La emancipación de una sumisa

Akane estaba llorando en el baño de mujeres de aquel importante estadio, su tristeza era mucha aunque el cariño por su marido hace mucho que no se calentaba

Pero esos ojos azules que acariciaban la figura de una de sus "amigas" Le estaba costando las lágrimas amargas. No era alguien muy fuerte de manera emocional aunque lo aparentase, sin embargo nunca nadie había notado su dolor, la herida en su orgullo que creció sin previó aviso

Hasta ese día.En esa noche había conocido a aquel chiquillo que con solo veinticinco años le había descubierto todo ese dolor. Toma es su nombre

El príncipe de una isla vagabunda que había ganado popularidad gracias los rumores acerca de sus entrenamientos. La isla Togenkyo que solo tocaba costas niponas una vez al año durante dos semanas o menos dependiendo de la marea, mientras que el resto del tiempo flotaba en los alrededoresSe decía que era uno de los mejores lugares para entrenar artes marciales con ilusiones, que todos los que acudían a su sabiduría regresaban siendo unos guerreros excepcionales

Con ese legado y una población nula de mujeres, el príncipe se hallaba en busca de una esposa procedente del Japón para darle un heredero al lugar; estaba buscando y descartaba candidatas que a sus ojos no harían un buen trabajo como reinas de su isla. Sin embargo con Akane fue diferenteDespués de haber buscado entre las mujeres más fuertes a alguien digno, se fijó en la debilidad, en la aflicción de la peliazul cuando la vió llorar en ese baño. Su relación creció durante seis meses, cada treinta días se veían en las reuniones del consejo; al principio le brindó solo apoyo moral, escuchó sus penas y la consoló como haría un caballero. Se había quedado desde la última visita de su isla en Japón solo por ella

A pesar de saber de quién era esposa no le impidió enamorarse de ella, de la calidez que transmitían sus ojos. El estrepitoso sube y baja de emociones los tomó por sorpresa convirtiendolos en amantes sin que nadie sospecharaPor eso la había invitado a fugarse con él.

"—Te estaré esperando cuando parta mi isla—" Le dijo en su última visita

Al día siguiente Akane se levantó muy temprano, arregló las maletas que tenía preparadas con mucha antelación observando como Ranma seguía durmiendo, se dirigió al baño arreglandose, se puso un vestido con vuelos que jamás pensó usar por lo coqueto que era, se maquilló ligeramente y se dió un último vistazo aprobando su aspecto. Era el momento de su emancipación

Regresó a la habitación por sus maletas encontrándose con el azabache levantado; observando a la ventana. Sin encontrar otras palabras solamente le dijo —Buenos días—

Él se dió la vuelta observandole —Estás muy guapa—

—Gracias

—Te irás ¿verdad?— ella no respondió dando por asentado el hecho con su silencio —¿Durante mucho tiempo?

—Quizá— pronunció con tranquilidad. Se giró en su dirección cuando lo tuvo en frente de ella, no iba a retroceder

—Siento haber sido un idiota— tocó uno de sus pendientes con su pulgar —Solo quiero saber algo— esperó su aprobación para preguntarle, ella solo asintió —¿Quién es? ¿Lo conozco?

Ella no tenía ya nada que perder —Lo conoces muy poco, pero se hará común estar contigo. Es el Príncipe Toma— La revelación había sido como una cuchillada. Alguien cinco años menor —Desde hace poco más de seis meses por si tienes curiosidad

—Claro— viró la mirada —Entonces te vas con él a su isla— asumió con resignación —Nunca olvides la noche de ayer— le dijo tendiendole una carpeta. Al abrirla Akane se encontró con los papeles de su divorcio —Los he tenido desde siempre, por si acaso— él se encogió de hombros —Ya es válido, solo hace falta tu firma

Ella estaba conmovida —Gracias por darme mi libertad, en verdad lo aprecio mucho— firmó sin dudar para evitar arrepentirse después. Al llegar a la última hoja había un documento donde le cedia la mitad de su fortuna y le regresaba la propiedad del Dojo Tendo —Gracias Ranma, pero me basta con el Dojo— no tenía otra cosa que decirle

—El resto es por los años que me apoyaste y por la a veces que reviste que quedarte trás de mí así que por favor acéptalo— la mujer asintió con asombro —¿Qué va a pasar con el Dojo? ¿Vas a dirigirlo tú?

