Hola a todos! Bienvenidos un domingo más a este fic :D

Muchas, muchas gracias a todos los que habéis comentado en el cap anterior, que sois: Korrily, AllieLewis, luiscario, Fabi Teran, dinas'moon'E53, paulamarello0772, Maythe Potter, creativo, erikabalaclava, lebiram878888, yacc32, Auror DragonSlayer, Meli24, cecilia caff, Sword2006, Grytherin18-Friki, Fox McCloude, Naattstories, DrarryFan1466, Fan de tu fic, Mielesmeblack, SebstianZ, Gabita, lavida134, Maraia'2016, Zero, Meli24, aduyadiaz, Anais, Maya24, AngieJacksonPotter, nellyspectrumm, Betsa0901 y CH-Hyacinth.

Wow, de verdad, muchísimas gracias! TwT Hoy no hay respuestas, lo siento! No me da tiempo TwT

Hemos llegado al final del tercer libro! Es muy agradable poder ponerle a esta parte la etiqueta de "Complete" :') Espero que os guste.

Por cierto, os aviso: me voy a tomar unas pequeñas "vacaciones". Concretamente, dos semanas. Por ello, no habrá capítulo nuevo ni el domingo que viene ni el siguiente, pero el domingo 30 de agosto empezamos el cuarto libro! Espero que lo entendáis, llevo subiendo un cap a la semana durante muchos meses y necesito un pequeño descanso para recargar pilas. Además, es el momento perfecto para hacer un descanso, porque voy a estar una semana en un lugar sin internet y es posible que no pudiera subir capítulo nuevo aunque quisiera. (No, no os asustéis, esto no es una excusa para dejar el fic XD Solo serán dos semanas, lo prometo! Y a la vuelta, empezamos el cuarto libro, que va a ser... intenso XD)

Ahora sí, a leer!

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A Harry le agradó ver que mucha gente parecía aliviada. Eso significaba que todas esas personas se habían posicionado de parte de Sirius, cosa que todavía le estaba costando asimilar, porque era demasiado buena para ser verdad.

— Ya está — dijo Marietta, marcando la página.

—Excelente —respondió Dumbledore. — Si no recuerdo mal, tan solo nos queda un capítulo para terminar este libro. ¿Quién quiere leer el final?

Muchas personas se ofrecieron voluntarias y el director, tras examinar el comedor con una sonrisa, eligió a una chica de séptimo de Ravenclaw para leer.

La joven caminó hacia la tarima (ignorando los aplausos de los que debían ser sus mejores amigos), tomó el libro y leyó:

Más lechuzas mensajeras.

Ron frunció el ceño.

— Eso me suena. ¿No lo hemos leído ya?

— Creo que es una referencia al título del primer capítulo del libro —explicó Hermione. — Se llamaba Lechuzas mensajeras, ¿no?

Ron se quedó mirándola con cara de estar pasmado.

— ¿Cómo puedes recordar eso? Yo no sé ni cómo se titulaba el capítulo que acabamos de leer.

Hermione se encogió de hombros.

—¡HARRY! —Hermione le tiraba de la manga, mirando el reloj—. Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

—De acuerdo —dijo Harry, apartando los ojos del cielo—, ¡vamos!

Muchos intercambiaron miradas, algo confusos.

— Yo pensaba que ya estaba todo solucionado —admitió Angelina. — ¿Qué pasaría si no llegarais a la enfermería antes de que el profesor Dumbledore cerrara la puerta?

Harry abrió la boca para contestar, pero entonces se dio cuenta de que no sabía la respuesta. Miró a Hermione, que tomó las riendas:

— Habría sido un desastre. Las consecuencias de no cumplir los horarios establecidos al viajar en el tiempo pueden ser catastróficas.

Angelina se dio por satisfecha y volvió a prestar atención a la lectura.

Entraron por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera de caracol. Al llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared y escucharon. Parecían Fudge y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.

Las miradas de todos los estudiantes se dividieron entre Snape y Fudge. Este último parecía muy incómodo.

—... Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimentos —decía Snape—. ¿Le darán el Beso inmediatamente?

—En cuanto llegue Macnair con los dementores. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tiene ni idea de las ganas que tengo de decir a El Profeta que por fin lo hemos atrapado. Supongo que querrán entrevistarle, Snape... Y en cuanto el joven Harry vuelva a estar en sus cabales, también querrá contarle al periódico cómo usted lo salvó.

Harry soltó un bufido. Los únicos que no habían estado en sus cabales habían sido precisamente Snape y Fudge, quienes habían preferido creer una mentira antes que aceptar la complicada realidad.

Harry apretó los dientes. Entrevió la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge pasaron ante el lugar en que estaban escondidos.

Al oír eso, Snape le lanzó una mirada fulminante a Harry.

Sus pasos se perdieron. Harry y Hermione aguardaron unos instantes para asegurarse de que estaban lejos y echaron a correr en dirección opuesta. Bajaron una escalera, luego otra, continuaron por otro corredor y oyeron una carcajada delante de ellos.

—¡Peeves! —susurró Harry, asiendo a Hermione por la muñeca—. ¡Entremos aquí!

Se escucharon algunos bufidos y varias quejas.

— Qué oportuno — resopló Ginny.

Corrieron a toda velocidad y entraron en un aula vacía que encontraron a la izquierda. Peeves iba por el pasillo dando saltos de contento, riéndose a mandíbula batiente.

— ¿Qué diantres le pasaba? — dijo Seamus. Dean hizo una mueca antes de contestar:

— Me juego lo que quieras a que estaba así de contento por lo de Black.

—¡Es horrible! —susurró Hermione, con el oído pegado a la puerta—. Estoy segura de que se ha puesto así de alegre porque los dementores van a ejecutar a Sirius... —Miró el reloj—. Tres minutos, Harry.

— ¿Ves? Te lo he dicho — susurró Dean.

Seamus rodó los ojos y replicó:

— Que Hermione haya hecho la misma suposición que tú no significa que tengáis razón.

— ¿Por qué otro motivo iba a estar Peeves tan feliz? — preguntó Dean.

Seamus se quedó pensando unos momentos antes de decir:

— Quizá estaba planeando alguna broma pesada.

Dean rodó los ojos e ignoró ese comentario.

Aguardaron a que la risa malvada de Peeves se perdiera en la distancia. Entonces salieron del aula y volvieron a correr.

—Hermione, ¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? —jadeó Harry.

—No quiero ni pensarlo —dijo Hermione, volviendo a mirar el reloj—. ¡Un minuto! —Llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería—. Bueno, ya se oye a Dumbledore —dijo nerviosa Hermione—. ¡Vamos, Harry!

— No lo entiendo — dijo Hannah Abbott. — ¿De verdad sería tan malo que no llegaran a tiempo? ¿Qué es lo peor que podría pasar?

— Que no pudieran entrar a la enfermería y tuvieran que dar explicaciones sobre cómo han conseguido salir de allí — replicó Roger Davies. — No me parece tan malo, la verdad.

Hermione soltó un bufido.

— Si esa fuera la única consecuencia, ¿creéis que habría insistido tanto en llegar allí a tiempo?

—Sí — replicó Davies como si fuera lo más obvio del mundo.

Hermione rodó los ojos y volvió a prestarle atención a la chica de Ravenclaw.

Siguieron por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de Dumbledore.

—Os voy a cerrar con llave —le oyeron decir—. Son las doce menos cinco. Señorita Granger, tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.

— Qué raro es volver a escuchar lo mismo — dijo Neville en voz baja.

Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asustados, Harry y Hermione se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

En el presente también sonreía.

