Hola! ^^ Aquí estoy, de vuelta con un nuevo episodio de esta historia que tanto me apasiona escribir! Espero que lo disfruten mucho! Me gustaría mucho que leyesen las notas de la autora al final del capítulo! Gracias! ^^

*AGRADECIMIENTOS ESPECIALES*

Lady Yomi: querida amiga! Me alegró muchísimo recibir tu review, leerlo y releerlo, nada me hizo más feliz! Tú siempre tienes palabras cargadas de cariño para mí y mis historias! ^^ Por supuesto que puedes adoptar a Denzel y ser su tía, yo estoy más que segura que él estaría encantado de tener una tía tan maravillosa como tú! *o* Lena tiene un carácter muy divertido, a mi me resulta muy ameno escribirla ya que tiene una personalidad similar a la de Claudine, estoy segura que ambas se llevarían muy bien si se conociesen! ^^ A mí también me encanta como evoluciona la dinámica entre Cloud y Aeris en esta historia y creo que este capítulo que añado hoy ofrece mucho de esa dinámica tan peculiar que tiene! Espero que sigas disfrutando mucho de los episodios y, por supuesto, que te hagan muy feliz! Te mando muchos besos y abrazos fuertes! MIL GRACIAS! *O* *O*

Capítulo 4

Aeris se despertó en mitad de la noche, temblando y sudorosa. Sentía el cabello castaño pegado a su frente y sus mejillas, mientras respiraba a bocanadas, intentando captar la mayor cantidad de aire que pudiese. Sentía una intensa angustia en su estómago, que se le retorcía, y en su corazón, que latía pegado a su columna vertebral, empequeñeciéndose y agrandándose con cada latido, que percibía como si tuviese el órgano en su propia mano.

Se sentó lentamente en la cama, sin encender la luz, mientras trataba de recapitular y recolectar todas las imágenes que habían sucedido en aquel terrible sueño que la había hecho despertar tan abruptamente. La presencia oscura de alguien toqueteando sus cosas, oliendo su ropa interior, observando sus fotografías, acostándose en su cama y acariciando las sábanas con lentitud. Y cuando llamaba a la presencia e intentaba plantarle cara, descubría que esta no tenía rostro y que, en su lugar, había tan solo un inmenso agujero, un vacío que impedía que la mujer pudiese descubrir de quién se trataba.

Y aquel agujero la asustaba sobremanera. La angustia de no poder identificar a la persona que se había adentrado en su dormitorio dos noches atrás, de no poder ponerle cara y no tener una identidad en la que pensar hacía que se sintiese atrapada y pesarosa. Aunque la asustaba el hecho de que alguien hubiese burlado la -escasa, eso sí - seguridad de su hogar, lo que realmente la atemorizaba era aquel agujero oscuro que su imaginación le ponía a la cara de aquel a quien habían nombrado como un acosador.

Sintiendo que su corazón iba más rápido conforme sus pensamientos iban profundizando cada vez más e imaginándose lo peor, decidió encender la luz. La calidez de está llenó el lujoso cuarto e inundó su cuerpo, haciéndola sentir algo más calmada, pero aún no era suficiente. A pesar del frío que reinaba fuera, las mantas pesaban sobre su figura y se sentían como cadenas que la ataban de pies y manos contra el colchón, por lo que decidió que la mejor forma de calmarse sería ir a por un té de tila a la cocina.

Sacó los pies lentamente y pisó la madera, sintiendo el frío del material atravesando sus pies, pero en ese momento, no le importaba demasiado. Es más, lo agradecía profundamente, pues parecía que aquella temperatura subiendo lentamente por sus rodillas la hacía sentir un poco más aliviada.

Abrió la puerta del cuarto y atravesó el pasillo, no sin antes pasar por el cuarto de Denzel, que tenía la puerta entreabierta. La empujó con lentitud, evitando hacer ruido y observó a su pequeño ángel mientras dormía, ajeno a cualquier preocupación que el mundo pudiera tener. Se acercó a su cama y lo tapó bien de nuevo, tras haberse dado cuenta que una de sus manitas estaba por fuera del edredón.

Posteriormente, retomó su camino hacia la cocina, bajando las escaleras. Una vez llegó a la estancia deseada, sacó de una cajita las hierbas de té de tila y las calentó junto con el agua y la esencia de vainilla. Esperó pacientemente, mientras observaba las burbujas de aire que se formaban mientras el líquido hervía, caliente, y dejó que el olor dulce de la vainilla mezclado con el suave aroma de la tila se adentrase en sus fosas nasales y le embotase poco a poco la mente.

Un rato después, se sentó en la mesa y con sus manos, rodeó la taza, sintiendo el calor en sus palmas y yemas de los dedos. Cerró los ojos, degustando el sabor agridulce del líquido. Poco a poco, sus sentidos se fueron calmando, mientras suspiraba lentamente. Aunque sabía que no servía de nada tratar de ponerle un rostro inmediatamente a la presencia, no podía evitar que la intriga la absorbiese. Sin embargo, tenía cosas más importantes en las que concentrar su mente y sus sentidos, su corazón.

Sacudió la cabeza, expulsando aquellos pensamientos de su mente. Disfrutó del silencio que la rodeaba, un silencio que, habitualmente, no formaba parte de su día a día. Mientras observaba detenidamente el contenido de su taza, un recuerdo se abrió paso en su mente:

La joven llegó a la elegante cafetería, ubicada en el centro de la ciudad, intentando refugiarse de la intensa lluvia y el frío otoñal que reinaba en las calles. Una vez dentro, se quitó el pañuelo que llevaba alrededor de su pelo y que había usado para evitar que su cabello se humedeciese, y se lo puso sobre los hombros, en un intento de que se airease por completo. Aguardó en la cola pacientemente, con la cabeza agachada, mordiéndose insistentemente los labios.

Cuando llegó su turno, el joven camarero de la barra le preguntó, con simpatía:

-Buenos tardes, señorita. ¿Qué desea tomar?

Sin embargo, la joven parecía bastante perdida en sus pensamientos, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y dejarla en ridículo delante de toda la cafetería. El camarero no sabía si seguir insistiendo o, por el contrario, ignorarla y dejar que el cliente que tenía a sus espaldas se adelantase, pero justo cuando iba a decir algo más, la joven reaccionó:

-Hm, esto... quisiera un té de... - pero se mantuvo dubitativa, sus grandes ojos verdes danzando por el amplio cartel de variedades del relajante líquido que ofrecía la cafetería, insegura sobre qué pedir. Bueno, para ser sincera consigo misma, Aeris estaba insegura hasta de sí misma en aquellos momentos. Pero una voz a sus espaldas la sacó de sus pensamientos:

-Un té de tila es el mejor cuando alguien se siente un poco triste - se trataba de una voz masculina, suave y a la vez profunda, un poco rugosa. La muchacha se giró rápidamente para ver a quién pertenecía, cuando se encontró a un joven, de más o menos su edad -quizá algo mayor - de cabello corto y castaño, profundos ojos grises y temple sereno. Era mucho más alto que ella y, en aquel momento, sus ojos, de aquel color tan especial, se encontraban observándola con una mezcla de comprensión y simpatía.

- ¿Perdón? - fue lo único que alcanzó a decir Aeris, antes de que el chico se adelantase a hablar de nuevo.

-Será un té de tila para la señorita y un café americano para mí. Gracias.

A decir verdad, Aeris no estaba entendiendo muy bien qué era lo que estaba ocurriendo en aquellos momentos, ni por qué ese hombre le había pagado el té, ni como se había dado cuenta de que estaba triste, así como tampoco sabía por qué estaban compartiendo una mesa en aquellos momentos. Pero algo, más allá de las esquinas de su pensamiento y de su conciencia, la impulsaban a seguirle los pasos.

Cada uno se encontraba disfrutando de su bebida en silencio. El hombre observaba la decoración de la cafetería: era bastante coqueta, con paredes blancas y mesas de mantel rosado. Cada mesa tenía un pequeño jarrón con flores en el centro y había algunos cuadros de paisajes urbanos y elegantes decorando las paredes. Era una cafetería que solía frecuentar bastante cuando terminaba de trabajar o cuando buscaba inspiración para sus obras.

Mientras tanto, la chica lo observaba a él: su rostro parecía haber sido esculpido con paciencia, tallado a mano; la nariz era larga y delgada, los labios finos y atractivos; tenía unos pómulos prominentes, pero lo que más llamaba la atención de su delicado rostro, eran sus ojos grises, un color poco habitual. A pesar de ser un color frío, Aeris podía sentir cierta candidez fluyendo a través de aquella mirada, que tenía el mismo color y profundidad del mar en un día nublado.

- ¿Puedo preguntarte algo? - dijo entonces ella, rompiendo el silencio.

-Claro. - respondió él.

A Aeris le llamó bastante la atención que tomase de buen grado su curiosidad. Si un desconocido quisiera hacerle una pregunta, ella se lo pensaría dos veces, quizá, antes de dejar que la formulase. Pero aquel que estaba frente a ella, al parecer, no le importaba mucho que abriesen su libro y pasasen las páginas como si estuviera en una exposición.

