Yo también tuve mamá

Anime: Kimetsu No Yaiba.

Personajes: Hashibira Inosuke, Kanzaki Aoi.

Tiempo: alguna parte del manga antes de la batalla con Kibutsuji Muzan.

Categoría: T. Drama, Romance.

Renuncia: todos los derechos de la obra Kimetsu No Yaiba pertenecen a Koyoharu Gotouge. Sus personajes son usados en esta obra con fines de entretenimiento y no buscan lucrarme de alguna forma.

Prefacio

——Su respiración había incrementado desde el momento en el que cerró los ojos. Siendo franco consigo mismo, él no quería volver a dormir.

Tal vez no por hoy, tal vez no mañana. Tal vez nunca más.

Desde el jueves pasado, se preguntaba, de donde habrían surgido aquellos sueños tan constantes. Soñaba con muertes, muchas; y sangre, a borbotones. Pero lo más frustrante de aquellos sueños recaía poco o nada en la violencia, porque bien que disfrutaba de ella, sino en la mujer al fondo del pasillo que tarareaba una canción de cuna con un pequeño en brazos.

—Voltéate —ordenaba, pero ella parecía ignorarlo—. ¡Voltéate maldita sea!

Contrariado, cuando esta se volteó y mostró un rostro completamente diferente al que se esperaba encontrar, sintió ganas de partirle la cara a golpes a esa mirada arco iris y esa sonrisa de colmillos visibles. "Luna superior segunda" rezaban las letras en esos ojos carentes de vida.

Desenfundó las espadas nichirin y se disponía a terminar con aquel demonio de una vez por todas. Sin comprender del todo, el porqué de solo verle la cara le generaba repulsión. Pero antes de siquiera mover un solo dedo, la mujer estaba frente a frente de él y se disculpaba con voz lastimera.

Una voz que le resultó tan familiar, que su corazón latió desbocado.

¿Como se podría describir la voz de aquella mujer, que tarareaba la canción que había escuchado de los labios de Kochou Shinobu, y que se disculpaba en una oración que su mente rememoraba no con toda claridad? ¿Como podría describirse aquel sentimiento dé paz y de ansiedad a la vez?

Quizás no era un demonio, quizás no era el enemigo, por más que tuviera aquellos ojos. Algo le decía que no era de temer.

Pero él sentía miedo. Jamás Inosuke había sentido tanto miedo como en aquel preciso instante.

—Ya no llores —su voz, solo descriptible como un trozo de seda, acariciando sutil el rostro del joven; le hizo empezar a sudar de los nervios—. Mamá está aquí...

Y antes de siquiera reparar en las palabras que ella pronunció, estaba devuelta en aquella cómoda cama, arropado en su propio sudor, rodeado de la pacífica oscuridad y las respiraciones acompasadas de sus amigos.