—¿Bien? —preguntó en voz baja.

—¡Lo hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Sirius se ha ido montado en Buckbeak...

Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.

—Bien hecho. Creo... —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—. Sí, creo que ya no estáis ahí dentro. Entrad. Os cerraré.

Entraron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que permanecía en la cama.

— Pobrecito, se perdió toda la aventura — dijo Lavender.

— No, toda no — replicó Hermione. — Solo el final.

Ron tenía el ceño fruncido.

— Me habría gustado viajar en el tiempo.

— No te perdiste nada — le aseguró Harry. — Nos pasamos la mayoría del tiempo en el bosque, esperando sin hacer nada. Lo único interesante fue lo de los dementores y volar sobre Buckbeak.

Ron no pareció muy convencido.

— Mejor eso que estar en la enfermería sin enterarme de nada.

— Tenías una pierna rota — le recordó Hermione.

— Pero quizá podría haber ayudado en algo — insistió él.

Percy se inclinó hacia Ron y dijo:

— ¿Ahora entiendes lo que sentimos los demás al leer todas las cosas peligrosas que habéis hecho Harry, Hermione y tú?

Ron lo miró como si le hubiera salido una segunda cabeza.

— No es lo mismo.

— Claro que lo es — replicó Percy. — Te quedaste en la enfermería sin saber que Harry y Hermione estaban viajando en el tiempo y jugándose el cuello. Y solo te enteraste una vez que ya hubo pasado todo el peligro y no podías hacer nada para ayudar. Es frustrante, ¿verdad? Yo sentí lo mismo cuando fuisteis a la cámara secreta a salvar a Ginny y no lo supe hasta el día siguiente.

— Sigo diciendo que no es lo mismo — insistió Ron. — Tú ni siquiera sabías dónde estaba la cámara o qué había en ella. En este caso, yo sí sabía que Sirius era inocente y que Scabbers había escapado. Podría haber ayudado.

— No con la pierna rota — repitió Hermione.

Ron rodó los ojos y la ignoró.

Después de oir la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione volvió a esconder el giratiempo debajo de la túnica. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.

—¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes?

— Uf, está enfadada — susurró Katie Bell.

Estaba de muy mal humor. Harry y Hermione pensaron que era mejor aceptar el chocolate en silencio.

La señora Pomfrey asintió, dando a entender que, si Harry y Hermione se hubieran atrevido a volver a llevarle la contraria, les habría hecho tragar el chocolate a la fuerza.

La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se lo comían. Pero Harry apenas se lo podía tragar. Hermione y él aguzaban el oído, con los nervios alterados.

— No me extraña, tuvo que ser muy agobiante — dijo Ginny.

Harry asintió. Recordaba aquellos momentos de tensión con mucha claridad.

Y entonces, mientras tomaban el cuarto trozo del chocolate de la señora Pomfrey, oyeron un rugido furioso, procedente de algún distante lugar por encima de la enfermería.

—¿Qué ha sido eso? —dijo alarmada la señora Pomfrey.

Oyeron voces de enfado, cada vez más fuertes.

— Eso es que ya se han enterado —dijo Colin con emoción.

Fudge se removió un poco en su asiento. A Harry le dio la sensación de que el ministro desearía desaparecer cuanto antes.

La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta.

—¡Hay que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?

Harry intentaba oír lo que decían. Se aproximaban.

—Debe de haberse desaparecido, Severus. Tendríamos que haber dejado a alguien con él en el despacho. Cuando esto se sepa...

— ¿Cómo va a desaparecerse? Es imposible hacerlo en Hogwarts — dijo Terry Boot. Varias personas le dieron la razón y el ministro esquivó todas sus miradas, avergonzado.

—¡NO SE HA DESAPARECIDO! —bramó Snape, muy cerca de ellos—. ¡UNO NO PUEDE APARECERSE NI DESAPARECERSE EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO!

—Sé razonable, Severus. Harry está encerrado.

— Como puede ver, señor ministro — habló Snape con voz suave. — Yo tenía razón.

— Ya lo veo... Pero debe usted entenderme, profesor Snape. Era una locura. Una completa locura — se defendió Fudge. — ¿Quién habría pensado que un par de niños de tercero podrían...?

Harry y Hermione intercambiaron miradas, y él supo que ella se sentía tan orgullosa como él de haber dejado a Fudge en evidencia.

¡PLAM!

La puerta de la enfermería se abrió de golpe. Fudge, Snape y Dumbledore entraron en la sala con paso enérgico. Sólo Dumbledore parecía tranquilo, incluso contento. Fudge estaba enfadado, pero Snape se hallaba fuera de sí.

— ¿Y nadie sospechó de que el profesor Dumbledore estuviera tan contento? — preguntó Malfoy.

Se oyeron murmullos mientras muchos alumnos se preguntaban lo mismo.

— Dumbledore es, francamente, impredecible — admitió Fudge. — La mayoría del tiempo no sé lo que está pensando.

— Me tomaré eso como un cumplido, Cornelius — respondió Dumbledore con tono alegre.

—¡CONFIESA, POTTER! —vociferó—. ¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?

—¡Profesor Snape! —chilló la señora Pomfrey—, ¡contrólese!

—Por favor, Snape, sé razonable —dijo Fudge—. Esta puerta estaba cerrada con llave. Acabamos de comprobarlo.

Snape soltó un bufido y miró mal a Fudge, quien se encogió un poco en su asiento. A su lado, la profesora Umbridge no parecía estar muy contenta.

—¡LE AYUDARON A ESCAPAR, LO SÉ! —gritó Snape, señalando a Harry y a Hermione. Tenía la cara contorsionada. Escupía saliva.

Hubieron varias muecas de asco por parte de los alumnos (y de Tonks).

—¡Tranquilícese, hombre! —gritó Fudge—. ¡Está diciendo tonterías!

—¡NO CONOCE A POTTER! —gritó Snape—. ¡LO HIZO ÉL, SÉ QUE LO HIZO ÉL!

— Debe admitir que sonaba como un loco — exclamó Fudge, no pudiendo soportar más la mirada asesina de Snape.

— Me temo que, en ocasiones en las que no tenemos suficiente información o nos negamos a aceptar la que tenemos, es muy fácil cuestionar la salud mental de los demás si eso nos ofrece una solución fácil a nuestros problemas — dijo Dumbledore. — Dicho de otro modo: es mucho más sencillo pensar que alguien está loco que tratar de comprender el porqué de sus acciones.

Fudge mantuvo la boca cerrada, sin atreverse a replicar, y Harry se alegró mucho de ello. Después de todos los meses en los que había tenido que aguantar que lo llamaran loco por decir que Voldemort había regresado, le agradaba ver que Fudge estaba recibiendo una lección al respecto.

—Ya vale, Severus —dijo Dumbledore con voz tranquila—. Piensa lo que dices. Esta puerta ha permanecido cerrada con llave desde que abandoné la enfermería, hace diez minutos. Señora Pomfrey, ¿han abandonado estos alumnos sus camas?

—¡Por supuesto que no! —dijo ofendida la señora Pomfrey—. ¡He estado con ellos desde que usted salió!

— Pero eso no es verdad — dijo Hannah, algo confusa. — ¿No los dejó solos el tiempo suficiente como para que usaran el giratiempo?

— ¡Un minuto! — exclamó la señora Pomfrey. — Con el tiempo que estuvieron solos, no les habría dado tiempo ni a llegar a la torre.

—Ahí lo tienes, Severus —dijo Dumbledore con tranquilidad—. A menos que crea que Harry y Hermione son capaces de encontrarse en dos lugares al mismo tiempo, me temo que no encuentro motivo para seguir molestándolos.

