Disclaimer: los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la trama a JAnnMcCole, yo solo traduzco. Bienvenidos a la secuela de Despiadados, si no la han leído, necesitan hacerlo. Gracias a las/los que me siguen leyendo :)

Capítulo uno

Sr. y Sra. Jekyll y Hide

"Cada asesinato impune le quita algo de seguridad a la vida de cada hombre." ~Daniel Webster

BELLA

"¡Ahí lo tienen, América! Es oficial. El senador Daniel Hale es el candidato republicano de este año y posiblemente futuro presidente. Como el favorito de las primarias, estas noticias no deberían sorprender a nadie. Esta noche dará su discurso de victoria en la Gala solidaria organizada en la Mansión Cullen. Su única hija, Rosalie Lillian, está casada con Emmett Cullen desde hace cuatro años. Esta noche, celebran, mañana, tiene trabajo por hacer si quiere derrotar al actual presidente, Franklin Monroe."

—Tienes trabajo que hacer —dijo Mina, nuestra estratega política, mientras apagaba la televisión de la sala.

—¿Qué? Todos me aman —respondió el senador Hale, sonriendo hacia el televisor desde su asiento—. Gané por mayoría.

Carlisle sacudió su cabeza, sirviéndose un vaso de brandy.

—Eso es porque todos los demás candidatos eran unos idiotas.

—O no lo suficientemente ricos para hacer una mejor campaña —añadió Jasper, mordiendo su bife.

—Todo eso es verdad, sí —dijo Mina, mientras caminaba alrededor de la mesa por detrás de la silla de Rose—. Pero, aunque la gente te ame, el problema es su alteza real aquí.

—No he hecho nada. —Rose le fulminó con la mirada.

Edward y yo habíamos estado intentando mantenernos fuera de esto. Mientras menos nos involucrábamos durante las elecciones, menos probable que la gente se pregunte por los favores que podríamos haber hecho. Desafortunadamente, los Hale eran unos idiotas políticos sin idea sobre cómo funciona el sistema. Siendo honesta, me sorprendería si supieran dónde se encuentra la Casa Blanca. Era la razón por la que había contratado personalmente a Mina; la chica era un animal político y haría lo que fuera para ganar. No podía odiar a alguien que sepa hacer su trabajo. Por los últimos seis meses, prácticamente había vendido su alma para destruir al candidato que se metía en su camino. Edward la llamó nuestra pequeña pitbull.

—Ese es el problema —espetó Edward, cortando su cordero—. La gente piensa que eres una perra fría, sin cerebro ni corazón, con un esposo millonario y un padre poderoso. No les agradas y seguirá así hasta que dejes de mostrarles lo que eres realmente y comiences a mostrarles lo que ellos quieren que seas.

—No lo podría haber dicho mejor. —Suspiró Mina—. La gente no solo elige a un presidente, elige a una primera familia. Les gusta tu padre, les gusta tu madre, y tú eres la oveja negra que necesita ser teñida de blanco.

—Suficiente —dije, hablando por primera vez desde que nos sentamos para esta estúpida cena. Pero Esme insistió que comiéramos antes de la Gala, viendo que éramos los anfitriones y solo tendríamos tiempo de beber champagne junto con los invitados.

—Yo me encargaré de Rose. Sigue trabajando con los demás —añadí, tomando mi copa de vino; esto me tomará toda la noche.

—¿Tú? —preguntó Emmett, preocupado, pero algo entretenido.

—Si, yo, perra —espeté, enderezándome—. Ya sabes, la mujer que el público ama. La mujer que pestañea hacia las cámaras, y se sonroja a tiempo. La mujer que dona mucho dinero a muchos niños que quieren crear una biblioteca en mi nombre. Sé cómo actuar en público, tu esposa, por el otro lado, necesita unas cuantas lecciones. Deberías estar contento que no la haya tirado por un puente solo para el voto de lástima.

—No lo harías. —Se puso de pie rápidamente la Sra. Hale.

—Lo haría. —Suspiró Esme, odiando cuando peleábamos en la cena. Pero uno pensaría que ya estaría acostumbrada. ¿Cuándo no peleábamos en la cena?

—También lo disfrutaría —rio Alice, demostrando una vez más que comenzaba a gustarle la sangre. La tomé y la arreglé. Estaba por convertirse en lo que debía ser.