- ¿Cómo sabías que estaba triste? ¿Y por qué me has invitado al té? ¿Y por qué...?

-Ey, ey, ¡pensaba que era solo una pregunta! - la interrumpió él, entre incómodo y divertido - Primera, era fácil darse cuenta de que estabas triste: estabas lloriqueando un poco. Y segunda: era cortesía. No me gusta ver a la gente llorar y era mi forma de que te sintieras un poco mejor. No sé, llámalo...compromiso social.

- ¿Compromiso social? - repitió Aeris, arqueando ambas cejas.

-Y tú responderías con un simple gracias- indicó él, condescendientemente.

-...Gracias - dijo ella, con una pequeña sonrisa.

El silencio volvió a reinar entre ambos, pero esta vez, ella sintió que era un silencio diferente. No era un mutismo cómodo del todo, pues aún no se conocían tanto; pero era agradable disfrutar del té con el ruido de las conversaciones de los demás de fondo. Sin embargo, esta vez fue él quien rompió el silencio de nuevo:

-Ahora me toca a mí preguntar - comentó él.

Aeris se tensó levemente, de repente muy interesada en su tila. No le gustaba que le hicieran muchas preguntas sobre ella, pero, pensándolo bien, ¿no era injusto qué él hubiese permitido su curiosidad y que ella ahora le cerrase la puerta con desdén y sin miramientos?

-...Está bien - accedió Aeris, mirándolo detenidamente.

- ¿Por qué llorabas?

-Sabía que sería esa pregunta - comentó la joven, echándose un mechón de pelo tras la oreja.

-Perdón si soy muy evidente - dijo él, riendo entre dientes. - Bueno, ¿qué? ¿Vas a contestarme o.?

-Me han rechazado para un papel - soltó ella, agachando la mirada con pesimismo y pesar - soy...actriz - explicó, con un ademán de la mano - o eso intento...me gradué hace un año en la Escuela de Artes Escénicas y desde entonces no me han aceptado en un solo casting, Supongo que...esto no es lo mío.

El hombre la observó detenidamente, mientras encuadraba su rostro desde su asiento con sus manos. Aeris, entonces, estudió y analizó sus gestos, preguntándose qué era lo que estaba tramando aquel tipo y si de verdad estaba prestándole atención a lo que le había contado.

-Pues tienes una presencia espectacular para la pantalla - comentó, aun observándola a través del "marco" imaginario que había creado con sus manos. - Soy artista, por eso lo sé- aclaró - tus colores, tus gestos, tus rasgos...guau, es increíble. Sabes, quizás no es que no sirvas para esto, sino que no has encontrado EL papel. EL personaje al que debes dar vida por primera vez.

Aeris meditó cuidadosamente sus palabras. Nunca se lo había planteado de esa manera...durante aquel intenso año en el que había pasado gran parte de su tiempo esperando en interminables colas para dar lo mejor de sí frente a los directores de casting, nunca se había planteado si de verdad le gustaba el personaje que debía representar, su historia o su trasfondo; o si estaba haciendo todo aquello por encontrar desesperadamente su lugar en el propio camino de su vida. ¿Como podía decirse a sí misma que no servía para esto, si ni siquiera había tenido la oportunidad de demostrarlo, de demostrárselo a sí misma?

- ¿Y bien? - preguntó él, quien ya se había terminado su café y la observaba, expectante.

-Quizá tienes razón en lo que dices - admitió Aeris - No debería rendirme sino encontrar, dentro de mi profesión, aquello que me hace feliz. Gracias, esto...

-León. - se presentó, con una sonrisa.

León... desde que Aeris lo había conocido de aquella manera tan casual en una cafetería, tantos años atrás, sintió que había dado con su alma gemela. Con su primer amor, con aquella persona que la vida te hace entender que debes pasar el resto de tu existencia. Y a pesar de tener percepciones y experiencias distintas del mundo, ambos tenían aquella capacidad de conectar y de entenderse al final del día, de encajar como si fuesen piezas de puzle.

Le había dolido que se marchase así, tan repentinamente. Sin conocer a su hijo, al que tanto deseaba conocer. León lo había dibujado muchas veces en su cuaderno de bocetos, combinando sus rasgos con los de ella de muchas maneras distintas, representándolo en las diferentes etapas de su vida. Aeris tenía aquel cuaderno guardado en el cajón de su cuarto, bajo llave, pues nada era más doloroso para ella que saber que su difunto marido jamás sería capaz de comparar la apariencia real de su hijo con lo que imaginó un día en sus obras de arte, así como tampoco sería capaz de vivenciar aquellas experiencias.

Habían pasado ya ocho años, casi nueve. Y aunque ya no lo recordaba entre lágrimas, siempre estaba ahí, en su corazón. Se preguntaba qué le habría dicho él ante aquella situación, y como, seguramente, se habría reído a carcajadas al ver que había accedido a contratar a uno de esos "policías" que a ella tan poco le gustaban -aunque, de haber estado vivo, habría sido él mismo el primero en tratar de convencerla de que lo hiciese.

Ella no podía seguir lastimándose a sí misma, dañándose con sus propios pensamientos. Lo que había ocurrido con León había sido una tragedia que ni ella misma hubiera podido evitar, por mucho que quisiera. Pero siempre podía recordarlo como aquel hombre cariñoso que hizo de su vida una mucho más fácil y feliz. Y, además, le había dado lo más bello de su mundo: a Denzel.

La mujer sintió que los párpados le pesaban y se le iban cerrando lentamente, a la vez que se dio cuenta que se había terminado el té casi sin notarlo. Tras fregar el vaso, retomó su camino hacia su cuarto, y una vez bajo las sábanas, se durmió, sintiéndose algo más tranquila consigo misma.

A la mañana siguiente, Aeris se despertó con el ruido de martillos, voces y pasos en el piso inferior de su hogar. Dio un pequeño brinco en la cama al pensar que se había quedado dormida y se le había hecho tarde, pero al comprobar el reloj de su mesita auxiliar, se dio cuenta de que eran tan solo las siete de la mañana. Levantándose de la cama, bajó las escaleras rápidamente para conocer el origen de tal escándalo. Se encontró a Lena y a Denzel, ya despierto e incluso vestido con el uniforme de la escuela.

-Buenos días, niña - saludó Lena, con una sonrisa. Se encontraban en la cocina, y la mujer estaba sirviéndole el desayuno a Denzel, que constaba de unas simples tostadas con mermelada y mantequilla y un vaso de leche caliente.

-Buenos días, Lena. Buenos días, cariño - dijo Aeris, dando un pequeño beso en la coronilla a su hijo. - ¿Cómo es que ya estás despierto?

-Había un poco de ruido afuera, mamá - explicó el niño, mientras daba un sorbo lento a su vaso caliente.

-Eso era lo que quería preguntar. ¿Qué es todo este ruido? - cuestionó la mujer, teniendo que alzar la voz por encima del insistente martillo.

-Es Cloud. Está ahí afuera con unos hombres de uniforme, instalando unas cámaras de seguridad.

Aeris no daba crédito a lo que estaba escuchando. Tenía muchas preguntas dando vueltas en su mente en aquellos instantes, preguntas que se le estaban amontonando una detrás de la otra, atropelladamente y quería soltarlas todas: ¿tan temprano? ¿unas cámaras? ¿cómo es posible que...? Pero solo una consiguió escapar al tumulto:

- ¿Con qué permiso? - inquirió, arqueando ambas cejas, lo que produjo que a Denzel se le hiciese bola la tostada en la boca. Jamás había visto a su madre con aquella expresión en el rostro, que mezclaba enfado con cierta necesidad de empezar a poner orden urgentemente. Lena se encogió de hombros, no queriendo meter en problemas a nadie y mucho menos a Cloud, que seguramente estaba haciendo aquello con toda su buena intención. Sin embargo, antes de que pudiese interferir en favor del joven guardaespaldas, Aeris salía apresuradamente de la cocina y se dirigía al jardín.

Desde la puerta de su mansión, observó al rubio a lo lejos, vestido con el uniforme que Carlo le había dejado junto a sus pertenencias la noche anterior. No era un uniforme muy complicado ni extravagante, pero sí cómodo: se trataba de un dos piezas, con pantalón negro de pinza y un jersey sin mangas de cuello de tortuga que realzaba su estilizado abdomen y dejaba al descubierto sus brazos, ejercitados. Escuchó como daba unas indicaciones a un grupo pequeño de hombres y mujeres, que parecían pertenecer a una empresa de instalaciones:

-Como veis, la zanja no está reforzada. Por no hablar de la altura, claro está - explicaba Cloud, con cierto ademán airado - aquí podría colarse hasta un niño pequeño si quisiese. Así que quitaremos esta y pondremos la que os pedí, ¿de acuerdo? Buen trabajo.