Se oyeron risitas. La mirada que Snape le lanzó a Dumbledore en ese momento habría hecho que Neville se lo hiciera en los pantalones si hubiera estado dirigida hacia él, pero el director ni se inmutó.

Snape se quedó allí, enfadado, apartando la vista de Fudge, que parecía totalmente sorprendido por su comportamiento, y dirigiéndola a Dumbledore, cuyos ojos brillaban tras las gafas. Snape dio media vuelta (la tela de su túnica produjo un frufrú) y salió de la sala de la enfermería como un vendaval.

—Su colega parece perturbado —dijo Fudge, siguiéndolo con la vista—. Yo en su lugar, Dumbledore, tendría cuidado con él.

— Por una vez, estoy de acuerdo con Fudge — murmuró Ron.

Aunque Harry no lo diría en voz alta, él pensaba igual. Snape había dado mucho miedo aquella noche.

—No es nada serio —dijo Dumbledore con calma—, sólo que acaba de sufrir una gran decepción.

—¡No es el único! —repuso Fudge resoplando—. ¡El Profeta va a encontrarlo muy divertido! ¡Ya lo teníamos arrinconado y se nos ha escapado entre los dedos! Sólo faltaría que se enterasen también de la huida del hipogrifo, y seré el hazmerreír. Bueno, tendré que irme y dar cuenta de todo al Ministerio...

— Al final nos hemos enterado de todo — dijo Angelina alegremente.

Fudge suspiró y a Harry le pareció que estaba sudando. No el dio ninguna pena.

— ¿Y los dementores? — le preguntó Dumbledore—. Espero que se vayan del colegio.

— Sí, tendrán que irse — dijo Fudge, pasándose una mano por el cabello—. Nunca creí que intentaran darle el Beso a un niño inocente..., estaban totalmente fuera de control. Esta noche volverán a Azkaban. Tal vez deberíamos pensar en poner dragones en las entradas del colegio...

— ¡Eso sería genial! — exclamó un chico de tercero.

Harry miró directamente a Hagrid, cuyos ojos se habían iluminado.

— ¿Por qué no lo hicieron? Sería una idea fantástica — dijo Hagrid en voz alta.

Sin embargo, no todo el mundo estaba de acuerdo. Harry oyó a Romilda Vane quejarse de lo peligroso que sería.

Recordando el colacuerno húngaro, Harry no pudo evitar estar de acuerdo con ella.

Sin embargo, lo que le sorprendió fue ver que Charlie no parecía especialmente emocionado ante la idea.

— Oh, vamos, Charles. Sabes que te encantaría — dijo Fred. Charlie hizo una mueca.

— No te creas. Sería muy difícil que pudieran cuidar bien a un dragón en Hogwarts durante un tiempo prolongado. Necesitan mucha atención. Hagrid no podría ocuparse de todo.

—Eso le encantaría a Hagrid —dijo Dumbledore, dirigiendo a Harry y a Hermione una rápida sonrisa. Cuando él y Fudge dejaron la enfermería, la señora Pomfrey corrió hacia la puerta y la volvió a cerrar con llave. Murmurando entre dientes, enfadada, volvió a su despacho.

Se oyó un leve gemido al otro lado de la enfermería. Ron se acababa de despertar. Lo vieron sentarse, rascarse la cabeza y mirar a su alrededor.

—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Harry? ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde está Sirius? ¿Dónde está Lupin? ¿Qué ocurre?

Se escucharon algunas risitas.

— Vosotros también estaríais confundidos en esa situación — resopló Ron, mirando mal a un grupito de Gryffindors de segundo que se habían reído.

Harry y Hermione se miraron.

—Explícaselo tú —dijo Harry, cogiendo un poco más de chocolate.

— Ahora tengo ganas de comer chocolate — murmuró Ginny.

— Tú y todos — replicó Ron.

Cuando Harry, Ron y Hermione dejaron la enfermería al día siguiente a mediodía, encontraron el castillo casi desierto. El calor abrasador y el final de los exámenes invitaban a todo el mundo a aprovechar al máximo la última visita a Hogsmeade. Sin embargo, ni a Ron ni a Hermione les apetecía ir, así que pasearon con Harry por los terrenos del colegio, sin parar de hablar de los extraordinarios acontecimientos de la noche anterior y preguntándose dónde estarían en aquel momento Sirius y Buckbeak.

— No me extraña que no tuviérais ganas de ir — dijo Ernie. — Después de luchar contra cien dementores, huir de un hombre lobo y salvar a un exconvicto a lomos de un hipogrifo, ir de excursión al pueblo debió pareceros muy aburrido.

— Oh, no. No es que sea aburrido — respondió Hermione. — Es que estábamos agotados.

— Normal — bufó George.

Cuando se sentaron cerca del lago, viendo cómo sacaba los tentáculos del agua el calamar gigante, Harry perdió el hilo de la conversación mirando hacia la orilla opuesta. La noche anterior, el ciervo había galopado hacia él desde allí.

Las miradas de pena tomaron totalmente por sorpresa a Harry. Mantuvo el semblante tan neutral como pudo y lamentó internamente que se hubiera tenido que leer frente a todos esa estúpida fantasía en la que era su padre quien lo salvaba. Le habría gustado mantener ese detalle en privado.

Una sombra los cubrió. Al levantar la vista vieron a Hagrid, medio dormido, que se secaba la cara sudorosa con uno de sus enormes pañuelos y les sonreía.

—Ya sé que no debería alegrarme después de lo sucedido la pasada noche —dijo— . Me refiero a que Black se volviera a escapar y todo eso... Pero ¿a que no adivináis...?

—¿Qué? —dijeron, fingiendo curiosidad.

Muchos sonrieron, adivinando lo que venía ahora.

—Buckbeak. ¡Se escapó! ¡Está libre! ¡Lo estuve celebrando toda la noche!

—¡Eso es estupendo! —dijo Hermione, dirigiéndole una mirada severa a Ron, que parecía a punto de reírse.

En el presente, no resultaba ningún problema que Ron sonriera con ganas. Harry también sintió ganas de sonreír al ver la expresión agradecida de Hagrid.

—Sí, no lo atamos bien —explicó Hagrid, contemplando el campo satisfecho—. Esta mañana estaba preocupado, pensé que podía tropezarse por ahí con el profesor Lupin. Pero Lupin dice que anoche no comió nada.

Algunos alumnos miraron al profesor Lupin con cautela.

—¿Cómo podía estar seguro de que no había comido nada? — chilló Umbridge.

— Créame, me habría dado cuenta — dijo Lupin lacónicamente.

—¿Cómo? —preguntó Harry.

—Caramba, ¿no lo has oído? —le preguntó Hagrid, borrando la sonrisa. Bajó la voz, aunque no había nadie cerca—. Snape se lo ha revelado esta mañana a todos los de Slytherin. Creía que a estas alturas ya lo sabría todo el mundo: el profesor Lupin es un hombre lobo. Y la noche pasada anduvo suelto por los terrenos del colegio. En estos momentos está haciendo las maletas, por supuesto.

— El profesor Snape no tenía derecho a hacer eso — dijo Angelina valientemente.

Inmediatamente, al menos una docena de personas exclamaron al mismo tiempo en defensa de Lupin, quien lo observaba todo con incredulidad.

— ¡Silencio! — gritó Snape. Estaba fuera de sí. — Si alguien tenía derecho a desenmascarar a Lupin, ese era yo.

— Precisamente, Severus — intervino McGonagall. — Sería tu derecho, si alguien tuviera derecho a hacerlo. Pero no es así. Nunca debiste meterte en los asuntos privados del profesor Lupin.