—Somos familia…

—No, nosotros somos familia. —Edward señaló entre él y yo—. Tú eres una pieza de ajedrez, una piedra pavimentando nuestros objetivos, Sra. Hale. Tú no tienes otro valor más que ser un lindo acompañante de tu esposo. Hay muchas rubias en el océano para reemplazarte. Así que, cuida tu vida y siéntate, antes que no tengas piernas para hacerlo.

Al perecer, tenía algunas neuronas en su cabeza, porque se sentó lentamente. Para una mujer de su edad, era algo ingenua. Pensaba que podía salvar el mundo si trabajaba lo suficiente en ello. La Santa Hale hacía esto no porque no tuviera opción, sino porque, así como esto era nuestro show, quería llegar a la Casa Blanca. Quería ser la primera dama para así poder ser la imagen del cambio educacional y ambiental. Era mi mano la que le daba de comer, y si me mordía, le cortaré la cabeza y la pondré sobre un maldito mástil.

—Bueno, entonces, senador, deberíamos repasar su discurso otra vez —le dijo Mina mientras escribía en su iPad.

—Creo que los acompañaré. —Sonrió nerviosamente la Sra. Hale antes de salir.

—Son mis padres, ¿podrías evitar amenazarlos? —siseó Rose entre dientes, haciendo que Emmett tome su mano.

—¿Por qué? Te amenazamos a ti, y solo te casaste a la familia. —A veces deseaba poder hacer más que amenazar.

Rose echó un vistazo hacia Esme y Carlisle, que parecían tener una conversación privada, antes de lanzar su servilleta sobre la mesa, como la niña mimada que era. Esme y Carlisle no podían hacer una mierda, ni lo harían. Mientras le demos una persona a quién matar, o un distrito para controlar las drogas, Carlisle estaba bien. Esme… bueno, Esme era feliz cuando Carlisle lo era, y mientras pueda organizar todas las fiestas que quería.

—Esta familia está demente —espetó, caminando hacia la puerta—. Se supone que debemos apoyarnos y protegernos el uno al otro. Y, aun así, todo lo que hacen es recordarnos que no dudarían en matarnos.

—Aparentemente no lo suficiente. —Edward entrecerró los ojos, mientras se ponía de pie. Sus ojos se ensancharon cuando él comenzó a acercarse a ella, pero Emmett se interpuso entre ellos rápidamente.

—Apártate, hermano, no la voy a lastimar —dijo tan suavemente que me hizo estremecer.

La mandíbula de Emmett estaba tensa. Solo dio un paso hacia la derecha, permitiendo que Edward esté frente a ella.

—Todos los días te quejas con nosotros, y todos los días, logras despertarte. Eso no es suerte, ni siquiera es la voluntad de Dios; es porque eres familia. Esa es la única razón que no se te haya arrancado la lengua. Estás viva por mi hermano, al que he aprendido a querer, fue tan estúpido como para enamorarse de ti. Con los años se te ha dado la libertad de hablar, pero ahora te la quito. —Tomó de sus mejillas y Emmett se estremeció como si lo hubieran tocado a él—. Nunca más vas a decirme cómo debe ser esta familia. Porque si lo haces, Rosalie Cullen, no habrá suficiente amor en el mundo que te proteja.

Cuando se apartó, ella se notaba más pálida que el vestido blanco que tenía puesto.

—Quizás deberíamos descansar en privado por el resto de la noche antes de la Gala —dijo Esme, caminando hacia Edward, envolviendo su mano alrededor de su brazo mientras lo echaba hacia atrás, dándole a Emmett un momento con Rose.

—Excelente idea, madre. —La besó en la mejilla, antes de volverse hacia mí con lujuria en los ojos—. ¿Esposa?

Cada vez que demostraba su gran poder a los que le rodeaban, sentía la necesidad de cogerme duro. Sin embargo, no era su perra, y no iba cuando me llamaban. Además, tenía mi noche planeada.

—Puedes encontrar el camino a nuestra habitación, amor. Rose y yo vamos a trabajar sobre arreglar su apariencia en público. —Sonreí, poniéndome de pie.

—Creo que Rose ha tenido suficientes lecciones por el día —comentó Carlisle, observando a la pálida mujer en los brazos de Emmett. Me ponía enferma; lucía como una de esas chicas estúpidas de las portadas de novelas románticas.

Dándole un apretón a su hombro, me incliné para besar su mejilla.

—Lo que piensas solo importa cuando te lo pedimos, padre. Volveremos a tiempo para irnos. Con suerte esto no tomará mucho —dije caminando hacia Rose y tomando su mano. Ella me miraba como si hubiera perdido la cabeza.