El rubio los observaba con detenimiento, prestando especial cuidado y atención para que todo el proceso se completase adecuadamente. Eran estos pequeños detalles los que enorgullecían al guardaespaldas, el sentirse implicado y perfeccionista para que, en la medida de lo posible, todo lo que desempeñase se llevase a cabo con éxito. Se puso una mano en la barbilla, estudiando las medidas de seguridad que aún quedaban por poner. Quizá reforzar las ventanas y puertas con un blindaje que...

-Cloud. - una voz severa lo sacó de sus pensamientos. Se dio la vuelta sobre sus pies para encontrarse cara a cara con su jefa, aún en pijama, que lo miraba desafiante, a la par que enfadada.

-Buenos días, señorita. - saludó, con educación.

-Sí, sí, buenos días. ¿Se puede saber qué es todo esto? - cuestionó Aeris, señalando con el dedo todo el despliegue de materiales que había desperdigados por el jardín.

-Oh, se trata tan solo de unas medidas de seguridad que reforzarán este hogar. - explicó él, con simpleza.

- ¿Para la casa del presidente de Midgar? - preguntó ella, con ironía - ¡Demonios! Aquí hay tantos materiales como para blindar un país entero.

-La seguridad no entiende de presidentes o de actrices, y yo solo estoy haciendo bien mi trabajo. - puntualizó Cloud, afiladamente, clavando sus profundos ojos azules en la mujer, que tragó disimuladamente saliva. Por un momento, había olvidado lo puntiagudo que podía ser aquel hombre cuando la conversación giraba en torno a su trabajo o su profesionalidad.

Oh, pero Aeris podía ser aún más puntiaguda que él, sí se lo proponía.

- ¿Sí? ¿Con el permiso de quién? Porque no recuerdo haberte dado mi consentimiento para que instales todo esto en mi casa. Así que si me permites... - lo dejó atrás para acercarse a los trabajadores, que se esforzaban minuciosamente en su labor, bajo la atenta mirada de Cloud, que apretaba los puños sabiendo lo que estaba por venir. - ¡Buenos días! Buenos días, esto... sé que lleváis desde temprano trabajando aquí, en mi hogar, pero...sintiéndolo mucho, tenéis que dejar todo como está.

-Aeris, por favor - imploró Cloud, a su espalda, observando nerviosamente cómo los instaladores se miraban unos a otros, sin comprender.

-Esta obra no está autorizada - explicó Aeris, con educación - así que, por favor, os ruego que la dejéis como está ahora mismo. Por supuesto, recibiréis vuestros honorarios y una compensación por...

-Seguid trabajando - ordenó Cloud - Yo os contraté, así que, por favor... cumplid con lo que acordamos.

-Pero, ¿qué...? - intentó insistir ella, pero el rubio la detuvo antes de terminar, mientras los trabajadores volvían a sus quehaceres, algo confusos todavía:

-Basta, por favor. Déjeme hacer bien mi trabajo. ¿Me contrató para esto, ¿no? Pensé que habíamos hecho las paces ayer.

Aeris lo miró fijamente, con el ceño fruncido y los labios apretados en una muy fina línea, aunque no podía evitar que la barbilla le temblase ligeramente. No solo había quedado desautorizada delante de los trabajadores, sino que, además, daba la sensación de que Cloud estaba "regañándola" por su comportamiento. Él le mantuvo la mirada, aunque sin entender exactamente qué era lo que le ofendía tanto de su persona, o por qué le costaba tanto aceptar su ayuda aun habiéndolo contratado el día anterior.

-Dejarás a Carlo al mando de los trabajadores. Prepara el coche, hoy tenemos muchas cosas que hacer. Es una orden. - dijo en voz baja, pero afilada, la mujer, mientras se marchaba rápidamente hacia el interior del hogar.

Acto seguido, la mujer se marchó hacia el interior del hogar, no sin antes despedirse amablemente de los trabajadores, que volvieron a sus labores sin hacer comentarios. Cloud dejó escapar un suspiro, mientras se preguntaba si las paces que habían hecho el día anterior habían sido tan solo una ilusión y que nada iba a cambiar de manera positiva para él. Sin embargo, había algo que el guardaespaldas tenía muy claro: no iba a dejar de hacer su trabajo de manera profesional y exitosa, aún si eso suponía tener que discutir con su jefa las veinticuatro horas.

Preparó el coche, tal y como le había ordenado Aeris, y esperó pacientemente a que llegase. Unos minutos después, la mujer llegó vestida con un abrigo rosa palo y unas medias oscuras, además de unas botas de color negro. Venía acompañada de su hijo, Denzel, que llevaba puesto el uniforme de la escuela. Cloud los observó a ambos por el espejo retrovisor del vehículo, dándose cuenta de que venían bastante animados, charlando entre sí.

-Buenos días, Cloud - saludó Denzel, con voz cantarina. Se sentó en el asiento trasero y se abrochó el cinturón de seguridad, mientras dejaba la mochila del colegio en el asiento contiguo y jugueteaba con sus dedos.

-Buenos días, chico - saludó Cloud, con una ligera sonrisa a través del espejo retrovisor. - ¿A dónde vamos?

- "Todo recto hacia el infierno, compañero. Prepara tus armas y tus mejores pasos, porque se viene una lucha sin fin" - soltó el pequeño, fingiendo una voz grave y pintando en su rostro la misma expresión que un súper héroe.

El rubio no pudo evitar una ligera carcajada, mientras que Aeris, que se abrochaba el cinturón, chasqueó la lengua:

- ¡Denzel! ¿De dónde has sacado eso? - preguntó su madre.

-Mamá, es la última serie de súper héroes de la televisión.

-A la escuela, vamos a la escuela central de Midgar. Está al lado del Parque Midori, no hay perdida - le indicó Aeris a Cloud, para luego referirse a su hijo - ¿qué serie? ¿Esa en la que sale Tomas Pitt?

-No, mamá. Ni siquiera sé quién es Tomas Pitt. Supongo que será alguien del siglo pasado... - musitó, travieso. Cloud se rio para sus adentros.

-Ten cuidado, jovencito, o ese infierno al que te referías antes lo tendrás muy cerca. - le riñó su madre, mirándolo por encima del hombro desde su asiento delantero.

-Oye, Cloud - dijo Denzel, entonces, intentando desviar el tema de conversación, mientras su madre sacaba de su pequeño bolso una agenda de colores, y comenzaba a revisarla con detenimiento - tú has sido toda tu vida un guardaespaldas, ¿verdad?

-Así es.

-Guau. - suspiró Denzel, mientras en su mente se imaginaba a Cloud haciendo un montón de poses y gestos de aquellos súper héroes a los que tanto le gustaba ver por televisión - y... ¿a quién has tenido que proteger? ¿Me lo cuentas?

Aeris terminó de comprobar los planes que tenía para el día y guardó de nuevo la agenda, cruzando sus manos sobre su regazo y observando el paisaje otoñal por la ventanilla del coche.

-He protegido a todo tipo de personas. Desde empresarios, hasta alcaldesas.

- ¿Actrices también? - cuestionó el pequeño, con interés.

-Bueno, ahora que lo pienso, no he protegido a nadie del mundo de la fama. Pero supongo que no hay mucha diferencia.

-Yo creo que son mundos muy distintos - intervino Aeris. Cloud no sabía si era por el encuentro que habían tenido desde por la mañana, o si era el mismo quién se estaba sugestionando y sentía cosas que no eran ciertas, pero percibía cierto tono en su voz que invitaba a la discusión. Cierto tono ... provocador.

- ¿Ah sí? ¿Puedo preguntar por qué? - inquirió Cloud, intentando sonar casual, aunque se dio cuenta de que el ambiente comenzaba a forzarse.

-Bueno. El mundo de la fama es ciertamente agotador - explicó Aeris, con simpleza - Es un ritmo de vida que, sinceramente, no todos están preparados para soportar. Celebraciones, eventos, entrevistas, el trabajo en sí...

-Si eres un buen profesional - la interrumpió Cloud - puedes aguantar el ritmo que te propongas. Y yo puedo - sentenció.

Se produjo un profundo silencio, seguido por la intensa mirada que Aeris le dedicaba a Cloud, que había decidido mirar al frente, por el bien de todos, ambas manos al volante. Incluso Denzel se dio cuenta de que entre los adultos había una tensión inexplicable, como una especie de pulso mental que estaban echándose entre sí.

Se mantuvieron en silencio hasta la llegada al colegio de Midgar. Aeris se despidió cálidamente de su hijo con un abrazo y lo vio marchar desde lejos, pues ya había intentado otras veces acompañarlo hasta la entrada principal, pero el tumulto de madres que querían bombardearla a preguntas se había vuelto difícil de soportar. No se trataba de que Aeris fuese una persona anti social o que no quisiera tener a las madres y padres de los amigos de su hijo como sus propios amigos; pero ella misma quería distanciar y separar su vida profesional de su vida privada y eso también involucraba a su hijo. Dejó escapar un suspiro y se subió al coche de nuevo.