Snape miraba a McGonagall con furia y, durante un momento, Harry temió que le lanzara un maleficio. Sin embargo, tras lanzarle una brusca mirada al profesor Dumbledore, Snape se quedó sentado en su asiento sin decir nada.

—¿Que está haciendo las maletas? —preguntó Harry alarmado—. ¿Por qué?

—Porque se marcha —dijo Hagrid, sorprendido de que Harry lo preguntara—. Lo primero que hizo esta mañana fue presentar la dimisión. Dice que no puede arriesgarse a que vuelva a suceder.

— Así que por eso se fue — dijo una niña de primero con cara de pena. — ¡Qué mal! Me habría encantado ir a sus clases.

El profesor Lupin pareció muy halagado, pero fue Sirius quien sonrió con más ganas.

Harry se levantó de un salto.

—Voy a verlo —dijo a Ron y a Hermione.

—Pero si ha dimitido...

—No creo que podamos hacer nada.

— No, no habríais podido hacer nada — admitió Lupin. — La decisión estaba tomada.

— Pues era una mierda de decisión — dijo Dean en voz alta, ganándose una mirada fulminante por parte de Snape y una de advertencia de McGonagall. Lupin, por otro lado, no pudo evitar sonreír.

—No importa. De todas maneras, quiero verlo. Nos veremos aquí mismo más tarde.

La puerta del despacho de Lupin estaba abierta. Ya había empaquetado la mayor parte de sus cosas. Junto al depósito vacío del grindylow, la maleta vieja y desvencijada se hallaba abierta y casi llena. Lupin se inclinaba sobre algo que había en la mesa y sólo levantó la vista cuando Harry llamó a la puerta.

— ¿Dónde estaba el grindylow? — preguntó un chico de sexto.

— Lo liberé — replicó Lupin.

—Te he visto venir —dijo Lupin sonriendo.

Señaló el pergamino sobre el que estaba inclinado. Era el mapa del merodeador.

—Acabo de estar con Hagrid —dijo Harry—. Me ha dicho que ha presentado usted la dimisión. No es cierto, ¿verdad?

—Me temo que sí —contestó Lupin.

— Ojalá no lo hubiera hecho — dijo Fred. — Para un año en el que las clases de defensa merecen la pena, va el profesor y dimite.

— Las del año pasado tampoco estuvieron tan mal — dijo una chica de cuarto.

Harry soltó un bufido, pero fue Hermione quien replicó:

— No estaban mal, si olvidamos que el profesor utilizó maldiciones imperdonables delante de los alumnos — dijo en tono irónico. La chica de cuarto pareció encogerse en el asiento.

Comenzó a abrir los cajones de la mesa y a vaciar el contenido.

—¿Por qué? —preguntó Harry—. El Ministerio de Magia no lo creerá confabulado con Sirius, ¿verdad?

Lupin fue hacia la puerta y la cerró.

—No. El profesor Dumbledore se las ha arreglado para convencer a Fudge de que intenté salvaros la vida —suspiró—.

Fudge hizo una mueca al escuchar eso y Harry supuso que debía estar sintiéndose muy estúpido por haberse dejado engañar por Dumbledore de ese modo.

Ha sido el colmo para Severus. Creo que ha sido muy duro para él perder la Orden de Merlín. Así que él... por casualidad... reveló esta mañana en el desayuno que soy un licántropo.

— Eres despreciable — dijo Sirius en voz alta, mirando a Snape con tanto asco y tanta furia que varias personas parecieron cohibidas al verlo.

— Un insulto más, Black, y desearás que los dementores te hubieran atrapado antes que yo — replicó Snape lentamente, con ese tono sedoso y calculado que a Harry le daba escalofríos.

Dumbledore suspiró.

— Por favor, señorita Holmes, continúe leyendo.

La chica de Ravenclaw hizo caso de inmediato.

—¿Y se va sólo por eso? —preguntó Harry. Lupin sonrió con ironía.

—Mañana a esta hora empezarán a llegar las lechuzas enviadas por los padres. No consentirán que un hombre lobo dé clase a sus hijos, Harry. Y después de lo de la última noche, creo que tienen razón. Pude haber mordido a cualquiera de vosotros... No debe repetirse.

—¡Es usted el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido nunca! —dijo Harry—. ¡No se vaya!

Se escucharon varios "Ooooh" y Lupin le sonrió a Harry, agradecido.

Lupin negó con la cabeza, pero no dijo nada. Siguió vaciando los cajones. Luego, mientras Harry buscaba un argumento para convencerlo, Lupin añadió:

—Por lo que el director me ha contado esta mañana, la noche pasada salvaste muchas vidas, Harry. Si estoy orgulloso de algo es de todo lo que has aprendido. Háblame de tu patronus.

Aunque en aquel momento había estado demasiado preocupado por la partida de Lupin como para darse cuenta, en el presente, Harry sintió algo cálido en el estómago al notar que Lupin había dicho que estaba orgulloso de él.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry anonadado.

—¿Qué otra cosa podía haber puesto en fuga a los dementores?

Harry contó a Lupin lo que había ocurrido. Al terminar, Lupin volvía a sonreír:

—Sí, tu padre se transformaba siempre en ciervo —con—firmó—. Lo adivinaste.

Se oyeron murmullos.

— Yo tengo una pregunta — dijo un chico de segundo, alzando la mano. — Si Potter nunca conoció a su padre ni sabía que él se convertía en ciervo, ¿cómo puede ser su patronus?

Dumbledore sonrió.

— Las personas a las que queremos nunca nos dejan del todo — respondió. — En el caso de Harry, cuyos padres dieron todo por protegerle, la huella de ese amor es innegable y traspasa todo lo visible.

Harry tragó saliva. Se le había puesto la piel de gallina y deseó que Dumbledore no dijera nada más, porque el aire solemne que se había apoderado del comedor solía ir seguido de una decena de miradas compasivas hacia él, y no creía poder soportarlo.

Por suerte, el director no añadió nada más y la chica de Ravenclaw pudo seguir leyendo.

Por eso lo llamábamos Cornamenta. —Lupin puso los últimos libros en la maleta, cerró los cajones y se volvió para mirar a Harry—. Toma, la traje la otra noche de la Casa de los Gritos —dijo, entregándole a Harry la capa invisible—: Y... —titubeó y a continuación le entregó también el mapa del merodeador—. Ya no soy profesor tuyo, así que no me siento culpable por devolverte esto. A mí ya no me sirve. Y me atrevo a creer que tú, Ron y Hermione le encontraréis utilidad.

Se oyeron jadeos y murmullos.

— ¿Le devolvió el mapa? — dijo una chica de séptimo, incrédula.

— ¡Y la capa! — añadió Roger Davies.

— Caray, Harry. Tienes todas las herramientas para hacer lo que te de la gana en el castillo sin que te pillen — dijo un chico de segundo de Gryffindor con tono de admiración.

Sintiendo las miradas intensas de los profesores, Harry trató de parecer inocente.

— Esto es inaceptable — resopló Umbridge. — Tanto el mapa como la capa de invisibilidad deberán pasar a disposición del ministerio por tratarse de objetos potencialmente peligrosos.

Harry abrió la boca para replicar, pero Dumbledore se le adelantó:

— Dolores, haga memoria. Ya hemos hablado sobre ese tema, ¿recuerda? — dijo amablemente, aunque a Harry le pareció que, bajo el tono amable, se escondía algo peligroso. — La capa perteneció al padre de Harry y, por tanto, es legítimamente suya. Y el mapa, como bien se ha descubierto en los últimos capítulos, también pertenecía en parte a James Potter. Las únicas personas que tienen derecho a reclamárselo a Harry son Remus Lupin y Sirius Black.

