trencito y el avioncito. Pero se quedó con el auto y engulló su sopa, mientras Harry emitía largos "rum, rum, ruuuum". Draco miraba de reojo sus raras expresiones y se preguntaba si eran necesarias, o sólo quería hacerlas.

En determinado punto, giró la cabeza cuando Harry quiso darle otro bocado. Iban por un poco de fruta. Harvey observó a Draco, que ralentizó sus movimientos al comer, y le arqueó una ceja.

El bebé empezó a quejarse, moviendo la mano para sostener la de Harry. De algún modo, le quitó el cubierto. Ambos adultos lo vieron batallar por tomar un pedazo de fruta con la cuchara. La fruta cayó de la silla, atrapada por un encantamiento levitatorio, voló en diferentes direcciones, un pedazo golpeó a Harry en la frente.

Harvey era un desastre de baba y comida, que arrojaba lejos dos de cada tres trozos, se metía uno a la boca, y veía a Draco de nuevo. Luego repetía el procedimiento.

Cuando Draco se detuvo, el bebé también lo hizo. Observó a Harry. Él lo vio de vuelta.

Draco continuó comiendo y Harvey volvió a intentar comer por su cuenta.

Otra vez, se detuvo. El bebé también.

—Esto es extraño —comentó. Harry, junto a él, se encogió de hombros.

—Te está imitando —Su novio sonreía al decirlo—. Eso significa que te quiere, Draco…creo.

Él lo ignoró y siguió comiendo. Harvey hizo lo mismo. Harry, en medio de ambos, continuó sonriendo tontamente.

0—

Cuando anochecía, Draco salió del baño, tras una hora relajante dentro de la tina. Iba a medio vestir y se secaba el cabello con la toalla sobre sus hombros. A punto de caminar hacia el armario, frenó.

Oía risas desde afuera, en la sala. Se acercó a la puerta de forma tan sigilosa como pudo y echó un vistazo.

Harry arrojaba al bebé hacia arriba, impulsado por un hechizo de seguridad que lo llevaba casi hasta el techo en línea recta, y lo regresaba a sus manos. Hacía sonidos como "fuuu" y "buaaah", que Harvey contestaba retorciéndose y riendo. Tenía un campo de magia sobre otro para evitar cualquier peligro si se desconcentraba o el bebé se movía demasiado.

Lucía feliz. El rostro se le iluminaba cuando Harvey se sostenía de sus hombros al caer de nuevo, y Harry también reía cuando el bebé lo hacía, al estar otra vez en el aire.

Draco suspiró y se recargó en el marco de la puerta. Tras unos segundos, Harry atajó al bebé, y miró hacia él, como si se hubiese percatado de su presencia. Le enseñó una sonrisa más grande, y le indicó a Harvey que moviese un brazo para saludarlo. El bebé lo hizo.

—¡Ahora dile "tío Draco"! —pidió, lanzándolo hacia arriba de nuevo. Harvey se rio, volvió a sus brazos, y se fijó en Draco.

—¡Abo!

—¡Muy bien! —Harry lo celebró, abrazándolo. El bebé se retorció, feliz con el gesto.

Draco meneó la cabeza, sonrió sin notarlo, y regresó dentro del cuarto para terminar de vestirse.

0—

Harry lo encontró sentado en la orilla de la cama, minutos más tarde, batallando para secarse el cabello. Se acercó despacio, le rodeó el cuello con los brazos, y utilizó magia no verbal para ayudarlo con los mechones húmedos. Draco lo observaba desde abajo, por el ángulo.

—¿Y la cosa?

Su novio rodó los ojos y soltó un bufido de risa.

—Está viendo girar los leones de su móvil —explicó, encogiéndose de hombros. Cuando menos se lo esperaba, Harry se inclinó para besarlo. Sonreía al apartarse, aunque sólo fuese por un instante. Juntó sus frentes después—. Mione avisó que ya van a venir a buscarlo. Sobrevivimos un día, eh.

Draco suspiró de la forma más teatral que era capaz. Y eso ya era decir bastante.

—Creí que no lo lograríamos.

Harry se rio de nuevo y le dio otro beso. Jugaba con su cabello ya seco, enroscando mechones rubios en sus dedos.

—No estamos listos para un bebé, ¿cierto?

La expresión de horror de Draco debió contestar por él, porque Harry no hizo más que reírse y seguir besándolo. Se apartaron al oír la chimenea.

—Son ellos, va-

El grito de Ron podría haber sido comparado al de una banshee.

—¡¿POR QUÉ MI BEBÉ ESTÁ FLOTANDO?!

Harry y Draco se observaron. Medio segundo después, ambos corrían hacia la sala.

Hermione aún estaba junto a la chimenea, con una mano sobre la boca y la varita en la otra, a pesar de no llevar a cabo ningún hechizo. Ron hiperventilaba.

—¡Harvey, Harvey…! Aquí está papá, tranquilo- tranquilo, ¡aquí está papá! —decía, persiguiéndolo por la sala, con las manos en alto para atraparlo si caía—. No te voy a dejar con tu padrino Harry nunca más, calma, calma- ven- ven aquí- oh, Merlín…

Draco pensó que podía desmayarse. Harry se unió a la persecución del bebé flotante, mientras Harvey movía brazos y piernas, riéndose. Como si todavía estuviesen jugando.

Hermione se acercó a él, con una expresión indecisa. Intercambiaron un cabeceo, a manera de saludo.

—¿Cuánto tiempo crees que tarden en notar que es un estallido de magia de Harvey? —Le preguntó la bruja.

Draco lo sopesó, observando al dúo que seguía al bebé. Harry saltaba, en vano; era demasiado bajito. Ron acababa de subirse a un sofá y mantenía los brazos en alto. Los hechizos para atraerlo no servían, y Harvey parecía indispuesto a bajar tan pronto.

Suspiró.

—Con esos dos, nunca se sabe.

Ella soltó una risita.

—¿Estuvieron jugando a lanzarlo al techo y ponerlo a flotar? —Al escucharla, Draco apretó los labios y procuró poner una expresión que no lo delatase. Hermione se inclinó más cerca—. Yo también lo hago, tranquilo. Sirve para que pare de llorar, y le gusta mucho. Pero nunca frente a Ron, porque se pone…

Apuntó hacia adelante. Ron lloriqueaba, al borde de la desesperación, llamando a su hijo. Harry miró hacia ellos, suplicando con los ojos que alguno le dijese qué hacer.

Tras un rato más de persecución, Harvey, por sí mismo, empezó a bajar. Evadió a su padre y padrino, riéndose, y se dirigió hacia Draco a tal velocidad que se habrían estrellado, si él no estiraba los brazos para atraparlo.

El bebé siguió riendo, mientras buscaba un mechón rubio al que jalar.

Ron y Harry se veían igual de estupefactos.

—Creo que Harvey eligió a su tío favorito —Hermione le palmeó el hombro y se encogió, en señal de disculpa, cuando Draco ahogó un quejido por el tirón a su cabello.

Harvey alzó la cabeza lo justo para observarlo y se carcajeó.

Sí, esa criatura planeaba el dominio mundial, lo tenía claro. Pero lo hacía bastante bien. Draco tendría que guiarlo; supuso que era su tarea como nuevo "tío favorito".