Ésta historia contiene material sexual, mojigatos y puritanos por favor, abstenerse.

Zootopia le pertenece a Rich Moore, Byron Howard y Jared Bush, y por supuestos, a nuestros amos y señores, Disney incorporado. ¡Alabad y rendid honores a los de los abogados poderosos!

Muchas gracias a Kalock, por su labor de edición y su opinión.

¿Si le hubieras preguntado a Judy hace cinco días si encontraba a Nick sexualmente atractivo? Te habría multado, y posteriormente dado una severa reprimenda sin duda alguna.

Por más de tres años desde aquel día en que fue asignado como su compañero, tanto amigos como familia, incluso desconocidos no dejaban de insistir que existía algo entre ellos que iba más allá de amistad. Algo que, si era sincera consigo misma, estaba realmente agotando al dúo al punto en que alguno de los dos iba a estallar tarde o temprano.

Sin embargo, ambos prosiguieron con sus vidas. Nick, como ella, tenía mucho sobre sus hombros al ser el primer zorro en la fuerza: la prensa, la sociedad, los ojos de muchas personas estaban posados sobre ellos, una buena cantidad parecía esperar ávidos, casi con palpable ansiedad a que fallaran… él en específico tenía el peso de que aquellos que esperaban que fallara por ser un zorro, así como también aquellos que le pintaban como el ejemplo a seguir. Judy por otro lado, ya no era esa ingenua jovencita que creía el mundo era claramente en blanco y negro cómo en el momento en que se unió al cuerpo policíaco, años de trabajo duro y de tener a Nick de compañero sirvieron para endurecer su piel y darle duras lecciones que quizás habrían espantado a su yo pasado al punto de la catatonia.

Había visto cosas horribles, de lo que la sociedad era capaz detrás de las puertas y ventanas cerradas, cualquier remanente de sus viejos prejuicios aniquilado ante crueles realidades y hechos que eran irrefutables e inconfundibles, claros como el cristal.

En esos casos, donde creyó se rompería, se haría pedazos ante la presión y finalmente le daría a la sociedad lo que tanto anhelaban, Nick sirvió como su apoyo, su base. Y lo amaba por ello, quizás no de forma sexual como tantos en el mundo parecían desear, sin embargo, lo que sentía por él, por la amistad que compartían se había convertido en la leña que alimentaba el fuego que los mantenía trabajando y siguiendo adelante día a día.

Novios y compañeros sexuales aparecieron y desaparecieron en ese tiempo, tanto de Nick, cómo de Judy. Ninguno de los dos era un jovencito ruborizado, y ambos tenían momentos en que querían desestresarse y alejarse un poco del trabajo, en ocasiones incluso de la presencia del otro, en momentos, ponderaron la idea de usarse el uno al otro como compañero sexual, pero eso era una barrera que, curiosamente ambos parecían increíblemente renuentes a cruzar.

Estaban al tanto de que varias de esas posibles relaciones no pasaron la prueba más importante de tolerar la cercanía que existía entre ellos. Nick tuvo más de una novia que aparentemente le consideraban una competencia insoportable y una presencia irreconciliable, y exigían una pronta separación o terminación de la amistad, lo que terminaba con el vulpino finiquitando toda relación con las susodichas, ella por otro lado, encontraba un problema símil, pero notoriamente diferente.

Los machos con los que estuvo eran normalmente medidos contra la imagen que Nick había creado dentro de ella, era injusto, incluso contraproducente en cuanto a establecer y aclarar que sólo existía amistad entre ellos, y ambos estaban al tanto de ello, pero Nick realmente poseía cualidades que ella encontraría increíblemente atractivas si él fuese un conejo, y el par de machos (y una hembra cuando decidió experimentar fuera de sus límites), con los que estuvo poseían cualidades símiles que ella creyó podrían concluir en algo serio y duradero, pero todos sucumbieron ante la presión que una relación con un policía solía crear.

Muy pocos parecían comprender que para Judy su carrera era su pasión, su vida. No era algo que sólo hacía para generar un subsidio con el que mantenerse cada mes, ella realmente apreciaba su trabajo, y si bien podía renunciar al mismo en casos extremos como ocurrió en el pasado, tampoco estaba dispuesta a simplemente arrojar años de esfuerzo a un lado así como si nada por una mera relación amorosa, una familia era un paso enorme, y no pensaba tener más de dos crías de ser necesario, en especial porque la ciudad era particularmente costosa en cuanto a vivienda, arrendamiento y gastos trataba, y en el momento en que sus prospectos esperasen que ella dejase a un lado su trabajo para dedicarse a ser una ama de casa en caso de los machos, o ser una especie de dominatrix sedienta de poder y hormonas en el de la hembra, pues, la verdad es que no es de sorprenderse el por qué todavía se encontraba soltera ya llegando a sus treinta años.