— Se lo puede quedar — dijo Sirius rápidamente. — A nosotros ya no nos sirve de nada.

Umbridge miró muy mal a Sirius, que simplemente le dedicó una sonrisa engreída.

Harry sintió una punzada al recordar que ni siquiera sabía dónde estaba el mapa en ese momento. Solo sabía que uno de los encapuchados se lo había quitado, al menos temporalmente. Esperaba poder recuperarlo antes de que Sirius y Lupin supieran que ya no lo tenía.

Harry cogió el mapa y sonrió.

—Usted me dijo que Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta me habrían tentado para que saliera del colegio..., que lo habrían encontrado divertido.

—Sí, lo habríamos hecho —confirmó Lupin, cerrando la maleta—. No dudo que a James le habría decepcionado que su hijo no hubiera encontrado ninguno de los pasadizos secretos para salir del castillo.

Snape soltó un bufido tan fuerte que varias personas se le quedaron mirando.

Alguien llamó a la puerta. Harry se guardó rápidamente en el bolsillo el mapa del merodeador y la capa invisible.

Era el profesor Dumbledore. No se sorprendió al ver a Harry.

—Tu coche está en la puerta, Remus —anunció.

—Gracias, director.

— ¿Por qué no se sorprendió al ver a Harry? — se oyó susurrar a una chica de primero.

— Porque Dumbledore lo sabe todo — replicó un chico en voz alta.

Lupin cogió su vieja maleta y el depósito vacío del grindylow.

—Bien. Adiós, Harry —dijo sonriendo—. Ha sido un verdadero placer ser profesor tuyo. Estoy seguro de que nos volveremos a encontrar en otra ocasión. Señor director, no hay necesidad de que me acompañe hasta la puerta. Puedo ir solo.

— Bueno, tenías razón — dijo Tonks alegremente. — Os volvisteis a ver.

Tanto Lupin como Harry sonrieron.

Harry tuvo la impresión de que Lupin quería marcharse lo más rápidamente posible.

— No tenía sentido alargarlo más — admitió Lupin.

—Adiós entonces, Remus —dijo Dumbledore escuetamente. Lupin apartó ligeramente el depósito del grindylow para estrecharle la mano a Dumbledore. Luego, con un último movimiento de cabeza dirigido a Harry y una rápida sonrisa, salió del despacho.

Harry se sentó en su silla vacía, mirando al suelo con tristeza.

Volvieron a escucharse algunos "Oooh" y más de un comentario como "¡Qué pena!".

Oyó cerrarse la puerta y levantó la vista. Dumbledore seguía allí.

—¿Por qué estás tan triste, Harry? —le preguntó en voz baja—. Tendrías que sentirte muy orgulloso de ti mismo después de lo ocurrido anoche.

—No sirvió de nada —repuso Harry con amargura—. Pettigrew se escapó.

— Es verdad — se quejó Ernie Macmillan. — Hasta ahora, todos los libros habían tenido finales felices. Es la primera vez que no conseguís arreglar las cosas.

— ¿Qué quieres decir? — le preguntó Hannah.

Ernie suspiró.

— Piénsalo. En primero, consiguieron salvar la piedra filosofal y desenmascarar a Quirrell. En segundo, salvaron a Ginny Weasley y derrotaron al basilisco. Pero en tercero, Pettigrew escapó y fue el profesor Lupin, que era inocente, quien acabó pagando los platos rotos. Y Sirius Black continuó siendo un fugitivo, a pesar de su inocencia. No es un final agradable.

— La vida no siempre tiene finales felices — le espetó Malfoy. — Ya iba siendo hora de que Potter lo aprendiera.

Le cayeron muchas miradas enfadadas.

— Creo que Potter ya lo sabía perfectamente — replicó Daphne Greengrass, mirando a Malfoy con severidad y haciendo que Harry pensara en McGonagall.

—¿Que no sirvió de nada? —dijo Dumbledore en voz baja—. Sirvió de mucho, Harry. Ayudaste a descubrir la verdad. Salvaste a un hombre inocente de un destino terrible.

— ¿Pero hizo todo eso realmente? — dijo McLaggen. — La verdad no se ha sabido hasta ahora. Y solo la sabemos los que estamos aquí leyendo.

— Si Harry, Ron y Hermione no hubieran actuado como lo hicieron, Sirius habría sido condenado al beso del dementor y nadie habría sabido nunca que el verdadero traidor fue Peter — explicó Lupin. — Puede que la verdad no se hiciera pública, pero la descubrimos suficientes personas como para garantizar que Sirius tuviera un apoyo sólido durante los años siguientes.

«Terrible.» Harry recordó algo. «Más grande y más terrible que nunca.»

¡La predicción de la profesora Trelawney!

— Se me había olvidado lo de la predicción — admitió Wood.

A juzgar por las caras de algunos, no era el único.

—Profesor Dumbledore: ayer, en mi examen de Adivinación, la profesora Trelawney se puso muy rara.

—¿De verdad? —preguntó Dumbledore—. ¿Quieres decir más rara de lo habitual?

Eso provocó muchas risitas entre el alumnado (y a Harry le pareció ver que el profesor Flitwick reía durante un momento, si bien fue muy rápido en disimularlo).

—Sí... Habló con una voz profunda, poniendo los ojos en blanco. Y dijo que el vasallo de Voldemort partiría para reunirse con su amo antes de la medianoche. Dijo que el vasallo lo ayudaría a recuperar el poder. —Harry miró a Dumbledore—. Y luego volvió a la normalidad y no recordaba nada de lo que había dicho. ¿Sería una auténtica profecía?

Dumbledore parecía impresionado.

—Pienso que podría serlo —dijo pensativo—. ¿Quién lo habría pensado? Esto eleva a dos el total de sus profecías auténticas. Tendría que subirle el sueldo...

— ¿Dos? — preguntó Hermione en voz baja.

Harry se encogió de hombros. No había preguntado cuál era la segunda profecía y, a decir verdad, tampoco le importaba mucho.

—Pero... —Harry lo miró aterrorizado: ¿cómo podía tomárselo Dumbledore con tanta calma?—, ¡pero yo impedí que Sirius y Lupin mataran a Pettigrew! Esto me convierte en culpable de un posible regreso de Voldemort.

Se escucharon grititos ahogados.

— Entonces, ¿Pettigrew fue quien ayudó a Quien-Vosotros-Sabéis a regresar? — preguntó Lee Jordan en voz alta.

Harry asintió, provocando otra oleada de murmullos.

—En absoluto —respondió Dumbledore tranquilamente—. ¿No te ha enseñado nada tu experiencia con el giratiempo, Harry? Las consecuencias de nuestras acciones son siempre tan complicadas, tan diversas, que predecir el futuro es realmente muy difícil. La profesora Trelawney, Dios la bendiga, es una prueba de ello.

— Por supuesto que es difícil — bufó Trelawney, dándose importancia. — Es una de las ramas de la magia más antiguas y complicadas.

Harry aguantó las ganas de rodar los ojos.

Hiciste algo muy noble al salvarle la vida a Pettigrew.

—¡Pero si ayuda a Voldemort a recuperar su poder...!

—Pettigrew te debe la vida. Has enviado a Voldemort un lugarteniente que está en deuda contigo. Cuando un mago le salva la vida a otro, se crea un vínculo entre ellos. Y si no me equivoco, no creo que Voldemort quiera que su vasallo esté en deuda con Harry Potter.