—¿Debería ir también? —preguntó Emmett, lo que era código para "no te vas a ningún lado con mi esposa sin mí".

Mirando a Rose a los ojos, le dije la verdad.

—Rose no quiere que vengas. O al menos eso es lo que ella le dijo a Angela cuando le contaron sobre nuestros planes para esta noche.

Ella estaba tan confundida, como debería estarlo, cada vez que mencionaba a Angela, que se tensaba e intentaba cambiar de tema. Angela para ella era un espejo, siguiéndola por todos lados a diario.

—Estaré bien, Emmett. —Sonrió, soltándolo.

—¿Puedo ir? —preguntó Alice con emoción, haciendo que casi se caiga de la silla. Jasper sonrió en su dirección, envolviendo un brazo alrededor de su cintura. Ella lo fulminó con la mirada, pero no lo apartó. La terapia los estaba ayudando… lentamente, pero los ayudaba.

—Lo siento, A, es una reunión privada —contesté y, antes que pudiera irme, Edward me jaló hacia él tomando de la mano que sostenía la de Rose, haciendo que la suelte.

—¿Qué planeas, amor? —susurró, besándome profundamente cuando abrí mis labios para responder.

—Ya te enterarás —respondí también en susurro—. Angela tiene nuestras prendas seleccionadas ya, viste esas y no te quejes de lucir como un pingüino.

Con eso, lo dejé atrás con el resto de la familia, sabiendo bien que Rose me seguiría. Toda esta noche había salido tan perfecta que pensarías que podía ver el futuro. Con cada día que pasaba, Rose se estaba volviendo un gran problema. Ella no parecía entender el mundo a su alrededor. No podía ver la imagen completa y mientras más ciega esté con la realidad de nuestras vidas, más responsabilidad cargábamos. La familia para nosotros lo era todo. Pero, también era lo que nos podía hundir.

La policía no derribó a los mejores jefes en la historia; fueron sus familias, las personas que ellos proveían y protegían. Eran los idiotas que tenían suerte de compartir ADN o tener un anillo en sus dedos. Ellos disfrutaban de las recompensas, el dinero, la fama, y el respeto. Pero ninguno de ellos entendía lo frágil que todo era, especialmente las esposas. Nuestro eslabón más débil era Rose. Ella era esa persona y más me valía que no la dejaría seguir así.

Nos tomó semanas a Edward y a mí planear exactamente lo que queríamos. Fue como si nos despertamos una mañana y dijimos "poseamos a la Casa Blanca". Pensamos una y otra vez sobre si usar al senador Hale o no, porque ya de por sí era cercano a la familia. Pero, esa era la razón por la cual era perfecto.

—¿A dónde vamos? —preguntó Rose una vez que llevamos al garaje. Jacob me tendió las llaves de mi Aston Martin blanco antes de darme una pistola.

—Entra al auto, Rose —fue todo lo que le dije, pero ella estaba paralizada con los ojos aun pegados al arma en mi mano—. Jacob. —Suspiré, ubicándome en el asiento.

—¡Suéltame! —gritó Rose mientras él la tomaba y la obligaba a entrar al coche. Ni bien cerró la puerta, presioné el acelerador—. ¿Qué mierda quieres conmigo, Isabella? —chilló.

—Quiero que seas una Cullen, no una Hale —contesté, relajándome en mi asiento.

—¿Qué carajos significa eso? Soy una Cullen, lo era antes que tú, ¿recuerdas? —bufó, mirando por la ventana.

Me reí; ella deseaba tanto sobrepasarme en algo.

—No, eres una Hale escondiéndose en ropa de Cullen. Te quejas como una Hale, te escondes como una Hale, y no tienes cojones como una Hale. Lo que quieres decir que luces como tu madre, pero actúas como tu padre. Demasiado asustada de lo que puedes llegar a ser si tan solo te esfuerzas. Parece que Edward y yo tenemos que enseñarle a toda tu familia cómo tener huevos.

—Gracias, Obi Wan Kenobi, pero no necesito ni quiero tu ayuda. ¡Llévame a casa o caminaré! —gritó.

Puse los ojos en blanco mientras conducía hacia el bosque cerca de la ruta.

—¿En un par de Jimmy Choos de setecientos dólares? Qué momento lindo sería.

—Cualquier que sea el juego….

