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Capítulo 6:

Harvey Dent o, como a muchos les gustaba llamarle Dos Caras, sabía que a Jim Gordon le gustaba meterse donde nadie le llamaba. Y al parecer no aprendía la lección, no importaba cuántas veces saliese perdiendo. Como todo el departamento de policía de Gotham y toda la fiscalía, había llegado a considerar a Jim Gordon un dios. Ese hombre se había enfrentado a los mismísimos Carmine Falcone y Victor Zsasz sin respaldo, porque seamos sinceros, Harvey Bullock no contaba, ese hombre era uno de los más corruptos de todo el departamento. ¿Cómo había terminado de compañero del incorruptible detective? Nadie lo sabía.

Jim Gordon era resistente. Villano tras villano, él los había ido derrotando a todos, incluso a sus exnovias. Porque, por alguna razón desconocida, las novias de Gordon siempre terminaban volviéndose villanas, así como sus más allegados. Por eso no es de extrañar que sus hijos también se vuelvan villanos.

Harvey Dent sabía que no era del agrado de Gordon. El detective, ahora comisionario, había intentado encerrar a varios de los villanos que Harvey, deliberadamente, había dejado en libertad. No podía controlarlo, su moneda decidía el destino de los casos. Todos los hombres nacían con testículos, pero algunos carecían de pelotas. Esa frase la decía Harley a menudo y Harvey, al pensar en Jim Gordon, supo que ella tenía razón. Jim Gordon siempre había sido todo aquello de lo que Harvey carecía. Tanto en la vida profesional como en la personal.

Y cuando Jim fue a su despacho, diciendo que quería adoptar no uno sino cuatro niños casi adolescentes, Harvey se echó a reír pensando que era una broma. Pero la cara del detective había permanecido seria. Entonces Harvey lo miró como si se hubiera vuelto loco. Le pasaba a los mejores de Gotham, tarde o temprano les invadía la locura o se marchaban de la ciudad para no volver antes de que la locura les invadiese. Pero en aquel momento Harvey no podía entenderlo ¿por qué adoptar a cuatro niños mayores cuando claramente nadie quería hacerlo? ¿Ese hombre sabía la responsabilidad a la que se estaba enfrentando? ¿Los constantes problemas que iba a tener? ¿Qué su vida cambiaría completamente y no habría marcha atrás?

Jim Gordon debía de haberse vuelto loco, no había otra explicación. Pero no, Jim siguió insistiendo en que eso era algo que él debía hacer porque habían sido sus casos y él no los dejaría en la calle. Vacilante, decidiendo por sí mismo, Harvey había decidido firmar los documentos necesarios para que Jim pudiese adoptarlos a todos. La ley estatal decía que los trámites se agilizarían si los niños eran mayores, estaban de acuerdo ambas partes: tanto Jim como los niños, aunque sospechaba que no habría problemas en este caso y nadie más quisiese la custodia de los niños. La razón era simple: no había recursos suficientes para todos y las parejas siempre preferían a los niños pequeños, cuanto más pequeño y adorable fueras, más probabilidades había de que te adoptaran. Una vez dentro del sistema, siempre en el sistema, decían los niños, por eso muchos de ellos se marchaban cuando cumplían catorce o quince años y empezaban a ganarse la vida como pudiesen: algunos con trabajos honestos, otros en pandillas y mafia.

Había escuchado la extraña relación que Jim tenía con el Pingüino y eso lo volvía indeciso, no quería que esos niños estuvieran bajo el cuidado de la mafia, pero Jim le había vuelto a sorprender. Él ya no vivía para él, sino para sus hijos y quitándose todo tipo de caprichos que su vida como soltero le permitía, había conseguido ahorrar lo suficiente para que pudieran llegar a fin de mes, aunque a veces había tenido que conseguir un segundo trabajo como camarero. Compaginaba ambos quitándose sus días libres y su horario siempre era en el horario de escuela de sus hijos.