Harry bufó.

— ¿Y de qué sirvió eso? — dijo en voz alta. — Pettigrew me debe la vida, pero eso no impidió que intentara matarme en junio.

Se hizo el silencio. Muchos intercambiaron miradas nerviosas y Harry se dio cuenta de que, por primera vez, lo que sucedió realmente en junio comenzaba a tomar forma en las mentes de algunos.

— Pettigrew está en deuda contigo — replicó Dumbledore, aunque no miraba a Harry fijamente, sino a un punto en el suelo frente a él. — Puede que esa deuda no se saldara aquella noche, en el cementerio, pero estoy seguro de que algún día lo hará.

Harry no estaba muy convencido, pero no creía que discutir con Dumbledore fuera muy buena idea.

—No quiero tener ningún vínculo con Pettigrew —dijo Harry—. Traicionó a mis padres.

—Esto es lo más profundo e insondable de la magia, Harry. Pero confía en mí. Llegará el momento en que te alegres de haberle salvado la vida a Pettigrew.

— Ese momento aún no ha llegado — murmuró Harry, para que solo Ron, Hermione y Ginny lo escucharan.

Por suerte, ellos parecían pensar lo mismo que él.

Harry no podía imaginar cuándo sería. Dumbledore parecía saber lo que pensaba Harry.

—Traté mucho a tu padre, Harry, tanto en Hogwarts como más tarde —dijo dulcemente—. Él también habría salvado a Pettigrew, estoy seguro.

Se formó un silencio solemnte, roto solo por las palabras de Sirius:

— James era mejor persona que yo — dijo. — Sí, seguro que habría salvado a Peter.

Harry lo miró. Dumbledore no se reiría. Se lo podía decir.

—Anoche... pensé que era mi padre el que había hecho aparecer mi patronus. Quiero decir... cuando me vi a mí mismo al otro lado del lago, pensé que lo veía a él.

El silencio continuó y Harry deseó que alguien dijera algo. Incluso habría aceptado alguna burla hacia él por pensar algo tan estúpido. Sin embargo, la mayoría de gente parecía sentir pena por él, cosa que detestaba.

—Un error fácil de cometer —dijo Dumbledore—. Supongo que estarás harto de oírlo, pero te pareces extraordinariamente a James. Menos en los ojos: tienes los de tu madre.

— ¿Cuántas veces has tenido que escuchar eso? — dijo Bill.

— Muchas — replicó Harry.

Harry sacudió la cabeza.

—Fue una idiotez pensar que era él —murmuró—. Quiero decir... ya sé que está muerto.

Harry escuchó un sollozo y se sorprendió al ver que había varias personas llorando.

—¿Piensas que los muertos a los que hemos querido nos abandonan del todo? ¿No crees que los recordamos especialmente en los mayores apuros? Tu padre vive en ti, Harry, y se manifiesta más claramente cuando lo necesitas. ¿De qué otra forma podrías haber creado ese patronus tan especial? Cornamenta volvió a galopar anoche.

Oyó a alguien sonarse la nariz y vio que era la señora Weasley.

Harry tardó un rato en comprender lo que Dumbledore acababa de decirle—. Sirius me contó anoche cómo se convertían en animagos —añadió Dumbledore sonriendo —. Una hazaña extraordinaria... y aún más extraordinario fue que yo no me enterara. Y entonces recordé la muy insólita forma que adoptó tu patronus cuando embistió al señor Malfoy en el partido contra Ravenclaw. Así que anoche viste realmente a tu padre... Lo encontraste dentro de ti mismo.

— Qué profundo — dijo Luna.

— Y qué bonito — añadió Lavender, que tenía los ojos aguados.

De reojo, Harry miró a Sirius y vio que a él también le brillaban los ojos. No dijo nada, porque, cuando era él quien se emocionaba, prefería que nadie se diera cuenta y supuso que Sirius sería igual.

Vio entonces que Lupin le ponía una mano en el hombro a Sirius y que ambos se miraban un momento, como si estuvieran hablando con la mirada. Tras unos segundos, Sirius asintió y volvió a pesar atención a la lectura.

Y Dumbledore abandonó el despacho dejando a Harry con sus confusos pensamientos.

Nadie en Hogwarts conocía la verdad de lo ocurrido la noche en que desaparecieron Buckbeak, Sirius y Pettigrew, salvo Harry, Ron, Hermione y el profesor Dumbledore. Al final del curso, Harry oyó muchas teorías acerca de lo que había sucedido, pero ninguna se acercaba a la verdad.

— Siempre pasa lo mismo — se quejó Justin. — ¿Cómo es posible que siempre esteis metidos en todo lo que ocurre en Hogwarts?

— Me llevo preguntando lo mismo desde primero — replicó Ron.

Malfoy estaba furioso por lo de Buckbeak. Estaba convencido de que Hagrid había hallado la manera de esconder el hipogrifo, y parecía ofendido porque el guardabosques hubiera sido más listo que su padre y él. Percy Weasley, mientras tanto, tenía mucho que decir sobre la huida de Sirius.

—¡Si logro entrar en el Ministerio, tendré muchas propuestas para hacer cumplir la ley mágica! —dijo a la única persona que lo escuchaba, su novia Penelope.

Se oyeron risitas y Percy se ruborizó intensamente. Evitó cruzar miradas con Sirius, que parecía divertido.

Aunque el tiempo era perfecto, aunque el ambiente era tan alegre, aunque sabía que había logrado casi lo imposible al liberar a Sirius, Harry nunca había estado tan triste al final de un curso.

— Oh, Harry — dijo Lupin, apenado. — Lo siento mucho.

— No pasa nada — le aseguró Harry. Sin embargo, le invadió en ese momento una idea maravillosa. ¿Y si, cuando acabaran de leer todos los libros, la profesora Umbridge fuera despedida y Lupin pudiera regresar? Sería genial.

Ciertamente, no era el único al que le apenaba la partida del profesor Lupin. Todo el grupo que acudía con Harry a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras lamentaba su dimisión.

—Me pregunto a quién nos pondrán el próximo curso —dijo Seamus Finnigan con melancolía.

—Tal vez a un vampiro —sugirió Dean Thomas con ilusión.

— No, solo era un asqueroso mortífago — murmuró Ron.

Lo que le pesaba a Harry no era sólo la partida de Lupin. No podía dejar de pensar en la predicción de la profesora Trelawney. Se preguntaba continuamente dónde estaría Pettigrew, si estaría escondido o si habría llegado ya junto a Voldemort. Pero lo que más lo deprimía era la perspectiva de volver con los Dursley.

Harry hizo una mueca. Deseó que la chica de Ravenclaw leyera más rápido para acabar cuanto antes con ese tema.

Durante media hora, una gloriosa media hora, había creído que viviría en adelante con Sirius, el mejor amigo de sus padres. Era lo mejor que podía imaginar, exceptuando la posibilidad de tener allí otra vez a su padre. Y aunque era una buena noticia no tener noticias de Sirius, porque significaba que no lo habían encontrado, Harry no podía dejar de entristecerse al pensar en el hogar que habría podido tener y en el hecho de que lo había perdido.

Harry mantuvo la mirada fija en el libro e ignoró las decenas de personas que le lanzaban miradas compasivas.

— Puede que no pudiéramos irnos a vivir juntos aquel año — dijo Sirius en voz alta. — Pero, en cuanto salgamos de aquí y mi nombre sea limpiado públicamente, nada podrá impedir que vivamos juntos. No vas a volver con los Dursley. Ya te lo dije, ¿recuerdas?

