Los personajes usados le pertenecen a Masashi Kishimoto NO a mí. La historia SÍ es mía y NO la pueden copiar.

OoC tal vez. Universo Alterno (AU), TWOSHOT (DOS CAPÍTULOS)

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Tacones rojos

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Estiró la espalda perezosamente sobre la silla, quitándose a la vez los lentes ópticos que ya comenzaban a marearlo de tanto uso.

Ninguna palabra.

Nada.

Desde la posición observó con detalle la pantalla en blanco que le ofrecía el notebook. Había escrito el título, lo borró a los dos segundos, trató de empezar por el final, también lo desechó al instante cuando no quedó lo suficientemente satisfecho. Ninguna idea, aunque fuese vaga o fugaz, venía a su cabeza como las veces pasadas cuando se le hacía óptimo deslizar los dedos por el teclado. Finalmente se levantó de la cómoda silla notando el temblor característico en sus rodillas, un decaimiento por estar en la misma posición por casi dos horas, las piernas lo guiaron hasta el pequeño balcón del departamento donde un cenicero y un cigarrillo de "escape" le esperaban en la pequeña mesita de adorno -la que nunca ocupaba, por cierto-. Así le llamó su asistente personal, prohibiéndole fumar más de un cigarrillo diario, posicionando sólo uno si es que se encontraba en los límites de la desesperación y no encontraba otra salida que aspirar nicotina. Caminó descalzo hacia el barandal, la brisa veraniega que le dio en el rostro le resultó realmente reconfortante, las luces de la ciudad se veían a lo lejos y el ruido ambiental iba en aumento al ser sábado por la noche, todos reunidos en familia, amistades divirtiéndose, parejas teniendo noche románticas. Teniendo sexo.

Sexo.

—Ugh... —murmuró con el filtro del cigarro entre los labios. Inclinó la espalda hasta dejar reposado los codos en la pequeña baranda y admirar hacia al frente, aún tenía buena vista del panorama, pero pronto no. Ya que un edificio en la primera etapa de construcción le cubriría el atardecer y ubicación de la ciudad.

Para un hombre divorciado ya hace casi tres años, con dos hijos entre medio y una ex esposa complaciente, la palabra sexo. El término. No le provocaba ni cosquillas en el vientre. Desde que descubrió la maestría por la escritura, no se había detenido, hundido en la total depresión y miseria, con visitas semanales para ver a sus hijos y el trabajo exigiéndole dedicación y empeño, el hombre un día se encontró sentado frente a la computadora incapaz de redactar el informe que el trabajo le demandaba. Con los ojos inyectados en ira comenzó a escribir no el informe financiero de la empresa; sino que vivencias reales, sentimientos, emoción. Palabras iracundas dirigidas hacia su ex-esposa, una cobarde -así la llamó muchas veces entre cavilaciones- que desistió y bajó los brazos ante el primer flaqueo del matrimonio, abandonándolo y deshaciendo a la familia que por múltiples amistades y conocidas fue durante años la ideal. Lo hizo y cuando acabó, respirando agitadamente por la nariz, pudo liberar el llanto atrapado y soltar, por fin.

Era un lunes por la noche cuando leía el periódico online y vislumbró en un apartado el concurso de Literatura del semestre. Tenía que inscribirse, enviar el escrito a una dirección de e-mail y ya estaba participando. Lo meditó durante dos horas paseándose por el departamento. Abrió una lata de cerveza y desde la cocina observó el notebook esperando todavía la confirmación de actividad pendiente. Dio un trago a la bebida como buscando en el alcohol la valentía necesaria y se dijo "A la mierda", dando click en enviar, no sin antes cambiar ciertos datos personales. Al final de la historia, escogida de manera aleatoria por él, colocó como firma de despedida: R. Uzu.

"Ramen Uzumaki"

Fue lo único y primero que se le ocurrió.

Se terminó el cigarrillo con deleite y aplastó el filtro repetidas veces contra el cenicero. Giró la cabeza hacia el ordenador.