—No me ando con juegos, Rose. Los juegos son para los niños. Trabajo, todo el puto día estoy trabajando. Trabajo tanto así esta familia, nuestra familia, puede mover montañas. Trabajo tanto así nunca me falta nada, así obtengo lo que deseo. Ahora mismo, trabajo en ti, así que cállate. —Quería romperle el maldito cráneo.

Por suerte no dijo nada y llegamos a nuestro destino: el acantilado que se encuentra sobre el hermoso lago Michigan.

—Lo siento, no pateo para ese lado, pero es una buena vista para una cita —bromeó, pero yo no estaba siendo graciosa para nada.

—Sal, Rose. —Me miró con odio como siempre, pero hizo lo que pedí.

Yendo hacia la parte trasera del coche, abrí el baúl.

—Es tiempo de que crezcas, Rose.

—¿Sabes qué, Isabella…? —Se detuvo al momento que bajó la vista y vio al hombre acurrucado y desnudo.

Alejándose lentamente, se cubrió la boca y sus ojos se llenaron de lágrimas. El hombre luchó contra las cadenas y gritó contra la mordaza en su boca. Con cada sonido que hacía, Rose temblaba tanto que vomitó todo lo que acababa de comer mientras sollozaba.

—Ya volvemos, reunión familiar —le dije antes de volver a cerrar el baúl. Sentándome encima, la observé mientras intentaba calmarse.

—¡¿QUÉ HICISTE?! —gritó.

Pensé que era obvio.

—Él es uno de los que te violó, ¿o no? ¿Matt, el mejor amigo de Royce? Lo traje aquí para ayudarte.

—¡No me estás ayudando! ¡No necesito de tu ayuda! ¡Jamás pedí tu MALDITA AYUDA! —rugió, haciendo que todo su cuerpo comience a temblar.

Suspirando, me hice hacia adelante.

—No se lo dijiste a nadie, solo a mí. Ni a Emmett, ni a Esme, ni siquiera a tus padres. Busqué tu historial personalmente. Busqué por todo el ciber universo y encontré un kit de violación, a nombre de Halle L. Rosen. Ella era de tu altura, mismo tipo de sangre, color de cabello, e incluso color de ojos. HLR, ¿tus iniciales al revés? Estabas tan asustada y no se te ocurrió una mentira mejor. Tus padres en ese entonces no eran nadie, pero a punto de ser alguien. Fuiste al hospital e incluso hiciste una denuncia policial. Todo eso fue encontrado fácilmente, una vez que conseguí el nombre. Cada año, en el aniversario, terminas en el hospital por vómitos violentos y pérdida de peso…

—¡CÁLLATE, BELLA! —Intentó taparse los oídos como si eso fuera a ayudar.

—Cada año, esperas que alguien haga las conexiones. Que te dé justicia, que te ayude, es por eso que viniste a mí…

—Fui hacia ti porque no SALÍAS DE LA CAMA! —chilló.

—Viniste a mí, porque Angela habló contigo. En el fondo querías esto. Pedias esto a los gritos. Querías que los encontrara, pero no querías que vayan a la cárcel. Los querías muertos. Querías que sufran como sufriste tú. Viniste a mí, así podía convertirte en una maldita Cullen. —Salté del baúl y la tomé de los brazos, obligando que se destape los oídos.

»—Esperas que alguien te salve, pero nadie puede hacer eso. Tienes que salvarte a ti misma. Puedo ayudarte. Pero no puedo salvarte, Rose. Eres una maldita Cullen. Jamás somos víctimas; somos los victimarios. La penalidad por venir tras nosotros es, y siempre será, la muerte. Es hora de tu venganza. —Lucía tan perdida mientras le tendía el arma.

—No soy como tú, Bella. No puedo matar a una persona. No soy una asesina. Esta no es la justicia que quería —susurró, mintiéndose a sí misma otra vez.

Odiaba a los mentirosos. Volviendo hacia el baúl, lo abrí y el estúpido cerdo chilló de nuevo.

—Parece que volverás a Cancún. No te preocupes por la chica que violaste y asesinaste allí, nos aseguramos de limpiar todo. Sus padres la velarán este fin de semana…

—¿Qué haces? ¡No puedes liberarlo! —gritó Rose, por todavía sin poder a acercarse al auto.