Harry lo recordaba perfectamente. Aquel momento en el que habían leído por primera vez sobre su alacena... Sirius le había hecho una promesa, y Harry estaba seguro de que tenía intenciones de cumplirla.

Los resultados de los exámenes salieron el último día del curso. Harry, Ron y Hermione habían aprobado todas las asignaturas. Harry estaba asombrado de que le hubieran aprobado Pociones. Sospechaba que Dumbledore había intervenido para impedir que Snape lo suspendiera injustamente. El comportamiento de Snape con Harry durante toda la última semana había sido alarmante. Harry nunca habría creído que la manía que le tenía Snape pudiera aumentar, pero así fue. A Snape se le movía un músculo en la comisura de la boca cada vez que veía a Harry, y se le crispaban los dedos como si deseara cerrarlos alrededor del cuello de Harry.

Se escucharon gritos ahogados y muchos miraron a Snape con miedo.

— Ni te atrevas, Severus — bufó McGonagall. Casi le salían chispas por los ojos. — Ni se te ocurra.

— Minerva, te recuerdo que lo que estamos leyendo es la percepción de Potter — replicó Snape enfadado. — Qué el interpretara mis gestos como una posible amenaza no significa que yo fuera a agredir físicamente a Potter. Nunca le he puesto un dedo encima.

Sin embargo, eso no tranquilizó a la mayoría. La señora Weasley parecía escandalizada. Por suerte, la chica de Ravenclaw siguió leyendo y obligó a que los ánimos se calmaran un poco.

Percy obtuvo las más altas calificaciones en ÉXTASIS. Fred y George consiguieron varios TIMOS cada uno. Mientras tanto, la casa de Gryffindor, en gran medida gracias a su espectacular actuación en la copa de quidditch, había ganado la Copa de las Casas por tercer año consecutivo. Por eso la fiesta de final de curso tuvo lugar en medio de ornamentos rojos y dorados, y la mesa de Gryffindor fue la más ruidosa de todas, ya que todo el mundo lo estaba celebrando. Incluso Harry, comiendo, bebiendo, hablando y riendo con sus compañeros, consiguió olvidar que al día siguiente volvería a casa de los Dursley.

La mayoría de Gryffindor sonreía e incluso se oyeron algunos aplausos. Percy se había hinchado de orgullo al leer lo de sus ÉXTASIS, haciendo que Fred se burlara de él a sus espaldas y le sacara una carcajada a Ginny.

Cuando a la mañana siguiente el expreso de Hogwarts salió de la estación, Hermione dio a Ron y a Harry una sorprendente noticia:

—Esta mañana, antes del desayuno, he ido a ver a la profesora McGonagall. He decidido dejar los Estudios Muggles.

—¡Pero aprobaste el examen con el 320 por ciento de eficacia!

— ¿Era posible conseguir esa nota? — bufó Terry Boot.

Hermione asintió, orgullosa de sí misma.

—Lo sé —suspiró Hermione—. Pero no puedo soportar otro año como éste. El giratiempo me estaba volviendo loca. Lo he devuelto. Sin los Estudios Muggles y sin Adivinación, volveré a tener un horario normal.

— Menos mal, eso no ega sano — dijo Fleur, ganándose una sonrisa por parte de Hermione.

—Todavía no puedo creer que no nos dijeras nada —dijo Ron resentido—. Se supone que somos tus amigos.

— Eso, eso — exclamó Fred en voz alta. — ¿Cómo pudiste mantenerlo en secreto? Hasta a mí me duele que no me lo dijeras.

— George y tú sois las últimas personas a las que se lo habría contado — bufó Hermione. Fred y George fingieron ofenderse, y George hasta se llevó una mano al pecho en señal de dolor y se dejó caer sobre su gemelo, fingiendo un desmayo.

— Mira lo que has hecho, Hermione — dijo Fred. — ¡Has herido su corazón!

Ella rodó los ojos y los ignoró, aunque Harry notó que sonreía.

—Prometí que no se lo contaría a nadie —dijo gravemente. Se volvió para observar a Harry, que veía cómo desaparecía Hogwarts detrás de una montaña. Pasarían dos meses enteros antes de volverlo a ver—. Alégrate, Harry —dijo Hermione con tristeza.

Las miradas de pena regresaron y Harry casi gimió al darse cuenta.

—Estoy bien —repuso Harry de inmediato—. Pensaba en las vacaciones.

—Sí, yo también he estado pensando en ellas —dijo Ron—. Harry, tienes que venir a pasar unos días con nosotros. Lo comentaré con mis padres y te llamaré. Ya sé cómo utilizar el felétono.

Se oyeron risitas por parte de los hijos de muggle.

—El teléfono, Ron —le corrigió Hermione—. La verdad, deberías coger Estudios Muggles el próximo curso...

Ron no le hizo caso.

— No habría sido mala idea — dijo Arthur felizmente. Ron, sin embargo, no parecía muy ilusionado ante la idea.

—¡Este verano son los Mundiales de quidditch! ¿Qué dices a eso, Harry? Ven y quédate con nosotros. Iremos a verlos. Mi padre normalmente consigue entradas en el trabajo.

La proposición alegró mucho a Harry.

— ¿Fuisteis a los mundiales? — preguntó un chico de tercero, emocionado. — Entonces, ¿saldrán en los libros?

— Eso creo — asintió Harry. De reojo, vio que Wood casi pegaba un salto en su asiento, lleno de emoción.

—Sí... Apuesto a que los Dursley estarán encantados de dejarme ir... Especialmente después de lo que le hice a tía Marge...

Se escucharon algunos bufidos y más de una risa.

— Ya no me acordaba — dijo Alicia. — ¿Seguro que estarás a salvo si vuelves con ellos? ¿No te hicieron nada?

— Nah, todo fue bien — replicó Harry. Alicia pareció bastante aliviada.

Mucho más contento, Harry jugó con Ron y Hermione varias manos de snap explosivo, y cuando llegó la bruja con el carrito del té, compró un montón de cosas de comer, aunque nada que contuviera chocolate.

— Acabé harto — admitió Harry.

— No me sorprende — rió Ginny.

Pero fue a media tarde cuando apareció lo que lo puso de verdad contento...

—Harry —dijo Hermione de repente, mirando por encima del hombro de él—, ¿qué es eso de ahí fuera?

Harry se volvió a mirar. Algo muy pequeño y gris aparecía y desaparecía al otro lado del cristal. Se levantó para ver mejor y distinguió una pequeña lechuza que llevaba una carta demasiado grande para ella.

La gente intercambió miradas confusas.

La lechuza era tan pequeña que iba por el aire dando tumbos a causa del viento que levantaba el tren. Harry bajó la ventanilla rápidamente, alargó el brazo y la cogió. Parecía una snitch cubierta de plumas.

— Eso la define bien — dijo Ron.

La introdujo en el vagón con mucho cuidado. La lechuza dejó caer la carta sobre el asiento de Harry y comenzó a zumbar por el compartimento, contenta de haber cumplido su misión. Hedwig dio un picotazo al aire con digna actitud de censura. Crookshanks se incorporó en el asiento, persiguiendo con sus grandes ojos amarillos a la lechuza. Al notarlo, Ron la cogió para protegerla.

— Qué mono — dijo Lavender. Ron se ruborizó intensamente.

Harry recogió la carta. Iba dirigida a él. La abrió y gritó:

—¡Es de Sirius!

—¿Qué? —exclamaron Ron y Hermione, emocionados—. ¡Léela en voz alta!

— ¿No fue un poco arriesgado enviarle una lechuza? — dijo Tonks.

— No pasó nada — se defendió Sirius.