—Estoy jodido —gruñó. Y lo estaba. La editorial esperaba expectante el proyecto con temáticas romántica que él mismo anunció a través de la asistente. Desde el concurso, cuando se enteró por correspondencia que había ganado el segundo lugar y junto a la inesperada noticia, un cheque por el dinero acordado en las bases y una invitación a reunirse con una editorial que se interesó por el contenido. Querían colocarse en contacto con él.

Desde entonces llevaba editando y escribiendo bajo el resguardo de la conocida empresa. Siempre manteniendo el anonimato. Sus libros habían causado impacto en el género femenino, lo apreciaba en el momento que pasaba por fuera de una librería y tenían de exhibición principal su libro "¿Qué hace después de una ruptura?", lo escuchaba en la fila de supermercado, las chicas y mujeres entradas en edad comentaban que R. Uzu era la novelista número uno en vivencias reales y a veces, crueles. Un divorcio, monotonía, hijos en custodia

Sin embargo, un día ya no dolió más. El ciclo del duelo por el divorcio comenzó a cerrar y él creyó que ya era tiempo de dejar la idea de continuar escribiendo. Sirvió como terapia, como un pañuelo de lágrimas. "No puedes, ya empezaste con esto. ¿No has pensado en acudir al romance? Digo, siempre leemos libros románticos escritos por mujeres... ¿y por qué no de un hombre?" le preguntó su asistente personal acomodándose las gafas. La única persona dentro del círculo que sabía el real género de la aclamada escritora. "Piénsalo de nuevo, Naruto"

Y lo pensó y ahí estaba, con ningún indicio de proyecto novelero.

Naruto tomó una fotografía enmarcada. Él y sus dos hijos sonriendo feliz.

La dejó nuevamente sobre el escritorio, apagó el ordenador y prefirió salir del departamento, tomar el coche para recorrer hacia la vida nocturna. Probando suerte si una idea de "romance" le aparecía como un rayo en la cabeza.

En marcha lenta y poco apresurada; giró en varias calles y avenidas. Se detuvo dos veces afuera de locales donde las mujeres bailaban en un caño, portando escasa ropa y luciendo tentadoras a la mirada masculina. Apenas concibió la idea de utilizar el cuerpo de una mujer como escapatoria a su falta de inspiración la eliminó al instante. Negó con la cabeza y torció la boca en disgusto. Esa no era la fórmula. Reanudó el camino hacia lo desconocido y en variadas ocasiones estuvo tentado en pararse a comer, pero los locales ambulantes repletos por personas le desalentaron y prefirió continuar manejando por otro rato con una música casi inexistente saliendo de la radio, finalmente una cafetería más apartada de la ciudad le obligó a detenerse afuera del estacionamiento. Ya el estómago comenzaba a rugir.

—¿Qué te sirvo? —le preguntó una señora con gesto amable. Ya pasaban de la medianoche y ella sonreía como si el día apenas estuviera comenzando.

El de cabello rubio se rascó el mentón con indecisión, echándole una rápida ojeada al menú.

—Un café y el sándwich de pollo con extra queso —apuntó a la imagen que tenía el precio a un costado, la vio anotar en una pequeña libreta.

—Ya vuelvo, cariño —dijo, llevándose con ella el menú y atravesando la barra para probablemente pedirle al cocinero el pedido del cliente.

Un hombre de cabello plateado limpiaba el mesón central, la barra donde comían y bebían algunos comensales en la mayoría hombres que trabajan en transporte de material y hacían paradas para comer y hacer necesidades antes de seguir el camino a otras regiones. Al rincón una pareja que parecía discutir, levantaba la voz y luego volvían a bajarla enviándose miradas matadoras.

Con un suspiro desganado ladeó la cara hacia el estacionamiento, notando la cantidad considerable de autos que viajaban por la avenida en dirección a la ciudad. Claro, zona de bares, discotecas, pub y mujeres solteras.

La vibración en el bolsillo derecho del pantalón le hizo sacar el celular y verificar el mensaje de texto.

"No me has hablado en tres días, idiota, ¿cómo va el proyecto?, contesta mis llamadas"

Era Karin de nuevo. La maldita historia de amor pendiente.

Apoyó ambos codos en la mesa y dejó caer la cabeza entre las manos, masajeando en el proceso ásperamente la frente.

El tintineo de las campanillas anunciaba de la entrada de un nuevo cliente a la cafetería.