La cruda realidad de la vida es que no se vivía de amor nada más, y todo aquel que pensara exigirle que abandonase su trabajo con tal de vivir bajo su subsidio, solía recibir una calma respuesta de rechazo y una cesación de toda actividad posible.

Curiosamente, la mera mención del nombre de su exnovia todavía procuraba una escueta sonrisa en el hocico del vulpino, realmente fue una relación bochornosa para todos los implicados.

Pero estaba divagando, solía hacer eso cuando estaba nerviosa, y ahora que lo notaba, siempre era su modus operandi cuando el tema de su relación con Nick salía a colación en su cabeza.

Mordió sus labios, su corazón latiendo fuertemente contra su pecho, al punto en que sus orejas podían escuchar el golpeteo constante, que curiosamente parecía estar coludiendo casi en pecaminosa y sincronizada sinfonía con el impacto de carne contra carne.

Respiró agitada, una mano aún sobre su boca mientras intentaba controlar la serie de emociones que surcaban por su cabeza: traición, enojo, ira e indignación parecían en un principio llevarse el premio gordo en cuanto a cómo reaccionar trataba, pero la verdad es que todas ellas parecían estar siendo opacadas por su sorpresa, ansiedad y más que ninguna otra, su excitación.

—A-ah, o-oh D-Dios…

Ojos abiertos por completo, su pelaje erizándose ante el sonido de placer que podía percibirse en esas palabras… Su mano restante rápidamente descendiendo hacia su entrepierna, ágilmente alzando su camiseta con tal de acceder con facilidad a su zona íntima, fácilmente notando que sus pantaletas estaban empapadas por completo.

Miró hacia la pared, sus ojos fijos en el reflejo que paradójicamente estaba sobre la imagen de su madre hacia tantos años atrás, sonriente, pacífica y colecta, la viva imagen de una progenitora y matriarca perfecta, inmaculada, sacrosanta.

¿Qué hijo no miraba a su madre como la cúspide de femineidad? Cómo la perfección inalcanzable que, de alguna forma, había decidido permanecer junto a tu padre. Judy particularmente tenía una relación muy cercana con Bonnie Hopps, nunca pudo negar que, de todos sus hermanos, ella en particular poseía una relación única y especial con la matriarca de la familia.

De todas sus hijas Judy había sido la más independiente, la más osada, y la primera en decidir ir contra viento y marea para obtener lo que deseaba. Sus logros habían abierto las puertas para tantos otros miembros de su familia, su éxito era maná del cielo para aquellos que se sentían atrapados en un rol que tanto la familia como la sociedad parecía haber creado para su especie en particular. Y, curiosamente una de las más afectadas había sido su madre.

El cambio no fue radical, mucho menos culminó en acciones desbocadas y fuera de lugar, pero sí habían procurado en su madre la necesidad de explorar viejos sueños, y con el auspicio y apoyo de su familia, la matriarca Hopps rápidamente empezó a pintar, al inicio sus cuadros eran… un desastre, pero eso no parecía detenerla… no, para el orgullo de muchos, su madre jamás se detuvo, y cuando creía que era hora de rendirse, de dejar todo atrás, sus conversaciones por teléfono servían para eliminar toda duda, ofreciéndole de vuelta el apoyo que por tantos años había otorgado luego de haberse establecido finalmente en Zootopia.

—Hm, hm, hm… sí, sí, dámela, dámela toda… ¡ah, Nick! ¡Uhh!

Apretando la mano sobre su boca, la coneja no pudo evitar salir de sus memorias, frunciendo el ceño, de nuevo se había ido por una tangente… quizás Bogo tenía razón, realmente necesitaba ir al psiquiatra…

No, Judy… ¡concéntrate!

El slap, slap, slap de caderas colisionando unas con otras, al igual que partes íntimas intentando evitar separación alguna por medio de la succión y mucha, mucha humedad, inundó el ambiente, apenas cubriendo su propia respiración en el proceso.

Sin que lo supiera, los dedos que antes parecían indecisos de penetrar la última barrera que separaba su empapada entrepierna de cometer quizás el pecado más sucio que jamás haya realizado, finalmente cruzaron la barrera entre la tela y el pelaje, rápidamente ciñéndose sobre sus labios, su botón firmemente apretado entre sus dedos, un temblor remeciendo todo su cuerpo…

Judy sabía que lo que hacía estaba mal, lo que estaba ocurriendo estaba increíblemente mal, rompía tantas reglas familiares y morales que ya no era gracioso siquiera ponderarlo.