Eso era algo que sus hijos jamás debían saber, Jim le había hecho jurar que jamás les diría todos los sacrificios que tuvo que hacer por ellos. A veces Harvey quería decírselo simplemente para molestarles y llamarles desagradecidos, pero no quería romper la poca confianza que Jim tenía en él. No quería que Harley tuviera razón sobre él.

Pero lo cierto es que él no podía compararse con Jim Gordon. Ni siquiera Batman podría compararse con Jim Gordon. Jim había hecho más por Gotham y por sus habitantes que nadie. Jim Gordon era un dios sin disfraz, que ofrecía benevolencia. Porque dios no puede ser benevolente o todopoderoso. En eso, Luthor tenía razón.

Gotham nunca necesitaría a Batman, porque ya tenía a Jim Gordon, pero durante algunos años, Jim ha estado cansado, ya no persigue a los criminales como antes y no es por la edad. Harvey cree que sabe lo que le pasa: se está rindiendo, por eso deja que otro le facilite el trabajo, por eso se alía con Batman para detener a los criminales, porque es muy duro ponerle las esposas a tu propio hijo.

Harvey sabía desde el primer momento que Jim decidió adoptarlos, que su familia iría antes que cualquier trabajo. Había decidido no ponerles el apellido Gordon para que pudiesen conservar sus raíces, aunque Harvey les ofreció unir ambos apellidos con un guion. Jim descartó la idea, diciendo que él no era tan importante para que los niños llevasen su apellido, que a sus ojos ya era sus hijos y sólo quería ofrecerles un hogar de forma oficial.

Harvey sabía que nunca conocería a nadie como a Jim Gordon, incluso ahora que la gente de Gotham parecía haberse olvidado de él, prefiriendo a Batman en su lugar. Harvey siempre escogería a Jim porque él era real, mientras que Batman era sólo teatro. Harvey nunca podrá perdonar a Batman por meter en Arkham a Victor Freeze. Con un buen abogado, las razones de Freeze de delinquir se convertirían en legítimas y si Freeze cayese en Arkham, Harvey se aseguraría de que Batman también lo hiciera. Aún podía recordar las habladurías en la comisaría, cuando Jim casi se volvió loco intentando encontrar a un médico para que extirpasen el cáncer de Nora. No pudo encontrarlo en ese entonces, puesto que la tecnología era más obsoleta que la actual. Jim siempre daba lo mejor de sí mismo.

Viendo la reunión semanal en el Iceberg Lounge de los hijos de Jim, como levantaban la copa brindando en honor a su padre, algo que dejaban muy claro al resto de villanos cada vez que podían, lo unidos que estaban y lo felices que eran, viendo la silla vacía con el nombre de Jim en ella y la mirada de melancolía y dolor en ellos, Harvey supo que Jim había sido lo que esos niños habían necesitado. Jim había sido un buen padre para todos ellos.

Lo hiciste bien, Jim. Le escribió un mensaje en el móvil, rara es la ocasión en la que lo hacía.

El pitido sonó muy cerca y Harvey apartó la mirada de la escena, para dirigirla hacia un cansado comisionario que veía a sus hijos y la silla vacía. Jim se echó a llorar y sus hijos, sin pensarlo ni un instante, se levantaron a la vez. Y allí estaban Catwoman, Poison Ivy, Bridgit Pike y Jonathan Crane, abrazando a Jim Gordon, todos llorando, en medio de un abarrotado Iceberg Lounge.

Fue un movimiento lo que llamó su atención. Oswald se estaba guardando el móvil en el bolsillo. Harvey había pensado que Jim estaba allí por un caso, pero ahora estaba convencido de que el Pingüino le había llamado. Esos dos seguían en contacto después de todos estos años. No sabía de qué se sorprendía, Oswald también era padre y sabía o se imaginaba lo que Jim había estado pasando durante todos estos años.

Harvey cogió la copa y le hizo un saludo al Pingüino, Oswald asintió con la cabeza devolviéndole el gesto. Si Harvey y Oswald hicieron una foto de ese momento, nadie salvo ellos, tendría que saberlo.