—¡Esto es inaudito, el colmo!

La voz femenina le hizo levantar la vista al instante.

Una delgada mujer vestida con un elegante y ajustado vestido colorido, entraba encolerizada al local llamando la atención de los que comían ahí. Naruto la contempló, en una profunda y cautelosa inspección, que ella caminaba descalza y que un par de tacones rojos bailaban en su mano en cada movimiento que realizaba, apreció el cansancio y la fatiga de la chica al pasar de largo hacia la barra de pedidos y sentarse en el primer banco libre y maldecir entre dientes.

El que la atendió la miró con extrañeza—, ¿mala noche?

La aludida se pasó una mano por la corta cabellera rosada, pasando a llevar el arete colgante que caía de su oreja hasta el casi el mentón y lo observó ofuscada.

—Pésima. ¿Y sabes por qué? vengo caminando desde hace una hora y media porque el maldito auto decidió dejarme botada en medio de la nada —contestó notablemente cabreada—, pero antes de seguir... ¿qué tienes de comer? ¡Muero de hambre!

Su pedido llegó a la mesa en cuestión de minutos, no le prestó la suficiente atención a la comida ya que oía lo que la forastera narraba al camarero de la barra la razón de la furia. No es que fuera chismoso, en realidad sí, pero la apariencia de la mujer le captaba el interés. Se notaba a primeras que venía o iba de una fiesta sofisticada y no coincidía que estuviese en la cafetería rodeándose con personas de aspecto normal que únicamente estaban al paso y, que, además, la poseía un estado de irritabilidad extrema.

Naruto llevó la taza de café azucarado a los labios y le dio un sorbo, sin dejar de observar a la mujer que movía la mano energéticamente.

—¿Un matrimonio? —preguntó el de la barra, ofreciéndole una gaseosa en botella de vidrio y un trozo de torta de chocolate en un platillo de color blanco.

La de melena rosada llevó el tenedor a la boca y saboreó el bizcocho, esperando por hablar—. Una gran boda, ¡qué fue saboteado por un idiota!

Naruto ahogó una carcajada por lo bajo al escucharla, era una escandalosa.

Desde la distancia la oyó contar los hechos precisos que la llevaron a la cafetería. Llevaba esperando por el matrimonio de una persona cercana ella, hizo una dieta estricta durante dos meses para lograr encajar en la prenda y gastó más de doscientos yenes en los tacones de marca renombrada -los levantó mostrándolos- que le provocaron lesiones en la planta de los pies por tener que transitar cerca de una hora por asfalto en mal estado. El idiota al que se refería fue uno de los invitados, quien en una disposición etílica presionó la alarma de incendio del salón activando el protocolo de seguridad. El agua inminentemente cayó sobre todos, sobre las mesas decoradas, sobre la cena y los invitados que charlaban o bailaban en el centro de la sala. Unos gritaron, espantados buscando la raíz del fuego, el Dj encargado de la música tuvo que apagar el equipo antes que se electrocutara un asistente.

Todo fue un caos tremendo. Los bomberos y policías llegaron a la escena, despachado al personal y dando por finalizada la celebración pese a las quejas de los recién casados.

—Y no había fuego, supongo.

Sakura chilló sobrepasada.

—¡Claro que no, hombre! que el borracho encontró divertido jalar la palanca y no creyó que funcionaría. Un completo imbécil arruina bodas, ¡arg! —tomó refresco de la botella con gesto brusco y escasamente femenino. Naruto rió de nuevo -apretando la boca-, bajando la mirada para no ser pillado que la situación le causaba gracia. No obstante, al levantar de nuevo el rostro la encontró mirándolo con fijeza. A él. Como si fuese un insecto en el panel. Oh, no.

Está bien.

Era guapa.

Los ojos verdes de la mujer por un efímero instante lo atraparon.

Fingió morder el sándwich con ansías imaginarias.

—Oye tú, ¿qué te parece divertido? —consultó con aparente apatía. El mencionado frunció el ceño aparentando indiferencia y continuó masticando el sándwich. Sakura entonces se giró por completo hacia él en un ademán demasiado altivo y peligroso—, te escuché tres veces tratando de aguantar la risa —añadió con suspicacia.