—Mi papá ya ha dado su aprobación para que detengamos este tren fantasma, así que tendrá que resignarse a verme dirigir la academia

—Así que Soun lo sabía también

—Apenas ayer, comprendió muy bien la situación. Aún no sabe del desliz por parte de ambos así que nadie te dará mala fama, tranquilo

—Eso es lo que menos me perturba, pero agradezco que sea así. Sin tí, solo me queda mi fama así que intentaré aferrarme a ella— se encogió de hombros —Dile que me disculpe por no poder darle un heredero en todo este tiempo

—Él lo lamenta más, estoy segura— bromeó aunque, de pronto cayó en cuenta de algo. Nunca había utilizado ningún método para prevenir un embarazo. Abrió los ojos ante la posibilidad y palideció

—Tranquila, jamas podría tener un hijo si no fuera contigo

—¿A qué te refieres?

—Me hice la vasectomía hace años, asumí que jamás estaríamos juntos así que no quería tener ningún heredero con nadie más—

Aquello la alivió de sobremanera, por un momento vió sus planes venirse abajo aunque si ese hubiera sido el caso, ya no le causaba tanto desagrado. No obstante se obligó a recordar que ahora con Toma tenía el futuro por delante —Entiendo— suspiró —Entonces, es todo

Ranma sintió pánico albergarse en su estómago y sin previó aviso le robó un beso, apenas un contacto de labios que le dejó coloreado de rojo debido al labial de ella —Que te vaya bien— Miró sus ojos por última vez para luego tomar las maletas —Puedes llevarte los papeles, no me harán falta aquí

—Bien

Él echó sus maletas a la cajuela del auto ante la mirada atenta de su ex esposa —Te llevaré, sube— ambos ingresaron al vehículo sin decir ni una palabra. Para cuando llegaron al puerto donde estaba Togenkyo la gente que se despedía de sus familiares se había dispersado

Sin nadie en los alrededores ella tomó sus pertenencias acercándose a la plancha que servía como puente entre la costa y la isla. Divisó a Toma acercándose para ayudarle con el equipaje, cuando estuvo con Akane, Ranma lo miró con dureza y le exclamó —Cuídala— no esperó respuesta, se dió la vuelta al tiempo que sentía una solitaria lágrima correr en su mejilla alejándose de ahí

Toma le sonrió con jubilo a la mujer arrastrando la maleta y ordenando que levantaran el puente. Akane no miró atrás en ningún momento desterrando desde el fondo de ella el cariño que le tuvo a su ex marido. Había conseguido su libertad, el amor que merecía y alguien que le permitiría caminar a su lado, nunca detrás

Veintidós años después

Ranma estaba a punto de jubilarse, con sus cincuenta y pico encima dejaba el mundo de las artes marciales que tanto había amado. Era la última reunión a la que acudía como un miembro activo. Entró al hotel donde se hospedaban todas los deportistas de renombre

Haría la delegación de su puesto a un chico de veintiún años, un año de edad menos a la que él tenía cuando entró a la Asamblea. La ceremonia era sencilla, se hablaba de un hombre excepcional recibido de tierras lejanas

Cuando lo vió, no pudo creerlo. Sintió un tirón en su estómago y quiso correr a abrazarlo. Tenía el cabello castaño revoloteando como el de su padre en la juventud y un par de ojos almendras que solo Akane podría heredarle

—Mi nombre es Jun Tendo. Es un gusto— los murmullos se dispararon alrededor de los dos hombres que se veían indiferentes a las palabras de los otros

Al menos Ranma sabía que había alguien realmente excepcional ocupando su lugar, el lugar que le hubiera gustado dejar a su propio hijo. Le entregó el uniforme sonriendo —Me alegra que seas tú muchacho— le dijo sonriendo abiertamente —Te felicito Jun

Ha sido un gusto lector

Las amantes de mi esposo

Marzo 04 del 2020