- ¿Cuáles son los planes para hoy? - preguntó Cloud. Aunque había notado que la mujer se encontraba algo desanimada, sabía que, dadas las complicadas interacciones previas entre ambos, era mejor no preguntar ni ahondar más de la cuenta.

-Hoy tengo una entrevista al mediodía, me van a hacer algunas preguntas sobre mi última película. Luego te indico el camino. Pero primero...tenemos que pasar por la boutique. Dentro de unos días tengo que asistir a un evento benéfico por los niños y quiero encargar un vestido. Ah, y luego pasaremos por Letrecs, tengo un antojo enorme de napolitanas de chocolate y ahí son deliciosas. Luego, por la tarde...tengo una entrevista en la radio, pero de eso hablaremos después. Vamos a la boutique.

El rubio intentó interiorizar y asimilar todas las tareas que la mujer tenía pendientes. Parecían varias, aunque consideró que algunas eran por simple diversión y entretenimiento. Estaba completamente seguro que la actriz debía tener un enorme armario repleto de diferentes vestidos y complementos donde escoger hasta hartarse para lucirlos en el evento benéfico, pero, pensándolo bien, él tan solo era su guardaespaldas y no su amigo para estar aconsejándole qué hacer y qué no.

Emprendió la marcha y siguió las indicaciones hasta llegar a la boutique, una tienda muy lujosa en aquel sector de Midgar. Se bajaron del coche y Aeris caminó unos pasos frente a él, pero, antes de entrar a la tienda de ropa, ella se giró:

-Mm..procura no parecer que eres mi guardaespaldas, ¿vale? Al menos, no tanto.

Sin más dilación, se adentró en la tienda, mientras que Cloud se preguntaba como uno podía hacer para parecer menos guardaespaldas. ¿Era algo que tenía que ver con su pose, con su porte o su mirada? ¿Cómo se podía controlar eso?

-Buenos días - saludó Aeris, con voz cantarina. De detrás del mostrador se acercó una mujer elegante y alta, con el pelo gris y los ojos de un intenso color café. Llevaba un esmoquin de color azul y desprendía mucho estilo tan solo con su presencia.

- ¡Pero si es mi actriz favorita! - saludó la mujer, dándole un fuerte abrazo. Cloud se fijó que en la etiqueta que colgaba en su pecho, estaba escrito el nombre de "Shannon". Entonces, se dio cuenta que Shannon lo estaba observando, con curiosidad y simpatía - ¿Y este es...?

Aeris lo miró inquisitivamente, recordándole lo que acababa de advertirle antes de entrar a la boutique, y respondió:

-Es Cloud, un amigo. Está de visita.

-Encantada de conocerte, Cloud - dijo Shannon, estrechando su mano con educación. Cloud le devolvió el saludo.

-Gracias, yo también. - respondió.

Shannon dio una palmada y con una sonrisa, exclamó:

- ¡Bueno, vamos al lío! ¿Tienes algún evento importante?

-El Evento Benéfico del Hogar Fronda. Se trata de una celebración de día, pero va a ir mucha gente y seguramente tendré que dar unos cuantos abrazos - dijo Aeris, animada.

Una de las cosas que más le gustaban de su profesión era el contacto con los fans y admiradores que alababan su trabajo. Era un contacto especial, bonito, poder ponerle cara a aquellas personas que disfrutaban con sus diferentes personajes y que habían hecho posible que llegase tan lejos. Aeris sabía que debía parte de su éxito a su trabajo duro y su dedicación, pero también sabía que, sin ganarse el cariño del público, no llegaba a ningún lado.

Sin embargo, la palabra "abrazos" hizo saltar las alarmas en Cloud. Aquello supondría más contacto físico del que él mismo pudiese hacerse cargo, lo que dificultaría aún más su trabajo. Además, no debían olvidar que había un potencial acosador rondando a la actriz y, si estaba tan pendiente de sus pasos, seguramente ya estaría enterado del evento benéfico y...

- ¿Cloud? - lo llamó Aeris, sacándolo de sus pensamientos

-Perdón - dijo, aclarándose la garganta con un leve carraspeo - ¿Decías?

-Que voy al probador. - sin más, se marchó. Instintivamente, Cloud siguió muy de cerca sus pasos. La chica corrió la cortina y fue entonces cuando se dio cuenta de que el guardaespaldas estaba pegado a sus talones.

Sonrió ligeramente y le guiñó un ojo:

- ¿Vas a ayudarme a quitarme la ropa? - le soltó, repentinamente. El rubio entonces se dio cuenta de que casi iban a entrar juntos al probador y, soltando un ligero oh, reculó sus pasos y esperó fuera, mientras Aeris corría la cortina soltando una ligera risita.

Cloud frunció el ceño ligeramente, molesto. Se empezaba a dar cuenta de que, si había algo que a Aeris le encantaba, era molestarlo, chincharlo, buscar sus puntos débiles y retorcerlos para que perdiese el control. Pero no iba a dejarse ganar. De ninguna manera. Ella podía ganar todas las batallas dialécticas que quisiese, pero no iba a ganar ni una batalla profesional. Ahí era él quien mandaba. O eso creía.

Se dejó caer en el asiento cercano al probador, soltando un suspiro. Dentro del cambiador, Aeris también soltaba algún que otro suspiro, probándose varias prendas diferentes de ropa. Tendría que juzgar por ella misma cuál era el vestido que mejor le quedaba, ya que no iba a contar con la opinión de Cloud para nada. Se sonrió a sí misma recordando como la había seguido hasta el probador. En ocasiones, sentía algo de lástima por él, pues parecía bastante noble e implicado.

"Pero...sintiéndolo mucho, Cloud, te ha tocado pagar los platos rotos, pues no me gustan nada los guardaespaldas"

Tras un buen rato, se decidió por un vestido de cóctel lila claro, que le llegaba hasta las rodillas. Aunque había muchísimas prendas más que le gustaban, no quería gastarse mucho más dinero, pues tampoco le gustaba ser como algunas famosas o famosos a los que la avaricia le ganaba la batalla muchas veces. Tras ponerse de nuevo su ropa habitual, salió del probador, observando como Cloud seguía, "obedientemente", sentado en el pequeño sillón cercano. Pero ni siquiera le dedicó unas palabras, sino que le cargó toda la ropa que no se iba a llevar en los brazos, con un guiño de ojos:

-Cloud, colócalo en su sitio, ¿vale? ¡Gracias!

El rubio sintió el repentino impulso de lanzarle todo el montón de ropa a la cabeza como si fuese un frisbee, pero se contuvo.

Un rato después, el guardaespaldas condujo hasta el plató de televisión donde se grabaría la entrevista. Tras cerrar el coche, caminó cerca de la actriz, notando que estaba algo nerviosa, pero, de nuevo, no estaba seguro de si debía profundizar en el tema. Era extraño, pero a pesar del trato algo desfavorable por parte de Aeris, había una parte de él que de verdad quería conocerla mejor, llegar a dar con aquella Aeris simpática y agradable de la que todos le habían hablado anteriormente. Pero también era cierto que no se lo estaba poniendo nada fácil, y él no quería rogarle por una sonrisa. Mientras le dejara hacer bien su trabajo y ser todo lo profesional posible, todo estaría en paz y armonía entre ambos...

-Cloud- dijo de repente, sacándolo de sus pensamientos - quiero que me acompañes dentro del plató.

La repentina orden lo pilló algo desprevenido, no por las palabras en sí, sino por el tono ciertamente... ¿suplicante? de la joven de cabello castaño. Al nerviosismo de ella, se estaba sumando una expresión de inseguridad que Cloud no había visto antes en la dominante actriz, y eso le resultaba bastante curioso y llamativo.

-Sí, por supuesto - confirmó él. Sin embargo, ella se mantuvo observándolo, debatiendo en su interior si debía darle más explicaciones acerca de aquel repentino pedido, pero se quedó callada.

Aeris odiaba las entrevistas. Si por ella fuera, se dedicaría en cuerpo y alma a la actuación y a sus fans, y nada más. Le daban miedo ciertas preguntas que los periodistas pudieran formular, que pudieran hacerle alguna pregunta íntima y que ella no supiera que contestar. Y en este caso, se trataba de una entrevista en un programa de prensa rosa, por lo que quizá era de esperar alguna pregunta de ese tipo, como si tenía alguna nueva relación. Preguntas que le incomodaban. Ella podía hablar durante horas y horas sobre su trabajo, sus historias, personajes que había interpretado...pero ni un solo minuto sobre su vida privada. Y aunque fuese una tontería, se sentía más segura teniendo cerca a una persona conocida, como lo era Cloud en aquel momento.

Llegaron al plató, donde ya la esperaba un secretario:

-Buenos días, Aeris, ¡bienvenida! - saludó, estrechando su mano - La entrevista empezará en treinta minutos, ¿te parece si pasamos primero por maquillaje?

- ¡Hola! Oh, sí, claro. Cloud, espérame aquí, ¿vale?