El que la atendía carraspeó incomodado por la discrepancia y optó por levantar los vasos sucios que acababan de dejar unos comensales.

Trató de no hacerlo, pero fue inevitable tratar de ocultar la sonrisa bromista que se asomó por la comisura de sus labios—. Desde mi punto de vista, es divertido.

Descolocada e incrédula, la fémina bufó no dejándose ganar.

—¿Te parece? imagino que podrás caminar durante una hora y media portando esto —señaló lo tacones rojos— y no fracasar en el intento.

Naruto no contestó a la reprimenda, volvió a la taza de café a modo de conciliación. La mujer tenía razón, se estaba tomando atribuciones que no le correspondían.

La fémina negó con la cabeza. Tomó el cubierto nuevamente y lo hundió en la cremosidad del bizcocho antes de tragar otro pedazo.

Durante media hora el local tuvo un cambio de clientes palpable, unos se levantaban satisfechos y pagaban la cuenta para seguir el trayecto y otros arribaban. La del matrimonio fallido se mantuvo entretenida en el teléfono celular, apoyada casi por completo sobre la barra y el anónimo escritor de novelas, tratando de anclar una idea romántica para empezar el nuevo libro. Un par de veces se contemplaron de reojo, chocaban ambas miradas y después se ignoraban con justificado recelo, no hasta que Haruno pasó a llevar el talón derecho con el soporte del banco de metal donde reposaba, trazando de inmediato una leve mueca de dolor.

Tragó saliva antes de atreverse a preguntar—. ¿Te duele?

Pudo preguntarle a cualquiera, pero sabía que le hablaba a ella. Estaba atenta a los movimientos del extraño sentado en unas mesas más allá.

Observó hacia un lado sintiéndose ridícula.

—Sí, un poco —contestó a duras penas y a regañadientes tuvo la necesidad de presentarse frente el desconocido que no dejaba de mirarla—. Haruno Sakura.

Los jóvenes en la mesa de la esquina, reunidos en un pequeño círculo y medio bebidos, no dejaban de gritar y reír.

Por un instante se olvidó de la novela romántica y se concentró en la mujer que titubeaba, pese al ruido dentro de la cafetería la escuchó perfectamente decirle el nombre. Ese era una señal que debía contestar como correspondía.

Nervioso, ¿nervioso? como un chiquillo flirteando por primera vez señaló torpemente el puesto frente él que estaba vacío.

—Naruto —respondió con la voz casi estrangulada—, ¿quieres...? —realizó un ademán brusco que casi voltea sobre la chaqueta la segunda taza de café que bebía, provocando que la mujer esbozara una media sonrisa burlona.

"Ya, demonios, qué más da"

Tomando el pequeño bolso negro -acorde al elegante vestido- y el calzado de color rojo que yacían en la banca sin ocupar, Sakura se levantó y caminó hacia él, aceptando la peculiar e inesperada invitación.

—Mala noche para salir, eh —mencionó el de cabello rubio deseando sonar casual. Sintió la mandíbula resentida y apretada, viéndola acomodarse dentro de su campo visual.

La aludida lo observó con atención, a continuación, se rascó de forma superficial la cara interna de la muñeca.

—Lo es y ya escuchaste mi historia de por qué estoy aquí esperando por la grúa que remolque mi auto —explicó con obviedad—, ¿cuál es la tuya, Naruto?

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CONTINUARÁ...


En época de cuarentena, el único modo de aplacar las ansias es escribir. Les deseo la mayor tranquilidad a sus corazones, lectoras, lectores. Todo pasará muy pronto y volveremos a levantarnos, no pierdan la esperanza.

NaruSaku no muere, ¡vive en mí! ¿les gustó? digan que sí! la idea me vino hoy y quise plasmarla pero ya, now, now now! Como saben, mis Narutos no suelen ser tan chillones ni gritones como en el animé, lo sé es OoC... pero se siente en esencia a nuestro Narutito revoloteando, no? esa amabilidad y preocupación por Sakurita no es típica ni en el antipático de Sasuke en Boruto.

GRACIAS POR LEER.

NARUSAKU ALWAYS BITCHES!