—Oh, Dios… Ah… J-Judy…

Un temblor recorrió todo su cuerpo al finalmente escuchar la voz del zorro, Judy jamás había escuchado a Nick mencionar su nombre en esa forma, tan necesitado, tan lleno de pasión y deseo, ni siquiera en las pocas fantasías que llegó a permitirse disfrutar pudo realmente alcanzar a emular el apetito que yacía palpable en su tono.

Sus dedos comenzaron a jugar con sus labios sin perder tiempo, su mano moviéndose sobre su botón, intentando imitar el ritmo de las arremetidas, imaginándose en lugar de su madre.

Jamás se había masturbado pensando en Nick, incluso cuando llegó a ponderarlo, realmente nunca cruzó esa barrera, él era su preciado amigo, el mejor de todos, no quería contaminar eso con algo tan simple como deseo sexual que sabía no sería correspondido.

Pero, ya no más…

—Oh…

Judy ya no era virgen, no lo era desde los diecisiete… un secreto que bien sabía nadie creería si llegase a contarlo. Un momento de debilidad, un chico bien ubicado que supo usar el instante para su provecho, la experiencia fue placentera, pero tristemente no había más entre ellos que mera atracción física, así que luego de quizás un par de encuentros más, ella cortó de raíz la relación, sabía que, de continuar, terminaría embarazada y todos sus sueños se irían por el drenaje.

La coneja quizás no era tan ávida o experimentada en la cama como muchas de sus compañeras en el precinto, o incluso Nick, pero la masturbación por otro lado ha sido su fiel compañera desde que tenía doce, ¿Qué adolescente no exploraba su cuerpo? ¿En especial en la época en que la información indebida estaba al alcance de un simple clic? Practica que curiosamente, le servía para masajear su clítoris con uno de sus dedos mientras el resto sostenía y manoseaba sus empapados labios.

El sonido de su madre siendo penetrada, sus gruñidos y alaridos, porque no podían ser llamados de otra forma, en una situación normal hubiesen causado más daño en ella que atracción o excitación. No era normal que un hijo se masturbase salvajemente mientras veía o escuchaba a sus padres teniendo sexo; aversión, asco y negación eran las respuestas más apropiadas y comunes, pero no en ella, y por un motivo que, quizás ya no podía seguir negando.

Su mamá era idéntica a ella, o correctamente, ella había salido idéntica a su madre, sólo menos… rechoncha. Pero a pesar de las diferencias físicas producto de vidas diametralmente opuestas, nadie podía negar que Bonnie y Judy Hopps eran como dos gotas de agua.

Y la mera visión de Nick, metiendo y sacando su enorme pene dentro de su madre, había fracturado con violencia inusitada toda barrera y negación que había construido meticulosamente en su psiquis en cuanto al zorro trataba.

Sí, su madre estaba engañando a su padre con Nick, su mejor amigo estaba siendo parte de un acto fraudulento que corre el riesgo de romper su familia más allá de recuperación posible. Pero las graves consecuencias de dichas acciones parecían escabullirse, colarse de su cabeza como agua en un colador, dejando la substancia sólida lista para ser empleada, en este caso, la cruda realidad de que la imagen de Nick, cogiéndose brutalmente a Bonnie Hopps contra el sillón que ella empleaba para reposar de vez en cuando en su estudio había de inmediato instalado la idea de que esa debería ser ella.

De que la idea de que Nick se la cogiese realmente la encendía como nada más en el mundo lo hacía, y finalmente estaba lista para admitirlo.

Ojos fijos en el reflejo, Judy no vio a Nick cogiéndose a su madre, se veía a sí misma, se veía siendo cogida por el zorro tal como si fuese una bestia, más fuerte y enorme de lo que cualquier conejo jamás había o podría ser. Cada impacto procurando un sonido de carne colisionando al igual que un gruñido gutural de placer crudo y sin censura, ligeros atisbos de dolor aminorados por oleadas de goce indescriptible con cada sacudida, extracción e inserción.

Su dedo índice penetró en su agujero, un siseo emergiendo de sus labios, la vergüenza de lo que hacía rápidamente esfumándose ante el deseo que de pronto la consumía.

Su mente se sentía pesada, como si una represa se hubiese roto y ahora todo su ser se encontraba sumergido en toneladas de deseo y lujuria que por años parecía haber contenido, alzándose más allá de lo que jamás imaginó fuese posible.