Cloud asintió con la cabeza mientras la veía marchar. Recorrió con la vista el inmenso vestíbulo del estudio de televisión, con suelo de mármol y paredes blancas. En el centro, había una escalera blanquecina que conectaba la entrada principal con los pisos superiores, donde supuso estarían las oficinas y los platós de televisión. Observó, también, a los empleados y las empleadas del estudio, trabajando y charlando animadamente de un lado para otro. En una de las paredes, había fotografías de gran tamaño de los personajes famosos del momento, leyendas de la música, el cine o la televisión que posaban sonrientes ante los flashes de la cámara.

En aquel momento, se preguntó qué se sentiría al ser una persona famosa, al estar en el foco de las cámaras, de los periodistas, de los admiradores. Sentía como que había un pacto no firmado en el que dedicarse al espectáculo conllevaba perder la intimidad y eso, en cierta manera, le asustaba. No se imaginaba a sí mismo respondiendo preguntas, posando ante las cámaras, saludando a miles y miles de desconocidos, exponiendo su vida. Simplemente, aquel mundo se le quedaba grande, muy grande, y era un mundo en el que prefería pasar desapercibido, en un segundo plano.

-Ya estoy aquí - anunció Aeris, un rato después. Llevaba un maquillaje muy ligero, casi imperceptible, pero no era como si necesitase algo mucho más recargado o exuberante. - Vamos, Cloud.

Ambos se marcharon acompañados del secretario. Cloud se mantuvo detrás todo el tiempo, mientras escuchaba la conversación que ambos tenían frente a él:

- ¿Estas preparada, Aeris?

-Sí, bueno, un poco nerviosa. No es que sea mi primera entrevista, pero sí que es mi primera entrevista con esta periodista. - explicó la mujer, echándose un mechón de pelo detrás de la oreja, con elegancia.

-Tiene alguna pregunta afilada. Pero, no te preocupes - se apresuró a aclarar el secretario, al ver que los enormes ojos verdes de la actriz se abrían de par en par - seguro que sabrás manejarlo muy bien.

Sin saber por qué, y más bien guiada por un instinto que le salía del corazón y del estómago, Aeris miró por encima del hombro hacia atrás, buscando con la mirada algún gesto tranquilizador por parte de su guardaespaldas. Él pareció captar el mensaje que no se dijeron con palabras y le lanzó una pequeña sonrisa. La mujer la recibió y se sintió algo más tranquila. Miró al frente, sintiéndose algo extraña de repente. Pero pensó que un guardaespaldas no tenía por qué solo protegerla físicamente, también era una persona que podía ayudarla a sentirse protegida psicológicamente, con respecto a sus propias emociones. No obstante, aquello no significaba que fuera a gustarle más su presencia, pero se había sentido...bien...

"Bueno, tan solo algo bien" pensó Aeris, intentando restarle importancia a sus propios pensamientos.

Un poco más tarde, se encontraban dentro de plató. Era un plató pequeño, que constaba con las gradas del público, en aquel momento, llenas de gente; y en el centro del escenario, la mesa de la presentadora, acompañada de un sillón donde recibían a todas las visitas.

-Espera aquí hasta que Jocelyn te llame, ¿de acuerdo? - dijo el secretario, con amabilidad. Le apretó ligeramente el hombro y caminó por detrás de cámaras, poniéndose manos a la obra con otros asuntos. Aeris se giró hacia Cloud y le dijo:

-Cloud, cuando me llamen, espera ahí, junto al cámara, ¿lo ves? En ese espacio de detrás es donde se ponen los acompañantes.

El rubio asintió con la cabeza, localizando el espacio donde debía ubicarse en unos minutos. Entonces se escuchó una voz que inundó el plató de aplausos:

-Con ustedes, ¡Jocelyn Mitters! - entre aplausos, se acercó al centro del plató una mujer alta, espigada, con el pelo rubio muy corto y los ojos de intenso color azul. Llevaba muchas joyas y un vestido de color negro.

-Buenos días, hola, hola a todos, amigos y amigas. Bienvenidos un día más a Mañanas Con Jocelyn. Hoy tenemos muchas noticias y cotilleos jugosos que tratar. - dijo, con mucho ánimo - Pero, antes...tendremos una entrevista muy especial. Se trata de una de las actrices más guapas y exitosas del momento, y está nominada a un Dorado por El Silencio de las Aves, la interesante historia sobre la misteriosa asesina en serie Adaline. Démosle la bienvenida... ¡con un caluroso aplauso!

El público estalló en aplausos mientras la actriz se adentraba en la escena, saludando mientras sacudía la mano de un lado a otro, con una enorme sonrisa. Desde su posición, Cloud podía ver la enorme alegría que le producía a la mujer interactuar con el público, parecía que tenía un don natural para ello. Escuchó algunas voces a sus espaldas, que comentaban cosas acerca de la recién llegada:

-Guau, es mucho más guapa aún en persona.

- ¡Qué joven es!

-Que bajita.

Tras fundirse en un abrazo con Jocelyn Mitters, Aeris tomó asiento en el sillón de cuero rojo, donde se sentaban todos los invitados al programa.

-Bienvenida, Aeris. Y bienvenida a Midgar también, debería decir, ¿verdad? - inició Jocelyn.

La actriz asintió con la cabeza:

-Así es. El rodaje en Junon fue maravilloso y no lo pude pasar mejor.

-Pero el hogar siempre invita a volver, ¿a que sí?

-El hogar siempre será el hogar - comentó Aeris, con una pequeña sonrisa - y yo ya tenía ganas de regresar y tomar un pequeño descanso.

-Cuéntanos, Aeris, ¿qué es lo que más te ha gustado del rodaje? ¿Cuál es tu recuerdo más memorable?

Aeris reflexionó durante un pequeño instante, intentando hacer memoria. Eran tantos los buenos recuerdos que guardaba de su experiencia durante el rodaje de sus películas, que le costaba mucho escoger uno en concreto.

-Bueno, la verdad es que te diría dos: por un lado, el tener la oportunidad de encariñarme con un personaje muy distinto a los que he representado durante mi carrera; y por otro, el haber podido trabajar codo con codo con un equipo de profesionales tan maravilloso, desde mis compañeros de actuación hasta el director, que me dio esta oportunidad.

-Seguro que ellos también están encantados contigo y tu trabajo - concedió Jocelyn - hablando de compañeros de profesión... ¿son ciertos los rumores que te relacionan con Taron, el actor que interpreta a Dines en la película?

Primera pregunta incómoda. Aeris resistió la urgente necesidad de poner los ojos en blanco, comenzando a sentirse nerviosa. Intentó que no se notase y que su respuesta saliese lo más natural posible de sus labios:

-Puedo decir que tenemos una bonita amistad. Soy muy profesional y si hay alguien con quien mantuve una relación muy estrecha, fue con mi personaje, Adaline. Me enamoré de ella de principio a fin.

Jocelyn no pudo evitar un gesto decepcionante al ver que su respuesta había caído en saco roto y que el público había acogido con un sonoro cariño la respuesta de la actriz. Pero nadie la ganaba a preguntas incómodas, mucho menos a Jocelyn Mitters, que llevaba más de quince años dedicándose a la profesión:

-Entiendo, supongo que debe de ser complicado para ti retomar una relación, después de tantos años. - comentó Jocelyn, intentando parecer casual.

-Creo que ahora es cuando me convierto yo en la periodista - dijo Aeris, con una risa incómoda - pero, ¿puedo preguntar a qué te refieres, Jocelyn? Tengo mucha curiosidad.

-Bueno, para quien no lo sepa - dijo, esta vez, refiriéndose al público - Aeris perdió, trágicamente, a su marido hace ya ocho años. Pero, salió adelante. Aun así, por eso, te pregunto, debe de ser difícil retomar una relación cuando has vivido un evento tan trágico como ese en tu vida, ¿verdad?

La actriz esfumó de sus labios la sonrisa que había creado previamente, como cuando se da un golpe sobre una mesa polvorienta y todas las partículas de polvo salen volando por los aires. Se instaló en el ambiente un silencio incómodo y pesado, que llegó incluso hasta los espectadores, que se miraban unos a otros, expectantes. Aunque Aeris tenía ganas de levantarse y derramar un vaso de agua sobre la cabeza de Jocelyn Mitters y destrozar todo su maquillaje y su ropa, la fuerza de la vulnerabilidad la empujaba hacia abajo, hacia un vacío incómodo, con la fuerza de mil imanes, como si estuvieran sujetándola por los pies y evitando que se moviese de su asiento.

Instintivamente, volvió a realizar la misma acción que había llevado a cabo antes de entrar al plató, cuando el secretario la estaba poniendo en sobre aviso del tipo de preguntas que a Jocelyn le gustaba hacer. Buscó su mirada entre todas las miradas que estaban puestas en ella en aquel momento y la encontró, aquellos ojos de un azul diferente.