Querido Harry:

Espero que recibas esta carta antes de llegar a casa de tus tíos. No sé si ellos están habituados al correo por lechuza.

Recordando lo que habían leído sobre ellos, algunos bufaron, sabiendo bien la respuesta a esa pregunta.

Buckbeak y yo estamos escondidos. No te diré dónde por si ésta cae en malas manos. Tengo dudas acerca de la fiabilidad de la lechuza, pero es la mejor que pude hallar, y parecía deseosa de acometer esta misión.

Creo que los dementores siguen buscándome, pero no podrán encontrarme. Estoy pensando en dejarme ver por algún muggle a mucha distancia de Hogwarts, para que relajen la vigilancia en el castillo.

— Muy inteligente — dijo Moody con gesto de aprobación.

Hay algo que no llegué a contarte durante nuestro breve encuentro: fui yo quien te envió la Saeta de Fuego.

—¡Ja! —exclamó Hermione, triunfante—. ¿Lo veis? ¡Os dije que era de él!

Algunos rodaron los ojos.

— Pero sabemos que la escoba estaba bien — dijo Wood, quien parecía seguir sintiendo un poco de rencor hacia Hermione por aquello. Ella lo ignoró.

—Sí, pero él no la había gafado, ¿verdad? —observó Ron—. ¡Ay!

La pequeña lechuza, que daba grititos de alegría en su mano, le había picado en un dedo de manera al parecer afectuosa.

— Parece adorable — dijo una chica de segundo.

Crookshanks llevó el envío a la oficina de correos. Utilicé tu nombre, pero les dije que cogieran el oro de la cámara de Gringotts número 711, la mía. Por favor, considéralo como el regalo que mereces que te haga tu padrino por cumplir trece años.

— ¿Quieres ser mi padrino también? — preguntó Fred, provocando varias risas.

También me gustaría disculparme por el susto que creo que te di aquella noche del año pasado cuando abandonaste la casa de tu tío. Sólo quería verte antes de comenzar mi viaje hacia el norte. Pero creo que te alarmaste al verme.

— No se alarmó, solo casi lo atropella un autobús — dijo Ron en tono irónico.

Te envío en la carta algo que espero que te haga disfrutar más el próximo curso en Hogwarts. Si alguna vez me necesitas, comunícamelo. Tu lechuza me encontrará.

Volveré a escribirte pronto.

Sirius

Harry miró impaciente dentro del sobre. Había otro pergamino. Lo leyó rápidamente, y se sintió tan contento y reconfortado como si se hubiera tomado de un trago una botella de cerveza de mantequilla.

Yo, Sirius Black, padrino de Harry Potter, autorizo por la presente a mi ahijado a visitar Hogsmeade los fines de semana.

Muchos sonrieron y Harry le agradeció con la mirada a Sirius, quien también tenía una gran sonrisa.

—Esto le bastará a Dumbledore —dijo Harry contento. Volvió a mirar la carta de Sirius—. ¡Un momento! ¡Hay una posdata...!

He pensado que a tu amigo Ron tal vez le guste esta lechuza, ya que por mi culpa se ha quedado sin rata.

— Es un detalle — dijo Susan Bones.

— Ya decía yo que me sonaba esa descripción — añadió Seamus. — Es Pig, ¿no?

Ron asintió y Ginny rodó los ojos.

— Se llama Pigwigdeon.

— Mejor la llamamos Pig — dijo Dean con una sonrisa. Ginny soltó un bufido de indignación, aunque no parecía enfadada de verdad.

Ron abrió los ojos de par en par. La pequeña lechuza seguía gimiendo de emoción.

—¿Quedármela? —preguntó dubitativo. La miró muy de cerca durante un momento, y luego, para sorpresa de Harry y Hermione, se la acercó a Crookshanks para que la olfatease.

—¿Qué te parece? —preguntó Ron al gato—. ¿Es una lechuza de verdad?

Se oyeron carcajadas y algunos miraban a Ron con incredulidad.

— Después de pasar todo el año odiando a ese gato, ¿ahora confías en él? — dijo un chico de séptimo.

Ron se encogió de hombros.

— No quiero volver a tener un animago por mascota.

Crookshanks ronroneó.

—Es suficiente —dijo Ron contento—. Me la quedo.

Harry leyó y releyó la carta de Sirius durante todo el trayecto hasta la estación de King's Cross. Todavía la apretaba en la mano cuando él, Ron y Hermione atravesaron la barrera del andén nueve y tres cuartos. Harry localizó enseguida a tío Vernon. Estaba de pie, a buena distancia de los padres de Ron, mirándolo con recelo. Y cuando la señora Weasley abrazó a Harry, confirmó sus peores suposiciones sobre ellos.

—Que le den a Dursley — resopló Fred.

El hecho de que la señora Weasley no lo regañara por su lenguaje demostraba lo mucho que estaba de acuerdo con él.

—¡Te llamaré por los Mundiales! —gritó Ron a Harry, al despedirse de ellos. Luego volvió hacia tío Vernon el carrito en que llevaba el baúl y la jaula de Hedwig. Su tío lo saludó de la manera habitual.

—¿Qué es eso? —gruñó, mirando el sobre que Harry apretaba en la mano—. Si es otro impreso para que lo firme, ya tienes otra...

— Ya estamos — se quejó Katie Bell. — ¿Es que no puede ni decir hola?

— Para eso tendría que tener educación — replicó Ginny.

—No lo es —dijo Harry con alegría—. Es una carta de mi padrino.

—¿Padrino? —farfulló tío Vernon—. Tú no tienes padrino.

—Sí lo tengo —dijo Harry de inmediato—. Era el mejor amigo de mis padres. Está condenado por asesinato, pero se ha escapado de la prisión de los brujos y ahora se halla escondido. Sin embargo, le gusta mantener el contacto conmigo... Estar al corriente de mis cosas... Comprobar que soy feliz...

Hubo unos segundos de silencio mientras todos asimilaban lo que acababan de oír. Y entonces, el comedor se llenó de carcajadas.

Y sonriendo ampliamente al ver la expresión de terror que se había dibujado en el rostro de tío Vernon, Harry se dirigió a la salida de la estación, con Hedwig dando picotazos delante de él, para pasar un verano que probablemente sería mucho mejor que el anterior.

Muchos sonrieron al escuchar eso, incluido Harry.

— Ya está — anunció la chica de Ravenclaw, que cerró el libro con aire solemne. — El tercer libro ha terminado.

— Excelente —sonrió Dumbledore, poniéndose en pie. — Creo que este libro ha sido muy ilustrador. Mañana continuaremos con el cuarto.

Hizo una floritura con la varita y un libro se materializó frente a él, flotando en el aire. Las miradas de todos estaban fijas en ese nuevo tomo, que parecía resplandecer ante sus ojos.

Dumbledore esperó unos segundos antes de decir:

— Se titula: Harry Potter y el Cáliz de Fuego. Cuenta el cuarto año de Harry en Hogwarts, es decir, el año pasado.

Se hizo el silencio. A Harry le dio un escalofrío. De entre todos los libros que habían leído... este sería el más difícil.

En tono solemne, Dumbledore dijo:

— Espero que esteis preparados. Mañana continuaremos con la lectura.

HPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHPHP

Hasta aquí llega! Tercer libro: ACABADO. Espero que os haya gustado! :3 Gracias por haber leído hasta aquí y gracias a todos aquellos que habéis leído y comentado cada semana.

Nos vemos dentro de dos semanas, el día 30! Tengo mucha ilusión por empezar el cuarto libro y espero que vosotros también jajaja. Bye!