El regreso

Isabella cerró los ojos y soltó un suspiro tembloroso, a su lado Emmett la miraba tratando de trasmitirle seguridad, sus ojos castaños, un poco más claros que los de ella, tenían una ligera chispa de preocupación.
Isabella había decidido esperar afuera de aquella enorme casona de piedra, uno de los guardias de seguridad la observaba y permanecía de pie a unos pocos metros. Cuando siguieron pasando los minutos sin presentarse ningún cambio, colocó su maleta sobre el suelo y se sentó sobre ella.
—Ya sabes cómo es mamá, seguro ya vienen en camino— Isabella observó las rejas de metal que rechinaban levemente cuando la brisa de la tarde pasaba entre ellas. Agachó la cabeza mirando de reojo al guardia y asintió de manera casi imperceptible.
Miró a Emmett, con sus jeans deslavados, sus converse negros y su sudadera gris. Él era la persona a la que más quería. Emmett le devolvió la mirada y sonrió, ella estuvo a punto de hacerlo también, pero tras darse cuenta que él guardia la observaba, se contuvo.
El sonido de un motor se escuchó a lo lejos, Isabella se incorporó al lograr ver el coche patrulla de su padre, tomó su pequeña maleta y bajó los escalones parándose justo donde el auto de detuvo.
Charlie Swan bajó apresuradamente del auto y le dio un torpe abrazo.
—¿Cómo estas?
—Estoy bien papá, Clare quiere que firmes unos documentos antes de irnos—murmuró.
—De acuerdo—Charlie tomó la maleta de la mano de su hija y la colocó en el asiento trasero. Bella se asomó al asiento delantero, pero el coche estaba vacío. —Tu madre quiso venir por ti, pero le sentó mal el almuerzo, me pidió que te diera sus disculpas.
—Claro, está bien.—Charlie desvió la mirada y entró apresuradamente a la casona. Isabella suspiró y se sentó en el asiento delantero. Los vidrios polarizados del coche la hicieron sentirse a salvo de la mirada del guardia.
—No puedo creer que no haya venido—gruñó su hermano desde el asiento trasero.
—Estoy bien Emmett—trató de mentirle, pero él se dio cuenta, la conocía mejor que nadie.
—No es tu culpa, nunca se lo perdonaré—Bella iba a contestarle, pero Charlie se acercaba de nuevo al auto, así que guardó silencio.

El camino a casa fue incómodo, Charlie le hizo preguntas triviales y habló sobre el clima y el trabajo. Pero después de un rato de conversación forzada y monosílabos por parte de ambos, quedaron el silencio. Emmett tarareaba las canciones de la vieja radio e Isabella sonrió, mirándolo a través del retrovisor.
Charlie frunció el ceño.
—¿Porque sonríes?
—Sólo estoy feliz de volver a casa—mintió mirando sus manos.

Conforme se acercaban a Forks todo se volvía más verde y más frío, la lluvia chocaba insistentemente sobre el parabrisas, por primera vez agradecía la fuerte lluvia mientras cruzaban el pueblo, sentía las miradas de todos posadas en el auto de su padre, tratando de verla, se hundió en el asiento y tapó su rostro con el cabello.

—Solo ignóralos—murmuró Emmett.

Charlie se estacionó fuera de la cochera de su casa y detuvo el coche, tomó aire y lo soltó lentamente.

—Estamos en casa—sonrió, pero no llegó a sus ojos. Isabella le devolvió el gesto y bajó del coche rápidamente. La lluvia mojó sus mejillas mientras observaba la casa que tanto había amado y que ahora le provocaba temblores. Armándose de valor caminó hacia la puerta y la abrió. El interior permanecía igual que siempre, pero su madre no estaba por ningún lado. Subió las escaleras lentamente, encaminándose hacia su habitación. Al pasar por el dormitorio de sus padres escuchó sollozos, se detuvo y podría jurar que al otro lado de la puerta su madre contuvo el aliento, negó con la cabeza y siguió su camino hasta el fondo del pasillo. Al entrar a su habitación se sentó pesadamente sobre la cama y observó su alrededor.
—Tanto tiempo...— susurró Emmett.
—Sí, todo es igual, sin embargo, se siente tan diferente.— le contestó en voz muy baja. Sus libros seguían sobre su estantería, su cubrecama era el mismo y su escritorio tenía una gruesa capa de polvo, como si nadie hubiera entrado o ventilado su habitación en seis meses, justo el tiempo en el que había estado ausente. Emmett también se percató de este detalle y negó con tristeza. Isabella trató de mostrarse alegre.
—Al menos podré ver a Ángela en la escuela.—Su hermano le sonrió.
—Todo estará bien, ya lo verás.—Isabella deseó desesperadamente que el tuviera razón. Estaba tan cansada.

Charlie entró a la habitación con su maleta, la colocó en la cama y se sentó a su lado.
—Estoy feliz de que estés aquí de nuevo, hija—Dijo mirándola—el lunes podrás volver a la escuela y retomar la rutina. Me siento tan agradecido por lo que me dijo la doctora Clare, me alegra que te hayas recuperado. El último año ha sido bastante difícil...pero debemos seguir adelante, tienes mi apoyo y el de tu madre—se le quebró la voz al decir lo último, Bella se encogió levemente—Tu hermano...él...él está en un lugar mejor.
—Lo sé, papá.
—Clare dijo que tenías que seguir tomándote las pastillas por algunos meses más, y después ir dejándolas lentamente. Como tus...alucinaciones fueron desapareciendo, no veía razón por la que permanecieras...en ese lugar. Solo quiero que sigas con tu vida, pequeña. Y si Emmett estuviera aquí, también querría lo mismo.

Isabella contuvo una sonrisa al ver a Emmett asentir graciosamente en la esquina de la habitación. Charlie se incorporó y caminó hacia la puerta.

—Duerme, necesitas descansar porque irás a la escuela de nuevo, el director quiere hacerte una prueba de diagnóstico, le he mencionado que recibías clases en...ese lugar, pero quiere asegurarse de que estás académicamente al nivel que tus antiguos compañeros.

—Como si alguno de esos tontos alguna vez haya sido más inteligente que tú, podrías faltar tres años al instituto y aun así dejarlos en ridículo.— Isabella lo miró y sonrió, Charlie se aclaró la garganta y ella sintió sudor frió en la nuca.

—¿Qué miras? — Nada, sólo me he dado cuenta que me gustaría cambiar el color de las paredes, esa esquina tiene la pintura resquebrajada.
Charlie asintió lentamente y sacó un pequeño botecito naranja. Lo abrió y le tendió una pastilla. —Vamos a la cocina, necesitas comer algo para tomar tus medicamentos, hay un poco de pizza en el refrigerador.

Isabella comió dos rebanadas de pizza y tomó sus pastillas ante la atenta mirada de su padre, por un momento extrañó a la distraída enfermera Coupe y lo fácil que era engañarla, pero esta vez no tenía opción. Después de cenar se dirigió al salón con su padre y ambos fingieron ver el partido de fútbol en la televisión, después de dos horas, cuando subió de nuevo a su habitación, Emmett se había ido.

Espero que les guste esta idea que ya llevaba varios meses en mi cabeza, han pasado muchos años y tenía ganas de escribir sobre otros temas, un poco más maduro. Déjenme su opinión por favor.