Captó primero el gesto que tenía su rostro: parecía igual de conmocionado que el resto del público al enterarse de aquella información sobre su vida privada, pero, también parecía algo molesto por lo despiadado de la pregunta. Sin embargo, desde que notó sus grandes ojos verdes sobre los suyos, y notó su vulnerabilidad, su debilidad en aquellos instantes en los que la coraza de actriz glamurosa y distante que adoptaba con él se había resquebrajado un poco, lo más mínimo, pero lo suficiente para hacerle ver que lo necesitaba, de alguna manera u otra, sus ojos azules se llenaron de tranquilidad, tranquilidad que intentó transmitirle.

Como si se tratase de una onda de calor que salía de sus ojos y llegaba a ella, la actriz pareció sentirse algo más tranquila, aunque su deseo era acabar la entrevista cuanto antes:

-Me gustaría que respetásemos la memoria de mi marido y no lo involucrásemos en esta entrevista. Tengo muchas cosas que contar sobre Adaline.


Después de otros quince minutos incómodos, Aeris abandonaba el plató con paso firme, seguida por Cloud, mientras se juraba a sí misma que jamás volvería a concederle una entrevista a la perturbadora Jocelyn Mitters.

Recordaba, como si estuviese en una montaña rusa, todos los flashes de las cámaras que impactaban en su rostro lloroso el día del funeral de León, y los micrófonos de los reporteros que intentaban sacar de ella las declaraciones de cómo se sentía destrozada y rota por la pérdida de su joven marido. Y aquel día, tras haber sido lo más educada posible con ellos mientras se resquebrajaba interiormente por el dolor, se prometió que nunca más respondería una sola pregunta pública sobre su marido. Nunca más. Ni siquiera a Jocelyn Mitters.

Tiró del manillar de la puerta del coche repetidas veces, ansiosa por meterse en el interior del mismo y desvanecerse en el sillón, pero Cloud aún no había activado el contacto.

-Ya voy, ya voy - murmuró, mientras apretaba el botón de abierto de la llave y caminaba rápidamente para sentarse en el asiento del conductor, a la vez que Aeris se introducía con avidez en el interior del mismo. Comenzaba a llover de nuevo y el rubio se mantuvo en silencio, de nuevo sintiendo aquella sensación de querer indagar más, pero sintiendo miedo de recibir una patada en la boca que lo expulsase de cualquier tipo de acercamiento. Por lo que, pacientemente, decidió esperar.

-Cloud, arranca el coche, por favor - musitó ella, poniéndose las gafas de sol a pesar de lo nublado y oscuro que estaba el día.

Arrancó el coche e inició la marcha, ambos en completo silencio. El rubio observó por el rabillo del ojo como la mujer miraba el paisaje a través del coche, mordiéndose el labio inferior.

-Letrecs, ahora, ¿verdad? - preguntó Cloud, intentando seguir con la normalidad del día y tratando de disminuir la intensa tensión que se estaba acumulando entre ambos.

-No, Cloud. Ya no quiero napolitanas.

-Bien. ¿Hacia dónde vamos...?

-A casa. Carlo se encarga de recoger a Denzel.

Él asintió, cambiando el rumbo hacia la mansión de Aeris. Respiró profundamente, mientras escuchaba las gotas de lluvia cayendo sobre el techo y los cristales del vehículo. Entonces, dio un pequeño respingo cuando Aeris volvió a hablar:

-Es extraño, ¿verdad? Como una pregunta puede conseguir desestabilizarte, hacerte sentir débil. Odio sentirme así en público. Es...decepcionante para mí - se quejó.

- ¿Puedo decir lo que pienso? - preguntó entonces Cloud.

Aeris lo miró fijamente a través de sus gafas de sol, extrañada e impresionada a la vez por aquella pregunta. Entendía que era su guardaespaldas y que quizá, él prefería mantener una relación estrictamente profesional. Y Aeris estaba completamente segura que, desde que su bajón emocional desapareciese, ella misma sería quién restableciese su coraza protectora y evasiva de nuevo. Pero, en aquellos momentos...necesitaba a alguien, alguien que la comprendiese o con quien, al menos, pudiese intercambiar opiniones. Así que iba a aprovechar la oportunidad.

-Te doy permiso. - concedió Aeris.

-No era... una pregunta fácil de manejar, tampoco. Es normal sentirse vulnerable, supongo. Pero tampoco creo que sea algo malo.

-Créeme, Cloud. Cuando eres alguien como yo, cuando perteneces a este mundo, no puedes mostrarte herida o vulnerable. No puedes dejar que vean el mínimo resquicio de daño porque entonces se aprovecharán de eso para siempre.

-Hm.

- ¿Hm? ¿Qué es hm? - repitió ella.

-Pienso que no es conveniente olvidar que también eres humana. Cuando tus admiradores ven tus películas, esperan ver historias cargadas y representadas con humanidad, ¿no es así? Entonces, ¿por qué no mostrarse humana ante la gente que quiere saber más de ti? No ante esos periodistas que no saben hacer bien su trabajo, sino a los que lo saben hacer y a la gente que te sigue. Ellos quieren saber más de Aeris. Eso es lo que entiendo...y por eso creo que no está mal sentirse vulnerable. Pero... supongo que hablo desde mi desconocimiento de ese mundo que mencionas.

Aeris sonrió amargamente ante sus palabras, las cuales interiorizo una a una. Ella, más que nadie, quería entregarse a sus fans en cuerpo y alma, a quienes la habían ayudado a construir su camino, quienes la habían seguido desde un principio, mostrándole todo su cariño incondicional. Pero desnudarse ante la gente era una tarea complicada para alguien como ella, que vivía de cara al público. No era fácil sentarse delante de las cámaras e ir quitándose una a una las pieles que la cubrían, como si de una cebolla se tratase, para mostrarle a los demás aquello que la dañaba y lo que no, porque no solo estaba expuesta a las críticas positivas, sino también, a las destructivas, que no iban a tener ningún tipo de compasión con ella y su historia personal.

-Me gustaría, Cloud. De veras - comenzó Aeris, sin mirarlo - pero no todo el mundo estaría dispuesto a entender mi historia ni mi humanidad. Así que…es mejor así.

Un tiempo después, regresaron al hogar de Aeris, donde todas las medidas de seguridad ya estaban instaladas. Cloud observó con satisfacción los acabados y las nuevas instalaciones, contento porque la mansión ya no sería un lugar tan accesible como un centro comercial. Ahora parecía una casa de verdad, con protecciones por todas partes: una valla de hierro reforzada y alta, cámaras de seguridad en lugares estratégicos, ventanas con doble protección…

Sin embargo, su satisfacción profesional contrastaba con el desánimo y la desgana que se dibujaba lentamente en el rostro de Aeris, que no pudo contener una mueca de desagrado al ver tal despliegue de medidas de seguridad. No sabía si se trataba de la casa de una actriz o de una residencia presidencial, con cámaras por todas partes. ¿Y aquella…valla? Era imposible ver la calle desde el interior ni el jardín desde el exterior. Ahora, sí quería echar un vistazo al resto de la urbanización, debería hacerlo desde el balcón de su cuarto.

-Cloud, ¿de verdad era necesario todo esto? - masculló, con la mandíbula apretada. Él asintió sin pensarlo dos veces.

-Por supuesto. Han asaltado este hogar con una facilidad pasmosa. Protegerse a uno mismo también empieza por proteger tu casa. - explicó. No obstante, ella no se sintió para nada convencida con sus palabras. Soltó un pequeño suspiro y se adelantó, caminando delante del guardaespaldas, que la seguía de cerca.

-Necesito descansar un rato - comentó la mujer - así que puedes descansar tú también.

- ¿Y la entrevista de la radio?

-Llamaré a Barret para cancelarla. No estoy… de ánimos para contestar nada más.

Sin más dilación, la actriz se adentró en el hogar y subió las escaleras, encerrándose en su cuarto, mientras Cloud veía como se cerraba la puerta de su dormitorio con lentitud. Se cruzó de brazos y caminó hasta su cuarto él también, pensativo.

Había sido un día…largo y extraño, a pesar de que tan solo era mediodía. Pero en su cabeza pesaba un pensamiento al que llevaba dándole vueltas desde que habían salido del plató de Jocelyn Mitters y, antes de llegar a su dormitorio, dio la vuelta sobre sus pasos, bajando las escaleras y dirigiéndose al salón.

Tras deambular un rato por él, encontró lo que estaba buscando. O, al menos, eso parecía. Sí, debía de ser él.

Levantó la fotografía con cuidado, como si se tratase de un material frágil que pudiera romperse bajo sus manos, algo toscas. La puso a la altura de sus ojos y la observó.

Se trataba de la imagen de una joven pareja, debía de haberse hecho hace muchos años atrás. Ambos estaban abrazados por la cintura y él era mucho más alto que ella. Tenía el pelo castaño y corto, los ojos de un intenso gris que llamaron la atención de Cloud, pues no era un color al que estuviese muy acostumbrado. Era bastante atractivo y desprendía un aura de bondad debajo de aquel rostro algo estoico.