La mano que cubría su boca se despegó rápidamente, descendiendo hacia sus tetas, un retorcer de sus dedos bastó para castigar su firme pezón a través de la tela de su camisa, procurando un gemido propio que estaba segura había sido escuchado por la pareja, y sin embargo, en vez de detenerse, el dúo parecía incrementar su pasión, las embestidas de Nick, que anteriormente parecían salvajes y violentas, de pronto tomaron incluso más intensidad, cada metida ahora procuraba un fuerte gemido de su madre, un grito gutural que jamás pensó sería posible en alguien en pleno gozo.

La violencia con la que insertaba su pene, al punto de finalmente cruzar la última barrera e insertar el enorme bulto que hasta hace poco, parecía incapaz de adentrarse dentro de la matriarca, bastó para que su madre arqueara sus espalda y gritara agudamente hacia el techo, un orgasmo como ningún otro sacudiéndola en el acto, algo que disparó en Judy una reacción símil cuando su imaginación causó que la reemplazara, siendo ella quien hubiese sido penetrada al punto de ser atrapada por completo por la diferencia anatómica, su intimidad expandiéndose más allá de lo que se creía posible, su vagina siendo masajeada y maltratada de forma deliciosa como un conejo jamás podría lograrlo.

Antes de que lo supiera, la sesión había disminuido en intensidad, pero estaba lejos de terminar, Nick claramente poseía estamina, años de entrenamiento duro le habían permitido crear la resistencia requerida para llevar su paso en el trabajo y no quedarse atrás, algo que había servido en más de una ocasión para atrapar a un delincuente o salvar sus vidas cuando debían huir en el peor de los casos.

Viendo de nuevo hacia el reflejo, Judy no pudo más que abrir los ojos, un gemido surgiendo de su garganta ante lo que ocurría, el zorro había levantado a la coneja por las caderas, y orgulloso estaba procediendo a levantar y sentar a la misma sin ningún problema mientras él se mantenía de pie, el enorme nudo parecía resistirse en salir, el reflejo en el cual Judy podía vislumbrar todo el acto sin ser descubierta no estaba posicionado en un ángulo que le permitiera ver cómo entraba y salía de lo que ella presumía, era una vagina maltratada y ansiosa por evitar que semejante delicia escapase su agarre, cada metida procurando que sus paredes se cerraran alrededor del falo, intentando ordeñar y atrapar el órgano adentro, sólo para que el zorro lo sacara lento y seguro de su agarre, la presión sobre sus nervios y sus paredes rindiéndose ante la oleada de sensaciones que estaba más que segura, habían robado toda coherencia de su madre, que no hacía más que balbucear, gemir y girar sus caderas en un vano intento por incrementar la presión, por repetir el orgasmo que de seguro había estado sintiendo con cada nueva penetración.

Judy por su parte, sentía sus piernas fallar, y sus ojos girar hacia los adentros de su cráneo, su espalda arqueándose ante el inminente orgasmo que su imaginación, al igual que los sonidos al otro lado de la habitación estaban por procurar.

Y de pronto, con una última y brutal arremetida, que ocasionó que su pene entrara hasta al fondo, Bonnie gritó, Nick gruñó y Judy sintió su mundo remecerse en sus bases.

El orgasmo que surcó por su cuerpo se sentía más como electricidad, un choque eléctrico que parecía congelar sus músculos en un espasmo que impedía que se moviera, tan intenso que dolía deliciosamente… y de la nada, sus fuerzas se marcharon, sus piernas fallaron, sus temblorosas rodillas incapaces de soportar el peso de su cuerpo un segundo más, su trasero cayendo abruptamente sobre el piso de madera pulida, el sonido de su empapada vagina y trasero resonando por todo el pasillo hasta la habitación.

Respiraba agitada, su nariz se movía a una milla por segundo, su mente que hacía pocos segundos estaba pensando en tantas cosas, parecía haber alcanzado un punto donde el mero acto de pensar parecía una tarea imposible, un vacío agudo haciendo acto de presencia en su mente, agotamiento de pronto presentándose, robándole de toda posibilidad de escape probable, reconocía los síntomas de alguien que estaba por perder la consciencia, valiosos minutos que bien pudo haber empleado para arreglar sus pantaletas y huir de allí, pretendiendo que no había visto nada.

Pero el sonido de garras contra la madera le alertó que alguien se acercaba a la puerta donde ella se encontraba tirada, incapaz de moverse tras lo que quizás haya sido el orgasmo más potente que jamás haya experimentado en toda su vida.

Tristemente, no tuvo tiempo de levantar su cabeza con tal de ver al rostro a quien sea le había encontrado en una posición tan humillante, pero al final, sólo la coloración de su pelaje y el tamaño de su pata bastó para informarle de quien se trataba…

—¿P-Papá?

Fue lo único que pudo emerger de sus labios, antes de que el vacío la consumiera por completo, dejando su mente en blanco al igual que su consciencia.