—Querías justicia, bueno, de acuerdo con la ley, esto es justicia. Hay un plazo de prescripción en violaciones cuando no se reporta. Halle L. Rosen no es tu nombre verdadero, tu caso sería desestimado. No voy a matarlo. Él no es mi demonio. Así que mis manos están atadas —anuncié, sacando al cerdo de la baulera, que ofrecía su mano ansiosamente. Sonreí hacia sus manos atadas—. Pobre elección de palabras, ¿no?

Rose no dijo nada, así que seguí presionando.

—Espero que esto sirva de lección. Pero, lo dudo. Los cerdos como tú no pueden evitar revolcarse en el barro. ¿Dónde te esconderá Royce una vez que le cuentes? Él es el que te envió a México después que Rose se convirtió en una Cullen, ¿o no?

Sacándole la mordaza, intentó hablar, pero Rose colocó la pistola contra su cabeza.

—No hables, solo corre lejos —fue todo lo que le dijo.

¿En serio, perra? Mátalo.

El cerdo ni siquiera esperó a que le desate las piernas, antes de intentar correr.

—Recuerda que no es no. —Fruncí el ceño, y justo cuando me había dado por vencida con ella, apretó el gatillo. No una, ni dos, sino que vació todo el cargador en su cuerpo—. ¡NO ES NO! ¡DIJE QUE NO! ¡DIJE QUE NO! —gritó antes de colapsar contra mí. No me gustaban los abrazos, así que la dejé que me abrazara la cintura mientras le daba palmaditas en la cabeza.

—Una Cullen, de pies a cabeza.

EDWARD

—¿Estás seguro? —pregunté, arreglando mi corbata.

—Edward, lo chequeé un millón de veces, esta foto fue tomada hace seis meses. —Jasper suspiró por el teléfono—. Anna, de Interpol estará en la Gala, ella puede confirmártelo.

No era que no le creía. Era le hecho que no quería lidiar con esto. No quería pasar mis días y mis noches intentando descubrir el misterio que era la madre de Bella. No quería que esta foto fuera real, porque ahora tendría que contarle a mi esposa por qué le he estado ocultando la verdad. Ella había investigado una y otra vez, pero no encontró nada porque hice que Jasper borrara todo lo que él encontró primero, antes que pudiera ella. Ella pensaba que trabajaba con él, pero la verdad era que él hacía todo lo posible para detenerla.

Al final, ella llegó a la conclusión de que Aro le había mentido. Desafortunadamente, no era así. Odiaba cuando los mentirosos comenzaban a decir la verdad, era malo para el negocio. La madre de Bella estaba viva, y bastante viva se podría decir. Lo último que encontramos era que se encontraba al sur de Francia, pero dudaba que siguiera allí.

Pellizcándome el puente de mi nariz, intenté respirar. El problema estaba allí, pero era demasiado pensar en ello.

—Edward, Rose está bien… ¿cierto? Isabella dijo que nos veríamos en la gala, pero no he escuchado nada de ella en tres horas. Emmett está entrando en pánico. —Tosió Jasper, dejándome saber que Emmett estaba en la línea.

Que Bella mate a Rose era el último de mis problemas ahora mismo.

—Ella no la matará… —Me detuve—. No la matará sin antes hablarlo conmigo. Deja que Emmett meta la mano en sus bóxers y encuentre sus pelotas.

Hubo un clic en la otra línea y no pude evitar sonreír.

—Estamos aquí, señor —anunció mi chófer y solo asentí, señalándole para que abriera la puerta.

—Jasper, no hables de esto con nadie. —No debería ni recordarle de esto, pero me sentía mejor si lo hacía. No era como si lo dejara estar cerca de Bella a solas de todas formas. Ella podía atacarlo y él no intentaría nada, pero disfrutaba amenazarlo cada vez que se acercaba demasiado a mi esposa. Los únicos sentimientos que debería tener por ella era miedo y respeto.

—¡Sr. Cullen! —llamaron las bestias con cámaras una vez que salí del coche. Ajustando mi chaqueta, los saludé, sonriendo con mi sonrisa de niño lindo… se lo comieron como a una torta.

—¿Quién es este apuesto caballero? —Una mano se deslizó por mi espalda y la giré hacia mí, inclinándola hacia atrás para besarla.

—Edward Cullen, ¿y tú eres? —Sonreí mientras ella ponía los ojos en blanco.

—Isabella Cullen, ¿puedes ponerme de pie ahora, por favor? —preguntó con dulzura, haciendo que los buitres se rieran.

Se sonrojó tanto que su rostro hizo juego con su vestido.