"Debe de ser su marido. Morir tan joven…es una desgracia." pensó el rubio, sintiendo compasión por las personas de la foto que habían tenido que sufrir tanto desde una edad tan temprana. Se preguntó qué pudo haberle ocurrido al hombre que posaba de manera tan sonriente en la fotografía para haber dejado el mundo. Solo una injusticia como aquella podía dolerle tanto a los que se quedaban en la tierra, preguntándose por qué el cielo tenía que llevarse a sus seres queridos. Eso era algo que Cloud entendía muy bien. Él también había perdido a su padre de una manera trágica e inesperada, lo que había producido en él un conflicto que estuvo a punto de poner fin a su carrera como guardaespaldas.

Por eso, ahora, comenzaba a entender las palabras y la reticencia de Aeris a la hora de abrirse en canal a los demás, a las personas. No debía de ser fácil compartir un dolor como aquel y, mucho menos, compartirlo con personas de todo el mundo, desconocidos para ella y que podían juzgarla sin miramientos. Había gente que juzgaba por cualquier motivo insignificante, y eso era algo que él entendía muy bien, a pesar de no haberlo vivido en sus propias carnes, pero sí haberlo vivido desde su interior, juzgándose y auto exigiéndose a sí mismo por cualquier mínimo error que cometía.

Dejó la fotografía donde estaba, sobre el mueble del salón, y soltó un pequeño suspiro, retomando sus pasos hacia su cuarto y permitiéndose un pequeño descanso, después del alboroto del día.


Aeris entreabrió los ojos cuando escuchó la lluvia repiquetear contra los cristales de su habitación. Se incorporó lentamente en su cama, donde había aterrizado con la ropa puesta, mientras se daba cuenta de que se había quedado dormida. Con un suspiro, observó el reloj que descansaba sobre la mesita, al lado de su cama, viendo que marcaba las seis de la tarde. A esa hora, seguramente Denzel ya habría vuelto de la escuela y estaría acabando sus tareas de clase. Frunció el ceño, molesta, pues siempre que tenía tiempo le gustaba ayudar a su pequeño con los deberes, pero aquel día se le había ido el santo al cielo. Se maldijo a sí misma. No podía irse a dormir cada vez que se sintiera emocionalmente abatida, desilusionada. Debía hacer frente a sus inseguridades y no dejarse llevar por los pensamientos negativos.

Se levantó de la cama y se cambió de ropa, poniéndose un vestido con mangas largas y unas zapatillas de andar por casa, muy calentitas. Sintió que su estómago rugía un poco y le apetecía un café caliente y dulce preparado por Lena, con algo de vainilla y leche. Solo ella sabía preparar ese café que tanto le gustaba.

Antes de salir de su habitación, revisó su teléfono móvil para comprobar si tenía algún mensaje nuevo. Vio que tenía varios, así que decidió leerlos y contestar, antes de reunirse con su familia.

El primero era de Barret:

De acuerdo, entrevista cancelada sin problemas. No obstante, ten en cuenta que volverán a llamarte, están muy interesados. Luego me cuentas qué te ha pasado, ¿vale? Un beso, guapa.

Aeris sonrió lentamente, mientras tecleaba sobre su teléfono móvil de pantalla táctil, observando como cada tecla se iluminaba al ser pulsada por sus delgados dedos.

Preguntas sobre León otra vez...ya te contaré con profundidad cuando nos veamos. Gracias por todo, ¡eres el mejor manager!

Llenó su mensaje de emoticonos y caras sonrientes y procedió a leer el siguiente, esta vez de Tifa:

¿Qué tal te va con tu guardaespaldas?

La actriz arqueó las cejas cuando se dio cuenta de que el mensaje de su mejor amiga venía acompañado por una carita que guiñaba un ojo, de manera sugerente. Se rio entre dientes, mientras tecleaba, esta vez con más rapidez e intensidad:

De momento, no me molesta demasiado.

Ella también añadió un guiño a su mensaje. Sin embargo, se mantuvo un pequeño rato mirándolo, con una mezcla entre expectación y reflexión. ¿Era esa la mejor definición que podía dar de su guardaespaldas? Aún no se conocían demasiado, y Aeris estaba reticente a aceptarlo del todo todavía, pero no podía negar que la había hecho sentirse respaldada durante la entrevista con Jocelyn Mitters y durante el trayecto de vuelta a casa. Había sido una sensación diferente y, no podía negar que, de no ser su guardaespaldas, ella se habría llevado bien con él automáticamente. Pero por algún motivo, no podía olvidarse de por qué él estaba allí, de cuál era la razón por la que dormía bajo su techo. Y eso la hacía mantener la distancia con él, su propio muro y su propia coraza, aquella que adoptaba cuando no estaba ... cómoda.

Dejando el teléfono de lado, se marchó del cuarto. Caminó por el pasillo, mientras escuchaba las voces que venían de la cocina, en el piso inferior. Voces cálidas que hacían que el frío otoñal fuera menos intenso y más acogedor. Bajó las escaleras y se adentró en la cocina, encontrándose con Carlo, Lena, Denzel y... Cloud.

-Vaya, pero si es nuestra bella durmiente particular - se mofó Lena, con cariño - pensábamos que estabas hechizada de verdad.

-Lo siento, me dolía la cabeza - se excusó Aeris, con una pequeña sonrisa - Cielo, ¿qué tal el cole? - preguntó, abrazándose a Denzel.

-Muy bien, mamá. ¡No nos han marcado tarea para el finde! - anunció el pequeño - lo que significa que podremos jugar, ¿verdad?

- ¡Por supuesto que sí! - dijo ella, con ternura.

- ¿Vamos al Parque Midori? - preguntó Denzel, con un guiño. Ese gesto conmovía a Aeris, que le recordaba a sí misma, pero, a su vez, le recordaba a León, ya que era algo que solía hacer mucho, a pesar de que su hijo no lo había visto nunca, pero quizá era algo hereditario.

-Sí, estaría bien, podríamos hacer un picnic, incluso - añadió Aeris - Iremos temprano por la mañana, así no nos encontraremos con tanta gente.

- ¡Guay! ¿Vendrá Cloud con nosotros?

El rubio alzó la cabeza cuando escuchó su nombre y se mantuvo expectante, aunque imaginaba que la respuesta sería afirmativa, pues debía estar a su servicio y cuidado en todas sus actividades.

-Mm, claro, cariño. Es nuestro guardaespaldas, ¿recuerdas? - dijo Aeris, aunque a Cloud no se le escapó el tono indeciso que cargaban sus palabras, sintiendo una ligera punzada en su pecho.

"Todavía no me acepta" pensó, algo molesto. Sabía que tan solo habían pasado un día juntos, pero, ¿no era eso suficiente para empezar a confiar en él de una vez por todas? ¿Qué más necesitaba hacer para que su presencia no se sintiese un estorbo para la actriz?

-BIEN, GUAY, SUPER GUAY - exclamó Denzel, alzando sus puños en el aire como símbolo de victoria. Lena y Carlo rieron ante el entusiasmo del pequeño, y Cloud le concedió una sonrisa. Aeris tan solo hizo una pequeña mueca, pero la alegría de su hijo no pasó desapercibida para ella, quien había notado que ambos habían hecho muy buenas migas nada más conocerse.

Pero, antes de que pudiese añadir nada más, un olorcito a vainilla le llegó a su nariz, lo que hizo que mirase directamente al fogón de la cocina, donde veía como la cafetera calentaba el café a fuego lento, impregnando la habitación con aquel dulce olor. Aeris sonrió y dijo:

- ¡Qué rico, Lena! ¿Estás preparando café con vainilla y leche?

-Así es - asintió la mujer, con una sonrisa bondadosa, sus ojos achicándose - café para todos y un vaso de leche para Denzel. Así acompañamos los dulces que trajo Cloud para todos.

Entonces Aeris desvió su mirada de Lena y clavó sus ojos verdes en Cloud, mientras en su rostro se dibujaba una pequeña mueca de sorpresa e interrogación, arqueando sus cejas.

-Mm, bueno, yo... fui a Letrecs mientras dormías. A por napolitanas. - contestó, simplemente, esquivando la mirada penetrante que tenía su jefa y, sinceramente, sintiéndose algo avergonzado por el gesto que había tenido.

Mientras tanto, Aeris suprimió con energía el sentimiento de ternura que estaba surgiendo desde su estómago y alzándose por su laringe para transformarse en una sonrisa en su rostro y un gesto de cariño hacia el rubio que estaba sentado en la esquina de la barra de la cocina y que ahora evitaba mirarla a toda costa. También se preguntaba a sí misma que a qué había venido ese gesto, y que por qué Cloud seguía esforzándose en ser amable con ella, cuando ella se comportaba de aquella forma tan arisca y rotunda con él, tan distante. La mujer notó entonces el silencio que se había creado en la cocina, mientras Carlo, Lena e incluso su hijo, Denzel, la miraban con ojos inquisitivos, esperando algún movimiento de su parte, como quien espera que se anuncie el ganador de un concurso.

Aeris carraspeó, aclarándose la garganta:

-No tenías por qué, Cloud. Gracias. - dijo, simplemente, mientras los otros tres intercambiaban miradas de decepción entre ellos que no pasaron desapercibidas para la mujer, que se mordió el labio sin darse cuenta, casi instintivamente. Quizá debería ir ablandándose poco a poco...

-Oh, el café está listo. ¡Disfrutemos! - exclamó Lena, yendo rápidamente a servir las bebidas y tendiendo una taza a cada uno de los presentes.

Degustaron las bebidas y los dulces con mucho placer, mientras intercambiaban entre ellos lo que les había pasado durante el día. Al parecer, Carlo había hecho muy buenas migas con los empleados de la empresa de instalaciones, mientras que Lena enseñaba un pequeño ganchillo que había aprendido a hacer durante la mañana, de manera autodidacta. Todos la felicitaron con cariño, mientras sus mejillas se teñían de rosa y se llevaba una mano a su sempiterno moño pulcro, con cierta vergüenza.

Denzel, por su parte, contó todas sus aventuras de la escuela, todo lo que le había enseñado su maestra y los juegos que había tenido con sus amigos en el patio. Al parecer, todos habían tenido un día maravilloso y Aeris se sintió muy contenta por ellos, sintiendo como su corazón se llenaba de todas las buenas vibras de la gente de su entorno.

Por la noche, Aeris preparó el salón para una noche de películas con su hijo, Denzel. Era una tradición que tenían los viernes que podían pasar juntos, y aquel día no iba a ser menos. Colocó muchos cojines sobre el suelo, mantas y sábanas, preparó palomitas y algo de refresco, y las puso sobre una bandeja, cerca de los cojines. Con una sonrisa, llamó a Denzel:

- ¡Denzel! ¡El cine está listo! - canturreó, mientras se ponía de rodillas frente al reproductor de vídeo y abría un pequeño armario contiguo, lleno de películas. Buscó con la mirada alguna que fuese adecuada para ambos y que le gustase a su hijo, el crítico de cine más exigente de la familia. Costaba mucho encontrar una película que fuese del gusto de su hijo, pues siempre ponía pegas a los actores, a la historia, al escenario...cuando veían una película, a veces parecía que Denzel estaba estudiando el film en lugar de disfrutarlo.

"Mejor que hoy veamos dibujos animados" pensó Aeris, alzando la vista y buscando en los estantes superiores del armario, donde se guardaban, ordenadamente, todos los DVD animados, los favoritos de Aeris, a decir verdad.

Mientras tanto, Denzel, en el piso superior, terminaba de ponerse el pijama de color azul y se amasaba los cabellos, preparándose para pasar una noche divertida con su mamá. Atesoraba con todo su corazón aquellos momentos en los que su madre descansaba de su trabajo y los rodajes de sus películas y pasaba el tiempo en casa, con él, como lo hacían sus amigos con sus padres. Tenía una gran sonrisa en su rostro sólo de pensarlo.

Salió de su cuarto y, entonces, se encontró con Cloud, que se encaminaba hacia su cuarto, ya con el pijama puesto, un sencillo conjunto de pantalón gris y camiseta negra de algodón. Se sonrieron mutuamente, con complicidad.

- ¿A dónde vas tan contento? - preguntó el rubio, deteniéndose a su altura.

-Hoy toca noche de cine con mamá. Oye, Cloud, ¿por qué no te apuntas? - lo invitó el niño, animado. - ¡Estaría muy guay!

Cloud dudó unos instantes. Si fuera solo por Denzel, Cloud sabía que estaba más que invitado a la fiesta, pero también tenía que contar con la aprobación de su madre y, de eso, ya no tenía tanta seguridad. Aun así, prefería quedarse en segundo plano, y al día siguiente, ya iban a disfrutar de una mañana de picnic juntos, por lo que no quería abusar de confianzas.

-Estoy un poco cansado, Denzel - mintió el rubio - pero te prometo que mañana jugaremos un montón juntos, si te apetece.

- ¡Si, mucho! - asintió el niño, con una gran sonrisa - Llevaré las espadas de madera y jugaremos a los guerreros. Bueno, adiós, ¡me voy con mamá!

Cloud observó al niño mientras se marchaba, corriendo escaleras abajo. Soltó un suspiro, deseando que fuese igual de fácil interactuar con su madre como lo era con su hijo, pero sabía que todavía le quedaba mucho tiempo por delante para desarrollar una amistad con la actriz, o, al menos, una relación cordial entre ambos, como profesional y contratante, si es que eso llegaba a pasar algún día.

Se encaminó a su cuarto y cerró las cortinas, encendiendo la luz de la lámpara. La habitación era bastante cálida y acogedora, incluso más que cualquier otra en la que hubiera estado antes. A pesar de que el hogar careciese, anteriormente, de toda medida de seguridad, este tenía un ambiente familiar y cargado de cariño que solo había experimentado en su hogar, con su madre. Y la verdad, se sentía bien estar así, aunque tuviese ciertas diferencias con su jefa.

Se tumbó en la cama y encendió la televisión de plasma, vagabundeando por los canales de televisión sin encontrar nada interesante. En uno había un partido de fútbol bastante reñido; en otro, un debate político; en el tercero, un grupo de jóvenes que lo pasaba muy bien de fiesta por la ciudad; en el cuarto, un concierto de música. Pero el quinto canal llamó su atención por completo.

Como si fuese demasiada casualidad amañada por el destino, al otro lado de la pantalla estaba ella. Se trataba de una película de drama, por lo que ponía la sinopsis ofrecida por la televisión. La Sombra Gris, se titulaba.

Aeris estaba sentada en una mesa, en aquella escena de la película. Tenía la cabeza agachada y las manos entrelazadas sobre su regazo. Entonces, levantó la vista y el plano enfocó su rostro, primero, algo a lo lejos.

La barbilla de la protagonista temblaba ligeramente y su ceño estaba fruncido. Comenzó a hablar:

-Cada día esta carga se hace más pesada - comentaba, para sí misma. Se rio amargamente, clavando sus ojos en la cámara, ojos que atravesaban la pantalla y que casi atravesaban a Cloud - ¿por qué? ¿Por qué tuvimos que pasar por esto, cuanto más nos queda por sufrir? - el plano se fue cerrando, acercándose cada vez más al rostro de la mujer. Sus ojos verdes comenzaron a llenarse de lágrimas, mientras recitaba cada línea del guion sintiéndola como propia, como si fuera su vida misma lo que estaba narrando, sentada en aquella mesa de aquel mundo ficticio - ¿por qué la vida duele tanto, que ya ni siquiera puedes escucharme, escucharme para ver cómo me quejo? - las lágrimas rodaron entonces por sus mejillas, mientras el plano se mantuvo firme, enfocando su rostro.

Al otro lado de la pantalla, Cloud estaba completamente estupefacto, pasmado, sin habla. Estaba metido de lleno en la película, rodeado por la suave voz de Aeris, por su triste y bello rostro lleno de lágrimas. Se sentía hipnotizado por aquella visión que tenía ante sus ojos y casi sentía dentro de su garganta el mismo nudo de lágrimas que ella tenía en la suya. Estaba tan conmovido por su actuación que ni siquiera se dio cuenta de cómo se había tragado la película completa, riéndose cuando ella se reía, temblando cuando ella temblaba, enfurecido cuando ella se enfurecía. Casi tuvo que contener sus manos para evitar un aplauso cuando la película terminó, con ella al frente de un acantilado tras haberse desprendido de todos sus miedos y ataduras.

El corazón le latía rápidamente cuando se encontró de frente con que la película había acabado y habían empezado a salir anuncios de yogures, volviendo de golpe a la realidad.

"¿Qué demonios me acaba de pasar?", pensó, apagando la televisión, manteniéndose de rodillas en la cama, pensando aún en todas las escenas que acababa de visualizar. Se mordió el labio insistentemente, mientras el rostro de Aeris paseaba por su mente, sin dejarle pensar en nada más. Sin embargo, sacudió la cabeza y se dijo a sí mismo "es muy buena actriz. Debe de haber sido eso". Asintió con la cabeza y se tumbó de nuevo en la cama, con los ojos entrecerrados y la mano en el estómago. Se sentía bastante relajado de repente. Con un último pensamiento en la mirada de Aeris, se quedó dormido profundamente.

*NOTAS DE LA AUTORA*: Bueno, ¿qué les ha parecido este episodio? Creo que la relación entre Cloud y Aeris es como una marea, avanza y retrocede lentamente, pero parece ser que Aeris está cediendo algo más, ¿no creen? Veremos que pasa en próximos episodios ^^ Tardé mucho en actualizar esta historia porque quería superarme a mí misma con mi escritura, mejorar un poco más, dar más de mí. Nunca había escrito tantas páginas, ni ofrecido tantos detalles y descripciones acerca de sentimientos y sensaciones de los personajes de mi historia, pero esta vez, quise hacerlo, para ofrecerles a ustedes una historia rica y que merezca la pena leer ^^ Espero que hayan sentido el esfuerzo y que les guste esta pequeña evolución en mi manera de escribir que les presento! Nos vemos muy pronto! ^^