—Como pueden ver, amo este color en ella. —Sonreí, acercándola a mí y susurrando—: ¿Dónde has estado, amor?

—Ahora no, Edward —dijo detrás de su sonrisa antes de volverse hacia las cámaras.

—Sr. y Sra. Cullen, muchos dicen que es su apoyo al senador Hale que lo ha llevado a donde se encuentra. ¿Votan por él solo por su cuñada? —preguntó un reporto.

—Por supuesto que no —respondió amablemente Bella—. Apoyamos al senador Hale porque pensamos que es el mejor para el rol. Es amable, extrovertido y trabajador. Pero por sobre todo eso, sus políticas es lo que apoyo.

—El año pasado, su padre fue asesinado en un atentado en Turquía, por el cual nadie fue condenado. Si el senador Hale se convierte en presidente, será el primer presidente republicano devotamente en contra de la pena de muerte y contra la guerra. Víctimas de terrorismo, como su padre, no tendrán justicia —anunció y sentí la urgencia de meter una bala entre sus ojos.

—No puedo hablar mucho sobre la guerra, pero como católica, no creo en la pena de muerte. Aun así, guardemos todas las preguntas políticas para el candidato. Soy una votante como todos ustedes. —Le guiñó el ojo y parecía que él estaba a punto de correrse en sus pantalones.

—Estoy totalmente de acuerdo con mi esposa —agregué como si estuviera leyendo un recordatorio, haciéndolos reír.

Solo nos quedamos allí por un segundo más antes de dirigirnos hacia adentro. Encontré a Anna enseguida. No debe haber estado aquí por mucho tiempo, técnicamente no debería estar en absoluto, pero trabajaba para nosotros por una razón. Cuando yo llamaba, ella respondía.

—Ya vuelvo, amor —murmuré en su oído antes de besar su mejilla.

Ella llevó su vista hacia la rubia del fondo.

—Tenías un gusto por las rubias, ¿o no?

—Ella no es… —Suspiré—. Lo explicaré después.

Esperaba que estuviera celosa.

Besando a Bella una vez más, me encaminé hacia la rubia. Asentí hacia Anna para que me siguiera por las escaleras. Abandonando al pobre idiota con el que coqueteaba, intentó no ser vista mientras me seguía.

—Habla rápido —le dije mientras bajaba la vista a mi esposa.

—Qué bueno verte, Cullen. ¿Te cortaste el cabello? Es lindo…

—Anna.

Soltó una risita.

—Pasé la foto por la base de datos de la Interpol, y está viva. Se hace pasar por Renée DeRosa. Mis contactos dicen que es la mejor asesina a sueldo de la parte oriental del mundo. Su padre, Orlando DeRosa, no ha sido visto en la superficie en diecisiete años.

—¿En la clandestinidad?

—Clandestinidad —confirmó—. Él es el Capo de la droga más despiadado en Europa y Brasil. Usaba a los Volturi como imagen para mantenerse escondido. Ha habido muchos reportes y denuncias contra él, pero el hombre es jodidamente intocable. Renée se deshace de la competencia y todos los que quieren llegar allí. —Me tendió una memoria USB—. No hay nada confirmado, pero puedo apostar que ella es la que mató a cada persona en esa lista. Suele dejar sello personal en las escenas.

—¿El cual es…?

—Guantes blancos. No tengo idea de lo que significa, pero…

—Eso es todo, Anna —la interrumpo.

—Edward, si vienen por ti, puede que tengas que echarte atrás. Ustedes son todos unos dementes, pero las cosas que hace los DeRosa…

—¿Ves esa mujer allí? —pregunté, mirando a mi esposa.

—¿Tu esposa? —Frunció el ceño.

—Ella tiene todo el derecho de saber quién es su madre realmente. —Incluso aunque la vaya a volver loca.

—Mierda.

Exactamente lo que pienso.

No estaba seguro de qué se venía, pero sí que provenía del infierno. Por ahora, no podía pensar en ello. Por ahora, tendré que encerrar al monstruo que solo quería prender fuego a mi suegra dentro de mí. Tenía que fingir ser un miembro honorable de la sociedad que no creía en la pena de muerte y que iba a misa los domingos. Seré Dr. Jekill hoy y mañana me convertiría en Sr. Hyde. Alguien tenía que saber más e iban a hablar.

Cuando los ojos de Bella se encuentran con los míos, apenas podía imaginar el monstruo que saldría cuando lo sepa.

Ella me va a matar.